viernes, 27 de diciembre de 2013

Mark Weems el relevista que sigue en el montículo ocho lustros después

La brisa fresca de enero aplacaba el inclemente sol del mediodía cumanés. Alberto y Moncho llegaron hasta el fondo del pasillo. Todavía flotaba en el aire la euforia del año nuevo. Nunca antes había deseado que mis amigos no hubiesen ido a casa de mis abuelos. La risa de Alberto se tornó macabra. “MarkWeems, se ahogó en una playa de Valencia”. Me lo quedé mirando y volteé hacia el rostro de mamá. “Eso es mentira. Estás echando broma”. Moncho lo confirmó con un temblor en la barbilla. Estuve como media hora con la cabeza debajo de la almohada. Mamá trató de explicarme el significado de la muerte. Alberto y Moncho me preguntaron si iba a jugar pelota. Les dije que se fueran y mamá me regañó. “Así no se trata a los amigos”. Templé el interruptor del televisor, los Tigres de Aragua amenazaban en el cierre del noveno inning. El narrador de Radio Caracas Televisión anunciaba que el manager Jim Frey hacía señas hacia el bull pen. Un catire de melena, patillas largas y rostro redondo trotaba hacia el montículo. Iba y venía al cuarto porque preparaba la bata y la guía de laboratorio de biología en la fiebre de comienzos del primer año de bachillerato. El pitcher hizo su calentamiento con un estilo heterodoxo sobre el montículo. Apenas si llevaba la mano detrás de la oreja y adelantaba la pierna izquierda a la hora de soltar la pelota. Logró contener la ofensiva felina y salvó el juego para los Navegantes. No me entusiasmé mucho con aquel lanzador, pensé que era uno de esos importados que traen mientras llegan los caballos. Me preguntaba que pudo haber motivado a la gerencia para traer aquel pitcher. Tiempo después busqué sus números. 1972 con los Orioles de Asheville en la Liga del Atlántico Sur AA, participa en 48 juegos, deja marca de 4-2, 22 salvados, 70 innings, 60 hits, 30 carreras, 23 limpias, 10 jonrones, 43 boletos, 74 ponches, 2 wild pitches, efectividad 2.96. En 1973 juega con los Alas Rojas de Rochester en la Liga Internacional AAA, deja marca de 9-7 en 39 juegos, salva 4 juegos en 92 innings, 83 hits, 49 carreras, 40 limpias, 7 jonrones, 57 boletos, 57 ponches, 4 wild pitches, efectividad 3.91. En la importación de aquel Magallanes destacaban Bob Darwin y Wayne Garland, tambien Bob Bailor y Mike Reinbach. La presencia de novatos como Jim Rice yMark Weems, sólo traía ideas de venir por un segmento de la temporada mientras esta se ponía más intensa. En ese entonces desconocía que Weems en 1971 formó parte del staff de pitcheo de las Espuelas de Dallas-Fort Worth en la Liga de Texas AA, junto a Wayne Garland (19-5, 1.71), Tom Walker, Jesse Jefferson, Don Hood. Dejaron una efectividad colectiva de 2.61 que lideró la liga y les valió el tí­tulo del “Mejor Staff de pitcheo de todas la Ligas Menores”. Los números de Weemsaquel año fueron: 36 juegos, 6-2, 11 salvados, 53 innings, 41 hits, 15 carreras, 14 limpias, 2 jonrones, 22 boletos, 51 ponches, 1 wild pitch, efectividad 2.38. El juego que mas recuerdo de Weems en la temporada 1973-74 ocurrió el 29 de noviembre de 1973. Magallanes llegó al José Pérez Colmenares para enfrentar a los Tigres. James McKee versus Jim Willoughby. Se enfrascaron en duelo de pitcheo hasta que en el séptimo inning Ivan Murrell descargó doble entre left y centerfield. Edito Arteaga lo movió a la antesala con reoletazo dificil al campocorto y le quitó el celofán al plato mediante un toque de squeeze play ejecutado por McKee. En el octavo Jim Rice la desapareció por el bosque izquierdo. En el noveno Roberto Muñoz ponchó a Arteaga y McKee, luego Bob Bailor tronó doble entre dos y Gustavo Gil lo remolcó con sencillo a la izquierda. Luego que Teolindo Acosta y Adrian Garret iniciaran el cierre del noveno con imparables, Jim Frey llamó a MarkWeems quién de inmediato obligó a Kurt Bevacqua a rodarla por la intermedia para facturar la doblematanza. Acosta anotó por wild pitch de Weems, quien de inmediato se recompuso para sacar el out 27. Aquel 1 de enero de 1974, Mark Weems se fue a disfrutar de la playa junto a sus compañeros de equipo Wayne Garland, Don Hood y Bob Bailor. La pasaron muy bien hasta mediodía. Luego de almorzar Weems, un experimentado nadador y surfista, se metió al mar de Patanemo, Carabobo y más nunca regresó. Se sospecha que le sorprendió una embolia en la zambullida y le resultó imposible vencer la resaca. "Eso me hizo entender cuan frágil es la vida", declaró Bailor al periodista canadiense Earl McRae. Con Magallanes participó en 26 encuentros, 25 como relevista, 2-1, 11 salvados, 38.1 innings, 26 hits, 14 carreras limpias, 34 ponches, 33 boletos, efectividad 3.29. Al momento del accidente de Patanemo, Weems lideraba la liga en juegos salvados con 11. Al final de la temporada terminó igualado con el cubano Carlos Alfonzo, quién alcanzó los 11 salvamentos en 10 juegos más, los que Weems dejó de jugar en enero de 1974. Aquella tarde salí a jugar a duras penas. Moncho y Alberto se reían porque todos los lanzamientos los hacía sin levantar ninguno de los pies. Weems apenas levantaba el pie izquierdo cuando lanzaba. Dias más tarde hube de regresar del barbero, papá me llevó de vuelta. Tenía la melena muy larga y las patillas casi en la mandíbula. Alfonso L. Tusa C.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Homenaje a Félix Rodríguez en su exaltación al Salón de la Fama de los Navegantes del Magallanes

“…el periodista Rodolfo Mauriello me dijo que necesitaba evaluar más en detalle mis habilidades beisboleras. Nos fuimos a los terrenos del antíguo aeropuerto de San Luis. Como en muchas tardes cumanesas había un solazo que reventaba la piel, pero estaba pegando un brisa fortísima. Mauriello agarró un bate y me bateó primero unos roletazos que parecían “saltapericos” de tantas piedras que había en la arena. Cuando empezó a batear los “flais” tuve que ingeniármelas para seguir la pelota, empezaba a esperarla al lado de una mata de yaque y tenía que correr como diez metros más allá para atraparla. Así Mauriello estuvo mandando “flais” toda la tarde. Al final se puso malintencionado y bateaba hacia lugares donde había un espinero o pasaba un canal de aguas negras. Hizo que pareciera más un practicante de salto alto y largo que un outfielder. Cuando ya estaba a punto de “pedir cacao”, me dijo que estaba bien. Le pregunté si me iba a firmar. Mauriello me contestó que debía llamar a las oficinas de Magallanes en la noche para darles su reporte y de allá le indicarían que debería hacer. ‘Mañana mismo voy a tu casa y te digo que pasó’. Aquella noche pasó rapidísimo entre mis pensamientos de ir a jugar béisbol profesional, seguir en la pelota amateur, o buscar otra cosa que hacer. A los dos días Mauriello pasó por la casa. Como siempre andaba serio, cuando abrió la boca ya me veía preparando los anzuelos para regresarme a pescar querepes y guaraguaras en Aricagua. Prepárate para que mañana te presentes al estadio ‘José Bernardo Pérez’ en Valencia. Date por firmado, allá lo que van a hacer es formalizar la transacción. Tuve que afincar bien la suela de los zapatos al piso de cemento pulido, sino hubiera saltado hasta las láminas de cinc”. “Félix Rodríguez bateó 10 triples en la temporada 1976-77. Lo más sorprendente de eso es que Félix no era precisamente un corredor rápido, pero sabía correr y esa temporada parecía tener una brújula en el bate para colocar la pelota en los callejones más remotos del estadio. Después vino Joe Cannon, también del Magallanes, y bateó 10 triples en la temporada 1977-78. Y lo que no dice ahí es que Joe Hall también dio 10 batazos de 3 bases con Caribes de Oriente en la temporada 1992-93”. Extracto de Un barco en Santa Inés. Libro inédito de Alfonso Tusa. 161 pp.

Tributo a Jim Holt en su exaltación al Salón de la Fama de los Navegantes del Magallanes.

Un doble percusivo “El juego que enmarca esta nota ocurre el 20 de diciembre de 1969, en plena efervescencia de la lucha por la clasificación. Magallanes llega al estadio Universitario urgido de un triunfo que lo mantenga en la pelea y nada mejor que lograrlo ante los eternos rivales caraquistas. Con Orlando Peña encomendado para abrir desde los mástiles magallaneros, y Luis Peñalver comisionado para enviar las serpentinas melenudas, comenzó el partido bajo una expectativa de alta tensión, poco diferente de la que se vive en cualquiera de estos enfrentamientos. Las acciones ofensivas las inició el Magallanes, cuando al comenzar el segundo capítulo Gaston (en lo que fue su juego final con Magallanes en la ’69 -’70) la metió de hit en fuerte roletazo a los predios de la pradera izquierda. Al batear Holt, el voluntarioso jardinero tejano se lanzó a la conquista de la intermedia y la consiguió. Esta situación se convirtió en un detonante para el bateador zurdo porque, acto seguido, sonó línea trepidante por el right field que dejó sin oportunidad a Rich Scheinblum y remolcar en los pies de Gaston la rayita que inauguraba el marcador. El cierre de la tercera entrada sirvió para que los Leones aprovecharan el descontrol de Peña y alguna falla defensiva, para lograr hasta cuatro anotaciones y así pasar a dominar las acciones. Teodoro Obregón comenzó el acto con sencillo, y luego del out de Jesús Padrón, Peñalver tocó la bola logrando embasarse a consecuencia de un tiro defectuoso del lanzador que hizo a Aristimuño salirse de la base. Nelson García conectó rodado por el montículo, bueno para forzar a Peñalver en segunda. Pero entonces Víctor Davalillo (j) la conectó de inatrapable para impulsar la igualada en las piernas de Obregón, y Peña golpeó a Cleon James para llenar las bases. Todo esto trajo a batear a Scheinblum quien largó un estacazo a la línea de cal de la izquierda que barrió las bases mientras él se estacionaba en la segunda base. De aquí en adelante el juego se mantuvo intacto en el marcador hasta llegar al comienzo del noveno inning. Gustavo Gil comenzó entregando el primer out con rola de short a primera. Sin embargo, Gaston dio muestras de que todavía había vida en el barco al encender petardo a la derecha. Es entonces cuando Jim Holt conecta el batazo clave que lo hace merecedor del protagonismo en este encuentro, pues truena un doblete (su segundo de la noche) por la banda derecha haciendo anotar a Gaston y poniendo a arder el rancho caraquista con unas chispas que anunciaban rebelión en alta mar. Mientras la tribuna derecha, dormida durante cinco episodios, comenzaba a acalorarse paulatinamente, Ray Fosse soltó una bala fría al jardín central buena para colocar corredores en las esquinas. La sirena alborotaba la noche. Entonces el dirigente caraquista se llevó a Peñalver y trajo a Diego Seguí para aplacar la amenaza navegante. Aquí vino a batear Dámaso Blanco quien devolvió un envío del cubiche hacia la zona corta del centerfield empujando la anotación de Holt que colocaba el cotejo 4-3, mientras la temperatura en el universitario subía hasta niveles de fiebre escarlata. Sin embargo, todo pareció volver a la normalidad cuando Armando Ortiz salió de pitcher a primera mientras los corredores llegaban a segunda y tercera. Los cánticos caraquistas buscaban el último out desde la tribuna izquierda, aunque el juego no terminaba. Pompeyo Davalillo ordenó boleto intencional para Orlando Reyes buscando el último out en cualquier lugar. Desde el barco, “Patato” Pascual respondió trayendo de emergente a Héctor Martínez por el lanzador Gregorio Machado quien había entrado a relevar en el acto anterior. Martínez respondió despachando imparable al centro bueno para generar el empate y provocar la arrojada carrera de Dámaso Blanco hasta la goma y así marcar la de la ventaja al caérsele la pelota al receptor Musulungo Herrera. Dick Baney vino a relevar en el cierre del noveno y logró mantener a raya a los Leones para que Magallanes anotara en su bitácora otra victoria en aquella recordada temporada”. Extracto de Una Temporada Mágica. Alfonso Tusa. 2006. LVBP. Central Banco Universal. 205 pp.

Homenaje a Gregorio Machado en su exaltación al Salón de la Fama de los Navegantes del Magallanes

“…es el del 23 de enero de 1970. Se jugaba el tercer juego de una semifinal a siete partidos ante los Tigres de Aragua. Los abridores nopudieron llegar hasta la fase definitoria de este disputado encuentro. Danny Morris comenzó por Magallanes y no estuvo en su mejor noche. Por su parte, Luis Peñalver abrió en la lomita felina y aun cuando se mantuvo más tiempo en el juego, no pudo resistir los arponazos lanzados desde el barco; tuvo que irse sin decisión. Los Tigres empezaron lanzando arañazos despiadados a los tablones de la proa. En el segundo capítulo, John Bateman comenzó la embestida con doble a la izquierda. Dennis Paepke salió con elevado al centro. Jim Williams la rodó por la antesala, movimiento que aprovechó Bateman para llegar a la esquina caliente desde donde inauguraría el marcador amparado en imparable de Elio Chacón al campo derecho. En el cuarto inning las dentelladas contra el buque arreciaron en forma de cuadrangular descomunal de Bateman por todo el jardin central. Paepke negoció cuatro malas y Jim Williams la hizo zumbar de inatrapable al centerfield, donde César Tovar cometió error que fue aprovechado por Paepke para poner las cosas 3-0 a favor de los felinos rayados. Todos esos colmillazos no lograron apagar la totalidad de las luces en la nave y en la apertura de la quinta entrada salieron fogonazos desde varias partes de cubierta para recordarle a los bengaleses que el dolor lo puede sentir cualquiera. Gregory Sims empezó los fuegos con biangular a la derecha. Ray Fosse fue dominado con bombo en foul por primera. Jesús Aristimuño podó la grama del jardín central con sencillo bueno para colocar corredores en los ángulos exteriores. Dámaso Blanco entregó el segundo out con rastrero a la antesala. Entonces “Patato” Pascual trajo de emergente a Gonzalo Márquez por el pitcher Danny Morris y tronó un imparable al left field que encendió la fiesta en las velas del barco. Con ello, Sims y Aristimuño cruzaron la goma para poner el juego al rojo vivo. El ataque desde la nave continuó en el sexto episodio cuando Jim Holt despachó un soberbio cuadrangular por toda la banda de la derecha para igualar el marcador 3-3. De allí en adelante se desarrolló un intenso forcejeo entre los lanzadores. Gregorio Machado se mandó con un tremendo relevo de 10 entradas en las que espació 5 imparables y no permitió que tigre alguno llegara al hogar. Por los tigres, Gary Ross reemplazó a Peñalver en el octavo y mantuvo la porfía hasta el inning 13; para el episodio 14 vino a la lomita Roberto Muñoz. El espeluznante desenlace del partido se dio en la citada entrada 14 cuando Gregorio Machado logró embasarse y, acto seguido, vino Gustavo Gil para destapar un vibrante tripletazo a lo más profundo de los jardines que trajo hasta la goma al otro héroe de la jornada con la carrera que sellaría la victoria”. Extracto de Una Temporada Mágica. Alfonso Tusa. 2006. LVBP. Central Banco Universal. 205 pp.