miércoles, 12 de febrero de 2014
Un octavo inning fatídico
Te moviste en el momento del boleto de Kenny Vargas para iniciar el episodio. Un codazo en las costillas me sacó de dos atmósferas similares: El Gato Morris versus John Smoltz en el séptimo juego de la Serie Mundial de 1991 y Urbano Lugo hijo versus Juan Carlos Pulido en el sexto juego de la final 1993-94 de LVBP.
Permanecí en silencio ante tus reclamaciones por el descontrol de Hassan Pena en un juego tan crucial. Si Carlos García sacó de inmediato a Daryl Thompson cuando lanzó cuatro pelotas fuera de la zona de strike al primer bateador ¿Por qué dejaba a Pena en el octavo inning de una semifinal de vida o muerte? ¿Para que tenía ahí a Juan Carlos Gutiérrez, Luis Ramírez, Jesús Martínez, Tyson Brummett, Wilfredo Boscán? Puede ser el último juego en la Serie, ¡tiene que echar el resto!
Tu voz subía tanto que hube de acercarme al televisor.
En una panorámica del estadio vi a Endy Chávez jugar relativamente atrás en el jardín central. De pronto recordé como Paul Blair jugaba casi detrás del infield con los Orioles de Baltimore desde mediados de los sesenta hasta mediados de los setenta, como Gary Woods aparecía por todos lados en la temporada 1976-77 y como Melvin Mora volaba por las praderas.
Temprano en el juego batearon un roletazo por el campocorto que le hizo un extraño a Eduardo Escobar, te pareció que pudo haber reaccionado para ajustarse sobre la marcha y tomar la pelota, apreciación de un aficionado que ve el juego por televisión, además todas las personas, todos los campocortos son diferentes. Hay que estar en el terreno para saber con que rapidez se movió la pelota. Te dije que luego de la molestia inicial hay que tratar de ponerse en los zapatos ajenos.
El segundo boleto que otorgó Pena a Miguel Abreu, luego del toque de sacrificio de Jeffrey Domínguez, te hizo saltar de la silla ¿Y lo va a dejar? ¡Este no es cualquier juego! Si a quién trae del bull pen le batean o viene descontrolado, está bien…pero al menos buscó alternativas. Pero cálmate, de seguro Carlos García y Roberto Espinoza saben algo que nosotros ignoramos. Pena ponchó a Irving Falú y una brisa de tranquilidad pareció rozar tu rostro. Cuando salió el rodado de rutina de Oswaldo Martínez empezaste a levantar las manos, luego las lanzaste y metiste la frente debajo de las rodillas. Escobar había tenido dificultades para manejar la pelota y se llenaron las bases. Ni siquiera sentía tu respiración, parecías una estatua de cera porcelanizada. Solo se veían colgando las manos desde la silla.
Eddie Rosario entró al cajón de bateo. Te fuiste al baño. Cuando escuchaste la algarabía del narrador radial saliste subiéndote el pantalón. La pelota cayó ante el intento infructuoso de Escobar. Ni siquiera viste la explicación de la jugada. ¿Por qué Endy estaba jugando tan atrás? Fue lo único que mascullaste. Apagaste el televisor. Presentías la derrota. Por más que traté de calmarte, te fuiste a acostar. Pasaste toda la noche viendo el roletazo del octavo inning. Me preguntaba porque tenía que calarme aquella repetición infinita.
Las justificaciones del día siguiente te molestaron más. ¿Como se habla de que un equipo no bateó en medio de un soberbio duelo de pitcheo? Lo que había que hacer era fajarse al campo hasta manufacturar una carrera.
¿Qué no? En el octavo inning de aquel séptimo de la Serie Mundial de 1991 los Bravos acorralaron al Gato Morris. Lonnie Smith abrió con imparable a la derecha. Terry Pendleton descargó doblete a la izquierda. Ron Gant salió en rodado por primera base. Bolearon a David Justice. Morris obligó a Sid Brean a rodarla para dobleplay del primera base Kent Hrbek al cátcher Brian Harper y de vuelta a Hrbek. 3-2-3.
Luego en el cierre del décimo los Mellizos ganaron la Serie Mundial con el sencillo del emergente Gene Larkin para remolcar a Dan Gladden.
Y en el sexto inning del sexto juego de la final 1993-94. Caracas tenía la carrera de irse adelante en tercera con dos outs. Omar Vizquel disparó un línea peligrosísima que pintaba para poner adelante a su equipo. De pronto un imagen fantasmal apareció a ras de la grama, Melvin Mora se lanzaba a lo largo de su cuerpo para realizar una jugada fantástica. En el cierre del noveno Magallanes dejaba en el terreno al Caracas cuando Carlos García se desprendió desde tercera con un elevado relativamente corto de Andrés Espinoza y logró anotar.
Seguías diciendo entre las sienes, ¡claro que se pudo haber ganado ese juego ante Puerto Rico!
Alfonso L. Tusa C.
viernes, 7 de febrero de 2014
Un juego solapado
En los reportes y crónicas históricos de Series del Caribe destacan juegos y peloteros cruciales en las conquistas de cada cetro campeonil. En el caso específico de las delegaciones venezolanas y más en detalle, de los Navegantes del Magallanes campeones en la Serie del Caribe de 1970, existe un encuentro perdido bajo el jonrón de Armando Ortíz ante Mike Cuellar en el primer juego de la Serie, de la jugada de infarto de Dámaso Blanco para desarmar el squeeze play intentado por el borícua Sandy Alomar Sr. en el séptimo juego, o el campeonato de bateo de Gonzalo Márquez en el torneo.
El 7 de febrero de 1970 Jay Ritchie subió al montículo magallanero para enfrentar a los Tigres del Licey en el tercer desafío de la Serie. Milciades Olivo abrió el juego por los dominicanos. Magallanes madrugó a Olivo. Márquez despachó imparable a la izquierda. Robó segunda base y se metió hasta la antesala por mal tiro del receptor Carmelo Martínez. Gustavo Gil lo remolcó mediante imparable. Jim Holt salió con rodado a la intermedia, Gil llegó a segunda porque salió en jugada de bateo y corrido. Greg Sims negoció boleto y Ray Fosse trajo la segunda carrera con imparable al centro que dejó hombres en los ángulos. Jesús Aristimuño remolcó la tercera con sencillo entre right y center.
Ritchie había llegado a reforzar a los Navegantes a mediados de temporada. Conocía la liga por reforzar a los Leones del Caracas. En la temporada 1965-66; en 9 juegos (2 completos) dejó marca de 3-1, 42.2 innings, 19 ponches, 6 boletos, 2.74 de efectividad. Venía de una experiencia difícil en las Ligas Menores. En 1967 había tenido su mejor actuación en las Grandes Ligas. Como integrante del bull pen de los Bravos de Atlanta dejó efectividad de 3.18 en 82 innings. En un momento de la temporada, Ritchie lanzó el equivalente a un juego perfecto en apariciones como relevista, entonces retiró 28 bateadores en fila a través de cuatro apariciones seguidas como relevo (5 Rojos, 4 Filis, 3 Piratas y 16 Mets).
La bola rápida y el control de Ritchie le permitieron dominar a la complicada alineación de Licey. Teodoro Martínez, Cesar Cedeño, Tomás Silverio, Ricardo Carty, fueron retirados uno a uno hasta Carty en el quinto episodio. Entonces Elvio Jiménez le descifró un envío para romper el juego perfecto.
El 13 de enero de 1970 el pitcher de Salisbury, Carolina del Norte, salió a enfrentar a los Tiburones de La Guaira y Larry Jaster. En un juego de grandes alternativas, Ritchie logró mantener al equipo dentro del juego y aunque debió dar paso a Danny Morris en el octavo tramo, terminó apuntándose la victoria 6-4, que decretó la clasificación del Magallanes a la instancia semifinal..
En medio de una muy disputada serie semifinal el manager Patato Pascual le entregó la pelota a Ritchie el 27 de enero de 1970. Las serpentinas salieron intraficables y Ritchie blanqueó a los Tigres de Aragua para vencerlos 9-0 y habilitar la llegada del Magallanes a la serie final de la temporada.
Con la serie final 2-0 a favor de los Navegantes, Ritchie recibió la primera carrera de La Guaira luego de 18 ceros seguidos, en lo sucesivo colgó 8 arepas para que Magallanes se llevara el triunfo 2-1 y también el campeonato de la temporada 1969-70.
Luego del sencillo de Jimenez, Ritchie retiró los próximos 14 bateadores en fila para liderar al Magallanes a una victoria 4-0 ante Licey. Por un detalle estuvo a punto de superar la hazaña de Thomas Fine, quién lanzando para Leones de La Habana derrotó 1-0 a Cervecería Caracas sin permitirle imparable alguno en la Serie del Caribe de Panamá (1952).
Alfonso L. Tusa C.
domingo, 2 de febrero de 2014
35 años son suficientes
En los años sesenta las finales de la LVBP variaron mucho, algunos años ocurrían entre dos equipos posterior a dos series semifinales. Otras veces se desarrollaba entre cuatro conjuntos como en la 1967-68 o la 1968-69. La ronda eliminatoria se jugaba hasta mediados de enero y la final se jugaba hasta los primeros días de febrero. Por eso cuando en la temporada 1969-70 escuché a mis hermanos hablar de la Serie del Caribe, casi cerré los ojos. ¿Qué es eso? Es un torneo entre los equipos campeones de las ligas profesionales de béisbol del Caribe. En su primera etapa jugaban los campeones de Cuba, Puerto Rico, Panamá y Venezuela. Había mucha competitividad, los equipos asistían con el núcleo que había jugado la temporada más los refuerzos más valiosos de otros equipos. Cuba fue un coloso en esa etapa. Luego vino la decisión de la revolución cubana de abolir el béisbol profesional en la isla y la Serie desapareció.
Ahora piensan retomar la competencia con Puerto Rico, Venezuela y República Dominicana. ¿Pero falta un equipo? Parece que eso será solo por este año. En la próxima se incorporará México. La expectativa empezó a crecer, desde el antíguo dueño del Magallanes Don Carlos Lavaud hasta el último aficionado tenía esperanzas de alcanzar el título a pesar de que una vez más los Navegantes partían como el batacazo del torneo. El día del debut ante Puerto Rico la calle ardía en expectativas. ¿Podrá Magallanes con el trabuco puertorriqueño de Tany Pérez, Bernie Carbo, Sandy Alomar y compañía? Esos tipos son todos grandesligas y tienen la experiencia de haber ganado Series del Caribe. Mis hermanos pasaban por los corrillos sin decir palabra. Sólo cuando quedábamos solos sonreían. Digan lo que digan este es el año del Magallanes. Si fueron capaces de levantar el play off ante los Tigres y de ganarle a ese equipazo de La Guaira, ¡claro que pueden ganar la Serie del Caribe! Felipe caminaba a ritmo de dos pasos por pedazo de acera. Jesús Mario iba más lento. Hay que ver como juegan ante estos otros equipos.
El juego empezó y de inmediato el forcejeo entre Mike Cuellar y Orlando Peña enmudeció a mis hermanos. Por el quinto inning iban empatados a una carrera. Pronto empecé a ver otro juego en la pantalla del techo del cuarto, donde plasmábamos lo que decía el narrador en medio de la oscuridad. Este juego ocurría en el terrenos de guijarros aledaño a la escuela José Luis Ramos de Cumanacoa. Jugaba en el jardín derecho para que el equipo no sufriera con mi deficiente defensiva. Pronto sonó un impactó de madera con cuero de caballo y la pelota salió con alas de gavilán hacia mi posición. Corrí sin rumbo ante el desespero de mis compañeros. Ante un ruido seco parecido a un trueno miré al cielo. Atravesé la calle. La caerá del zapatero tenía matices cárdenos mezclados con azul marino. "¿Quiero saber quien de ustedes me va a comprar el frasco de pega que me acaba de romper esa pelota?". Volteé y el campo estaba desierto. Intentaba hablar y cuando el señor se volteó para estornudar, corrí hasta que mordí la punta de mis pulmones. Cuando el zapatero casi me alcanza sentí el sonido refrescante del lavamanos. "¿Sabes quién ganó anoche Alfonsito?" Metí la cabeza bajo la almohada, no quería escuchar que Cuellar había terminado dominando al Magallanes. Intenté volver al sueño sin importar que le zapatero me alcanzara. "Armando Ortíz le bateó jonrón a Mike Cuellar y Magallanes le ganó al Ponce 3 a 1" Tuve que esperar a ver el periódico para convencerme de que aquello no era una broma de Jesús Mario.
Nueve años después Magallanes viajó a Puerto Rico. Un mediodía sabatino el duelo de lanzadores entre Allan Wirth por Magallanes y Nino Espinoza por las Águilas Cibaeñas me amargó la parrillada campestre que disfrutaba en la hacienda de unos amigos. El forcejeo impidió que me concentrara en cualquier conversación, chiste, juego de truco y solo iba al baño cuando casi me reventaba.Aguilas 1, Magallanes 0. A pesar que los comentarios finales abrigaban esperanzas porque el juego había sido muy cerrado ante uno de los favoritos del torneo, veía el panorama dificil, el día siguiente debían enfrentar nada más y nada menos que al grande liga Dennis Martínez. Aunque ganaron los siguientes cuatro juegos, solo en el quinto empecé a considerar que había oportunidad seria de lograr el título. Los dos tirazos de Oswaldo Olivares para sacar en el plato a las saetas dominicanas y el imparable del emergente Rafael Cariel para ganar el juego en el décimo inning, sirvieron la escena para aquel sexto juego ante los aztecas. Mitchell Page adelantó a Magallanes con jonrón y Manuel Sarmiento se apareció con sus lanzamientos de media noche para decretar el segundo campeonato del Caribe que se traía Magallanes para Venezuela, un episodio nunca más visto desde entonces. Esa noche salí con papá y nos sumamos a la caravana con la sirena a toda mecha. De repetirse este momento de alguna manera estaré otra vez con papá en medio de la misma emoción de 1979 y 1970.
Ahora regresan los cubanos y el torneo tendrá nuevo formato, Eso me hace recordar que en 1955, Emilio Cueche lanzando con Magallanes se convirtió en el primer pitcher venezolano que le ganaba a un equipo cubano en la Serie del Caribe. Hay gran expectativa por ver a los cubiches y tambien por averiguar de que será capaz Magallanes.
Alfonso L. Tusa C
Individualidades colectivas
Octavo episodio, el arco del batazo dobló un poco hacia la raya y se incrustó en toda la grada del jardín derecho. Ramón Hernández soltó el madero y empezó a trotar hacia la inicial en medio de un ambiente de adrenalina y gritos. Sobre la primera almohadilla levantó los brazos y la celebración galvanizaba el estadio. Aún destellaba en la mente el cierre del décimo inning del cuarto juego, Caribes de Anzoátegui remontó 3 carreras y dejó sobre el terreno al Magallanes con el choque emocional de posponer el campeonato y abrir la posibilidad de una remontada inédita en finales de LVBP. Ahora la ventaja era de 5 carreras y la tensión era igual. El recibimiento en el plato reflejó a un Ramón Hernández felicitando a los compañeros que lo abrazaban y les levantaba los brazos mientras les hablaba con efusividad.
Robinson Chirinos apareció entre los primeros que felicitó y abrazó a Hernández. Desde que emergió para sustituir al máscara cumanés en el tercer juego de la final, se le vio al lado de Ramón conversando en el dugout, mientras este lo aupaba en cada turno al bate y saltaba al comité de celebración con cada uno de los estacazos de Chirinos. El del cuarto juego los hizo ver en menos de treinta minutos el desnivel entre la euforia de arañar la victoria y la tristeza de una derrota agónica. Entonces se sentaron a conversar junto a sus compañeros, reconocieron los méritos del rival, rescataron los logros propios. Ramón le observó a Robinson que estaba convertido en el alma del equipo y este le replicó que mucho de lo que estaba haciendo debía hacérselo al hombre que propulsó al Magallanes en los dos primeros juegos de la final.
Desde su jugada inolvidable, que sólo recuerdo haber tenido referencias por una atrapada similar que efectuara Luis Aparicio en Comiskey Park, en el primer juego Magallanes-Zulia de la semifinal, cuando atrapó un elevado a mano limpia que amenazaba con aterrizar en el jardín izquierdo, Ronny Cedeño prefería obviar su injerencia en la estabilización del infield magallanero. Le daba mucho crédito a la química del equipo a la pasión de Adonis García. Alberto Callaspo y su insistencia en mejorar. La gran versatilidad de Mario Lisson. Èl sólo llegó a aportar un grano de arena dentro de una estructura que tenía solidez. Igual podía haber hecho todo lo que estaba a su alcance, si dejaba de recibir respaldo del equipo, pasaba por debajo de la mesa. Por eso seguía haciendo su trabajo dentro del engranaje del colectivo.
En medio de la celebración del campeonato Carlos García abrazó a Jean Machí y le hizo saber lo importante que era para el equipo, a pocas horas de haber fallado como cerrador del cuarto juego de la final. Los seres humanos cometen errores, es algo natural, lo esencial reside en reconocerlos y además recordar los buenos momentos que protagonizó ese que tuvo dificultades como las puede tener cualquiera en algún momento de la vida. Por eso las palabras de García resonaron con estruendo de nave espacial. Usted ha sido el cerrador de este equipo y mereció tener la oportunidad de cerrar este quinto juego del campeonato, para mi sigue siendo un tremendo relevista y siempre le voy a dar mi confianza para hacer el trabajo.
Ahora llega la duodécima oportunidad de disputar la Serie del Caribe y llegan imágenes de 1970, del jonrón de Armando Ortíz ante el Cy Young de la Liga Americana, Miguel Cuellar, del juego de un hit de Jay Ritchie y de aquella jugada carbonizante cuando Dámaso Blanco presintió el squeeze play de Sandy Alomar Sr. y completó un out indeleble en la mascota de Ray Fosse. De 1979, de los dos tiros de Oswaldo Olivares para enfriar en la mascota de Baudilio Díaz potenciales carreras de las Águilas Cibaeñas a quienes vencieron en el quinto juego de la Serie del Caribe cuando Rafael Cariel despacho imparable como emergente ante el grandeliga William Castro para dejar en el terreno a los dominicanos 2-1 en el cierre del décimo inning. Del jonrón de Mitchel Page para ganar el título del Caribe ante los mexicanos, del relevo de Manuel Sarmiento para validar el campeonato de la Serie.
Alfonso L. Tusa C.
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