jueves, 28 de noviembre de 2019
Dwight Evans: La Radiografía de aquella Atrapada.
Sexto juego de la Serie Mundial de 1975. Los Medias Rojas habían regresado de la tumba con aquel increíble cuadrangular del emergente Bernie Carbo para igualar el marcador en el cierre del octavo inning ante el relevista Rawly Eastwick. Los Rojos de Cincinnati ganaban 6-3 y solo necesitaban cuatro outs para alcanzar el campeonato. De pronto Fenway Park pasó de un silencio sepulcral al momento más histérico y escandaloso desde la temporada del Sueño Imposible de 1967. Cuando el juego se fue a extrainning, parecía que era un asunto de tiempo para que los Rojos ganaran la Serie Mundial.
En la apertura del undécimo inning, Pete Rose recibe pelotazo de Dick Drago. Ken Griffey toca la pelota hacia la raya de tercera base, cerca del plato. Carlton Fisk toma la pelota a mano limpia, algo fuera de balance, y dispara un balín hacia segunda base. Tal vez es mejor cuando está algo fuera de control; porque su disparo es perfecto, Rose es out en segunda. Entonces Joe Morgan espera una recta de Drago y conecta una línea que lleva etiqueta de sobrevolar la barda del jardín derecho. Dwight Evans corre hacia atrás, más y más.
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Dwight Evans nunca tuvo una gran velocidad, era una especie de regreso a las épocas de Al Kaline, Carl Furillo y hasta Babe Ruth. Pero ningún jardinero derecho, desde Roberto Clemente, ha jugado la posición por tanto tiempo con tanta maestría. Logró apoderarse de ocho guantes de oro, su presencia en los juegos de estrellas fue perenne, y en jerga de ajedrez, fue el maestro. Cualquiera haya sido su edad, rapidez o fuerza de brazo, nadie como él ha expresado tan sistemáticamente lo que hacen los jardineros derechos. Desde que tiene uso de razón, Evans dice que siempre tuvo una pelota en sus manos. Como jugador de futbol americano, en la escuela, fue un gran recibidor, porque según él, le gustaba atrapar la pelota. Durante la temporada de beisbol, siempre tenía un guante y una pelota, hasta cuando salía a pasear. Cuando se hizo profesional en 1969, todavía hacía eso, para entrenarse acerca de cómo pasar la pelota apropiadamente desde el guante hacia su mano derecha antes de lanzarla. La meta era tomar la pelota por las costuras para efectuar un lanzamiento más rápido desde los jardines que pudiese rebotar en lugar de rodar cuando aterrizara. Eso es fundamental para los tiros desde los jardines, pero muchos jardineros tienen dificultades con eso. ‘He llegado al punto de pensar que lanzo la pelota a través de las costuras noventa porciento de las veces’, dijo Evans. “Atrapar la pelota y sacarla del guante, atrapar la pelota y sacarla del guante, ahora no hace falta mirar las costuras de la pelota, es como si hubieses entrenado tu mano a pensar por su cuenta”. La ventaja que Evans tiene sobre otros jardineros va más allá de su fuerte y preciso brazo; siempre sabe que hacer con la pelota. ‘Hay un propósito con cada pelota bateada hacia mí’. Evans piensa que su juego siempre ha estado basado en su habilidad para anticipar correctamente. ‘La anticipación es la parte más importante de jugar en los jardines’, dijo Evans. Eso parece fácil en términos generales, pero no lo es cuando la especificidad del jardinero para anticipar es tomada en cuenta.
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Primero está el fenómeno del sonido del bate con la pelota. Nadie puede calcular en ese momento con precisión, hacia donde va la pelota. Hasta las mentes más intuitivas necesitan fracciones de segundo para descifrar la información recibida. A pesar de eso, en el transcurso de ese segundo, el jardinero supremo apreciará el ángulo en el cual la pelota sale del bate y entiende al menos en cual dirección debe empezar a correr. También entenderá que tan fuerte ha sido el batazo, de acuerdo a si el lanzamiento fue recta o un envío quebrado, que tan completo fue el swing y si el sonido de contacto fue explosivo o seco.
Una vez en movimiento, volteará la cabeza para confirmar que se mueve en la dirección correcta a la velocidad adecuada, y repetirá eso, modificando su zancada si es necesario, hasta llegar al punto donde ha imaginado que la pelota caerá. En el momento final, estirará su brazo y espera que la pelota aterrice en su guante.
Es una extraordinaria secuencia compleja de decisiones y ajustes; el tiempo disponible para hacer eso varía, por ejemplo la trayectoria de una pelota alejándose de un jardinero puede ser percibida físicamente en cerca de medio segundo mientras que una bateada directo a él requiere de un segundo completo para ubicarla, pero siempre es pequeña; y hay mucho terreno que cubrir.
Tomemos una pelota bateada directamente hacia un jardinero ubicado a 65 pies de una cerca que está a 350 pies del plato y digamos que, si no es interceptada, esa pelota se estrellará contra la cerca a una altura de 9 pies y medio.
En el primer segundo completo, el jardinero no puede saber con certeza si correr hacia adelante o atrás (lo cual podría ocasionar el ocasional elevado mal calculado, donde se arranca en la dirección equivocada). Pero se asume que hace el cálculo correcto, se voltea, y empieza a correr hacia atrás, perdiendo solo la mitad de ese segundo en el proceso. Se asume también que, medio segundo después, es capaz de ajustar su carrera mientras nota que la pelota se aleja de él. Y se concede que es un corredor muy rápido.
La cantidad de tiempo que le tomará a la pelota alcanzar la cerca es afectada por el viento, por supuesto, pero en promedio será poco menos de cinco segundos.
Nuestro jardinero, arranca desde la inmovilidad y ajusta su dirección para alcanzar el vuelo de la pelota, tiene que cubrir quizás setenta y cinco pies en la misma cantidad de tiempo. Una vez en la cerca, tiene que frenar, ubicarse, saltar tan alto como pueda, extender su guante justo hacia el lugar correcto, y atrapar la pelota.
Eso es físicamente posible de hacer en el tiempo disponible (o el beisbol no existiría) pero apenas probable. No hay margen de error. Aun así, eso ocurre regularmente, exitosamente, y a veces de manera aún más espectacular.
Evans también desea impresionantemente que cada pelota sea bateada hacia su posición. ‘Anticipo lo peor y lo mejor que puede ocurrir. Me preparo para lo peor e imagino lo mejor’. Para Evans una anticipación correcta significa moverse cuando está en el terreno. ‘Quiero moverme porque sé lo que hago’, dice Evans. Eso significa que estará en movimiento en cualquier dirección desde 15 centímetros hasta 4 metros, con cada bateador y a veces con cada lanzamiento. Y casi siempre, su momento, su salto hacia la pelota, será correcto. Evans ha aprendido la mecánica de buscar la pelota tan bien como cualquiera. Con esas pelotas bateadas entre dos, correrá hacia atrás diagonalmente, tratará de rodear la pelota para alinear su hombro con el lugar donde tiene que lanzar. Estima a que distancia está de la cerca para saber como se tiene que mover cuando empiece a correr hacia atrás, y tratará, cuando pueda, correr en paralelo a la cerca con su mano enguantada hacia el terreno, para estar mejor preparado para lanzar y evitar soltar la pelota si choca contra la cerca. Hizo de todo esto un movimiento automático hace mucho tiempo.
Lo que Evans agrega, yendo hacia atrás o viniendo a tomar la pelota, es una manera especial de mantener su cuerpo alineado cuando hace la transición desde la atrapada hacia el lanzamiento. No atrapa la pelota exactamente en una posición erguida, Evans toma la pelota con su cuerpo semi flexionado y ligeramente inclinado hacia un lado. Esto podría parecer solo un toque de estilo, como una atrapada con una mano, pero tiene una razón de ser. Al tomar la pelota en un plano más bajo , se mantiene abajo mientras lanza la pelota, lo cual le permite tener la fuerza en su pie posterior, por eso puede controlar mejor su cuerpo y la pelota mientras se mueve hacia adelante. Evans usa su movimiento alineado, cerca del suelo, cada vez que puede. Durante su giro en el rincón, no completa la vuelta y lanza, en vez de eso, se mantiene cerca del suelo, mientras toma la pelota de su guante para tener la mejor posición para lanzar. Cuando ataca la pelota y la toma, en vez de mantenerse erguido, se dobla hacia adelante como un pitcher, catapultando su pie posterior en un movimiento largo y fluido hacia la diana. En realidad, es la imagen del pitcher, lo que Evans ha mantenido en mente mientras entrena su cuerpo a través de los años para ejecutar naturalmente este movimiento de alineación.
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A través de muchos años, en cada entrenamiento primaveral, Evans ha ido al rincón más lejano del terreno con un balde lleno de pelotas. Allí, cuando nadie lo mira, ordena una línea de pelotas sobre la grama. Entonces estira sus piernas hasta cierta distancia, la izquierda hacia adelante, la derecha bien hacia atrás, cercana a la primera pelota. Después, en un movimiento muy lento, para que el cuerpo pueda recordar, toma la pelota, mueve su cuerpo hacia adelante como un pitcher empezando su wind up, lleva su cuerpo hacia atrás sobre su pie posterior, entonces viene hacia a delante, cercano al suelo y lanza la pelota, mientras evalúa cada etapa de la transición, el movimiento de su brazo, el punto donde suelta la pelota, el final del movimiento. Entonces sigue con el resto de las pelotas hasta terminar la línea. Evans continúa esos ejercicios de baja velocidad al pedirle a un coach que le batee conexiones de todos los calibres. Toma pelotas en el rincón, frente a él, donde sea que sienta la necesidad de trabajar con su lanzamiento alineado. Siempre hay algunos pequeños ajustes que prologarán su rutina. Con los rodados que tendrá que atacar, prefiere tomar la pelota a un lado del pie izquierdo en vez de al frente de este.
Su tiro perderá algo de poder debido al peso del movimiento hacia adelante y atrás, pero soltará la pelota más rápido y el lanzamiento será más preciso. En cuanto a los elevados bateados de frente a él, se ha enseñado que cuando el viento y las condiciones climáticas son buenas, se debe preparar para lanzar mientras realiza la atrapada, no después, como hacen todos los jardineros. La meta es hacer una rutina de esos movimientos, pero una vez sometidos a la memoria muscular, le dan a Evans una ventaja sobre los peloteros más jóvenes y rápidos. A los 38 años de edad, Evans puede o no estar cerca del final del camino. Nadie en esta época de Nautilus y Neptuno se mantiene en mejor forma, nadie estudia con más meticulosidad cada aspecto del juego, observando cuidadosamente los fundamentos, para ganar ese centímetro extra, ese giro adicional. Pero este hombre, un devoto infinito de la técnica, al final está motivado por algo más profundo.
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Mientras crecía en California, hogar del aeroespacio y la industria de alta tecnología, el ídolo de la niñez de Evans fue Willie Mays, quien sabía más de volar y soñar que Howard Hughes. Evans es uno de pocos peloteros que usa hoy el mismo número de uniforme, 24 (Rickey Henderson, Barry Bonds, y Ken Griffey Jr. son los otros) y, como su ilustre predecesor, siempre ha sabido que el juego que practica está determinado, antes que nada, por lo que ocurre en su mente. Él, como Willie Mays, ha descubierto el secreto de inventar el espacio que ocupa. Si Evans juega o no otro juego en el jardín derecho, su manera de jugar permanecería como un modelo sobre como debería ser jugada esa posición.
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Llega a la zona de seguridad, salta y hace una atrapada increíble sobre su hombro antes que la pelota cayera en la primera fila de asientos. Entonces cae y choca contra la cerca. Ha hecho la atrapada. La atrapada del juego y la serie, pero sabe que su trabajo aun no termina. Inmediatamente rebota desde la cerca y lanza la pelota al cuadro interior. El tiro está desviado tres metros de la línea de primera base hacia el dugout. No importa. Carl Yastrzemski está ahí, y Rick Burleson ha cruzado el cuadro interior para cubrir primera base. Griffey prácticamente se ha entregado, estaba a medio camino entre primera y segunda base, Yaz lanza la pelota a Burleson para completar el dobleplay. Esa jugada fue la mejor prueba de lo que Don Zimmer le dijo a Doug Hornig en una entrevista para su libro “The Boys of October”; “¿Qué tan bueno era Dwight Evans como jardinero derecho?” Zimmer contestó con otra pregunta: “¿Conoces la diferencia entre un doble por reglas y otro por la interferencia de un aficionado?” Hornig dijo que un doble por reglas era la consecuencia de que la pelota rebotara hacia la tribuna. Y que habría interferencia si un aficionado tocaba la pelota antes que esta saliera del parque. “Bien”, dijo Zimmer. “Si la pelota se va a las gradas por su cuenta, el bateador consigue dos bases ¿Qué obtiene el bateador si un aficionado interfiere?” Hornig estaba dudoso “¿Un doble?” “Incorrecto”, dijo Zimmer. “El árbitro principal, en su mejor juicio, coloca los corredores donde piensa deberían estar. Cuando jugaba Boston y había una interferencia de un aficionado sobre una pelota bateada hacia la línea del jardín derecho, ¿sabes que pasaba? Hornig encogió los hombros. Zimmer cruzó las manos. “El bateador era enviado a primera base. Punto. Bien, el manager rival siempre se quejaba, gritando como un pandillero. . “¡Eso es un doble! ¡Eso es interferencia del aficionado! ¡Tiene que ser un doble!” El árbitro principal sonreía, señalaba hacia el jardín derecho y decía: “Ah, ah ¡No con ese tipo ahí!” Lo que quería decir era que a menos que la pelota pasara sobre su cabeza, Evans siempre la convertía en sencillo. Si tratabas de alargarlo, él te ponía out en segunda base”.
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Hubo un juego en la temporada de 1984 donde los Medias Rojas de Boston visitaban a los Atléticos de Oakland en El Coliseo. Boston ganaba 2-0 en el cierre del noveno inning. Con dos outs, Carney Lansford bateó un doble para empujar a Donnie Hill. Entonces Bruce Bochte despachó imparable al jardín derecho, el coach de tercera base envió a Lansford al plato ¡Suicidio! Evans puso out a Lansford con un disparo magnífico. “Duele en el alma perder un juego de esa manera pero no teníamos alternativa”, defendió Jackie Moore su decisión de enviar a Carney Lansford al plato. “por supuesto que sabíamos del brazo de Evans. Pero él tenía que lanzar de manera perfecta. Totalmente perfecto”.
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Jim Burton le dijo a Doug Hornig: “Yo estaba en el bull pen, así que tenía uno de los mejores asientos del estadio. Y lo más sorprendente para mí fue la reacción de Dwight. Se volteó y empezó a correr en el instante que la pelota fue bateada. No podía creerlo”.
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Se trata de un jonrón, o de un batazo que pegara en el tope de la cerca del jardín derecho que tiene una altura que solo llega hasta la cintura. Griffey anota, Morgan o trota hasta el plato o se detiene en segunda base o tercera. Los Rojos toman la delantera.
Evans va hacia atrás. Atrás, atrás, corriendo completamente inclinado. Alcanza la zona de seguridad, salta en el aire, y sobre su hombro, de alguna manera, improbablemente, hace una atrapada increíble justo antes que la pelota caiga en la primera fila de asientos. Cae y se estrella contra la cerca.
Evans recordó la jugada. “Tuve un buen salto”, dijo. “Pero había repasado eso en mi mente que haría si Morgan bateaba la pelota. Yo estaba observando cuidadosamente el tipo de lanzamiento y como se movía el bate. Estaba preparado. Sin embargo cometí un error. Si se mira el video, se puede notar. Yo estaba cargado hacia la línea de foul, porque usualmente cuando un bateador zurdo hala la pelota le confiere un efecto que va de izquierda a derecha. Solo que en esta ocasión, Morgan la bateó directa. Así, que si se mira cuidadosamente, se puede ver que cuando salto, tengo que echar hacia atrás para compensar. En realidad atrapé la pelota un poco detrás de mi cabeza”.
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Alfonso L. Tusa C.
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Referencias:
__Hornig Doug. The Boys of October. McGraw Hill. 2003.
__Falkner David. The Nine Sides of the Diamond. Times Books. 1990.
__ baseball-reference.com
__retrosheet.org
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