domingo, 26 de junio de 2011

El beisbol ayuda a Dave Roberts en medio del cáncer. 26-06-2011

Christopher Smith. Pro Baseball

El antíguo jugador de los Medias Rojas de Boston y actual coach de primera base de los Padres de San Diego, quién ejecutara el robo de base más histórico en la historia de los patirrojos, se practicó un examen en el Dana-Faber Institute el pasado lunes cuando los Padres estuvieron en Boston y fue declarado libre de cáncer.
Roberts había sido diagnosticado con linfoma Hodgkin en marzo de 2010, él le dijo a The Eagle-Tribune la semana pasada que el béisbol lo ayudó a relajarse y alejar su mente de los tratamientos de quimio y radioterapia.
“Venir al estadio y estar alrededor de los muchachos me ayudó a tener la mente alejada de lo que ocurría en mi vida personal”, dijo Roberts. “Pienso que fue un tipo de respiro temporal para mí. Y fue muy terapéutico. Pienso que haber tenido al béisbol para distraerme de mis tratamientos fue definitivamente reparador”
Roberts jugó en las Grandes Ligas de 1999 hasta 2008 para cinco equipos diferentes: los Indios, Dodgers, Medias Rojas, Padres y Gigantes. Jugó en 832 juegos de temporada regular en Grandes Ligas y robó 243 bases.
El robo más famoso de su carrera ocurrió mientras jugaba con los Medias Rojas en la post.temporada de 2004.
Los Medias Rojas estaban abajo ante los Yanquis de Nueva York 3 juegos a 0 en la Serie de Campeonato de la Liga Americana y perdían 4-3 en el cierre del noveno inning del juego 4 en Fenway Park.
Al borde de la eliminación, el primera base de Boston Kevin Millar negoció boleto ante el cerrador de los Yanquis, Mariano Rivera para abrir el cierre del noveno inning.
Roberts salió a correr por Millar y robó segunda base con el tercera base Bill Mueller en el plato.
Mueller destapó un imparable hacia el jardín central que remolcó a Roberts con la carrera del empate y los Medias Rojas ganaron en 12 innings, ganaron el banderín de la Liga Americana y barrieron a los Cardenales de San Luis en la Serie Mundial para alcanzar su primer campeonato en 86 años. El manager de los Medias Rojas Terry Francona dijo la semana pasada que el conserva su trabajo únicamente debido a Roberts.
“Si no hubiera sido por Roberts, le estuvieran hablando a otro manager”, dijo Francona.

Derrotando al cancer

Roberfts no sabía mucho del linfoma de Hodgkin cuando fue diagnosticado con eso.
El coach de primera base de los Padres de San Diego notó una pelota en su cuello antes del inicio del entrenamiento primaveral del año pasado. La pelota se hizo más suave y comenzó a crecer, por lo que Roberts se lo comunicó al cuerpo médico.
“Cuando fui diagnosticado a los 37 años, si, me sentí sorprendido”, dijo Roberts. “Estaba sano en ese momento, y estaba determinado a vencer eso y fui afortunado de recibir muchas oraciones y buenos deseos. Y vencí”.
“La organización los Padres se ha comportado de manera asombrosa. Desde el dueño al presidente al gerente general a los coaches y jugadores y aficionados, todos me apoyaron. Buddy Black, nuestro manager, fue muy comprensivo al darme todo el tiempo que necesitara. Siempre estaré en deuda con esta organización así como con el presidente de los Medias Rojas Larry Lucchino quién tambien estuvo muy pendiente de mí”. Roberts se sometió a seis meses de quimioterapia y a un mes adicional de radioterapia durante la temporada de beisbol de 2010. Su trabajo fue limitado a actividades de oficina la última temporada, pero ocasionalmente trabajaba con los peloteros de los Padres, aconsejándolos sobre los robos de base.
“También hice algo de evaluación y escauteo en el sistema de ligas menores”, dijo Roberts. “Fue bueno para mí ver ese lado del béisbol. Pienso que vivir mis tratamientos, fue un agradable diferimiento que me permitió hacer algo productivo mientras me recuperaba”.
Roberts dijo que se sentía muy enfermo por momentos mientras recibía los tratamientos. “Los primeros días de cada tratamiento estaba enfermo y no hacía muchas cosas”, dijo. “Luego me empecé a sentir mejor. Pero los días antes del próximo tratamiento, no estaba muy entusiasmado con eso. Me sentía enfermo otra vez. Fue muy duro. Fue algo que tuve que experimentar pero me ayudó a sanar.
La gente habla de no dar nada por seguro y eso funcionó para mí. Traté de mantener las cosas en perspectiva aún antes del tratamiento. Ahora aprecio más las oportunidades y las cosas que me rodean”.

Su famoso robo de base.

Roberts dijo que el mejor consejo que recibió de cómo robar bases vino del antiguo Grande Liga Maury Wills, quién lideró la Liga Nacional en bases robadas seis veces durante su carrera de 14 años. Wills estafó 104 almohadillas en 1962 para los Dodgers él ganó el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Nacional ese año.
Wills le dijo a Roberts que no tuviera miedo de que lo pusieran out.
Wills nunca tuvo miedo de que lo hicieran out. Fue capturado robando 208 veces en su carrera y lideró la liga en veces atrapado robando siete veces.
“Algunos jugadores son intimidados por quién sea el catcher, su brazo y la situación”, dijo Roberts. “Pienso que hay que tener una buena ubicación y un buen salto, así no puedes tener miedo de ser sorprendido o de ser puesto out”.
Roberts dijo que estaba algo nervioso antes de embalarse hacia la segunda base en el noveno inning del cuarto juego de la Serie de Campeonato de la Liga Americana de 2004.
“Estaba asustado, excitado”, dijo Roberts. “Había muchas emociones y energía, especialmente cuando se está en un momento como ese. Pero teníamos un grupo de grandes peloteros, esa era mi oportunidad de demostrarles que podía ayudar al equipo. Quería hacerlo bien”.
Él lo hizo bien. Y Boston lo adora.
¿Ha tenido él que pagar por comer y beber en Boston?
“Nada de eso, nada de eso”, dijo Roberts. “Soy mucho más conocido aquí que en San Diego.
Dijo que los aficionados de los Medias Rojas de Boston lo reconocen y le agradecen por el rol que jugó en el campeonato de 2004.
“Es bueno regresar aquí, soy afortunado y agradecido por haber sido parte de ese equipo”, dijo Roberts.

Dos sobrevivientes

Como Roberts, el primera base de los Padres de San Diego y antíguo prospecto de los Medias Rojas, Anthony Rizzo sobrevivió al linfoma de Hodgkin.
Rizzo se sometió a tratamientos en 2008.
“Anthony, él es un gran muchacho y obviamente paso por muchas dificultades a una joven edad”, dijo Roberts. “Hablamos un poco de eso. Pero no mucho. Pienso que para nosotros es algo que forma parte de nuestro pasado. Estamos tratando de seguir adelante”.
Roberts sigue hacia adelante al haber regresado este año como coach de primera base, y al estar disfrutándolo. “Me gusta estar en el terreno, me gusta establecer una relación armoniosa con los peloteros y el aspecto pedagógico de eso”, dijo Roberts. “Pienso que no hay una parte difícil. Se trata de darle a los muchachos la información y la energía suficientes, mirar el lado positivo de las cosas y entender que el juego es difícil”.
Roberts todavía no sabe exactamente lo que quiere alcanzar en el béisbol. “Tuve la oportunidad de narrar juegos (con los Medias Rojas) y algo de trabajo de oficina el año pasado y disfruté cada momento”, dijo Roberts. “Solo trato de ir año a año. Disfruto lo que hago. Me gusta mucho el beisbol. Por eso trato de no alejarme mucho de lo que hago y lo disfruto por lo que me da.


Traducción: Alfonso L. Tusa C.

viernes, 24 de junio de 2011

Preguntas y respuestas con Jim Colborn (19-10-2008)

Dave Laurila. Baseball Prospectus

Jim Colborn sabe de pitcheo, de Osaka a Arlington, Recientemente regresó a su puesto como Director de Operaciones en el Pacífico con los Rangers de Texas, Colborn tiene experiencia adicional en el lejano Oriente, incluyendo una pasantía de cuatro años como coach de pitcheo del equipo japonés Orix Blue Wave y cuatro años como director de escauteo del Pacífico con los Marineros de Seattle. Además el currículo de Colborn, 62, incluye experiencias como coordinador de pitcheo de ligas menores de los Cachorros de Chicago (1987-1989) y como coach de pitcheo de los Dodgers de Los Angeles (2001-2005) y los Piratas de Pittsburgh (2006-2007). Un pitcher de Grandes Ligas, lanzó para cuatro equipos en 10 temporadas, Colborn lanzó un no-hitter con los Reales de Kansas City en 1977 y ganó 20 juegos e integró el equipo de estrellas de la Liga Americana con los Cerveceros de Milwaukee en 1973. Colborn habló de sus experiencias en ambos lados de la esfera beisbolera mientras asumía como coach de bull pen de los Rangers al final de la temporada de 2008.
David Lauirila: ¿Cuan diferente era el juego en los años ’70, principalmente desde el punto de vista de los pitchers?
Jim Colborn: Mi respuesta patrón sería que las diferencias en la zona de strike, determinan cuan diferente es el juego. Esa es una respuesta, con eso quiero decir que cuando yo pitcheaba, la zona de strike era más alta. Y no estaba fuera del plato; la pelota tenía que tocar parte de lo negro, en las esquinas. Pero como la zona de strike era más alta, el resultado era que el strike bajo y afuera parecía estar muy lejos del strike alto y adentro. Eso implica un area mucho más difícil de cubrir para el bateador que una zona de strike comprimida hacia abajo que es tal vez un poco más ancha. Pienso que aquella zona permitía ensayar más pitcheos, y premiaba a los pitchers controlados, más que hoy. Como resultado, pienso que la zona de strike actual es más difícil, por lo cual los promedios de bateo y la producción de carreras son más altos. En segunda lugar, solo puedo recordar que me batearan alrededor de tres jonrones por la banda contraria en toda mi carrera. Eso le dice algo al poder de los brazos jóvenes de hoy, la banda contraria es tan tentadora como batear un jonrón halando la pelota, quizás sea más atractivo batear hacia el center field o la banda contraria. Una tercera diferencia es que el béisbol ha evolucionado hacia las especializaciones, principalmente en el departamento de pitcheo, por lo que muchos peloteros llegan a las Grandes Ligas mucho antes de que sepan jugar bien al béisbol, o hayan pulido a profundidad sus destrezas o su conocimiento de cómo ser un jugador de béisbol. Por eso, lo que se está viendo, pienso que se podría discutir fácilmente que el nivel del béisbol no es tan bueno ahora como lo fue en el pasado. Sin embargo, diría que los jugadores de ahora son mejores en cuanto a condiciones físicas y técnicas. Otra diferencia es que hay más publicidad, no es sólo jugar béisbol. Es un juego comercializado
DL: El año que ganaste 20 juegos, lanzaste más de 300 innings y completaste más de 20 juegos. ¿Hay razones por las cuales los pitchers no puedan hacer eso hoy?
JC: Pienso que no. Pienso que hay varios de ellos que podrían hacerlo, pero en este momento no es prudente hacerlo, porque en aquella época, mi brazo costaba alrededor de 40 mil dólares, hoy en día el brazo promedio cuesta varios millones de dólares. La gente no quiere entrar en la zona gris de ser responsable del tipo de lesión que podría ser causada por el uso excesivo de algo tan valioso como una propiedad de millones de dolares.
DL: Pitcheaste en los días de las rotaciones de cuatro lanzadores. Si los pitchers son manejados correctamente ¿podría trabajarse con una rotación de cuatro hombres en la actualidad?
JC: Ahora la mayoría de los pitchers lanza cinco o seis innings, me parece que esa propuesta se podría discutir con más intensidad. Cuando piensas en eso, no se trata de que los abridores van a lanzar muchos innings, el abridor promedio por lo general lanza menos de siete innings por apertura. Por lo que es una proposición interesante ¿o no?
DL: Has trabajado mucho en Japón y el lejano Oruiente. ¿Cuan diferentes son los pitchers allá, en cuanto a como piensan y como trabajan?
JC: La forma como piensan es muy sencilla. Sus expectativas son similares a la manera como eran en los Estados Unidos hace 30 años. En cuanto a como trabajan, ellos hacen un poco más de repeticiones en cada elemento de su juego, sea batear, fildear o lanzar, que lo que hacemos nosotros. Es difícil explicar porque ellos son capaces de hacerlo y nosotros no, diría que un pitcher típico de allá usa sus piernas, y la parte inferior de su cuerpo, de una forma mucho más eficiente que el pitcher típico en los Estados Unidos, y probablemente hay menos presión sobre el hombro y el codo que aquí.
DL: Podrías explicar que quieres decir con que las expectativas de los pitchers japoneses son similares a las que había aquí hace 30 años?
JC: Sus expectativas son lanzar nueve innings. Eso es lo que quiero decir. Nueve innings es algo que se puede manejar, si el juego sale bien, para un pitcher en las Grandes Ligas. Hubo un tiempo cuando no había más objetivo que lanzar nueve innings, y si no podías, ocho podían ser aceptables, siete era una C, y dependiendo de cuantas carreras permitiste podría haber sido una C negativa. Cualquier cosa menor a siete innings era una D o una F.
DL: La mayoria de los pitchers asiáticos que he visto tienen una pausa en su movimiento de lanzar ¿Podrías explicar el por qué de esto?
JC: Puedo explicarlo bio-mecánicamente o mecánicamente, por lo menos. Es un movimiento eficiente para iniciar el lanzamiento de manera correcta. Probablemente habrás escuchado el término “apurado”, es una manera de eliminar eso por completo, o por lo menos de tratar de eliminarlo.
DL: Si es eficiente ¿por qué no se ha adoptado aquí?
JC: Porque nuestra actitud es que ellos adaptan lo que hacemos, y nosotros no adaptamos lo que ellos hacen. Quizás podrías decir que eso es arrogancia. O tal vez no arrogancia, pero falta de disposición a buscar respuestas. Pienso que ese día llegará, mientras ellos sigan dejando su huella en la escena del mundo beisbolero. Muy pronto empezaremos a lanzar miradas laterales hacia la manera como ellos hacen las cosas, y comienzan a mejorarlas. Desde mi punto de vista, al haber estado tantas veces en Japón, le presto mucha atención a sus técnicas. He aprendido mucho de ellos y he incorporado algo de lo que hacen en lo que trato de hacer.
DL. ¿Cuan importante es la relación entre un coach de pitcheo y otro de bull pen?
JC: Bien si quieres tener a dos personas trabajando juntas, eso es muy importante. Pero ¿Necesita un coach de pitcheo a un coach de bull pen para hacer cualquier cosa más que contestar el telefono? La respuesta es no. La teoría, en los últimos años, es que tienes a gente de pitcheo en el bull pen. Antes de esto, siempre era un catcher o de otra posición, pero si piensas en esto, ahora casi la mitad de los peloteros de un equipo son pitchers, la mitad o más. Algunos equipos tienen 13 pitchers, eso es más de la mitad. Por eso tiene sentido tener más de un coach para la mitad del equipo. Habiendo dicho esto, el coach de bull pen debe ser capaz de contribuir en algo con el cuerpo de lanzadores, por eso es muy importante que su relación con el coach de pitcheo les permita trabajar juntos. Es importante que sus filosofías estén en la misma línea y todo ese tipo de cosas.
DL: Leo Durocher fue tu manager cuando llegaste a las Grandes Ligas con los Cachorros de Chicago en 1969. ¿Qué tal fue jugar para Durocher?
JC: Pienso que hemos tenido una larga entrevista, esa pregunta podría quitarnos todo el tiempo. Pero debo decir que fue complicado, humillante, retador e interesante, hubo muchas historias. Leo era todo un personaje. Me gritaba, me daba alaridos, me humilló tanto como a cualquier persona que haya jugado para él. Aún asi, el todavía es un ícono de nuestra historia beisbolera.
DL: Dos de tus compañeros en Chicago eran Ferguson Jenkins y Bill Hands. ¿Podrías hablar un poco de ellos?
JC: Los admiraba mucho a ambos, pienso que mucho de lo que terminé haciendo como pitcher fue debido a que los observaba mucho, y a como ellos me enseñaron como pitchear. Fergie es obviamente un pitcher del Salón de la Fama, y Bill Hands era uno de los mejores pitchers del béisbol en aquella época. Hands era un pitcher muy confiable y estable, era un competidor que tomaba la pelota cada vez que le llegaba su turno de abrir, cada cuatro días en su caso. El equipo siempre sentía que tenía mucha oportunidad de ganar cuando el lanzaba.
DL: ¿Cómo fue jugar para Del Crandall en Milwaukee?
JC: Me gustaba mucho la forma de dirigir de Del. Siempre pensé que tendría una carrera exitosa como manager. A menudo me preguntaba cuales eran las razones que lo mantenían alejado de lograr eso. Lo conozco muy bien y lo considero un amigo; me ayudó mucho en mi carrera.
DL: Fuiste un ganador de 18 juegos para un equipo de los Reales de Kansas City de 1977 que ganó más de 100 juegos ¿Qué recuerdas de aquel equipo?
JC: Aquel era un gran equipo, fue una pena que fuésemos derrotados en el play off. Steve Busby estaba en aquel equipo. Él es comentarista de los Rangers, hace poco recordábamos la calidad del carácter de los individuos de ese equipo y lo buena gente que eran. Fue un equipo único en ese sentido, sin dejar de lado que era un equipo muy talentoso que eventualmente llegaría a la Serie Mundial pocos años después de eso.
DL: ¿Algún pensamiento final sobre tu carrera?
JC: Mucha gente esperaría que dijera que lanzar un no-hitter, o ganar 20 juegos serían los puntos más altos, pero solo los asimilo como algo que ocurrió. En lo que más me enfoco es en el impacto que ha tenido en mí, desarrollar mi carrera y mi vida en el béisbol, y las cosas buenas que esto ha traído para mi familia, no sólo a mis hijos, también al resto de mi familia y a mis amigos. Proceder de un pequeño pueblo de California, donde la gente era capaz de identificarse con los equipos, con los peloteros como individuos, y con el juego de béisbol. Eso enriqueció sus vidas, y esa es la cosa de la que me he sentido más afortunado y orgulloso.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

Colborn jugó en la LVBP en la temporada 1971-72 con los Leones del Caracas. En 15 juegos. Hizo 8 aperturas. 3 juegos completos. 6 ganados. 2 perdidos. 1 salvado. 68.2 innings. 64 hits. 19 carreras limpias. 42 ponches. 15 boletos. 2.49 efectividad.
Al bate consumió 22 turnos. 3 carreras anotadas. 8 imparables. 1 jonrón. 3 empujadas. 1 boleto. 4 ponches. .364 promedio de bateo.

miércoles, 22 de junio de 2011

Tim Hudson lanza y batea para que los Bravos de Atlanta ganen 2-0 a los Azulejos de Toronto.

Associated Press. 20-06-2011.


Atlanta.__ Tim Hudson no va a reclamar que eliminen la regla de bateador designado en el béisbol.
“No, no”, dijo él. “No bateamos, honestamente. Yo bateaba .040 antes de este juego”. Hudson lanzó 8 entradas en blanco y largó el segundo cuadrangular de su carrera en la victoria de los Bravos 2-0 sobre los Azulejos este lunes 20 de junio de 2011 en la noche.
Hudson (6-6) permitió dos imparables, un boleto y ponchó 8 para su tope de esta temporada, incluyendo el número 1600 de su carrera. Se fajó con Ricky Romero (6-7) por más de la mitad del juego hasta que se fue adelante 2-0 luego de dos outs en el séptimo episodio.
“Es difícil decir que hay algo mejor”, dijo Hudson. “Obviamente, casi lanzas un blanqueo y bateas un jonrón, ganas el juego. Fue divertido, hombre. Fue muy divertido”.
Toronto ha perdido dos juegos seguidos y cinco de siete.
Hudson retiró 20 bateadores en fila antes de que Mike McCoy recibiera boleto para abrir el noveno inning y avanzara a segunda con infield hit de Yunel Escobar.
El cerrador Craig Kimbrel ponchó a Corey Patterson, José Bautista y Adam Lind para alcanzar su vigésimo salvado en 25 oportunidades.
“Kimbrel ha desarrollado un repertorio muy potente”, dijo el manager de los Azulejos John Farell, “Nos cerró al puerta en la cara”.
Bautista, quién empezó el juego liderando las grandes Ligas con un porcentaje de embasado de .483, se fue de 4-0 con dos ponches para terminar una racha de 24 juegos seguidos embasándose. Toronto no había sido blanqueado desde el 07 de mayo cuando Detroit los venció 9-0 en casa. Los Azulejos estuvieron casi nulos ante Hudson, quién tenía marca de 1-4 en sus anteriores siete aperturas, una racha que comenzó con un blanqueo de un hit ante Milwaukee el 04 de mayo.
Romero escapó de dificultades con hombres en posición anotadora en el primero, segundo, cuarto y sexto innings, pero cometió un error al lanzarle una recta a Hudson, cuyo jonrón aterrizó en los asientos del jardín izquierdo.
Hudson se convirtió en el primer pitcher que jonroneara ante Toronto desde que Felipe Lira lo hiciera ante David Wells el 08 de julio de 2000, en Montreal.
Romero, quién permitió seis hits, dos carreras, dos boletos y ponchó cuatro en siete innings, ha perdido tres de cuatro salidas a pesar de una efectividad de 3.23. El zurdo cree que los Azulejos deben dejar de depender mucho de Bautista y Lind para empujar carreras.
“A ellos les están lanzando basura, así que cada quién tiene que asumir su responsabilidad de batear o no vamos a ganar seguido”, dijo Romero. “Vamos a seguir perdiendo juegos como éste. Como dije, este equipo no es uno o dos jugadores. Cada quién debe poner de su parte. Así es como se ganan los juegos”.
Los Bravos detuvieron el juego por unos segundos para hacer un reconocimiento al ponche 1600 de la carrera de Hudson cuando J.P Arencibia abanicó en el quinto inning. El veterano de 13 años hubo de salir del dugout, por primera vez en su carrera, para recibir la ovación de las tribunas en el séptimo inning.
“Romero estuvo muy bien”, dijo Hudson después de subir 31 puntos su promedio de bateo hasta .071. “Tiene una buena recta. Sabía que me la iba a lanzar. La tiró en el medio. Solo le puse el bate y la pelota se fue”.
Hudson, quién bateó el primer jonrón de su carrera el 12 de septiembre de 2009, en San Luis, resolvió para su equipo luego que David Ross fue puesto out en el plato con un roletazo de Diory Hernández en jugada de selección.
“Estaba desanimado porque me habían sacado en el plato”, dijo Ross. “Lo próximo que oi fue un gran estallido. Pensé que había sonado muy bien. Me volteé y él le daba la vuelta al cuadro como un viejo. Fue muy divertido”.
Romero insistió en que no se confió después que Ross fue retirado para el segundo out y el próximo bateador era el pitcher.
“No lo hice”, dijo Romero. “Aún tienes que hacer tus lanzamientos. Tim es un buen bateador, y obviamente no le iba a dejar nada por ahí. Fue una recta afuera, y la bateó”.
Cuando el manager Fredi González lo fue a sacar en el noveno inning, Hudson se tocó la visera de la gorra ante una ovación de pie.
Hudson, quién mejoró a 3-3 con 2.60 de efectividad en Turner Field, hizo 89 pitcheos en ocho innings.
“Fue agradable salir a lanzar y sentirme bien, que todo estaba bajo control y sincronizado”, dijo. “Sólo hice un par de ajustes con respecto a la última apertura”.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 21 de junio de 2011

Como el pitcher de los Piratas de Pittsburgh Charlie Morton, afinó su movimiento y salvó su carrera

Paul Daugherty. Sports Illustrated

Una pelota de béisbol hará lo que se le indique. Apriétela de cierto modo, láncela con cierto movimiento, suelte el brazo de esta forma o de la otra para hacerla bailar. La pelota hace lo que le ordene. No piensa por su cuenta, aún cuando le pueda volver loco. Pregúntele a Charlie Morton.
Hace un año, Morton comenzó la temporada con las peores 10 aperturas en el béisbol desde 2000. Él tuvo marca de 1-9, con efectividad de 9.35. Este año, el derecho de los Piratas de Pittsburgh ha ganado seis de nueve decisiones. Tiene oportunidad de integrar el equipo de estrellas. Todo lo que hizo falta fue darle a la pelota unas pocas instrucciones diferentes
Morton estaba en el campo antes de un juego en PNC Park la semana pasada. Alguien le pidió que describiera la forma como está lanzando la pelota ahora, tan distinta a la de hace un año. Es un ejercicio de física simple. Tan simple, que cualquiera se pregunta porqué Morton, de 27 años, no lo hizo años atrás, antes de que su carrera casi muriera. Él se pregunta la misma cosa.
“Estaba manejando mi cuerpo para lanzar la pelota por encima del brazo”, dice él. Morton lleva su brazo derecho lejos por detrás de su cabeza, se pensaría que golpearía su oreja en el movimiento. “Estaba halando mi cuerpo de esta forma”, dice él, inclinándose hacia la izquierda, “para poner mi brazo de esta manera” lo cual era justo por encima del brazo.
Eso no era natural. No se sentía bien. Todo comenzó cuando él era un niño. Un niño grande, largo y espigado. Los coaches y managers miraban a Morton, ahora de 6 pies 5 pulgadas y 230 libras, y veían un envío grande por encima del brazo que soltaba una recta de 95 millas y una curva impresionante, típico de Roger Clemens. Cada cual quiere entrenar al próximo Roger Clemens. Pero no es tan simple. Tal vez por eso es que solo ha habido uno.
Morton no es un tipo que habla mucho de si. “Eso lo hago en mi mente casi siempre”, explica él. Así que siempre escuchaba. Y veía como se le caía la gorra.
“Sentía que estaba atrapado en una situación de la que no podía salir”, Morton dijo de la última temporada. Después del desastre del 1-9, los Piratas lo bajaron. “En el dugout del equipo Triple A me preguntaba que iba a hacer con mi vida”, recordó Morton.
Había escuchado que su repertorio era muy bueno, eso complicaba más las cosas. “Si soy tan bueno ¿por que estoy lanzando de está forma? No sólo estaba enfrentando al bateador contrario, tambien lo hacía contra mí”, explicó Morton.
Regresó a las mayores la temporada pasada, terminó con marca de 2-12. Nadie sabía que haría Morton esta temporada.
La desesperación es una gran motivadora. Luego del año pasado, Morton estaba dispuesto a intentar cualquier cosa. “Él estaba más flexible”, fue como lo describió el coach de pitcheo de los Piratas Ray Searage
¿Qué tan malo era esto?
Al comienzo de la temporada pasada, Morton hizo amistad con un camarógrafo de televisión, cuya ubicación estaba al lado del dugout de los Piratas. El tipo le habló a Morton de una cita de Shakespeare: “No tengas miedo a la grandeza”.
De la forma como es Morton, se tomó la cita en serio. “El año pasado tenía miedo por lo que iba a pasar cada vez que lanzaba”, dijo. “No era lo suficientemente maduro para aceptar la responsabilidad de subir al montículo cada quinto día”.
Charlie Morton adoptó un movimiento de pitcheo a tres cuartos de brazo en el entrenamiento primaveral e inmediatamente vio resultados positivos.
Searage y Jim Benedict, el coordinador de pitcheo de ligas menores de los Piratas, fueron a ver los videos. Estudiaron a Morton desde la secundaria. Vieron a un pitcher muy bueno para que lo batearan tan duro, ellos encontraron el por qué. Las razones descansan profundamente en el dominio místico y racional de la mecánica de pitcheo: ángulos de lanzamiento, puntos donde se suelta la pelota, agarre de la recta. Pregúntele a un golfista que describa sus movimientos, él le dirá que todo tiene que ver con sentirse agusto. Pitchear no es muy diferente.
“Cada quién tiene su propio ángulo de lanzamiento”, dice Searage. “El de Charlie es a tres cuartos de brazo detrás de la cabeza”.
En febrero, Searage y Benedict trajeron a Morton, le mostraron el video y comenzaron a trabajar: “Lanza de la manera que Dios te proveyó para que lo hicieras”, Searage le dijo a Morton. “Aléjate de tu cabeza. Eso te dará más libertad para mover tus grandes músculos”.
“No tardó mucho tiempo en convencerse. Un hombre hambriento cenaría en un basurero sin lamentarse. Como dice Morton, “Estoy compitiendo por un trabajo. No tengo opciones. Soy todo oidos”. Morton empezó con lanzamientos largos. No podía creer lo bien que se sentía, cuan fácil era. Morton estaba sorprendido. Sus ojos miraron hacia arriba, en parte por alivio, en parte por gratitud, en parte por ¿donde había estado esto toda mi vida?
“Caramba Ray”, le dijo a Searage, “me está yendo muy bien”.
“Sigue lanzando así Chuck”, dijo Searage. “Sigue así”.
Lo próximo que hizo Morton fue lanzar práctica de bateo. Lyle Overbay vino a batear. Overbay, 34, está en su primera temporada con los Piratas. Jugó tres años en Arizona, dos en Milwaukee y cinco en Toronto. Morton le vino a Overbay con una recta de 95 millas que se hundió.
“Él lanzó una curva que se cayó de la mesa”, Overbay recordó la semana pasada. “Dije, caramba, ¿también tiene eso? Entonces lanzó una recta cortada de 92 millas y me dije: ¿Qué está pasando aquí?”
Ahí fue donde Overbay comparó a Morton con el actual ganador del Cy Young de la Liga Nacional, Roy Halladay de los Filis. La semana pasada, Overbay agregó esto: “Este es Roy Halladay con un mejor repertorio. El control de Roy lo pone en la élite de la élite. Charlie todavía no está ahí con su control. Pero una vez que esté…”
Morton comenzó a ver videos de Halladay. “Ellos me dijeron que querían que lanzara a tres cuartos. Necesito una referencia. Overbay me dice que me parezco a Halladay, así que vi algunos videos. Quiero ver que hace con su cuerpo”, dice Morton. Morton niega la noción de que “copió” el estilo de Halladay:
“Desde atrás, nuestro movimiento parece similar. En perfil, desde un lado, no somos iguales”. No es que eso importe. Cualquiera puede simular un lanzamiento. No cualquiera puede lanzar una recta que se hunde a 95 millas.
El abridor de los Piratas Jeff Karstens hace la mayor parte de su trabajo de dias libres, los mismos días que Morton. Él está celoso del repertorio de Morton. “Lo veo lanzar y me enfermo”, dice Karstens. “Su repertorio es cortante. Apenas tocamos la superficie con Charlie”.
Morton ha simbolizado la resurrección de los históricamente moribundos Piratas. Hasta que los Mets lo zarandearon con seis carreras limpias en cuatro innings en su última salida, Morton había clasificado entre los cinco mejores abridores de la Liga Nacional en efectividad. Aún con marca de 6-3, su efectividad de 3.08 se ubica novena en la liga. Ese sinker ha hecho de Morton el lider de Grandes Ligas en outs por roletazos.. Mientras tanto, los Piratas tienen la quinta mejor efectividad en la Liga Nacional. Sus abridores clasifican cuartos en la misma categoría. Eso es de mucha ayuda, dado que su ofensiva ocupa el puesto 26 de la Gran Carpa en carreras anotadas.
Morton sabe que su fortuna ha cambiado con un simple ajuste de su brazo. Entiende que sus envíos han sido liberados, que está lanzando de la mejor manera- El sabe que el éxito tempranero de este año le ha dado una confianza en si mismo que nunca había tenido. No le tengas miedo a la grandeza.
“Él tenía miedo de que le batearan el año pasado”, asi lo entendía Karstens. “Era algo inseguro. Ahora, lanza sinkers 90 % del tiempo, y aun cometiendo errores salen batazos por el piso. Ahora Charlie le dice a los bateadores, ‘Aquí está. Bateenla’”.
Morton entiende la física de todo esto. Esto no lo hace menos sorprendido con el giro que dio. “Todos esos años”, dice él. Morton piensa mucho. Trató de analizar lo que le ocurrió el verano pasado, a veces trata de entender en profundidad el éxito que tiene ahora. “Pienso demasiado”, dice él. “Esa probablemente es una de mis fallas. Analizar situaciones me trae problemas”
Ocasionalmente durante los juegos, el catcher de los Piratas Chris Snyder le ha hecho visitas en el montículo para decirle a Morton: “Lo estás haciendo muy bien. Deja de pensar y solo lanza”.
Cuando estaba en su punto más bajo, Morton se refugiaba en las nostálgicas inspiraciones de un músico tejano llamado Ryan Bingham. Un cantautor, Bingham abandonó un hogar destrozado cuando era adolescente, para domar toros y tocar guitarra en clubs nocturnos. Después de muchos años de fracasos, Bingham ganó un Grammy por su canción “The Weary Kind” que apareció en la película ganadora del premio de la academia, Crazy Herat.
“Levanta tu corazón loco y haz un nuevo esfuerzo”, cantó Bingham.
“Su historia es muy inspiradora”, dice Morton.
Morton colecciona guitarras. Hace ocho años, aprendió a tocar por su cuenta. Le gusta el blues, en particular el trabajo del finado Stevie Ray Vaughn. No es difícil imaginar a Morton la temporada pasada, dándole a su propio blues alguna terapia de guitarra. “Toqué un poco el pasado verano”, dice.
“Toda mi carrera me han dicho que tengo el talento para lograr grandes metas. Nunca las logré. Hicimos un ajuste, y las cosas están saliendo mejor. ¿Me reinventé?” Morton pregunta. “Reinventarse es un término muy preciso”.


Traducción: Alfonso L. Tusa C.

sábado, 18 de junio de 2011

El center fielder de los campeones de 1941

Héctor Benítez Redondo dejó de existir este viernes 17 de junio de 2011. Era uno de los sobrevivientes de aquel equipo que había hecho sonreir a toda Venezuela. Su elegancia con el guante, y su efectividad con el madero fueron los comentarios que más escuché o leí sobre quién conformaba junto a José Antonio Casanova (ss), Dalmiro Finol (2b) y Enrique Fonseca o Guillermo Vento la línea central de aquel equipo venezolano.
En una función del documental “Venezuela al bate” de Carlos Oteyza lo vi a la distancia de una larga fila de personas que esperaba por un autógrafo de quién fuera la génesis o inspiración de jardineros centrales como Victor Davalillo, Raul Pérez Tovar, Juan Francisco Monasterio, Endy Chávez o Franklin Gutiérrez. Traté de acercarme pero la muchedumbre era tal que debí conformarme con una visión panorámica de aquel ídolo que junto a sus compañeros inspiró aquel discurso de Andrés Eloy Blanco: “Pero la radio va anunciando los triunfos, nos dice que un grupo de los nuestros, y no de los que han vivido mejor, sino de los que tienen que correr más detrás de un pan que de una pelota, está imponiendo su músculo y su mente en un concurso con atletas internacionales. Y entonces el que ya va creyendo en la anemia como en un destino, cree en si mismo como en un camino”.
Una página refulgente del beisbol venezolano que siempre brillará en cada atrapada, en cada demostración de su brazo para enfriar corredores, en cada batazo, en su aporte para alcanzar aquel trofeo en La Habana que aun resuena en los pasillos deportivos de la venezolanidad para recordarnos que si nos lo proponemos podemos alcanzar grandes metas.
Descansa en paz Héctor Benítez Redondo, un jardinero central de gran calibre.

Alfonso L. Tusa C.

viernes, 17 de junio de 2011

Otro ángulo de Sparky Anderson.

Bob Hertzel. Baseball Prospectus.

Era uno de aquellos días frios de invierno de Ohio, el viento soplaba desde Cleveland, a través de Columbus y hacia Cincinnati, el recuerdo de la Serie Mundial perdida ante los Orioles de Baltimore por la flamante Gran Maquinaria Roja se desvanecía con el paso de los días. Era uno de aquellos días tranquilos en las oficinas del Cincinnati Enquirer, donde cada quién esperaba que 1970 diera paso a 1971.
El correo llegó al departamento en la mañana, pero los reporteros no empezaron a revisarlo hasta mediados de la tarde. Era la época del año cuando llegaban las tarjetas de Navidad, hablamos de los dias previos a las computadoras, las tarjetas estaban hechas de papel y eran firmadas a mano. Una que llegó aquella tarde nos llamó la atención, traía calidos saludos navideños de George Anderson.
¿George Anderson? ¿Quién carrizo es George Anderson? Pensamos todos. ¿Conoces a George Anderson? ¿No? Hablamos del tema por unos 30 minutos y no lo pudimos descifrar.
De pronto, alguien dijo: “Epa, ¿Cuál es el primer nombre de Sparky?” Allí se aclaró todo.
Sparky Anderson, el manager de los Rojos locales, el hombre que había ganado un banderín y 70 de sus primeros 100 juegos como manager de Grandes Ligas había enviado una tarjeta de Navidad, e hizo falta el concurso de los genios de la redacción deportiva, incluyendo al tipo que cubrió los 162 juegos de la temporada, toda la Serie de Campeonato de la Liga Nacional que fue una barrida ante los Piratas de Pittsburgh, y la Serie Mundial, para determinar que él había firmado la tarjeta con su nombre de pila.
Nadie más que su esposa lo llama George. Cuando estás en la intimidad lo último que quieres hacer es llamar “Sparky” a tu compañero de vida. Pero en el terreno de juego el solo podía ser Sparky.
Que magnifico hallazgo fue él para el gerente general Bob Howsam. Qué tal si él saludara con un encabezado que dijera “¿Sparky quién?” cuando llegara a la ciudad y que tal si hubiese desteñido su prematuro cabello gris porque en su tonalidad natural se parecía a Casey Stengel más que cualquier otro tipo de 36 años que se le asemejara.
Él fue la pieza perfecta para un equipo que estaba a punto de convertirse en uno de los más grandes del béisbol, un hombre que desarmaba a los medios con su propia versión del lenguaje inglés, uno que era parte Stengelista y el resto puro Sparky.
Por casi una década encontró la forma de mantener enfocado a un grupo de jugadores que eran tan buenos que ganar podría haberse convertido en algo fastidioso, de dirigir para permitir que Johnny Bench y Pete Rose y Joe Morgan y Tany Pérez coexistieran en el mismo clubhouse, siendo cada uno una superestrella, cada uno con un carrera del Salón de la Fama.
Él sabía como manejar al a veces temperamental David Concepción, dejaba que algunos de los personajes más difíciles del béisbol como Clay Carroll, Pedro Borbón, Bernie Carbo y Rawly Eastwick hicieran lo que querían mientras les exprimía lo que él quería que hicieran en el terreno sin que se dieran cuenta que los estaban exigiendo. Todo ese tiempo el fue sólo Sparky.
Su carrera como jugador activo dejó algo codiciado, ese algo sería un hit ocasional. Él era el peor jugador del peor equipo del béisbol, duró una sola temporada en las Grandes Ligas, jugó para Eddie Sawyer y los Filis de Filadelfia de 1959.
Disfrutaba al recordar la reunión con Sawyer antes de empezar los entrenamientos primaverales, reunió a su equipo alrededor de él en el centro del diamante y les dijo que eran el peor equipo del béisbol.
“Imagínate que el manager te diga que perteneces al peor equipo del béisbol y aún no has jugado ni un partido”, Anderson se maravillaba.
Cuando el año de Anderson en las Grandes Ligas finalizó, él había troquelado su nombre en los libros de records, para el momento poseía el promedio de bateo más bajo con .218 y había coleccionado la menor cantidad de imparables de cualquier jugador que hubiese jugado 150 o más juegos en una temporada. Esto fue un record hasta que Dal Maxvill, el short stop buen guante, bate nulo de los Cardenales de San Luis, tuvo una temporada peor para robar el trueno de Anderson. Pero a Sparky Anderson le gustaba decir que él había hecho algo que Maxvill nunca hizo.
“Le bateé un doble contra la pared a Sandy Koufax”, adoraba cantar Anderson.
Él no lo dijo, pero pudo haberlo dicho, usted puede comprobarlo. Yo lo hice, y comprobé que el 24 de agosto de 1959, Sparky Anderson le bateó un doble a Koufax en una derrota 8-2. De lo que Anderson evitaba hablar era que Koufax todavía no era el pitcher que dominaría el béisbol, aquel año tuvo marca de 8-6 con efectividad de 4.05. Por supuesto, considerando que Anderson nunca bateó otra pelota contra la pared ante ningún otro pitcher y terminó con un total de 12 extrabases, ninguno de ellos jonrón, fue un logro digno de Hércules alcanzado por un bateador liliputiense.
Tratar con Anderson como manager era una delicia. No era que cubrir a los Rojos fuese una nulidad en temas de que escribir, todo lo que había que hacer era caminar hacia él:”Epa, Spark, necesito una historia para un dia libre”, y el llenaba el salón con los cuentos de su única temporada en la Gran Carpa.
Como podía haber desperdicio al escribir de la “Dalton Gang” la cual tomó al joven novato a su cuidado…no era que eso fuese una gran cosa. La Dalton Gang de los Filis de 1959 obtuvo ese nombre porque funcionaba de noche y siempre se metía en problemas.
Los aficionados de hoy se han olvidado de Dick Farell, quién era el Turk, Jim Owens, conocido como el Bear (Oso), y Seth Morehead, quién fue reemplazado, luego que fuese cambiado el próximo año, por Jack Meyer, apodado el Bird (Pajaro) mucho antes de que alguién supiera de Mark Fidrych. Este era un grupo de grandes afectos, vida salvaje y mucha bebida, que usaba pantalones de béisbol.
Las historias de Anderson de cómo ellos rompieron todos los espejos una noche en un hotel de San Francisco eran interminables, y de cómo Farrell, quién se convertía en un espíritu cruel cada vez que perdía, rompió un espejo en un bar de Milwaukee, luego explicó: “Miré en el espejo, no me gustó lo que vi, por eso le di un puñetazo”.
Una noche, después que ellos golpearon al empleado de un bar, el gerente general John Quinn los multó por “estar no sobrios”, lo cual fue un maravillosos eufemismo.
Tan sorprendente como aún parece, Anderson dirigió a los Rojos hasta 1978 cuando cometió el pecado de terminar segundo, al ganar “sólo” 92 juegos. Descubrir que lo habían despedido fue una historia en si misma, yo había llamado a Anderson en aquella vacación para tratar un asunto totalmente distinto, hablé con él alrededor de 20 minutos.
Él nunca habló que se había reunido temprano aquel día en un hotel de Los Angeles con Dick Wagner, la mano derecha de Howsam, y lo habían despedido. Pero me dí cuenta de eso cuando hablaba del equipo, se mantuvo llamándolos “ellos”.
Al colgar el teléfono, les dije a los que estaban en la oficina, “No me van a creer esto, pero pienso que Sparky fue despedido”.
Resultó que él no estaba acabado como manager. Se unió a los medios y los fanáticos de los Tigres de Detroit por 17 años más, ganó 1331 juegos más para terminar una carrera de Salón de la Fama con 2194 victorias. Eso es una gran cantidad de juegos ganados, pero creanlo o no, el fue un ganador más grande como persona.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

Hasta siempre “Carrao” Bracho.

Lo recuerdo con el uniforme anaranjado de las Águilas del Zulia en un juego dominical por la mañana. En esa época trabajaba como relevista y en esas labores consiguió su triunfo 109 que lo ubica como el pitcher con más victorias en la Liga Venezolana de Béisbol Profesional.
Nunca supe el porque de su apodo. Imagino que hay alguna relación con el ave del mismo nombre, autóctona de los llanos, el porte y la elegancia del pitcher tal vez hicieron recordar estas características de los carraos.
José de la Trinidad Bracho nació en Maracaibo, Zulia, el 23 de julio de 1928, y falleció el 16 de junio de 2011 en su hogar de Maracaibo. El mal de Alzheimer lo afectó en la última etapa de su vida.
El Carrao tenía la sapiencia y la determinación para ser un gran pitcher y así lo demostró en la liga venezolana. Se ajustaba a las dificultades y tenía la capacidad para realizar lanzamientos desde diferentes ángulos del brazo. Su lanzamiento más emblemático era el tenedor que en aquella época muy pocos lo sabían lanzar y eso le daba un arma adicional para sacar de paso a los bateadores.
Su mejor temporada en la LVBP fue la de 1961-62. Entonces ganó 15 juegos y perdió 5. Permitió 130 hits en 160 innings. Ponchó 97 y concedió 44 boletos. Dejó una efectividad de 2.25 en 21 juegos. Esos 15 son la marca de más juegos ganados en una temporada para un lanzador en la liga venezolana. También en esa temporada implantó la marca de más juegos completos en la liga en una temporada (14).
Solo actuó en cuatro temporadas en el exterior. Su gran temor a los aviones le impidió muy probablemente jugar en la Gran Carpa. Su mejor campaña en las ligas menores sucedió en 1955 cuando jugó para el Havana Sugar Kings, filial de los Rojos de Cincinnati en la Internacional League AAA. Esa vez ganó 9 juegos y perdió 5. 21 juegos. 18 aperturas. 8 juegos completos. 2 blanqueos. 132 innings. 115 hits. 54 carreras. 48 limpias. 3.27 de efectividad. 8 jonrones. 41 boletos. 62 ponches. 6 golpeados. 1 balk. A la defensiva hizo 7 outs. 16 asistencias. 0 errores. 2 dobleplays.
En la LVBP jugó para Cervecería Caracas (de 1948 a 1952). Leones del Caracas (1952-53, 54-55, y desde 1955 hasta 1959). Pastora (53-54) Navegantes del Magallanes (54-55 y 64-65).Oriente (de 1959 a 1963). Orientales (1963-64). La Guaira (1964 a 1967). Lara (66-67 y 67-68), Zulia (1970 a 1973).
Fue campeón de la LVBP con Cervecería (48-49 y 51-52). Leones del Caracas (52-53, 56-57). Pastora (53-54). La Guaira (64-65 y 65-66).
En una ocasión lo fueron a entrevistar a su casa y mientras veían los albumes con los recortes de prensa, el periodista le preguntó: “¿Y usted no perdía?”. “Claro, pero esos recortes los tiene el otro pitcher”.
Aquella mañana dominical se adentraba en el mediodía cuando me fui al abasto “Barlovento” ubicado a una cuadra del estadio de Cumaná. Mientras el dependiente veía el juego, vino a relevar el Carrao. Pedí dos sobrecitos de barajitas. En el segundo salió la imagen de Jose de la Trinidad Bracho con su expresión adusta que transmitía placidez en la mirada. Salté con la barajita en la mano cuando el Carrao dominó con un rolling al cuadro al primer bateador que enfrentó. Descansa en paz José Carrao Bracho.

Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 15 de junio de 2011

Presencia de un torpedero

El joven campocorto jugaba un poco cargado hacia su izquierda, el roletazo salió incandescente con todas las características de un imparable. Los reflejos lanzaron el guante y toda la humanidad del muchacho hacia las profundidades del hueco, allá donde las telarañas se mezclan con la arena que limita con los primeros matices verdes de la grama. Los dos primeros pasos lo pusieron en paralelo con la esférica. Cuando el joven de profuso afro notó que la pelota amenazaba con peinar la grama se lanzó sobre el pecho y con el guante estirado por encima de la cabeza alcanzó la pelota en la malla. Mientras veía que el corredor se aproximaba a la primera base se incorporó y lanzó desde las rodillas. Su disparo impactó el mascotín del inicialista cuando el pie del corredor flotaba sobre la base. El narrador de la televisión describió la jugada como si transmitiera por radio. “¡Que bárbara jugada de David Concepción! Así se motiva a un equipo”. Se jugaba un partido de play off de la temporada 1971-72.
En 1970 apareció por primera vez en una serie de campeonato y una Serie Mundial con los Rojos de Cincinnati. Todas las intervenciones que hizo a la defensiva obligaron a Sparky Anderson a alternarlo con Woody Woodward en la posición. Que aún su bate debería adaptarse a las Grandes Ligas no fue obstáculo para que el manager lo tuviera presente cada vez que escribía la alineación. El gran alcance de Concepción tanto hacia el hueco como hacia la segunda base empezó a modificar las bases de la línea central de la Gran Maquinaria Roja. Su poderoso brazo le permitía llegar casi hasta la grama y desde allá manufacturar destellantes outs que levantaban de sus asientos al manager y a los aficionados. En 1972 Cincinnati regresó al Clásico de Octubre y también Concepción, esta vez alternado con Darrell Chaney en la paradas cortas y en la segunda base estaba Joe Morgan.
En una página de internet denominada Rankopedia, en la cual aparece una puntuación, aparentemente basada en votos de los miembros del sitio, el tandem de Concepción y Joe Morgan aparece como la combinación más efectiva de dobleplays solo segunda de Nellie Fox y Luis Aparicio 49.26 puntos por 54.17. Luego están Marty Marion y Red Schoendienst (36.25), Ozzie Smith y Tom Herr (34.58), Cal Ripken y Roberto Alomar (30.45).
A partir de 1973 empezó a mejorar su profundidad como pelotero a raiz de sus conversaciones con Tany Pérez su compañero de habitación en los Rojos de Cincinnati. Escuchar las sugerencias de Pérez le permitió a David asentarse como pelotero al evitar presionarse cuando se iba en blanco en uno o más juegos. Entendió que eso era parte del juego. Que siempre había un mañana y allí era donde había que trabajar para mejorar su actuación. Entonces llegaron los guantes de oro y los reconocimientos de los periodistas y de los peloteros establecidos. Cuando le consultaron a Pérez que significaba Concepción para la Gran Maquinaria Roja, respiró profundo: “La forma como nos ayudaba a cada uno, la forma como jugaba, con el bate y con el guante. Le llegaba a todos los batazos desde el hueco hasta detrás de segunda base; y corría muy bien. Vi muchos shortstops en mi carrera. David fue uno de los mejores. Está clasificado en el mismo nivel de los mejores. No se puede separar a David Concepción de Pete Rose, Johnny Bench, Tany Perez, Joe Morgan o George Foster. David significaba tanto como cualquiera de nosotros”.
La cima de su actuación llegó en 1975 y 1976 cuando formó parte de aquellos Rojos de Cincinnati ganadores de las Series Mundiales. En 1975 bateó para .274, 62 carreras anotadas, 49 empujadas, 139 hits, 33 bases robadas, .326 de porcentaje de embasado. A la defensiva hizo 238 outs, 445 asistencias, 102 dobleplays, .977 promedio defensivo. En 1976 bateó para .281, 74 carreras anotadas, 69 empujadas, 162 hits, 21 bases robadas, .335 porcentaje de embasado. A la defensiva: 304 outs (lider), 506 asistencias (lider), 93 dobleplays, .968 promedio defensivo.
En la Serie del Caribe de 1983 David Concepción reforzó a los Tiburones de La Guaira. Durante un juego ante República Dominicana batearon un roletazo invisible sobre la almohadilla de segunda. Pedro Guerrero corría en tercera y empezó a caminar hacia el plato. Concepción voló hasta el límite del abanico con la grama del jardín central y alcanzó la pelota con la punta del guante luego giró sobre su cuerpo y lanzó al plato. Guerrero intentó correr con todo pero la pelota lo esperaba incrustada en la mascota de Baudilio Díaz. El rostro de Guerrero mostraba unos ojos más grandes que los de un ladrón sorprendido con las joyas en la mano.

Alfonso L. Tusa C.

domingo, 12 de junio de 2011

Cuarteto de veintenas

La forma como los Orioles de Baltimore derrotaron a los Rojos de Cincinnati en la Serie Mundial de 1970 me hizo esperar día a día el inicio de la temporada de Grandes Ligas de 1971. Los oropéndolas de Earl Weaver era un equipo de gran defensa, pitcheo excepcional, además de una ofensiva respetable. En 1969 sólo los milagrosos Mets fueron capaces de arrebatarles el Clásico de Octubre. Para 1971 todo indicaba que los pajaritos sonrientes regresarían a la Serie Mundial. Por mi parte abrigaba muchas esperanzas de que Cincinnati pudiera desquitarse, quería ver a David Concepción consagrándose ante los Orioles. Sin embargo el único pitcher con marca positiva fue Don Gullett (16-12). Los Rojos terminaron cuartos en la División Oeste de la Liga Nacional, que fue comandada por los Gigantes de San Francisco. Steve Blass (15-8) y Dock Ellis (19-9) destacaban en el cuerpo de lanzadores de los Piratas de Pittsburgh. Pero los escopeteros de Baltimore lucían inmensos. Mike Cuellar, Dave McNally, Pat Dobson y Jim Palmer ganaban y ganaban y ganaban. Baltimore derrotó a los Atléticos de Oakland 3 juegos a 0 por el banderín de la Liga Americana. Los Piratas vencieron a los Gigantes de san Francisco 3 juegos por 1. Los Piratas tenían a Roberto Clemente, a Willie Stargell, a Richie Hebner, Al Oliver, Manuel Sanguillén y los pitchers habían tenido una buena temporada. Sin embargo estaba consciente que los Orioles con Brooks y Frank Robinson, Paul Blair, Mark Belanger, Elrod Hendricks y Andy Etchebarren, pero sobre todo aquel incandescente cuarteto de lanzadores de Cuellar, McNally, Dobson y Palmer, iba a vender muy cara su derrota en aquella Serie Mundial.
El 09 de junio de 1971 los Mellizos de Minnesota llegaron al Memorial Stadium para enfrentar a los Orioles y a Cuellar. Jim Kaat abrió por los Gemelos. En el segundo inning Frank Robinson se embasó por error del tercera base Harmon Killebrew. Merv Rettenmund lo llevó a segunda con toque de sacrificio al pitcher. Dave Johnson elevó al centro. Etchebarren remolcó a Robinson con doblete a la izquierda. Orioles 1 – Mellizos 0. En el cuarto inning Leo Cárdenas la sacó de cuadrangular . Orioles 1 - Mellizos 1. Cuellar retiró los últimos 10 bateadores del juego. En el cierre de la décima entrada, Don Buford sencilleó a la izquierda. Blair elevó a la derecha. Brooks Robinson elevó a la derecha. Frank Robinson trajo la carrera del triunfo con doble a la derecha. Kaat lanzó 9.2 innings. Enfrentó 40 bateadores. 11 imparables. 2 carreras, 1 limpia. 0 boletos. 6 ponches. Cuellar lanzó 10 innings. Enfrentó 36 bateadores. 4 hits. 1 carrera limpia. 4 boletos. 4 ponches. “Cuellar tenía un screwball que era un lanzamiento muy poco visto en Grandes Ligas por aquella época. Me sorprendía mucho la fuerza que Cuellar le imprimía a este envío. Era un potro loco. Así lo llamábamos. La gente olvida lo bueno que era Mike Cuellar”, dijo Jim Palmer en un entrevista reciente. En 1971 Cuellar dejó marca de 20 ganados y 9 perdidos. 3.08 de efectividad. 38 juegos como abridor. 21 juegos completos. 4 blanqueos. 292.11 innings. 250 hits. 111 carreras. 100 limpias. 30 jonrones. 78 boletos. 1 boleto intencional. 124 ponches. 1 golpeado. 0 balk. 3 wild pitches. 1166 bateadores enfrentados. 1.122 whip. 7.7 hits por cada 9 innings. 0.9 jonrones por cada 9 innings. 2.4 boletos por cada 9 innings. 3.8 ponches por cada 9 innings. 1.59 ponches por cada boleto. Cada vez que Cuellar lanzaba por los Orioles parecía que ya tenían medio juego ganado antes de empezar. Se le notaba una seguridad pasmosa en el montículo ante cualquier equipo.
Si el que estaba en el montículo era McNally entonces había que prepararse para ver un concierto de curvas y cambios. Al final del juego los Orioles siempre tenían más carreras que el contrario. Una vez que los Orioles ganaron la División Este de la Liga Americana y vencieron a los Atléticos de Oakland en la Serie de campeonato. El solo hecho de contar con aquel cuarteto de escopeteros me hacía pensar que volverían a ganar la Serie Mundial. El primer juego de aquella serie se jugó el 09 de octubre de 1971 en Memorial Stadium. Dave McNally versus Dock Ellis. En el segundo inning los Piratas marcaron 3 carreras, las tres inmerecidas por marfiladas de Belanger y Hendricks. En el cierre del inning Frank Robinson la sacó de jonrón para informar que Baltimore estaba vivo. En el cierre del tercero Belanger sencilleó al centro. McNally se ponchó. Buford sencilleó a la derecha. Rettenmund la sacó de jonrón. Orioles 4 Piratas 3. Mientras tanto McNally no permitió una carrera más y partir del tercer inning no recibió ningún imparable, entre ese inning y el noveno retiró 19 bateadores en fila, sólo un error de Belanger ante rodado de Sanguillén le impidió tener una seguidilla más larga. Buford jonroneó en el cierre del quinto para darle cifras definitivas al marcador. McNally lanzó 9 innings. 3 hits. 3 carreras. 0 limpias. 2 boletos. 9 ponches. 35 bateadores enfrentados. Ellis lanzó 2.1 innings. 4 hits. 4 carreras limpias. 1 boleto. 1 ponche. 2 jonrones. 12 bateadores enfrentados. Bob Moose lanzó 3.2 innings. 3 hits. 1 carrera limpia. 4 ponches. 1 jonrón. 14 bateadores enfrentados. Miller lanzó 2 innings. 3 hits. 0 carreras. 0 boletos. 1 ponche. 9 bateadores enfrentados. Jim Palmer describía a McNally como el silencioso del cuarteto. “Era un tipo tenaz y muy terco. Ganó 20 juegos 4 veces. Cuando yo estaba lesionado me sentaba en la tribuna a observarlo, aprendía mucho de pitcheo viéndolo lanzar”. La actuación de McNally en 1971: 21 victorias. 5 derrotas. 2.89 efectividad. 30 juegos. 30 aperturas. 11 juegos completos. 1 blanqueo. 224.1 innings. 188 hits. 75 carreras. 72 limpias. 24 jonrones. 58 boletos. 2 boletos intencionales. 91 ponches. 5 golpeados. 0 balk. 5 wild pitches. 899 bateadores enfrentados. 1.097 whip. 7.5 hits por cada 9 innings. 1 jonrón por cada 9 innings. 2.3 boletos por cada 9 innings. 3.7 ponches por cada 9 innings. 1.57 ponches por cada boleto. Earl Weaver dijo una vez de él. “Dave McNally era un competidor increíble. Trabajaba con audacia e inteligencia. Le gustaba prepararte con un cambio, burlarse de ti con esa tremenda curva y entonces te lanzaba la recta. Además era todo un caballero. Era el tipo de muchacho que hubieses querido que fuera tu hijo”.
El 27 de julio de 1971 los Atléticos de Oakland llegaron al Memorial Stadium para enfrentar a los Orioles. Jim Catfish Hunter abrió por Oakland y Pat Dobson por Baltimore. Sólo en el quinto inning Oakland pudo conseguir su primer imparable, sencillo de Dick Green al centro. Sólo en el segundo y el octavo innings Dobson tuvo dos corredores en circulación primero por error y boleto y luego por sencillo y boleto. Los Orioles marcaron su rayita en el quinto mediante boleto a Rettenmund, robo de segunda. Boleto a Dave Johnson y doble de Clay Dalrymple a la derecha. Dobson lanzó 9 innings. 4 hits. 0 carreras. 2 boletos. 13 ponches. 33 bateadores enfrentados. Hunter lanzó 7 innings. 4 hits. 1 carrera limpia. 8 boletos. 8 ponches. 33 bateadores enfrentados. Darold Knowles concedió 1 boleto. Rollie Fingers lanzó 1 inning. 0 hits. 0 carreras. 0 boletos. 0 ponches. 2 bateadores enfrentados. En 1971 Dobson dejó los siguientes registros: 20 ganados. 8 perdidos. 2.90 efectividad. 38 juegos. 37 aperturas. 18 juegos completos. 4 blanqueos. 1 salvado. 282.1 innings. 248 hits. 104 carreras. 91 limpias. 24 jonrones. 63 boletos. 2 boletos intencionales. 187 ponches. 2 golpeados. 0 balk. 6 wild pitches. 1134 bateadores enfrentados. 1.102 whip. 7.9 hits por cada 9 innings. 0.8 jonrones por cada 9 innings. 2 boletos por cada 9 innings. 6 ponches por cada 9 innings. 2.97 ponches por boleto. “Dobson era un espíritu libre capaz de cambiar velocidades como el mejor. Podía sacarte out de tres maneras diferentes. Era muy divertido”, dijo Jim Palmer.
El 04 de mayo de 1971 los Orioles recibieron en Memorial Stadium a los Angelinos de California. Jim Palmer abrió por los oropéndolas y Tom Murphy por los querubines. En el primer inning los Angelinos se fueron adelante 1-0 con cuadrangular solitario del inicialista Jim Spencer. Baltimore se fue arriba 3-1 en el cierre del cuarto tramo con sencillo de Don Buford, dobletes de Mark Belanger y Boog Powell y sencillo de Frank Robinson. En lo sucesivo Palmer dispersó 6 imparables, 4 boletos y un golpeado para mantener sin anotaciones a los Angelinos en el resto del partido. En el sexto los Orioles mezclaron un pelotazo a Brooks Robinson, boleto a Elrod Hendricks y sencillo impulsor de Palmer para darle a la pizarra cifras definitivas. Baltimore 4 – Angelinos 1. Palmer lanzó 9 innings. 1 carrera limpia. 7 hits. 4 boletos. 1 golpeado. 7 ponches. 39 bateadores enfrentados. Murphy lanzó 6 innings. 7 hits. 4 carreras limpias. 2 boletos. 1 ponche. 27 bateadores enfrentados. Mel Queen lanzó 2 innings. 2 hits. 0 carreras. 1 boleto. 1 ponche. 1 golpeado. 9 bateadores enfrentados. Las estadísticas de Palmer en 1971: 20 ganados. 9 perdidos. 2.68 efectividad. 37 juegos iniciados. 20 completos. 3 blanqueos. 282 innings. 231 hits. 94 carreras permitidas. 84 limpias. 19 jonrones. 106 boletos. 6 boletos intencionales. 184 ponches. 4 golpeados. 2 balks. 8 wild pitches. 1165 bateadores enfrentados. 1.195 whip. 7.4 hits por cada 9 innings. 0.6 jonrones por cada 9 innings. 3.4 boletos por cada 9 innings. 5.9 ponches por cada 9 innings. 1.74 ponches por boleto. “Jim Palmer es el pitcher situacional más grande que haya visto. Sólo permite que lo venzan con un hit y una carrera a la vez. La mayoría de los jonrones que acepta son solitarios porque sólo viene por el medio cuando las bases están vacías”. Ray Miller coach de pitcheo de los Orioles.
El único otro equipo en las historia de las Grandes Ligas en tener un cuarteto de ganadores de al menos 20 juegos en una temporada, fueron los Medias Blancas de Chicago en 1920: Red Faber ganó 23 juegos. Lefty Williams 22. Dickie Kerr y Eddie Cicotte 21 cada uno.
Al final Steve Blass terminó venciendo a los Orioles y a Mike Cuellar en el séptimo juego de la Serie Mundial. El juego terminó 2-1 y exigió que Blass lanzara un juego de 4 hits, 2 boletos y 5 ponches. Además de un jonrón de Roberto Clemente.

Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 8 de junio de 2011

El exTigre de Detroit Jim Northrup, estrella de la Serie Mundial de 1968, fallece a los 71 años.

Detroit. (AP). El antíguo jardinero de los Tigres, Jim Northrup, quien bateara un triple decisivo en el séptimo juego de la Serie Mundial de 1968, falleció este miércoles 08 de junio de 2011.
Su amigo por mucho tiempo Bill Wischman dijo que Northrup falleció luego de sufrir un ataque repentino en un centro asistencial de Grand Blanc.
Wischman dice que Northrup había estado delicado de salud por cierto tiempo y había estado en el centro cerca de un mes debido al Alzheimer.
Northrup pasó parte de 12 temporadas en Grandes Ligas.
Su triple del séptimo inning ante el pitcher Bob Gibson de los Cardenales de San Luis en el último juego de la Serie Mundial de 1968 rompió un empate sin anotaciones al empujan a Norman Cash y Willie Horton. Los Tigres ganaron 4-1.
También jugó para Montreal y Baltimore y después trabajó como locutor deportivo con la empresa Pass Sports en los años ’80 y ’90.
“Era un estudiante astuto del juego”, dijo Wischman, quién empleó a Northrup para la empresa noticiosa y se convirtió en amigo íntimo de él. “Amaba el juego”.
Northrup estaba muy involucrado con la comunidad y el trabajo de caridad, incluyendo su esfuerzo por ayudar a los huérfanos polacos, dijo Wischman.
El as de pitcheo de los Tigres Denny McLain, también amigo por muchos años, estaba calentando en el bullpen cuando Northrup bateó el triple decisivo.
“A Jimmy no le gustaba perder en nada”, McLain le dijo a Detroit Free Press. “Era competitivo hasta en la comida después del juego. El fue la espina dorsal emocional de nuestro equipo aquel año. Se molestaba contigo si te veía cordializando con los peloteros del equipo rival. Jimmy fue una gran razón por la que éramos un equipo duro de roer”.
Northrup nació en Breckenridge, Mich., y firmó con los Tigres en 1960 como agente libre amateur. Detroit lo cambió a Montreal en 1974.
Debutó en Grandes Ligas en 1964. En 1392 juegos, despachó 153 jonrones, empujó 610 carreras y bateó para .267.
Además de tener Alzheimer, Northrup también resistió la artritis reumatoide por muchos años, dijo Wischman.
“A pesar de estar tan enfermo, nunca se quejó”, dijo el amigo.
Northrup es sobrevivido por su esposa Patty, sus hijos Kamil, Azaria, Jim, Paige y Kate, y 7 nietos.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

El antíguo grande liga José Pagán fallece a los 76 años.

Pittsburgh(AP) José Pagán quién empujara la eventual carrera ganadora del séptimo juego de la Serie Mundial de 1971 ha fallecido en su hogar de Sebring, Florida este martes 07 de junio de 2011...
Los Piratas anunciaron el deceso luego de enterarse a través de la familia Pagán. No fueron informadas las causas de la muerte.
Hubo un momento de silencio antes del juego nocturno de este miercoles 08 de junio de 2011 ante Arizona en el PNC Park.
Pagán llegó a la Gran Carpa con los Gigantes de San Francisco en 1959 y fue cambiado a Pittsburgh en 1965, ayudó a la franquicia a ganar la Serie Mundial de 1971. Su doble en el octavo inning del séptimo juego le dio a Pittsburg ventaja de 2-0 sobre los Orioles y terminaron ganando 2-1.
En su carrera de 15 años en las mayores, Pagán también jugó con Filadelfia. Bateó para .250 con 52 jonrones y 372 carreras empujadas antes de retirarse en 1973. Se desempeñó como tercera base, short stop y jardinero izquierdo a lo largo de su carrera.
Nació el 05 de mayo de 1935 en Barceloneta, Puerto Rico. Le sobreviven su esposa de 53 años, Luz, sus hijos, José A y José R, sus hermanos, Ángel, Israel y Luis, 6 nietos y 4 biznietos.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 7 de junio de 2011

Los peloteros sienten un amor especial por sus guantes

No hay nada parecido al vínculo que un grande liga tiene con su guante. Algunos les dan al suyo un nombre especial, algunos toman medidas extraordinarias para extender la vida útil del guante…uno incluso arriesgó su vida para rescatar su guante del peligro

Mike DiGiovanna. 05-06-2011.

El pasado diciembre, Bobby Wilson se casó con una mujer que conoció en 2004 mientras jugaba béisbol de ligas menores en Cedar Rapids, Iowa. Pero el catcher de reserva de los Angelinos admite que ella no fue su primer amor.
Wilson recordó que su primera alma gemela tenía un agradable bronceado, piel gruesa y una esencia embriagadora que encontró intoxicante. Fueron inseparables por 5 años.
Su esposa no está celosa. Porque el objeto del afecto de Wilson era una mascota Rawlings que él obtuvo cuando tenía 5 años de edad.
“Ese guante no se apartó de mi lado en 5 años”, dice Wilson, de 28 años. “La llevaba a la escuela conmigo. Cuando regresábamos a casa, jugábamos béisbol hasta que llegaba la hora cenar. El guante me acompañaba cuando iba a dormir”.
“Para ser honesto, pienso que dormí con mi primer guante cada noche del primer año que lo tuve. La mayoría de los niños de esa edad tienen un osito teddy. Yo tenía mi guante de béisbol”.
Pocas conexiones son más profundas e íntimas que el vínculo entre los peloteros y sus guantes. No es una herramienta que se adquiere, es una extensión de la mano, una pieza de artesanía de cuero en la que se confían los peloteros para tomar roletazos, atrapar elevados, recibir rectas de 95 millas y, en el caso de los pitchers evitar que las líneas golpeen sus caras.
Los jugadores de beisbol son únicos en este respecto. Los jugadores de hockey son muy delicados con sus palos, prefieren ciertas curvaturas de hojilla o grados de flexibilidad y los personalizan con mucha cinta plástica. Pero como los bates de béisbol, los palos de hockey se rompen y a menudo duran solo unos pocos juegos.
.Un buen guante, uno que calce a la medida, puede durar toda una carrera.
“Si eres un samurai, el guante es equivalente a la espada”, dice Wilson.
Algunos peloteros le dan nombres a sus guantes, los tratan como si tuvieran personalidades y sentimientos.
El guante actual de Torii Hunter, el jardinero de los Angelinos, es llamado “Coco”. Antes de Coco, estuvieron Sheila, Vanity, Susan y Delicious, un guante que usó en las ligas menores.
“Muchas veces cambio de guante”, dice Hunter. “Cuando ella es irrespetuosa y hace lo que no se supone debe hacer, como perder las pelotas, la dejo a un lado y elijo otra”.
¿Cómo escoge los nombres de los guantes?
“Cuando veo una hermosa mujer en la televisión o en una revista”, dice Hunter, 35, “ese es el nombre del guante”.
Hunter ha usado el mismo modelo “Trapeze” de Rawlings en toda su carrera, lo reemplaza cada dos o tres años. Usó cuatro guantes mientras ganó sus 9 Guantes de Oro. Se cambió a Coco el pasado agosto, cuando se mudó del jardín central al derecho.
Mizuno, Rawlings y Wilson son las fábricas de guantes más grandes, cada una ofrece una variedad de modelos que oscila en precios de 75 $ a 400 $. La mayoría de los grandes ligas reciben gratis por los menos dos guantes nuevos cada primavera.
Los peloteros usan los juegos de entrenamientos primaverales para determinar cual guante utilizarán en la temporada regular y cual será su repuesto si se rompe el favorito. Los guantes que no son escogidos usualmente se dejan a un lado o son firmados y donados a eventos de caridad.
“Es como una relación, tu sabes”, dice Hunter. “Empiezas a salir con una chica, te quedas con ella un par de veces, sabes que es la indicada para ti. Después de un año, te sientes cómodo y determinas si es la apropiada. Así que este año sabré si Coco se queda conmigo o no”.
Si piensas que esto es un poco irracional, entonces sería interesante que consideraras los métodos que utilizan los peloteros para acondicionar un guante nuevo de la manera que a ellos les gusta. Esto puede incluir doblarlo bajo un colchón, sumergirlo en agua y lanzarlo en una secadora de ropa, meterlo en un horno microondas, cubrirlo con espuma de afeitar, manejar un carro sentado sobre el guante, y golpearlo contra una pared con un bate de beisbol.
Cuando encuentran un guante con el que se sienten a gusto, uno en el que confían, no les gusta dejarlo.
El antíguo jugador del cuadro de los Atléticos de Oakland Mike Gallego estaba tan apegado a su guante de 8 años que arriesgó su vida para rescatarlo cuando el terremoto de Loma Prieta en 1989 estremeció el Candlestick Park de San Francisco antes de un juego de Serie Mundial.
“La luz se fue, había una confusión total, la gente gritaba, ‘¡Salgan, salgan!’”, recuerda Gallego, ahora el coach de tercera base de los Atléticos. “Chocábamos con las cosas, corríamos sobre las sillas y tratábamos de salir del estadio”.
“Cuando iba a mitad de camino, podía ver el estacionamiento por la puerta, me di cuenta ‘¡Dios mio, mi guante! Di la vuelta y fui contra la corriente de personas que salia, hacia el clubhouse, al otro extremo del local”.
“Fue un arranque en blanco. En ese momento, no pensé, era puro instinto. Agarré el guante y regresé afuera”.
Gallego estimaba mucho a su guante Rawlings modelo RYX-Robin Yount, nombrado como el antíguo astro de los Cerveceros de Milwaukee, porque era la talla perfecta 11 pulgadas desde la palma hasta la punta del dedo índice, para ser usado en las tres posiciones del infield que él jugaba, shortsop, segunda y tercera. De verdad era único en su especie.
Ocho años antes del terremoto, la Rawlings le dijo a Gallego que la compañía había dejado de producir el modelo porque Yount ya no jugaba en el infield.
“Les dije que todavía lo usaba”, dice Gallego, 50. “Y ellos dijeron, ‘Más te vale cuidarlo mucho, porque ese es el último’”
Gallego le ha cambiado las trenzas y ha remendado el guante varias veces. Le aplicó acondicionador de cuero cuando era necesario. Cuando viajaba, le colocaba una pequeña pelota plástica en su interior para que no se aplastara en la maleta.
El bate de Gallego no tenía mucho poder; bateó .239 con 42 jonrones en 13 temporadas de Grandes Ligas. Pero su guante, dice él, “me llevó a las Grandes Ligas. Y eso fue lo que me mantuvo ahí”.
El antíguo campocorto de los Angelinos Gary DiSarcina, usó el mismo guante Mizuno por 11 temporadas. Él dice que le gustaba porque era un poco más pesado que el anterior que tuvo, lo cual lo ayudaba a bajar las manos hacia el terreno en una mejor posición para fildear.
“Era un buen guante de calidad, la mejor herramienta que pude haber adquirido”, dice DiSarcina, 43, asistente especial del gerente general de los Angelinos Tony Reagins. “Si hubiera sido carpintero, ese hubiese sido mi martillo. Si hubiera sido médico, ese hubiese sido mi bisturí”.
El guante, ahora retirado, descansa en el escritorio de DiSarcina en la oficina de su hogar en Massachussets.
“Está desgastado, desteñido, lleno de tierra y alquitrán de pino, oloroso, apestoso, crujiente… cuando lo veo, no puedo creer que lo usé tanto tiempo”, dice DiSarcina. “Necesitó dos o tres operaciones a través de los años. Pero se sentía como…un guante. Esa es la mejor manera de describirlo. Fue más que un manto de seguridad”.
El guante del coach de primera base de los Cachorros de Chicago Bob Dernier podría ganar un premio por servicio contínuo. Un compañero de equipo de ligas menores se lo dio en 1979. Jugó con el guante a lo largo de sus 10 años en Grandes Ligas (1980-1989) y lo ha seguido usando en su carrera como coach.
El guante, un Mizuno para jardineros, está tan plano como un budare, degradado hasta un bronce muy claro en algunos puntos y decolorado en otros, tambien está cuarteado, doblado y reseco.
“Mírame. Le estoy dando un gran abrazo mientras hablamos. Eso es lo que siento por este guante. Es como una parte de mí”, dijo Dernier, 54, antes de un juego hace poco en Dodger Stadium. “Necesita un poco de cuidado, pero se siente bien por dentro”.
Hunter, el jardinero de los Angelinos, conocido por sus atrapadas acrobáticas, nunca coloca su guante en el suelo y raramente lo deja fuera de su vista.
“De vez en cuando durante la práctica de bateo, mientras hago swing. Me volteo, miro mi guante y le digo, ‘¿Estás bien?’, dice Hunter. “Eso es muy personal. Ese guante me trajo a las Grandes Ligas. Me gano la vida con él”.
Los jugadores que no pueden abandonar su guante favorito extienden su vida reacondicionándolo.
Nori Itoh, un empleado de la Mizuno, va a Estados Unidos desde Japón cada primavera parar trabajar con los guantes. Entre los guantes que Itoh ha salvado, está uno usado por el jardinero de los Medias Blancas de Chicago Juan Pierre.
Su apodo: Old faithful. (Viejo creyente)
“¿Recuerdas como en las películas soplan a una momia y esta se vuelve polvo? Así estaba el guante de Juan el invierno pasado cuando se lo entregaron a Nori”, dice Jim Guadagno, el director de promociones de Mizuno.
“Hizo algo parecido a un procedimiento quirúrgico. Unió partes que parecían separadas por siempre de sus complementos. Cosió parches en el guante. Remendó donde pudo, utilizó algo de pega en algunas areas. Fue como revivir a alguien”.
En 2001, Pierre obtuvo a “Old Faithful”, el primer guante que tenía con su nombre bordado en el pulgar, y desde entonces lo ha usado.
“Cada año será algo así como, ‘Este es el último año’, pero todavía sigo usando el guante”, dice Pierre.
Wilson, el catcher de los Angelinos, ha usado mascotas Mizuno como profesional, pero todavía tiene aquella primera mascota Rawlings, la cual ha guardado en un baúl en la casa de sus padres en Seminole, Florida.
Cada primavera, él abre una caja que contiene una mascota nueva, toma un largo suspiro, y regresa a su primera mascota.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

sábado, 4 de junio de 2011

Una noche para recordar para un niño que no renunció

ESPN Boston. 04-06-2011.

Boston. Tal vez esto nunca hubiese ocurrido, Tommy Hottovy caminando hacia el clubhouse de los Medias Rojas de Boston con lo que el catcher Jarrod Saltalamacchia llamó una de las sonrisas más grandes que haya visto, luego corriendo del bullpen hacia el montículo para debutar en Grandes Ligas este viernes 03 de junio de 2011, si Tom y Linda Hottovy no hubieran estado ahí el día traumático cuando Tommy dijo que no lanzaría nunca más.
Esto ocurrió en Parkville, Mo., al norte de Kansas City. Tommy Hottovy tenía 6 años, lanzaba en un juego de niños. Golpeó a un bateador con un pitcheo, y luego tambien al siguiente, entonces empezó a llorar. El entrenador salió al montículo para preguntarle que pasaba.
“Sé que eso duele mucho”, dijo el niño desconsolado. “No quiero pitchear más porque los lastimé”.
Linda Hottovy rie ampliamente mientras cuenta la historia. “Recuerdo que lloró todo el trayecto de regreso a casa, ‘No pitchearé más’”.
El momento pasó. Tommy Hottovy regresó al montículo y desde entonces rehusó abandonarlo, a través de seis temporadas parciales en Doble A y un año de ausencia del juego debido a una cirugía Tommy John para reconstruirle el codo.
¿Hubo algún momento cuando él perdió la esperanza?
“Tommy Hottovy no”, dijo Linda Hottovy.
“Nunca ha sido alguien que renuncie”, dijo Tom Hottovy Sr. “Tenía un presentimiento de que este año algo iba a hacer clic, por su dedicación”.
Entonces el jueves por la noche, llegó la llamada telefónica, su hijo estaba al otro lado de la línea. “Hola Papá ¿Qué vas a hacer el fin de semana?”
El primer pensamiento de Tom Hottovy Sr., fue que su nuera, Andrea, con 34 meses de embarazo, tal vez necesitaba ayuda.
Pero su hijo le dio la noticia: Lo habían llamado de Grandes Ligas, algo imposible para un tipo que llegó al entrenamiento primaveral sin pertenecer al roster de 40 peloteros, sin siquiera una invitación al campamento.
Eso ocasionó una explosión de alegría en Parkville. Los Medias Rojas, en uno de esos actos de generosidad que los distingue de otros equipos, reservaron los boletos aereos y una habitación de hotel para Tom y Linda. Otros dos hijos, Tim y Nicole, ambos más jóvenes que Tommy, tambien fueron, igual que un pequeño grupo de amigos, incluyendo sus entrenadores de secundaria, Steve McDaniel y Dave Baker.
Otros amigos organizaron fiestas en Parkville para ver el juego en televisión en un bar deportivo, “con fuegos artificiales y cornetas”, dijo Linda. Andrea Hottovy, no pudo viajar por su estado, pero asistió a la reunión de amigos, y hablaba con Linda por telefono cuando se abrió la puerta del bullpen en el sexto inning y Hottovy, No 68, trotó hacia el montículo.
“Voy a tratar de olvidarme de todo”, había dicho antes del juego. “Voy a hacer una fotografía mental de donde estoy, luego la borraré y me pondré a trabajar”.
Hottovy, un zurdo que lanza por el lado del brazo, enfrentaba al zurdo David DeJesus, con Coco Crisp en primera base. Con el primer envío de Hottovy, Crisp robó segunda, ahora estaba en posición de anotar para aumentar la ventaja de Oakland a dos carreras.. Pero Hottovy indujo a DeJesús a batear un rodado a manos de Dustin Pedroia. El inning terminó, así fue su primer sabor de las Grandes Ligas.
Después, se paró fuera del clubhouse de los Medias Rojas, y posó para las fotografías con su familia y amigos. Otra hermana, Holly, estaba pendiente por llegar el sábado.
¿Qué tan nervioso estuvo?
”Le preguntamos”, dijo Linda Hottovy. “Estaba tranquilo cuando hizo su primer pitcheo. Pero cuando se volteó y vio a toda esa gente, se dijo, ‘Ay Dios mío’”.
Pero esta noche, esa fue la última cosa que Tommy Hottovy vio cuando salía del montículo: Toda esa gente aplaudiendo.
Para él.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

jueves, 2 de junio de 2011

La otra cara de Sparky Anderson

Steve Henson. 30 de mayo de 2011.

No hubo funeral para Sparky Anderson cuando falleció el pasado noviembre. Tampoco hubo velatorio. Nadie de la familia del legendario manager de beisbol asistió a las ceremonias inaugurales que se efectuaron en su honor en Cincinnati y Detroit. Y nadie apellidado Anderson se apareció en una cena realizada en su honor la semana pasada en Los Angeles.
Muchos en el mundo del béisbol están perplejos por su deseo, cuando estaba moribundo, de que su deceso adoleciera de la vigilia tradicional. Para entender las razones hay que empezar por reconocer que Sparky Anderson y George Anderson, el nombre de pila de Sparky, eran dos caras muy distintas de una misma persona. George decidió como serían los últimos rituales de Sparky hace años.
Cuando él y su esposa visitaron a un amigo moribundo en un hospital, llegó un cura para aliviar al amigo pero vio la cara familiar al otro lado de la habitación y empezó a hablar de béisbol con excitación. George se sintió muy mal. Había sido un católico devoto toda su vida, a menudo se levantaba temprano para ir a misa. Pero en ese momento decidió que no habría servicio eclesiástico cuando falleciera.
George siempre estuvo comprometido a poner primero a su familia. Sparky era sociable, amigable y un símbolo del diamante como manager de los Rojos entre 1970 y 1978 y los Tigres de 1979 a 1995, pero a un costo familiar para muchos de los que hacen del beisbol una carrera. Permanecía inmerso en la temporada 9 meses al año e incapaz de decir no a los organizadores de caridad, periodistas, amigos y antíguos peloteros.
A veces todo había ocurrido cuando él llegaba a casa, a veces reconocía vagamente en que se habían convertido sus hijos y ellos podían vagamente entender en que se convertiría él. Pero una vez que se quitó el uniforme por última vez y abandonó la caseta de transmisión por su bien, se transformó de nuevo en George. Estuvo de vuelta en el lugar común junto a sus dos hijos y su hija, y pasó mucho tiempo con sus nietos, sobrinos y sobrinas. Cuando falleció el 04 de noviembre de 2010, aún bajo el humo grueso de la demencia, él sabía quién quería ser después de muerto.
Sería George Anderson.

***

La tentativa de la cena Rod Dedeaux Award de la semana pasada fue noble, y que le dieran el honor a Anderson no fue planificado: El difunto Dedeaux, quién ganó 11 títulos nacionales como entrenador de béisbol de USC, había sido el mentor de Sparky en su niñez, lo recaudado fue a beneficio de Major League Baseball Urban Youth Academy. Pero el evento confirmó que George tomó la decisión acertada para su familia.
Joe Morgan, Tom Seaver, Doug Harvey, Vin Scully y otros recordaron a Sparky, el apodo que George adoptó como un enérgico manager de ligas menores en los años ’60 y como persona hasta que se retiró como uno de los managers de Grandes Ligas más exitosos de todos los tiempos.
Un funeral y un velatorio hubiesen incluido un desfile de personalidades beisboleras de renombre pagando tributo a Sparky, una cena Dedeaux Award magnificada por 10. Ellos pensarían que hacían lo correcto. Desconocían algo mejor. Eso hubiera sido de muy mal gusto para Carol, la esposa de George, de 57 años, y sus hijos.
Los días finales de George fueron todos dedicados a la familia. A su lado estaba su hijo mayor, Lee, cuyo cabello largo y rebeldía, en un tiempo cuando su conservador padre dirigía a los Rojos con reglas muy estrictas en los años ’70, fue descrito en el excelente libro de Joe Posnanski The Machine (La Maquina)
Lee Anderson, un exitoso contratista de la industria concretera y hombre de integridad, aún lleva su cabello hasta más allá de los hombros a los 52 años. George no sólo aprendió a aceptarlo, llegó a quererlo porque los mechones de su hijo tenían las mismas tonalidades de canas prematuras como las suyas.

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Mi conocimiento de los Anderson viene de ser su vecino desde los años ’60. Jugué en un equipo infantil con Lee. Mi mamá y Carol Anderson vendían tortas y panes juntas para recaudar dinero para la Liga Infantil. Después fui entrenador del hermano menor de Lee, Albert, y su primo Mike Sheehan, quien se ha mantenido como mi amigo de toda la vida. Conocí a George y concocí a Sparky. Luego conocí a George otra vez.
A través de nuestros 40 años de conocernos sólo me dirigí a él como Mr. Anderson. He sido un periodista deportivo toda mi carrera y nunca escribí una historia sobre él hasta ahora. Nunca le dije cual era mi profesión. ¿Por qué complicar una buena amistad con ese tipo de información? Para Mr. Anderson, yo era el muchacho de la vecindad que el llamaba Stevie, el que entrenaba adolescentes año tras año como voluntario. Eso era algo que él podía respetar.
Después de las poco frecuentes temporadas cuando su equipo no iba a los playoffs, él ayudaba en nuestra liga de invierno. Se aparecía con sus pantalones manchados de pintura, bateaba muchos roletazos y elevados y les ponía apodos divertidos a los muchachos. Mientras fungía como coach envié un corredor a tercera, después del inning meneó la cabeza y dijo, “Nunca dejes que te hagan el último out en tercera base, Stevie. Nunca”.
Los muchachos se amontonaban en su camión de estacas y viajábamos a las granjas de Oxnard y Fillmore para efectuar juegos. Los equipos rivales nos veían acercarnos al campo y pestañeaban: El hombre del cabello cano era reconocido de inmediato, y los niños hacían una fila para pedirle que les autografiara los guantes antes de jugar.
Los días como esos hacían difusa la línea entre George y Sparky. Estaba ahí por amor a su hijo y por su devoción al juego. Nadie lo llamaba Capitán Garfio y nadie esperaba que se llevara el banderín. El béisbol puede ser un simple placer, y Mr. Anderson disfrutaba recordándose a si mismo de eso, lejos de la luz pública en Thousand Oaks.

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Los días inaugurales en Detroit y Cincinnati esta temporada fueron odas al manager más exitoso de ambas ciudades. Los Tigres izaron una bandera con su nombre en Comerica Park y retirarán su número 11 el 26 de junio de 2011. Los Rojos habían retirado su número 10 en 2005. Ambos equipos están usando etiquetas en sus uniformes que dicen: “Sparky”.
Todos son homenajes para un manager cuyas 2.194 victorias clasifican en el sexto puesto de todos los tiempos. Cuando él estaba vivo, la ceremonia que Anderson disfrutó más, además de su inducción al Salón de la Fama, ocurrió el 29 de enero de 2006, en una pequeña escuela privada ubicada a una cuadra de su hogar. California Lutheran University bautizó su nuevo estadio de béisbol como el campo George “Sparky” Anderson. Fue apropiado debido a que su relación de más de 40 años con la escuela fue una mezcla ecuánime de George y Sparky.
George hacía caminatas mañaneras alrededor de la pista de la universidad con longevas secretarias y abnegados profesores de la universidad. Sparky organizaba un torneo del golf con celebridades cada año a fin de recaudar dinero para el programa de beisbol.
George se sentaba ocasionalmente tranquilo en la esquina del dugout dunrante las prácticas, y se acercaba marginalmente a los talentosos jugadores de la Division III para susurrarle consejos. Sparky se aparecería en un juego de Cal Lutheran en febrero antes de dirigirse a los entrenamientos primaverales y firmaba autógrafos hasta que el sol se ocultaba tras las montañas de Santa Monica.

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Dennis Gilbert, ejecutivo de los Medias Blancas de Chicago y antiguo superagente de Barry Bonds y otros peloteros, probó los pasapalos antes de sentarse a la mesa de la cena Dedeaux Award. Estaba disgustado porque no había asistido ningún miembro de la familia Anderson, pero lo entendía.
Sparky se sentía incómodo en lugares como este”, dijo Gilbert. “Hubiera dicho, ‘No quiero ser una mosca verde’”.
Esa hubiera sido la conversación de George. Proteger el jardín de su patio de esas molestas moscas verdes, era un reto que asumía con seriedad. Sparky habría atendido con todo gusto a los asistentes a la cena Dedeaux Award; George los habría evitado con educado saludo.
Sparky era un orador ameno, sencillo y profundo, sabía que cometía errores gramaticales pero así hablaba. Era muy bueno improvisando sobre la vida más que de béisbol. Ahí era cuando la sensibilidad de George se colaba en el mensaje.
Un hijo de Lance Parrish, quien fue receptor de los Tigres mientras Anderson era el manager, entre 1979 y 1986, jugaba en Biola University, otra pequeña escuela privada del Sur de California. Anderson fue al banquete de bienvenida del equipo invitado por Parrish hace unos años. El entrenador le preguntó a Anderson si podía decir unas palabras.
“Él saltó ante la oportunidad, lo cual me sorprendió de alguna manera porque eso no estaba en el programa”, dijo Parrish a The Sporting News. “Abrió su corazón a todos. Habló de la importancia de ser una buena persona y de trabajar por la gente y hacer lo correcto”.
“Pienso que no habló ni dos palabras de béisbol, pero les hizo saber a todos lo que sentía en su corazón. Fue una gran noche”.
Una de las premisas de sabiduría favoritas de Anderson era simplemente ser agradable. “No cuesta nada ser agradable con la gente”, dijo. “Es algo que puedes dar gratis y vale más que un millón de dólares”.
Desde que murió, eso es lo que todos querían expresar. Sus antiguos peloteros y amigos necesitaban un lugar y un momento para decir cosas agradables de un hombre que admiraban: el gran manager Sparky Anderson. Unos pocos fueron capaces de hacerlo gracias a la familia Dedeaux, quienes sabían muy bien la historia de un chico orejudo de 14 años que en 1948 vivía a una cuadra del campus de la USC y le preguntaba a Dedeaux si él podía ser el recogebates de los Trojans.
Dedeaux lo llamaba como lo hacía su madre: Georgie. En el transcurso de su carrera se convirtió en Sparky, una figura simbólica que perteneció primero al béisbol y segundo a la familia. Se retiró a los 61 años, joven para un manager, lo que le dio bastante tiempo para ajustar sus prioridades.
Los Anderson no necesitaron un funeral o un velatorio para recordar nada de eso. Su fortaleza como familia les aseguraba que Sparky se fue tranquilo. George Anderson descansa en paz.


Traducción: Alfonso L. Tusa C.