Will McDonald. Honoring & Remebering. Royals Review.
Estoy dictando un curso sobre los años 70 y en la primera asignación del semestre pregunté a mis estudiantes que analizaran una publicidad de una revista de ese período. Para facilitar las cosas, agarré una caja llena de revistas viejas. Había probablemente 10 copias amarillas de The Sporting News en la colección y cuando casi me había aburrido, encontré una simpática historia que nunca antes había escuchado: El embrollo alrededor del título de bateo de 1976.
La batalla por el título de bateo de la Liga Americana era ya muy interesante porque dos compañeros de equipo, George Brett y Hal McRae se perseguían mutuamente en pos de la corona. Brett tenía 23 años y disfrutaba su segunda temporada como superestrella en las Grandes Ligas (había jugado bien sin llegar a extraordinario en las campañas de 1973 y 1974). McRae tenía 30 años y estaba en el apogeo de su carrera, lograría el mejor OBP (promedio al bate con gente en base) de su carrera en 1976: .406, y el próximo año agregó poder a su bate al largar 21 jonrones.
El 26 de septiembre McRae aventajaba a Brett .337 a .333. Sin embargo Brett mantuvo su ritmo en la recta final y cuando la temporada terminó todavía bateaba .333 gracias a que en la semana culminante bateó para .333 (de 24-8). McRae en cambio bateo de 23-5 (.217), oficialmente terminó con .332 a fracciones de punto de Brett.
Esa es la versión general del asunto.
Lo que ocurrió en detalle fue que el título de bateo se decidió en el último turno de Brett. Cuando Brett entró a la caja de bateo en el noveno inning (con McRae en el círculo de prevenidos), si bateaba un hit pasaría a McRae, si no, quedaría segundo. Brett bateó un elevado al jardín izquierdo, cuando Steve Brye falló en atrapar la pelota, Brett terminó siendo acreditado con un jonrón dentro del parque. Luego McRae falló con rolling al cuadro. Brett es el campeón bate.
Ahora, recordemos que estamos en 1976, lograr el mayor promedio de bateo tiene una significación increíble.
De acuerdo a la reseña de Joe McGuff en The Sporting News, titulada : “Un elevado mal fildeado ensombrece el título de bateo de Brett” (página 31), después que McRae falló con el roletazo, hizo dos gestos obscenos hacia el dugout de los Mellizos y tuvo que ser aguantado cuando el manager Gene Mauch salió del dugout.
Después del juego, McRae se quejó de que los Mellizos habían conspirado para darle el título de bateo a Brett. El racismo, dijo McRae, fue el motivo.
“Las cosas han sido así por mucho tiempo. Están cambiando gradualmente. No deberían ocurrir de esta manera. Pero puedo aceptarlo. Sé lo que pasó. Ha sido una buena temporada para mí, diría que muy buena. Pero sé que dejaron caer la bola a propósito”.
La protesta de McRae se basó en que Brye estaba jugando muy lejos (por instrucciones de Mauch) y que Brye dudó ante el elevado de Brett para dejarlo caer.
Mauch denominó la sntencia “la peor acusación que me han hecho en 35 años de béisbol”, la reseña incluye varias declaraciones de otros peloteros negando las conclusiones de McRae. Cookie Rojas defendió a Mauch y habló de experiencias anteriores, pero también dijo que “rezaba a Dios” para que la acusación de McRae fuese falsa, con lo cual fue muy ambíguo. De acuerdo a la reseña no hubo enemistad entre McRae y Brett después del juego. De hecho, Brett dijo: “Pienso que tal vez los Mellizos me hicieron un presente con el título de bateo, si es así, me siento tan mal como Hal”.
Pocos días después, el 07 de octubre, Brett declaró que le gustaría compartir el título con McRae.
La historia se complicó más por el hecho de que Rod Carew, de los Mellizos, terminó tercero ese año con .331. Carew dijo después del juego: “todo se vuelve un despelote cuando empiezan a hablar del tema racial”.
Estoy avergonzado de admitir que no sabía de esta historia, parece que después de unos años se esfumó. Mientras investigaba para este artículo, encontré pocas menciones de este juego en las ediciones de finales de los setenta de Baseball Digest, pero sólo hablaban de los compañeros de equipo y las escenas postreras del juego.
Lo que me llama más la atención es que la historia quedó sepultada en la página 31 de The Sporting News. Sólo una historia más en el paso de las páginas. Sin mención en la portada. Sin mención en el editorial de la página 2. Nada.
¿Se imaginan si eso ocurriese hoy? De seguro estuviésemos viendo repeticiones de Brye fildeando el elevado a cada momento, y cada periodista de béisbol escribiendo del tema. Habría una fiesta a beneficio de McRae, de seguro, junto a otra muy bulliciosa contra él. También abundarían los que argumentarían que la jugada debía ser corregida y considerarla como un error. Habría algún artículo interesante en el que alguién analizaría la fenomenología física de la jugada, y compararía la posición del jardinero en la jugada con la de otros en situaciones similares. Y también tendríamos una cantidad inmensa de condicionales: “¿Si McRae hubiese querido hacer algo, habría bateado un imparable!” Y así sucesivamente . (Por tres días).
Esos cinco minutos locos terminaron siendo históricamente importantes, porque permitieron a Brett ganar un título de bateo en tres décadas distintas (1976, 1980, 1990)
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
jueves, 25 de febrero de 2010
Derek Jeter, todo por el equipo.
Las imágenes de Derek Jeter atravesándose entre un tiro del outfield sin fuerza para tomar la pelota y pasársela al receptor en ruta a realizar un out inesperado en el plato, junto a la del campocorto corriendo hacia la tribuna del left field corto para tomar un elevado de foul sobre las sillas, de regreso al campo había una hematoma en su pómulo, sin embargo la primera reacción fue ocupar su posición entre segunda y tercera bases.
Esas acciones demuestran una ética de trabajo cuyo origen se remonta a los campos de béisbol de Kalamazoo, Michigan. Allí, horas después de haber finalizado la práctica del equipo o cuando había algún rato libre, Jeter se reunía con sus padres, Charles y Dorothy y su hermana menor Sharlee para seguir fildeando roletazos, ajustando su swing o lanzar pelotas.
Esas horas extra jugando con su familia tienen un gran peso en la clase de pelotero que Jeter es en la actualidad por cuanto desarrollaron en él una filosofía que llevará consigo toda la vida.
“Mis padres siempre me dijeron: da lo mejor de tí en el juego y en el trabajo”, dijo Jeter quién tiene 5 anillos de Serie Mundial con los Yanquis. “Siempre habrá gente mejor que tú, pero eso lo puedes compensar trabajando muy duro todos los días”.
“Trata de jugar duro, porque lo menos que puedes hacer es salir al campo y dar el 100 %. Eso no significa que siempre harás el trabajo o que tendrás éxito, pero lo último que quieres decir cuando todo está hecho, es desear haber hecho un mejor intento”.
Don Zomer fue el manager de Jeter en Kalamazoo Central, donde bateó .567 como novato y .508 como jugador de último año en 1992 cuando fue nombrado el Jugador del Año de la secundaria por la Asociación Americana de Técnicos de Béisbol. Zomer recuerda el brazo excepcional de Jeter, su velocidad de piernas, pero había más.
“Él quería ser un pelotero profesional, y trabajó para eso, y todavía sigue haciéndolo”, dijo Zomer. “Nunca he visto a alguien tan enfocado y con la voluntad de llevar sus sueños a convertirse en realidad”.
“Su habilidad no es natural como la de Tiger Woods o Alex Rodríguez”, dijo en 2006 el entonces manager de los Yanquis Joe Torre. “La suya es principalmente una mezcla de atributos. Nunca se le apreciará en toda su magnitud hasta que se le observe con regularidad. Aquí llegan jugadores en cambios, o firman como agentes libres, más de uno me ha dicho: ‘Siempre supe que Jeter era un buen jugador, pero nunca lo comprobé hasta que fui su compañero de equipo’.”
Jeter ha sido catalogado como el rostro del béisbol y no precisamente por ser bien parecido. Él es un gran competidor, respetuoso del juego y de todos los que están alrededor de este. Nunca da nada por sentado y todavía llama a su manager, “Mr. Torre”. Torre le da crédito a los padres, quienes hacían que su hijo estuviera de vuelta en casa a las 10 pm y mantuvieron la condición de que para jugar primero debía cumplir sus deberes escolares.
“Me gusta su actitud, su mentalidad y lo feliz que se siente por ser un pelotero”, dijo el antiguo campocorto de Grandes Ligas Alan Trammell. “Él es un verdadero Yanqui, pero más que eso es un verdadero beisbolista. Está comprometido con cada victoria de su equipo. Diría que es uno de los mejores embajadores del juego”.
Jeter, ejemplo del jugador de equipo, fue nombrado capitán de los Yanquis el 03 de junio de 2003. Así se unió a una venerable lista de grandes peloteros como Babe Ruth, Lou Gehrig, Thurman Munson y Don Mattingly.
Alfonso L. Tusa C.
Esas acciones demuestran una ética de trabajo cuyo origen se remonta a los campos de béisbol de Kalamazoo, Michigan. Allí, horas después de haber finalizado la práctica del equipo o cuando había algún rato libre, Jeter se reunía con sus padres, Charles y Dorothy y su hermana menor Sharlee para seguir fildeando roletazos, ajustando su swing o lanzar pelotas.
Esas horas extra jugando con su familia tienen un gran peso en la clase de pelotero que Jeter es en la actualidad por cuanto desarrollaron en él una filosofía que llevará consigo toda la vida.
“Mis padres siempre me dijeron: da lo mejor de tí en el juego y en el trabajo”, dijo Jeter quién tiene 5 anillos de Serie Mundial con los Yanquis. “Siempre habrá gente mejor que tú, pero eso lo puedes compensar trabajando muy duro todos los días”.
“Trata de jugar duro, porque lo menos que puedes hacer es salir al campo y dar el 100 %. Eso no significa que siempre harás el trabajo o que tendrás éxito, pero lo último que quieres decir cuando todo está hecho, es desear haber hecho un mejor intento”.
Don Zomer fue el manager de Jeter en Kalamazoo Central, donde bateó .567 como novato y .508 como jugador de último año en 1992 cuando fue nombrado el Jugador del Año de la secundaria por la Asociación Americana de Técnicos de Béisbol. Zomer recuerda el brazo excepcional de Jeter, su velocidad de piernas, pero había más.
“Él quería ser un pelotero profesional, y trabajó para eso, y todavía sigue haciéndolo”, dijo Zomer. “Nunca he visto a alguien tan enfocado y con la voluntad de llevar sus sueños a convertirse en realidad”.
“Su habilidad no es natural como la de Tiger Woods o Alex Rodríguez”, dijo en 2006 el entonces manager de los Yanquis Joe Torre. “La suya es principalmente una mezcla de atributos. Nunca se le apreciará en toda su magnitud hasta que se le observe con regularidad. Aquí llegan jugadores en cambios, o firman como agentes libres, más de uno me ha dicho: ‘Siempre supe que Jeter era un buen jugador, pero nunca lo comprobé hasta que fui su compañero de equipo’.”
Jeter ha sido catalogado como el rostro del béisbol y no precisamente por ser bien parecido. Él es un gran competidor, respetuoso del juego y de todos los que están alrededor de este. Nunca da nada por sentado y todavía llama a su manager, “Mr. Torre”. Torre le da crédito a los padres, quienes hacían que su hijo estuviera de vuelta en casa a las 10 pm y mantuvieron la condición de que para jugar primero debía cumplir sus deberes escolares.
“Me gusta su actitud, su mentalidad y lo feliz que se siente por ser un pelotero”, dijo el antiguo campocorto de Grandes Ligas Alan Trammell. “Él es un verdadero Yanqui, pero más que eso es un verdadero beisbolista. Está comprometido con cada victoria de su equipo. Diría que es uno de los mejores embajadores del juego”.
Jeter, ejemplo del jugador de equipo, fue nombrado capitán de los Yanquis el 03 de junio de 2003. Así se unió a una venerable lista de grandes peloteros como Babe Ruth, Lou Gehrig, Thurman Munson y Don Mattingly.
Alfonso L. Tusa C.
John Kibler, el árbitro de primera base en el error de Bill Buckner, fenece a los 81 años.
Palo Alto, Calif. (AP). John Kibler un árbitro de larga trayectoria en la Liga Nacional falleció aquí este jueves 18 de febrero de 2001. Tenía 81 años.
Kibler murió de un ataque cardíaco, dijo su familia.
Kibler trabajó en su primer juego de Grandes Ligas en 1963 y fue un árbitro a tiempo completo de la Liga Nacional desde 1965 hasta 1989. Trabajó en 4 Series Mundiales y estaba en primera base para el sexto juego de la Serie de 1986 entre los Mets de Nueva York y los Medias Rojas de Boston, la cual ganaron los Metropolitanos cuando un rolling de Mookie Wilson se le fue entre las piernas a Bill Buckner.
Kibler fue el árbitro principal en el séptimo juego, cuando los Mets vencieron a los Medias Rojas para llevarse el campeonato.
Kibler sirvió en la armada durante la guerra de Corea y abandonó la policía del estado de Nueva York para asistir a la escuela de arbitraje. Comenzó como árbitro de Ligas Menores a finales de los años 50. Y se convirtió en jefe de cuadrilla de Grandes Ligas en 1977. Estuvo casado por 51 años. Él y su esposa Dorothy tuvieron 2 hijos.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Kibler murió de un ataque cardíaco, dijo su familia.
Kibler trabajó en su primer juego de Grandes Ligas en 1963 y fue un árbitro a tiempo completo de la Liga Nacional desde 1965 hasta 1989. Trabajó en 4 Series Mundiales y estaba en primera base para el sexto juego de la Serie de 1986 entre los Mets de Nueva York y los Medias Rojas de Boston, la cual ganaron los Metropolitanos cuando un rolling de Mookie Wilson se le fue entre las piernas a Bill Buckner.
Kibler fue el árbitro principal en el séptimo juego, cuando los Mets vencieron a los Medias Rojas para llevarse el campeonato.
Kibler sirvió en la armada durante la guerra de Corea y abandonó la policía del estado de Nueva York para asistir a la escuela de arbitraje. Comenzó como árbitro de Ligas Menores a finales de los años 50. Y se convirtió en jefe de cuadrilla de Grandes Ligas en 1977. Estuvo casado por 51 años. Él y su esposa Dorothy tuvieron 2 hijos.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Jim Bibby quién lanzara para los Piratas de Pittsburgh en la Serie Mundial, fallece a los 65 años.
Lynchburg, Va (AP). Jim Bibby, quién lanzara para los Piratas en la Serie Mundial de 1979, falleció aquí este martes 16 de febrero de 2010. Tenía 65 años y vivía en Madison Heights, Va.
Su muerte fue confirmada por Community Funeral Home. La causa del deceso no fue develada.
Bibby jugó 12 años en las Grandes Ligas comenzando en 1972. En 1973 lanzó el primer juego sin hits ni carreras en la historia de los Rangers de Texas en un encuentro donde venció a Oakland 6-0. Fue miembro del equipo de Pittsburgh que ganó la Serie Mundial de 1979, inició 2 juegos ante Baltimore, incluyendo el decisivo séptimo desafío.
La mejor temporada de Bibby llegó en 1980 cuando dejó marca de 19-6 y fue miembro del equipo de estrellas de la Liga Nacional. También jugó para San Luis y Cleveland, acumuló un registro de por vida de 111 victorias y 101 derrotas además de una efectividad d e 3.76.
Bibby procedía de una familia de atletas. Henry Bibby, su hermano jugó baloncesto para los Knicks de Nueva York y los 76ers de Filadelfia y dirigió al equipo de la Universidad del Sur de California, ahora es asistente del ténico de los Grizzlies de Denver en la NBA. Su sobrino Mike Bibby juega pora los Hawks de Atlanta.
Además de su hermano, le sobrevive su esposa Jacqueline, y dos hijas Tamara Bibby y Tanya McLain.
Luego de retirarse de las Grandes Ligas, Bibby fue coach de pitcheo para el equipo de Ligas Menores de Lynchburg por 15 años. Se retiró luego de pasar un año con los Piratas de Nashville en 2000.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Su muerte fue confirmada por Community Funeral Home. La causa del deceso no fue develada.
Bibby jugó 12 años en las Grandes Ligas comenzando en 1972. En 1973 lanzó el primer juego sin hits ni carreras en la historia de los Rangers de Texas en un encuentro donde venció a Oakland 6-0. Fue miembro del equipo de Pittsburgh que ganó la Serie Mundial de 1979, inició 2 juegos ante Baltimore, incluyendo el decisivo séptimo desafío.
La mejor temporada de Bibby llegó en 1980 cuando dejó marca de 19-6 y fue miembro del equipo de estrellas de la Liga Nacional. También jugó para San Luis y Cleveland, acumuló un registro de por vida de 111 victorias y 101 derrotas además de una efectividad d e 3.76.
Bibby procedía de una familia de atletas. Henry Bibby, su hermano jugó baloncesto para los Knicks de Nueva York y los 76ers de Filadelfia y dirigió al equipo de la Universidad del Sur de California, ahora es asistente del ténico de los Grizzlies de Denver en la NBA. Su sobrino Mike Bibby juega pora los Hawks de Atlanta.
Además de su hermano, le sobrevive su esposa Jacqueline, y dos hijas Tamara Bibby y Tanya McLain.
Luego de retirarse de las Grandes Ligas, Bibby fue coach de pitcheo para el equipo de Ligas Menores de Lynchburg por 15 años. Se retiró luego de pasar un año con los Piratas de Nashville en 2000.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
El adios de Bobby Cox como manager activo.
Cuando Bobby Cox vino a jugar con Cardenales de Lara (1967-68 y 1968-69) y Leones del Caracas (1969-70), teniendo buenos números ofensivos con los pájaros rojos además de comandar a los antesalistas de la liga venezolana en promedio defensivo en la 67-68, nadie se imaginaba que pudiera establecerse como manager de Grandes Ligas. Y cuando vino a dirigir a Lara (1974-75, 1975-76 y 1976-77) mucho menos se pensaba que llegase a ganar 2143 juegos en Grandes Ligas (cuarta mejor marca de todos los tiempos), un título de Serie Mundial, 5 banderines de la Liga Nacional, y 15 títulos divisionales (14 con los Bravos de Atlanta 1 con los Azulejos de Toronto).
Ahora cuando anuncia que la de 2010 será su campaña postrera como dirigente de Grandes Ligas abundan los comentarios de personas que han vivido de cerca su gestión como manager. Desde que llegó a Atlanta en 1978 impresionó por su estilo aguerrido tomado en parte de Billy Martin cuando trabajó para él en el verano de 1977 como coach de primera base de los Yanquis de Nueva York.
Clarence Gaston trabajó para Cox en sus años con los Azulejos y lo que más recuerda de este es su estrategia y sensibilidad, “Era muy bueno dirigiendo pero también mantenía unidos a los coaches y los llevaba a cenar después de los juegos”.
Bill Acree el añejo director de viaje de los Bravos que ha estado con el equipo desde que se mudaron para Atlanta en 1966, todavía trabaja para Bobby y recuerda que al comienzo, “Si perdíamos 3 o 4 juegos seguidos, me pedía que no lavara los uniformes. También había momentos cuando alrededor de la media noche me llamaba para decirme que necesitaba el terreno a las 9 de la mañana para una práctica completa. Ahora no ataca de frente. Lo hace más en el estilo de rodear y conquistar”.
El laureado nudillista Phil Niekro quién jugara para Bobby entre 1978 y 1981 todavía reconoce a Cox como el hombre que orquestó la escalada del equipo hacia la corona de la División Oeste de la Liga Nacional en 1982. “Bobby construyó ese equipo”, dijo Niekro. “Él construyó esa organización. Pienso que nunca habrá un manager que haya tenido un impacto sobre una organización como el que él ha tenido en los Bravos”.
Luego de guiar a los Azulejos a su primer título divisional, Cox regresó en 1986 y pasó 5 años como Gerente General de los Bravos, reestructurando el sistema de búsqueda y desarrollo de peloteros, los frutos de este esfuerzo se empezaron a ver cuando él regresó a dirigir a los Bravos a mediados de la temporada de 1990, a partir del próximo año ganaría el primero de 14 títulos divisionales seguidos.
“Estuve en el entrenamiento primaveral el año pasado por una semana y sigo pensando que Bobby no ha cambiado ni una pizca en 31 años”, dijo el antiguo relevista Gene Garber.
Cuando Garber ganó una de las minibatallas que escenificó ante Cox durante la temporada de 1978, de inmediato se dio cuenta de que este manager novato reconocía la importancia de entender lo que era primordial para los jugadores.
La noche del 01 de agosto de 1978, Garber mantuvo en blanco a los Rojos de Cincinnati en el séptimo y octavo innings y estaba determinado a salir para el noveno y completar el relevo de tres episodios para además terminar con la seguidilla de 44 juegos seguidos que tenía Pete Rose.
Después que los Bravos anotaron 5 carreras en el octavo para tomar una ventaja de 16-4, Cox le dijo a su veterano relevista que su trabajo había terminado. Cuando Garber protestó y proclamó que él lanzaría el noveno inning y además estaría dispuesto a abrir el juego del día siguiente, sintió la intensidad de la mirada de su joven manager.
“Me miró por un buen rato hasta que dije ‘Ah,ah’”, dijo Garber. “Entonces dijo ‘Garb, anda y domínalos’. Pienso que se dio cuenta cuan importante era para mí salir para el noveno. Garber, quién ponchó a Rose para terminar aquella histórica noche de agosto en el Atlanta-Fulton County Stadium, rapidamente tuvo el presentimiento de que aquel aguerrido joven manager tenía toda la voluntad de apoyar a sus peloteros. Décadas después, los jugadores de todas las Grandes Ligas todavía reconocen la lealtad y la paciencia de Cox como razones por las cuales les gustaría jugar para él.
“Es terriblemente paciente con los peloteros”, dijo Garber. “Entonces lo era y pienso que aún lo es. No ha olvidado que para los jugadores este es un juego muy duro. Ellos no necesitan que se les recuerde que dejaron de hacer esto y dejaron de hacer aquello”.
Quizás en ello haya tenido algo de influencia la dura prueba de haber vivido las exigencias de la afición venezolana, sobre todo en un enfrentamiento Caracas – Magallanes.
Alfonso L. Tusa C.
Ahora cuando anuncia que la de 2010 será su campaña postrera como dirigente de Grandes Ligas abundan los comentarios de personas que han vivido de cerca su gestión como manager. Desde que llegó a Atlanta en 1978 impresionó por su estilo aguerrido tomado en parte de Billy Martin cuando trabajó para él en el verano de 1977 como coach de primera base de los Yanquis de Nueva York.
Clarence Gaston trabajó para Cox en sus años con los Azulejos y lo que más recuerda de este es su estrategia y sensibilidad, “Era muy bueno dirigiendo pero también mantenía unidos a los coaches y los llevaba a cenar después de los juegos”.
Bill Acree el añejo director de viaje de los Bravos que ha estado con el equipo desde que se mudaron para Atlanta en 1966, todavía trabaja para Bobby y recuerda que al comienzo, “Si perdíamos 3 o 4 juegos seguidos, me pedía que no lavara los uniformes. También había momentos cuando alrededor de la media noche me llamaba para decirme que necesitaba el terreno a las 9 de la mañana para una práctica completa. Ahora no ataca de frente. Lo hace más en el estilo de rodear y conquistar”.
El laureado nudillista Phil Niekro quién jugara para Bobby entre 1978 y 1981 todavía reconoce a Cox como el hombre que orquestó la escalada del equipo hacia la corona de la División Oeste de la Liga Nacional en 1982. “Bobby construyó ese equipo”, dijo Niekro. “Él construyó esa organización. Pienso que nunca habrá un manager que haya tenido un impacto sobre una organización como el que él ha tenido en los Bravos”.
Luego de guiar a los Azulejos a su primer título divisional, Cox regresó en 1986 y pasó 5 años como Gerente General de los Bravos, reestructurando el sistema de búsqueda y desarrollo de peloteros, los frutos de este esfuerzo se empezaron a ver cuando él regresó a dirigir a los Bravos a mediados de la temporada de 1990, a partir del próximo año ganaría el primero de 14 títulos divisionales seguidos.
“Estuve en el entrenamiento primaveral el año pasado por una semana y sigo pensando que Bobby no ha cambiado ni una pizca en 31 años”, dijo el antiguo relevista Gene Garber.
Cuando Garber ganó una de las minibatallas que escenificó ante Cox durante la temporada de 1978, de inmediato se dio cuenta de que este manager novato reconocía la importancia de entender lo que era primordial para los jugadores.
La noche del 01 de agosto de 1978, Garber mantuvo en blanco a los Rojos de Cincinnati en el séptimo y octavo innings y estaba determinado a salir para el noveno y completar el relevo de tres episodios para además terminar con la seguidilla de 44 juegos seguidos que tenía Pete Rose.
Después que los Bravos anotaron 5 carreras en el octavo para tomar una ventaja de 16-4, Cox le dijo a su veterano relevista que su trabajo había terminado. Cuando Garber protestó y proclamó que él lanzaría el noveno inning y además estaría dispuesto a abrir el juego del día siguiente, sintió la intensidad de la mirada de su joven manager.
“Me miró por un buen rato hasta que dije ‘Ah,ah’”, dijo Garber. “Entonces dijo ‘Garb, anda y domínalos’. Pienso que se dio cuenta cuan importante era para mí salir para el noveno. Garber, quién ponchó a Rose para terminar aquella histórica noche de agosto en el Atlanta-Fulton County Stadium, rapidamente tuvo el presentimiento de que aquel aguerrido joven manager tenía toda la voluntad de apoyar a sus peloteros. Décadas después, los jugadores de todas las Grandes Ligas todavía reconocen la lealtad y la paciencia de Cox como razones por las cuales les gustaría jugar para él.
“Es terriblemente paciente con los peloteros”, dijo Garber. “Entonces lo era y pienso que aún lo es. No ha olvidado que para los jugadores este es un juego muy duro. Ellos no necesitan que se les recuerde que dejaron de hacer esto y dejaron de hacer aquello”.
Quizás en ello haya tenido algo de influencia la dura prueba de haber vivido las exigencias de la afición venezolana, sobre todo en un enfrentamiento Caracas – Magallanes.
Alfonso L. Tusa C.
lunes, 8 de febrero de 2010
Sandy Koufax pasará una noche ante el público
T.J. Simers
El escurridizo otrora as de pitcheo se presentará junto a Joe Torre en el Nokia Theatre el 27 de febrero para ayudar a recaudar fondos para la fundación Safe at Home, la iniciativa de Torre a fin de neutralizar el abuso doméstico.
Vin Scully dice estar sorprendido, Joe Torre todavía permanece anonadado porque Koufax, quién ha permanecido en el anonimato por tantos años, está a punto de ser el centro de atracción en el Nokia Theatre de Los Ángeles.
La noche del 27 de febrero de 2010 con Koufax y Torre, tiene todas las características para convertirse en una velada especial.
Koufax ha elegido vivir tan de bajo perfil que aunque dio su aprobación al libro de 2002, “Sandy Koufax: A Lefty’s Legacy”, evitó ser entrevistado por la autora, Jane Levy.
En su autobiografía de 1966, Koufax escribió: “Cuando le dije a mamá que estaba escribiendo este libro, me preguntó si le daría una de las primeras copias, para ver si podía encontrar algo de mí. ‘Nunca me dijiste nada sobre tí’, dijo ella.
Más adelante añadió, “Mis padres ignoraban que jugaba béisbol en la Universidad de Cincinnati, posiblemente porque no se los dije”.
Pero ahora ha acordado sentarse frente a 7000 personas y lo más probable es que después del 27 de febrero se abstendrá de hablar en público de nuevo y ese evento quedará como experiencia única en su vida.
“Traten de no hablar con él antes del 27 de febrero”, dijo Joe Torre.
Koufax el inquilino más joven del Salón de la Fama a los 36 años, después de retirarse a los 30, lanzó 4 juegos sin hits ni carreras. La narración de Scully “Harvey Kuenn batea en dos y dos, estamos a un strike”, inmortalizó el juego perfecto de Koufax, que aún causa escalofríos.
Pero más allá de los libros de historia, apenas sabemos retazos y fragmentos. Él ha corrido maratones, fue a la Universidad con una beca para jugar baloncesto, casi renunció a jugar para los Dodgers antes de convertirse en superestrella, luego se retiró debido a intensos dolores en su brazo izquierdo, un extremidad que hasta el presente ha sido incapaz de extender por completo.
Algo de lo que se escucha es verdad, mucho más es producto de malinterpretaciones, finalmente aquí está la oportunidad de separar una visión de otra.
¿Por qué Koufax ha accedido a aparecer frente a tantas personas el 27 de febrero en Los Ángeles?
Fue tan simple como resultó pedirle que lo hiciera en beneficio de los necesitados.
“Pensé que no lo haría”, dijo Torre, quién le bateó dos jonrones a Koufax y fue ponchado 15 por el pitcher zurdo. “Este es realmente un amigo de verdad. Dijo que lo haría por mí, estoy conmovido”.
Las entradas para el evento de Koufax & Torre están a la venta desde el 13 de enero, el dinero recaudado será donado a la Fundación Safe At Home, la obra de Torre para frenar el abuso doméstico.
Torre, que admitió avergonzado haber testificado el abuso en su propia casa, como niño, tiene planes de expandir su programa de Nueva York a escuelas de Los Ángeles, en homenaje a su madre, Margaret.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
El escurridizo otrora as de pitcheo se presentará junto a Joe Torre en el Nokia Theatre el 27 de febrero para ayudar a recaudar fondos para la fundación Safe at Home, la iniciativa de Torre a fin de neutralizar el abuso doméstico.
Vin Scully dice estar sorprendido, Joe Torre todavía permanece anonadado porque Koufax, quién ha permanecido en el anonimato por tantos años, está a punto de ser el centro de atracción en el Nokia Theatre de Los Ángeles.
La noche del 27 de febrero de 2010 con Koufax y Torre, tiene todas las características para convertirse en una velada especial.
Koufax ha elegido vivir tan de bajo perfil que aunque dio su aprobación al libro de 2002, “Sandy Koufax: A Lefty’s Legacy”, evitó ser entrevistado por la autora, Jane Levy.
En su autobiografía de 1966, Koufax escribió: “Cuando le dije a mamá que estaba escribiendo este libro, me preguntó si le daría una de las primeras copias, para ver si podía encontrar algo de mí. ‘Nunca me dijiste nada sobre tí’, dijo ella.
Más adelante añadió, “Mis padres ignoraban que jugaba béisbol en la Universidad de Cincinnati, posiblemente porque no se los dije”.
Pero ahora ha acordado sentarse frente a 7000 personas y lo más probable es que después del 27 de febrero se abstendrá de hablar en público de nuevo y ese evento quedará como experiencia única en su vida.
“Traten de no hablar con él antes del 27 de febrero”, dijo Joe Torre.
Koufax el inquilino más joven del Salón de la Fama a los 36 años, después de retirarse a los 30, lanzó 4 juegos sin hits ni carreras. La narración de Scully “Harvey Kuenn batea en dos y dos, estamos a un strike”, inmortalizó el juego perfecto de Koufax, que aún causa escalofríos.
Pero más allá de los libros de historia, apenas sabemos retazos y fragmentos. Él ha corrido maratones, fue a la Universidad con una beca para jugar baloncesto, casi renunció a jugar para los Dodgers antes de convertirse en superestrella, luego se retiró debido a intensos dolores en su brazo izquierdo, un extremidad que hasta el presente ha sido incapaz de extender por completo.
Algo de lo que se escucha es verdad, mucho más es producto de malinterpretaciones, finalmente aquí está la oportunidad de separar una visión de otra.
¿Por qué Koufax ha accedido a aparecer frente a tantas personas el 27 de febrero en Los Ángeles?
Fue tan simple como resultó pedirle que lo hiciera en beneficio de los necesitados.
“Pensé que no lo haría”, dijo Torre, quién le bateó dos jonrones a Koufax y fue ponchado 15 por el pitcher zurdo. “Este es realmente un amigo de verdad. Dijo que lo haría por mí, estoy conmovido”.
Las entradas para el evento de Koufax & Torre están a la venta desde el 13 de enero, el dinero recaudado será donado a la Fundación Safe At Home, la obra de Torre para frenar el abuso doméstico.
Torre, que admitió avergonzado haber testificado el abuso en su propia casa, como niño, tiene planes de expandir su programa de Nueva York a escuelas de Los Ángeles, en homenaje a su madre, Margaret.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
martes, 2 de febrero de 2010
Willie Mays decide contar su historia a los 78 años.
Bruce Weber.
La noche del 29 de abril de 1961, Willie Mays cenó una carne a la parrilla en mal estado. Pasó la noche en vela con dolor de estómago, la tarde antes del juego le pidió al manager Alvin Dark que lo borrara de la alineación. Lew Burdette estaba anunciado para abrir por los Bravos.
“Ignoraba si podía hacer swing”, dijo Mays en un viaje reciente a Nueva York. “Pero en la práctica de bateo, vino un chico llamado Joey Amalfitano y me dijo ‘prueba con este bate’ y todo lo que bateé salió del parque. Así que dije. ‘Está bien, puedo jugar’”
Mays bateó 4 jonrones ese día. “ Dos a Burdette, uno a Seth Morehead y otro a Don McMahon”, dijo Mays. Y empujó 8 carreras, tal vez el mejor día en el plato de una carrera que había tenido pocos días parecidos.
La historia del dolor de barriga de Mays y el bate sortario de Amalfitano es uno de muchos cuentos recopilados en: “Willie Mays. The Life, The Legend”. James S. Hirsch, que será publicado este febrero de 2010 por Scribner.
Un exhaustivo recuento de la vida de Mays, esta es la primera vez que Mays ha cooperado con un biografo. La inminente aparición del libro ha ocupado a Mays en tareas promocionales, una ocasión para recordar sus hazañas. Aquel día en Milwaukee, dijo que Hank Aaron, quién no jugaba en su posición regular, le robó un jonrón.
“Debí batear cinco jonrones”, dijo Mays . “Aaron atrapó una pelota que se iba sobre la cerca del center field”.
Ahora de 78 años, Mays es un poco más lento de movimientos, una versión más gorda de aquel musculoso atleta que bateara 660 cuadrangulares en 22 temporadas de Grandes Ligas, que maravillara a muchos con su velocidad en las bases y sus acrobacias en el jardín central y que fuera inducido al Salón de la Fama en 1979. Hace 37 años que finalizó su carrera de jugador activo, la cual luego de dos décadas con Los Gigantes en Nueva York y San Francisco, terminó donde inició, jugó su última temporada y media con los Mets en la Gran Manzana. Aunque muchos aficionados recuerdan como tristes sus últimos años, su último imparable, un sencillo por el medio del campo en el duodécimo episodio de un juego versus los Atléticos de Oakland en la Serie Mundial de 1973, puso a los Mets adelante en un juego que terminaron ganando.
Mays usa prótesis auditivas. Recientemente ha tenido problemas con sus ojos y su voz es un poco ronca, sin el gran entusiasmo que los reporteros describían durante los años iniciales de su carrera, cuando era conocido y querido como el “Say Hey Kid”.
Todavía, cuando recuerda una agradable memoria beisbolera, sus ojos se agrandan , su risa se convierte en carcajada y los años se funden en su cara. Hay que decir que tan pronto comenzó la entrevista, alcanzó una gorra de los Gigantes y se la puso.
Mays dijo que finalmente decidió cooperar con un biografo porque muchas personas le han recordado sobre muchas cosas que hicieron juntos, o cosas que él ha hecho por ellos por lo que pensó que era pertinente que alguién recopilara esas historias. Y Hirsh quién ha escrito cuatro libros, incluyendo: “Hurricane: The Marvelous Journey of Rubin Carter; documentó todos los actos de generosidad de Mays, muchos de ellos impulsivos, la mayoría de ellos dirigidos a los niños.
Pero el libro también deja claro que la vida de Mays, dentro y fuera del campo, estuvo marcada por dificultades. Como muchos negros, fue victima del racismo. Tuvo problemas persistentes de dinero, y en la segunda mitad de su carrera, también tuvo persistentes inconvenientes físicos, lo que lo llevó a resistirse a salir de la alineación, sufría de cansancio periódico.
Su primer matrimonio terminó en un divorcio público. “Nunca tuve vida privada”, dijo Mays. Su segunda esposa, supo en 1997, a los 59 años, que sufría de mal de Alzheimer. Por años fue objeto de serias acusaciones, especialmente de Jackie Robinson, de que como prominente hombre negro, Mays no hizo lo suficiente por la causa de los derechos civiles.
Poco analítico por excelencia, prefería mantenerse alejado de las controversias. Mays trata de evitar las preguntas comprometedoras. Se declara ignorante sobre el tema del uso de esteroides por los peloteros en general y por su ahijado Barry Bonds en particular.
“Sigo diciéndole a la gente que no sé de lo que trata ese asunto”, dijo Mays. “ Jugué 22 temporadas en el béisbol y nunca traté de analizar los temas de los que no sabía nada. No soy un doctor”.
Cuando le preguntaron que significaba ser un beisbolista negro en los años cincuenta, soltó una particular memoria de aquellos días para sugerir que aunque la segregación aún tenía vigencia en muchos lugares, para él y otros jugadores negros era un beneficio.
“A pesar de que no nos alojábamos con el equipo, no había tensión por eso”, dijo Mays. “En Chicago teníamos que quedarnos en un hotel del lado sur, pero no teníamos hora límite. Teníamos viáticos dobles para comer. Los otros tipos se quedaban en un hotel al norte, cercano al estadio, un bus pasaba a buscarlos. Nosotros teníamos un carro, Monte Irvin, Rubén Gómez, un muchacho de nombre Ray Noble (un catcher cubano quién jugó con los Gigantes entre 1951 y 1953, que era 12 años mayor que Mays) y yo”.
“Ìbamos al hotel y no nos cobraban”, dijo Mays. “Nos pedían que fueramos al bar, y todos en el hotel migraban hacia el bar, yo no tomaba, me daban coca cola. Sin problemas. La pasaba muy bien, muy bien”.
En sus primeros años, Mays era muy bien tratado por el manager Leo Durocher, cuya celebrada truculencia con los adversarios y árbitros era igualada por su actitud paternal hacia su center fielder estrella. En aquellos días, Mays lo llamaba Mr. Leo, hoy él reconoce a Durocher, quién murió en 1991, como una figura paternal.
“Siempre estaba pendiente de que traje debería comprar y como debía vestir”, dijo Mays. “Nunca me gritó. Si tenía algo que decir, hablaba con tranquilidad. Cuando estábamos en California, me quedaba en su casa y cuando salíamos de gira, su hijo era mi compañero de cuarto. Chris Durocher tenía 7 años. “Cuando salíamos de gira, Leo me decía ‘Sal con él’, por dos semanas no podía ir a ninguna parte, ni hacer nada. Pienso que esa era la forma de Leo de estar pendiente de mí”.
Mays se sonríe, cuando recuerda como utilizó esta situación para hacerse de algún dinero. Él comía en restaurantes donde los peloteros negros eran bien recibidos, y se llevaba a Chris con él. Cuando Chris le contaba a su padre que había estado sometido a una dieta muy ligera, Durocher le dijo a Mays que él quería que su hijo comiera el mejor beef steak.
“Y le dije: ‘Bien, entonces tienes que darme dinero para el steak”, dijo Mays. Y Leo sacaba varios billetes y me los ponía en la mano. Ibamos al resturant y le decía a Chris: ‘¿Quieres un steak?’ y el decía ‘No, yo como lo que tú comas’. Nunca se lo dije a Leo”.
Mays jugó en cuatro Series Mundiales, la primera en su año de novato, 1951, después que los Gigantes vencieron a los Dodgers de Brooklyn en un play off de tres juegos para llevarse el banderín de la Liga Nacional, al ganar el juego final con el jonrón de Bobby Thomson en el noveno inning ante Ralph Branca. Mays estaba prevenido al bate, estaba tan enfocado en su posible turno, dijo, que no lo afectó el dramatismo del jonrón de Thomson para terminar el juego.
“Estaba concentrado en Branca, lo que estaba lanzando, lo que me podría lanzar”, dijo Mays. “Cuando él bateó el jonrón, ni me moví”.
“Recuerdo a todos los muchachos corriendo hacia el plato, yo dije: ‘¿Qué pasa aquí?’ y pensaba ‘Me toca batear’”.
Los Gigantes perdieron la Serie Mundial ese año con los Yanquis, algo que se repitió en 1962. In el noveno inning del séptimo juego, los Gigantes perdían 1-0, Mays bateó un doble con 2 outs y llevó a Mateo Alou hasta tercera base. Con un imparable ganaban el juego.
Willie McCovey, un zurdo que halaba la bola, bateó una bola destinada al right field, pero fue atrapada por el segunda base Bobby Richardson quién jugaba profundo en el cuadro.
“Al salir el batazo pensé ‘Es un hit’”, dijo Mays. “Empecé a correr, pero Bobby Richardson estaba jugando justo por donde iba la línea”.
Mays sólo jugó una vez para un campeón de Serie Mundial, en 1954, cuando los Gigantes barrieron a los Indios de Cleveland. En el primer juego ocurrió quizás su momento estelar, una jugada que fue conocida como “La atrapada”.
En la apertura del octavo episodio, con la pizarra igualada, sin outs y dos en base, Vic Wertz despachó un batazo inmenso a lo más profundo del jardín central. Con hombre en segunda, Mays estaba jugando corto para evitar la carrera en caso de un imparable, empezó a correr a toda velocidad de espaldas al plato hasta que alcanzó la pelota cuando esta pasó sobre su cabeza.
Jack Brickhouse, narraba el juego por televisión, dijo que la atrapada “debió haber sido una ilusión óptica para muchas personas.
Para Mays la atrapada fue algo normal. El tiro si fue excepcional.
“Cuando corría, pensaba que debía enviar la pelota lo antes posible al infield porque había anotado varias veces desde segunda base con batazos como ese”, dijo Mays.
En el instante en que la pelota llegó a su guante, frenó de inmediato y giró para disparar la pelota hacia segunda base. Eso mantuvo al corredor en tercera base, los Indios no pudieron anotar. Los Gigantes ganaron en 10 innings.
“No había dudas de que iba a atrapar la pelota”, dijo Mays con una desafiante sonrisa juvenil a casi 60 años del hecho. “Yo lo sabía”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
La noche del 29 de abril de 1961, Willie Mays cenó una carne a la parrilla en mal estado. Pasó la noche en vela con dolor de estómago, la tarde antes del juego le pidió al manager Alvin Dark que lo borrara de la alineación. Lew Burdette estaba anunciado para abrir por los Bravos.
“Ignoraba si podía hacer swing”, dijo Mays en un viaje reciente a Nueva York. “Pero en la práctica de bateo, vino un chico llamado Joey Amalfitano y me dijo ‘prueba con este bate’ y todo lo que bateé salió del parque. Así que dije. ‘Está bien, puedo jugar’”
Mays bateó 4 jonrones ese día. “ Dos a Burdette, uno a Seth Morehead y otro a Don McMahon”, dijo Mays. Y empujó 8 carreras, tal vez el mejor día en el plato de una carrera que había tenido pocos días parecidos.
La historia del dolor de barriga de Mays y el bate sortario de Amalfitano es uno de muchos cuentos recopilados en: “Willie Mays. The Life, The Legend”. James S. Hirsch, que será publicado este febrero de 2010 por Scribner.
Un exhaustivo recuento de la vida de Mays, esta es la primera vez que Mays ha cooperado con un biografo. La inminente aparición del libro ha ocupado a Mays en tareas promocionales, una ocasión para recordar sus hazañas. Aquel día en Milwaukee, dijo que Hank Aaron, quién no jugaba en su posición regular, le robó un jonrón.
“Debí batear cinco jonrones”, dijo Mays . “Aaron atrapó una pelota que se iba sobre la cerca del center field”.
Ahora de 78 años, Mays es un poco más lento de movimientos, una versión más gorda de aquel musculoso atleta que bateara 660 cuadrangulares en 22 temporadas de Grandes Ligas, que maravillara a muchos con su velocidad en las bases y sus acrobacias en el jardín central y que fuera inducido al Salón de la Fama en 1979. Hace 37 años que finalizó su carrera de jugador activo, la cual luego de dos décadas con Los Gigantes en Nueva York y San Francisco, terminó donde inició, jugó su última temporada y media con los Mets en la Gran Manzana. Aunque muchos aficionados recuerdan como tristes sus últimos años, su último imparable, un sencillo por el medio del campo en el duodécimo episodio de un juego versus los Atléticos de Oakland en la Serie Mundial de 1973, puso a los Mets adelante en un juego que terminaron ganando.
Mays usa prótesis auditivas. Recientemente ha tenido problemas con sus ojos y su voz es un poco ronca, sin el gran entusiasmo que los reporteros describían durante los años iniciales de su carrera, cuando era conocido y querido como el “Say Hey Kid”.
Todavía, cuando recuerda una agradable memoria beisbolera, sus ojos se agrandan , su risa se convierte en carcajada y los años se funden en su cara. Hay que decir que tan pronto comenzó la entrevista, alcanzó una gorra de los Gigantes y se la puso.
Mays dijo que finalmente decidió cooperar con un biografo porque muchas personas le han recordado sobre muchas cosas que hicieron juntos, o cosas que él ha hecho por ellos por lo que pensó que era pertinente que alguién recopilara esas historias. Y Hirsh quién ha escrito cuatro libros, incluyendo: “Hurricane: The Marvelous Journey of Rubin Carter; documentó todos los actos de generosidad de Mays, muchos de ellos impulsivos, la mayoría de ellos dirigidos a los niños.
Pero el libro también deja claro que la vida de Mays, dentro y fuera del campo, estuvo marcada por dificultades. Como muchos negros, fue victima del racismo. Tuvo problemas persistentes de dinero, y en la segunda mitad de su carrera, también tuvo persistentes inconvenientes físicos, lo que lo llevó a resistirse a salir de la alineación, sufría de cansancio periódico.
Su primer matrimonio terminó en un divorcio público. “Nunca tuve vida privada”, dijo Mays. Su segunda esposa, supo en 1997, a los 59 años, que sufría de mal de Alzheimer. Por años fue objeto de serias acusaciones, especialmente de Jackie Robinson, de que como prominente hombre negro, Mays no hizo lo suficiente por la causa de los derechos civiles.
Poco analítico por excelencia, prefería mantenerse alejado de las controversias. Mays trata de evitar las preguntas comprometedoras. Se declara ignorante sobre el tema del uso de esteroides por los peloteros en general y por su ahijado Barry Bonds en particular.
“Sigo diciéndole a la gente que no sé de lo que trata ese asunto”, dijo Mays. “ Jugué 22 temporadas en el béisbol y nunca traté de analizar los temas de los que no sabía nada. No soy un doctor”.
Cuando le preguntaron que significaba ser un beisbolista negro en los años cincuenta, soltó una particular memoria de aquellos días para sugerir que aunque la segregación aún tenía vigencia en muchos lugares, para él y otros jugadores negros era un beneficio.
“A pesar de que no nos alojábamos con el equipo, no había tensión por eso”, dijo Mays. “En Chicago teníamos que quedarnos en un hotel del lado sur, pero no teníamos hora límite. Teníamos viáticos dobles para comer. Los otros tipos se quedaban en un hotel al norte, cercano al estadio, un bus pasaba a buscarlos. Nosotros teníamos un carro, Monte Irvin, Rubén Gómez, un muchacho de nombre Ray Noble (un catcher cubano quién jugó con los Gigantes entre 1951 y 1953, que era 12 años mayor que Mays) y yo”.
“Ìbamos al hotel y no nos cobraban”, dijo Mays. “Nos pedían que fueramos al bar, y todos en el hotel migraban hacia el bar, yo no tomaba, me daban coca cola. Sin problemas. La pasaba muy bien, muy bien”.
En sus primeros años, Mays era muy bien tratado por el manager Leo Durocher, cuya celebrada truculencia con los adversarios y árbitros era igualada por su actitud paternal hacia su center fielder estrella. En aquellos días, Mays lo llamaba Mr. Leo, hoy él reconoce a Durocher, quién murió en 1991, como una figura paternal.
“Siempre estaba pendiente de que traje debería comprar y como debía vestir”, dijo Mays. “Nunca me gritó. Si tenía algo que decir, hablaba con tranquilidad. Cuando estábamos en California, me quedaba en su casa y cuando salíamos de gira, su hijo era mi compañero de cuarto. Chris Durocher tenía 7 años. “Cuando salíamos de gira, Leo me decía ‘Sal con él’, por dos semanas no podía ir a ninguna parte, ni hacer nada. Pienso que esa era la forma de Leo de estar pendiente de mí”.
Mays se sonríe, cuando recuerda como utilizó esta situación para hacerse de algún dinero. Él comía en restaurantes donde los peloteros negros eran bien recibidos, y se llevaba a Chris con él. Cuando Chris le contaba a su padre que había estado sometido a una dieta muy ligera, Durocher le dijo a Mays que él quería que su hijo comiera el mejor beef steak.
“Y le dije: ‘Bien, entonces tienes que darme dinero para el steak”, dijo Mays. Y Leo sacaba varios billetes y me los ponía en la mano. Ibamos al resturant y le decía a Chris: ‘¿Quieres un steak?’ y el decía ‘No, yo como lo que tú comas’. Nunca se lo dije a Leo”.
Mays jugó en cuatro Series Mundiales, la primera en su año de novato, 1951, después que los Gigantes vencieron a los Dodgers de Brooklyn en un play off de tres juegos para llevarse el banderín de la Liga Nacional, al ganar el juego final con el jonrón de Bobby Thomson en el noveno inning ante Ralph Branca. Mays estaba prevenido al bate, estaba tan enfocado en su posible turno, dijo, que no lo afectó el dramatismo del jonrón de Thomson para terminar el juego.
“Estaba concentrado en Branca, lo que estaba lanzando, lo que me podría lanzar”, dijo Mays. “Cuando él bateó el jonrón, ni me moví”.
“Recuerdo a todos los muchachos corriendo hacia el plato, yo dije: ‘¿Qué pasa aquí?’ y pensaba ‘Me toca batear’”.
Los Gigantes perdieron la Serie Mundial ese año con los Yanquis, algo que se repitió en 1962. In el noveno inning del séptimo juego, los Gigantes perdían 1-0, Mays bateó un doble con 2 outs y llevó a Mateo Alou hasta tercera base. Con un imparable ganaban el juego.
Willie McCovey, un zurdo que halaba la bola, bateó una bola destinada al right field, pero fue atrapada por el segunda base Bobby Richardson quién jugaba profundo en el cuadro.
“Al salir el batazo pensé ‘Es un hit’”, dijo Mays. “Empecé a correr, pero Bobby Richardson estaba jugando justo por donde iba la línea”.
Mays sólo jugó una vez para un campeón de Serie Mundial, en 1954, cuando los Gigantes barrieron a los Indios de Cleveland. En el primer juego ocurrió quizás su momento estelar, una jugada que fue conocida como “La atrapada”.
En la apertura del octavo episodio, con la pizarra igualada, sin outs y dos en base, Vic Wertz despachó un batazo inmenso a lo más profundo del jardín central. Con hombre en segunda, Mays estaba jugando corto para evitar la carrera en caso de un imparable, empezó a correr a toda velocidad de espaldas al plato hasta que alcanzó la pelota cuando esta pasó sobre su cabeza.
Jack Brickhouse, narraba el juego por televisión, dijo que la atrapada “debió haber sido una ilusión óptica para muchas personas.
Para Mays la atrapada fue algo normal. El tiro si fue excepcional.
“Cuando corría, pensaba que debía enviar la pelota lo antes posible al infield porque había anotado varias veces desde segunda base con batazos como ese”, dijo Mays.
En el instante en que la pelota llegó a su guante, frenó de inmediato y giró para disparar la pelota hacia segunda base. Eso mantuvo al corredor en tercera base, los Indios no pudieron anotar. Los Gigantes ganaron en 10 innings.
“No había dudas de que iba a atrapar la pelota”, dijo Mays con una desafiante sonrisa juvenil a casi 60 años del hecho. “Yo lo sabía”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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