viernes, 21 de junio de 2019
La Carrera que Hundió a Pittsburgh
Sid Bream. Beisbolista retirado. The Players’ Tribune. 16 de octubre de 2017
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Puede que haya corrido ignorando una señal de parada.
Honestamente no lo sé.
No podria asegurarlo.
Las personas se me han acercado a través de los años y me han dicho que nuestro coach de tercera base, Jimy Williams, levantó sus brazos y me estaba diciendo que me detuviese mientras la pelota llegaba a las manos de Barry Bonds esa noche de miércoles en Atlanta hace 25 años. Pero si lo hizo, nunca recibí el mensaje.
Nunca mire a Jimy mientras me acercaba a tercera base.
En verdad, ni siquiera pensé en mirarlo.
Estaba solo…
…moviéndome tan rápido como me lo permitieran mis piernas.
Todo lo que pensaba era hacer todo lo que estuviese a mi alcance para anotar la carrera del triunfo en el séptimo juego de la serie de campeonato de la Liga Nacional y conseguir la victoria ante los Piratas de Pittsburgh que nos enviara a la Serie Mundial. Eso se puede ver en mi rostro…lo mucho que quería eso.
Lo extraño es, que si se va y se mira el video de esa jugada, no se ve a Jimy en la toma. Las cámaras de televisión nunca lo enfocaron.
Así que no tengo idea.
Y, epa, eso me recuerda, antes detenerme aquí y detallar lo que ocurrió en aquel séptimo juego, que tal vez ustedes me puedan hacer un favor. Si están leyendo esto, y por alguna razón tienen una grabación con una toma más amplia de ese juego, por favor…envíenmela. Me gustaría saber si me ordenaron que me detuviera o no, si todo lo que ocurrió después de ese momento fue en parte porque no escuché a mi coach de tercera base.
Eso haría esta historia aun más loca.
Pero créanme, ya es muy loca.
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Es imposible para mí pintarles una fotografía completa de cómo ocurrieron las cosas al final de ese juego, y lo que eso significó para mí, sin primero hacer un poco de retrospectiva.
Dos años antes de ese juego de serie de campeonato, yo era el primera base regular de los Piratas de Pittsburgh. Y treinta años antes…nací en Carlisle, Pennsylvania.
Soy un muchacho de Pennsylvania. Sin duda.
Así, que cuando los Dodgers me cambiaron a los Piratas en el ’85, eso fue como un sueño hecho realidad.
Al principio hubo algunos años duros, pero nuestro equipo empezó a cambiar bajo los auspicios de Jimmy Leyland y Syd Thrift, y eventualmente nos convertimos en ganadores de la división. Entones yo estaba jugando buen beisbol, pero también hice muchos buenos amigos para toda la vida, tipos como Jeff King y Gary Redus y Doug Drabek. Doug y su esposa, Kristy, se hicieron muy buenos amigos míos. Nuestros hijos tenían casi las mismas edades, así que nuestras familias compartían mucho. Éramos como padrinos para sus hijos.
Por lo tanto, cuando firmé como agente libre con los Bravos luego de la temporada de 1990, después de haber pasado más de cinco años en Pittsburgh, eso fue un movimiento difícil. Los ejecutivos de los Piratas habían declarado en la prensa de Pittsburgh que yo era su primera prioridad de firma para la temporada del ’91. El problema fue que en las negociaciones, nunca llegaron cerca de estipular un precio para un contrato. Entonces Atlante me hizo una oferta y no la pude rechazar, pero la noche cuando acordé verbalmente esa negociación, literalmente toda esa noche, mi esposa y yo nos sentamos a llorar en la cama ante la idea de irnos de Pittsburgh.
Así que tratamos de quedarnos en Pittsburgh y de aceptar el contrato que ofrecían los Piratas, pero yo quería una clausula que vetaba cualquier tipo de cambio en esa negociación. Los dueños de los Piratas dijeron que no, y dije que si yo era su primera prioridad, odiaría ver cual era su última.
Nos gustaba mucho el area y las personas, y…todo.
Cuando tuve que decírselo al manager, todo se complicó aun más. Recuerdo haber llorado en el hombro de Jim al reconocer que lo iba a dejar, y creo que él también se sintió triste por el hecho de mi partida.
Fue un momento duro debido a todos los amigos que dejábamos. Entonces vino la serie de campeonato de la Liga Nacional de 1991. Después que vencimos a los Piratas para pasar a la Serie Mundial de ese año, yo estaba muy triste pensando que mis amigos de Pittsburgh tal vez nunca tendrían la oportunidad de ir a una Serie Mundial. Estaba feliz por mis compañeros de los Bravos, pero también adolorido por mis otros hermanos.
Entonces empezó otra temporada, y al final de esta Bravos y Piratas disputaban otra vez la oportunidad de ir a la Serie Mundial en el ’92. Los sucesos de la serie de campeonato de la Liga Nacional determinaron que tuvimos que jugar un séptimo juego en Atlanta para decidir quien avanzaría. Y en el séptimo juego, Doug Drabek lanzó toda una joya por ocho innings. Cinco imparables, un boleto, cero carreras. Nos silenció por completo. Estaba bordando sus envíos. Dominio total. Caminábamos de vuelta al dugout ladeando la cabeza, uno tras otro. Despues de ocho innings, estábamos abajo 2-0.
Entonces llegó el noveno inning.
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Cuando Terry Pendleton empezó el inning con un doble por la línea del jardín derecho, pareció que algo había cambiado. Aunque Doug nos hacía parecer tontos, todavía creíamos en el fondo de nuestros corazones que podíamos regresar y ganar el juego, y el batazo de Terry le dio vida a esa creencia. De pronto, cuando él golpeó esa pelota, todo pareció posible para nosotros.
Pocos momentos después ocurrió esto:
Ahora, para aquellos de ustedes que pudieran ser un poco jóvenes, o quienes lo desconozcan, el segunda base era Chico Lind.
Bien, José Lind. Pero todos lo llamaban “Chico”.
Era una de los mejores camareros defensivos con los que jugué. ¡Era muy bueno!
Durante ese año, 1992, ganó el guante de oro. Chico hizo 745 lances defensivos esa temporada, y cometió un total de seis errores.
Seis.
Hacía esa jugada 999 veces de cada 1000. Así que no esperaba lo que vi durante el noveno inning del séptimo juego en Atlanta. Fue toda una sorpresa para mí. Más que todo, eso enardeció extremadamente a nuestra fanaticada mientras me aproximaba al plato con corredores en primera y tercera sin outs.
Le había conectado un doble a Doug temprano en el juego, así que estaba relajado. Siempre que había mucho ruido en un juego, yo era capaz de concentrarme y bloquear todo lo que ocurría alrededor.
Se que mi estómago estaba agitado y me decía, ¡No seas idiota…haz lo que tienes que hacer! Fui capaz de mantenerme enfocado en lo que necesitaba hacer. No me dejé impresionar por el momento, o en pensar en sacar la pelota del parque en ese turno…pero si lo hacía, eso habría significado el juego de pelota.
Buscaba un imparable. Contacto sólido. Hacer mi trabajo.
Cuando Doug soltó el primer envío, una pelota quebrada, la vi rebotar frente al plato. No estuvo cerca.
Bola 1.
Estaba adelante en la cuenta. Ocupaba el asiento del conductor,
Bola 2.
Bola 3.
Para ese momento, la multitud había enloquecido. Coreaban: “¡Sid! ¡Sid! ¡Sid! ¡Sid!”
Ahora, no puedo decir con seguridad si Doug sentía la presión, pero puedo decir que lo próximo que ocurrió no era algo que él hacía regularmente. Honestamente eso me sorprendió.
Bola 4 … alta y afuera.
Me concedió el boleto con cuatro lanzamientos. Doug Drabek, un tipo conocido por su gran control, me caminó con cuatro envíos para llenar las bases.
Despues que Leyland sacó a Doug y trajo al cerrador de los Piratas, Stan Belinda, Ronnie Gant bateó un elevado de sacrificio para poner el juego 2-1, con un out. Entonces Belinda boleó a Damon Berryhill para llenar las bases otra vez y moverme hasta segunda base.
David Justice estaba en tercera base con la carrera del empate. Y yo en segunda como potencial carrera de ganar el juego.
Ahora, en este punto necesito tomar un momento para hacer una pequeña nota al margen. Para que se entienda completamente la situación y como estaban las cosas, necesito decir que…
Para ese momento yo era un corredor muy, muy lento.
De hecho, seré el primero en decirle a cualquiera que pregunte que era probablemente la peor persona a tener en base en una situación donde se necesitaba desesperadamente anotar una carrera desde segunda.
Al principio de mi carrera, yo tenía lo que algunas personas les gustaba llamar “velocidad sneaky”. Pero para este momento, era un tipo de 32 años de edad con seis operaciones de rodilla y una gran rodillera en mi pierna. Nadie me iba a confundir con un velocista. Ni a mi, ni a los peloteros de los Piratas, ni mucho menos a mi manager, Bobby Cox.
Así que, naturalmente, me imaginaba que me iban a sacar por un corredor emergente después que llegué a segunda base. Lo que ocurría era que teníamos muy pocas opciones en la banca. Bobby me había dicho muchas veces a través de los años que no podía hacer ese tipo de cambio porque no tenía a nadie más quien pudiese jugar primera base si me sacaba.
Pero…no sé.
Brian Hunter estaba disponible para jugar primera base después de batear como emergente en el noveno inning, lo mismo que Francisco Cabrera. El problema que yo veía para Bobby Cox, era quien iba a jugar segunda base. Había sacado a Mark Lemke por un bateador emergente, no teníamos a nadie quien jugara segunda. En mi opinión, no para criticar a Bobby, porque fue un gran manager, teníamos muchos pitchers en el bull pen que eran más rápidos que yo. Cualquiera de ellos hubiese funcionado como corredor en ese momento. Pero Bobby no hizo el movimiento, y hasta este día sigo hablando de eso.
Creo saber porque, y es que Dios había servido la escena para mí. Me mantuvo allí. Pero cualquiera haya sido la razón, Bobby me dejó.
No sé. Tal vez tuvo una corazonada.
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Francisco Cabrera era el último jugador de posición que quedaba en nuestra banca.
Si no iba a ser él quien viniese a batear de emergente con dos outs por Jeff Reardon con las bases llenas, tendría que ser un pitcher. Tom Glavine, o alguien por el estilo.
Se sabe que Tom podía batear muy bien, pero Cabrera era el más indicado. Ese tipo, para ser honestos, probablemente tenía más poder que cualquier del equipo en ese año. Tuvo alguna dificultad para establecerse en una posición en el terreno, así que solo tuvo un puñado de turnos al bate esa temporada, pero él podía conectar la pelota muy bien.
Parado en segunda base, sabía que él iba a batear ese imparable.
Pero también sabía que cuando lo hiciera, yo iba a necesitar cualquier pequeña ventaja que pudiese tomar para anotar la carrera ganadora. Así que decidí trabajar en eso.
Mi separación de la base, si se regresa a ese momento, fue gigantesca.
Fue una separación ridícula. Absurda.
Si los Piratas hubieran lanzado la pelota hacia segunda base en ese momento, habría sido aniquilado. Quemado. Se acabó el juego. Hubiera sido el chivo expiatorio de todos los chivos de los playoffs a quienes han sorprendido en las bases…pero eso no ocurrió.
En el último lanzamiento del juego, mi pie derecho estaba tocando tierra justo cuando el bate de Frankie conectó la pelota.
Como había dos outs no tenía que preocuparme hacia donde había sido bateada la pelota.. Solo arranqué. En ese momento, no pensaba en los brazaletes de los jardineros o que tan cerca estábamos de ganar el juego o que pudiera ocurrir después.
“No estaba pensando en nada…solo movía mi cuerpo tan rápido como podía mientras la pelota sobraba a Jay Bell en el campocorto y se dirigía hacia Bonds en el jardín izquierdo.
Años después, oi al jardinero central de los Piratas, Andy Van Slyke contar la historia de cómo, antes del último pitcheo, se había acercado a Barry y le dijo que jugara más adelante. Bonds, de acuerdo a Andy, solo le hizo la señal de la paz y se quedó donde estaba.
No puedo decir si eso ocurrió o no, pero lo que diré es que si Barry se hubiese adelantado, puede haber estado en peor posición para hacer el tiro al plato. Si se observa el video, él tuvo que correr varios pasos a su izquierda para tomar la pelota. Si se hubiera adelantado antes del lanzamiento, su ángulo para atacar la pelota pudo haber dificultado su movilidad para hacer un tiro fuerte al plato.
Y aquí esta lo otro. No se equivoquen; Barry hizo un tiro fuerte al plato. Fue un buen lanzamiento de un bote. Solo un poco desviado hacia primera base.
Para mi fortuna.
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Mis rodillas crujían cuando doblé por tercera base rumbo al plato. Eso es seguro.
Por entonces, cada vez que tenía que correr duro, me dolían.
Pero seguí embalado ¿saben a que me refiero? Tenía la misión de anotar esa carrera. Y cuando llegó el momento de deslizarme, las cosas se pusieron…interesantes.
En los 25 años que han transcurrido desde esa noche, centenares de personas se me han acercado, miles tal vez, y me han dicho que maravilloso fue ese deslizamiento.
Primero que todo, siempre me aseguro de agradecerles por eso. Pero en cada oportunidad, lo próximo que digo es…
“¿A cual deslizamiento estabas mirando?”
No hubo nada especial con el deslizamiento. Solo doblé mi rodilla y me deslicé hacia el plato.
Fue un deslizamiento de pierna doblada que apenas cumplió el cometido.
Así que no me gusta tomar algún crédito cuando la gente me dice que el deslizamiento fue grandioso.
No estoy tan seguro de que ellos tienen razón acerca de eso.
De lo que si estoy seguro, es de que mi pie tocó el plato justo antes que Mike LaValliere tomara el disparo de Barry y se volteara para tocarme.
Si se ve la cinta con detenimiento, se verá que mi talón izquierdo llegó y tocó la esquina frontal del plato antes que Spanky (todos los llaman Mike, “Spanky”) me tocara con la mascota.
Seguro que admito que la jugada luce dudosa…porque mi talón apenas hizo contacto, e inmediatamente salió del plato cuando Spanky me tocaba.
Pero toqué el plato ahí. Créanme. Estoy 100% seguro de eso.
Una vez que lo hice, empezó la celebración.
NOTAS AL MARGEN
Me estoy poniendo un poco viejo por estos días, y 25 años es un largo período para recordar, así que no recuerdo muchos detalles en términos de lo que ocurrió después.
Sé que David Justice fue el primero que saltó sobre mí, y después vino una oleada de personas. Todos se apilaron encima., y cuando me levanté abracé a cada persona que vi. Pero más allá de eso, todo es algo confuso en ese punto.
Las dos cosas en que probablemente pienso más de ese juego son, primero: Francisco Cabrera no recibió suficiente crédito. Hizo lo más difícil. Bateó el imparable…en una de las situaciones de más presión que se pueda imaginar. Todo lo que hice fue correr hacia el plato sin asentar los pies y hacer un feo deslizamiento que de alguna manera fue lo suficientemente bueno.
La otra cosa en que pienso mucho, es como siendo yo la potencial carrera de la victoria, el hecho de que fuese yo específicamente, y no otro pelotero, resultara que esa juga haya sido tan emocionante como fue.
Si el corredor hubiese sido algo más rápido que yo, la jugada no hubiera sido tan cerrada. Hubiese anotado la carrera ganadora sin problemas. Si el corredor hubiera sido más lento, Spanky lo hubiese puesto out y el juego continúa, porque se hubiera empatado y Bobby habría tenido que decidir quien iba a jugar segunda base.
Pero como fui yo, esa jugada fue tan cerrada como pudo ser. Totalmente un bang-bang. Y por eso todavía las personas la recuerdan.
Me parece que algunas cosas están destinadas a ocurrir. Hay que reconocer esto: Nunca más se tendrá una jugada con esa emoción otra vez, debido a la revisión de las repeticiones en el beisbol. Si eso hubiera ocurrido hoy, Jim Leyland habría pedido revisar la jugada, y toda la emoción se habría retardado mientras se esperaba el veredicto.
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Después que terminó la celebración en Atlanta, y fuimos a jugar la Serie Mundial ante los Azulejos, recibí una amenaza de muerte de un enojado fanático de los Piratas.
Todavía tenía una casa en Western Pennsylvania en ese momento, y cuando mi esposa y yo regresamos allí, un individuo enfermo llamó a nuestro teléfono y me dijo que me iba a matar y a toda mi familia.
Llamamos a la policía, pero no ocurrió nada. Eso nos afectó por cierto tiempo. Ese incidente, más la desilusión de perder la Serie Mundial en seis juegos ante los Azulejos, significó que la alegría que experimenté aquella noche de miércoles en Atlanta no durara tanto como me hubiese gustado.
Señores, esto es solo un juego. Nadie necesita ser así de malvado. Como se ha oído siempre: “¡Vive tu vida!” Si estás tan trastornado que tu respuesta a la derrota de tu equipo es hacer algo malvado, entonces estás enfermo. (Siento pena por el caballero de Chicago que se estiró para atrapar un elevado de foul en Wrigley Field durante la serie de campeonato de la Liga Nacional de 2003. Hizo lo que hace el 99% de los aficionados al beisbol en ese estadio habría hecho esa noche, pero él era el que estaba en esa silla. Su vida cambió para siempre debido a los malvados). Las cosas tienen que cambiar. El beisbol es solo un juego que tenemos que amar, y deberíamos animar a nuestros peloteros.
Personalmente, estoy verdaderamente agradecido por la oportunidad de haber hecho algo que amaba hacer. ¡El beisbol es un gran juego! Y aquel juego de 1992, específicamente los últimos 15 segundos de él, me ha provisto de 25 años de experiencias maravillosas. Gracias a esa última jugada, y a ese tonto deslizamiento, y todo lo que ocurrió, he conocido muchas personas agradables y reflexivas que comparten sus memorias de aquel momento conmigo.
Las personas todavía vienen hacia mi casi todos los días y quieren hablar de eso. Hablan de eso de manera diferente dependiendo de si estoy de vuelta en Pennsylvania, o en el sur visitando Atlanta…pero, no importa, ellos quieren hablar de eso. No importa si es en el aeropuerto, o en un restaurant, o si estoy parado en una luz roja, siempre hablan de la carrera ganadora que anoté.
Me cuentan de cómo saltaron en la sala y tocaron el techo con los puños, o de cómo hubo algunas apuestas locas de salir a caminar desnudos en la calle del frente si yo anotaba.
Lo he oído todo hasta este punto.
¿Y saben que?
El tema nunca se agota.
Nunca me canso de oir esas historias, o de revivir la jugada final con amigos que quieren compartir memorias de ese momento.
Como lo veo, muchos tipos se retiran del juego, en un par de años, y pasan a la oscuridad. La gente los olvida. Y eso es todo.
Pero la gente me recuerda, debido a “El Deslizamiento”.
Y aunque solo se trate de una jugada en el curso de 12 años de carrera, aun siento que eso es muy agradable.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 20-06-2019.
Nota del Traductor: Actuación de Sid Bream con los Navegantes del Magallanes en la temporada 1982-83: 34 JJ, 15 CA, 15 CI, 33 H, 6 2H, 2 3H, 3 HR, .287 AVG.
viernes, 14 de junio de 2019
Desde Tovar Bracho hasta Tovar Ostos.
La noticia me paralizó la mirada y me dejó inmóvil frente al monitor por algunos treinta segundos. Un tuit de Carlos Feo informaba el fallecimiento de Carlos Tovar Ostos. De inmediato estaba en el lobby del Meliá Caracas, esa mañana realizarían la rueda de prensa para presentar el campeonato de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Había conseguido el número de teléfono de Tovar Ostos y se entusiasmó tanto con mi proyecto de libro “Aquellas Voces Deportivas” que acordamos una entrevista antes del acto de la liga de beisbol. A eso de las diez empezamos a conversar. Me agradeció por haber considerado a Carlos Tovar Bracho entre aquellos seis narradores del libro (Buck Canel, Pancho Pepe Croquer, Marco Antonio Musiú Lacavalerie, Felo Ramírez, Carlos Tovar Bracho y Delio Amado León). En mi opinión nada había que agradecer, Tovar Bracho está en el Olimpo de los mejores narradores deportivos venezolanos.
La primera referencia que tengo de Tovar Ostos es un programa dominical hacia el final de la tarde por Radio Rumbos, allí compartía micrófonos con Hector Cordido, Alvis Cedeño y Carlos Tovar Bracho. El tono sereno y los conocimientos profusos lo acercaban a Tovar Bracho al igual que una impecable dicción y conocimiento del lenguaje. Se trataba de un programa de variedades deportivas con los últimos sucesos del fin de semana. A veces me confundía y no podía diferenciar quién hablaba de los resultados de los juegos de grandes ligas, si Tovar Bracho o Tovar Ostos. Cada quién intervenía con la misma pasión, conocimiento o profundidad referencial. La única manera cuando podía medio identificar quien hablaba era durante las intervenciones de Cordido o Cedeño, se dirigían a padre e hijo como Bracho y Ostos. El programa empezaba como a las cinco de la tarde y me parecía que el tiempo me había jugado una mala pasada cuando escuchaba la música que indicaba el final del espacio, miraba el reloj casi con ganas de estrujarlo. Sin embargo los datos de actualidad, las referencias históricas, la pronunciación de las palabras resonaban en mis parietales toda la semana.
“Mi papá empezó a trabajar como locutor en una emisora de Valencia llamada La Radiotel. Siempre le gustó el beisbol desde sus días de jugador de primera base en el barrio Los Colorados. Era una pasión muy sustentada en el control y la disciplina, creo que por eso perduró en él toda la vida. Cuando se sentaba a escribir en su estudio, había que tocar la puerta cinco y hasta siete veces, entonces decía ‘adelante’ y se le notaba entre emocionado y relajado. A veces llegué a sorprenderlo practicando algunas modulaciones. Escuchaba el eco de la narración desde el patio y me escondía detrás de la puerta: ‘…es increíble amigos…Aparicio ha llegado hasta la grama del jardín central corto y ha lanzado desde allá para retirar para retirar en el salto a Victor Davalillo. El sonido de la pelota contra el mascotín de Mike Epstein resonó en toda la tribuna de la derecha…y allí está Pepe El Gritón animando a los parciales de La Guaira, ese tipo debe practicar natación o atletismo, no sé que suena más duro entre su voz y el sonido interno del estadio…’ Aunque sus relatos boxísticos tenían mucho picante ‘…Alfredo Marcano ataca con el gancho de derecha, esquiva los impactos del japonés, lo lleva hasta las cuerdas y conecta tres jabs seguidos al rostro y Kenji Iwata se estremece, ¡que tremenda demostración esta ofreciendo el orgullo del sector Puerto España de Cumaná!’”
“Siempre me dijo que era esencial para un narrador deportivo transmitir pasión, emoción, pero sin olvidar el conocimiento, la perspectiva y sobre todo la objetividad, que aunque todos sabes es inalcanzable hay que tratar de acercarse al máximo a ella, como se busca estar cerca de la mujer que más te gusta. No sé como lo hacía, pero en lo más encendido de sus narraciones, cuando parecía identificado totalmente con un equipo o pugilista, de pronto, de la nada, se prodigaba en reconocimientos hacia los méritos del rival. Era toda una cátedra de sobriedad y equilibrio verlo compartir aquellas transmisiones de los juegos de pelota en el circuito de los Leones del Caracas con Delio Amado León. Siempre resaltaban los atributos de los peloteros del equipo de la casa, pero llegado el momento no les temblaba el pulso para reconocer los méritos del rival y prodigar los comentarios y adjetivos más respetuosos. Lo hacían con naturalidad, generosos, intensos, con tanta pasión como si hablaran de su equipo”.
Fuimos de los últimos en pasar al salón donde iba a empezar la rueda de prensa. Le comenté a Tovar Ostos que en una ocasión ví a Carlos Tovar Bracho transmitir un juego de beisbol en los Juegos Nacionales Deportivos de 1975 desde las gradas del estadio municipal de Cumaná. Tovar Ostos sonrió y se ajustó los anteojos en el tabique nasal. “Mi papá siempre me dijo que debía estar preparado para hacer el trabajo en las condiciones más desventajosas. ‘Hay que cumplir los compromisos de la mejor forma’. Recuerdo que cuando transmitió los playoffs y la Serie Mundial de 1969 por RCTV, la primera vez que se transmitió ese evento en vivo en Venezuela, él siempre salía de la casa como a las diez de la mañana, mi mamá le hacía el desayuno y el almuerzo de una vez. Los fines de semana me llevaba al canal. Una vez que empezaba el juego, a eso de la una de la tarde, no había quien lo sacara del juego. A veces salían temas colaterales al juego y los peloteros y él siempre era el primero en retomar la secuencia del juego. Cuando le preguntaba porque siempre decía “juego legal” en el quinto inning, me dijo que si a partir de ese momento ocurría algún imprevisto y el juego era suspendido, el equipo que estuviese adelante en la pizarra se adjudicaba la victoria”. Se notaba un aire de nostalgia disimulada en los gestos de Tovar Ostos, un rictus de melancolía.
Aunque la rueda de prensa estaba comenzando, seguimos hablando varios minutos más. “De aquellos playoffs y Serie Mundial de 1969, recuerdo mucho como comparaban pelotero a pelotero a los Mets con los Bravos primero, y después con los súper favoritos Orioles de Baltimore. Mi padre participaba en la discusión de todas las posiciones pero cuando llegaron al jardín central, yo notaba esa especie de sobresalto emocional que le veía en la casa cuando mi mamá le preparaba su comida favorita. Los otros comentaristas decían que Paul Blair aventajaba por mucho a Tommie Agee por su agilidad, por su elegancia y por ese instinto especial para jugar casi detrás de segunda base y regresar a tomar batazos en la zona de seguridad. Carlos Tovar Bracho reconocía la calidad de Blair, pero decía que Agee también era un gran jardinero central, que no se equivocaran con él. Yo sabía que él había traído a Agee como refuerzo del Magallanes a mediados de la década de 1960, pero nunca mencionó en esas transmisiones de RCTV que había contratado a Agee. Solo se remitía a destacar sus grandes cualidades defensivas y con el madero, como cuando hizo aquellas dos grandes atrapadas ante batazos de… y despachó un jonrón clave en el tercer juego de la Serie Mundial “
Seguimos hablando en voz baja mientras se hacían los últimos arreglos logísticos para arrancar el evento o cada vez que había alguna pausa en la rueda de prensa. “Carlos Tovar Bracho siempre me dijo que sus años como gerente deportivo de Orientales y Magallanes le había enseñado esa otra faceta del beisbol que pocos conocen, el trato diario con los peloteros, sus lesiones, sus problemas familiares, sus dificultades emocionales. La perspectiva de los directivos, sus caprichos, sus visiones, sus urgencias, sus arrancadas temperamentales. Todo eso le creo un bagaje, una bitácora, un faro que le mostraba las mejores alternativas para describir las incidencias de un juego, explicar las particularidades de un momento cumbre del desafío, matizar las penumbras de cualquier disputa de algún pelotero o el manager con los árbitros. Cuando lo observaba narrar un juego, me parecía que conociese de toda la vida a los peloteros de ambos equipos, que se supiera de memoria todas las reglas del beisbol. Siempre le preguntaba como hacía para saber todo eso, el solo sonreía y respondía casi silente: ‘Práctica, mucha práctica y muchísimo amor por el juego’…”
Si su elocuencia y capacidad para saber encauzar la emotividad en los momentos determinantes de un juego de beisbol eran excepcionales, la efusividad de Carlos Tovar Bracho para delinear con maestría los detalles de una pelea de boxeo resultaba magistral, sin pausa, sin aliento, dibujaba y remarcaba cada detalle de la esgrima, de los impactos de los pasos comedidos del árbitro. Todavía tengo grabada en la memoria una pelea entre un panameño llamado Héctor Carrasquilla y un coreano del cual no recuerdo el nombre. La intensidad y alternabilidad de los púgiles en el comando de la pelea provocaron una de las andanadas descriptivas más profundas y épicas que haya escuchado a un locutor deportivo, la voz de Tovar Bracho era una especie de paredón emocional que me aislaba del entorno de la calle, dibujaba con los trazos más alargados y elocuentes de van Gohg o Modigliani cada esguince, cada ataque, cada pómulo inflamado, cada desplante del árbitro para evitar que alguno de los golpes impactara en su humanidad. Aquel narrador parecía no tener tregua con la respiración, la voz se extendía por los tres minutos del asalto, hasta que sonaba el inoportuno campanazo. Entonces entendía porque él y Nestor López recorrían el mundo para transmitir desde los lugares más remotos.
Tovar Ostos siguió hablando en cada pausa de la rueda de prensa, apretaba las manos dentro de los bolsillos de su guayabera mangalarga, azul grisáceo. “Siempre recuerdo una columna que tenía mi papá en el diario Meridiano. Se llamaba algo así como “Hoy amanecí pensando en…” Era una visión desde el lado humano de los deportistas. Escribía del deporte en general, aunque siempre regresaba al beisbol, eso le había quedado de un programa de variedades deportivas que tenía en RCTV. Esa columna salía, si mal no recuerdo los martes. Era todo un espectáculo ver a mi papá ver llegar de un juego de pelota o una pelea de boxeo y sentarse a escribir en su estudio, sin siquiera pasara saludar a mi mamá, luego se disculpaba con ella “Disculpa amor, pero tenía que escribir primero porque después se me va la inspiración y no me puedo dar el lujo de perder la originalidad, el gancho, el atractivo de las historias que se me ocurren”.
Hace unas dos o tres temporadas, Tovar Ostos formó parte del equipo radiofónico de los Navegantes el Magallanes, me contentó mucho escuchar los juegos desde su estilo solemne y energético que hacia apreciar mejor los trazos de sus imágenes, el contraste jugaba a su favor, se podía apreciar a plenitud cada una de las aristas del juego, cada detalle parecía una pirámide egipcia, cada observación declaración de principios. Esa temporada, muchos juegos efectuados en Maracaibo, Puerto La Cruz, Porlamar y Barquisimeto, fueron transmitidos desde los estudios de Radio Caracas Radio. Fue como volver a conversar con Tovar Ostos. “Mi padre transmitió muchos juegos de LVBP desde las oficina de la emisora radial hacia mediados de la década de 1960. Él y Delio Amado León se turnaban con el reporte impreso del teletipo y un disco que simulaba el ruido del público. Nosotros al menos tenemos la transmisión televisiva para describir las jugadas al instante. Ellos tenían que ingeniárselas para imaginar que había ocurrido el en terreno de juego, como eran los movimientos de los lanzadores, cual era la tensión emocional que se vivía. Siempre que terminaba de imaginar uno de aquellos juegos, le preguntaba como hacía para decir tantas cosas si no veía nada. El me quedaba viendo y sonreía, como la vez que me contó que había llamado aquel one-two del Magallanes de Clarence Gaston y Pat Kelly la versión en blanco y negro de “Batman y Robin”.
Alfonso L. Tusa C. 12 de junio de 2019 ©.
_ Referencias y fuentes.
- Baseball-reference.com
- Diario El Nacional.
- Revista Sport Gráfico.
- Diario Meridiano.
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