miércoles, 30 de noviembre de 2011

Merrit Ranew y Mickey Scott dos grandes peloteros que iluminaron la LVBP

Esta mañana revisando varios portales en Internet se me detuvo la mirada ante la necrología de beisbolistas en 2011. Específicamente en octubre, el 18 falleció en Valdosta, Georgia, aquel pundonoroso receptor Merrit Ranew quién reforzó en la temporada 1962-63 a La Guaira y en la 1967-68 a los Navegantes del Magallanes. Aún con los recuerdos del receptor burbujeando, la mirada se clavó en el 30 de octubre allí se congeló por varios segundos, Mickey Scott, un lanzador batallador como pocos en la LVBP, que reforzó a las Águilas del Zulia entre 1971 y 1975 y después regresó para la 1976-77, dejó de existir en Binghamton, New York.
Merrit Thomas Ranew nació el 10 de mayo de 1938 en Albany, Georgia. Fue firmado para jugar en el profesional en 1957 por el scout de béisbol y leyenda de Albany, Paul Eames. Firmó con los Bravos de Milwaukee como agente libre amateur. Debutó en 1962 con los Colt .45s de Houston. Luego pasó a los Cachorros de Chicago en 1963. En 1964 jugaba para los Bravos de Milwaukee. De allí pasó a los Gigantes de San Francisco antes de la temporada de 1965, los Gigantes lo negociaron a los Angelinos de California. En 1968 los Angelinos lo canjearon a los Yanquis de Nueva York y estos lo enviaron a los Pilotos de Seattle en 1969. Al final de esa temporada fue embalado hacia los Senadores de Washington. No llegó a jugar con San Francisco, Nueva Cork o Washington. En 5 temporadas en MLB dejó promedio ofensivo de .247, 8 jonrones y 54 carreras empujadas. Al campo dejó promedio de fildeo de .982, 686 outs y 67 asistencias.
El 11 de mayo de 1966 Ranew era el receptor de los Angeles de Seattle, en un juego ante los Mounties de Vancouver, Jim Coates lanzó una pelota alta y adentro que le pegó en el hombro al bateador de Vancouver, Ricardo Joseph, quién avanzó molesto hacia el montículo para ajustar cuentas con el pitcher, sólo que Ranew lo atacó y le rompió la barbilla. Una vez sofocado el zafarrancho vino a batear Tommy Reynolds y tocó la pelota por la línea de primera base, como Reynolds tratara de llevarse por delante a Coates, Ranew volvió a defender a su pitcher, pero Santiago Rosario quien estaba en el círculo de prevenido al bate corrió y le asestó un batazo en la cabeza a Ranew ocasionándole una cortadura muy profunda que generó sangrado interno en el cerebro y le paralizó el lado izquierdo de la cara.
Todavía recuerdo la barajita de Merrit Ranew de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional. Eran unas barajitas editadas por la revista Sport Gráfico. Mis hermanos la compraban religiosamente todos los jueves. Tenían varios montones de barajitas pero eran muy celosos con ellas. Debía espera que se fueran para el liceo. Entonces las sacaba del gabinete del baño. Ranew aparecía en con un bate en posición de batear. La “m” del Magallanes de su gorra relumbraba frente a la tribuna central del estadio Universitario.
Cuando reforzó a La Guaira, Ranew participó en 42 juegos, 165 turnos al bate, 13 carreras anotadas, 35 imparables, 5 dobles, 3 jonrones, 19 carreras empujadas, .212 promedio al bate.
La primera vez que supe de Ranew fue en un artículo que escribió Carlitos González en homenaje póstumo a Isaías Látigo Chávez, entre otras cosas decía que el Látigo vino a relevar en un juego interligas contra el Licey (República Dominicana) y ponchó a Merrit Ranew con tres strikes seguidos.
Luego cuando Ranew vino con Magallanes recibió dos de los juegos más impresionantes del Látigo: un duelo de pitcheo, el 14 de octubre de 1967, ante Héctor Urbano y aquellos Tiburones de Luis Aparicio, Ángel Bravo, José Herrera, Merv Rettenmund y Remigio Hermoso, el Látigo terminó ganando 2-0 en labor completa, de 4 hits, sin boletos. Y otro desafío ante Roberto Muñoz y los Industriales del Valencia (Teolindo Acosta, Gustavo Gil, Aaron Pointer, Luis González, Alberto Cambero, Teodoro Obregón) el 28 de octubre de 1967. Volvió a ganar Isaías 1-0 en trabajo de 8.1 innings, 9 hits, 5 ponches.
Una vez retirado, Ranew fue un exitoso entrenador de caballos de carreras y hombre de negocios. Fue un ferviente cristiano. Le sobreviven su esposa Juanita, hijos, nietos, biznietos y hermanos.
Ralph Robert Scott (Mickey), nació el 25 de Julio de 1947 en Weimar Alemania. Fue seleccionado por los Yanquis de Nueva York de Newburgh Free Academy en la ronda 17 del draft de MLB de 1965. Fue el primer jugador de secundaria de la región de Mid-Hudson en el Hudson Valley, en ser seleccionado por un equipo de Grandes Ligas. El 18 de diciembre de 1969 fue cambiado a los Medias Blancas de Chicago por Pete Ward. Pasó 9 años en las ligas menores, principalmente con los Alas Rojas de Rochester de la Liga Internacional. En 1971, dejó marca de 9-1, con 9 salvados y 3.38 de efectividad en 54 juegos. Ese equipo dirigido por Joe Altobelli ganó el banderín. En 1974 dejó marca de 8-2, 17 salvados y 0.99 de efectividad en 57 juegos. En esos nueve años dejo marca de 60-32, 46 salvados y 3.46 de efectividad en 297 apariciones. “Mickey Scott era nuestro cerrador, el Mariano Rivera de nuestro equipo Alas Rojas. Lo hacía con un cambio de velocidad increíble. No tenía una gran recta, pero su cambio era sorprendente. Agarraba la pelota como si fuera a lanzar una recta y la tiraba bajita. Nadie sospechaba que era un cambio. Fue uno de los mejores cambios que vi en 20 años de carrera”. Su compañero Bobby Grich
Scott jugó para los Orioles de Baltimore, Expos de Montreal y Angelinos de California entre 1972 y 1977. En 133 juegos dejó marca de 8-7, 3.72 de efectividad, en 172 innings.
De su paso por la liga venezolana recuerdo que cada vez que estaba anunciado por las Águilas del Zulia, los contrarios sabían que si querían ganarle debían tener pitcheo y defensa casi perfectos. Como aquel juego del 19 de diciembre de 1971. Domingo de tizonazos en el Luis Aparicio el Grande de Maracaibo. Scott abrió por las Águilas y Steve Luebber por Magallanes. El juego se fue a extrainning. Luebber salió en el inning 11. Fue relevado por el zurdo Alan Closter. Scott continuó hasta el episodio décimotercero donde Gustavo Gil le abrió con infield-hit por la inicial. Jim Holt siguió con imparable que llevó a Gil a la antesala. Allí salió Scott y vino Bill Kirkpatrick, Ivan Murrell lo recibió con candelazo sobre la intermedia para empujar la única rayita del encuentro que le dio el triunfo al Magallanes. Así había que fajarse para ganarle al gran Mickey Scott, que en paz descanse junto a Merrit Ranew.
En la temporada de 1971-72 con las Águilas, dejó registro de 9-5, 5 salvados, 111.2 innings, 90 imparables, 21 carreras limpias, 67 ponches, 26 boletos, 1.69 de efectividad.
En 5 temporadas con las Águilas: 29-27, 6 salvados, 478.2 innings, 468 imparables, 149 carreras limpias, 216 ponches, 135 boletos, 2.80 de efectrividad.

Alfonso L. Tusa C.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Un ganso en la barajita.

La primera vez que supe de Rich Gossage fue en las vacaciones de 1975. Aquel agosto me levantaba temprano, desayunaba y abuela me pedía que le hiciera varios mandados junto a mis primos Luis Alfredo y Luis José. Luego de comprar algunos víveres, nos deteníamos ante el kiosco de los periódicos y comprábamos varios sobres de barajitas de béisbol. Recuerdo a Richie Hebner, Pete Rose, Al Oliver, David Concepción, Wayne Twitchel y aquel tipo con la gorra roja de los Medias Blancas de Chicago. “Parece como si estuviera apretando los dientes”, dijo Luis José. A mi me parecía que estaba disimulando una sonrisa. Luis Alfredo me templó el brazo. Teníamos que regresar a casa antes de las once. Metí las barajitas en el bolsillo del pantalón y corrimos hasta el número 30 de la calle Ayacucho. Sabía que si quería jugar pelota en la tarde tenía que mantener buenas las relaciones con abuela.

Abuela nos esperaba en la puerta de calle y agarraba los víveres de mis manos con fuego en los ojos. No podía dejar de mirar las barajitas, eso era lo que molestaba más a abuela, por eso no había regresado más temprano. Después de almorzar, le tuve que rogar por más de 10 minutos para que nos dejara ir a jugar pelota. En el juego Luis Alfredo me tenía que llamar a cada momento. “Vamos, te toca batear”. Tenía los ojos soldados al respaldo de la barajita de Rich Gossage . Había un ganso con un guante de béisbol haciendo el wind up sobre un montículo. Metía la barajita en el bolsillo trasero del pantalón y agarraba el bate. Tan pronto como llegaba a una base o iba de regreso al dugout sacaba el montón de barajitas. Había una pregunta debajo del dibujo del ganso. “¿Cuál es el apodo de Rich Gossage?” Empecé a preguntarme porque lo llamaban “Ganso”. Tal vez porque usaba una almohada de plumas de ganso. Quizás porque le gustaba volar alto. Por cierto el ganso lucía muy dominante sobre el montículo.

Cada vez que trataba de leer las estadísticas del reverso de la barajita me tocaba batear o teníamos que ir a servir al campo. Sólo pude ver el primer equipo de ligas menores, de la liga de novatos, por eso pensé que era un aspirante más para llegar ala GranCarpa.Cada momento libre que tenía en el juego corría a esconderme detrás de un gran árbol de jabillo y miraba el reverso de la barajita. Los números no eran muy impresionantes pero algo en su sonrisa me decía que aquel tipo tenía mucho béisbol desde su gorra hasta sus zapatos. De vez en cuando el viento soplaba tan fuerte que parábamos el juego. Una vez, Luis Alfredo me dijo que varias barajitas estaban volando en el viento. Dejé el guante en el suelo y comencé una gran carrera. Logré alcanzar las barajitas en el límite con la calle, un carro marcó un frenazo que dejó un reguero de humo sobre el pavimento. El conductor estaba muy molesto conmigo, pero yo sólo estaba pendiente de las barajitas.

Luis Alfredo me fue a buscar a la calle y me dijo que los muchachos me estaban esperando para continuar el juego. Como le dije que no regresaría hasta que recuperara la última barajita de la calle, los muchachos me sacaron del juego. No me importó porque había encontrado unas barajitas en las ramas de una mata de mango. Moneé la mata y agarré las barajitas una por una. La barajita del Ganso con aquella gorra de los Medias Blancas estaba en la rama más alta.



Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Voces de béisbol y ecología

Es el título de un texto que escribí inspirado en la primera vez que asistí a un juego del béisbol profesional venezolano. El pasado 30 de octubre se cumplieron 40 años de aquella tarde cuando esperé en Colinas de Bello Monte la llegada del Mercedes Benz de Rubén Campos. Ya casi eran las seis de la tarde y me quedé mirando a mamá. “Tranquilo ya tu tío va a venir”.
En el texto mezclé el desarrollo del juego desde la mirada de unos aficionados de la tribuna, los recuerdos de un niño de 10 años que en Cumanacoa conversaba emocionado con sus compañeros de quinto grado como sería ir al estadio Universitario, la experiencia de aquel niño convertido en profesional de la ecología treinta y tantos años después, debía dictar una charla de calentamiento global a niños de 10 años, sólo pudo llamar su atención al sacar de su cartera el ticket de aquel juego.
Desde el balcón del apartamento se veían las torres del estadio. Cuando empezaron a relumbrar oí una corneta en la calle. Allí estaba el blanco de la pintura del Mercedes chispeando la penumbra de la acera. Mamá me tuvo que agarrar para que no bajara corriendo. Entré al baño y el estómago me traicionó. El tío tocó la puerta y dijo que estábamos retrasados. Hice de tripas corazón y logré levantarme del retrete. Mamá me dio y un abrazo y papá me dijo que disfrutara al máximo.
Los aficionados de la tribuna discutían los pergaminos de los abridores; Aurelio Monteagudo y Jorge Lauzerique. Mencionaron el juego perfecto de Lauzerique en ligas menores y el paso de Monteagudo por varios equipos en Grandes Ligas y en la Liga venezolana. Hablaron de porque no estaba jugando Enzo Hernández. De que Lou Piniella (left fielder de La Guaira) había sido Novato del Año de la Liga Americana en 1969. Hablaron de los batazos de Jim Holt. Y de vez en cuando echaban una mirada a un incendio en El Ávila.
En el trayecto hacia el estadio hubo dos trancas. Tenía ganas de sacar el seguro de la puerta y caminar hacia las torres de luz. Rubén llevó el carro a un estacionamiento privado porque no quería que lo agarrara el jaleo del final del juego. La caminata hasta el estadio terminó siendo asfixiante para Rubén. “Tranquilo, si todavía ni siquiera han tocado el himno”.
Uno de los compañeros de quinto grado le pidió que se fijara en la pizarra que estaba detrás de las gradas del jardín central. “Un amigo mío fue al estadio y me dijo que la pizarra parecía un monstruo de la época de los dinosaurios”. Otro le dijo que tratara de ubicar a un coach trigueño de los Tiburones “Se llama Graciano Ravelo. El también tiene una academia de béisbol menor. Pregúntale por un pitcher que se llama Carlos Fragosa. Siempre lo veo en las páginas deportivas. Cuando no gana pierde por una o dos carreras”.
En la cola para comprar los boletos sólo los vendedores de naranjas y un tipo que gritaba “short stop del home club” con una bolsa de chapas en la mano, me tranquilizaron unos momentos. Entramos por la tribuna de tercera base y bajamos para sentarnos en los bancos de encima del dugout del Magallanes. La sirena encendía el ambiente mientras Monteagudo hacía sus envíos antes de empezar el juego.
Los niños de quinto grado se quedaron con los ojos de vidrio cuando el ecologista sacó el ticket amarillento de aquel juego. Les preguntó si sabían lo que era una marea negra. Los niños querían saber lo que había ocurrido en el juego y él les explicó que su padre iba a ir con él al estadio pero debido que se había producido una marea negra en la costa este de Estados Unidos, él iba a tener que escribir sobre eso para el periódico donde trabajaba y debería ir al estadio con su tío.
Lauzerique y Monteagudo se enfrascaron en un duelo de pitcheo que se decidió cuando Darrell Thomas aterrizó en el plato remolcado por sencillo de Ángel Bravo en el quinto inning. Hacia la parte final del juego un perro entró al jardín derecho y el propio Bravo estuvo un rato persiguiéndolo hasta que lo sacó del campo.
En el cierre del octavo cuando Lauzerique lanzaba con más intensidad y aumentaba la expectativa por ver si Magallanes podría reaccionar en el noveno, Rubén dijo que nos teníamos que ir para evitar el bululú de la salida del estadio. Me quedé con las ganas de ver aquel noveno inning. A cada rato mientras caminábamos hacia el estacionamiento privado volteaba hacia el estadio. En el radio del Mercedes escuché como Monteagudo sacaba el noveno inning. Me dije que si nos hubiésemos quedado quizás se hubiera empatado el juego. La tristeza por abandonar el estadio fue mayor que la de la derrota del Magallanes. Aún hoy puedo sentirla en todos sus aguijones.

Alfonso L. Tusa C.

Ajustes pendientes

El juego de este martes 22 de noviembre de 2011 resultó una radiografía de la arboladura de la nave magallanera desde la final 2009-10, pasando por la 2010-11 y lo que va de esta. Hay claras diferencias con el equipo de la temporada anterior, me parece que la razón fundamental reside en el liderazgo de Carlos García desde el puente de mando del barco.
Sin embargo tanto en la serie fina (09-10)l como en lo que va de la actual temporada el equipo ha sufrido averías importantes en su cuerpo de abridores y relevistas. En enero de 2010 Jason Simontacchi y Jim Brower dejaron mucho que desear en sus aperturas y el Kid Rodríguez recibió un jonrón crucial de Gregor Blanco. Seguro, en el deporte (y la vida) hay que entender que los contrincantes se preparan tanto o más que nosotros, los errores forman parte de la existencia y debemos aprender de ellos.
Por eso cuando en la temporada actual se observa a un Magallanes en primer lugar a pesar de varias averías que persisten en el cuerpo de lanzadores (abridores y relevistas) hay que reconocer el trabajo motivador de Carlos García para lograr que la química prevalezca en los momentos difíciles, para juntos encontrar los tapones que terminen de achicar el agua.
Anoche Andy Van Hekken tuvo muchas dificultades para mantener una ventaja que llegó a ser de 5-0. Fue su última salida con el equipo y me sorprendió mucho cuando Carlos Feo dijo a través de la transmisión radial que “no me gusta decir esto, pero está flojito Van Hekken”. En un inning, el juego se puso 5-3. Allí comprendí que aquella podía ser una noche muy larga. Para estas alturas y viendo como había lanzado el zurdo en su última salida, no era descabellado esperar al menos una actuación similar. Quizás lo más rescatable de todo esto descanse en ese ánimo incansable de El Almirante por seguir adelante y alentar a sus peloteros tristes por cometer errores.
Más adelante vino a relevar Carlos Hernández y Luis Jiménez se la sacó para poner el juego 8-7. ¿Falta de concentración? ¿Talento con el madero de Jiménez? Quizás haya algo de las dos. O más de una que de la otra en cualquier dirección. Desde el lado navegante de seguro que todo el cuerpo técnico tendrá observaciones tanto para Hernández, como para cualquier otro relevista que haya lucido en otro lugar menos en el montículo.
Magallanes demostró su disposición a batallar hasta el último out cuando triple del “Pequeño Gran Hombre” José Altuve y doble de Jesús Flores igualaron el marcador a 9 en el noveno episodio. Luego vino al bate Adonis García, quinto bate, y tocó la pelota. Ignoro si la jugada fue ordenada. Carlos Feo indicó que le parecía que había sido decisión del bateador. Es una jugada muy discutible por cuanto hay corredor en posición anotadora y el quinto bate en turno, si no vas a batear con ése ¿entonces con quién? Más aún cuando el pitcher lucía indefenso. Es de esperar que esta avería también haya recibido el tiempo suficiente para impedir que el agua siga entrando por allí.

Alfonso L. Tusa C.

Cuarenta años de aquel desquite de Luis Tiant ante los Leones del Caracas

Las volutas de monóxido de carbono hacían un tren que llegaba hasta las rampas del garage. Papà se bajó del Plymouth Century. “¿Otra vez estás respirando ese humo? Vente para acá. Te vas a intoxicar y después no vamos a ir para Cumaná”. Corrí hacia la cocina, el desayuno frío develó los brazos en jarra de mamá. “Hasta que por fin te acordaste del desayuno”. Cuando el sol empujaba aquel domingo hacia las once de la mañana, Papá movió la palanca hacia “Drive” y el Plymouth desplazó sus neumáticos por el granzón del trecho de la calle La Florida que empalmaba con la calle Pichincha. “Sweet, sweet, sweet, sweet city woman…I can almost touch you..” Cuando terminó la pegajosa melodía, retumbó en la cabina del carro: “…en los deportes Radio Rumbos presente está…” Le rogué a Papá que dejara esa emisora. Mamá le lanzó una mirada de consentimiento. Me dijo que tendría que explicarle algunas cosas del juego que no entendía.

Al escuchar a Carlitos González decir que Luis Tiant era el pitcher de los Tiburones de La Guaira me trasladé a una noche de enero de aquel 1971 en la heladería del Chino Rincones. Caracas decidía con La Guaira el pase a la serie final* de la temporada de béisbol. Robert Marcano salió de emergente y le bateó un cuadrangular a Tiant para dejar en el terreno al Caracas. Cuando los equipos empezaron sus planes de importación la directiva felina decidió no traer a Tiant. Pedro Padrón Panza, viejo zorro beisbolero, sabía de toda la energía adicional que corre por los músculos de un deportista cuando enfrenta al equipo que lo cambió o dejó libre, por eso contrató a Luis Tiant para la contienda 1971-72.

Aquel 14 de noviembre de 1971**, Papá se detuvo en la bomba de gasolina entre Arenas y Río Arenas. Pasó como media hora hablando con su amigo Nino. Hasta fue a su casa a buscar un pedazo de queso Provolone. Cuando pensaba que me había perdido una parte importante del juego, la ignición del motor trajo la voz de Delio Amado León. “En el cierre del tercer inning viene a batear Barry Lersch. Se prepara Tiant, muestra el número hacia la tribuna central…ahí va una línea bajita por toda la raya de cal, Robert Marcano se zambulle y la atrapa en la malla del guante…” Me pegué del asiento delantero hasta que el Plymouth llegó a las curvas de El Palenque. Unos cien metros antes de llegar al puente de Quebrada Seca, un oso hormiguero atravesó la carretera y Papá frenó. “¿Qué es eso de que lo tienen en tres y dos?”

A la altura de la recta de los cocos, estaban dos muchachos con dos sartas de camacutos y guaraguaras. Papá se detuvo un momento y luego siguió. El cambio de velocidad quedó imperceptible bajo la vehemencia del narrador. “…es un linietazo bárbaro de Davalillo pero de frente al guante de Pipo Correa en el jardín derecho. Sigue Tiant sin permitir imparables. Sólo el inicialista Joe Lis se le ha embasado por boleto. Luego de siete entradas completas La Guaira 3, Caracas 0. Parece que Tiant está decidido a cobrar venganza de su antíguo equipo. Eso siempre pasa cuando un pelotero enfrenta al equipo que lo dejó libre. Es un asunto de honor y hasta de vergüenza. Aún está muy fresca la última temporada de Tiant con el Caracas”. Papá preguntó que era eso de “sin hits ni carreras”. Traté de explicarle pero se le dificultó entender lo que era un hit.

Por los alrededores de Tataracual, Papá hundió los frenos hasta dejar un reguero de negro humo hirviendo sobre el pavimento. Varios muchachitos se precipitaron sobre la ventanilla del Plymouth. Llevaban varios paquetes de papel de cuaderno cerrados con hilo de coser. Mamá escogió dos paquetes y entregó un par de monedas a los muchachos. Las líneas azules del papel crujieron en sus dedos. Varias medias lunas de piel rojiza llegaron a las manos de papá y las mías. “Estos maníces si son grandes Mamá”. “Se dice maníes y son semillas de merey”. Mientras descubría que las semillas de merey eran mejores que el maní, llegó otra oleada del juego. “Tovar batea un roletazo durísimo por el montículo, Tiant dobla hacia su derecha, lanza a primera, out. Parece todo un torpedero”. Carlitos González replicó. “Segunda intervención con el guante de Tiant, en el sexto inning capturó una línea de su rival Barry Lersch que llevaba etiqueta de hit”.

Entre los ecos remotos del aire marino y la frescura campestre afirmada por el canal de regadío que seguía las tortuosidades de la carretera, Papá insistió sobre lo que significaba lanzar sin hits ni carreras. Buscaba entre la vegetación de Los Ipures una imagen que me permitiera ilustrarlo. Hundió el cigarrillo en el cenicero y subió el volumen del radio. “Luego de ocho episodios completos esto sigue 3-0. Y ahora Tiant se detiene de camino al dugout y se pasa el índice por el cuello señalando hacia la tribuna caraquista. Esto le pone más intensidad al juego, amigos. Los caraquistas están entre tristes y furiosos. Sólo se oye la corneta de Lezama sobre el dugout de la izquierda”. En cada curva Papá bajaba la velocidad para evitar ir a dar con el carro en el canal del regadío.

Frente a la entrada de Boca de Sabana, Papá cruzó a la derecha y detuvo el Plymouth junto a una casa de barandas altas. Agarró unos papeles del cojín y dijo que ya venía. Mamá masculló que era domingo, que descansara del trabajo. Èl dio un portazo y gritó en el portón de la casa. La elocuencia de Carlos González y Delio Amado León más los gritos del público me mantenían pendiente del radio. “Tiant mira las señas del receptor. Viene el lanzamiento. Davalillo batea rolling por primera base, la toma Oswaldo Blanco y está consumada la venganza de Luis Tiant señores. No hit no run ante el Caracas. Allí están todos sus compañeros felicitándolo en el terreno. Hay fiesta en la tribuna guairista”. Papá giro la llave de ignición y se acercó al radio. “¿Por qué no me fuiste a llamar para oir el final del juego? Quería saber como termina un juego sin hits ni carreras”. Me quedé mudo y con la boca abierta. Me imaginaba el regaño que me daría si lo interrumpía en medio de una reunión de trabajo.





* Leones y Tiburones jugaban una de las series semifinales de la temporada 1970-71, entonces se jugaba mediante enfrentamientos directos. La Guaira había ganado el primer juego 5-4 en 10 episodios, Orlando Peña se impuso a Ed Sprague. En el segundo encuentro los salados volvieron a ganar 8-2, Larry Gura derrotó a Luis Peñalver. Y en el tercer desafío los escualos concretaron la barrida al vencer 12-10, Héctor Urbano se llevó la victoria y Luis Tiant la derrota.



** Ese juego de comienzos de la temporada 1971-72, Tiant ponchó 7 contrarios. El único corredor que se le embasó a Tiant fue el inicialista Joe Lis, en dos ocasiones por boleto. Lersch tambien lanzó completo, permitió 5 imparables, incluídos el doble de Lou Piniella y el jonrón de Robert Marcano, ponchó 6 y concedió 1 boleto.





Alfonso L. Tusa C.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Beisbol en el aire

Siempre me he preguntado porque ahora casi todos los narradores de los juegos de béisbol solo le imprimen emotividad al juego cuando el equipo de su circuito radial es el favorecido. Mis momentos iniciales como seguidor del juego a través de un radio me permitieron escuchar a profesionales como Delio Amado León, Carlos Tovar Bracho, Luis Enrique Arias, Foción Serrano, Felo Ramírez, Buck Canel, Juan Vené, entre otros tantos. Aún cuando se sabía que trabajaban para un determinado circuito, ellos siempre se prodigaban con los mejores adjetivos y quiebres de voz para plasmar el juego, independientemente de cual equipo estaba jugando mejor.
Hace poco leí un artículo de Greg King en el boletín de SABR, Asociación Americana de Investigadores de Béisbol. El mismo era un homenaje a Vin Scully y su carrera como narrador de los juegos de béisbol.
Entre los atributos reconocidos a Scully, a lo largo de una prolongada y laureada carrera como locutor de los juegos de béisbol de los Dodgers, primero en Brooklyn y luego en Los Angeles, la objetividad siempre sale a relucir. Èl lo atribuye a dos razones: primero cuando inició su carrera en Nueva York, había tres equipos, los Dodgers, los Gigantes y los Yanquis. “Estaba muy conciente de que aficionados de otros equipos escuchaban el juego”. Segundo, él trabajaba con Red Barber, quién fue su mayor influencia en su trabajo. Barber lo impresionó al aconsejarle que reportara el juego antes que convertirse en animador del mismo. “Eso me sirvió de mucho porque aunque prefiero la emoción, he aprendido a conducirla hasta un punto determinado. La objetividad es un hábito”. Desde pequeño vivió esa emoción cuando se acurrucaba al lado del radio de la sala en el apartamento de sus padres en el Bronx.1
Uno de los juegos que jamás olvidaré ocurrió en diciembre de 1968. Caracas – Magallanes. Escuchaba el juego junto a mis hermanos a través del circuito de los Leones. En el cierre del noveno episodio Clarence Gaston largó un estacazo descomunal que Delio Amado León narró más o menos así: “La bola se va, se va, se va, jooooooooooooooonroooooooooooooooooooon de Clarence Gaston y el Magallanes deja sobre el terreno al Caracas en un juego sencillamente escalofriante…” Delio Amado siempre refería en sus transmisiones que estaba consciente de que lo escuchaban aficionados de otros equipos además del Caracas. “Esos aficionados merecen todo mi respeto y como tal debo narrar el juego con la misma intensidad independientemente del equipo que ejecute la jugada”.
Cuando le preguntaron a Scully cual había sido su narración más memorable dijo sin dudar, “el séptimo juego de la Serie Mundial de 1955. Los Dodgers de Brooklyn habían perdido con los Yanquis las Series Mundiales de 1941, ’47, ’49, ’52 y ’53. El equipo de 1955 tenía muchos peloteros que estaban en el equipo cuando yo empecé. Conocía su frustración de llegar tan cerca y no poder ganar. Sentía lo que les ocurría. Cuando se hizo el último out de esa Serie Mundial dije ‘Damas y caballeros los Dodgers de Brooklyn son los campeones mundiales’, luego callé. Todo el invierno la gente me preguntaba ‘¿Por qué te quedaste tan tranquilo?’. La verdad era que estaba tan impresionado que si hubiera dicho algo más pienso que habría llorado”. 2
Felo Ramírez también me sorprendió muchísimas veces. Siempre le imprimía una energía enorme a las grandes jugadas de los peloteros del Magallanes. Una vez en un juego Caracas – Magallanes vino a batear Antonio Armas y largó un batazo dantesco. Felo estremeció los radios con “Allá va un batazo alto, largo….la bola se va elevando…. y la bola…se llevó la cerca. Que clase de línea ha conectado Antonio Armas, esa pelota iba echando chispas por todos lados…”
Un mediodía sabatino en uno de aquellos juegos que los Tiburones de La Guaira jugaban en el estadio César Nieves de Catia La Mar, Carlos Tovar Bracho narraba el juego por el circuito de los escualos. En medio de un duelo de lanzadores, me parece que era Jim Shellenback ante Larry Gura, un bateador de La Guaira metió un balazo a lo profundo del hueco. Tovar Bracho reaccionó con una avalancha emocional que incendió la corneta del transistor donde escuchábamos el juego en las sombras del jardín. “Roger Metzger llega hasta la grama del jardín izquierdo atrapa la pelota con el guante de revés gira en el aire y el corredor es out por medio paso. Que bárbara jugada se ha metido este muchacho señores. Es todo un señor campocorto. Llegó a lo más lejano del hueco y tomó la pelota con una sangre fría que paralizó a todo el mundo en el estadio”.
Otra noche, mientras buscaba el juego del Magallanes en aquel mar de numeritos amarillos en fondo verde botella del radio de tubos de mis padres escuché: “Y ahora para el cierre del cuarto capítulo, por el circuito de Cardenales de Lara, los dejo con Luis Enrique Arias”. El tono de voz y la gracia en la descripción me soldaron por un momento al juego. “Al bate Doug Rader, tercera base de Cardenales. Ahí viene el envío de Bart Johnson. Es un estacazo inmenso la bola va tomando altura por el jardín izquierdo Tom Shopay retrocede, sigue corriendo, salta contra la pared y señores y señoras es una jugada fantasmal la que ha ejecutado Shopay, atrapó la pelota con el guante de revés, chocó contra el muro y cayó en la zona de seguridad con la mano enguantada en alto. Es una jugada que de seguro estará entre las mejores del campeonato. Tom Shopay es un valiente, allí está levantándose y enviando de regreso la camilla donde lo fueron a buscar”.
Para Scully y aquellos narradores que escuchaba en mis inicios como aficionado al béisbol, el juego más que fuente de su trabajo, era y es una diversión que llevaban en la sangre, por eso se inspiraban con todas esas palabras para hacer literatura oral en muchas situaciones del juego, bordaban sin alterar el curso del juego la trayectoria de cada pelotero incluidas las dificultades que debieron vencer hasta llegar a su estatus actual, sentían los triunfos y las derrotas del equipo como propias, por eso a veces podían quedarse en silencio al terminar un juego o formar una alharaca con una jugada en apariencia sencilla.

Alfonso L. Tusa C.

martes, 8 de noviembre de 2011

Probarse aquellos zapatos

Este domingo 06 de noviembre de 2001, escuchaba el juego entre Caribes y Magallanes a ratos. Iba y venía entre juegos con Miguelín y tareas domésticas. El marcador siempre estuvo a favor de los Navegantes hasta el noveno inning. Alcancé a escuchar que Jean Machí dominó los tres últimos bateadores del inning con corredor en segunda. Me sorprendió que al final del inning anunciaran Caribes 4, Magallanes 4. “¿Y qué pasó aquí?” Entonces me enteré que Eliézer Alfonzo le había desaparecido un jonrón de dos carreras a Machí.
Más allá del béisbol y el deporte, en la vida en general se puede tener el mejor desempeño durante todo un año o cualquiera que sea la duración del trabajo. Sólo basta con que se cometa un error para que todas las miradas se posen sobre el responsable y todos los logros anteriores pasen a un segundo plano. ¿Naturaleza humana? Quizás. Por eso debemos hacer centellear en la memoria el momento cuando nos tocó vivir esa amarga experiencia, justo en el momento cuando otras personas pasan por ella. Sólo así podremos entenderlos y trocar el tribunal por las palmadas en el hombro y un “¡Adelante que tú si puedes!”
Luego vino el boleto de Darwin Pérez y el hit de oro del “pequeño gran hombre” José Altuve que recuperó el triunfo magallanero. Sólo en los comentarios finales escuché a Giner García relatar el vía crucis de Machí. Sin lanzar un solo envío muchas personas en las tribunas empezaron a gritar “Fuera Machí”. Puedo entender que se tengan argumentos sobre la actuación de tal o cual jugador. Sin embargo me parece injusto calificar el trabajo de nadie sin permitirle siquiera empezar a ejecutarlo. Por otro lado si se está del lado de una causa, difícilmente se favorecerán sus objetivos con una actitud intransigente.
El béisbol es un deporte muy duro, puede ocurrir que el mejor pitcher pueda perder un juego con su mejor envío. Ralph Branca, Ralph Terry, Mariano Rivera, Jonathan Papelbon, Francisco Rodríguez, Goose Gossage y muchos otros grandes lanzadores saborearon en algún momento la amargura de la derrota y no por eso dejaron de regresar por nuevos triunfos y grandes actuaciones.
Tratar de concluir que Machí haya tenido una temporada poco exitosa por crisis de control o franqueza en sus envíos, me parece inapropiado cuando apenas van 20 juegos de temporada. Además ha habido ocasiones en que la oportunidad de salvar se ha perdido porque la defensiva falló en realizar los outs (y eso también está dentro del juego).
Recuerdo un juego del año pasado cuando Machí relevaba en el noveno episodio de un juego versus Caracas. Había dos outs y ubicó un lanzamiento en todo el medio de la mitad del centro, como decía Carlitos González, pero el árbitro apreció bola. Al próximo lanzamiento Josh Kroeger se la sacó de jonrón, Caracas empató y luego ganó en extrainning. Por esa razón Machí no dejó de ser un buen cerrador. Lo más importante es reconocer los errores y asumir los retos. De eso, Machí ha demostrado bastante.
Por lo tanto lo menos que pueden hacer quienes piensan que Machí debería dejar de ser el cerrador del Magallanes, es reconocer que es un ser humano como todos nosotros y que además de los errores ha tenido muchos aciertos que se han traducido en victorias magallaneras.

Alfonso L. Tusa C.

Santo y Hodges entre 10 candidatos de la época dorada con posibilidades a ser elegidos al Salón de la Fama.

Miñoso, Oliva, y Tiant también están en el grupo.

Barry Bloom. MLB.com. 03-11-2011

Ron Santo y Gil Hodges, por mucho tiempo un par de peloteros que han generado muchas discusiones en cuanto a su presencia en el Salón de la Fama del Béisbol, están de regreso entre las opciones del Comité de Veteranos, como representantes de la Era Dorada del deporte desde 1947 hasta 1972, así fue anunciado este jueves 03 de noviembre de 2011.
Santo, un antesalista de los Cachorros de Chicago, y Hodges, el incialista de los “Boys of Summer” (“Los muchachos del verano”) Dodgers de Brooklyn, son miembros del bombo de 10 peloteros junto a estos señores: el tercera base de los Cardenales Ken Boyer, el primera base de los Medias Blancas Minnie Miñoso, el jardinero de los Mellizos Tony Oliva, y los pitchers, Jim Kaat, Allie Reynolds y Luis Tiant, quienes jugaron para varios equipos. El dueño de los Atléticos de Oakland Charlie Finley y Buzzie Bavasi, gerente general y arquitecto de aquellos equipos de los Dodgers, completan el bombo.
Los 16 miembros del comité se reunirán el 04 de diciembre en Dallas antes de la Convención de Invierno (Winter Meetings). Si alguno es elegido, será anunciado el día siguiente e inducido al Salón durante la ceremonia del próximo año programada para el 22 de julio en Cooperstown, N.Y. Como en cualquier elección del Salón de la Fama, se necesita un 75% de los votos, que en este caso son 12 votos.
Santo y Hodges tuvieron dificultades para entrar al Salón durante sus 15 años de elegibilidad mediante las tarjetas que circularon entre los miembros electores de la Asociación de Escritores de Béisbol de Estados Unidos y en numerosos formatos del Comité de Veteranos desde entonces. Los resultados siempre han generado grandes lamentos de sus legiones de aficionados y simpatizantes.
“Es una injusticia”, dijo Santo después de quedar fuera por nueve votos en la votación de 2008 por un comité post-1943.
Santo, un idolatrado narrador de televisión de los Cachorros de Chicago en esta época, falleció de complicaciones diabéticas en 2010. Santo integró el equipo de Todos Estrellas de la Liga Nacional nueve veces, bateó 342 jonrones, 1331 carreras empujadas, .277 de promedio de bateo vitalicio y cinco guantes de oro, en una carrera que se extendió 15 años hasta 1974. Como sus compañeros Billy Williams, Ferguson Jenkins y Ernie Banks, todos exaltados al Salón de la Fama, él nunca jugo un solo juego de postemporada para los Cachorros.
La votación más alta que Santo recibió de la Asociación de Escritores de Béisbol de Estados Unidos fue de 43.1 % en 1998, su último año en las tarjetas de votación.
Hodges jugó 18 temporadas, 16 de ellas con los Dodgers en Brooklyn y Los Angeles e integró el equipo de Todos Estrellas de la Liga Nacional ocho veces. Su carrera terminó en 1963 con los Mets, el sorpresivo equipo que dirigió a su primer título de Serie Mundial en 1969. Falleció de un ataque cardíaco masivo en el entrenamiento primaveral, sólo tres años después. Hodges se retiró con 370 jonrones, 1274 empujadas y un promedio de bateo de .273. Jugó siete veces en la Serie Mundial, la ganó en 1955 y 1959 con los Dodgers.
“Si logra entrar, estaremos muy contentos”, dijo Joan Hodges, su viuda, antes de la elección de 2008. “Si no, él ya está en el Salón de la Fama mío y de mis hijos por siempre”.
Como Santo, Hodges todavía espera. Además de la frustración de sus amigos, familiares y simpatizantes, está este hecho: Hodges es el único jugador ya no elegible para la Asociación de Escritores de Béisbol de Estados Unidos que consiguió al menos el 60% de los votos y luego no fue elegido. Hodges lo hizo tres veces: En 1976, ’81 y ’83, la última vez consiguió 63.4 % de los votos en lo que fue su oportunidad final en las tarjetas.
“Que él no haya sido elegido escapa a nuestra voluntad”, Marty Adler, fundador y presidente del Salón de la Fama de los Dodgers de Brooklyn, le dijo al The New York Times en 2008. “Algunas personas dicen que estoy tan prejuiciado hacia los Dodgers de Brooklyn que no puedo aceptar el hecho que él no es lo suficientemente bueno. Pero hay que observar al beisbolista durante su tiempo como jugador activo, y en mi honesta opinión él fue claramente el mejor primera base de una década completa”.
El Salón ha recibido críticas agudas porque Joe Gordon, un segunda base de los Yanquis y los Indios, es el único jugador de Grandes Ligas que ha sido elegido por el Comité de Veteranos desde Bill Mazeroski, otro segunda base cuyo jonrón para terminar el séptimo juego le dio la Serie Mundial de 1960 a los Piratas. Mazeroski fue inducido en 2001. Gordon fue elegido por un comité pre-1943 en 2008.
“Cuando noté que nadie entraba otra vez, me dije ‘Algo anda mal’”, dijo Santo en el momento que el comité dejó de elegir a un jugador. “Ellos no pueden seguir de esa manera. Tienen que nombrar un comité diferente”.
Y así lo hicieron. Ahora hay tres Comités de Veteranos distintos, pero en su primera actuación el año pasado, un comité votó por jugadores, ejecutivos y árbitros de la era de la expansión, 1973 hasta el presente, no eligió ningún jugador, sólo al gerente general Pat Gillick, quién fue inducido el pasado verano cuando el segunda base Roberto Alomar y el pitcher Bert Blyleven fueron los elegidos de la Asociación de Escritores de Béisbol de Estados Unidos.
El Comité de la Edad Dorada hará su primera intervención este año con una pre-integración, el comité pre-1946 hará su primera elección el próximo año. El trío de pequeños comités se turna cada tres años. Los finalistas de cada año son seleccionados por el Comité Histórico de la Asociación de Escritores de Béisbol de Estados Unidos. Para ser elegible este año, los candidatos deben haber jugado al menos 10 temporadas de Grandes Ligas, no aparecer en la lista de inelegibles de MLB y haber estado retirados por 21 o más temporadas.
Los managers, árbitros y ejecutivos deben haber pasado por lo menos 10 años en el béisbol y estar retirados por un tiempo considerable.
Los miembros del Comité de la Era Dorada son los inquilinos del salón de la Fama Hank Aaron, Al Kaline, Ralph Kiner, Tommy Lasorda, Juan Marichal, Brooks Robinson, Don Sutton y Williams; Los ejecutivos de Grandes Ligas Paul Beeston, Bill DeWitt, Roland Hemond, Gene Michael, y Al Rosen; y los periodistas veteranos Dick Kaegel, Jack O'Connell and Dave Van Dyck.
Aquí están los logros principales de los candidatos restantes:
Buzzie Bavasi. Sirvió como gerente general de los Dodgers por 17 temporadas entre 1951 y 1967, ganó cuatro Series Mundiales y ocho banderines de la Liga Nacional. También fue presidente de los Padres de San Diego (1968-77) y Angelinos (1978-84).
Ken Boyer. Jugó 15 temporadas de Grandes Ligas como tercera base de los Cardenales, Mets, Medias Blancas y Dodgers. Integró siete equipos de Todos Estrellas y ganó el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1964 mientras lideraba a los Cardenales a ganar la Serie Mundial.
Charlie Finley. Fue dueño de los Atléticos de Kansas City/Oakland desde 1960 hasta 1980, ayudó a construir un equipo que ganó cinco títulos de la división Oeste de la Liga Americana, tres banderines de la Liga Americana y tres Series Mundiales. Finley se caracterizaba por su creatividad y encontronazos con sus peloteros. Él inspiró los juegos nocturnos en la Serie Mundial y el bateador designado.
Jim Kaat. Lanzó 25 temporadas con los Senadores, Mellizos, Medias Blancas, Filis, Yanquis y Cardenales. Ganó 283 juegos, el tercer total más alto entre los elegibles pero no inducidos en el Salón de la Fama. Fue tres veces integrante del equipo Todos Estrellas y parte de los Cardenales que ganaron la Serie Mundial en 1982.
Minnie Miñoso. Jugó 17 temporadas con los Indios, Medias Blancas, Cardenales y Senadores. Ganó tres guantes de oro y fue parte del equipo Todos Estrellas siete veces. Un nativo de Cuba, fue uno de los primeros grandes peloteros latinoamericanos en los años ’50.
Tony Oliva. Jugó 15 temporadas con los Mellizos. Ganó tres títulos de bateo y lideró la Liga Americana en hits cinco veces. El novato del año de 1964 también fue elegido al equipo de Todos Estrellas en ocho ocasiones.
Allie Reynolds. Lanzó 13 temporadas con los Indios y los Yanquis, ganó 182 juegos y lanzó en cinco Juegos de Estrellas. También pitcheó en seis Series Mundiales, lideró a los Yanquis a seis títulos en siete años mientras dejaba una marca de 7-2 con cuatro salvados y 2.79 de efectividad en 15 juegos de Serie Mundial.
Luis Tiant. Ganó por lo menos 20 juegos en cuatro de sus 19 temporadas en Grandes Ligas con los Indios, Mellizos, Medias Rojas, Yanquis, Piratas y Angelinos. Terminó su carrera con 229 victorias y una efectividad de 3.30. También integró tres equipos Todos Estrellas y lideró la liga en blanqueos tres veces.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Bob Forsch, la antígua estrella de los Cardenales de San Luis deja de existir a los 61 años


R.B. Fallstrom, AP Sports writer.04-11-2011

San Luis (AP)__ Bob Forsch, el único pitcher en la historia de los Cardenales de San Luis en lanzar dos juegos sin hits ni carreras, ha muerto. Tenía 61 años.
El vocero del equipo Brian Bartow dijo que Forsch, el tercer pitcher más ganador en la historia de la franquicia, falleció este jueves 03 de noviembre de 2011 cerca de su hogar de Tampa, Fla. La causa del deceso se ignoraba al momento.
El fallecimiento llegó menos de una semana después que Forsch hiciera el lanzamiento inicial del séptimo juego de la Serie Mundial, unas pocas horas antes que los Cardenales vencieran a los Rangers de Texas 6-2 para alcanzar el campeonato. Forsch fue el pitcher de cabecera para su manager por mucho tiempo, Whitey Herzog, quién se recupera de una caída que lo envió al hospital por más de tres semanas.
“Se suponía que yo debía lanzar la primera bola pero todavía estaba en recuperación, por lo que decidieron que Forschie lo haría”, le dijo Herzog a la AP en una entrevista telefónica desde su casa en los suburbios de St. Louis County. “Nos habíamos mantenido en contacto a través de los años. Es duro enterarse de una muerte así”.
Forsch, un derecho espigado conocido por sus grandes actuaciones en juegos cruciales, jugó en tres Series Mundiales en los años ’80 bajo Herzog, y una de sus tres victorias de postemporada fue ante los Cerveceros de Milwaukee cuando los Cardenales ganaron la Serie Mundial de 1982.
Forsch ganó 20 juegos en 1977 y fue dos veces ganador de al menos 15 juegos, dejó marca vitalicia de 168-136 con 3.76 de efectividad. También fue un bateador de cuidado, dejó promedio vitalicio de bateo de .213 y 12 jonrones.
“Estamos muy tristes por la repentina desaparición de Bob Forsch”, dijo el director Bill DeWitt Jr. “Bob fue uno de los mejores pítchers en la historia de nuestra organización y un miembro muy valorado en la familia de los Cardenales”.
Forsch, quién fue escogido por San Luis en la ronda 26 del draft de 1968, lanzó 2 no-hitters en 1978 ante los Filis y en 1983 ante los Expos. Su hermano mayor, Ken Forsch, lanzó un no hit no run con los Astros en 1979, así se convirtieron en los únicos hermanos en lanzar no-hitters en la historia de las Grandes Ligas.
El menor de los Forsch es uno de solo 30 pitchers de Grandes Ligas que ha lanzado al menos dos no-hitters, de acuerdo a STATS LLC. Los de él fueron el único par lanzados por un mismo pitcher en el viejo Busch Stadium, donde ganó más juegos y lanzó más innings que cualquier pitcher. Por todo, ganó 163 juegos para los Cardenales entre 1974 y 1988, sólo quedó por detrás de Bob Gibson y Jesse Haines. Terminó su carrera con los Astros en 1989.
Herzog dijo que Forsch era muy estimado por su coraje en el montículo, y también fuera del campo. Herzog también dijo que Forsch era uno de los jugadores más sensibles del equipo.
“Tuve la fortuna de tener a Bobby en mi equipo”, dijo Herzog. “Nunca perdió una salida, lanzó 200 innings cada año. Tomaba la pelota, y era un gran competidor”.
Los últimos tres años, Forsch fue el coach de pitcheo del equipo de novatos de los Rojos de Cincinnati, los Mustangs de Billings.
“Él pasó su vida entera en el beisbol y tocó a muchas personas dentro y fuera del juego”, dijo el gerente general Walt Jocketty en una declaración. “Durante las últimas temporadas, él jugó una parte importante en el desarrollo de nuestro jugadores jóvenes”.
“Nuestro equipo de operaciones de beisbol y los jugadores con quienes trabajó, lo extrañarán”.
A Bob Forsch le sobreviven su esposa Janice y dos hijas.

Traducción: Alfonso L. Tusa C

Una incubadora de talento beisbolero

David Waldstein. The New York Times. 20-10-2011

San Luis. Pocas ciudades resuenan con tanta tradición beisbolera como San Luis, y pocas tan forradas con los colores de su equipo como esta ciudad, donde hasta las fuentes del centro dispensan agua teñida con el rojo de los Cardenales, este octubre.
Algunos de los mejores equipos y jugadores de la historia del juego han jugado en San Luis, en Sportsman’s Park, Robison Field y los dos Busch Stadiums. Y los ecos del juego tambien llegan a otras partes de la ciudad, particularmente a una vecindad llamada The Hill, que está a siete millas del centro.
Fue allí, en un solar de Elizabeth Avenue, donde dos hijos de inmigrantes italianos practicaban sus habilidades para jugar futbol, futbol americano y más que nada beisbol.
Uno de ellos era Lawrence Berra, quién luego sería conocido a nivel nacional como Yogi, y el otro era Joe Garagiola. Todavía eran bebés cuando los Cardenales ganaron su primera Serie Mundial en 1926. Cada uno ahora es una leyenda del béisbol cuyo nombre reluce.
“Jugábamos todo el tiempo”, dijo Berra en una entrevista telefónica este jueves 20 de octubre de 2011 mientras recordaba la vecindad donde creció. “Después de la escuela nos íbamos a jugar hasta que sonaba el pito de la factoría. Esa era la señal de que nuestros padres habían terminado de trabajar y nosotros teníamos que regresar a casa para acompañarlos. Después volvíamos afuera a jugar”.
Hoy, el solar de la Elizabeth Avenue ha sido ocupado por una casa, pero las viviendas donde crecieron Berra y Garagiola aún existen, son las casas 5447 y 5446 de Elizabeth Avenue. Mary Frances Brown, sobrina de Berra, aún vive en la vieja casona familiar, ahora renovada.
De hecho, muchas de las calles, casas y comercios de la zona obrera The Hill, permanecen intactas, no cambió mucho desde la era cuando los hijos de inmigrantes italianos se americanizaron a través de los deportes.
Elizabeth Avenue ha sido rebautizada como el Lugar del Salón de la Fama, sendas placas en las aceras identifican los hogares de Berra y Garagiola, y el legendario narrador de los Cardenales Jack Buck, quién compró una casa al final de la cuadra, en la esquina de Elizabeth y Macklind cuando transmitía los juegos de los Cardenales.
También hay placas en el frente de los hogares de cinco miembros del equipo de fùtbol de Estados Unidos que derrotó a Inglaterra en la Copa Mundial de 1950.
Como cualquier persona del lugar, Berra y Garagiola crecieron aupando a los Cardenales, pero sólo Garagiola tuvo la fortuna de ser firmado por el equipo. Jugó seis temporadas con los Cardenales y fue el catcher del equipo de 1946 que venció a Ted Williams y los Medias Rojas de Boston para ganar la Serie Mundial.
Aunque Berra fue ignorado por los Cardenales y el otro equipo local, los Carmelitas de San Luis, él se las arregló para salir adelante. Firmó con los Yanquis en 1943, ganó 10 Series Mundiales y tres premios al Jugador Más Valioso, jugó 19 temporadas y fue elegido al Salón de la Fama en 1972.
Pero dijo este jueves que su hermano mayor Tony, apodado Lefty por el poder al bate que tenía con esa mano, era el mejor jugador.
“Mi padre no lo dejaba jugar, ni a mis otros hermanos Mike y John”, dijo Berra. “Él no sabía de béisbol. Ellos tenían que trabajar y cobrar un pago. Pregúntale a cualquiera en The Hill: Tony era el mejor”.
Ahora que los Cardenales consiguieron su undécima Serie Mundial, The Hill sigue siendo una vecindad italiana, con la iglesia de St Ambrose, a la cual asistieron Berra y Garagiola, como punto de encuentro de los residentes.
Los numerosos restaurantes italianos y comercios, la presencia de Milo’s Bocce Garden, donde la gente puede reunirse para tomarse una cerveza mientras juegan bocce (boccia, juego italiano parecido a las bolas criollas practicadas en Venezuela), evocar un tiempo cuando el italiano era el lenguaje que más predominaba en las calles y donde las manos de los obreros estaban llenas de callos de tanto trabajar en las minas de arcilla, factorías de ladrillos y plantas de spaghetti.
“Vaya a cualquier vecindad de cualquier ciudad de Estados Unidos y pregunte, ¿Dónde están los italianos?”, dijo Joe DeGregorio, un italo-americano de segunda generación quién organiza tours en la vecindad.
Aunque no en The Hill, DeGregorio dijo que cuando la inmigración empezó en la última parte del siglo XIX, muchas personas llegaron desde un grupo de cinco pueblos cercanos a Milan al norte de Italia, más que de Sicilia y el sur, el origen de muchos otros inmigrantes italianos en Estados Unidos.
“Joe Garagiola solía molestar a mi padre porque era de Sicilia”, dijo DeGregorio.
Clara Scozzari, de 85 años, aún vive en Elizabeth Avenue, cerca de donde creció. Ella ha conocido a Berra casi toda su vida, o desde que ambos iban a Shaw’s School.
“Ellos solían jugar béisbol en la calle, y nosotros los veíamos algunas veces”, dijo Scozzari. “Ël era muy rudo, pero al final siempre era muy agradable”.
Hoy todavía hay una gran población de inmigrantes italianos en The Hill, gente como Salvatore Licata, quién vino aquí desde Sicilia en 1959 y ahora es dueño de la panadería Marconi. Giovanni Dominic Galati es el dueño de el restaurante Dominic en 5101 Wilson, allí son habituales Tony LaRussa, manager de los Cardenales hasta esta temporada, y Joe Torre, quién jugó y dirigió aquí. Galati dijo que The Hill había cambiado algo, pero que todavía mantenía ese atractivo diario y la simplicidad que le dio el sentido de lugar.
“Este es un lugar donde puedes caminar a la panadería y comprar una hogaza de pan”, dijo. “Y después del trabajo, tomar una cerveza en Milo’s y jugar boccia, ir a la iglesia y regresar a casa. Todavía es un lugar sin igual”.
Hace ocho décadas, allí fue donde Garagiola y Berra jugaron caimaneras. Todas esas décadas más tarde, el sitio permanece sólo a siete millas del foco del mundo del béisbol.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

viernes, 4 de noviembre de 2011

El jardinero dominicano Mateo (Matty) Alou fallece a los 72 años.

Nueva York.- Mateo Alou, una vez integrante de unos jardines de los Gigantes de San Francisco ocupados por puros Rojas Alou junto a sus hermanos Felipe y Jesús, falleció este jueves 03 de noviembre de 2011 en su nativa República Dominicana. Tenía 72 años.

El deceso se produjo por complicaciones diabéticas, de acuerdo a su antíguo equipo dominicano, los Leones del Escogido. Los Gigantes también confirmaron su muerte y dijeron que Alou había estado enfermo durante varios años por distintos motivos.

El inquilino del Salón de la Fama Orlando Cepeda dijo que se enteró que “su gran amigo” había estado sufriendo.

“Fuimos compañeros de cuarto pocas veces”, dijo Cepeda por teléfono. “Era un tipo muy divertido y un tremendo pelotero. Cuando Matty jugaba con los Gigantes, era un bateador de rectas, podía halar de todo sin importar cuan duro le lanzaran”.

Dos veces integrante del equipo Todos Estrellas, Alou fue campeón bate de la Liga Nacional en 1966 al batear para .342 con los Piratas de Pittsburgh. Pasó sus primeras 6 temporadas con San francisco desde 1960 hasta 1965, también jugó para San Luis, Oakland, los Yanquis y San Diego.

“Aunque jugó para 6 equipos, Matty siempre estuvo ligado a la familia de los Gigantes como empleado a largo plazo y siempre será reconocido junto a sus hermanos Felipe y Jesús como los primeros hermanos en ocupar los tres puestos de los jardines de un equipo de Grandes Ligas”, dijeron los Gigantes.

Alou dejó promedio de bateo vitalicio de .307, con 31 jonrones, 427 empujadas, 1777 imparables y 236 dobles en 15 temporadas de Grandes Ligas.

“Cuando fue a Pittsburgh cambió de un bate liviano a otro pesado, y bateó .340 un año”, recordó Cepeda.

Los hermanos Alou hicieron historia en 1963 cuando jugaron en los jardines varios juegos. Felipe Alou, quién dirigió durante cuatro años a los Gigantes desde 2003 a 2006, se siente orgulloso de lo que ha logrado el apellido Alou en el beisbol.

“Es un legado de familia”, dijo Felipe durante su estadía como manager de los Gigantes. “El legado de los Alou es un legado por sí mismo. Nos veo juntos como una fuerza que ha avanzado en el juego, y todavía continua. El respeto, estoy orgulloso de eso, y el largo tiempo que hemos estado aquí”.

El Presidente de los Leones, Luis Manuel Bonetti agregó: “El beisbol dominicano en general y los Leones en particular, han perdido una de sus figuras más emblemáticas y un extraordinario ser humano”.

Felipe Alou todavía cree que él le costó un campeonato a los Gigantes en 1962 cuando falló un toque de bola en el noveno inning del séptimo juego de la Serie Mundial de 1962. El toque hubiese adelantado a Matty de primera a segunda base. Los Gigantes perdieron el juego 1-0 y la serie ante los Yanquis de Nueva York.

En 2010, San Francisco finalmente capturó el primer título para la ciudad desde que se mudaron al oeste en 1958.





Traducción: Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Un jardinero de grandes expectativas

Siempre esperé grandes temporadas de Richard Hidalgo. Desde que John

Carrillo lo anunció como: “Recuerden este nombre porque dará mucho de

que hablar”, en un programa radial de comienzos de los 90, siempre

revisaba los box scores de las ligas menores y estaba pendiente de

cómo le iba en la liga paralela para ver si subía a jugar con

Magallanes. Era un pelotero de las cinco herramientas. Tenía poder,

corría, fildeaba, bateaba en las dos dimensiones (poder y promedio),

lo que más me impresionó al principio de su carrera fue la potencia de

su brazo. Recuerdo que la primera vez que lo escuché por la radio sacó

a varios corredores en la goma a lo largo de toda esa temporada.

En la final de la temporada 1993-94 el manager Tim Tolman demostró la

confianza que le tenía a Richard Hidalgo al sacarlo a jugar a la

defensiva en el tercer y el cuarto juego que implicaron el empate

aquella serie de los eternos rivales, por parte del Magallanes. El

tercer encuentro treminó 7-2 y el cuarto 2-1.

En 1993 Hidalgo jugó con los Tourists de Asheville de la South

Atlantic League “A”. En 111 juegos bateó para .270, 10 jonrones, 55

empujadas, 49 anotadas, 21 bases robadas; al campo hizo 197 outs, 30

asistencias, 6 dobleplays, 6 errores, promedio de fildeo .974.

Recuerdo mucho un juego de la temporada 1996, Hidalgo jugaba con los

Generals de Jackson en la Liga de Texas AA, en agosto de ese año el

lanzador venezolano Edgar Ramos lanzó un juego sin hits ni carreras

ante los Shreveport Captains. Hidalgo estuvo involucrado en las tres

carreras de Jackson. Remolcó dos con jonrón y anotó otra empujado por

Mitch Melluskey.

En ese 1996 con el equipo de Jackson, Hidalgo bateó para .294 en 513

turnos al bate, largó 14 vuelacercas, empujó 78 carreras, anotó 66,

estafó 11 almohadillas. Al campo realizó 302 outs, 14 asistencias, 6

dobleplays, 6 errores, .981 promedio de fildeo.

De vuelta en la LVBP Richard tuvo una de sus mejores (sino la mejor)

temporadas con Magallanes. En 49 encuentros bateó para .276, 28

empujadas, 30 anotadas, 14 dobles, 2 triples, 3 cuadrangulares.

Recuerdo mucho el primer juego de esa final 1996-97. Omar Daal versus

Ramón García. Los Leones se fueron adelante mediante imparable de Gary

Thurman, error de Ramón García tratando de sorprenderlo lo llevó a la

antesala desde donde anotó con rodado a la intermedia de Bob Abreu. La

igualada magallanera llegó en el cuarto episodio mediante triple de

Edgardo Alfonzo y sencillo remolcador de Hidalgo. Esa carrera destapó

un ardoroso duelo de lanzadores que decidió Alejandro Freire con

escalofriante cuadrangular ante Daal en el cierre del octavo inning.

En el cuarto juego Hidalgo resultó decisivo en la victoria 3-2 ante el

Caracas. Sonó jonrón de dos carreras en el cuarto inning y en la

apertura del octavo anotaría la carrera decisiva luego de negociar

boleto (y pasar a segunda por sencillo de Luis Raven) amparado por

sencillo de Eddy Díaz.

Entonces vino aquella campaña del año 2000 que pensábamos sería la

primera de varias. Con los Astros de Houston, Hidalgo empujó 122

carreras, con 44 vuelacercas, 70 anotadas, 29 dobles, .314 de

promedio al bate en 558 turnos al bate. Al campo, principalmente como

centerfielder hizo 425 outs, 7 asistencias, 7 errores, 2 dobleplays,

.984 promedio de fildeo.

En 2003 tambien con los Astros y en 514 turnos, anotó 91 carreras,

empujó 88, 28 jonrones, 43 dobles, .309 de promedio de bateo. Al campo

realizó 277 outs, 22 asistencias (tope para un jardinero derecho en

todas las Grandes Ligas ese año y record para un jardinero

venezolano), 4 errores, 5 dobleplays, .987 promedio de fildeo.

El último gran logro que recuerdo de Hidalgo fueron los 3 jonrones

que despachó ante los Cardenales de Lara en un juego de round robin,

el 04 de enero de 2007, dos ante Juan Carlos Pulido y otro ante

Emiliano Fruto. Magallanes terminó ganando 6-3. Así se unía a Bob

Darwin (15-11-1972) y Bill Taylor, fallecido en septiembre de este

año, (24-01-1954), como los únicos magallaneros en batear 3 jonrones

en un juego.

Aún cuando Richard Hidalgo haya dejado ciertas expectativas con

respecto a lo que haya podido alcanzar como beisbolista, agradecemos

todos los momentos especiales que nos regaló desde el campo de juego.


Alfonso L. Tusa C.