El radio transistor reposaba en la base de la baranda del jardín. Lanoche de Cumanacoa estallaba en un concierto de sapos que difundía encada una de las charcas diseñadas por un palo de agua que vació lasnubes y dejó el camino clarito para los luceros. Aquella noche deprincipios de diciembre de 1970, esperábamos el juego de pelotamientras tratábamos de deslizar algunas piedras por la superficie delas charcas. La marcha deportiva de Radio Rumbos nos hizo voltearhacia el jardín. Herman Hill había nacido un 12 de octubre de 1945 en Tuskegee.Alabama. USA. Había debutado en la Liga de la Costa del Golfo,categoría novatos con el equipo de los Mellizos de Minnesota, en 1966.Allí tomó 180 turnos al bate. 40 imparables. 7 dobles. 3 triples. .222promedio ofensivo. En 1967 jugó con los Twins de Orlando en la Liga de Florida Clase A.126 juegos. 473 turnos al bate. 86 carreras anotadas. 138 imparables.19 dobles. 3 triples. 5 jonrones. 40 empujadas. 58 bases robadas. 58boletos. 71 ponches. .292 promedio ofensivo. En la temporada de 1968 vistió la camiseta de los Tobs de Wilson enla Liga Carolina Clase A. 23 juegos. 89 turnos al bate. 29 imparables.1 doble. 1 triple. 3 jonrones. .341 promedio ofensivo. Ese año fuepromovido a los Hornets de Charlotte de la Southern League AA. 102juegos. 392 turnos al bate. 57 carreras anotadas. 96 imparables. 9dobles. 6 triples. 2 jonrones. 31 carreras empujadas. 36 basesrobadas. 22 boletos. 72 ponches. .245 promedio ofensivo. En 1969 con los Bears de Denver de la American Association LeagueAAA, participó en 135 juegos, tomó 560 turnos al bate, anotó 90carreras, conectó 168 imparables, conectó 21 dobles, 8 triples, 6jonrones, empujó 49 rayitas, estafó 31 almohadillas, 37 boletos, 84ponches. Su promedio fue de .300. Ese año Hill subió a Grandes Ligascon los Mellizos. Vio acción en 16 encuentros, consumió 2 turnos albate, anotó 4 carreras, estafó una almohadilla. Su promedio ofensivo.000. La temporada de 1970 la inició con los Triplets de Evansville de laAmerican Association League AAA. 112 juegos. 452 turnos al bate. 50carreras anotadas. 112 imparables. 15 dobles. 8 triples. 3 jonrones.35 carreras empujadas. 24 bases robadas. 31 boletos. 99 ponches. .248promedio ofensivo. Esa temporada regresó a las Mayores. Participó en27 juegos, tomó 22 turnos, anotó 8 carreras, conectó 2 imparables. Supromedio ofensivo .091.Gregorio Machado recuerda los pormenores del deceso de Hill acomienzos de octubre de 2003 en el Estadio "José Bernardo Pérez" deValencia. "Nosotros practicamos ese día. Íbamos a una serie enMaracaibo ese martes. Se había hablado el sábado que como íbamos aMaracaibo podíamos utilizar el autobús y llegar hasta Maicao. No séque fue lo que pasó y el viaje se suspendió. Ese día lunes fuimos a laoficina a cobrar. Era día de quincena. Para cobrar antes de irnos pa'Maracaibo. O sea, que nosotros coincidimos con todos esos peloteros enla oficina del Edificio Capri… cobrando. Ellos salieron del EdificioCapri, fueron a… un supermercado… un restaurant Cada que quedabaallá…. que está ahorita por cerca del Stauffer. Donde está el PizzaHut, allí era el Cada. Ellos fueron a comer ahí y ahí fue dondedecidieron irse para la playa. Se fue Dale Spiers, se fue él, RayFosse y John Morris. Recuerdo que Morris perdió hasta los dientes,porque dice que él lo agarró. Cuando Hill se tiró a la playa queempezó a gritar dentro del agua, Morris se tiró y logró agarrarlo… yel tipo se le soltó de las manos. Por eso es que él decía que se lehabía ahogado por culpa de él. Porque él logró agarrarlo, pero el tipocomo ya no tenía la fuerza, se le salió de las manos…se le soltó y sele fue. Según la autopsia, a Hill le dio una embolia. Por eso losgritos de auxilio. Los americanos decían que él había sido campeón denatación. De hecho, cuando lo encontraron estaba en la posiciónclásica del nadador. Apareció como a los tres días. Hasta que noapareció, nosotros no jugamos. Después que consiguieron el cadáver yofui como dos veces a la…a la medicatura forense del Hospital de PuertoCabello a ver el cadáver. Porque había un Doctor de apellidoVizcarrondo, de aquí de Valencia. Muy fanático del Caracas. En esasdos oportunidades vino a Valencia. Me llamó porque él quería ver elcadáver. Una semana después Jim Holt se encargó de entregárselo a lafamilia. El vino para acá exactamente porque Jim Holt lo recomendó.Era amigo de Jim Holt. Tenía como una semana que había llegado lanovia. Ella estaba con él en la playa. Una mujer blanca bonita". Un lunes 14 de diciembre de 1970 escuchaba mùsica con mis hermanosrecostados del Cadillac blanco de Papà. Felipe subiò el volumen alescuchar una fanfarria. Herman Hill, el pelotero del Magallanes, habìadesaparecido en la playa de Guaicamacuto, Carabobo donde fue adisfrutar el dìa libre con los lanzadores Dale Speiers y John Morris yel receptor Ray Fosse. Apagamos el radio y nos fuimos a recordar eljuego del día anterior. A mitad del juego Delio Amado León empezó a subir la vozpaulatinamente, al tiempo que nosotros dejábamos de perseguir lossapos en las charcas. A medida que subía la voz corríamos más durohacia el jardín. “Es un flaicito detrás de tercera base. Es muydificil que la pueda tomar nadie. Esperen, allá viene Herman Hillvolando desde el jardín izquierdo. La tiene en el guante, pero aúltima hora se le ha caído la pelota. Es una lástima que le carguenerror a Hill. Nadie más que él podía llegarle a esa pelota desde lasprofundidades de los jardines. Parecía un corredor de 100 metrosplanos”. Con Magallanes en la 70-71 habìa participado en 36 encuentros, tomò131 turnos, anotò 23 carreras, soltò 33 inatrapables, 5 dobles, 1triple, 1 jonròn, empujò 9 carreras, se ponchò en 29 ocasiones,recibiò 19 boletos, estafò 7 almohadillas. Su promedio: .252.
Alfonso L. Tusa C.
martes, 14 de diciembre de 2010
Geografía de un momento difícil
“Our whole team is hustling. You win when you hustle”. Bob Swift. Las dos últimas noches he apagado el radio con la sensación de que sepudo haber tratado con más intensidad para que los Navegantes delMagallanes alcanzaran ese triunfo que tanto ha tardado. El ardor enlas papilas posteriores me sumergió en un túnel que desembocó en lospasillos subterráneos del estadio José Bernardo Pérez. Un olor desudor con arcilla condensó en los vidrios de una pintura de LázaroSalazar. Me quedé paralizado. La figura traspasó la placa desilicatos. “Si. Ya sé porque esa mirada triste. A veces el beisbol noshace pasar por situaciones muy duras. Pero yo sé que el manager va areaccionar. Él tendrá que entender que Lino Urdaneta está para elrelevo largo. Tres jonrones en cuatro innings es demasiado para unrelevista. Es hora de descansarlo y traerlo de vuelta gradualmentehasta que recupere la confianza. Además ahora tiene a Bowden y aSwindle, con ellos y Santeliz que se ha visto muy bien últimamente,además de recordar que tiene a Cova, tiene para bandearse hasta quellegue el noveno”. Sacudí el cuello, metí la cara bajo la almohada, el aroma de lalluvia entrampada en el alfeizar de la ventana me lanzó en tobogánhasta la entrada del clubhouse. Pestañeé varias veces. Un siseo metempló detrás de la puerta. “Mira muchacho. ¿Tú vas a hablar conGregorio? Dile que ponga al patato ese, creo que se llama Altuve. Esemuchacho va a llegar muy lejos. Y tiene ese algo que diferencia a loslideres, le pone un mundo allí afuera, y hasta cuando no está jugando,se le ve como una fiera enjaulada en el dugout. Yo respeto mucho lajerarquía, pero es que Callaspo, no está 100% físicamente. Altuvedebería volver a jugar en segunda, Vechionacci en tercera, Flores y/oChirinos entre primer y la receptoría. Sino que se recuerde como yotraía a jugar a Armando Ortiz en la 69-70 cada vez que se lesionabaalguien, hasta que se quedó de regular”. Mientras daba vuelta en lacama, sentí un templón en el brazo. “¡Díselo chico. No puede ser queun segunda base no pueda hacer un dobleplay porque no tiene brazo, ytampoco que deje de tomar varios flays en el right field corto, eso eslo que los gringos llaman ‘fundamentals’”. Bajé las escaleras, divisé el abanico naranja alzarse entre dospiélagos de grama. Sobre la banca escuché el chirrido de los dientessobre el palillo. Me pasé los dedos por los ojos y traté de respirar.El hombre estiró los dedos de su guante de segunda base. “Dile aGregorio que se acuerde de aquel juego del play off contra los Tigres,cuando él se fajó en un relevo de 10 innings y anotó con aquel tripleque bateé para ganar el juego. Que hable con los muchachos y les digaque el juego trata de fajarse, de dar lo que se tiene y lo que notambién, de sentir la camiseta y de recordar el compromiso con elequipo y con la afición. Dile que llame un mitin y les recuerde todolo que son capaces de hacer, porque ellos llevaron a ese equipo alprimer lugar y lo pueden volver a hacer. Sólo hace falta ese templónque los haga despertar”. Abrí los ojos y en la oscuridad faltaba el oxígeno, se escuchaba eloleaje impactando en la línea de flotación. Una vela se levantabaremendada firme y se hinchaba ante el soplido del viento en la popa.
Alfonso L. Tusa C.
Alfonso L. Tusa C.
Ron Santo, el legendario antesalista de los Cachorros de Chicago, falleció el 02 de diciembre de 2010.
Aquella noche de julio de 1968, mis hermanos mezclaban el béisbol con las páginas de sus cuadernos de matemáticas de bachillerato. Hablaban de un juego de estrellas. Su discusión más enconada tenía que ver con dos tipos que jugaban en un lugar que ellos llamaban “la esquina caliente”. Felipe se refería a Brooks Robinson como si lo conociera desde mucho tiempo. “Brooks Robinson es capaz de agarrar un toque de bola con los ojos cerrados y sacar por un paso al corredor más rápido”. Jesús Mario metía las manos en los bolsillos del pantalón de caqui. “Ron Santo hace todas las jugadas, lo he visto hasta hacerle asistencia a Don Kessinger”
Cuando este viernes 03 de diciembre de 2010 escuché en la radio que Ron Santo había fallecido fue inevitable la imagen de aquella noche siguiendo el juego de estrellas de 1968. Aunque el juego terminó 1-0 y ninguno de los dos antesalistas tuvo injerencia determinante en el resultado, Felipe y Jesús Mario siguieron su disputa particular sobre los atributos de cada tercera base. También recordé todo el material hemerográfico que había coleccionado para escribir una biografía de Ron Santo.
Ronald Edward Santo, nació en Seattle, Washington, USA, un 25 de febrero de 1940. Fue diagnosticado con diabetes a los 18 años. En 1959 la esperanza de vida para un diabético era 25 años. Se enteró de las consecuencias de esa enfermedad, leyó que los diabéticos podían quedar ciegos, desarrollar endurecimiento de las arterias, fallas en los riñones, gangrena. “También supe que mediante el ejercicio y la regulación de la insulina podía controlar la diabetes”
Santo fue el único pelotero de posición que jugó una carrera completa de 15 años en Grandes Ligas y además dejó números sobresalientes. La gente le preguntaba como hizo para lograr eso. La respuesta. “Siempre fui un tipo positivo. Mi madre significó una gran parte de mi actitud positiva. Tenía dos trabajos. Trabajaba desde las 8 de la mañana hasta las 9 de la noche. Siempre regresaba a casa con la mejor de sus sonrisas para mi hermana y para mí. Siempre nos decía que las cosas iban a salir bien. Mi papá nos abandonó cuando tenía 6 años. Mi mamá y mi padrastro murieron en un accidente de tránsito mientras viajaban para ir a verme jugar en los entrenamientos primaverales. Perdí un hermano a los 38 años. Pero hay que tener la fortaleza de asimilar los golpes y sobrevivir.”.
Don Kessinger quién jugara short stop para los Cachorros de Chicago entre 1964 y 1975, y quizás quien haya visto mas que nadie a Santo jugar en tercera base dijo que lo que más recuerda de él es la intensidad con que salía a jugar cada día. “Haber sido elegido al Salón de la Fama, habría sido muy significativo para Ron Santo”.
Para Santo el béisbol y la familia eran la terapia que lo mantenía vivo. “Entre mis nietos y los aficionados al beisbol me hicieron olvidar el hecho de que iba a perder las piernas. Mi pasión por ellos me ha hecho vivir todos estos años”.
Santo quién había terminado en septiembre de 2010 una carrera de 21 años como narrador de los juegos de los Cachorros de Chicago, falleció este jueves 02 de diciembre de 2010 en Arizona por complicaciones de cáncer de próstata.
Alguna vez trataron de compararlo con Brooks Robinson para justificar sus méritos para ser electo al Salón de la Fama. Santo respondió: “Tienen razón en algunas cosas, pero la comparación con Robinson es innecesaria, él fue el mejor. Nunca vi alguien mejor en esa posición. Fui bueno. Pero él fue el mejor. El merecía estar en el Salón de la Fama en su primera oportunidad”.
Mike Krueger de 55 años, manejó desde su casa en Whiting , Ind. , para dejar una nota a la entrada de Wrigley Field donde los aficionados armaron una montaña de memorabilia en homenaje a Ron Santo. “Viví día a día la temporada de 1969. Vivía al norte de la ciudad y tomaba dos buses para ir a ver a los Cachorros con sus amigos. Todavía siente el dolor de la debacle de aquella temporada.
En una ocasión le preguntaron a Santo si tuviera la oportunidad de cambiar algo en su carrera como pelotero que sería. “Cambiaría el mes de septiembre de 1969”.
Ron Santo terminó su carrera con .277 de promedio al bate, 2254 hits, 342 jonrones, y 1331 carreras empujadas. También ganó el guante de oro 5 veces.
Al final de aquella temporada de 1968, un año antes que los milagrosos Mets dejaran en la cuneta a los Cachorros, Jesús Mario hojeó un Sport Gráfico y le leyó a Felipe: “Ron Santo a la defensiva en 1968: 162 juegos, 1444.1 innings, 130 outs, 378 asistencias (lider), 15 errores, 33 dobleplays (lider), .971 promedio defensivo (lider).
Alfonso L. Tusa C.
Cuando este viernes 03 de diciembre de 2010 escuché en la radio que Ron Santo había fallecido fue inevitable la imagen de aquella noche siguiendo el juego de estrellas de 1968. Aunque el juego terminó 1-0 y ninguno de los dos antesalistas tuvo injerencia determinante en el resultado, Felipe y Jesús Mario siguieron su disputa particular sobre los atributos de cada tercera base. También recordé todo el material hemerográfico que había coleccionado para escribir una biografía de Ron Santo.
Ronald Edward Santo, nació en Seattle, Washington, USA, un 25 de febrero de 1940. Fue diagnosticado con diabetes a los 18 años. En 1959 la esperanza de vida para un diabético era 25 años. Se enteró de las consecuencias de esa enfermedad, leyó que los diabéticos podían quedar ciegos, desarrollar endurecimiento de las arterias, fallas en los riñones, gangrena. “También supe que mediante el ejercicio y la regulación de la insulina podía controlar la diabetes”
Santo fue el único pelotero de posición que jugó una carrera completa de 15 años en Grandes Ligas y además dejó números sobresalientes. La gente le preguntaba como hizo para lograr eso. La respuesta. “Siempre fui un tipo positivo. Mi madre significó una gran parte de mi actitud positiva. Tenía dos trabajos. Trabajaba desde las 8 de la mañana hasta las 9 de la noche. Siempre regresaba a casa con la mejor de sus sonrisas para mi hermana y para mí. Siempre nos decía que las cosas iban a salir bien. Mi papá nos abandonó cuando tenía 6 años. Mi mamá y mi padrastro murieron en un accidente de tránsito mientras viajaban para ir a verme jugar en los entrenamientos primaverales. Perdí un hermano a los 38 años. Pero hay que tener la fortaleza de asimilar los golpes y sobrevivir.”.
Don Kessinger quién jugara short stop para los Cachorros de Chicago entre 1964 y 1975, y quizás quien haya visto mas que nadie a Santo jugar en tercera base dijo que lo que más recuerda de él es la intensidad con que salía a jugar cada día. “Haber sido elegido al Salón de la Fama, habría sido muy significativo para Ron Santo”.
Para Santo el béisbol y la familia eran la terapia que lo mantenía vivo. “Entre mis nietos y los aficionados al beisbol me hicieron olvidar el hecho de que iba a perder las piernas. Mi pasión por ellos me ha hecho vivir todos estos años”.
Santo quién había terminado en septiembre de 2010 una carrera de 21 años como narrador de los juegos de los Cachorros de Chicago, falleció este jueves 02 de diciembre de 2010 en Arizona por complicaciones de cáncer de próstata.
Alguna vez trataron de compararlo con Brooks Robinson para justificar sus méritos para ser electo al Salón de la Fama. Santo respondió: “Tienen razón en algunas cosas, pero la comparación con Robinson es innecesaria, él fue el mejor. Nunca vi alguien mejor en esa posición. Fui bueno. Pero él fue el mejor. El merecía estar en el Salón de la Fama en su primera oportunidad”.
Mike Krueger de 55 años, manejó desde su casa en Whiting , Ind. , para dejar una nota a la entrada de Wrigley Field donde los aficionados armaron una montaña de memorabilia en homenaje a Ron Santo. “Viví día a día la temporada de 1969. Vivía al norte de la ciudad y tomaba dos buses para ir a ver a los Cachorros con sus amigos. Todavía siente el dolor de la debacle de aquella temporada.
En una ocasión le preguntaron a Santo si tuviera la oportunidad de cambiar algo en su carrera como pelotero que sería. “Cambiaría el mes de septiembre de 1969”.
Ron Santo terminó su carrera con .277 de promedio al bate, 2254 hits, 342 jonrones, y 1331 carreras empujadas. También ganó el guante de oro 5 veces.
Al final de aquella temporada de 1968, un año antes que los milagrosos Mets dejaran en la cuneta a los Cachorros, Jesús Mario hojeó un Sport Gráfico y le leyó a Felipe: “Ron Santo a la defensiva en 1968: 162 juegos, 1444.1 innings, 130 outs, 378 asistencias (lider), 15 errores, 33 dobleplays (lider), .971 promedio defensivo (lider).
Alfonso L. Tusa C.
Para Joe Posnanski Armando Galárraga debería ser el Deportista del Año 2010
Mi escogencia para Deportista del Año 2010 de la revista SportsIllustrated, es el pitcher de los Tigres de Detroit Armando Galarraga.De todas todas tuvo un año difícil. Dejó marca de 4-9 con 4.49 deefectividad. Sus Tigres estuvieron lejos de ser contendientes estatemporada. Él no tuvo ningún impacto en el panorama deportivo……excepto por un día, cuando fue perfecto. Ese fue el 2 de junio de2010. En su cuarta apertura del año. Fue contra los Indios deCleveland. Retiró los primeros 26 bateadores que enfrentó. Había unavispón del juego perfecto en el aire de mayo y junio. El 9 de mayo,Dallas Braden de los Atléticos de Oakland, quién hasta ese momentosólo era conocido por aquel incidente con Alex Rodríguez donde lereclamó por pasar por el montículo de vuelta al dugout, lanzó un juegoperfecto ante Tampa Bay. Justo 20 días después, el 29 de mayo, RoyHalladay lanzó otro juego perfecto versus Florida, una actuación de undominio tal que si hubiese sido el primer juego que alguién veía, sehabría marchado preguntándose cómo ALGUIÉN podía pegarle a la pelotaen ese juego llamado béisbol. Dos juegos perfectos en 20 días.Extraño. En toda la década de los años setenta hubo sequía total dejuegos perfectos. Así estaban las cosas, sólo cuatro días después del perfecto deHalladay y Galarraga estaba lanzando el suyo. No estaba tan dominantecomo Halladay. Los Indios le batearon con fuerza algunos lanzamientos.Pero ningun batazo cayo en terrenos de nadie. Así llegó el novenoinning, Mark Grudzielanek le dio bien a la pelota, pero fue out, MarkRedmond no le dio bien y salió de short a primera y Jason Donald erael ultimo bateador. Había menos de 18000 personas en el Comerica Park,pero había un rumor fuerte. Ningún pitcher ha lanzado un juegoperfecto a lo largo de la historia de los Tigres de Detroit. Lo quesiguió ahora es parte de la tradición del béisbol. Donald pellizcó lapelota con la punta del bate. Salió un machucón hacia el lado derecho,donde Miguel Cabrera se movió a su derecha, tomó la esférica y lanzó aprimera donde Galarraga corrió, recibió la pelota y pisó la base algoaparatoso pero pareció que a tiempo. Aquí viene la parte especial: Elárbitro de primera base Jim Joyce, al ser visto repetición trasrepetición, parecía listo para sentenciar el out de Donald y completarel juego perfecto. Sólo que Joyce no hizo eso. Pareció cambiar de opinión a mitad de lasentencia. Decretó quieto a Donald. Y el juego perfecto se convirtióinstantáneamente en un ordinario juego de un hit. Esta fue una de esas sentencias que parecíó errada hasta en vivo. Enla repetición, con la acción detenida, pareció algo peor que un error,algo grotesco, torcido, deprimente. Este fue un año cuando lasolicitud de revisar la repetición en el béisbol alcanzó nivelessorprendentes, quizás porque nos hemos convertido en una sociedad queno tolera la ambigüedad. Queremos blanco y negro, out y quieto,acierto o error, campeón y perdedor. En la repetición, no habíadiscusión de que Donald fue out. Tampoco había discusión en que JimJoyce en su esfuerzo honesto por proteger la historia del béisbol,había en su lugar trastocado la historia del béisbol. Para usar lapalabra más cruel en el mundo de los deportes: Él colapsó. Sabía queese último out significaba un juego perfecto, y sintió la presión,pienso que en vez de permitir que emergieran sus instintos (porquetodos saben que Jim Joyce es un buen árbitro), se perdió en el momentoy miró con intensidad para encontrar lo que no existía. Se sintióterrible, peor que terrible. “Le quité un juego perfecto a esemuchacho”, dijo con horror después del juego. Hay que imaginar a Joycecorriendo después del juego hacia la sala de videos, diciendose: “Porfavor, que lo hayas hecho bien. Por favor que lo hayas hecho bien”.Cuando vio que no lo había hecho bien, eso lo golpeó. Joyce manejaría su error con gran dignidad. Pero el héroe verdaderofue Galárraga. No discutió con Joyce en el terreno. Sólo pareciósonreir. Retiró al próximo bateador, Trevor Crowe, y terminó el juegocomo uno de un hit (en la mente de muchos, el primer juego perfecto de28 outs en la historia del beisbol). Luego fue al clubhouse y le dijoa los reporteros que estaba muy orgulloso de la forma como habíalanzado. Cuando le preguntaron por Joyce, dijo que Joyce no debíapreocuparse por nada, que todos cometemos errores. En realidad pensóen hablar con Joyce para hacerlo sentir mejor. Después cuando Joycevino a ver a Galárraga para disculparse por errar la sentencia, elpitcher reiteró su posición. Significó mucho para él que Joyce vinieraa disculparse. “Nadie es perfecto”, dijo Galárraga. Estoy seguro de que mucho después que haya olvidado los detalles deljuego perfecto de Braden y el juego perfecto de Halladay, recordaré lagracia de Armando Galárraga en el rostro de un injusticia del beisbol.Cuando todo había terminado, mucha gente quería que Bud Selig, echarapara atrás el reloj, para usar los superpoderes como Comisionado ydarle a Galarraga el juego perfecto que había lanzado con todos losméritos. Pero Selig no hizo eso, y estoy feliz. Por una cosa, cambiarla historia es un asunto peligroso. Si, Galárraga debió haber lanzadoun juego de 27 bateadores 27 outs, sin hits, sin corredores en base.Fue privado de eso por un buen árbitro quién se antojó del peormomento para errar una sentencia. Debido a la forma como él manejó esa situación, Armando Galarragalanzó un juego perfecto. De muchas maneras, ese fue el mejor juegoperfecto en la historia del béisbol.
Joe Posnanski
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Joe Posnanski
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Entrevista muda con Anthony Lerew
Desde el lunes 22 de noviembre de 2010 hasta el viernes 26 traté porvarios medios de contactar a Lerew a fin de hacerle varias preguntascon motivo del no hit no run que lanzara ante los Leones del Caracasel domingo 21. Resultó un laberinto vertiginoso recorrer variasllamadas telefónicas que arrojaron aguaceros de incógnitas solvatadasde negativas eufemísticas. Me resigné a encontrar las respuestas en el juego del sábado 27. Lavoz de José Rafael Rodríguez indicando que el lanzador era DeolisGuerra y que los Atléticos de Oakland habían ordenado que Lerew dejarade lanzar en Venezuela, en principio eliminó cualquier posibilidad dearmar un diálogo con el lanzador a través de su trabajo monticular. Latransmisión radial empezó a distanciarse de mi pensamiento hasta queencontré a Lerew saliendo del lobby del Hotel Ucaima de Valencia. “Hey Mr. Lerew, isn’t this yours?” El hombre se volteó y bajó loslentes galvanizados de plata, mostró por fin algo del miedo que no sele vio en el no-hitter. Estiró la mano y ensayó una sonrisa. La gorraazul marino plagada de firmas en el revés de la visera tembló en mimano. “Por favor, esa gorra es muy valiosa para mí”. Acordamos que sela devolvería con la condición de que me concediera algunas preguntas. Tuve que subir al taxi. La velocidad mezclada con el desespero porllegar al aeropuerto desdibujó en mi mente la imagen de un pitcherhaciendo el wind up sobre el montículo de Ebbets Field en junio de1938. Preferí preguntarle porqué le gustaba ser lanzador. En unaesquina varios niños hacían malabares con una pelota. Lerew solicitóal chofer que se detuviese un momento. Uno de los muchachos hizo decatcher contra la pared de una casa vieja. Lerew sacó una pelota de suequipaje y le explicó a otro niño como debía agarrarla, levantó el piea la altura del pecho y lanzó junto con él hacia las manos del niño dela pared. La bocina del taxi rompió la magia. “Bye, bye boys. I hope you’llenjoy the ballgame”. Cuando el taxista hundía el acelerador hasta queel vehículo casi despegaba del asfalto valenciano. Se me ocurriópreguntar: “¿Hubo algún momento en que pensó que el no-hitter seacababa?” El hombre transformó una sonrisa en suspiro profundo.Escarbó entre los bolsillos del saco a cuadros que descansaba en elrespaldo del asiento. Abrió un ejemplar de Juan Salvador Gaviota:“Pobre Pedro. No creas lo que tus ojos te dicen. Solo muestranlimitaciones. Mira con tu entendimiento. Descubre lo que ya sabes, yhallarás la manera de volar”.El estruendo de los aviones despegando en el aeropuerto hizo queregistrara en mi lista una pregunta que rompiera el silencio. “¿Queporcentaje del juego puede controlar el pitcher”. Lerew se llevó lamano derecha a la boca y estornudó. Varias sonrisas se escondierondetrás de la gorra azul marino. Levanto la mano abierta cinco veces.Cada vez los dedos estaban más separados, las dos veces adicionalesque abrió las manos señaló hacia atrás de esta, volvió a señalar ygiró el rostro de un hombro al otro. Cuando el carro se detuvo frente a la entrada del aeropuerto. Soltéun tropel casi inaudible. ¿Qué piensas cuando no cuentas con tusmejores lanzamientos y tienes que seguir lanzando? Lerew sonrió denuevo. Estrechó mi mano y tomó una a una sus valijas. Cuando parecíaque no podía con nada más señaló el equipaje de mano y pidió que se locolocaran en el hombro. Mientras se registraba, le pregunté si sabía de un tal Johnny Van derMeer. Tragó saliva tres veces. “Tendrás que esperar, si vengo a laliga venezolana la temporada que viene, para saber que tan cerca puedollegar de lo que hizo él”.
Alfonso L. Tusa C.
Alfonso L. Tusa C.
Baudilio Díaz: Aquel catcher “cambao” de Cúa
El atardecer de un viernes siempre tiene expectativas de fin desemana. Para mí, aquel 23 de noviembre de 1990 representaba el tercerdía de guardia nocturna en el laboratorio físico-químico deSuperoctanos en la zona industrial de Jose. El trasnocho acumulado mellevó a recostarme en la alfombra de la sala del apartamento. Mientrassentía las arenas del sueño perdido en los párpados, encendí el radio.Noté que hablaban de Baudilio Díaz. Cuando vi que pasaban los minutosy seguían hablando de Baudilio, me incorporé y subí el volumen: “Unaccidente terrible acaba con la vida del primer receptor venezolano enllegar a las Grandes Ligas…” Me levanté y empecé a bañarme y vestirme mucho antes de lo queacostumbraba. El trasnocho se espantó entre fotografías de revistas deSport Gráfico que mostraban a Baudilio como receptor de bull pen conlos Leones del Caracas. A principios de los 70 las pocas oportunidadesde jugar que recibió se debieron a aquellos juegos de “puros criollos”que se efectuaban como parte de doble juegos. En uno de esos juegosrecibió el no hit no run de Urbano Lugo padre en enero de 1973. En la temporada 1975-76 los equipos Caracas y La Guaira se fusionaronen Tibuleones, se pudiera decir que a partir de allí Baudilio empezó ajugar con regularidad en la LVBP. Entonces participó en 42 juegos,bateó para .259 en 112 turnos al bate. Baudilio subió a Grandes Ligas con los Medias Rojas de Boston enseptiembre de 1977. Sólo actuó en 2 partidos. La próxima temporada(marzo 1978) pasó a los Indios de Cleveland junto a Tex Cox, MikePaxton y Rick Wise por Dennis Eckersley y Fred Kendall. Mientras salía del baño tropecé con la puerta del cuarto, mientras mesobaba la nariz fue inevitable aquella transmisión de RCTV. Durante elquinto juego de la Serie del Caribe de 1979, Abelardo Raidi y HenryAltuve se deshicieron en expresiones de júbilo cuando Oswaldo Olivareshizo dos disparos al plato donde Baudilio se plantó cual barrerainfranqueable para detener las carreras de los dominicanos mediantedos dobleplays de leyenda. Allí ganó su primera Serie del Caribe, conel Magallanes. Baudilio representaba la piedra angular donde los Leones del Caracasarmaron todos aquellos equipo campeones de finales de los setenta ylos ochenta, incluida la Serie del Caribe de 1982 ganada por elCaracas y el no hit no run de Urbano Lugo hijo en el juego culminantede la final de 1987 ante La Guaira. Estuve un buen rato en el balcón siguiendo las estrellas del cielonovembrino. Cuando Len Barker lanzó el juego perfecto en mayo de1981, Baudilio era el segundo catcher de los Indios, es muy probableque haya recibido a Barker en el bull pen aquel día. En noviembre deese año pasó a los Filis de Filadelfia como parte de un cambio entretres equipos que llevó a Lonnie Smith de los Filis a San Luis. ASilvio Martínez y Larry Sorensen de San Luis a Cleveland. Y a ScottMunninghoff y un pelotero a ser nombrado después de Filadelfia aCleveland. La de 1982 resultó su mejor temporada en la Gran Carpa: 144 juegos,525 turnos al bate, 69 carreras, 151 imparables, 29 dobles, 18jonrones, 85 empujadas, .288 de promedio al bate. Esa temporada levalió convertirse en apenas en uno de dos receptores de los Filis queen una temporada batea más de .275, y conecta más de 25 dobles y 15jonrones; el otro es Mike Lieberthal. En 1983 llegó hasta la SerieMundial con los Filis. Al esperar por el autobús del trabajo, sólo la imagen de Baudiliocasi metiéndose en el dugout de la derecha del Universitario paraindicarle a Luis Mercedes Sanchez que había que esconderle la bola aCarmelo Martínez, me mantenía despierto. Sánchez vino por el medio yMartinez se la sacó por todo el centro. Allí se quedaron lasesperanzas de La Guaira de ganar aquella Serie del Caribe de 1983.En agosto de 1985 pasó de Filadelfia a los Rojos de Cincinnati junto aGreg Simpson por un jugador a ser nombrado después, Tom Foley y AlanKnicely. Fred Toliver resultó ser el jugador a ser nombrado más tarde. Cuando entré al pasillo del autobús, varios huecos en la via agitaronla narración de Delio Amado León aquel enero de 1980: “Allá va unbatazo largo a lo profundo del left field…parece que la bola se va, seva….joooooooonroooooon de Baudilio Díaz, el número 20. Hay un nuevoregistro para la Liga Venezolana de Béisbol Profesional”. Cuando logrésentarme a mitad del autobús todavía se escuchaba la ovación en elUniversitario.
Alfonso L. Tusa C.
Alfonso L. Tusa C.
En los hombros de la emoción
La línea de Marwin González se incrustó en el guante del lanzador Anthony Lerew y este corrió hacia primera para pisar la base y completar el dobleplay que consumaba el juego sin hits ni carreras. El béisbol, ese deporte donde la pelota la tiene el equipo a la defensiva, donde se puede llegar al noveno inning perdiendo por varias (muchas) carreras y nada está seguro y donde a pesar de un marcador holgado puede haber una gran tensión en el ambiente debido a que hay un juego sin hits ni carreras en el ambiente, congeló el estadio. Eso fue lo que ocurrió este domingo 21 de noviembre en el estadio José Bernardo Pérez de Valencia cuando Lerew llegó al noveno episodio sin haber permitido imparables ni anotaciones a los Leones del Caracas. Cuando le dio el boleto a José Lobatón, recordé aquella reflexión de Jim Bunning: “Lanzar un juego sin hits ni carreras es como manejar un carro sin control y evitar el accidente en el último instante. Maniobras el volante, hundes el pedal del freno hasta el fondo y te asfixias con el olor de liga de frenos. Ves como el desastre se te viene encima con velocidad de relámpago. Lo único que te queda es la desesperanza de que todo escapa a tu control. Entonces milagrosamente el carro se detiene a centímetros de la pared de ladrillos”. En el segundo episodio Jackson Melián negoció boleto después del out de Daniel Dorn. Raul Padrón despachó un batazo peligroso entre right y centerfield, Endy Chávez se desplazó hacia la zona de seguridad y atrapó el batazo para luego realizar un disparo certero al mascotín de Edgardo Alfonzo que concretó el dobleplay que cerró la entrada. Esa jugada me hizo recordar a Dwight Evans y su atrapada en aquel famoso sexto juego de la Serie Mundial de 1975, luego de atrapar una línea en las profundidades de la derecha lanzó un balín al mascotín de Carl Yastrzemski para decretar un dobleplay de leyenda. Esa junto a la línea final quizás fueron las conexiones más contundentes que recibió Lerew. En tres ocasiones Lerew demostró que estaba en el juego y entró a cubrir primera para recibir el disparo de Edgardo Alfonso. Llegó a retirar hasta 18 bateadores en fila. Hizo 106 lanzamientos. 61 strikes. Ponchó 4 y concedió 4 boletos en ruta a la victoria 6-0 de Magallanes. En medio de la emoción de los peloteros del Magallanes, Efraín Zavarce y Dámaso Blanco le preguntaron a Lerew sobre su labor. Sabía que si le daban un imparable saldría del juego pero nadie hablaba con él de lo que estaba ocurriendo sobre el terreno. Lo más cerca que había estado de lanzar un juego sin hits ni carrera había sido en la liga de novatos. Después Robinson Chirinos dijo que Lerew había pedido que lo sacaran si le daban un hit porque se sentía cansado. “Entonces le dije: ‘No sé como vas a hacer porque vas a lanzar un nohitter”. Ver a todos los peloteros magallaneros amontonarse alrededor de Lerew para saltar juntos y alzar en hombros al lanzador, me hizo recordar a Donne Wall, a Manacho Henriquez, a Dave Evans, a Chris Roberts. Y también a Lenny Yochim y a Howie Reed, quienes habían lanzado sin hits ni carreras por Caracas ante Magallanes en 1955 y 1968 respectivamente. Era hora de empezar a nivelar esa cuenta.
Alfonso L. Tusa C.
Alfonso L. Tusa C.
Por amor al béisbol
Ese juego de cuatro bases en rombo, una montaña en el medio y jardines alrededor, donde el equipo a la defensiva tiene la pelota, precisamente en manos del pitcher, siempre lo he entendido como un deporte de conjunto. Cada quién determinará su presencia a través de su contribución a la victoria del equipo.
En la historia de la humanidad, los premios y reconocimientos siempre han contenido altas concentraciones de subjetividad propias de las visiones particulares de cualquier ser humano. Por eso una de las maneras de medio neutralizar esa realidad es establecer las condiciones del premio lo más cercanas posible a la esencia del juego.
Con todo mi respeto a los expertos de la sabermetría y a las nuevas estadísticas, que son muy importantes porque permiten evaluar más a profundidad cada detalle del juego, si el análisis de las mismas se hace tratando de ver a cada pelotero como un individuo abstraído de su equipo y esto se establece como criterio básico en las votaciones de los premios llegará el momento cuando emergerá la pregunta ¿eso es béisbol?
Los expertos del juego alegan que Felix Hernández mereció ganar el Cy Young de 2010 porque “un pitcher no tiene control de lo que pasa después que suelta la pelota”. ¿Es que acaso ese pitcher no recibe de vuelta la esfera blanca de costuras coloradas y debe decidir como neutralizar al próximo bateador? Si bien el pitcher no tiene control sobre todo lo que pasa en el juego, si lo tiene en el germen de cada jugada. Partiendo de allí es que seguramente habrán determinado en algún momento que el juego depende alrededor de 70% del pitcheo.
Todas esas nuevas estadísticas resultan inútiles para la esencia del béisbol si dejan de ser entendidas bajo la óptica del trabajo del pitcher en función del equipo, y el objetivo de cualquier equipo deportivo es ganar, incluido el béisbol. Un equipo puede tener un cuerpo de lanzadores dominantes pero si estos no traducen ese dominio en victorias, hay algo pendiente por mejorar.
Por esa razón entiendo que hasta hace poco la filosofía del premio Cy Young valoraba más, ni siquiera a las victorias per se, sino a como el resto de las estadísticas desembocaban en un apreciable numero de triunfos del equipo. Por eso Nolan Ryan no fue Cy Young en 1987 cuando fue lider en efectividad y ponches, apenas ganó 8 juegos. Así se reconoce cuan influyente puede resultar el trabajo de un pitcher en las victorias de su equipo. Que lanzamientos elige ante cada bateador. Su comunicación con el receptor. Su presencia en el montículo. Su actitud cuando no tiene sus mejores lanzamientos. Su capacidad para ganar juegos sin suficiente respaldo ofensivo.
Me parece que Felix Hernández ganó en buena lid el Cy Young, ciertamente fue el lanzador más dominante en todo menos en victorias y eso resulta paradójico. Su dominio fue tan marcado que por esta vez está justificado su reconocimiento porque al menos su balance de victorias fue psoitivo. Un pitcher sabe que le falta algo cuando termina la temporada y ve que tuvo una gran efectividad, bastantes ponches, etc pero que ni siquiera llegó a los 15 triunfos. Seguro que eso es importante. Es la esencia del juego y ni siquiera esas nuevas tendencias de analizar las estadísticas la pueden borrar.
Por más que se siga insistiendo que la manera de ver el juego cambió y que el trabajo del pitcher dista de tener incidencia en el resultado del juego. Cada vez que cae un out 27, hay un equipo que sale ganador y eso se debe en buena parte a las decisiones y actitudes del hombre que se encaramó en la montaña del medio para lanzar le pelota hacia el plato.
Alfonso L. Tusa C.
En la historia de la humanidad, los premios y reconocimientos siempre han contenido altas concentraciones de subjetividad propias de las visiones particulares de cualquier ser humano. Por eso una de las maneras de medio neutralizar esa realidad es establecer las condiciones del premio lo más cercanas posible a la esencia del juego.
Con todo mi respeto a los expertos de la sabermetría y a las nuevas estadísticas, que son muy importantes porque permiten evaluar más a profundidad cada detalle del juego, si el análisis de las mismas se hace tratando de ver a cada pelotero como un individuo abstraído de su equipo y esto se establece como criterio básico en las votaciones de los premios llegará el momento cuando emergerá la pregunta ¿eso es béisbol?
Los expertos del juego alegan que Felix Hernández mereció ganar el Cy Young de 2010 porque “un pitcher no tiene control de lo que pasa después que suelta la pelota”. ¿Es que acaso ese pitcher no recibe de vuelta la esfera blanca de costuras coloradas y debe decidir como neutralizar al próximo bateador? Si bien el pitcher no tiene control sobre todo lo que pasa en el juego, si lo tiene en el germen de cada jugada. Partiendo de allí es que seguramente habrán determinado en algún momento que el juego depende alrededor de 70% del pitcheo.
Todas esas nuevas estadísticas resultan inútiles para la esencia del béisbol si dejan de ser entendidas bajo la óptica del trabajo del pitcher en función del equipo, y el objetivo de cualquier equipo deportivo es ganar, incluido el béisbol. Un equipo puede tener un cuerpo de lanzadores dominantes pero si estos no traducen ese dominio en victorias, hay algo pendiente por mejorar.
Por esa razón entiendo que hasta hace poco la filosofía del premio Cy Young valoraba más, ni siquiera a las victorias per se, sino a como el resto de las estadísticas desembocaban en un apreciable numero de triunfos del equipo. Por eso Nolan Ryan no fue Cy Young en 1987 cuando fue lider en efectividad y ponches, apenas ganó 8 juegos. Así se reconoce cuan influyente puede resultar el trabajo de un pitcher en las victorias de su equipo. Que lanzamientos elige ante cada bateador. Su comunicación con el receptor. Su presencia en el montículo. Su actitud cuando no tiene sus mejores lanzamientos. Su capacidad para ganar juegos sin suficiente respaldo ofensivo.
Me parece que Felix Hernández ganó en buena lid el Cy Young, ciertamente fue el lanzador más dominante en todo menos en victorias y eso resulta paradójico. Su dominio fue tan marcado que por esta vez está justificado su reconocimiento porque al menos su balance de victorias fue psoitivo. Un pitcher sabe que le falta algo cuando termina la temporada y ve que tuvo una gran efectividad, bastantes ponches, etc pero que ni siquiera llegó a los 15 triunfos. Seguro que eso es importante. Es la esencia del juego y ni siquiera esas nuevas tendencias de analizar las estadísticas la pueden borrar.
Por más que se siga insistiendo que la manera de ver el juego cambió y que el trabajo del pitcher dista de tener incidencia en el resultado del juego. Cada vez que cae un out 27, hay un equipo que sale ganador y eso se debe en buena parte a las decisiones y actitudes del hombre que se encaramó en la montaña del medio para lanzar le pelota hacia el plato.
Alfonso L. Tusa C.
Clint Hurdle: Un Tiburón de 18 mordidas
El nombramiento de Clint Hurdle como manager de los Piratas de Pittsburgh este lunes 15 de noviembre de 2010 trajo varios paisajes a mi memoria. Debe ser una de las pocas veces, sino la primera en que un manager de Grandes Ligas, John Russell dirigió a las Águilas del Zulia en la temporada 2006-07, es sustituido por otro, Clint Hurdle quién también jugó en Venezuela con los Tiburones de La Guaira en las campañas 1977-78, 79-80 y 83-84.
A principios de diciembre de 1977 llegábamos al patio del Liceo Luis Beltrán Sanabria de Cumanacoa, Sucre en medio de espesas cortinas de neblina y el rumor de algún aguinaldo o gaita que llegaba desde los radios de las casas vecinas. Luego de esperar nuestro turno para comprar el desayuno en el kiosco del lado de las canchas, empezábamos a hablar de una práctica de campo que haríamos en Ciencias de La Tierra, de las muestras de suelo que debíamos tomar en la Hacienda de Leo para el proyecto científico de Biología y después nos sumergíamos en el campeonato de béisbol profesional.
Hurdle y Antonio Armas mantenían una cerrada disputa por el liderazgo de jonrones que poseía Bob Darwin (19 bambinazos en 1972-73). Pete Koegel había largado 18 vuelacercas en la 73-74. El ritmo que llevaban Armas y Hurdle para mediados de dciiembre hacía pensar que habría un nuevo rey de jonrones en la liga.
Hurdle jugó en la Gran Carpa entre 1977 y 1987 con Kansas City, Cincinnati, Mets de Nueva York y San Luis. Desde 1988 hasta 1996 actuó como manager o coach de bateo con equipo de Ligas Menores de los Mets de Nueva York y los Rockies de Colorado. En 1997 fue nombrado coach de bateo de los Rockies hasta que fue nombrado manager de Colorado en 2002. Allí permaneció hasta mayo de 2009. En 2007 condujo a los Rockies hasta la Serie Mundial. En 2010 fue coach de bateo de los Rangers de Texas.
Ante la gran temporada que tenían los Leones del Caracas y las consiguientes bromas de los caraquistas, los magallaneros siempre desviábamos las discusiones hacia el título de jonrones. Que si Hurdle, que si Armas. Que cuantos llevaba Darwin para la fecha. Que cuantos juegos quedaban. En el fragor de aquellas tertulias, el timbre de la primera hora pasaba por debajo de la mesa.
Hurdle terminó la campaña con 18 jonrones y Armas con 17. Era la segunda ocasión en menos de 5 años que el título de jonrones de la LVBP se tambaleaba. Armas batió el record de carreras anotadas (62) que poseía Wally Moon (58) desde la temporada rotatoria de 53-54 con el Pastora. La Guaira pasó al play off semifinal y perdió ante Zulia. Hurdle descargó 2 jonrones más y empujó 10 carreras.
Los Piratas de Pittsburgh esperan que Hurdle rompa una seguidilla de 18 temporadas con record negativo. Andrew McCutchen, Pedro Álvarez, José Tábata, Neil Walker, son algunos de los peloteros en los cuales Hurdle podría empezar a estructurar las bases de un equipo ganador.
Mientras sacábamos cuentas de donde podrían llegar Hurdle y Armas, nuestras compañeras llegaban hasta la esquina de la cancha con un sobresalto en la mirada, “El profesor está poniendo unas páginas multigrafiadas en los pupitres”. Un tropel de zapatos sobre el cemento pulido del pasillo nos hacía olvidar momentáneamente aquella disputa de jonrones.
Alfonso L. Tusa C.
A principios de diciembre de 1977 llegábamos al patio del Liceo Luis Beltrán Sanabria de Cumanacoa, Sucre en medio de espesas cortinas de neblina y el rumor de algún aguinaldo o gaita que llegaba desde los radios de las casas vecinas. Luego de esperar nuestro turno para comprar el desayuno en el kiosco del lado de las canchas, empezábamos a hablar de una práctica de campo que haríamos en Ciencias de La Tierra, de las muestras de suelo que debíamos tomar en la Hacienda de Leo para el proyecto científico de Biología y después nos sumergíamos en el campeonato de béisbol profesional.
Hurdle y Antonio Armas mantenían una cerrada disputa por el liderazgo de jonrones que poseía Bob Darwin (19 bambinazos en 1972-73). Pete Koegel había largado 18 vuelacercas en la 73-74. El ritmo que llevaban Armas y Hurdle para mediados de dciiembre hacía pensar que habría un nuevo rey de jonrones en la liga.
Hurdle jugó en la Gran Carpa entre 1977 y 1987 con Kansas City, Cincinnati, Mets de Nueva York y San Luis. Desde 1988 hasta 1996 actuó como manager o coach de bateo con equipo de Ligas Menores de los Mets de Nueva York y los Rockies de Colorado. En 1997 fue nombrado coach de bateo de los Rockies hasta que fue nombrado manager de Colorado en 2002. Allí permaneció hasta mayo de 2009. En 2007 condujo a los Rockies hasta la Serie Mundial. En 2010 fue coach de bateo de los Rangers de Texas.
Ante la gran temporada que tenían los Leones del Caracas y las consiguientes bromas de los caraquistas, los magallaneros siempre desviábamos las discusiones hacia el título de jonrones. Que si Hurdle, que si Armas. Que cuantos llevaba Darwin para la fecha. Que cuantos juegos quedaban. En el fragor de aquellas tertulias, el timbre de la primera hora pasaba por debajo de la mesa.
Hurdle terminó la campaña con 18 jonrones y Armas con 17. Era la segunda ocasión en menos de 5 años que el título de jonrones de la LVBP se tambaleaba. Armas batió el record de carreras anotadas (62) que poseía Wally Moon (58) desde la temporada rotatoria de 53-54 con el Pastora. La Guaira pasó al play off semifinal y perdió ante Zulia. Hurdle descargó 2 jonrones más y empujó 10 carreras.
Los Piratas de Pittsburgh esperan que Hurdle rompa una seguidilla de 18 temporadas con record negativo. Andrew McCutchen, Pedro Álvarez, José Tábata, Neil Walker, son algunos de los peloteros en los cuales Hurdle podría empezar a estructurar las bases de un equipo ganador.
Mientras sacábamos cuentas de donde podrían llegar Hurdle y Armas, nuestras compañeras llegaban hasta la esquina de la cancha con un sobresalto en la mirada, “El profesor está poniendo unas páginas multigrafiadas en los pupitres”. Un tropel de zapatos sobre el cemento pulido del pasillo nos hacía olvidar momentáneamente aquella disputa de jonrones.
Alfonso L. Tusa C.
Joe Morgan recuerda a Sparky Anderson
John Erardi. Cincinnati Enquirer
Una de las lecciones más importantes que Morgan aprendió, se la dio el difunto manager de los Rojos de Cincinnati Sparky Anderson, quién le dijo en su primer día oficial con los escarlata: “Estás por tu cuenta, gran hombre. Anda a jugar. Nunca te daré una seña”.
Y Sparky nunca lo hizo. “No sabía como tomar eso al principio”, dijo Morgan. “No sabía si quería eso ¿Pero sabes porque esas palabras fueron tan inteligentes? Eso me puso más presión. Cada vez que iba a batear. Pensaba: ‘¿Qué es lo mejor para el equipo? ¿Qué querría Sparky que hiciera ahora?’ Él sabía como sacar lo mejor de mí. No le conté esto a nadie durante mi estadía completa en Cincinnati. Él lo refirió después, pero yo nunca se lo dije a nadie. No quería que otras personas pensaran que él me estaba favoreciendo”.
Anderson falleció el 4 de noviembre de 2010, tenía 76 años. Pidió que no hubiera funeral. Pero Morgan estaba más que feliz de hacerle una eulogía a Sparky con algunas anécdotas luego de su discurso de este miércoles en la Cámara Regional de Comercio de Cincinnati.
Morgan dijo que entre las fortalezas de Sparky había que destacar su capacidad para tratar a los peloteros como seres humanos, estaba consciente de que tenían problemas familiares y domésticos como cualquier persona.
“Mi papá y Sparky coincidieron desde el principio, pensaban de la misma forma”, dijo Morgan. “Siempre preguntaba por mi mamá. Sparky era un hombre de familia, le gustaba saber como las personas evolucionaban en su trabajo. Te gusta jugar para un tipo así”.
Morgan no quiso hablar de su estadía de 21 años como analista de ESPN de los juegos de béisbol los domingos por la noche, dijo que lo haría pronto.
Morgan disfruta mucho ser un hombre de negocios; esta a punto de abrir un concesionario Honda en Monroe y adora ver a su hija en sus eventos de gimnasia en California.
No descartó del todo participar esporádicamente en la transmisión de algunos juegos de los Rojos.
Él disfruta mucho las sesiones informales y las charlas con los peloteros de los Rojos, que empezó a dar el año pasado porque ahora es un consultor del equipo.
“Pienso que puedo aportar más ayudando a evaluar el talento en los entrenamientos primaverales y a arrancar la academia de béisbol aquí, que lo que puedo hacer hablando por radio o TV. Quiero transmitir lo que aprendí del béisbol. Si te lo llevas contigo ¿Qué bien has hecho? Sólo te ayudaste a ti mismo”.
Morgan dijo que no tenía aspiraciones de ser manager y que nunca las tendría.
¿Por qué?
Su padre y Sparky, ambos fallecidos, querían que él dirigiera.
Morgan dijo que no hubiera sido un gran manager porque es muy fastidioso pidiéndole a los demás que den su mejor esfuerzo.
“Eso se hubiera interpuesto en el camino”, dijo Morgan.
Morgan viajará este viernes 12 de noviembre a las Carolinas para intervenir en un torneo de golf en homenaje al difunto Willie Stargell y el sábado estará en una cena junto a Pete rose, Johnny Bench, Tany Pérez y otros peloteros en Nueva Jersey para rendirle honores a Anderson. Los “ocho grandes” jugadores de posición de la Gran Maquinaria Roja realizarán allí un show de barajitas.
“Pienso que lo que Sparky quería decir cuando dijo ‘No quiero funeral’, era que no quería que se armara un revuelo por él”, dijo Morgan. “Aún aquí (en Cincinnati) él le dio todo el crédito a sus peloteros. ¿Pero saben algo? El apodo que él tenía, ‘La Chispa Principal’, era perfecto. Era el tipo. Hacía funcionar todo aquí”.
Morgan recuerda a un pelotero de los Rojos hablando mal de otro pelotero de manera anónima en la prensa en los años 70, Anderson llamó a todos los peloteros del equipo.
“Dijo: ‘Si tienen algo que decir, díganselo directamente a la persona. Pero sin son tan cobardes para decirlo en el periódico, por lo menos den su nombre’”, recordó Morgan. “Aprendí eso de Sparky. Me sirvió en el futuro. Si piensas que lo que haces está bien, identifícate. Si piensas que no está bien, cállate”.
Anderson era un hombre de esfuerzo en conjunto.
“No le gustaba que nadie anduviera por su cuenta”, dijo el antiguo relevista Rawly Eastwick el día siguiente al deceso de Sparky.
“Es cierto”, dijo Morgan. “Yo era probablemente uno de los más gritones del grupo. Sparky te alcanzaba y te traía de vuelta. Algunas veces ni siquiera decía una palabra. Sólo te miraba. Le guiñaba un ojo y regresaba a dar lo mejor por el equipo”.
En una ocasión Morgan se dirigió a Anderson porque pensó que estaba menospreciando su autoridad en el club house. Anderson le dijo al equipo en medio de una discusión que no convocaría más reuniones.
Morgan recordó: “Fui a su oficina y le dije: ‘Sparky, eres el manager. Cada vez que quieras tener una reunión, tenemos que sentarnos y escucharte. Nunca le digas a estos tipos que no llamarás otra reunión. ¿Qué tal si hacemos algo indebido mañana? Me miró y me dijo: ‘Gracias’. Y tuvimos más reuniones. Le dijo a los muchachos: ‘Si necesitamos una reunión. Llamaré a reunirnos’. Y lo hizo. Era el jefe”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Una de las lecciones más importantes que Morgan aprendió, se la dio el difunto manager de los Rojos de Cincinnati Sparky Anderson, quién le dijo en su primer día oficial con los escarlata: “Estás por tu cuenta, gran hombre. Anda a jugar. Nunca te daré una seña”.
Y Sparky nunca lo hizo. “No sabía como tomar eso al principio”, dijo Morgan. “No sabía si quería eso ¿Pero sabes porque esas palabras fueron tan inteligentes? Eso me puso más presión. Cada vez que iba a batear. Pensaba: ‘¿Qué es lo mejor para el equipo? ¿Qué querría Sparky que hiciera ahora?’ Él sabía como sacar lo mejor de mí. No le conté esto a nadie durante mi estadía completa en Cincinnati. Él lo refirió después, pero yo nunca se lo dije a nadie. No quería que otras personas pensaran que él me estaba favoreciendo”.
Anderson falleció el 4 de noviembre de 2010, tenía 76 años. Pidió que no hubiera funeral. Pero Morgan estaba más que feliz de hacerle una eulogía a Sparky con algunas anécdotas luego de su discurso de este miércoles en la Cámara Regional de Comercio de Cincinnati.
Morgan dijo que entre las fortalezas de Sparky había que destacar su capacidad para tratar a los peloteros como seres humanos, estaba consciente de que tenían problemas familiares y domésticos como cualquier persona.
“Mi papá y Sparky coincidieron desde el principio, pensaban de la misma forma”, dijo Morgan. “Siempre preguntaba por mi mamá. Sparky era un hombre de familia, le gustaba saber como las personas evolucionaban en su trabajo. Te gusta jugar para un tipo así”.
Morgan no quiso hablar de su estadía de 21 años como analista de ESPN de los juegos de béisbol los domingos por la noche, dijo que lo haría pronto.
Morgan disfruta mucho ser un hombre de negocios; esta a punto de abrir un concesionario Honda en Monroe y adora ver a su hija en sus eventos de gimnasia en California.
No descartó del todo participar esporádicamente en la transmisión de algunos juegos de los Rojos.
Él disfruta mucho las sesiones informales y las charlas con los peloteros de los Rojos, que empezó a dar el año pasado porque ahora es un consultor del equipo.
“Pienso que puedo aportar más ayudando a evaluar el talento en los entrenamientos primaverales y a arrancar la academia de béisbol aquí, que lo que puedo hacer hablando por radio o TV. Quiero transmitir lo que aprendí del béisbol. Si te lo llevas contigo ¿Qué bien has hecho? Sólo te ayudaste a ti mismo”.
Morgan dijo que no tenía aspiraciones de ser manager y que nunca las tendría.
¿Por qué?
Su padre y Sparky, ambos fallecidos, querían que él dirigiera.
Morgan dijo que no hubiera sido un gran manager porque es muy fastidioso pidiéndole a los demás que den su mejor esfuerzo.
“Eso se hubiera interpuesto en el camino”, dijo Morgan.
Morgan viajará este viernes 12 de noviembre a las Carolinas para intervenir en un torneo de golf en homenaje al difunto Willie Stargell y el sábado estará en una cena junto a Pete rose, Johnny Bench, Tany Pérez y otros peloteros en Nueva Jersey para rendirle honores a Anderson. Los “ocho grandes” jugadores de posición de la Gran Maquinaria Roja realizarán allí un show de barajitas.
“Pienso que lo que Sparky quería decir cuando dijo ‘No quiero funeral’, era que no quería que se armara un revuelo por él”, dijo Morgan. “Aún aquí (en Cincinnati) él le dio todo el crédito a sus peloteros. ¿Pero saben algo? El apodo que él tenía, ‘La Chispa Principal’, era perfecto. Era el tipo. Hacía funcionar todo aquí”.
Morgan recuerda a un pelotero de los Rojos hablando mal de otro pelotero de manera anónima en la prensa en los años 70, Anderson llamó a todos los peloteros del equipo.
“Dijo: ‘Si tienen algo que decir, díganselo directamente a la persona. Pero sin son tan cobardes para decirlo en el periódico, por lo menos den su nombre’”, recordó Morgan. “Aprendí eso de Sparky. Me sirvió en el futuro. Si piensas que lo que haces está bien, identifícate. Si piensas que no está bien, cállate”.
Anderson era un hombre de esfuerzo en conjunto.
“No le gustaba que nadie anduviera por su cuenta”, dijo el antiguo relevista Rawly Eastwick el día siguiente al deceso de Sparky.
“Es cierto”, dijo Morgan. “Yo era probablemente uno de los más gritones del grupo. Sparky te alcanzaba y te traía de vuelta. Algunas veces ni siquiera decía una palabra. Sólo te miraba. Le guiñaba un ojo y regresaba a dar lo mejor por el equipo”.
En una ocasión Morgan se dirigió a Anderson porque pensó que estaba menospreciando su autoridad en el club house. Anderson le dijo al equipo en medio de una discusión que no convocaría más reuniones.
Morgan recordó: “Fui a su oficina y le dije: ‘Sparky, eres el manager. Cada vez que quieras tener una reunión, tenemos que sentarnos y escucharte. Nunca le digas a estos tipos que no llamarás otra reunión. ¿Qué tal si hacemos algo indebido mañana? Me miró y me dijo: ‘Gracias’. Y tuvimos más reuniones. Le dijo a los muchachos: ‘Si necesitamos una reunión. Llamaré a reunirnos’. Y lo hizo. Era el jefe”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Aquella frase
Mientras escuchaba los juegos del Magallanes en los años 70 y 80antes de cada inning Leo Nazar anunciaba al narrador como “Lo Mejordel Caribe”. Pasé poco tiempo en descifrar el porqué de aquella frase.La capacidad descriptiva, los conocimientos beisboleros y sobre todola intensidad emocional con que Rafael “Felo” Ramírez relataba todo loque observaba desde el palco de transmisión, convertía al radiotransistor en un telescopio a través del cual me transportaba alestadio, como también lo hacía con Delio Amado León, Carlos TovarBracho, Buck Canel o el Musiú Lacavalerie. Cada palabra estaba revestida de grama y cal, de tabaco de mascar ypezrrubia, de estrategia y detalles. El acento cubano le daba a lanarración un matiz de familiaridad y propiedad que me hacía sonreir yapretar el radio contra la oreja cada vez que pasaba un carro frentea la casa. “El jugador de tercera base está movido ligeramente haciael ‘hueco’. El pitcher disiente del receptor y se sale del montículo.Toma un poco de pezrrubia y ahí viene otra vez…” Este domingo 7 de noviembre de 2010, mientras escuchaba el programa“Conversaciones” de Gustavo Trías, recordé con agrado aquellas nochesy tardes de transmisiones radiales de los juegos del Magallanes y lasGrandes Ligas en las voces de Felo los primeros y en compañía de Feloy Buck Canel los segundos. Allí recordé mediante el relato de Trías,que Felo, junto a Canel (argentino) y Jaime Jarrín (ecuatoriano) sonlos únicos latinoamericanos en ganar el Ford Frick Award que entregaanualmente el Salón de la Fama a un narrador de béisbol por susaportes al juego. Al igual que Delio Amado, Tovar Bracho, Canel o el Musiú; Felodespliega colores y trazos sobre el lienzo de las ondas hertzianas.Estadísticas, anécdotas, interpretación de estrategias,improvisaciones, y sobre todo el marcador del encuentro cada ciertotiempo. Es una coordinación de imagenes que dejaría paralizados lospinceles de van Gogh, Gauguin, Michelena, Boticelli, Velásquez, Moneto Picasso. Toda una sinfonía de frescos que trasladan el terreno dejuego a la corneta del radio. Los momentos más refulgentes ocurrían en los momentos cuando Feloimpregnaba de una emoción cuajada de reflexividad el devenir deljuego. “…el pitcher observa lentamente las señas del catcher. Mirahacia primera por encima del hombro. Ahí viene con la recta a trescuartos yyyyyy, lo ponchóooo…” Trías habla con Felo sobre los juegos sin hits ni carreras que le hatocado narrar en Grandes Ligas, el hijo ilustre de Bayamo comienzarefiriendo el más recordado de todos, el juego perfecto de Don Larsenante los Dodgers de Brooklyn en la Serie Mundial de 1956. “Buck narrólos primeros cuatro innings y medio. A mí me tocaron los episodios másemocionantes, el desenlace del ponche de Dale Mitchel cuando RayPinelli cantó el último out. Lo tuve grabado mucho tiempo en una deaquellas cintas magnetofónicas de entonces, luego lo pasé a un casetey siempre lo escucho”. A veces el sueño amenazaba con rendirme antes de terminar el juego,entonces la elocuencia de Felo me abría los ojos hasta ver el radiocomo el sol más incandescente del mediodía: “y luego de ochoentradas….está gaaaanando el Magallanes amigos…” Gustavo Trías le preguntó a Felo por el momento cuando le anunciaronque había ganado el premio Ford Frick: “Cuando sonó el teléfono en micasa, en el mes de agosto del año 2001 diciéndome que había sidoseleccionado para integrar el Hall of Fame con el Premio Ford Frick,realmente…de momento, me eché a reír, porque pensaba que alguien,amigo mío, me estaba “tomando el pelo”, me estaba jugando una broma,pero se identificó la persona: era el secretario del presidente delHall of Fame en Cooperstown, el templo de la fama del béisbol y,realmente, me abracé a mi esposa, nos reímos, lloramos, yo… larecuerdo con… inmenso cariño…en todo momento… es la otra mitad de mivida, en todos los aspectos. Al siguiente día todos los periódicospusieron la información desplegándola en una forma que, bueno, mellené de orgullo, de felicidad y... me parecía imposible; cuandopienso en eso, retrospectivamente, echo los almanaques hacia atrás,quién iba a pensar que mi carrera, iba a ser tan larga, con tantasoportunidades, que las he aprovechado al máximo. En primer lugar,compartir con mucha gente grande del micrófono, empezando con BuckCanel, la máxima figura, y otros queridos compañeros como Lacavalerí,como Pancho “Pepe” Creo que de los de Venezuela, y de todas partes enrealidad, de todos los países, el Mago Septién de México, en fin,Carlos Barñanos…” El momento especial que siempre recuerdo de las narraciones de Feloocurrió en algún momento de la temporada 1976-77, entonces luego de unbatazo clave que diera Dave Parker para ganar un juego, expresó:“:…Parker, el predestinado del Magallanes…”, en medio del caudalemocional que lo caracteriza a la hora de ilustrar una situación en elterreno de juego.
Alfonso L. Tusa C.
Alfonso L. Tusa C.
El drama de los Tiburones de La Guaira
Una arrancada de 5 victorias por 17 derrotas resulta más quesuficiente para encender todas las alarmas en un equipo de beisbol,más si se compite en un campeonato de 12 semanas de ronda eliminatoriaen el cual los primeros 20 juegos resultan sino decisivos, de un pesoespecífico determinante que exigirá un remate de alto calibre en elresto del torneo para tener oportunidad de acceder a la siguienteronda. Eso me hizo recordar a Carmen y Jesús Ramón, dos entusiastasseguidores de los escualos, por allá por 1972. Cuando pasan los juegos y las conexiones entre el pitcheo, laofensiva y la defensiva brillan por su ausencia, todos voltean haciael manager, la posición más retadora de cualquier equipo de béisbol encualquier categoría. Las personas que asumen este cargo, saben deantemano que las victorias siempre pertenecerán a los peloteros y quecuando en el horizonte asomen una, dos, tres derrotas, el manager debeestar dispuesto a asumirlas, a buscar soluciones, a sacudir el clubhouse hasta hacer aparecer las victorias. A veces los managers loconsiguen, a veces les dan más tiempo para que las encuentren, a vecesmuy poco. Pero la mayoria de ellos sabe que cuando el equipo tienetropiezos seguidos existe una gran posibilidad de que la gerenciadecida sustituirlo, ya sea para cambiar el ambiente en el dugout, yasea para buscar otra visión del juego, o porque es mejor cambiar a unoque a 25. En los Tiburones ya se llegó a ese momento y Carlos Subero, el mismomanager que logró emerger de una situación similar a la actual latemporada anterior, fue despedido por la directiva guairista, en buscade hacer reaccionar al equipo. Phil Regan, un manager de reconocidaexperiencia en la LVBP, se encargó del equipo, sin embargo todavíasiguen sin aparecer los juegos donde coincidan el pitcheo, el bateo yla defensa. Muchos empiezan a dudar si La Guaira será capaz deremontar la empinada cuesta que tiene por delante, porque los otrosequipos siguen jugando a un ritmo estable, además de que continúanrecibiendo peloteros de valía. Quizás muchos de los aficionados de las nuevas generacionesdesconozcan que los Tiburones de La Guaira pasaron por una situaciónsimilar a la actual, al principio de la temporada 1972-73. En aquellaocasión los Tiburones llegaron a estar tan lejos de la clasificación ydel primer lugar que un artículo de la revista Sport Gráfico titulabaalgo así: “Los Tiburones están tan lejos que no escuchan lacelebración de los punteros”. Padrón Panza había anunciado a PrestonGómez como manager, pero el estratega cubano retrasó su llegada, aligual que otros jugadores de postín como José Cardenal, PaulCasanova, Pat Kelly, Jim Rooker, Luis Tiant. Carmen nunca perdió la fé en sus Tiburones. Siempre la escuchabadecir: “Si, echen broma, ya van a ver que en lo que llegue diciembreLa Guaira va a hacer correr a más de uno”. Jesús Ramón prefería mirarpara otro lado y cambiaba la conversación. En la medida que Preston Gómez tomó las riendas del equipo yempezaron a llegar Casanova, Cardenal, Kelly, Rooker, etc. EnzoHernández, Remigio Hermoso, Robert Marcano, Oswaldo Blanco y el restode los criollos empezaron a jugar con una intensidad tal que Carmenamanecía cada día con: “Yo se los dije. Ahora apriétense lospantalones”. La Guaira terminó forzando un triple empate con Magallanes y losTigres de Aragua y debieron jugar un mini play off para definir losotros dos clasificados que acompañarían al Caracas y Zulia. En elprimer juego La Guaira venció a Magallanes y concretó la remontada másfabulosa de equipo alguno en la LVBP. Jesús Ramón pasó toda aquellatarde pellizcándose para comprobar que aquello era la realidad.
Alfonso L. Tusa C.
Alfonso L. Tusa C.
Sparky Anderson: Un manager fajador, estratega y de gran sensibilidad.
El resonar de las chicharras llegaba entre las sombras de la una de la tarde, la voz de Carlos Tovar Bracho flotaba en el fondo del comedor. En el dugout de los Rojos de Cincinnati un hombre de rostro reflexivo caminaba de un lado a otro, movía las manos mientras miraba hacía el montículo, el plato y los jardines. Mamá terminó arrastrándome y sólo escuché a Tovar Bracho decir algo sobre Sparky Anderson y la Liga Venezolana de Béisbol Profesional.
George Anderson nació en Bridgewater, Dakota del Sur, USA un 22 de febrero de 1934. El apodo Sparky viene de cuando jugaba para los Cats de Fort Worth en la Liga de Texas AA en 1955. Jugaba su tercera temporada en el profesional y se había ganado la fama de pelotero joseador, por la fiereza con que se entregaba en el campo. Luego de otra discusión con un árbitro, el locutor radial de Fort Worth dijo “the sparks are really flying tonight” (“las chispas están volando de verdad esta noche”), sparks fue transformado en Sparky y ahí empezó el apodo. Sparky fue un camarero que jugó 1 temporada en Grandes Ligas con los Filis de Filadelfia.
De aquella Serie Mundial de 1970 recuerdo que para el tercer juego Sparky ubicó a David Concepción como octavo bate y en las paradas cortas. Antes de irme escuché a Tovar Bracho hablando de la vez que Anderson vino a dirigir al Magallanes en la temporada 1964-65, habló de unas 13 derrotas; cuando iba a mencionar lo que pasó antes de la seguidilla de reveses mamá me remolcó hacia la escuela, estiraba el cuello, sólo escuché:”…al menos…”
Anderson siempre bromeaba con el titular del Cincinnati Enquirer el día que lo nombraron manager de los Rojos de Cincinnati a los 35 años: “¿Sparky quién?” Pero pronto empezó a actuar y lucir como un manager experimentado. Desarrolló una gran capacidad para profundizar en la estrategia del juego, en la habilidad para tratar a los peloteros y en su obsesión por ganar. A veces los narradores lo llamaban “El Capitán Garfio” porque sacaba a los pitchers abridores a la primera muestra de algún parpadeo.
En 1972 Sparky regresó a la Serie Mundial ante los Atléticos, esa vez los juegos los pasaban por un canal que no se sintonizaba en la casa. Pero igual seguía los juegos por radio. Seis de los siete juegos terminaron por una carrera. Estando abajo en la Serie 3-2, Anderson alineó a Concepción como campocorto y el criollo respondió bateando de 3-2 con anotada y empujada, los Rojos ganaron 8-1. Rubén Mijares me comentó una vez que Sparky se había empeñado en insistir con David cuando este aún le costaba batear en la Gran Carpa “porque Concepción es como un ciervo grande y solitario al que hay que darle tiempo de que entre en confianza para ver los saltos que es capaz de dar”.
En la mitad del séptimo juego de la Serie Mundial de 1975 Tany Pérez fue al club house a buscar algo y vió a Sparky caminar de un lado a otro con las manos en la cabeza. “¿Te sientes mal?” “¿Qué si me siento mal? Perdimos el juego de anoche y estamos perdiendo 3-0”. “No te preocupes vamos a reaccionar”. Y lo hicieron con jonrón de Pérez.
Luis Peñalver, uno de los pitchers del Magallanes en aquella temporada 64-65, refiere por teléfono: “Sparky era un manager muy sensible. Siempre estaba pendiente del último de los peloteros. Él mismo fongueaba en la práctica de infield. Cuando me lesioné el codo el salió al montículo, le dije que no podía lanzar más. Me dio dos palmadas en el hombro y me dijo: ‘Don’t worry boy. You’re gonna recover from this’. No pudo ganar con aquel Magallanes pero los peloteros lo respetaban mucho porque él los tomaba en cuenta. Era un gran tipo”.
Cuando era un niño su padre le dijo a Sparky: “No tienes que ser rico para caerle bien a las personas, esa es una de las cosas de la vida que no cuesta ni un centavo”.
Ganó las Series Mundiales de 1976 (Cincinnati) y 1984 (Detroit) para convertirse en el primer manager en ganar Series Mundiales con equipos de ambas ligas mayores
“Sparky nos enseñó que jugar béisbol es como pintar un cuadro. Cuando un artista pinta, la pintura cambia cada vez que mueve el pincel sobre el lienzo”, dijo Kirk Gibson quién jugó para Anderson en Detroit.
Cuando Sparky fue elegido al Salón de la Fama escogió la gorra de Cincinnati para su placa en homenaje a Bob Howsam el gerente general que le dio la oportunidad a un jugador de ligas menores de dirigir en las Grandes Ligas.
Otro atributo de Anderson era que siempre estaba en constante evolución, siempre hacía movimientos en el equipo, como cuando movió a Pete Rose del left field a tercera base en mayo de 1975 o cuando le dio la oportunidad a George Foster de jugar todos los días.
“Teniamos personalidades muy distintas en aquel equipo. Sparky era capaz de entenderse con nosotros de manera individual o como colectivo. Nunca lo ví como mi manager. Lo consideraba parte de mi familia”, dijo Joe Morgan el camarero de la Gran Maquinaria Roja de los años 70.
“Era un individuo único. Un personaje que sentía gran pasión y amor por el juego”, dijo el antíguo pitcher de los Tigres de Detroit Jack Morris.
“No hay otra persona en el béisbol como Sparky Anderson. Le entregó su vida entera al juego de pelota”, dijo Pete Rose uno de los lideres de la Gran Maquinaria Roja.
Su record vitalicio de 2.194-1.834 lo mantiene como el sexto manager con más victorias en la historia de las Grandes Ligas.
George Sparky Anderson falleció este jueves 04 de noviembre de 2010 en Thousand Oaks, Calif.
Algún tiempo después logré entender lo que decía Tovar Bracho aquel mediodía en la transmisión televisiva, lo de “…al menos…” significaba que la única victoria de Sparky Anderson con el Magallanes fue una victoria 9-2 ante los Leones del Caracas.
Alfonso L. Tusa C.
George Anderson nació en Bridgewater, Dakota del Sur, USA un 22 de febrero de 1934. El apodo Sparky viene de cuando jugaba para los Cats de Fort Worth en la Liga de Texas AA en 1955. Jugaba su tercera temporada en el profesional y se había ganado la fama de pelotero joseador, por la fiereza con que se entregaba en el campo. Luego de otra discusión con un árbitro, el locutor radial de Fort Worth dijo “the sparks are really flying tonight” (“las chispas están volando de verdad esta noche”), sparks fue transformado en Sparky y ahí empezó el apodo. Sparky fue un camarero que jugó 1 temporada en Grandes Ligas con los Filis de Filadelfia.
De aquella Serie Mundial de 1970 recuerdo que para el tercer juego Sparky ubicó a David Concepción como octavo bate y en las paradas cortas. Antes de irme escuché a Tovar Bracho hablando de la vez que Anderson vino a dirigir al Magallanes en la temporada 1964-65, habló de unas 13 derrotas; cuando iba a mencionar lo que pasó antes de la seguidilla de reveses mamá me remolcó hacia la escuela, estiraba el cuello, sólo escuché:”…al menos…”
Anderson siempre bromeaba con el titular del Cincinnati Enquirer el día que lo nombraron manager de los Rojos de Cincinnati a los 35 años: “¿Sparky quién?” Pero pronto empezó a actuar y lucir como un manager experimentado. Desarrolló una gran capacidad para profundizar en la estrategia del juego, en la habilidad para tratar a los peloteros y en su obsesión por ganar. A veces los narradores lo llamaban “El Capitán Garfio” porque sacaba a los pitchers abridores a la primera muestra de algún parpadeo.
En 1972 Sparky regresó a la Serie Mundial ante los Atléticos, esa vez los juegos los pasaban por un canal que no se sintonizaba en la casa. Pero igual seguía los juegos por radio. Seis de los siete juegos terminaron por una carrera. Estando abajo en la Serie 3-2, Anderson alineó a Concepción como campocorto y el criollo respondió bateando de 3-2 con anotada y empujada, los Rojos ganaron 8-1. Rubén Mijares me comentó una vez que Sparky se había empeñado en insistir con David cuando este aún le costaba batear en la Gran Carpa “porque Concepción es como un ciervo grande y solitario al que hay que darle tiempo de que entre en confianza para ver los saltos que es capaz de dar”.
En la mitad del séptimo juego de la Serie Mundial de 1975 Tany Pérez fue al club house a buscar algo y vió a Sparky caminar de un lado a otro con las manos en la cabeza. “¿Te sientes mal?” “¿Qué si me siento mal? Perdimos el juego de anoche y estamos perdiendo 3-0”. “No te preocupes vamos a reaccionar”. Y lo hicieron con jonrón de Pérez.
Luis Peñalver, uno de los pitchers del Magallanes en aquella temporada 64-65, refiere por teléfono: “Sparky era un manager muy sensible. Siempre estaba pendiente del último de los peloteros. Él mismo fongueaba en la práctica de infield. Cuando me lesioné el codo el salió al montículo, le dije que no podía lanzar más. Me dio dos palmadas en el hombro y me dijo: ‘Don’t worry boy. You’re gonna recover from this’. No pudo ganar con aquel Magallanes pero los peloteros lo respetaban mucho porque él los tomaba en cuenta. Era un gran tipo”.
Cuando era un niño su padre le dijo a Sparky: “No tienes que ser rico para caerle bien a las personas, esa es una de las cosas de la vida que no cuesta ni un centavo”.
Ganó las Series Mundiales de 1976 (Cincinnati) y 1984 (Detroit) para convertirse en el primer manager en ganar Series Mundiales con equipos de ambas ligas mayores
“Sparky nos enseñó que jugar béisbol es como pintar un cuadro. Cuando un artista pinta, la pintura cambia cada vez que mueve el pincel sobre el lienzo”, dijo Kirk Gibson quién jugó para Anderson en Detroit.
Cuando Sparky fue elegido al Salón de la Fama escogió la gorra de Cincinnati para su placa en homenaje a Bob Howsam el gerente general que le dio la oportunidad a un jugador de ligas menores de dirigir en las Grandes Ligas.
Otro atributo de Anderson era que siempre estaba en constante evolución, siempre hacía movimientos en el equipo, como cuando movió a Pete Rose del left field a tercera base en mayo de 1975 o cuando le dio la oportunidad a George Foster de jugar todos los días.
“Teniamos personalidades muy distintas en aquel equipo. Sparky era capaz de entenderse con nosotros de manera individual o como colectivo. Nunca lo ví como mi manager. Lo consideraba parte de mi familia”, dijo Joe Morgan el camarero de la Gran Maquinaria Roja de los años 70.
“Era un individuo único. Un personaje que sentía gran pasión y amor por el juego”, dijo el antíguo pitcher de los Tigres de Detroit Jack Morris.
“No hay otra persona en el béisbol como Sparky Anderson. Le entregó su vida entera al juego de pelota”, dijo Pete Rose uno de los lideres de la Gran Maquinaria Roja.
Su record vitalicio de 2.194-1.834 lo mantiene como el sexto manager con más victorias en la historia de las Grandes Ligas.
George Sparky Anderson falleció este jueves 04 de noviembre de 2010 en Thousand Oaks, Calif.
Algún tiempo después logré entender lo que decía Tovar Bracho aquel mediodía en la transmisión televisiva, lo de “…al menos…” significaba que la única victoria de Sparky Anderson con el Magallanes fue una victoria 9-2 ante los Leones del Caracas.
Alfonso L. Tusa C.
A su pesar Sandy Koufax regresa a la luz pública debido a una película de beisbolistas judíos.
Richard Sandomir. NYT.
Podrías hacer un documental sobre peloteros judíos sin entrevistar a Sandy Koufax.
Pero ¿por qué no intentarlo? Fue una pregunta que se hizo Peter Miller, el director y productor de: “Los Judíos y el Béisbol; Una Historia de Amor Americana”, que empezará a proyectarse este viernes 5 de noviembre de 2010.
El problema que tenía Miller era que Koufax rara vez admite ser entrevistado por más de unos minutos. Para la biografía de Jane Levy, “Sandy Koufax: El Legado de un Zurdo”, Koufax verificó los hechos y autorizó a sus amigos para que hablaran con la autora, pero no hubo entrevista.
“Su voz no estuvo ausente”, dijo ella. “Lo vi en un campo de golf y en un entrenamiento primaveral con otras personas, y no impuso límite alguno”. Más recientemente, Koufax también declinó de hablar con Levy sobre Mickey Mantle, el protagonista de su nueva biografía.
Koufax consintió en participar luego de recibir una carta de Ira Berkow, un antíguo columnista deportivo del New York Times que escribió el guión de la película. “Quería enfatizarle que sería un documental importante”, dijo Berkow quién entrevistó a Koufax en el pasado. Un par de semanas después, Berkow dijo: “Recibí una llamada. El dijo: ‘Hola, es Sandy’”.
De acuerdo a Berkow, su conversación terminó cuando Koufax dijo “No tiene sentido si trata de ‘Judíos y Béisbol’, no participaré”. Berkow agregó: “Dije:’No puedo estar en desacuerdo contigo’”.
Koufax le dio dos entrevistas a Miller, cada una en el apartamento del director en Manhattan. “No habló mucho en la primera, estuvo muy reservado”, dijo Miller. “Mientras bajamos en el ascensor, hablamos de varios temas, y dijo: “Pienso que no estuvo muy bien. Te llamaré, pocos días después llamó. Dijo: ‘Hola, es Sandy, deberíamos hacer la entrevista de nuevo’”.
Vestido con una chaqueta oscura, camisa y corbata, el Koufax de cabello platinado habló con encanto, propiedad y un poco de candor sobre su carrera y su decisión de nunca lanzar en Yom Kippur, principalmente en el primer juego de la Serie Mundial de 1965. No jugar en Yom Kippur y Rosh Hashana fue “algo que siempre hice por respeto”, Koufax le dijo a Miller, “pero siempre hice algo al respecto, siempre había un juego el día anterior, entonces pedía que me cambiaran en la rotación y lanzaba con dos días de descanso para no perder la apertura”.
Koufax continuó: “No había juego anterior al primero de la Serie Mundial de 1965, el cual los Dodgers perdieron 8-2.
Cuando el abridor Don Drysdale salió del juego en el tercer inning, le dijo al manager Walter Alston una muestra de este sarcasmo: “Te aseguro que ahora mismo desearías que fuera judío tambien”.
La unión de Koufax y Drysdale para reclamar mejores condiciones contractuales antes de la temporada de 1966, fue entendida por Marvin Miller, el nuevo líder del sindicato de peloteros, como un importante primer paso para fortalecer las demandas laborales de los peloteros. Koufax dijo en la película: “Como no había libre agencia, ibas a hablar con el gerente general y tratabas de negociar, lo que significaba que te lanzaban una migaja y te ibas a casa”.
Peter Miller dijo que Koufax, quien fue acompañado por su esposa, Jane, en cada sesión de entrevista, “pareció estar diciendo ‘Necesito contar la historia’, y estuvo dispuesto y abierto a hacerlo.
La última vez que Koufax habló con una cadena nacional de televisión fue en 1999, cuando dio una entrevista de una hora a ESPN para el capítulo de “SportsCentury” referido a él. Pero HBO, que se especializa en documentales deportivos, había sido rechazada por Koufax varias veces en los últimos 30 años.
“Los Judíos y el Béisbol”, va más allá de Koufax y Hank Greenberg. Regresa hasta Barney Pelty llamado el curvero Yiddish; Mose Solomon, el llamado Rabí de Swat, y otros jugadores judíos como Moe Berg, Al Rosen, Buddy Myer, Marv Rotblatt y Kevin Youkilis. Pero la pelicula de 90 minutos probablemente será recordada por la intervención de Koufax, 44 años después de su último pitcheo.
Alfonso L. Tusa C.
Podrías hacer un documental sobre peloteros judíos sin entrevistar a Sandy Koufax.
Pero ¿por qué no intentarlo? Fue una pregunta que se hizo Peter Miller, el director y productor de: “Los Judíos y el Béisbol; Una Historia de Amor Americana”, que empezará a proyectarse este viernes 5 de noviembre de 2010.
El problema que tenía Miller era que Koufax rara vez admite ser entrevistado por más de unos minutos. Para la biografía de Jane Levy, “Sandy Koufax: El Legado de un Zurdo”, Koufax verificó los hechos y autorizó a sus amigos para que hablaran con la autora, pero no hubo entrevista.
“Su voz no estuvo ausente”, dijo ella. “Lo vi en un campo de golf y en un entrenamiento primaveral con otras personas, y no impuso límite alguno”. Más recientemente, Koufax también declinó de hablar con Levy sobre Mickey Mantle, el protagonista de su nueva biografía.
Koufax consintió en participar luego de recibir una carta de Ira Berkow, un antíguo columnista deportivo del New York Times que escribió el guión de la película. “Quería enfatizarle que sería un documental importante”, dijo Berkow quién entrevistó a Koufax en el pasado. Un par de semanas después, Berkow dijo: “Recibí una llamada. El dijo: ‘Hola, es Sandy’”.
De acuerdo a Berkow, su conversación terminó cuando Koufax dijo “No tiene sentido si trata de ‘Judíos y Béisbol’, no participaré”. Berkow agregó: “Dije:’No puedo estar en desacuerdo contigo’”.
Koufax le dio dos entrevistas a Miller, cada una en el apartamento del director en Manhattan. “No habló mucho en la primera, estuvo muy reservado”, dijo Miller. “Mientras bajamos en el ascensor, hablamos de varios temas, y dijo: “Pienso que no estuvo muy bien. Te llamaré, pocos días después llamó. Dijo: ‘Hola, es Sandy, deberíamos hacer la entrevista de nuevo’”.
Vestido con una chaqueta oscura, camisa y corbata, el Koufax de cabello platinado habló con encanto, propiedad y un poco de candor sobre su carrera y su decisión de nunca lanzar en Yom Kippur, principalmente en el primer juego de la Serie Mundial de 1965. No jugar en Yom Kippur y Rosh Hashana fue “algo que siempre hice por respeto”, Koufax le dijo a Miller, “pero siempre hice algo al respecto, siempre había un juego el día anterior, entonces pedía que me cambiaran en la rotación y lanzaba con dos días de descanso para no perder la apertura”.
Koufax continuó: “No había juego anterior al primero de la Serie Mundial de 1965, el cual los Dodgers perdieron 8-2.
Cuando el abridor Don Drysdale salió del juego en el tercer inning, le dijo al manager Walter Alston una muestra de este sarcasmo: “Te aseguro que ahora mismo desearías que fuera judío tambien”.
La unión de Koufax y Drysdale para reclamar mejores condiciones contractuales antes de la temporada de 1966, fue entendida por Marvin Miller, el nuevo líder del sindicato de peloteros, como un importante primer paso para fortalecer las demandas laborales de los peloteros. Koufax dijo en la película: “Como no había libre agencia, ibas a hablar con el gerente general y tratabas de negociar, lo que significaba que te lanzaban una migaja y te ibas a casa”.
Peter Miller dijo que Koufax, quien fue acompañado por su esposa, Jane, en cada sesión de entrevista, “pareció estar diciendo ‘Necesito contar la historia’, y estuvo dispuesto y abierto a hacerlo.
La última vez que Koufax habló con una cadena nacional de televisión fue en 1999, cuando dio una entrevista de una hora a ESPN para el capítulo de “SportsCentury” referido a él. Pero HBO, que se especializa en documentales deportivos, había sido rechazada por Koufax varias veces en los últimos 30 años.
“Los Judíos y el Béisbol”, va más allá de Koufax y Hank Greenberg. Regresa hasta Barney Pelty llamado el curvero Yiddish; Mose Solomon, el llamado Rabí de Swat, y otros jugadores judíos como Moe Berg, Al Rosen, Buddy Myer, Marv Rotblatt y Kevin Youkilis. Pero la pelicula de 90 minutos probablemente será recordada por la intervención de Koufax, 44 años después de su último pitcheo.
Alfonso L. Tusa C.
Emociones en tropel
Durante la ceremonia inaugural de la Serie Mundial de 2010, el olor aepisodios históricos trascendió la pantalla hasta abstraerme deltelevisor. Todos los peloteros alineados sobre el diamante resultabanun acto reluciente más allá de sus antecedentes. La voz punzante dela locutora del estadio nombró a Elvis Andrus y la magia del viajetemporal arrancó entre mis pies y las cerámicas de la sala. De prontome pareció ver correr a Cesar Tovar hacia el terreno y darle la mano aBilly Martin, la esencia del juego agresivo y la disposición paraejecutar jugadas de habilidad flotaba sobre el terreno. La tonalidad de la locutora alcanzó niveles de soprano cuandoanunció a los Gigantes de San Francisco. Al anunciar a Aubrey Huff eltrote de Andrés Galárraga inundó la pantalla mientras avanzaba entresu campaña de 2001, 72 juegos con Texas y 49 con San Francisco. Llegóel turno de José Uribe. Entre parpadeos centelleaba la visión deEdgardo Alfonzo atacando roletazos en la antesala. La voz femeninadesbordaba euforia, entonces pronunció el nombre de Freddy Sánchez,una sombra relampagueó detrás de la segunda base, solo pude distinguirel estilo inconfundible de Manny Trillo para soltar la bola por debajodel brazo con una potencia insospechada. La llegada de Edgar Renteríaal final de la fila de los Gigantes intensificó la luz que proyectabaimagenes de Cesar Gutiérrez bateando de 7-7 con Detroit luego de habersubido al Big Show con los Gigantes; la película saltó para mostrarvarias prácticas de Omar Vizquel tomando la pelota a mano limpia alborde la de la grama del infield de AT&T Park. La presentación llegó al paroxismo cuando enfocaron hacia el bullpen para anunciar a Tim Lincecum. Entonces llegaron fragmentos deljuego donde Ramón Monzant solo permitió un imparable en la victoria delos Gigantes de Nueva York 8-1 sobre los Filis de Filadelfia. Tambienrelumbró el debut de Isaías Látigo Chávez cuando dominó a BillyWilliams y a Ernie Banks mientras los Gigantes caían 8-2 ante losCachorros de Chicago. El postre de la ceremonia pareció perder sabor con la ausencia deWillie Mays para el lanzamiento inicial pero los reflejos del pie deJuan Marichal en el cielo, la potencia de los batazos de WillieMcCovey y Orlando Cepeda, la calidad integral de Monte Irvin y laconsistencia de Gaylord Perry ubicaron una guinda tan apetitosa comola atrapada de la Serie Mundial de 1954. Todo un caleidoscopio de jugadores relacionados a los Gigantes y losRangers que descorrió el telón de la Serie Mundial.
Alfonso L. Tusa C.
Alfonso L. Tusa C.
Entrevista de Martín Pérez
Martín Pérez es un lanzador zurdo de 19 años. Uno de los principales prospectos de los Rangers de Texas y de todo el béisbol organizado de los Estados Unidos, conversó con Alfonso Tusa de sus primeros pasos en el juego, de su rutina el día que le toca lanzar, de la importancia de la comunicación con el catcher y de hasta cuando va a lanzar con el Magallanes en la LVBP.
Alfonso Tusa: ¿Cómo conociste el béisbol?
Martín Pérez: A través de un amigo que tenía un bate y una pelota. Empezamos a jugar en el patio de la casa. Después cuando mis padres vieron que me gustaba jugar me dejaban ir a jugar al estadio La Alfarería de Guanare.
AT: ¿Siempre te gustó pitchear?
MP: Primero jugaba en los jardines. Pero siempre me gustó pitchear, porque de lo que haga el lanzador depende todo el juego.
AT: ¿Recuerdas tu primer equipo en las Pequeñas Ligas?
MP: Los Tigres en categoría Pre-Infantil.
AT: ¿Asististe a Campeonatos Nacionales?
MP: Representé al estado Portuguesa en un Nacional Pre-Infantil en Maracay y en otro Infantil en Caracas.
AT: ¿Quién te firmó al profesional?
MP: Los señores Manny Batista y Rafy Saaf de los Rangers de Texas y el señor Roberto Ferrari de los Navegantes del Magallanes.
AT: ¿Cuál consideras que es el mejor pitcher de las Grandes Ligas en la actualidad?
MP: Johan Santana y Cliff Lee. Santana es mi ídolo. A través de mi agente Peter Greenberg, Santana me envió unos de sus guantes autografiados y me invitó a que le pusiera dedicación, que él sabe que puedo llegar a la Gran Carpa.
AT: ¿Cuál es tu rutina el día que te toca lanzar?
MP: Me levanto tarde, a eso de las 11 a.m. Desayuno muy bien. Veo algo de televisión. Llamo a mi papá y a mi mamá. Me relajo jugando Playstation. Cuando llego al estadio me concentro en lo que debo hacer. Y cuando comienza el juego me olvido de todo y me enfoco en sacar los outs.
AT: ¿Cuál es tu música preferida?
MP: La música llanera. Joropo, Seis por derecho, Zumba que zumba y todo eso.
AT: ¿El mejor consejo que te hayan dado?
MP: Trabajar duro, mantener la humildad, respetar a las personas. Eso me lo sugirió el señor Felix Olivo.
AT: ¿Qué es lo más lejos que has llegado en un juego?
MP: Siete innings. Fueron 80 o 90 lanzamientos. Eso fue este año en AA.
AT: ¿Tuviste la oportunidad de conocer a Nolan Ryan?
MP: Si, brevemente. Me dijeron que está muy pendiente de los pitchers jóvenes de la organización. Entre ellos me ha mencionado.
AT: ¿Cuál ha sido el bateador más difícil que has enfrentado?MP: Uno del equipo AA de los Rockies de Colorado en Tulsa. Me sacó 18 pitcheos. Foul, foul, foul, hasta que le lancé un cambio y lo ponché.
AT: ¿Piensas que te dejarán lanzar al menos un juego más con Magallanes, después de las 7 apariciones que aprobaron los Rangers?
MP: Hasta ahora no se sabe. Luis Blasini dijo que iba a tocar la puerta a ver que consigue. Hay que esperar porque ellos hablaron de 30 innings.
AT: ¿Qué tan importante es para ti la comunicación con el catcher?
MP: Esa comunicación es esencial. Si no te comunicas con el catcher estás perdido. Antes del juego siempre me reuno con el catcher unos diez minutos y discutimos las jugadas. El “out plus one” para definir la estrategia cuando hay corredor en segunda de manera de evitar que se roben las señas. También cuando me debo salir para sacar a un corredor o donde me debo ubicar en caso de un tiro a tercera o al plato desde los jardines.
Alfonso Tusa: ¿Cómo conociste el béisbol?
Martín Pérez: A través de un amigo que tenía un bate y una pelota. Empezamos a jugar en el patio de la casa. Después cuando mis padres vieron que me gustaba jugar me dejaban ir a jugar al estadio La Alfarería de Guanare.
AT: ¿Siempre te gustó pitchear?
MP: Primero jugaba en los jardines. Pero siempre me gustó pitchear, porque de lo que haga el lanzador depende todo el juego.
AT: ¿Recuerdas tu primer equipo en las Pequeñas Ligas?
MP: Los Tigres en categoría Pre-Infantil.
AT: ¿Asististe a Campeonatos Nacionales?
MP: Representé al estado Portuguesa en un Nacional Pre-Infantil en Maracay y en otro Infantil en Caracas.
AT: ¿Quién te firmó al profesional?
MP: Los señores Manny Batista y Rafy Saaf de los Rangers de Texas y el señor Roberto Ferrari de los Navegantes del Magallanes.
AT: ¿Cuál consideras que es el mejor pitcher de las Grandes Ligas en la actualidad?
MP: Johan Santana y Cliff Lee. Santana es mi ídolo. A través de mi agente Peter Greenberg, Santana me envió unos de sus guantes autografiados y me invitó a que le pusiera dedicación, que él sabe que puedo llegar a la Gran Carpa.
AT: ¿Cuál es tu rutina el día que te toca lanzar?
MP: Me levanto tarde, a eso de las 11 a.m. Desayuno muy bien. Veo algo de televisión. Llamo a mi papá y a mi mamá. Me relajo jugando Playstation. Cuando llego al estadio me concentro en lo que debo hacer. Y cuando comienza el juego me olvido de todo y me enfoco en sacar los outs.
AT: ¿Cuál es tu música preferida?
MP: La música llanera. Joropo, Seis por derecho, Zumba que zumba y todo eso.
AT: ¿El mejor consejo que te hayan dado?
MP: Trabajar duro, mantener la humildad, respetar a las personas. Eso me lo sugirió el señor Felix Olivo.
AT: ¿Qué es lo más lejos que has llegado en un juego?
MP: Siete innings. Fueron 80 o 90 lanzamientos. Eso fue este año en AA.
AT: ¿Tuviste la oportunidad de conocer a Nolan Ryan?
MP: Si, brevemente. Me dijeron que está muy pendiente de los pitchers jóvenes de la organización. Entre ellos me ha mencionado.
AT: ¿Cuál ha sido el bateador más difícil que has enfrentado?MP: Uno del equipo AA de los Rockies de Colorado en Tulsa. Me sacó 18 pitcheos. Foul, foul, foul, hasta que le lancé un cambio y lo ponché.
AT: ¿Piensas que te dejarán lanzar al menos un juego más con Magallanes, después de las 7 apariciones que aprobaron los Rangers?
MP: Hasta ahora no se sabe. Luis Blasini dijo que iba a tocar la puerta a ver que consigue. Hay que esperar porque ellos hablaron de 30 innings.
AT: ¿Qué tan importante es para ti la comunicación con el catcher?
MP: Esa comunicación es esencial. Si no te comunicas con el catcher estás perdido. Antes del juego siempre me reuno con el catcher unos diez minutos y discutimos las jugadas. El “out plus one” para definir la estrategia cuando hay corredor en segunda de manera de evitar que se roben las señas. También cuando me debo salir para sacar a un corredor o donde me debo ubicar en caso de un tiro a tercera o al plato desde los jardines.
El lado olvidado del béisbol
Por lo general los analistas del juego apuntan a las estadísticas depitcheo y bateo a la hora de hacer sus comentarios en referencia a losjuegos del pasado y el futuro. Nadie discute la importancia de loslanzadores y los bateadores en los resultados que arroja el béisbol.Sin embargo existe una faceta del juego que deben rendir todos losequipos cuando saltan al terreno de juego. Hablamos del desempeñodefensivo de los jugadores, el cual puede tener tanta incidencia en eldesenlace de un juego como lo que puedan hacer los pitchers o losbateadores. La Serie Mundial ha comprobado la importancia de la defensiva quedeben tener los equipos tanto para llegar a ella como paraconquistarla. Todos los cultores del juego saben que si Sandy Amoróshubiese dejado de atrapar la línea de Yogi Berra en la Serie Mundialde 1955, quizás el ganador del torneo iba a ser otro equipo. Que si elguante de Brooks Robinson hubiese sido vencido por todos los roletazosy líneas que atrapó, quizás los Orioles se quedan con las ganas deacariciar el título en la Serie 1970. Lo mismo con la atrapada de JoeRudi en el clásico de 1972 entre Oakland y Cincinnati, y también elexcelso juego del camarero Dick Green. Ni hablar de la atrapada deWillie Mays en la Serie de 1954 o la de Dwight Evans en la Serie de1975. En la historia de los Clásicos de Octubre la gran mayoría de losequipo campeones ha contado con una defensiva notable que hacontribuido de manera determinante en la conquista del título. Quizásuno de los equipos de más excelsa defensiva sean los Cardenales de SanLuis de 1982. Darrell Porter, Keith Hernández, Tom Herr, Ken Oberkfelly Ozzie Smith sólo cometieron 53 errores en la temporada. La GranMaquinaria Roja de 1975 con Johnny Bench, Tany Pérez, Joe Morgan, PeteRose y David Concepción; cometió 56 errores. Los Orioles de Baltimorede 1970 (Elrod Hendricks, Boog Powell, Dave Johnson, Brooks Robinson,Mark Belanger) incurrieron en 62 errores. Estos equipos demostraronque al mantener un rendimiento apreciable de la defensiva,independientemente de si la ofensiva era de poder o habilidad, sólonecesitaban un pitcheo aceptable para alcanzar la victoria. Los Rangers de Matt Treanor, Justin Smoak, Ian Kinsler, Mike Young yElvis Andrus cometieron 49 errores en la temporada 2010. Los Gigantesde Buster Posey, Autrey Huff, Freddy Sanchez, Pablo Sandoval y JoséUribe incurrieron en 33 errores durante la temporada. En principio SanFrancisco tendría ventaja teorica respecto a profundidad defensiva,sin embargo habría que tomar en cuenta que el catcher actual de Texases Bengie Molina y el short stop y el tercera base de los Gigantes sonEdgar Rentería y José Uribe respectivamente. La información aportada por los números defensivos tambien ratificala paridad de fuerzas existente entre Rangers y Gigantes.
Alfonso L. Tusa C.
Alfonso L. Tusa C.
Serie Mundial inédita
Las sombras de Polo Grounds persiguen al pequeño centerfielder de los Gigantes de Nueva York que corre como un velocista de 100 metros. Lo único que se ve es el 24 burbujeando en la zona de seguridad, Willie Mays estiró el guante y la pelota aterrizó en la malla, parecía estar leyendo un libro. Giró y lanzó al cuadro en medio de su caida, a un lado flotaba la gorra.
Los Rangers siempre tenían jugadores impactantes como Jeff Burroughs, Bump Wills, Toby Harrah, Tom Gieve, Jim Sundberg, Pete Incaviglia, Buddy Bell, Bert Blyleven, Ferguson Jenkins, Jon Matlack, David Clyde, Cesar Tovar, Iván Rodríguez, Julio Franco y tantos más. Managers como Whitey Herzog o Billy Martin. Sin embargo siempre estaban detrás de los Mellizos de Minnesota, los Atléticos de Oakland o los Reales de Kansas City.
Siempre le preguntaba a mis hermanos y a los entendidos por qué aquellos Gigantes de Mays, Willie McCovey, Juan Marichal, Orlando Cepeda, Mateo y Felipe Alou, Gaylord Perry, Jim Ray Hart y pare de contar nunca pudieron ganar una Serie Mundial. Ellos sospechaban que esos equipos adolecían de la química suficiente en el dugout para complementar las condiciones atléticas de cada uno. Ese argumento me parecía incompleto porque Bill Rigney (1958-1960), Alvin Dark (1961-1964) y Herman Franks (1965-1968) siempre dejaron marcas por encima de .500. Rigney llevó a los Mellizos al título divisional del oeste en la Liga Americana en 1970. Dark alcanzó la Serie Mundial con los Atléticos en 1974 además del banderín de la Liga Nacional que logró con los Gigantes en 1962. Franks terminó en segundo lugar de la Liga Nacional entre 1965 y 1968, la única vez que no ganó más de 90 juegos, llegó a 88. Me inclinó más a pensar que si los Gigantes tenían tremendo equipo, los Dodgers de los Angeles y los Cardenales de San Luis se fajaban con ellos y los vencían en la raya.
Lo más cercano que los Rangers estuvieron de una Serie Mundial fue en las series divisionales de 1996, 1998 y 1999. En la primera estuvieron cerca de sorprender a los Yanquis de Nueva York, a pesar de que terminaron perdiendo tres juegos a uno. En las otras dos fueron barridos por los Mulos de Manhattan.
Aún resuena en los oidos de quienes lo escucharon y en los ojos de quienes lo leímos, la línea de McCovey que encendió por fracciones de segundo al Candlestick Park, sólo para tornarse en un mar de cabezas precipitadas cuando la esférica se internó en el guante de Bobby Richardson; Mateo Alou paralizó su carrera antes de llegar al “home”, Mays dio media vuelta en segunda y se quitó la gorra. Esa fue la vez que los Gigantes estuvieron más cerca de saborear la Serie Mundial desde que se mudaron a San Francisco. En 1989 fueron barridos por los Atléticos y en 2002 volvieron a perder en el séptimo desafío frente a los Angelinos de Anaheim.
Will Clark, aquel inicialista de excelsa defensiva y muy respetable con el madero, es el único pelotero en jugar al menos 600 juegos con los Gigantes y los Rangers. Fue a la Serie Mundial de 1989 con el uniforme negrianaranjado y a las series divisionales con los colores texanos.
Darryl Hamilton fue un jardinero que ganó la división oeste de la Liga Americana con Texas en 1996 y la división oeste de la Liga Nacional con San Francisco en 1997, en ambas ocasiones se quedó en el camino del Clásico de Octubre.
Omar Vizquel ganó guantes de oro con los Gigantes en 2005 y 2006 y asesoró a Elvis Andrus sobre la manera de jugar la posición mientras era suplente del cuadro de los Rangers en 2009.
Desde que Cleveland venció a Brooklyn en 1920 sólo en tres Series Mundiales los equipos participantes no habían ganado el torneo en las ciudades donde jugaban. En 1980 cuando Filadelfia venció a Kansas City. En 1992 cuando Toronto derrotó a Atlante y en 2002 cuando los Angelinos le ganaron a los Gigantes.
Las únicas dos franquicias que han pasado más tiempo sin ganar la Serie Mundial son los Cachorros de Chicago (1908) y los Indios de Cleveland (1948).
De seguro será una Serie de grandes alternativas que pudiera arrancar con un enfrentamiento entre Cliff Lee y Tim Lincecum lo cual dibujaría sobre el diamante la posibilidad de un enconado duelo de lanzadores. Ignoramos si habrá alguna jugada similar a la de Mays. De lo que si estamos seguros es de que se desarrollará una jugada que determinará cual equipo ganará, como aquella de Mays en el octavo inning del primer juego de la Serie de 1954, el juego estaba 2-2 y así se fue a extraining hasta que ganaron los Gigantes. Después los inquilinos de Polo Grounds barrieron a los Indios.
Alfonso L. Tusa C.
Los Rangers siempre tenían jugadores impactantes como Jeff Burroughs, Bump Wills, Toby Harrah, Tom Gieve, Jim Sundberg, Pete Incaviglia, Buddy Bell, Bert Blyleven, Ferguson Jenkins, Jon Matlack, David Clyde, Cesar Tovar, Iván Rodríguez, Julio Franco y tantos más. Managers como Whitey Herzog o Billy Martin. Sin embargo siempre estaban detrás de los Mellizos de Minnesota, los Atléticos de Oakland o los Reales de Kansas City.
Siempre le preguntaba a mis hermanos y a los entendidos por qué aquellos Gigantes de Mays, Willie McCovey, Juan Marichal, Orlando Cepeda, Mateo y Felipe Alou, Gaylord Perry, Jim Ray Hart y pare de contar nunca pudieron ganar una Serie Mundial. Ellos sospechaban que esos equipos adolecían de la química suficiente en el dugout para complementar las condiciones atléticas de cada uno. Ese argumento me parecía incompleto porque Bill Rigney (1958-1960), Alvin Dark (1961-1964) y Herman Franks (1965-1968) siempre dejaron marcas por encima de .500. Rigney llevó a los Mellizos al título divisional del oeste en la Liga Americana en 1970. Dark alcanzó la Serie Mundial con los Atléticos en 1974 además del banderín de la Liga Nacional que logró con los Gigantes en 1962. Franks terminó en segundo lugar de la Liga Nacional entre 1965 y 1968, la única vez que no ganó más de 90 juegos, llegó a 88. Me inclinó más a pensar que si los Gigantes tenían tremendo equipo, los Dodgers de los Angeles y los Cardenales de San Luis se fajaban con ellos y los vencían en la raya.
Lo más cercano que los Rangers estuvieron de una Serie Mundial fue en las series divisionales de 1996, 1998 y 1999. En la primera estuvieron cerca de sorprender a los Yanquis de Nueva York, a pesar de que terminaron perdiendo tres juegos a uno. En las otras dos fueron barridos por los Mulos de Manhattan.
Aún resuena en los oidos de quienes lo escucharon y en los ojos de quienes lo leímos, la línea de McCovey que encendió por fracciones de segundo al Candlestick Park, sólo para tornarse en un mar de cabezas precipitadas cuando la esférica se internó en el guante de Bobby Richardson; Mateo Alou paralizó su carrera antes de llegar al “home”, Mays dio media vuelta en segunda y se quitó la gorra. Esa fue la vez que los Gigantes estuvieron más cerca de saborear la Serie Mundial desde que se mudaron a San Francisco. En 1989 fueron barridos por los Atléticos y en 2002 volvieron a perder en el séptimo desafío frente a los Angelinos de Anaheim.
Will Clark, aquel inicialista de excelsa defensiva y muy respetable con el madero, es el único pelotero en jugar al menos 600 juegos con los Gigantes y los Rangers. Fue a la Serie Mundial de 1989 con el uniforme negrianaranjado y a las series divisionales con los colores texanos.
Darryl Hamilton fue un jardinero que ganó la división oeste de la Liga Americana con Texas en 1996 y la división oeste de la Liga Nacional con San Francisco en 1997, en ambas ocasiones se quedó en el camino del Clásico de Octubre.
Omar Vizquel ganó guantes de oro con los Gigantes en 2005 y 2006 y asesoró a Elvis Andrus sobre la manera de jugar la posición mientras era suplente del cuadro de los Rangers en 2009.
Desde que Cleveland venció a Brooklyn en 1920 sólo en tres Series Mundiales los equipos participantes no habían ganado el torneo en las ciudades donde jugaban. En 1980 cuando Filadelfia venció a Kansas City. En 1992 cuando Toronto derrotó a Atlante y en 2002 cuando los Angelinos le ganaron a los Gigantes.
Las únicas dos franquicias que han pasado más tiempo sin ganar la Serie Mundial son los Cachorros de Chicago (1908) y los Indios de Cleveland (1948).
De seguro será una Serie de grandes alternativas que pudiera arrancar con un enfrentamiento entre Cliff Lee y Tim Lincecum lo cual dibujaría sobre el diamante la posibilidad de un enconado duelo de lanzadores. Ignoramos si habrá alguna jugada similar a la de Mays. De lo que si estamos seguros es de que se desarrollará una jugada que determinará cual equipo ganará, como aquella de Mays en el octavo inning del primer juego de la Serie de 1954, el juego estaba 2-2 y así se fue a extraining hasta que ganaron los Gigantes. Después los inquilinos de Polo Grounds barrieron a los Indios.
Alfonso L. Tusa C.
Los Vigilantes de Texas a la Serie Mundial.
Mediante inmensa labor monticular de Colby Lewis, quién regresó a los Vigilantes luego de ganar 15 juegos para los Carp de Hiroshima de la Liga Central de Japón en 2008 (segundo en la liga) con efectividad de 2.68 (segundo en la liga) y 189 ponches para comandar la liga; en 2009 repitió el liderato con 186 y el resto de sus números también fueron muy buenos. Como bateador largó 2 jonrones en 2008 y 3 en 2009. En el sexto juego de la Serie por el Campeonato de la Liga Americana de 2010, Lewis maniató a los Yanquis de Nueva Yor a punta de sliders y curvas. Sólo mediante doble entre left y center de Alex Rodríguez en el quinto acto, elevado de sacrificio a la derecha de Lance Berkman y un wild pitch pudieron escaparse los Yanquis del blanqueo. Se convirtió en el primer pitcher desde Tim Wakefield en 2003 que vence 2 veces a los neoyorquinos en una Serie de Campeonato.
A 49 años de haber jugado su primera temporada en la Liga Americana como Senadores de Washington y a 38 años de su traslado a Texas, los Vigilantes acceden por primera vez a una Serie Mundial. De alguna manera este fue su esperado desquite luego de perder las series divisionales de 1996, 1998 y 1999 ante los Yanquis, sus únicos antecedentes en postemporada.
Para mí es inevitable recordar a Ted Williams como el primer manager de los Vigilantes, ocupó el cargo desde 1969 con los Senadores hasta ese 1972. Fueron años difíciles en el fondo de la División Oeste, sin embargo Williams trabajaba incansablemente con todos peloteros que requerían su asesoría.
Vladimir Guerrero destrozó la estrategia de los Yanquis al descargar doblete remolcador de dos carreras en el cierre del quinto inning luego de que Josh Hamilton recibiera boleto intencional para recuperar la ventaja de los Vigilantes.
Con Williams llegan retazos de la prosa de John Updike. Tal vez sentado en los escaños más elevados del Ballpark de Arlington boceteó varias similtudes con el Fenway Park sumergido en la adrenalina de los aficionados y en los estallidos de la pelota en la mascota del catcher.
Hamilton fue elegido el jugador más valioso de la serie al batear para .350 con cuatro jonrones. Esto no ilustra todo lo que hizo por su equipo. Se embasó en 15 de 28 apariciones al plato. Siete imparables y ocho boletos, cinco de ellos intencionales, tres de ellos en el juego decisivo de este 22 de octubre. Bateó jonrón de tres carreras en su primer turno del juego inicial en el Ballpark. También largó vuelacercas de dos carreras en su primer turno del tercer juego en Yankee Stadium.
Son indelebles peloteros como Ferguson Jenkins que ganó 25 juegos, 2.82 de efectividad, 29 juegos completos, 45 boletos en 328.1 innings y 225 ponches en 1974. El juego sin hits ni carrera de Bert Blyleven el 22 de septiembre de 1977 ante los Angelinos de California. El liderato de bateo de Julio Franco en 1991 (.341, 201 imparables). Los dos no hitters de Nolan Ryan ante Oakland en 1990 y Toronto 1991. La temporada de 1999 de Iván Rodríguez (.331 promedio, 35 jonrones, 113 empujadas, 850 outs, 83 asistencias, 13 dobleplays). El juego perfecto de Kenny Rogers el 28 de julio de 1994 ante los Angelinos de California. El juego donde Cesar Tovar bateó el único hit de Texas ante Catfish Hunter el 31 de mayo de 1975.
A 49 años de haber jugado su primera temporada en la Liga Americana como Senadores de Washington y a 38 años de su traslado a Texas, los Vigilantes acceden por primera vez a una Serie Mundial. De alguna manera este fue su esperado desquite luego de perder las series divisionales de 1996, 1998 y 1999 ante los Yanquis, sus únicos antecedentes en postemporada.
Para mí es inevitable recordar a Ted Williams como el primer manager de los Vigilantes, ocupó el cargo desde 1969 con los Senadores hasta ese 1972. Fueron años difíciles en el fondo de la División Oeste, sin embargo Williams trabajaba incansablemente con todos peloteros que requerían su asesoría.
Vladimir Guerrero destrozó la estrategia de los Yanquis al descargar doblete remolcador de dos carreras en el cierre del quinto inning luego de que Josh Hamilton recibiera boleto intencional para recuperar la ventaja de los Vigilantes.
Con Williams llegan retazos de la prosa de John Updike. Tal vez sentado en los escaños más elevados del Ballpark de Arlington boceteó varias similtudes con el Fenway Park sumergido en la adrenalina de los aficionados y en los estallidos de la pelota en la mascota del catcher.
Hamilton fue elegido el jugador más valioso de la serie al batear para .350 con cuatro jonrones. Esto no ilustra todo lo que hizo por su equipo. Se embasó en 15 de 28 apariciones al plato. Siete imparables y ocho boletos, cinco de ellos intencionales, tres de ellos en el juego decisivo de este 22 de octubre. Bateó jonrón de tres carreras en su primer turno del juego inicial en el Ballpark. También largó vuelacercas de dos carreras en su primer turno del tercer juego en Yankee Stadium.
Son indelebles peloteros como Ferguson Jenkins que ganó 25 juegos, 2.82 de efectividad, 29 juegos completos, 45 boletos en 328.1 innings y 225 ponches en 1974. El juego sin hits ni carrera de Bert Blyleven el 22 de septiembre de 1977 ante los Angelinos de California. El liderato de bateo de Julio Franco en 1991 (.341, 201 imparables). Los dos no hitters de Nolan Ryan ante Oakland en 1990 y Toronto 1991. La temporada de 1999 de Iván Rodríguez (.331 promedio, 35 jonrones, 113 empujadas, 850 outs, 83 asistencias, 13 dobleplays). El juego perfecto de Kenny Rogers el 28 de julio de 1994 ante los Angelinos de California. El juego donde Cesar Tovar bateó el único hit de Texas ante Catfish Hunter el 31 de mayo de 1975.
Lincecum versus Halladay
Siempre he preferido los duelos de pitcheo como el tipo de juego que disfruto más en el béisbol. “The Freak” contra “Doc” pareciera ser el clásico enfrentamiento de dos lanzadores con grandes temporadas que se van a enfrascar en una disputa de bateadores dominados que pudiera extenderse más allá del sexto episodio con la pizarra colmada de arepas.
En algún momento de la temporada de 1969 fui a la librería de Cumanacoa con mi hermano Felipe y me quedé estático ante la portada de la revista “Sport Gráfico”. “Tom el terrífico”. Un pitcher con tres pelotas en la mano sonreía mientras descansaba en el clubhouse. Antes del primer juego de la Serie Mundial ante los Orioles de Baltimore había una gran expectativa porque Tom Seaver enfrentaría a Miguel Cuellar ambos ganadores del premio Cy Young en sus respectivas ligas. Cuellar venció a Seaver 4-1 para hacer sonreir a los expertos que predijeron la victoria de los oropéndolas en la Serie. Felipe me dijo que Baltimore le iba a pasar por encima a los Mets. Estuve tentado a responderle sólo me salió un asomo de sonrisa que se escondió tras mis pensamientos de que Seaver tendría otra oportunidad y de que esos Mets eran de cuidado por lo que habían hecho en la temporada para desbancar a los Cachorros de Chicago del primer lugar de la División Este de la Liga Nacional.
Las cualidades de Lincecum y Halladay dan para esperar una batalla de estrategias de pitcheos inesperados que hagan quebrar las vértebras de cada bateador. Lincecum variando su velocidad mediante su mecánica de pitcheo. Halladay escondiendo la pelota a punta de rectas de dos y cuatro costuras, del cambio de velocidad, de la curva y de la recta cortada. Todos elementos de una tabla periódica de pitcheo de alta factura.
El quinto juego de la Serie Mundial de 1957 encontró a Whitey Ford quién venía de ganar el primer juego 3-1 ante Warren Spahn y los Bravos de Milwaukee, y a Lew Burdette quién había derrotado a Bobby Shantz y los Yanquis 4-2 en el segundo. El tipo de enfrentamiento que hace sospechar gran tensión y mucho sudor por el dominio que podrían ejecutar los lanzadores. Burdette con el excepcional control que tenía en sus lanzamientos. Ford por su extraordinaria capacidad de mantenerse calmado en situaciones difíciles, sólo Eddie Matthews, Henry Aaron y Joe Adcock pudieron ligarle sencillos corridos en el sexto inning para marcarle la carrera que le dio el triunfo a los Bravos.
Halladay participó en 33 juegos en la temporada regular de 2010, los inició todos, completó 9, ejecutó 4 blanqueos, 21 victorias, 10 reveses, 2.44 de efectividad, 250.2 innings, 30 boletos, 219 ponches, 1.041 de WHIP (boletos + hits por episodio), 24 jonrones.
Lincecum 33 juegos, 33 inicios, completó 1, 1 blanqueo, 16 victorias, 10 reveses, 3.43 de efectividad, 212.1 innings, 76 boletos, 231 ponches, 1.272 de WHIP, 18 jonrones.
En parte tuve que reconocer los argumentos de Felipe. Baltimore también tenía un gran pitcheo además de la excepcional defensiva y el respetable bateo que presentaba. En el segundo juego de la Serie de Campeonato de la Liga Americana, Dave McNally se batió a capa y espada ante Dave Boswell de los Mellizos de Minnesota el domingo 05 de octubre de 1969 en Memorial Stadium. La pizarra se mantuvo inmaculada por 10 episodios, sólo en el undécimo capítulo marcaron los Orioles mediante sencillo de Curt Motton que remolcó a Boog Powell. Es de imaginar la desesperación de Boswell en el dugout porque lo relevaron con Ron Perranowski y el primer bateador le bateó el imparable ganador. McNally sólo permitió 3 imparables, uno de César Tovar, otro de Tony Oliva y otro de George Mitterwald.
Otro juego de grandes expectativas fue el primero de la Serie Mundial de 1968. Denny McLain (46 juegos, 41 inicios, 28 completos, 6 blanqueos, 31 victorias, 6 derrotas, 1.96 de efectividad, 336 innings, 63 boletos, 280 ponches, 31 jonrones) versus Bob Gibson (34 juegos, 34 inicios, 28 completos, 13 blanqueos, 22 ganados, 9 perdidos, 1.12 de efectividad, 304.2 innings, 62 boletos, 268 ponches, 11 jonrones). Los Cardenales de San Luis le marcaron 3 carreras a McLain en el cuarto inning y Gibson maniató a los Tigres de Detroit, solo pemitió 5 imparables y ponchó a 17 en 9 episodios, rumbo a una victoria 4-0.
En el segundo juego de la Serie Mundial de 1969 Jerry Koosman se fajó con McNally y llevó a los milagrosos Mets a una victoria 2-1 que me hizo decirle a Felipe: “Y ahora que me dices de lo que le van a hacer los Orioles a los Mets?”
¿Qué veremos este sábado 16 de octubre? ¿Un juego que se enfría alrededor del cuarto inning como el de Seaver ante Cuellar o el de McLain ante Gibson? ¿Uno más cerrado como el de Koosman y McNally o el de Burdette y Ford? ¿O un forcejeo sin aliento como el de Boswell y McNally? Lincecum y Halladay cuentan con los elementos para enfrascarse en un juego cerrado, quizás no a través de todo el juego porque el mismo ha cambiado en la forma como se manejan los lanzadores, pero sí para traspasar los bates contrarios mientras el juego llega a su máxima intensidad.
Alfonso L. Tusa C.
En algún momento de la temporada de 1969 fui a la librería de Cumanacoa con mi hermano Felipe y me quedé estático ante la portada de la revista “Sport Gráfico”. “Tom el terrífico”. Un pitcher con tres pelotas en la mano sonreía mientras descansaba en el clubhouse. Antes del primer juego de la Serie Mundial ante los Orioles de Baltimore había una gran expectativa porque Tom Seaver enfrentaría a Miguel Cuellar ambos ganadores del premio Cy Young en sus respectivas ligas. Cuellar venció a Seaver 4-1 para hacer sonreir a los expertos que predijeron la victoria de los oropéndolas en la Serie. Felipe me dijo que Baltimore le iba a pasar por encima a los Mets. Estuve tentado a responderle sólo me salió un asomo de sonrisa que se escondió tras mis pensamientos de que Seaver tendría otra oportunidad y de que esos Mets eran de cuidado por lo que habían hecho en la temporada para desbancar a los Cachorros de Chicago del primer lugar de la División Este de la Liga Nacional.
Las cualidades de Lincecum y Halladay dan para esperar una batalla de estrategias de pitcheos inesperados que hagan quebrar las vértebras de cada bateador. Lincecum variando su velocidad mediante su mecánica de pitcheo. Halladay escondiendo la pelota a punta de rectas de dos y cuatro costuras, del cambio de velocidad, de la curva y de la recta cortada. Todos elementos de una tabla periódica de pitcheo de alta factura.
El quinto juego de la Serie Mundial de 1957 encontró a Whitey Ford quién venía de ganar el primer juego 3-1 ante Warren Spahn y los Bravos de Milwaukee, y a Lew Burdette quién había derrotado a Bobby Shantz y los Yanquis 4-2 en el segundo. El tipo de enfrentamiento que hace sospechar gran tensión y mucho sudor por el dominio que podrían ejecutar los lanzadores. Burdette con el excepcional control que tenía en sus lanzamientos. Ford por su extraordinaria capacidad de mantenerse calmado en situaciones difíciles, sólo Eddie Matthews, Henry Aaron y Joe Adcock pudieron ligarle sencillos corridos en el sexto inning para marcarle la carrera que le dio el triunfo a los Bravos.
Halladay participó en 33 juegos en la temporada regular de 2010, los inició todos, completó 9, ejecutó 4 blanqueos, 21 victorias, 10 reveses, 2.44 de efectividad, 250.2 innings, 30 boletos, 219 ponches, 1.041 de WHIP (boletos + hits por episodio), 24 jonrones.
Lincecum 33 juegos, 33 inicios, completó 1, 1 blanqueo, 16 victorias, 10 reveses, 3.43 de efectividad, 212.1 innings, 76 boletos, 231 ponches, 1.272 de WHIP, 18 jonrones.
En parte tuve que reconocer los argumentos de Felipe. Baltimore también tenía un gran pitcheo además de la excepcional defensiva y el respetable bateo que presentaba. En el segundo juego de la Serie de Campeonato de la Liga Americana, Dave McNally se batió a capa y espada ante Dave Boswell de los Mellizos de Minnesota el domingo 05 de octubre de 1969 en Memorial Stadium. La pizarra se mantuvo inmaculada por 10 episodios, sólo en el undécimo capítulo marcaron los Orioles mediante sencillo de Curt Motton que remolcó a Boog Powell. Es de imaginar la desesperación de Boswell en el dugout porque lo relevaron con Ron Perranowski y el primer bateador le bateó el imparable ganador. McNally sólo permitió 3 imparables, uno de César Tovar, otro de Tony Oliva y otro de George Mitterwald.
Otro juego de grandes expectativas fue el primero de la Serie Mundial de 1968. Denny McLain (46 juegos, 41 inicios, 28 completos, 6 blanqueos, 31 victorias, 6 derrotas, 1.96 de efectividad, 336 innings, 63 boletos, 280 ponches, 31 jonrones) versus Bob Gibson (34 juegos, 34 inicios, 28 completos, 13 blanqueos, 22 ganados, 9 perdidos, 1.12 de efectividad, 304.2 innings, 62 boletos, 268 ponches, 11 jonrones). Los Cardenales de San Luis le marcaron 3 carreras a McLain en el cuarto inning y Gibson maniató a los Tigres de Detroit, solo pemitió 5 imparables y ponchó a 17 en 9 episodios, rumbo a una victoria 4-0.
En el segundo juego de la Serie Mundial de 1969 Jerry Koosman se fajó con McNally y llevó a los milagrosos Mets a una victoria 2-1 que me hizo decirle a Felipe: “Y ahora que me dices de lo que le van a hacer los Orioles a los Mets?”
¿Qué veremos este sábado 16 de octubre? ¿Un juego que se enfría alrededor del cuarto inning como el de Seaver ante Cuellar o el de McLain ante Gibson? ¿Uno más cerrado como el de Koosman y McNally o el de Burdette y Ford? ¿O un forcejeo sin aliento como el de Boswell y McNally? Lincecum y Halladay cuentan con los elementos para enfrascarse en un juego cerrado, quizás no a través de todo el juego porque el mismo ha cambiado en la forma como se manejan los lanzadores, pero sí para traspasar los bates contrarios mientras el juego llega a su máxima intensidad.
Alfonso L. Tusa C.
Con las botas puestas
Tal como lo decían los narradores de boxeo en otros tiempos “ese púgil perdió con las botas puestas”. Así batalló el hombre del dugout de los Bravos de Atlanta, el que los llevó a 14 titulos divisionales seguidos, el que llegaba todos los días a las 8 am al estadio, el que respeta a todos por igual desde el cuidacuartos y el encargado del mantenimiento del terreno hasta el dueño del equipo, el que ganó 5 banderines de la Liga Nacional, el que si habían tenido un mal día al campo el día anterior tomaba el fongo y bateba roletazos durísimos a todos los infielders, el que fue Manager del Año con los Azulejos de Toronto (1985) y Atlanta (1991, 2004, 2005), el que pedía al director de viajes que no mandara a lavar los uniformes si perdían 3 o 4 juegos seguidos, el que ganó la Serie Mundial para los Bravos en 1995, el que tiene el record de mas expulsiones para un manager por defender a su equipo, el que orquestó la transformación de la organización de los Bravos desde las Ligas Menores, el que implementó la formalidad y la elegancia en el estilo de vestir de sus peloteros y subordinados, el que luego de escuchar las protestas de Gene Garber ante el anuncio de Cox de que lo iba a sacar del juego le dijo: “Garb, anda y domínalos”, Garber salió y ponchó a Pete Rose para truncarle su seguidilla de 44 juegos bateando imparables.
Ese hombre bajó la cabeza y descendió las escaleras del club house en Turner Field cuando Melky Cabrera bateó el rodado por la antesala que tomó Mike Fontenot para marcar el out 27 en el mascotín de Aubrey Huff. Los Gigantes pasaban a la Serie de Campeonato de la Liga Nacional de 2010, los Bravos se quedaban. Había terminado una era de grandes logros para él y los Bravos. Al fondo empezó a escucharse un rumor en las tribunas. “Bobby, Bobby, Bobby”, el estruendo fue tan grande que Cox hubo de regresar al campo para abrir los brazos ante el público y sus peloteros, se quitó la gorra y su mirada vidriosa iluminó el terreno.
En la acera del frente los peloteros de los Gigantes de San Francisco detuvieron su celebración para dedicarle sus aplausos de reconocimiento a uno de los grandes estrategas del béisbol. Inmenso gesto de los ganadores para demostrar que la grandeza del triunfo pasa por reconocer y respetar los méritos del vencido.
De vuelta al dugout, Bobby les dijo a sus jugadores que estaba muy orgulloso de ellos y que recordaría esta temporada como una maravillosa experiencia.
En la conferencia de prensa Cox se atragantó con las palabras y ahogó un gemido. “Un hombre mayor no debería hacer esto”. Bobby batalló con su equipo todos los 4 juegos de esta serie, todos se decidieron por una carrera y en este último tenía la carrera del triunfo en primera.
Alfonso L. Tusa C.
Ese hombre bajó la cabeza y descendió las escaleras del club house en Turner Field cuando Melky Cabrera bateó el rodado por la antesala que tomó Mike Fontenot para marcar el out 27 en el mascotín de Aubrey Huff. Los Gigantes pasaban a la Serie de Campeonato de la Liga Nacional de 2010, los Bravos se quedaban. Había terminado una era de grandes logros para él y los Bravos. Al fondo empezó a escucharse un rumor en las tribunas. “Bobby, Bobby, Bobby”, el estruendo fue tan grande que Cox hubo de regresar al campo para abrir los brazos ante el público y sus peloteros, se quitó la gorra y su mirada vidriosa iluminó el terreno.
En la acera del frente los peloteros de los Gigantes de San Francisco detuvieron su celebración para dedicarle sus aplausos de reconocimiento a uno de los grandes estrategas del béisbol. Inmenso gesto de los ganadores para demostrar que la grandeza del triunfo pasa por reconocer y respetar los méritos del vencido.
De vuelta al dugout, Bobby les dijo a sus jugadores que estaba muy orgulloso de ellos y que recordaría esta temporada como una maravillosa experiencia.
En la conferencia de prensa Cox se atragantó con las palabras y ahogó un gemido. “Un hombre mayor no debería hacer esto”. Bobby batalló con su equipo todos los 4 juegos de esta serie, todos se decidieron por una carrera y en este último tenía la carrera del triunfo en primera.
Alfonso L. Tusa C.
Al fondo de la antesala
Inicios de octubre de 1970 desplegaba varias páginas de suspenso para mis 9 años de hiperkinesia desbordada. Haber seguido los juegos del Mundial de Fútbol por televisión y el Campeonato Nacional Juvenil de Béisbol en el estadio de Cumaná, encendía toda la fruición de mi expectativa ante la Serie Mundial de aquel año. Toda esa curiosidad galopaba en paralelo con el reto de la tabla de dividir y la regla de tres que significaba el cuarto grado. La maestra Inés llenaba el aula con su conocimiento transparente y su pedagogía que saltaba entre los pupitres. Cualquier asomo de miedo a las matemática me lo borró en el primer instante que escuché su voz. Me había tocado el turno de la tarde, por lo cual debía estar atento en mis juegos y correrías por calles y cañaverales de regresar a casa antes de mediodía.
En los periódicos hablaban de la Gran Maquinaria Roja de Sparky Anderson, Pete Rose, Johnny Bench, Tany Perez y compañía. Sus contincantes eran los Orioles de Baltimore de Earl Weaver, Dave McNally, Miguel Cuellar, Jim Palmer, Frank Robinson, Paul Blair y un tercera base que llamaban “la aspiradora humana”: Brooks Robinson.
Mientras terminaba del almorzar escuchaba los comentarios de Carlos Tovar Bracho a través de Radio Caracas Televisión. Estaba por comenzar otro juego de la Serie Mundial. Trataba de comer lo más lento posible para ver si me daba tiempo de ver el comienzo del juego. Tenía esperanzas de que metieran a jugar a David Concepción. Papá me hacia observaciones para que apurara la comida porque ya era casi la una de la tarde. Cuando pasé por el comedor aproveché que papá se metió en la oficina y me escondí detrás de un pilar. Por Cincinnati lanzaba Gary Nolan. Por los Orioles creo que lo hacia Palmer o McNally. Papá empezó a llamarme y yo a girar alrededor del pilar. Lee May entró a la caja de batear y metió un cañonazo por toda la almohadilla que se desvió hacia la zona de foul varios metros detrás de tercera base.
Papá tuvo que ir a contestar el telefóno. Broooks Robinson llegó hasta el fondo del abanico en la zona de foul. Succionó la pelota con el guante de revés y cuando parecía que se iba a quedar con la misma en la mano ante el empuje de May hacia primera, ha soltado un disparo por encima del hombro que atravesó el cuadro interior para vencer a May justo en el momento que iba a hacer contacto con el primer saco. “¡Que barbaridad de jugada amigos. Muy pocos terceras base pueden hacer ese tiro y hacer el out!”, dijo Tovar Bracho . En el fondo la narración en inglés: “What a magnificent play. This guy is really fabulous at the hot corner. The Orioles will have to make him a statue”. May no podía creer que el árbitro hubiese cantado el out. Trató de reclamar pero luego vio hacia el dugout y se fue con la cabeza gacha.
Papá me agarró por el brazo y me llevó hasta el portón del porche. “Ya es la una y media y todavía estás aquí ¿Qué sabes tú si la maestra está haciendo un examen?”. Empecé a caminar con la mirada en el piso. En la esquina de Clemente me percaté que no me habían dado el dinero de la merienda. Sin embargo con el genio que tenía Papá, preferí seguir rumbo a la escuela. Aquella jugada de Brooks Robinson bien valía el regaño y hasta quedarme sin merienda en el recreo escolar. Todo el trayecto lo pasé simulando atrapar una pelota sobre la orilla de la acera y lanzando a primera por encima del brazo. Al entrar al aula la maestra Inés pasaba la lista. “¿Vienes llegando y estás muerto de risa?” “Disculpe maestra es por algo que vi mientras venía para acá”.
Alfonso L. Tusa C.
En los periódicos hablaban de la Gran Maquinaria Roja de Sparky Anderson, Pete Rose, Johnny Bench, Tany Perez y compañía. Sus contincantes eran los Orioles de Baltimore de Earl Weaver, Dave McNally, Miguel Cuellar, Jim Palmer, Frank Robinson, Paul Blair y un tercera base que llamaban “la aspiradora humana”: Brooks Robinson.
Mientras terminaba del almorzar escuchaba los comentarios de Carlos Tovar Bracho a través de Radio Caracas Televisión. Estaba por comenzar otro juego de la Serie Mundial. Trataba de comer lo más lento posible para ver si me daba tiempo de ver el comienzo del juego. Tenía esperanzas de que metieran a jugar a David Concepción. Papá me hacia observaciones para que apurara la comida porque ya era casi la una de la tarde. Cuando pasé por el comedor aproveché que papá se metió en la oficina y me escondí detrás de un pilar. Por Cincinnati lanzaba Gary Nolan. Por los Orioles creo que lo hacia Palmer o McNally. Papá empezó a llamarme y yo a girar alrededor del pilar. Lee May entró a la caja de batear y metió un cañonazo por toda la almohadilla que se desvió hacia la zona de foul varios metros detrás de tercera base.
Papá tuvo que ir a contestar el telefóno. Broooks Robinson llegó hasta el fondo del abanico en la zona de foul. Succionó la pelota con el guante de revés y cuando parecía que se iba a quedar con la misma en la mano ante el empuje de May hacia primera, ha soltado un disparo por encima del hombro que atravesó el cuadro interior para vencer a May justo en el momento que iba a hacer contacto con el primer saco. “¡Que barbaridad de jugada amigos. Muy pocos terceras base pueden hacer ese tiro y hacer el out!”, dijo Tovar Bracho . En el fondo la narración en inglés: “What a magnificent play. This guy is really fabulous at the hot corner. The Orioles will have to make him a statue”. May no podía creer que el árbitro hubiese cantado el out. Trató de reclamar pero luego vio hacia el dugout y se fue con la cabeza gacha.
Papá me agarró por el brazo y me llevó hasta el portón del porche. “Ya es la una y media y todavía estás aquí ¿Qué sabes tú si la maestra está haciendo un examen?”. Empecé a caminar con la mirada en el piso. En la esquina de Clemente me percaté que no me habían dado el dinero de la merienda. Sin embargo con el genio que tenía Papá, preferí seguir rumbo a la escuela. Aquella jugada de Brooks Robinson bien valía el regaño y hasta quedarme sin merienda en el recreo escolar. Todo el trayecto lo pasé simulando atrapar una pelota sobre la orilla de la acera y lanzando a primera por encima del brazo. Al entrar al aula la maestra Inés pasaba la lista. “¿Vienes llegando y estás muerto de risa?” “Disculpe maestra es por algo que vi mientras venía para acá”.
Alfonso L. Tusa C.
Bobby Cox gana respeto (y victorias) hasta el final.
Tyler Kepner. NYT
Derek Lowe ha jugado para 8 managers en 14 temporadas de Grandes Ligas y ninguno de ellos ha querido más al estadio tanto como Bobby Cox. Cada vez que los Bravos de Atlante tienen un juego nocturno en la carretera, dijo Lowe, Cox se reune con sus coaches en la recepción del hotel a las 11:30 am., listo para empezar otro día en el campo de juego.
“Hasta en los juegos diurnos”, dijo Lowe, “ellos llegan al estadio a las 08:00 de la mañana”.
Para Cox, 69, esos dias se están acabando, Se retirará al final de la temporada, su vigésima novena como manager de Grandes Ligas. Como siempre, este martes 21 de septiembre, se reportó temprano al Citizens Ball Park de Filadelfia para su juego 4498. Pero le tomó algún tiempo llegar al clubhouse.
Los altos ejecutivos de los Filis de Filadelfia organizaron un almuerzo privado para Cox y su esposa en el estadio. Le regalaron una pintura que encargaron hacer. También planean homenajearlo en el campo antes del juego final de la serie este miércoles 22.
“Personalmente no he pensado en eso”, dijo Cox refiriéndose a su carrera. “Sólo me enfoco en la temporada, eso es todo. Es difícil no pensar en eso cuando en cada estadio te rinden pequeños honores. Pero mi principal atención es el equipo”.
Pat Gillick, el consultor de los Filis, y antíguo gerente general, estaba entre los ejecutivos que asistieron al almuerzo. En su caminata matinal de este martes, Gillick dijo que había pensado mucho en Cox, a quién ha conocido por más de 40 años.
Palabras como generoso, comprensivo, competitivo, cruzaron su mente, dijo Gillick. Pero la que más rebotaba en su cerebro, la que enfatizó para Cox en el almuerzo, fue respetuoso.
“Todo el mundo a este nivel lo extrañará”, dijo Gillick, “Pero quienes lo extrañarán de verdad serán los cuidadores del terreno y los muchachos de los clubhouses, el personal de apoyo. Porque el es muy respetuoso con todos, con cada uno de esos héroes anónimos, de esos tipos de quienes poco se sabe. Él trata a esas personas con respeto”.
Gillick fue el primer gerente general de los Azulejos de Toronto, quienes terminaron últimos en sus 5 primeras temporadas. En 1982, cuando sintió que su equipo iba a subir en la tabla, empleó a Bobby Cox como manager. En sus primeras cuatro temporadas, los Azulejos ascendieron del sexto puesto al cuarto, al segundo, al primero.
Gillick había conocido a Cox a comienzos de los años ’70 cuando Cox dirigía a un equipo en la liga invernal venezolana, Gillick era scout allá de los Astros de Houston. Gillick, como es su estilo, le cayó a preguntas a Cox y este lo sorprendió con su criterio y pasión.
Los Bravos emplearon a Cox, de 1978 a 1981, y luego lo contrataron como gerente general en 1986. Cox ayudó a revivir un sistema de granjas moribundo, aceptó el cargo de manager en 1990 y el próximo año inició una seguidilla de 14 temporadas ganando títulos divisionales.
“El representa la diferencia para los jugadores que vienen a trabajar aquí”, dijo el coach de bateo Terry Pendleton. “A veces pasas por momentos cuando no puedes encontrar la pelota o no puedes sacarla del cuadro interior. Bobby Cox te hace sentir como si fueras el jugador más importante del equipo”.
Pendleton era un buen jugador, pero nunca fue considerado una estrella mientras jugaba en San Luis antes de firmar con los Bravos antes de la temporada de 1991. Inmediatamente ganó el premio al jugador más Valioso de la Liga Nacional y llevó a los Bravos a la Serie Mundial.
Ha habido muchas otras historias de peloteros que tuvieron su mejor temporada para Cox, quién nunca los critica en público y los defiende vigorosamente en las discusiones con los árbitros. (Ha sido expulsado en una cifra record de 158 oportunidades, casi una temporada completa de juegos). Los colegas de Cox admiran su habilidad para desarrollar el potencial de un jugador.
“Quienquiera que vaya allá lo hace bien ¿saben a lo que me refiero?”, dijo el manager de los Rojos de Cincinnati Dusty Baker. Los jugadores que jugaron allí por poco tiempo, mientras estuvieron allí dieron lo mejor de sí”.
Ozzie Guillén, el manager de los Medias Blancas de Chicago dijo que Cox cumple mejor que nadie con la esencia del trabajo de un manager. Para eso da respeto y recibe mucho esfuerzo en retorno.
“Si quieres escoger 5 personas para representar al béisbol de la mejor manera, Bobby tiene que estar allí”, dijo Guillén quién jugó para el último equipo de los Bravos que ganó un banderín de la Liga Nacional en 1999. “Tiene que estar, por el respeto que tiene por sus peloteros y por el béisbol, punto. En el béisbol, cuando tienes éxito, la gente te odia por alguna razón. Bobby ha tenido éxito toda su carrera, y la gente lo quiere. Eso no es fácil de lograr”.
Cox, cuyo equipo lideraba la carrera por el comodín antes de la derrota 5-3 ante los Filis la noche del martes, dijo que seguiría trabajando para los Bravos la próxima temporada, pero sin programación. Ha mencionado su retiro al equipo sólo una vez, al comienzo de los entrenamientos primaverales.
Aún entonces, Lowe dijo, que Cox parecía un poco avergonzado, mientras le agradecía a sus muchachos por lo que habían hecho por él. No había ninguna orden de ganar nada. Sin embargo los Bravos parecen determinados a hacerlo.
“Este es el equipo que más fuerte ha trabajado de los que he dirigido”, dijo Cox. “La manera como se enfocan en su trabajo en la sala de pesas, los entrenamientos y las prácticas en el terreno. Ha sido algo contínuo”.
Sin embargo la actuación de los Bravos no cambiará la decisión de Cox. No se quedará otra temporada.
“No, no”, dijo Cox riendo.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Derek Lowe ha jugado para 8 managers en 14 temporadas de Grandes Ligas y ninguno de ellos ha querido más al estadio tanto como Bobby Cox. Cada vez que los Bravos de Atlante tienen un juego nocturno en la carretera, dijo Lowe, Cox se reune con sus coaches en la recepción del hotel a las 11:30 am., listo para empezar otro día en el campo de juego.
“Hasta en los juegos diurnos”, dijo Lowe, “ellos llegan al estadio a las 08:00 de la mañana”.
Para Cox, 69, esos dias se están acabando, Se retirará al final de la temporada, su vigésima novena como manager de Grandes Ligas. Como siempre, este martes 21 de septiembre, se reportó temprano al Citizens Ball Park de Filadelfia para su juego 4498. Pero le tomó algún tiempo llegar al clubhouse.
Los altos ejecutivos de los Filis de Filadelfia organizaron un almuerzo privado para Cox y su esposa en el estadio. Le regalaron una pintura que encargaron hacer. También planean homenajearlo en el campo antes del juego final de la serie este miércoles 22.
“Personalmente no he pensado en eso”, dijo Cox refiriéndose a su carrera. “Sólo me enfoco en la temporada, eso es todo. Es difícil no pensar en eso cuando en cada estadio te rinden pequeños honores. Pero mi principal atención es el equipo”.
Pat Gillick, el consultor de los Filis, y antíguo gerente general, estaba entre los ejecutivos que asistieron al almuerzo. En su caminata matinal de este martes, Gillick dijo que había pensado mucho en Cox, a quién ha conocido por más de 40 años.
Palabras como generoso, comprensivo, competitivo, cruzaron su mente, dijo Gillick. Pero la que más rebotaba en su cerebro, la que enfatizó para Cox en el almuerzo, fue respetuoso.
“Todo el mundo a este nivel lo extrañará”, dijo Gillick, “Pero quienes lo extrañarán de verdad serán los cuidadores del terreno y los muchachos de los clubhouses, el personal de apoyo. Porque el es muy respetuoso con todos, con cada uno de esos héroes anónimos, de esos tipos de quienes poco se sabe. Él trata a esas personas con respeto”.
Gillick fue el primer gerente general de los Azulejos de Toronto, quienes terminaron últimos en sus 5 primeras temporadas. En 1982, cuando sintió que su equipo iba a subir en la tabla, empleó a Bobby Cox como manager. En sus primeras cuatro temporadas, los Azulejos ascendieron del sexto puesto al cuarto, al segundo, al primero.
Gillick había conocido a Cox a comienzos de los años ’70 cuando Cox dirigía a un equipo en la liga invernal venezolana, Gillick era scout allá de los Astros de Houston. Gillick, como es su estilo, le cayó a preguntas a Cox y este lo sorprendió con su criterio y pasión.
Los Bravos emplearon a Cox, de 1978 a 1981, y luego lo contrataron como gerente general en 1986. Cox ayudó a revivir un sistema de granjas moribundo, aceptó el cargo de manager en 1990 y el próximo año inició una seguidilla de 14 temporadas ganando títulos divisionales.
“El representa la diferencia para los jugadores que vienen a trabajar aquí”, dijo el coach de bateo Terry Pendleton. “A veces pasas por momentos cuando no puedes encontrar la pelota o no puedes sacarla del cuadro interior. Bobby Cox te hace sentir como si fueras el jugador más importante del equipo”.
Pendleton era un buen jugador, pero nunca fue considerado una estrella mientras jugaba en San Luis antes de firmar con los Bravos antes de la temporada de 1991. Inmediatamente ganó el premio al jugador más Valioso de la Liga Nacional y llevó a los Bravos a la Serie Mundial.
Ha habido muchas otras historias de peloteros que tuvieron su mejor temporada para Cox, quién nunca los critica en público y los defiende vigorosamente en las discusiones con los árbitros. (Ha sido expulsado en una cifra record de 158 oportunidades, casi una temporada completa de juegos). Los colegas de Cox admiran su habilidad para desarrollar el potencial de un jugador.
“Quienquiera que vaya allá lo hace bien ¿saben a lo que me refiero?”, dijo el manager de los Rojos de Cincinnati Dusty Baker. Los jugadores que jugaron allí por poco tiempo, mientras estuvieron allí dieron lo mejor de sí”.
Ozzie Guillén, el manager de los Medias Blancas de Chicago dijo que Cox cumple mejor que nadie con la esencia del trabajo de un manager. Para eso da respeto y recibe mucho esfuerzo en retorno.
“Si quieres escoger 5 personas para representar al béisbol de la mejor manera, Bobby tiene que estar allí”, dijo Guillén quién jugó para el último equipo de los Bravos que ganó un banderín de la Liga Nacional en 1999. “Tiene que estar, por el respeto que tiene por sus peloteros y por el béisbol, punto. En el béisbol, cuando tienes éxito, la gente te odia por alguna razón. Bobby ha tenido éxito toda su carrera, y la gente lo quiere. Eso no es fácil de lograr”.
Cox, cuyo equipo lideraba la carrera por el comodín antes de la derrota 5-3 ante los Filis la noche del martes, dijo que seguiría trabajando para los Bravos la próxima temporada, pero sin programación. Ha mencionado su retiro al equipo sólo una vez, al comienzo de los entrenamientos primaverales.
Aún entonces, Lowe dijo, que Cox parecía un poco avergonzado, mientras le agradecía a sus muchachos por lo que habían hecho por él. No había ninguna orden de ganar nada. Sin embargo los Bravos parecen determinados a hacerlo.
“Este es el equipo que más fuerte ha trabajado de los que he dirigido”, dijo Cox. “La manera como se enfocan en su trabajo en la sala de pesas, los entrenamientos y las prácticas en el terreno. Ha sido algo contínuo”.
Sin embargo la actuación de los Bravos no cambiará la decisión de Cox. No se quedará otra temporada.
“No, no”, dijo Cox riendo.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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