El sábado 18 de febrero de 2012 leí en la primera página de Ciudadanos, de El Nacional: “Pitcher de Magallanes herido en atraco”. Me fui a la página 7 y encontré que el pitcher relevista, quién pensé lanzaría este año con Magallanes, había sido víctima del hampa para despojarlo de su automóvil en la ciudad de Valencia. El atraco ocasionó la pérdida de un riñón y la incertidumbre de si Bencomo podrá iniciar la temporada de ligas menores en abril, o si podrá volver a jugar béisbol.
La temporada pasada revisé varias veces la actuación de Omar Bencomo con los Hot Rods de Bowling Green en la Midwest League Clase A, filial de los Rayas de Tampa Bay. A pesar de una marca de 4-5 y 3.97 de efectividad, se aprecia el principal valor de Bencomo, utilizado hasta ahora como relevista intermedio, un control afilado al punto de conceder sólo 13 boletos en 79.1 episodios en 2011 y un promedio de 1.1 boleto por cada 9 innings lanzados en sus 5 temporadas de ligas menores. En ese momento me pareció que podía ser un candidato a considerar para el bull pen de los Navegantes del Magallanes en la temporada 2011-12, al menos durante las primeras semanas.
Llamé a José Rafael Rodríguez para profundizar sobre los pormenores de las consecuencias del evento delictivo en la salud de Omar Bencomo y por consiguiente en la continuidad de su carrera en el béisbol profesional. Me confirmó que de acuerdo con el reporte médico, la situación de Bencomo es de cuidado, más se espera una recuperación progresiva. La pérdida del riñón no debería afectar su vida futura, a excepción de ciertas precauciones a guardar. La reconstrucción del colón también se espera que evolucione con toda normalidad.
En cuanto a la continuación de la carrera de Bencomo en el béisbol, es muy probable que a partir de junio empiece a lanzar pelotas. De ahí en adelante empezarán los trámites para buscar equipo en el béisbol de ligas menores, ligas independientes, Japón, Italia, España, México,etc.
“Bencomo había sido dejado en libertad por Tampa Bay, lo cual me resultó sorpresivo”, comentó Rodríguez.
Esperamos que la recuperación sea un éxito y que Bencomo sea al menos considerado dentro de los candidatos a integrar el bull pen de los Navegantes del Magallanes para la temporada 2012-13.
Alfonso L. Tusa C.
viernes, 24 de febrero de 2012
Carlos Silva encuentra una oportunidad con los Medias Rojas
Peter Abraham. Boston Globe. 24-02-2012
Fort Myers, Fla..- Los Medias Rojas estuvieron interesados en firmar al derecho Carlos Silva en noviembre. Pero él no estaba listo para tomar una decisión en ese momento.
“Me alegró que llamaran”, dijo ayer. “Pero quería estar seguro de lo que quería hacer. Tenía que estabilizar mis sentimientos. Por eso esperé”.
Lo que lo convenció más fue la presencia del coach de pitcheo de los Medias Rojas, Bob McClure, en uno de sus entrenamientos en Florida.
“Eso me llamó mucho la atención”, dijo Silva. “Me dijo lo que pensaba y cuales eran mis oportunidades. Estaba muy excitado de jugar con este equipo”.
Para Silva, la idea de que un equipo lo quisiera era suficiente, debido a la forma como han transcurrido los últimos años de su carrera.
Fue un abridor confiable con los Mellizos entre 2004 y 2007, dejó marca de 47-45 y 4.42 de efectividad con un promedio ligeramente inferior a los 200 innings por temporada.
Eso motivo a que Seattle le extendiera un contrato de cuatro años por 48 millones de dólares. Silva tuvo marca de 5-18 y 6.82 de efectividad. Sólo efectuó 34 aperturas en dos temporadas con los Marineros. Fue cambiado a los Cachorros por el jardinero Milton Bradley en un intercambio de contratos infructuosos.
Los Marineros estaban tan ansiosos de salir de Silva que agregaron 9 millones de dólares a la negociación.
En principio Silva lanzó bien con los Cachorros, pero tuvo efectividad de 6.15 en sus últimas 10 aperturas y fue despedido en el entrenamiento primaveral la temporada pasada. Reclamó que los Cachorros no le habían dado suficientes oportunidades.
Eso provocó la ira de Jim Hendry, el entonces gerente general de los Cachorros. Dijo que Silva actuaba fuera de la realidad.
Los Yanquis firmaron a Silva en un contrato de ligas menores. Sólo hizo cinco apariciones debido a dolores en el hombro.
Ahora tiene la oportunidad de empezar de nuevo con los Medias Rojas, quienes tienen deficiencias en su rotación. Silva está en el campamento con contrato de ligas menores. Ganará un millón de dólares si hace el equipo.
“Siento que tengo la oportunidad de probar que me queda algo. Estoy sano y mi hombro se siente muy bien, como nunca lo he sentido en años”.
Silva, quién cumplirá 33 años en abril, es lo suficientemente joven para creer que puede recuperar su forma. Siempre ha dependido más de ubicar sus lanzamientos, que de la velocidad, lo cual ayuda a su causa.
“Aún puedo lanzar. Puedo ayudar a este equipo”, dijo Silva.
Silva, Aaron Cook y Vicente Padilla podrían competir por un puesto en el equipo. Pero su verdadera oportunidad podría llegar más tarde, si comienzan la temporada con el Pawtucket AAA.
“Este no es un lugar para impresionar. Este no es el momento de impresionar y hacer el equipo”, dijo el manager Bobby Valentine. “Ellos están en un proceso por demostrar que pueden ayudar en los juegos, que pueden llegar al lugar donde tendrán la oportunidad de brillar”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Fort Myers, Fla..- Los Medias Rojas estuvieron interesados en firmar al derecho Carlos Silva en noviembre. Pero él no estaba listo para tomar una decisión en ese momento.
“Me alegró que llamaran”, dijo ayer. “Pero quería estar seguro de lo que quería hacer. Tenía que estabilizar mis sentimientos. Por eso esperé”.
Lo que lo convenció más fue la presencia del coach de pitcheo de los Medias Rojas, Bob McClure, en uno de sus entrenamientos en Florida.
“Eso me llamó mucho la atención”, dijo Silva. “Me dijo lo que pensaba y cuales eran mis oportunidades. Estaba muy excitado de jugar con este equipo”.
Para Silva, la idea de que un equipo lo quisiera era suficiente, debido a la forma como han transcurrido los últimos años de su carrera.
Fue un abridor confiable con los Mellizos entre 2004 y 2007, dejó marca de 47-45 y 4.42 de efectividad con un promedio ligeramente inferior a los 200 innings por temporada.
Eso motivo a que Seattle le extendiera un contrato de cuatro años por 48 millones de dólares. Silva tuvo marca de 5-18 y 6.82 de efectividad. Sólo efectuó 34 aperturas en dos temporadas con los Marineros. Fue cambiado a los Cachorros por el jardinero Milton Bradley en un intercambio de contratos infructuosos.
Los Marineros estaban tan ansiosos de salir de Silva que agregaron 9 millones de dólares a la negociación.
En principio Silva lanzó bien con los Cachorros, pero tuvo efectividad de 6.15 en sus últimas 10 aperturas y fue despedido en el entrenamiento primaveral la temporada pasada. Reclamó que los Cachorros no le habían dado suficientes oportunidades.
Eso provocó la ira de Jim Hendry, el entonces gerente general de los Cachorros. Dijo que Silva actuaba fuera de la realidad.
Los Yanquis firmaron a Silva en un contrato de ligas menores. Sólo hizo cinco apariciones debido a dolores en el hombro.
Ahora tiene la oportunidad de empezar de nuevo con los Medias Rojas, quienes tienen deficiencias en su rotación. Silva está en el campamento con contrato de ligas menores. Ganará un millón de dólares si hace el equipo.
“Siento que tengo la oportunidad de probar que me queda algo. Estoy sano y mi hombro se siente muy bien, como nunca lo he sentido en años”.
Silva, quién cumplirá 33 años en abril, es lo suficientemente joven para creer que puede recuperar su forma. Siempre ha dependido más de ubicar sus lanzamientos, que de la velocidad, lo cual ayuda a su causa.
“Aún puedo lanzar. Puedo ayudar a este equipo”, dijo Silva.
Silva, Aaron Cook y Vicente Padilla podrían competir por un puesto en el equipo. Pero su verdadera oportunidad podría llegar más tarde, si comienzan la temporada con el Pawtucket AAA.
“Este no es un lugar para impresionar. Este no es el momento de impresionar y hacer el equipo”, dijo el manager Bobby Valentine. “Ellos están en un proceso por demostrar que pueden ayudar en los juegos, que pueden llegar al lugar donde tendrán la oportunidad de brillar”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Autopsia de una temporada
Transcurrido el tiempo suficiente para decantar todas las emociones, ahora si se puede analizar a profundidad los vestigios de la temporada 2011-12. Aún cuando muchos pensamos que Magallanes debió llegar a la serie final, esta expedición tiene más elementos positivos que de otra índole. En primer lugar la gerencia deportiva demostró su diligencia y conocimiento de la esencia del juego. Luis Blasini se las ingenió para informarse de la presencia de Adonis García en el país y logró una adquisición que más allá de la recién concluida temporada, puede significar grandes logros futuros para el buque magallanero. La demostración de poder y vergüenza deportiva de Mario Lisson que lo convirtió en un pelotero esencial en esta temporada, perfectamente puede extenderse en el futuro. Lisson es el tipo de pelotero que siempre será muy importante en esta liga. La contratación de Ricardo Hernández trajo otro relevista zurdo al equipo que tapó muchas averías y que en el futuro pudiera convertirse en abridor. Por otro lado la gestión de Blasini ha adolecido de un pitcheo abridor estable. Conociendo las restricciones que pesan sobre prospectos y lanzadores de otras categorías, el horizonte por explorar a fondo son las ligas independientes de Estados Unidos, España, Italia, Holanda; sólo allí se pueden conseguir los lanzadores importados que permanezcan al menos toda la temporada regular con el equipo. En cuanto a los pitchers criollos habría que ajustar el plan de sustituciones, para mantener el nivel del pitcheo abridor y también del bull pen a lo largo de la temporada. Sería interesante evaluar si Fernando Nieve piensa volver a pitchear con Magallanes. Evaluar la posibilidad de pasar a Joel Hernández a relevista largo o abridor. También determinar si Carlos Hernández puede regresar a abrir juegos. Sería de gran ayuda si pudieran conseguir un instructor de receptores de la talla de Clemente Álvarez, Rafael Cariel o Alfredo Torres. La recién finalizada temporada se observó como se repitió varias veces, que le robaban la tercera base a los catchers magallaneros.
Me parece que a pesar del famoso juego de la semifinal ante La Guaira, donde Carlos García tomó decisiones discutibles respecto a sus relevistas, en líneas generales su labor fue más que aceptable por cuanto fue capaz de levantar un equipo prácticamente sin pitcheo abridor para meterlo en la semifinal y en esta instancia nuevamente a punta de motivación y conocimiento del juego, revivió al Magallanes y lo llevó a forzar un desempate que casi los metió en la serie final. Su mejor atributo trasciende el saber motivar a sus jugadores. Aún cuando haya podido cometer errores en la estrategia del juego ¿Quién no los ha cometido? Todos los grandes managers han pasado por esas situaciones y han aprendido de los errores para mejorar sus aptitudes. Carlos Garcia debería regresar a dirigir al Magallanes en la temporada 2012-13.
Hay peloteros que desde ya se ganaron su puesto en el buque para la próxima temporada. Luis Landaeta demostró que su bate aún tiene unos cuantos cartuchos por explotar en LVBP. Su actuación en la ronda semifinal comprueba que de haber recibido más oportunidades en la temporada regular de seguro habría respondido con más contundencia. Tanto él como Jesús Merchán deben ser considerados como integrantes de una reserva que puede venir al rescate ante cualquier imprevisto, además de estar en la lista de los principales candidatos a venir de emergente hacia finales del juego.
Entre los jugadores lesionados que podrían ayudar al Magallanes la próxima temporada se debería seguir de cerca las actuaciones de Reggie Corona, que viene de dos operaciones en el brazo, podría regresar a la segunda base con su explosivo madero. También será bien importante contar con un Robinson Chirinos a plenitud de condiciones, así al alternarse con Jesús Flores y Salomón Manriquez se garantizará un mejor rendimiento de los tres.
En cuanto a los jardines Magallanes deberá determinar desde bien temprano el futuro inmediato de Johermyn Chávez. Si lo van a cambiar deberían considerar solicitar a cambio un lanzador abridor probado en la liga y que esté disponible para lanzar al menos dos meses de la temporada. Alguien de las características de Johan Pino, Ronald Uviedo o Luis Avilán. Si piensan conservarlo, deberían conversar con él desde ahora y comunicarle los planes que hay para la próxima temporada. También se debería evaluar la posibilidad de que prospectos como Albert Martínez y Yorman Rodríguez formen parte de la alineación en las primeras semanas de la temporada.
En el cuadro interior será bien interesante conocer si Francisco Martínez recibirá el permiso para actuar con el Magallanes en la próxima campaña. En los juegos donde actuó mostró un gran nivel defensivo y un madero respetable. También será importante conocer cual será el campocorto, Darwin Pérez demostró tener cualidades ofensivas para ocupar el primer lugar de la alineación., todavía debe hacer algunos ajustes en su defensa. Argenis Díaz mostró que sigue siendo un gran torpedero defensivo, sin embargo debe probar que puede mantener su nivel de juego a lo largo de la temporada.
Son situaciones que variarán a lo largo de los próximos nueve meses, allí deberá conjugarse en mayor medida, el trabajo del gerente deportivo, que de repetir Blasini, debería servir para demostrar los aprendizajes de las experiencias vividas, con las observaciones del manager y las diligencias de el gerente general.
Alfonso L. Tusa C.
Me parece que a pesar del famoso juego de la semifinal ante La Guaira, donde Carlos García tomó decisiones discutibles respecto a sus relevistas, en líneas generales su labor fue más que aceptable por cuanto fue capaz de levantar un equipo prácticamente sin pitcheo abridor para meterlo en la semifinal y en esta instancia nuevamente a punta de motivación y conocimiento del juego, revivió al Magallanes y lo llevó a forzar un desempate que casi los metió en la serie final. Su mejor atributo trasciende el saber motivar a sus jugadores. Aún cuando haya podido cometer errores en la estrategia del juego ¿Quién no los ha cometido? Todos los grandes managers han pasado por esas situaciones y han aprendido de los errores para mejorar sus aptitudes. Carlos Garcia debería regresar a dirigir al Magallanes en la temporada 2012-13.
Hay peloteros que desde ya se ganaron su puesto en el buque para la próxima temporada. Luis Landaeta demostró que su bate aún tiene unos cuantos cartuchos por explotar en LVBP. Su actuación en la ronda semifinal comprueba que de haber recibido más oportunidades en la temporada regular de seguro habría respondido con más contundencia. Tanto él como Jesús Merchán deben ser considerados como integrantes de una reserva que puede venir al rescate ante cualquier imprevisto, además de estar en la lista de los principales candidatos a venir de emergente hacia finales del juego.
Entre los jugadores lesionados que podrían ayudar al Magallanes la próxima temporada se debería seguir de cerca las actuaciones de Reggie Corona, que viene de dos operaciones en el brazo, podría regresar a la segunda base con su explosivo madero. También será bien importante contar con un Robinson Chirinos a plenitud de condiciones, así al alternarse con Jesús Flores y Salomón Manriquez se garantizará un mejor rendimiento de los tres.
En cuanto a los jardines Magallanes deberá determinar desde bien temprano el futuro inmediato de Johermyn Chávez. Si lo van a cambiar deberían considerar solicitar a cambio un lanzador abridor probado en la liga y que esté disponible para lanzar al menos dos meses de la temporada. Alguien de las características de Johan Pino, Ronald Uviedo o Luis Avilán. Si piensan conservarlo, deberían conversar con él desde ahora y comunicarle los planes que hay para la próxima temporada. También se debería evaluar la posibilidad de que prospectos como Albert Martínez y Yorman Rodríguez formen parte de la alineación en las primeras semanas de la temporada.
En el cuadro interior será bien interesante conocer si Francisco Martínez recibirá el permiso para actuar con el Magallanes en la próxima campaña. En los juegos donde actuó mostró un gran nivel defensivo y un madero respetable. También será importante conocer cual será el campocorto, Darwin Pérez demostró tener cualidades ofensivas para ocupar el primer lugar de la alineación., todavía debe hacer algunos ajustes en su defensa. Argenis Díaz mostró que sigue siendo un gran torpedero defensivo, sin embargo debe probar que puede mantener su nivel de juego a lo largo de la temporada.
Son situaciones que variarán a lo largo de los próximos nueve meses, allí deberá conjugarse en mayor medida, el trabajo del gerente deportivo, que de repetir Blasini, debería servir para demostrar los aprendizajes de las experiencias vividas, con las observaciones del manager y las diligencias de el gerente general.
Alfonso L. Tusa C.
viernes, 17 de febrero de 2012
Gary Carter: El Niño Perenne
El hombre que compartió con Johnny Bench, Thurman Munson y Carlton Fisk la élite del receptor más completo de las Grandes Ligas en los años setenta y ochenta, Gary Carter, se marchó este jueves 16 de febrero de 2012, víctima de un cáncer cerebral. Tal vez sus hazañas más recordadas datan de su paso por los Mets de Nueva York y la Serie Mundial de 1986.
Las imágenes que impregnaron mis retinas al enterarme del deceso de Carter pertenecen a la época de los Expos de Montreal. Gary Edmund Carter nació en Culver City, Calif., cerca de Los Ángeles, el 08 de abril de 1954. Él estaba detrás del plato el 10 de mayo de 1981 para recibir los envíos de Charlie Lea en el segundo juego de una doble cartelera ante los Gigantes de San Francisco quienes habían ganado el abrebocas 5-1. De seguro Carter intensificó sus conversaciones previas al juego con Lea para transmitirle la confianza y esas ganas de dar lo mejor que le ganaron el mote de “El Niño Perenne”. El lanzador venía de dos aperturas tormentosas donde había sido bateado a placer. Lea empezó retirando los primeros nueve bateadores. Cuando Billy North negoció boleto en la cuarta entrada, Carter se encargó de tranquilizar a su pitcher. Soltó un balín a segunda para enfriar el intento de robo de North. Más adelante Lea concedería 3 boletos más, Carter desde el plato o en el montículo transmitía todo el entusiasmo infantil que animaba al pitcher. Los Expos ganaron 4-0. Al caer el out 27 Lea se acreditaba el primer juego sin hit ni carrera lanzado en el estadio Olímpico de Montreal.
Carter era el líder de aquellos Expos. La temporada de 1981 fue recortada por una huelga de peloteros que ocasionó un play off especial que enfrentaba a los ganadores de la primera mitad ante los vencedores de la segunda. Montreal venció a Filadelfia. Luego cayeron ante los futuros campeones de la Serie Mundial, los Dodgers de los Angeles en la serie por el campeonato de la Liga Nacional.
Tal era la popularidad de Carter en Montreal que el entonces primer ministro de Canadá, Pierre Trudeau llegó a decir que por ningún motivo se le ocurriría competir contra él en una elección.
Hacia finales de los años setenta o comienzos de los ochenta disfruté a través de “Lo mejor de la semana” un episodio muy ilustrativo del amor de Carter por el juego. Johnny Bench desde la tercera base y él en el plato jugaron un corre y corre con el filifanático, aquel oso hormiguero gigantesco, se pasaron la pelota como siete veces y cuando el oso casi pisa el plato Carter se le plantó cual muro de contención, rodaron por el suelo y Carter se levantó con la pelota en la mascota. Saltaba como si hubiese sido el último out de la Serie Mundial.
Siempre le preguntaban por el origen de “El Niño Perenne”. Carter refería que en su primer entrenamiento primaveral, Tim Foli, Mike Jorgensen y Ken Singleton se quedaban con la boca abierta y se daban codazos porque el catcher novato quería ganar todas las carreras que hacían en los jardines y sacar de jonrón todas las pelotas. “Parece un niño de las pequeñas ligas”.
“El Niño Perenne”, convivió siempre con Carter, hasta los novatos como el catcher Tim Laker se maravillaban verlo jugar como si fuera la primera vez que se ponía un uniforme de béisbol.
A Carter le sobreviven su esposa Sandy, su hija Kimmy Bloemers, su hijo Douglas a quién lamman D.J., su otra hija Christy Kearce, y tres nietos.
Alfonso L. Tusa C.
Las imágenes que impregnaron mis retinas al enterarme del deceso de Carter pertenecen a la época de los Expos de Montreal. Gary Edmund Carter nació en Culver City, Calif., cerca de Los Ángeles, el 08 de abril de 1954. Él estaba detrás del plato el 10 de mayo de 1981 para recibir los envíos de Charlie Lea en el segundo juego de una doble cartelera ante los Gigantes de San Francisco quienes habían ganado el abrebocas 5-1. De seguro Carter intensificó sus conversaciones previas al juego con Lea para transmitirle la confianza y esas ganas de dar lo mejor que le ganaron el mote de “El Niño Perenne”. El lanzador venía de dos aperturas tormentosas donde había sido bateado a placer. Lea empezó retirando los primeros nueve bateadores. Cuando Billy North negoció boleto en la cuarta entrada, Carter se encargó de tranquilizar a su pitcher. Soltó un balín a segunda para enfriar el intento de robo de North. Más adelante Lea concedería 3 boletos más, Carter desde el plato o en el montículo transmitía todo el entusiasmo infantil que animaba al pitcher. Los Expos ganaron 4-0. Al caer el out 27 Lea se acreditaba el primer juego sin hit ni carrera lanzado en el estadio Olímpico de Montreal.
Carter era el líder de aquellos Expos. La temporada de 1981 fue recortada por una huelga de peloteros que ocasionó un play off especial que enfrentaba a los ganadores de la primera mitad ante los vencedores de la segunda. Montreal venció a Filadelfia. Luego cayeron ante los futuros campeones de la Serie Mundial, los Dodgers de los Angeles en la serie por el campeonato de la Liga Nacional.
Tal era la popularidad de Carter en Montreal que el entonces primer ministro de Canadá, Pierre Trudeau llegó a decir que por ningún motivo se le ocurriría competir contra él en una elección.
Hacia finales de los años setenta o comienzos de los ochenta disfruté a través de “Lo mejor de la semana” un episodio muy ilustrativo del amor de Carter por el juego. Johnny Bench desde la tercera base y él en el plato jugaron un corre y corre con el filifanático, aquel oso hormiguero gigantesco, se pasaron la pelota como siete veces y cuando el oso casi pisa el plato Carter se le plantó cual muro de contención, rodaron por el suelo y Carter se levantó con la pelota en la mascota. Saltaba como si hubiese sido el último out de la Serie Mundial.
Siempre le preguntaban por el origen de “El Niño Perenne”. Carter refería que en su primer entrenamiento primaveral, Tim Foli, Mike Jorgensen y Ken Singleton se quedaban con la boca abierta y se daban codazos porque el catcher novato quería ganar todas las carreras que hacían en los jardines y sacar de jonrón todas las pelotas. “Parece un niño de las pequeñas ligas”.
“El Niño Perenne”, convivió siempre con Carter, hasta los novatos como el catcher Tim Laker se maravillaban verlo jugar como si fuera la primera vez que se ponía un uniforme de béisbol.
A Carter le sobreviven su esposa Sandy, su hija Kimmy Bloemers, su hijo Douglas a quién lamman D.J., su otra hija Christy Kearce, y tres nietos.
Alfonso L. Tusa C.
miércoles, 8 de febrero de 2012
Ray Fosse: Un catcher que siempre recordaré
A mediados de la temporada 1969-70, o quizás antes, apareció un receptor en la alineación de los Navegantes del Magallanes que poco a poco hizo olvidar el gran desempeño realizado por Walter Hriniak la campaña anterior. En esta oportunidad Hriniak tuvo dificultades con el pitcheo de la liga. El nuevo máscara, todo disposición, empezó por adaptarse a Orlando Peña, Dick Baney, Danny Morris, Jay Ritchie, y Gregorio Machado entre otros.
Me sobresaltaba cada vez que el transistor de mis hermanos tronaba en un rincón del cuarto. “Ahí está otra vez Ray Fosse corriendo a hablar con su lanzador. Ahora antes de agacharse da señas para ubicar a los jardineros”. Más adelante en los juegos, cuando el marcador estaba más apretado se aparecía con un batazo que cepillaba la grama más recóndita de los jardines y llenaba las bases de adrenalina.
En el play off semifinal ante los Tigres de Aragua y en la serie final ante los Tiburones de La Guaira recuerdo como Fosse dirigió y logró establecer una comunicación sólida con el cuerpo de lanzadores y con el resto de sus compañeros para cementar una defensiva que llegó a merecer el remoquete de “la muralla de oro”. Cada vez que un corredor salía a robar una base, el disparo de Fosse llegaba certero y en un porcentaje apreciable realizaba el out en segunda, tercera o primera base. Cada vez que salía un rodado al cuadro sin corredor en la antesala, Fosse corría a hacer la asistencia en primera base como si el peto, las rodilleras fuesen de seda, y después regresaba con toda su rapidez a ubicarse detrás del plato. Cuando terminaban los innings venía quitándose los aperos al trote. El manager Patato Pascual le decía: “Hold your horses Ray”.
Uno de los dos momentos indelebles que guardo de Fosse pertenece al juego decisivo de la Serie del Caribe de 1970 escenificada en el estadio Universitario de Caracas. Magallanes por Venezuela y Ponce por Puerto Rico llegaron igualados en el marcador al inning nueve. En la parte de arriba de aquel episodio, con corredores en tercera y primera y un out, el manager Jim Fregosi ordenó el “squeeze play” al bateador Sandy Alomar padre. Dámaso Blanco jugaba algo adelantado en tercera base y empezó a adelantarse a medida que el pitcher Aurelio Monteagudo seguía las señas del catcher Ray Fosse. Cuando salió el toque, Dámaso arrancó en paralelo con el corredor Jorge Roque, agarró la pelota con la punta de los dedos de la mano derecha y en el impulso se la pasó a Fosse. Delio Amado León desbordó su modulación, “¡Fosse recibe la pelota y se planta como una pared ante el empuje de Roque y que clase de out señores!” Aquella jugada resultó esencial para la victoria magallanera que se concretaría dos innings más tarde.
Más adelante en 1970 llegó el juego de estrellas de mitad de temporada. La intensidad del enfrentamiento me mantuvo despierto hasta el cierre del episodio duodécimo. Después de dos outs, Pete Rose, Billy Grabarkewitz y Jim Hickman sencillearon. Rose pasó por tercera como una flecha y siguió hacia el plato. Fosse estaba adelantado y recibió la pelota fuera de la línea de carrera de Rose. Miré con tristeza y rabia como Pete Rose se encimaba sobre Fosse con una furia tal que lo hizo dar una vuelta de carnero sobre su cuerpo. Siempre había admirado el empuje y la entrega de Rose en el campo, pero esa vez me fui a la cama con la idea muy clara de que Rose pudo anotar la carrera sin siquiera rozar a Fosse. Ni siquiera tenía la justificación del que corre hacia segunda base porque este se le encima al segunda base o campocorto para evitar el dobleplay. Aquí hablamos de un catcher que tuvo que salir del home a buscar el disparo.
Aquella noche pasé como dos horas con aquel arrollamiento en la mente. Quería llegarme hasta el Riverfront Stadium para reclamarle a Pete Rose porque había entrado de esa forma al home. Si era posible estaba dispuesto a liarme a puñetazos con él. Y después de enterarme de las consecuencias sucesivas que tuvo aquella jugada, más deseé encontrarme cara a cara con Rose para reclamarle. Fosse siguió jugando casi el resto de la temporada con una fractura en la clavícula que le detectaron al final de la campaña. Por supuesto nunca volvió a ser el mismo catcher, ni en la segunda mitad de la temporada de 1970, ni en el resto de su carrera. Por si fuera poco cuando le preguntaron a Rose porque había arrollado a Fosse, respondió que no hubiera podido mirar a su padre a la cara de haber evitado el choque con Fosse. Por supuesto que eso molestó a Fosse. Cuando lo leí estrujé el periódico.
Alfonso L. Tusa C.
Me sobresaltaba cada vez que el transistor de mis hermanos tronaba en un rincón del cuarto. “Ahí está otra vez Ray Fosse corriendo a hablar con su lanzador. Ahora antes de agacharse da señas para ubicar a los jardineros”. Más adelante en los juegos, cuando el marcador estaba más apretado se aparecía con un batazo que cepillaba la grama más recóndita de los jardines y llenaba las bases de adrenalina.
En el play off semifinal ante los Tigres de Aragua y en la serie final ante los Tiburones de La Guaira recuerdo como Fosse dirigió y logró establecer una comunicación sólida con el cuerpo de lanzadores y con el resto de sus compañeros para cementar una defensiva que llegó a merecer el remoquete de “la muralla de oro”. Cada vez que un corredor salía a robar una base, el disparo de Fosse llegaba certero y en un porcentaje apreciable realizaba el out en segunda, tercera o primera base. Cada vez que salía un rodado al cuadro sin corredor en la antesala, Fosse corría a hacer la asistencia en primera base como si el peto, las rodilleras fuesen de seda, y después regresaba con toda su rapidez a ubicarse detrás del plato. Cuando terminaban los innings venía quitándose los aperos al trote. El manager Patato Pascual le decía: “Hold your horses Ray”.
Uno de los dos momentos indelebles que guardo de Fosse pertenece al juego decisivo de la Serie del Caribe de 1970 escenificada en el estadio Universitario de Caracas. Magallanes por Venezuela y Ponce por Puerto Rico llegaron igualados en el marcador al inning nueve. En la parte de arriba de aquel episodio, con corredores en tercera y primera y un out, el manager Jim Fregosi ordenó el “squeeze play” al bateador Sandy Alomar padre. Dámaso Blanco jugaba algo adelantado en tercera base y empezó a adelantarse a medida que el pitcher Aurelio Monteagudo seguía las señas del catcher Ray Fosse. Cuando salió el toque, Dámaso arrancó en paralelo con el corredor Jorge Roque, agarró la pelota con la punta de los dedos de la mano derecha y en el impulso se la pasó a Fosse. Delio Amado León desbordó su modulación, “¡Fosse recibe la pelota y se planta como una pared ante el empuje de Roque y que clase de out señores!” Aquella jugada resultó esencial para la victoria magallanera que se concretaría dos innings más tarde.
Más adelante en 1970 llegó el juego de estrellas de mitad de temporada. La intensidad del enfrentamiento me mantuvo despierto hasta el cierre del episodio duodécimo. Después de dos outs, Pete Rose, Billy Grabarkewitz y Jim Hickman sencillearon. Rose pasó por tercera como una flecha y siguió hacia el plato. Fosse estaba adelantado y recibió la pelota fuera de la línea de carrera de Rose. Miré con tristeza y rabia como Pete Rose se encimaba sobre Fosse con una furia tal que lo hizo dar una vuelta de carnero sobre su cuerpo. Siempre había admirado el empuje y la entrega de Rose en el campo, pero esa vez me fui a la cama con la idea muy clara de que Rose pudo anotar la carrera sin siquiera rozar a Fosse. Ni siquiera tenía la justificación del que corre hacia segunda base porque este se le encima al segunda base o campocorto para evitar el dobleplay. Aquí hablamos de un catcher que tuvo que salir del home a buscar el disparo.
Aquella noche pasé como dos horas con aquel arrollamiento en la mente. Quería llegarme hasta el Riverfront Stadium para reclamarle a Pete Rose porque había entrado de esa forma al home. Si era posible estaba dispuesto a liarme a puñetazos con él. Y después de enterarme de las consecuencias sucesivas que tuvo aquella jugada, más deseé encontrarme cara a cara con Rose para reclamarle. Fosse siguió jugando casi el resto de la temporada con una fractura en la clavícula que le detectaron al final de la campaña. Por supuesto nunca volvió a ser el mismo catcher, ni en la segunda mitad de la temporada de 1970, ni en el resto de su carrera. Por si fuera poco cuando le preguntaron a Rose porque había arrollado a Fosse, respondió que no hubiera podido mirar a su padre a la cara de haber evitado el choque con Fosse. Por supuesto que eso molestó a Fosse. Cuando lo leí estrujé el periódico.
Alfonso L. Tusa C.
miércoles, 1 de febrero de 2012
“…yyy Armando Ortíz se la sacó a Miguel Cuellar…”
Los días previos a una Serie del Caribe siempre han significado una emoción contenida por conocer los refuerzos del equipo campeón, como en este momento los Tigres de Aragua y sus aficionados viven la ilusión y la cinética de todo lo que podrían lograr con el apoyo de refuerzos como Gustavo Molina, Luis Jiménez, Ramón Ramírez y Brian Sweeney entre otros. Los sueños de campeonato pretenden extenderse y un ambiente de feria engrincha la piel.
Todo esto aumenta la intensidad, cuando el equipo que acude a la serie caribeña es el de las simpatías de toda la vida. Conozco muy bien la sensación, quedó grabada en mi piel de 8 años en febrero de 1970. Magallanes había derrotado a los poderosos Tiburones de La Guaira contra todos los pronósticos. La serie final fue a cinco juegos y los Navegantes ganaron 3 seguidos. Los días previos al evento a efectuarse en el estadio Universitario de Caracas resultaron un hervidero de análisis y expectativas.
Los Leones de Ponce venían con Tany Pérez, Sandy Alomar padre, Bernie Carbo, Wayne Simpson, y un pitcher de nombre Miguel Cuellar entre otras estrellas. Los Tigres del Licey llegaron con Ricardo Carty, Cesar Cedeño, Manuel Mota, Elvio Jimenez. Al igual que en el inicio de la temporada regular, y los play offs, Magallanes salió al ruedo en aparente desventaja. De hecho, en el primer juego debía enfrentar a Cuellar, un zurdo que con los Orioles de Baltimore había dejado record de 24-8 con 3.48 de efectividad, lo cual le valió compartir el Cy Young de la Liga Americana con Denny McLain.
Los analistas del juego, a pesar de considerar la inspiración magallanera, terminaban inclinándose ante los pergaminos de pitcher cubano. Aquel 05 de febrero Ponce derrotó a Licey en el juego inaugural y en el segundo encuentro todo pareció refrendar los vaticinios de los expertos cuando se embasaron los tres primeros bateadores borícuas. A continuación Orlando Peña ponchó a Tany Pérez y obligó a Santiago Rosario a rodarla para dobleplay. Esa jugada es lo que recuerdo haber escuchado de aquel juego. De pronto cerré los ojos y entre los primeros destellos del viernes siguiente y las voces eufóricas de Felipe y Jesús Mario hice volar la cobija sin importarme el frío matinal. Felipe hablaba con el cepillo dental en la boca. “Si, César Tovar había empujado a Dámaso Blanco con la carrera que tenía adelante a Magallanes. Pero el verdadero suspenso del juego llegó en el séptimo inning…”
Felipe volvió a enjuagar el cepillo entre sus dientes mientras Jesús Mario corría la cortina de la ducha. Salté tres veces sobre la cama. “¿Qué fue lo que pasó en el séptimo inning Jesús Mario?” En medio de las dudas de meterse bajo las espinas de la regadera Jesús Mario sonrió, ni siquiera el frío le impidió reconstruir la escena. “Gustavo Gil se embasó por infield-hit. Pero Jim Holt lo forzó en segunda. Entonces Miguel Cuellar ponchó a Ray Fosse. Empecé a prepararme para una recta final con el juego 1-0 cuando de pronto escucho aquel grito infalible de Delio Amado, ‘la bola se va, se va, se va, se va, joooooooooooooooonroooooooon de Armando Ortiz ante Miguel Cuellar’. ¡Manito! me pellizqué como siete veces para ver si no estaba soñando y después llamé a Felipe, ‘¿Es verdad lo que estoy oyendo?’ Cuando me dijo que sí, iba a empezar a saltar en la cama, pero Felipe me dijo que si papá nos escuchaba nos podía quitar el radio”.
Felipe escupió la espuma de pasta dental y se secó la cara. “Este equipo tiene algo especial mi hermano. Puede venir el pitcher más encopetado y no se amedrentan. Y ese batazo de Armando Ortiz fue decisivo, porque en el noveno inning Bernie Carbo soltó doblete y Tany Pérez siguió con imparable, y Santiago Rosario empujó a Carbo con rodado al cuadro, eso significaba el empate. Quizás el juego se hubiera ido a extrainning”.
Los Tigres agregaron unos cuantos refuerzos más para aumentar las expectativas de un nuevo título caribeño para Venezuela. En aquella Serie de 1970, Magallanes se reforzó con los lanzadores Mike Hedlund, Larry Jaster y Aurelio Monteagudo y todos resultaron importantes. Ignoro si habrá un estacazo como el de Armando Ortiz, lo que si se siente es esa mezcla de expectativas con optimismo que ebulle en la piel antes del inicio de la Serie del Caribe.
Alfonso L. Tusa C.
Todo esto aumenta la intensidad, cuando el equipo que acude a la serie caribeña es el de las simpatías de toda la vida. Conozco muy bien la sensación, quedó grabada en mi piel de 8 años en febrero de 1970. Magallanes había derrotado a los poderosos Tiburones de La Guaira contra todos los pronósticos. La serie final fue a cinco juegos y los Navegantes ganaron 3 seguidos. Los días previos al evento a efectuarse en el estadio Universitario de Caracas resultaron un hervidero de análisis y expectativas.
Los Leones de Ponce venían con Tany Pérez, Sandy Alomar padre, Bernie Carbo, Wayne Simpson, y un pitcher de nombre Miguel Cuellar entre otras estrellas. Los Tigres del Licey llegaron con Ricardo Carty, Cesar Cedeño, Manuel Mota, Elvio Jimenez. Al igual que en el inicio de la temporada regular, y los play offs, Magallanes salió al ruedo en aparente desventaja. De hecho, en el primer juego debía enfrentar a Cuellar, un zurdo que con los Orioles de Baltimore había dejado record de 24-8 con 3.48 de efectividad, lo cual le valió compartir el Cy Young de la Liga Americana con Denny McLain.
Los analistas del juego, a pesar de considerar la inspiración magallanera, terminaban inclinándose ante los pergaminos de pitcher cubano. Aquel 05 de febrero Ponce derrotó a Licey en el juego inaugural y en el segundo encuentro todo pareció refrendar los vaticinios de los expertos cuando se embasaron los tres primeros bateadores borícuas. A continuación Orlando Peña ponchó a Tany Pérez y obligó a Santiago Rosario a rodarla para dobleplay. Esa jugada es lo que recuerdo haber escuchado de aquel juego. De pronto cerré los ojos y entre los primeros destellos del viernes siguiente y las voces eufóricas de Felipe y Jesús Mario hice volar la cobija sin importarme el frío matinal. Felipe hablaba con el cepillo dental en la boca. “Si, César Tovar había empujado a Dámaso Blanco con la carrera que tenía adelante a Magallanes. Pero el verdadero suspenso del juego llegó en el séptimo inning…”
Felipe volvió a enjuagar el cepillo entre sus dientes mientras Jesús Mario corría la cortina de la ducha. Salté tres veces sobre la cama. “¿Qué fue lo que pasó en el séptimo inning Jesús Mario?” En medio de las dudas de meterse bajo las espinas de la regadera Jesús Mario sonrió, ni siquiera el frío le impidió reconstruir la escena. “Gustavo Gil se embasó por infield-hit. Pero Jim Holt lo forzó en segunda. Entonces Miguel Cuellar ponchó a Ray Fosse. Empecé a prepararme para una recta final con el juego 1-0 cuando de pronto escucho aquel grito infalible de Delio Amado, ‘la bola se va, se va, se va, se va, joooooooooooooooonroooooooon de Armando Ortiz ante Miguel Cuellar’. ¡Manito! me pellizqué como siete veces para ver si no estaba soñando y después llamé a Felipe, ‘¿Es verdad lo que estoy oyendo?’ Cuando me dijo que sí, iba a empezar a saltar en la cama, pero Felipe me dijo que si papá nos escuchaba nos podía quitar el radio”.
Felipe escupió la espuma de pasta dental y se secó la cara. “Este equipo tiene algo especial mi hermano. Puede venir el pitcher más encopetado y no se amedrentan. Y ese batazo de Armando Ortiz fue decisivo, porque en el noveno inning Bernie Carbo soltó doblete y Tany Pérez siguió con imparable, y Santiago Rosario empujó a Carbo con rodado al cuadro, eso significaba el empate. Quizás el juego se hubiera ido a extrainning”.
Los Tigres agregaron unos cuantos refuerzos más para aumentar las expectativas de un nuevo título caribeño para Venezuela. En aquella Serie de 1970, Magallanes se reforzó con los lanzadores Mike Hedlund, Larry Jaster y Aurelio Monteagudo y todos resultaron importantes. Ignoro si habrá un estacazo como el de Armando Ortiz, lo que si se siente es esa mezcla de expectativas con optimismo que ebulle en la piel antes del inicio de la Serie del Caribe.
Alfonso L. Tusa C.
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