lunes, 25 de mayo de 2015

Phil Regan recuerda Dodgertown.

Antíguo pitcher de los Dodgers elogia la naturaleza inclusiva del complejo de Vero Beach. Benjamin Hill. MiLB.com. 15-05-20015. El juego en honor a Jackie Robinson, un encuentro de la Florida State League escenificado cada 15 de abril en el histórico Dodgertown en Vero Beach, le da una oportunidad a los aficionados y peloteros de imaginar como era el beisbol en los días de Robinson, Campanella, Koufax y Drysdale. Pero Phil Regan el coach de pitcheo de los Mets de St. Lucie, no necesita imaginarlo. Él estuvo ahí. Él lo vivió. El juego de Jackie Robinson de 2015 presentaba a los Mets de Regan como el equipo anfitrión, dando al experimentado hombre de beisbol de 78 años una oportunidad para revivir y reflexionar sobre sus experiencias en Dodgertown. Dodgertown, unas antiguas barracas navales, sirvió como la sede de entrenamientos primaverales de los Dodgers desde 1948 hasta 2008. Fue creado, bajo la tutela del legendario ejecutivo Branch Rickey, alrededor del debut de Jackie Robinson. Esto le permitió a los Dodgers entrenar en un ambiente racial integrado, en una época cuando Jim Crow aún era la norma. Regan lanzó por primera vez en Dodgertown en 1966, la primera de tres temporadas con los Dodgers. Esta fue una etapa en una carrera de beisbol de casi seis décadas, que entre muchas otras cosas, ha incluido pasantías como scout, coach de pitcheo del equipo olímpico y manager de Grandes Ligas (él dirigió a los Orioles de Baltimore y escribió el nombre de Cal Ripken en la alineación para el juego 2131 consecutivo con el cual rompió el record). Encontré a Regan el 16 de abril en el hogar de los Mets de St. Lucie, Tradition Field. Al principio mi interés en entrevistarlo era simplemente conseguir unas declaraciones para la reseña del juego de la noche anterior, el Jackie Robinson Celebration Game, nuestra conversación dio para mucho más que eso. Regan me invitó a la oficina de los entrenadores y ofreció una bebida de una nevera bien equipada con agua y Powerade. Por los próximos 20 minutos, él habló de sus memorias de Dodgertown, el legado de Jackie Robinson y cuanto ha cambiado el beisbol desde su debut profesional en la temporada de 1958. MiLB,com: ¿Cuál fue tu primera impresión de Dodgertown? Parece un ambiente único. Phil Regan: El año que llegué allí (1966), Don Drysdale y Sandy Koufax nunca fueron al entrenamiento primaveral. Ese fue el año cuando ellos dejaron de jugar, hasta lograr 100000 $ de contrato cada uno. Por eso, cuando llegué allí (después de seis temporadas con los Tigres de Detroit), lance bastante y también Don Sutton. Él era un novato de 20 años, y debido a que Koufax y Drysdale no pitchearon, ambos lanzamos mucho. Y ambos hicimos el equipo. Pensé que iba a ser abridor, pero ellos dijeron, “Vamos a hacer de Sutton el cuarto abridor y te pondremos a ti en el bull pen. Si él no lo hace bien, lo enviaremos de vuelta a Spokane y tú podrás abrir de nuevo”. Bien, él lo hizo bien (risas). Tuvo una gran carrera. Pero la gran cosa que recuerdo de Dodgertown era la manera diferente como ellos entendían el juego. Primero que todo, todos comían juntos, y eso era la gran cosa con el éxito de los Dodgers. Porque te podías sentar con Koufax y Drysdale, aun siendo un pelotero de Clase A. Todos comían juntos en esa cafetería. Tommy LaSorda, Walt Alston, todos estaban ahí. La otra cosa que era realmente única, tenían todo ahí. Tenían un campo de golf ahí, y cada noche proyectaban una película de cine. Estoy seguro que todo ocurrió debido a Jackie Robinson. Esa era una de las cosas de las que hablaban. Ellos querían tener todo ahí, par que los jugadores, Tommy Davis, Willie Davis, Junior Gilliam, Johnny Roseboro, no se fueran. Realmente había una conexión en el equipo. Cuando Koufax y Drysdale dejaron de jugar toda la primavera, nunca oi a ningún pelotero decir nada malo de ellos. Todo lo que dijeron fue, ‘Bien, cuando ellos firmen vamos a ganar otra vez’. Pienso que una de las razones de eso fue Dodgertown. Luego, cuando yo era scout de avanzada de los Dodgers, fui mucho a Dodgertown. Tommy LaSorda tomaba un equipo de peloteros jóvenes y otro tipo dirigía otro equipo. Él prendía las luces del campo, y decía ‘Bien, tienen que batearme’, digamos, cinco carreras. Y el lanzaba el juego. Yo vi eso una noche, él estaba lanzado y tuvo un tirón en un músculo de la pierna. Estaba cojeando y Peter O’Malley apagó las luces. No los dejó jugar más. MiLB.com: Cuando empezaste tu carrera de beisbol profesional en 1956, Jackie Robinson todavía jugaba. ¿Llegaste a conocerlo? Phil Regan: Nunca conocí a Jackie Robinson, pero sí a Roy Campanella y Don Newcombe y Joe Black y Junior Gilliam y Duke Snider, todos los grandes Boys of Summer, y hablé con ellos. Yo empecé en 1956 con la organización de los Tigres de Detroit. Eso fue en Jamestown, New York, pero en 1958 yo estaba en Birmingham, Alabama. Y esto es duro de contar pero en Birmingham tenían una ordenanza municipal en referencia a que los negros no podían jugar contra los blancos. Eso era 10, 11 años después que Robinson rompió la barrera racial en las Grandes Ligas. Ese año ganamos el campeonato de la Southern Association. Entonces fuimos a la Dixie Series, la cual eran ante los ganadores de la Texas League (Los Giants de Corpus Christi). Y ellos tenían tres jugadores negros, quienes no pudieron jugar en Birmingham contra nosotros. ¡En 1958! Están ocurriendo cosas que nunca pensé ver. Todo está pasando tan rápido. Todo. Pienso en cuando crecía en una granja en Michigan. No teníamos teléfono. Ni televisión. Oíamos a Harry Heilman narrar los juegos de los Tigres de Detroit por radio. Y cuando piensas en lo que ocurría en Dodgertown en aquel tiempo, y en el beisbol, no puedes creer las cosas que pasan ahora. Es increíble. Benjamin Hill es un reportero de MiLB.com y escribe Ben’s Biz Blog. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Un equipo sorprendente

Hasta aquella temporada de 1975, tenía hasta cuatro equipos favoritos en las Grandes Ligas, los Expos de Montreal, por un pitcher llamado Carl Morton que había sido novato del año de la Liga Nacional cuando ganó 18 juegos para un equipo sotanero y lanzó hasta cuatro blanqueos; y porque Remigio Hermoso había debutado con ellos en Grandes Ligas. Los Astros de Houston porque Nellie Fox había terminado su carrera con ellos y había sido mentor de otro gran camarero como Joe Morgan, por un escopetero de nombre Don Wilson quien había ejecutado dos juegos sin hits ni carreras hacia finales de los años ’60 y porque jugaban en el Astrodomo. Los Royals de Kansas City porque tenían un campocorto microscópico en Fred Patek, porque Lou Piniella había sido novato del año con ellos en 1969, por Jim Rooker y por Mike Hedlund. Y los Medias Rojas de Boston por los muchachos cardíacos y el sueño imposible de 1967. Al empezar la temporada me llamó mucho la atención que Jim Rice, Dwight Evans y Rick Burleson fuesen regulares en la alineación de Darrell Johnson. Rice había jugado con Magallanes en la temporada 1973-74. Boston lo dejó venir porque el manager era Jim Frey. Evans (1972-73) y Burleson (1973-74) vinieron con Lara, asignados al manager Luis Aparicio. También me maravillaba el hecho de que Luis Tiant, el mismo de tantos juegos épicos en la liga venezolana de beisbol con los Leones del Caracas y después con los Tiburones de La Guaira (al punto de tomar venganza con un sin hits ni carreras en noviembre de 1971 ante el Caracas) era el pitcher principal de la rotación de abridores luego de agenciar marca de 22-13, 7 blanqueos y 2.92 de efectividad en la temporada de 1974. Me pareció que de nuevo flotaba la magia de 1967 en los juegos de los Medias Rojas. Los Orioles de Baltimore partían como favoritos y los patirrojos acaso si podrían batallar por los puestos secundarios. Pronto el equipo empezó a mostrar rasgos de competitividad en la consistencia ofensiva y defensiva de Lynn, en el poder imparable de Rice, quien comenzó la temporada como bateador designado ante la presencia de la leyenda viviente de Carl Yastrzemski, y terminó apoderándose del jardín izquierdo a partir de un juego donde Johnson decidió descansar a Yaz en primera base, Rice capturó todo lo que batearon por el left field esa noche, y además jugó a la perfección con los rebotes del monstruo verde. La temporada avanzaba y aunque los Medias Rojas no tomaban el primer lugar de manera definitiva, se mantenían en la cercanía de los primeros lugares, ganando y perdiendo juegos, teniendo jornadas maravillosas y descorazonadoras como aquel bolazo de Nolan Ryan en la cabeza de Doug Griffin, eso le quitó la titularidad en la segunda base y trajo al equipo a quien sería su camarero regular hasta octubre. Por otro lado el cuerpo de lanzadores mostraba cada vez una fortaleza quizás nunca vista desde 1967. Rick Wise daba muestras que su recuperación de la intervención quirúrgica que había vivido eran un hecho que se consumaba con cada salida que hacía al montículo. Lanzaba blanqueos a un ritmo similar al de sus mejore años con Filadelfia y San Luis. Bill Spaceman Lee se convirtió en una garantía de mantener al equipo en el juego tanto o más que el propio Tiant, cuando subía al morrito. Luis Tiant ganó quizás el juego más determinante, el que de verdad me hizo pensar junto a todos los poco expertos y más conocedores de juego que esos Medias Rojas iban tan en serio como los del Sueño Imposible; el derecho cubano se fajó en un duelo de pitcheo contra los Orioles de Baltimore y el mismísimo Jim Palmer. Hacía rato había empezado la recta final de septiembre y Tiant apretó el brazo hasta que Rico Petrocelli y Carlton Fisk jonronearon para darle una victoria 2-0 a los patirrojos. Si, ocurrió lo que ahora es casi una pieza de museo, Tiant y Palmer lanzaron completo, nueve episodios. También recuerdo mucho un juego donde el jardinero de reserva Rick Miller negoció tres bases por bolas y anotó dos carreras de un juego que terminó por diferencia de un par de anotaciones. Y a Bernie Carbo largando jonrones determinantes mucho antes de octubre, hubo un juego en mayo donde bateó dos jonrones y empujó todas las carreras para que los Medias Rojas vencieran a Kansas City 4-2. Había juegos que se ganaban por jugadas fantasmales de Lynn en el centerfield o un disparo preciso de Evans al guante de Petrocelli, el equipo seguía en los primeros lugares, el calendario avanzaba y cada vez seguía más a los Medias Rojas. Carl Morton ya no ganaba tantos, ya ni siquiera jugaba con los Expos. Joe Morgan ahora jugaba con Cincinnati y Don Wilson había fallecido en un sospechoso accidente en el garaje de su casa. Hedlund se había retirado en 1972, Rooker jugaba para los Piratas y Piniella había sido enviado a los Yanquis, el único sobreviviente era Patek. Entonces aquella gran temporada de Lynn y Rice, quienes como novatos empujaron cada uno más de 100 carreras y batearon más de 20 jonrones, terminó de redondear mi creciente seguimiento de los Medias Rojas, aun cuando al final de la temporada Rice se lesionara y no pudo jugar en la postemporada, el equipo seguía mostrando la magia de cada día un héroe distinto e inesperado, como las apariciones de Rogelio Moret ante los Yanquis, las intervenciones de Tim Blackwell y Tim McCarver cuando Carlton Fisk pasó tres meses lesionado al inicio de la campaña, los relevos de Jim Willoughby y las victorias inesperadas de Reggie Cleveland. Y cuando hacían falta relevos largos, llegaban Diego Seguí y Dick Pole. Alfonso L. Tusa C.

lunes, 18 de mayo de 2015

Mike Norris y el invierno de la moral

05-03-2015. Owen Watson. The Hardball Times. El primer inning siempre fue el más difícil. Este fue particularmente descontrolado, con el bateador abridor Willie Randolph agachándose ante una recta alta antes que Ken Griffey huyera de una pelota lanzada a sus pies. Lo único que le importaba al tipo del montículo, era que Randolph había terminado ponchándose parado y Griffey había elevado al jardín derecho. Cuando Dave Winfield entró a la caja de bateo por los Yanquis en aquel día gélido de finales de mayo de 1983, los Atléticos de Oakland ya ganaban 2-0 y le habían hecho dos outs a los bombarderos. Decir que el primer lanzamiento a Winfield fue descontrolado sería eufemístico; más justo es decir que fue uno de esos lanzamientos que parece tener una intención impresa. En este caso, el delgado derecho del montículo parecía haber apuntado a la cabeza de Winfield con un pequeño cañón que lanzaba proyectiles con el peso de una manzana. Afortunadamente para Winfield, él vio el lanzamiento a tiempo. Debido a que reaccionó tarde, la pelota solo estuvo a muy poco de darle de lleno en la cara, y él colapsó en la tierra de la caja de bateo. No estuvo allí por mucho tiempo. Luego de ponerse de pies, tiró su bate al aire, y se abalanzó hacia el montículo con los ojos a punto de estallar. “¡Hijo de…, te voy a patear el c…!, le gritó mientras el cátcher de los Atléticos, Mike Heath, lo aguantaba por detrás. Winfield se volteó. “Pero voy a empezar primero contigo”. Winfield agarró al cátcher por el cuello con su mano izquierda y lo levantó del suelo, los pies de este se movían sobre la grama artificial. El pitcher de 90 kg desde el montículo, solo podía imaginar su pequeño cuello en la misma situación. Mientras Winfield lanzaba al cátcher a la grama del infield, las bancas se vaciaron y se enfrentaron. Cuando el polvo se asentó, solo Winfield fue expulsado, y los Yanquis ganaron 4-2 amparados en un jonrón de tres carreras de Graig Nettles en el séptimo inning ante el delgado derecho que había golpeado a Winfield. Mike Norris, de extraordinaria screwball, fue ese pìtcher flaco en el montículo de Yankee Stadium hace tres décadas. Él lanzó partes de 10 temporadas con los Atléticos de Oakland desde 1975 hasta 1990. En 1980, él debió haber ganado claramente el premio Cy Young de la Liga Americana. No lo hizo y esta es la razón principal por la que estamos aquí, discutiendo de un hombre quién debió ser bien conocido en los círculos del beisbol, y probablemente fuera de ellos. Su carrera fue una serie de intersecciones circunstanciales. No sólo tuvo una temporada que cualquier pitcher actual o antíguo de Grandes Ligas soñaría tener, sino que se cruzó con incontables luminarias, pitcheó en una época cuando el uso recreacional de las drogas y los deportes profesionales estaban chocando, y experimentó de primera mano a un país y un juego inseguros de cómo manejar la injustica socia y racial. Su cuento podría catalogarse como uno para tomar precauciones, pero esa es una etiqueta muy simple para colocarla a una historia que destaca muchos de los problemas que aún afectan al beisbol y atribulan a este país. Sus historias hablan por sí solas, yo las presento como me las contaron. El joven de 19 años del area de la bahía miraba por la ventana del taxi las filas de los maizales de las afueras de Burlington, Iowa, en 1973. Unos meses antes, había sido drafteado por los Atléticos de Oakland en la escogencia final de la primera ronda del draft amateur de enero en el City College de San Francisco. Ahora, en un estadio a 150 milas de Des Moines, estaba listo para reportarse a su primera asignación en el beisbol profesional. Reflexionó acerca del camino que lo había llevado hasta ese momento: el destartalado campo donde jugaba de niño en el Fillmore District, los chicos rudos que jugaban en las Pequeñas Ligas y los equipos de la secundaria (incluyendo un cátcher que siguió jugando después que se rompiera un alambre de sus máscara de receptor y le abriera un hueco en la mejilla), y finalmente, el pináculo, un bono por firmar de 25000$ cancelado por Charlie Finley. Mientras el taxi se estacionaba fuera del estadio, el joven notó que un niño esperaba fuera de las puertas. El niño, asumió él, de seguro oyó que vendría un nuevo pelotero a jugar para las Abejas A, y estaría ansioso por conocer al derecho que había mostrado una gran velocidad y un cambio afilado en ruta a conseguir una marca de 7-0 en su último año en secundaria. Cuando el pitcher salió del carro, el niño lo siguió hasta el maletero del taxi donde estaba el equipaje, miraba extrañamente a la parte trasera de los pantalones del joven. Sin importar cuantas veces el joven trató de enfrentar al niño, este inevitablemente trataba de ponerse detrás de aquel. Finalmente, confundido, el pelotero le preguntó al taxista, “¿Qué le pasa a este chico?” El taxista ladeó la cabeza y dijo: “Él quiere comprobar si tienes cola”. Esa fue la primera experiencia que Norris tuvo en las ligas menores, esto sería hablar de sus pocos años viajando por el medio oeste y el sur profundo en Clase A y AA como jugador de beisbol profesional de color a comienzos de los años 1970. “Cuando firmé ese contrato”, me diría Norris en un concurrido café de Oakland 40 años después de su primer día con el Burlington Clase A, “Me dijeron que debía ser el doble de bueno que cualquiera de esos tipos blancos, o no iba a lograr nada. Digerí eso, pero no lo mantuve en mi mente, eso no era una buena motivación”. Durante ese año en Burlington, él consiguió actuaciones de pitcheo increíbles cada quinto día, dejó una efectividad de 2.21 y un WHIP de 1.10 en 110 innings. Él también destacó con el bate a ritmo de .452 con gente en base en 45 turnos. Sin embargo, a pesar de su estelar desempeño en el campo, la confluencia del racismo, pago miserable, y estar lejos del hogar dificultó su estadía en la Midwest League. “Si no hubiese sido por mis compañeros de cuarto Claudell Washington y Dereck Bryant, no sé si hubiera sobrevivido”, me dijo Norris. Fue en la Southern League, luego de ser promovido al Birmingham AA, que Norris tuvo una experiencia muy familiar para muchos en el sur profundo. Buscando un lugar donde comer entró a un restaurant al cruzar la calle desde el hotel donde se alojaba el equipo en Savannah, al entrar nunca recibió una palabra del mesero. Al tratar de llamar la atención del mesero para ordenar una comida, fue ignorado reiteradamente. Finalmente, él empezó a señalarle al mesero que había estado esperando por mucho más tiempo que las personas quienes se habían sentado después de él, a lo cual el mesero contestó: “Negro, me has estado molestando desde que entraste”. A Norris nunca lo habían llamado así en su cara antes de llegar a Birmingham. “Fue como un puñal en el pecho”, dijo él al recordar. Norris se paró de su asiento en el restaurant y empezó a discutir con el mesero, se molestó mucho. A medida que la discusión subía de tono, el mesero fue detrás del mostrador y presionó un botón. Algo le decía a Norris que saliera del restaurant, pero se sentía agraviado. Se quedó para discutir su caso. En dos minutos, llegó una patrulla de la policía estadal, con las sirenas sonando. “¡Ese es el negro!¿Ese es el negro!”, gritó el mesero, señalando a Norris. Uno de los policías se le acercó. “¿Cuál es tu nombre muchacho?” Preguntó el policía. “¿Eres uno de estos peloteros de aquí, muchacho?” “Mike Norris. Si, señor”. “¿Estás alojado en ese hotel del frente, muchacho?” “Si, señor”. “Quiero que vengas conmigo, muchacho”. Luego de salir del restaurant, el policía agarró violentamente a Norris por el brazo y lo miró a los ojos. “Ahora me vas a escuchar, muchacho. Quiero que muevas tu negro trasero de vuelta al frente de la calle, y no regreses más a este restaurant mientras estés aquí”. “Si, señor”. Norris cruzó la calle y regresó al hotel del equipo. Luego de la serie de Savannah, el bus del equipo se dirigió a Jacksonville y Orlando. Los Suns y los Mellizos eran afiliados de Kansas City y Minnesota respectivamente, y los viajes en bus desde Birmingham eran muy calurosos y asfixiantes debido a la falta de aire acondicionado en el bus y a lo tortuoso de las carreteras. De vuelta a Birmingham luego del viaje a Georgia y Florida, los jugadores decidieron algo: querían un día libre. Norris pensaba en el panorama de una noche lejos del fanático que se sentaba en las gradas del jardín derecho con un gato negro y una patilla, gritando epítetos raciales a los peloteros de color. Los A’s de Birmingham de verdad necesitaban un juego suspendido por lluvia. Desafortunadamente los cielos estaban despejados, así que se inspiraron en un evento de 1970 de la liga de Texas AA, cuando los Spurs de Dallas Fort Worth inundaron intencionalmente el campo de sus oponentes, los Gigantes de Amarillo, para tratar de forzar un diferimiento del juego. Afortunadamente para Norris y los A’s de Birmingham, su dueño no tenía un helicóptero para secar el campo, como fue el caso en Amarillo, y consiguieron su día libre. (Ron Shelton, quién jugaba segunda base para los Spurs de Dallas Fort Worth en 1970, luego escribiría y dirigiría Bull Durham, película en la cual aparecen detalles de la icónica escena de la inundación). “El agua llegaba a la altura de los tobillos cuando llegamos al estadio el día siguiente”, dijo Norris, recordando como ellos casi irrevocablemente dañaron el campo. En el curso de los pasados cuatro meses, Norris me ha contado las historias de su vida en el beisbol profesional. Antes de nuestra primera reunión, no sabía que esperar, quizás sería un hombre privado, no interesado en revivir las memorias dolorosas de una carrera de altibajos. A mitad de aquella primera reunión de tres horas, después de probar que mis temores iniciales por su silencio potencial eran infundados, todo se aclaró ante mí: sus historias no eran solo sobre su carrera, o solo sobre beisbol. La suya es una perspectiva histórica del invierno moral del beisbol en todos sus niveles. Con Norris, tenemos una mirada a la frontera de lo que era el juego y lo que es, su belleza, su diversión, y si, sus cicatrices y heridas vendadas que permanecen frescas y abiertas. Él nos lleva a hacer la pregunta: ¿Es el juego, en un nivel social, mejor de lo que era hace 40 años? Como antíguo líder del programa Reviving Baseball in Inner Cities (RBI) en el area de la bahía, como jugador que vio tres décadas de beisbol profesional, Norris ha experimentado la evolución del juego a todos los niveles. Durante nuestra reunión más reciente, le pregunté que pensaba de algunos de los asuntos actuales que el juego enfrenta: el decreciente número de peloteros afroamericanos en las mayores, los costos prohibitivos de practicar el juego para niños de comunidades deprimidas, y la falta de sindicato para los peloteros de ligas menores. Él miró hacia abajo por un momento, ladeó la cabeza, y dijo: “Jackie Robinson se está revolcando en su tumba”. References & Resources • Owen Watson, The Hardball Times, “The Cy Young That Never Was” • Mark Goodman, Family Weekly, “Pitcher Mike Norris: Ace of the A’s.” Sept. 25, 1981: p. 19-21. • The Milwaukee Sentinel, “Winfield ejected, but Yanks win.” May 28, 1983: p. 2, pt. 2 • Mike Norris’ Baseball-Reference page • Mike Norris’ YouTube page Traducción: Alfonso L. Tusa C.

lunes, 4 de mayo de 2015

Eduardo Rodríguez, de los Medias Rojas de Boston nunca renunció al beisbol gracias a su mamá y ahora es prospecto de Grandes Ligas.

Christopher Smith. Masslive.com. 24-04-2015. Pawtucket, R.I. – El gran prospecto de los Medias Rojas, Eduardo Rodríguez consideró dejar el beisbol cuando era adolescente. A los 14 años de edad, su manager en Venezuela le dijo que tenía el talento suficiente para firmar con una organización de Grandes Ligas si seguía trabajando duro. El zurdo Rodríguez eventualmente fue ubicado por los Tigres de Detroit quienes lo citaron para una prueba. “Los Tigres me invitaron a una prueba allá en Venezuela y solo lancé como 83, 85 millas”, dijo él. “No quisieron firmarme. Me fui a casa y dije, ‘No quiero jugar más beisbol’. Después mi mamá me dijo, ‘¡Anda a practicar!’” Él siguió su consejo. Decidió continuar jugando beisbol y entrenando en una de las academias de beisbol en Venezuela. “Practiqué allí y subí a 88 hasta algunas veces 90,91 millas”, dijo él. “Firmé y me dijeron que trabajara duro, muy duro y ahora lanzo la pelota con fuerza”. A los 17 años de edad, Rodríguez firmó un contrato de agente libre internacional con los Orioles de Baltimore, el 22 de enero de 2010. El resto es historia. Ahora él tiene 22 años y una estatura imponente. Y su velocidad continúa subiendo. Durante su debut en AAA el año pasado, una apertura con los Medias Rojas de Pawtucket en los playoffs, él estaba lanzando entre 92-95 mph, dijo un compañero. Él es uno de los cinco principales prospectos de la organización de los Medias Rojas y algunos piensan que tiene el tipo de recta que podría convertirlo en el as de una rotación de Grandes Ligas. Boston lo adquirió desde Baltimore el año pasado en la fecha límite para cambios sin waiver, por el relevista Andrew Miller. Después del cambio, Rodríguez tuvo marca de 3-1 con efectividad de 0.96 en seis aperturas de temporada regular con el Portland AA. Hizo su debut con los PawSox el 12 de septiembre y permitió solo dos carreras en 7.0 innings. “Enfrentemos los hechos: Su mejor arma es su recta y así debe ser”, dijo el coach de pitcheo de Pawtucket, Bob Kipper. “Eso determinará su éxito”. Baseball America lo clasificó como el prospecto 59 al comienzo de esta temporada. Y por supuesto todo empezó cuando su madre le dijo que siguiera practicando. Él dijo de sus padres: “Ellos siempre llaman y me dicen, ‘Vamos, tú puede ahcerlo. Solo tienes que trabajar duro. Te amamos. Sigue trabajando’”. Sus padres aún están por verlo lanzar en Estados Unidos. “Ellos tienen que conseguir una visa de turista para venir aquí”, dijo Rodríguez. “Estoy tratando de hacer eso para la próxima temporada, para que pueden venir a verme”. Crecer en Venezuela Rodíguez guarda los recuerdos más agradables de crecer en Venezuela y eso incluye su comida favorita, las arepas. Él creció con tres hermanos. Tiene dos hermanos, Jesús de 33 años, y Luis de 19, y una hermana, Abilis, de 29. Sus hermanos juegan softbol. Siempre jugaba con ellos cuando era pequeño”, dijo Rodríguez. “Me gusta practicar todos los deportes”. Rodríguez creció jugando tres deportes: beisbol, futbol y baloncesto. “Me gusta mucho el futbol también”, dijo, agregó que jugaba todas las posiciones. “Me gusta ver los juegos. Me gusta ver como juegan. Cuando estoy de receso entre temporadas, juego algunas veces. Se define como un buen lanzador en baloncesto. “Me gustan mucho las cestas triples” Un apasionado fanático deportivo Todavía es un gran seguidor del futbol. Es aficionado del Barcelona FC y sus dos futbolistas favoritos son Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Él veía varios juegos de Grandes Ligas por televisión mientras crecía y asistía a los juegos de beisbol invernal en Venezuela. Su pitcher favorito era Johan Santana, un zurdo venezolano. Santana ganó el Cy Young de la Liga Americana en 2004 y 2006 con los Mellizos de Minnesota. Las lesiones afectaron la carrera de Santana luego de la temporada de 2010. Santana firmó un contrato de un año con los Orioles de Baltimore en Marzo de 2014, pero no lanzó con ellos en la temporada regular. Para ese momento, Rodríguez todavía estaba con Baltimore y conoció a Santana. “Él siempre fue mi favorito”, dijo Rodríguez. “El año pasado, en Baltimore (en el campo de entrenamientos primaverales) él estaba ahí y me dijo como lanzar mi cambio. Me ayudó mucho”. Y ¿adivinen quien es su basketbolista favorito? Cuando le preguntamos, respondió, “Ustedes saben quién …” Si, es el rey, Lebron James, el hombre quien tiene abajo a los celtics de Boston 3-0 en la primera ronda de playoffs de la NBA. “Me gusta cuando hace las clavadas”, dijo Rodríguez. “Algunas veces, cuando tengo oportunidad, veo la NBA”. Y por cierto le gusta que lo llamen Eddie. ¿ Zurdo natural? ¡No! Él dijo que tenía 7 u 8 años de edad cuando su vida cambió para siempre. Era un día lluvioso y estaba jugando con sus hermanos. Trató de subir a un camión y se resbaló, se fracturó el codo derecho. Con el brazo derecho enyesado, él empezó a lanzar con su brazo izquierdo. “Empecé a lanzar la pelota con el hombro izquierdo y aún sigo haciéndolo”, dijo él. “El doctor vino y dijo, ‘No lances con el brazo derecho porque se podría romper otra vez. Así que empecé a jugar con el izquierdo”. Rodríguez también batea a la zurda. Desarrollando un tercer lanzamiento. Rodríguez tiene marca de 1-0 con 2.31 de efectividad en dos aperturas (tres carreras limpias en 11.2 innings). Ha permitido un solo boleto comparado con nueve ponches. “Trabajo un poco más en lanzar mi slider porque ellos quieren que la lance más”, dijo él. “Porque lanzo muchas rectas y cambios”. Desarrollar y sentirse cómodo con un tercer lanzamiento es crucial para cualquier lanzador joven antes de llegar a las Grandes Ligas y tener éxito allí. Kipper fue el coach de pitcheo del Portland AA el año pasado cuando Rodríguez lanzó para los Sea Dogs. “Vi un cambio de velocidad que mostraba una promesa legítima”, dijo Kipper, reflexionando sobre el año pasado. “Él llego al punto en que desarrolló una gran confianza en el lanzamiento y este se convirtió en una arma válida para él. Y logró no solo una ubicación física para lanzar muy bien este pitcheo alternado con su recta, sino que logro ubicarse mentalmente para lanzarlo en distintos conteos”. “Para mí su cambio se ha desarrollado como un arma muy confiable y efectiva”, agregó Kipper. “El único lanzamiento que está un poco rezagado al presente es su slider, Él tiene una tendencia, y no es sólo él, mucho tipos caen en esa trampa, ellos tratan de ayudar a que el lanzamiento rompa. Como resultado mecánico, ellos empiezan a trabajar alrededor del pitcheo. Y no crean la inclinación o profundidad del pitcheo que verdaderamente lo hace efectivo. Entonces se hace plano. Se desplaza en un plano monótono y se hace más bateable. Pero ese es un trabajo en progreso. Pienso que él está empezando a identificar como debe colocar los dedos en la pelota para que su slider tenga la inclinación necesaria”. “Él tiene 22 años de edad, y hay mucho que apreciar en este hombre. Algo de lo que estoy impresionado es su presencia y compostura y su habilidad para competir en los momentos retadores del juego”. Tal vez lo veamos en las mayores más temprano que tarde si esa slider sigue evolucionando. Traducción: Alfonso L. Tusa C.