lunes, 23 de diciembre de 2019
Luis Peñalver: El Pitcher de las Ocasiones Trascendentales.
Entrar a la pagina web de la Liga Venezolana de Beisbol este sábado, 21 de diciembre de 2019, activó un mecanismo de máquina cronológica y de pronto escuchaba una voz entre ronca y entusiasta en cada una de las tres ocasiones que hablé con él vía telefónica. Luis Peñalver, el lanzador de tantas oportunidades satisfactorias con los Leones del Caracas, el pitcher ganador del juego decisivo de los Juegos Panamericanos de Chicago en 1959, el cumanés que no perdió una pizca de su gentilicio a pesar de emigrar hacia Caracas cuando tenía 7 años de edad, había fallecido presumiblemente este 20 de diciembre. Revisé mi cuenta Twitter y confirmé la noticia en las publicaciones del historiador Javier González, el narrador deportivo Alfonso Saer y los comunicadores sociales Humberto Acosta y Carlos Abreu. Hacía poco estuve buscando su número telefónico para refrescar algunas de las anécdotas que me había referido en cada una de aquellas llamadas telefónicas.
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“Me fui de Cumaná con mi mamá, cuando tenía 7 años de edad. Salimos en un barco desde Puerto Sucre y cuando íbamos frente a Cabo Codera se desató una tempestad bravísima que nos hizo temer que nos habíamos perdido. Mi mamá me tomó la mano y me dijo que no le bajara la mirada nunca al monstruo…que cuando más difícil era la situación, había que apretar la mirada y salir adelante. Entonces, en medio de aquella niebla, me escurrí hasta la sala de mandos y escuché al capitán decir que ‘no se ve nada…no sé si estamos frente a la costa venezolana o en pleno mar Caribe afuera…’. Cuando regresé con mi mamá, me abrazó muy fuerte y preguntó donde me había metido. Le dije que le estaba mirando el rostro al monstruo y aunque era muy feo, no le bajé la mirada. Me dijo ‘tú si tienes vainas Luisito, me diste un buen susto…menos más que la Virgen del valle me escuchó’, la voz de Luis Peñalver sonaba profunda aquella mañana de septiembre de 2009 cuando lo llamé para hablar de los Juegos Panamericanos de 1959, cuando fue integrante del equipo de beisbol venezolano que ganó la medalla de oro contra todos los pronósticos.
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Para el juego por la medalla aurea de aquellos Panamericanos de 1959, el manager José Antonio Casanova estuvo reflexionando, discutiendo y ponderando sus opciones junto a cuerpo técnico y luego de más de tres cuartos de hora de escuchar y analizar planteamientos, llamó a Luis Peñalver y le dijo “prepárese porque usted será el pitcher abridor mañana ante los puertorriqueños”. Luego de un momento de silencio, se escuchó un suspiro, luego un carraspeo, finalmente Peñalver esbozó una sonrisa y levantó los brazos como si fuese a iniciar el wind up de levantar el pie izquierdo al más genuino estilo de Juan Marichal, “No se arrepentirá de haberme dado la pelota para abrir este juego. Voy a dar lo mejor de mí”.
Ese domingo 6 de septiembre de 1959, Peñalver asumió el reto en Wrigley Field y cumplió lo que había prometido a Casanova, espació media docena de imparables boricuas y lanzó completo, mientras sus compañeros lo respaldaron desde el primer episodio mediante triple de William Troconis y sencillo de Eduardo Amaya. En el cuarto inning Francisco “La Manca” López descargó cuadrangular para llevar la ventaja a 2-0. Marcaron otra rayita en el quinto mediante dobletes de Domingo Martín Fumero y del propio Peñalver. Troquelaron dos carreras más en el octavo. Peñalver, quien llegó a retirar hasta nueve puertorriqueños en fila, mantuvo inmaculado el plato hasta el cierre del octavo cuando concedió un boleto y permitió doblete a Carlos Nazario. En la apertura del noveno los venezolanos lograron otra anotación para darle algo más de respiro a Peñalver. En el cierre de ese inning Reinaldo Vásquez despachó jonrón, pero Peñalver completó su labor y Venezuela alcanzó la medalla de oro, la única presea de ese metal que ganó la delegación criolla en esos Panamericanos, ante el júbilo de los peloteros y los atletas venezolanos que presenciaban el juego en las tribunas.
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Uno de los relatos donde más comprobé la efusividad cumanesa de Peñalver, fue cuando habló de su salto al beisbol profesional, “firmé con los Indios de Oriente antes de la temporada de 1960-61. Ellos me dieron un bono por una cantidad de dinero del cual me pagaron la mitad al momento de la firma, entonces al final del documento escribí Luis, de inmediato me preguntaron cuanto iba a escribir mi apellido y les contesté ‘cuando ustedes me entreguen la otra parte del bono’. Esa primera temporada participó en 16 juegos, de los cuales completó 3 y relevó en otros 9. Tuvo marca de 2 y 3 en 61 innings lanzados. Permitió 64 imparables, ponchó 42 bateadores, concedió 28 boletos y su efectividad fue de 3.98, nada mal para un novato.
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“Compartimos entrenamientos en nuestro primer año en el beisbol organizado (1961) con el equipo Sun Kings de El Paso en la Liga Sophomore Clase D, filial de los Gigantes de San Francisco. Cuando terminamos los entrenamientos primaverales viajamos desde Casa Grande hasta El Paso. El autobús se detuvo frente al hotel, cuando me iba a bajar el manager George Genovese me dijo ‘No Dámaso, aquí solo se quedan los peloteros blancos. Pero no te preocupes esto debes tomarlo como algo que fortalecerá tu carácter’. Luis Peñalver que pudo quedarse en el hotel prefirió quedarse conmigo y los otros peloteros negros y latinos como José Cardenal, James Perkins, Bob Chance, Jerry Pedroso. Ese gesto nunca lo olvidaré”, Dámaso Blanco rememora uno de los rasgos de la personalidad de Peñalver. Cuando le referí el episodio, Luis respondió: “Fui compañero de Dámaso en el Intendencia Naval, fuimos juntos a clases de inglés animados por el dueño de ese equipo. Después compartimos en los Panamericanos de Chicago en 1959, ¿Cómo lo iba a abandonar en un momento tan duro? Después en esa temporada alquilamos un carro que echaba humo por todos lados y los policías nos paraban en todas las esquinas”.
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Cuando falleció Sparky Anderson lo llamé para preguntarle que recordaba de su manager en los Navegantes del Magallanes en la temporada 1964-65. “Sparky era un manager muy sensible. Siempre estaba pendiente del último de los peloteros. Él mismo fongueaba en la práctica de infield. Cuando me lesioné el codo, él salió al montículo, le dije que no podía lanzar más. Me dio dos palmadas en el hombro y me dijo: ‘Dont’t worry boy. You’re gonna recover from this’. No pudo ganar con Magallanes, pero los peloteros lo respetaban mucho porque él los tomaba en cuenta. Era un gran tipo”.
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En la temporada de 1968 mientras lanzaba para el Dallas-Fort Worth de la Liga de Texas AA, Luis Peñalver abrió el primer juego de una doble tanda efectuada el 26 de mayo ante el Memphis. Solo permitió dos corredores a lo largo del juego. En ambas ocasiones fue el jardinero Ray Foster. Primero por error, luego por boleto. Ganó 3-0 en 7 innings. Concedió un boleto y ponchó 3. Con el madero remolcó una carrera. Había lanzado sin hits ni carreras con lo cual se estableció un record para la Liga de Texas con dos juegos consecutivos para lanzadores de un mismo equipo por cuanto Bob Watkins había lanzado otro no-hitter el 24 de mayo cuando los Spurs de Dallas-Fort Worth venciera 2-0 a los Blues de Memphis. El 25 de mayo el también venezolano Pablo Torrealba lanzó otro no-hitter de 7 innings para vencer al Salisbury 6-0 mientras lanzaba para los Braves de Greenwood en la West Carolinas League, Clase A. Peñalver se había operado del brazo de lanzar en 1966 por lo cual no lanzó ese año. El manager Hub Kittle dijo que un ajuste en la forma de lanzar la forkball ayudó a que Peñalver lanzara el sin hits ni carreras. “Le dije que lanzara más suave el forkball para que tuviese más control en el pitcheo. Cuando él puede controlar ese envío, con el tipo de wind up que tiene, es muy difícil batearle”.
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Peñalver fue un lanzador muy controlado, lo cual le permitía economizar lanzamientos, aunque ese tipo de lanzadores corre el riesgo de recibir cierta cantidad de jonrones, no todo el mundo le bateaba cuadrangulares porque el acordaba un intrincado plan de lanzamientos que desconcertaba a los toleteros, había que ser un buen bateador para sacarle la pelota del parque. A través de su trayectoria en LVBP (1516.1 innings) ponchó 748 bateadores y solo concedió 337 boletos, lo cual arroja un radio de ponches/boletos de 2,21. En su paso por las ligas menores del beisbol organizado estadounidense (1105 innings lanzados) recetó 797 ponches y apenas concedió 260 boletos (3,07 radio K/BB), solo le batearon 81 jonrones.
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Sus mejores actuaciones en LVBP ocurrieron en las temporadas 1969-70 y 1976-77 cuando obtuvo idéntica marca de 9 ganados y 3 derrotas. En la primera oportunidad lanzó en 135.1 innings, con 60 ponches y 13 boletos, más efectividad de 1.40. En la segunda ocasión trabajó en 121.2 innings, con 60 ponches y 22 boletos, la efectividad fue de 2.81.
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Respecto a las ligas menores, Peñalver logró su mejor temporada en 1973 mientras lanzaba para los Brewers de San Antonio en la Texas League AA, entonces tuvo marca de 9-5, con 1.78 de efectividad en 76 innings de labor.
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Ingresó al Salón de la Fama del beisbol venezolano en 2008 junto a Héctor Benítez Redondo, jardinero central del equipo venezolano ganador del campeonato mundial de beisbol en La Habana, Cuba, en 1941, Gualberto Acosta, Gustavo Gil, Gonzalo Márquez, Luis Leal y Oscar Prieto Ortíz.
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Durante 23 temporadas en LVBP, Peñalver jugó 3 temporadas con Oriente (1960/1963), 1 con Orientales (1963-64), 2 con Magallanes (1964/1966), 15 con Caracas (1966/1975 y 1976/1982), Zulia (1975-1976) y Aragua (1982-1983). Participó en 384 juegos (segundo en LVBP hasta 2006), logró 45 juegos completos (quinto en LVBP), 84 victorias (tercero en LVBP hasta 2006) , 70 derrotas (tercero en LVBP hasta 2006), 24 juegos salvados, 1516.1 innings lanzados (segundo en LVBP hasta 2006), 1615 imparables permitidos, 748 ponches (cuarto en LVBP hasta 2006), 337 boletos (décimo en LVBP hasta 2006) y 3.13 de efectividad.
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En 11 temporadas en ligas menores dejó marca de 74-58, con efectividad de 3.39 en 1105 innings lanzados, lanzó 31 juegos completos, 7 blanqueos, se acreditó 33 juegos salvados, 1139 imparables permitidos, 260 boletos, 797 ponches.
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Luis Antonio Peñalver nació en Cumaná. Sucre. Venezuela, el 20 de noviembre de 1941. Falleció en Caracas, el 20 de diciembre de 2019. De acuerdo a información publicada en el blog El Emergente del periodista Ignacio Serrano, la causa del deceso fue cáncer de páncreas.
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Alfonso L. Tusa C. 23 de diciembre de 2019 ©.
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Referencias
__Daniel Gutiérrez, Efraim Álvarez, Daniel Gutierrez (h). La Enciclopedia del Beisbol en Venezuela. Liga Venezolana de Béisbol Profesional. Caracas 2006.
__baseball-reference.com
__Alfonso Tusa. Pensando en Ti Venezuela. Una Biografía de Dámaso Blanco. Caracas. 2011. Pp 64.
__Lloyd Johnson & Miles Wolff. The Enciclopedy of Minor League Baseball. Second Edition. Baseball America Inc. Durham, North Carolina. 1997. Pp. 503.
viernes, 13 de diciembre de 2019
Johan Santana, ecos del Salón de los Inmortales magallaneros (2019). Aquel juego de un solo imparable.
Siempre he rememorado un atardecer de finales de la década de 1990 ¿ya era 2000? Habíamos acordado asistir al estadio Universitario con José Luis Rodríguez, no el cantante, ni el jinete, hablo de mi compañero de trabajo en aquel INTEVEP de tantos logros y satisfacciones. Todavía a las seis de la tarde estábamos en los laboratorios, llegamos a pensar que tendríamos que conformarnos con escuchar el juego por radio. Sin embargo, la expectativa, la curiosidad, el suspenso por comprobar en vivo lo que habíamos escuchado del nuevo novato maravilla del Magallanes, nos hizo aventurarnos a bajar a Caracas cuando ya eran las seis y cincuenta de la tarde, además habíamos comprado las entradas por internet. Pepe disecó todas las curvas de la carretera Panamericana con más pericia que Ayrton Sena, en el IVIC los neumáticos chirriaron sobre el pavimento, en el IUT la fuerza centrífuga hizo que el carro oscilara hasta casi rozar la isla, mientras la velocidad se incrementaba. Apenas entramos a la tribuna central cuando el árbitro empuñaba la mano derecha luego del ceremonioso Play Ball, casi me tropecé mientras subía los escalones, trataba de mirar hacia el dugout de tercera base.
En los primeros innings los Tiburones de La Guaira marcaron una anotación y a partir de ese momento se estableció un duelo de pitcheo de manos estrujadas y gritos ahogados, Pepe bromeaba con una hermosa aficionada guairista, “celebra todo lo que quieras, a ese novato no le anotan una carrera más”. Ciertamente, el imberbe Johan Santana manejaba con tal propiedad la recta y sorprendía con una magia inesperada el cambio de velocidad, que no le anotaron más carreras en el resto del juego, no recuerdo si terminó el juego, lo más probable es que no, pero al menos lanzó hasta el octavo episodio. Aún así al terminar la apertura del noveno episodio todas las casillas tenían ceros en la línea del Magallanes, la samba retumbaba y mirábamos intermitentemente las caderas cimbreantes de la aficionada guairista y hacia el dugout, desde el ángulo incómodo que tenía a pesar de moverme muchos metros en ambas direcciones, logré ver a Santana sentado en el banco con las manos y el rostro sobre las rodillas. Dentro del sinsabor y el malestar de la derrota, me dije que “ese novato le va a dar grandes satisfacciones al Magallanes y a todo el beisbol venezolano”, aunque preferí no comentarlo con nadie.
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Poco tiempo pasó para empezar a comprobar aquel pronóstico personal. En la temporada 2000-2001 agenció efectividad de 1.99, aunque no reunió los innings para ingresar al cuadro formal de líderes de la competencia. Como abridor aceptó solo 4 carreras en 29.2 innings, con efectividad de 1.21 con marca de 2-1. Como relevista le marcaron 5 carreras en 11 innings para efectividad de 4.09. En el round robin de esa temporada fue líder en efectividad con 1.19. Venció al Pastora 8-6 el 7 de enero de 2001 y luego 2-1 el 22 de enero, en ambas ocasiones con juego salvado para Oscar Henriquez. Apenas permitió 2 carreras en 13 innings, 1 limpia. La segunda victoria significó el pase del Magallanes a la serie final. En la temporada 2001-2002 siguió tomando desquite de los Tiburones de La Guaira al reducirlos a cuatro imparables en 7 episodios, mientras ponchaba a 9, en el desafío efectuado el 5 de diciembre de 2001, luego el 22 de diciembre volvió a derrotar a los escualos al permitirles solo una carrera y cuatro imparables en seis entradas, aunque concediese seis boletos. Esa temporada lideró al Magallanes en efectividad con 1.76. Y en la serie final ante Tigres de Aragua consiguió el segundo triunfo de los Navegantes, 6-1, en trabajo de 7 innings donde permitió una carrera, cinco imparables y ponchó 7.
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Luego vinieron los 2 premios Cy Young como mejor pitcher de la Liga Americana, mientras lanzaba para los Mellizos de Minnesota (2004 y 2006), los 20 triunfos en la temporada de 2004, el juego sin hits ni carreras ante los Cardenales de San Luis (01 de junio de 2012) , mientras lanzaba para los Mets de Nueva York, para convertirse en el primer pitcher de los metropolitanos que conseguía esa hazaña, algo que ni el propio Tom Seaver había podido lograr, aquella victoria 1-0 ante Freddy García (23 de agosto 2005 y los futuros campeones Medias Blancas de Chicago en agosto de 2005), Santana lanzó 8 innings en los que permitió solo 3 imparables, concedió 1 boleto y ponchó 7, Joe Nathan se apuntó el salvado.
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Cuando los Mellizos obtuvieron a Johan Santana en cambio con los Marlins de Florida luego que estos lo habían reclamado en la regla V para diciembre de 1999, recordamos con Pepe aquel juego que bajamos a ver sobre la hora, sí, el que se perdió 1-0, pero Santana demostró de qué estaba hecho, ¿que se podía esperar de él?, hasta donde podía llegar. Sin importar el resultado, había valido la pena ir a ver ese juego, como valió la pena que Andrés Reimer tomara el riesgo de insistir ante Bob Watson, el gerente general de los Astros, quien ante la negativa de sus superiores terminó suministrándole 400 $ a Reimer para que viajara a Mérida, a fin de observar a aquel mozalbete. Los Astros habían visto jugar a Santana en 1994, en un torneo nacional junior, entonces se desempeñaba como primera base y jardinero.
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En medio del desarrollo de las pruebas de laboratorio siempre discutíamos con Pepe acerca de la mejor actuación de Santana con los Navegantes del Magallanes, aunque siempre salía a relucir aquel juego ante La Guaira, afortunadamente hubo uno mejor, el del 23 de diciembre de 2000, cuando maniató a los Cardenales de Lara, solo les permitió un imparable (de Miguel Cairo en el primer inning) en 8 innings, mientras ponchaba 6, en ruta a una victoria 1-0, que salvó Rubén Quevedo.
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Alfonso L. Tusa C. 13 de diciembre de 2019.©
jueves, 12 de diciembre de 2019
Reportes desde el Salón de la Inmortalidad de los Navegantes del Magallanes, (diciembre de 2019): El Juego de Willie Horton que siempre recordaré.
No se trata de ninguna de sus gestas de la temporada de grandes ligas de 1968, cuando los Tigres de Detroit ganaron el banderín de la Liga Americana y luego la Serie Mundial ante el implacable Bob Gibson, tampoco de la justa de 1972 cuando los Tigres conquistaron la división este del joven circuito. Me refiero a la temporada de 1978-79, cuando ante mi incredulidad tuve que aceptar que Horton había venido a reforzar a los Navegantes del Magallanes, me parecía una broma adelantada de los Santos Inocentes, pocas veces un pelotero consagrado y establecido en las mayores accedía ir a jugar al Caribe. Eso fue lo primero que recordé cuando leí que Willie Horton había sido exaltado al Salón de la Fama magallanero.
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Horton había debutado con los Navegantes el 12 de noviembre de 1978, cuando el equipo pasaba momentos difíciles que terminaron con la salida del manager Octavio Cookie Rojas. En medio de una reunión de la gerencia con los peloteros, Horton se ofreció para dirigir el equipo y los directivos aceptaron probarlo. A medida que el equipo empezó a recomponerse y ganar juegos seguidos, el período de prueba se convirtió en estadía y Horton empezó a desplegar la magia que maravillaba a muchos y a veces escandalizaba al comentarista Carlitos González por la heterodoxia ante el famoso librito del beisbol.
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Se recuerda mucho el juego del 8 de febrero de 1979, el penúltimo de la Serie del Caribe, cuando Horton trajo a Rafael Cariel de bateador emergente en el cierre del décimo inning ante el relevista grande liga de los Cerveceros de Milwaukee, William Castro. Si, el mismo donde el jardinero derecho Oswaldo Olivares realizó dos doble matanzas con disparos para hacer out en el plato primero a Omar Moreno o Miguel Diloné en el tercer inning y luego a Nelson Norman en el décimo, ambos outs con intervenciones magníficas del catcher Baudilio Díaz. El mismo donde Pablo Torrealba y Mike Norris se enzarzaron en tremendo duelo de lanzadores ante Nino Espinosa y Al Holland para llevar el juego igualado 1-1 hasta el décimo episodio. Cariel respondió con metrallazo al jardín derecho para dejar sobre el terreno a las Águilas Cibaeñas.
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O el del 19 de enero de 1979, en el tercer desafío de la serie semifinal ante Cardenales de Lara, cuando con el juego igualado 5-5 en la apertura del noveno inning, Horton se sacó desde el propio quinto turno de la alineación y trajo de emergente a Cariel quien descargó imparable al centro ante Greg Minton para remolcar la carrera que ponía al frente a su equipo en el triunfo 7-5 que dejaba al Magallanes adelante en la serie 2-1.
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Otro encuentro muy evocado de Horton es el segundo de la serie final ante las Águilas del Zulia, escenificado en el José Bernardo Pérez de Valencia el 27 de enero de 1979. El juego llegó igualado 1-1 al cierre del noveno inning. Luego del primer out, Alexis Ramírez se embasó por infield hit y Rodney Scott despachó doble que dejó hombres en segunda y tercera, lo cual forzó al manager Tony Taylor relevar a Tom Brennan con el zurdo Chuck Kniffin para enfrentar a Oswaldo Olivares, a lo cual Horton respondió enviando de bateador emergente a Rafael Cariel, quien fue boleado intencionalmente. Luego Mitchell Page entregó el segundo out. Steve Ratzer relevó a Kniffin para enfrentar a Horton y ante el primer lanzamiento el manager-jugador tronó linietazo al jardín izquierdo para dejar en el terreno a los aguiluchos en las zancadas de Alexis Ramírez.
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Sin embargo el juego que más centellea en mi recuerdo cuando se habla de la estadía de Willie Horton en el barco magallanero, ocurrió el 29 de diciembre de 1978 ante los Tigres de Aragua. Mike Norris lanzó completo un juego de 2 carreras limpias, 6 imparables, 8 ponches y 2 boletos. Aún así Magallanes llegó perdiendo 2-1 al cierre del noveno inning. Por los Tigres abrió Steve Luebber, George Capuzzello lo relevaría en el séptimo tramo. Los bengalíes marcaron sus anotaciones en el tercer y cuarto inning. Los Navegantes descontaron con doble impulsor de Jerry White en el sexto episodio. En aquel cierre del noveno Horton trajo de emergente al joven Alfredo Torres, en sustitución de Alexis Ramírez para enfrentar a Dave Campbell, y Torres respondió con imparable para igualar el marcador. De seguidas no le tembló el pulso para reemplazar al propio Oswaldo Olivares con Rafael Cariel y este le sonó imparable a Mark Daly para remolcar la carrera que dejaba sobre el terreno a los Tigres. Esa temporada salía una versión vespertina del diario Meridiano que se llamaba “Meridiano en la tardecita” o algo por el estilo. El día posterior a ese juego, en la portada había una fotografía de Cariel y en la contraportada una de Torres.
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Alfonso L. Tusa C. 09 de diciembre de 2019 ©.
sábado, 7 de diciembre de 2019
Tres Momentos Cumbres de Gregorio Machado en el buque magallanero.
Siempre ha existido ese contraste en la vida y el beisbol, el negocio y lo pragmático y la historia y lo sentimental, esa atmósfera narrativa que llena cada uno de los compartimientos de la memoria cuando ocurre algo que desde la subjetividad objetiva del ser humano, tiene todas las características de una injusticia. Eso es más o menos lo que experimenté a principios de esta que llaman temporada de la liga de beisbol profesional venezolana 2019-2020, que para mí no es otra cosa que un torneo de 42 juegos donde hay más espacio para el azar y la casualidad que para la regularidad y la dedicación.
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Cuando la gerencia de los Navegantes del Magallanes decidió prescindir de los servicios del receptor Jesús Sucre y del lanzador Pedro Rodríguez antes del inicio de la temporada 2019-2020, dentro de mi perplejidad pude entender razones de bajo rendimiento, quizás entendidas en la gerencia como el inicio del declive propio del paso del tiempo. En cuanto a la decisión de no renovar el contrato de Gregorio Machado, no quise entrar en detalles, ya el equipo había cometido ese error en el pasado y de alguna manera fue subsanado cuando Carlos García solicitó su asesoría y compañía cuando asumió su primera estadía como manager en la temporada 2009-2010. Todo un caleidoscopio de imágenes, todo un atlas de rutas borrascosas atravesadas, toda una colección de revistas, hojas de anotación, tickets de juegos, se atragantaron en mi disgusto. De pronto encontré similitud con la situación venezolana de mucho tiempo, el desconocimiento de la historia nos ha llevado por la senda de innumerables tropiezos repetidos periódicamente, experimentados sistemáticamente, padecidos obstinadamente. Por más que haya razones administrativas, pragmáticas o gerenciales, cuando las mismas no son confrontadas ante la historia, la trayectoria, la dedicación de un individuo dentro del organigrama de una institución, terminan claudicando frente a los fantasmas de los grandes logros sobre los cuales descansa el nombre de la organización que se dice representar.
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Gregorio Machado empezó su periplo en la nave magallanera desde la temporada 1968-69. En la campaña siguiente fue novato del año, con marca de 3-1, en 48 innings lanzados y 3.19 de efectividad. El 23 de enero de 1970, con la serie semifinal ante los Tigres de Aragua igualada a un juego, Machado entró a relevar a Danny Morris en el sexto inning. Los Tigres habían saltado adelante con una rayita en el segundo episodio mediante doble de John Bateman y sencillo de Elio Chacón. El ataque ante Morris continuó en el cuarto inning mediante vuelacercas de Bateman, Jim Williams impulsó a Dennis Paepke desde la inicial con imparable más error del jardinero central Cesar Tovar. Magallanes replicó en el quinto tramo con doble de Gregory Sims, luego que Ray Fosse saliera con elevado a primera base, Jesus Aristimuño destapó petardo al centro para poner corredores en los ángulos. El manager Patato Pascual trajo de bateador emergente al zurdo Gonzalo Márquez por Morris y este respondió con sencillo impulsor de dos ante Luis Peñalver. En la apertura del sexto Jim Holt la sacó de cuadrangular para igualar la pizarra 3-3. En la apertura del decimocuarto inning Machado logró embasarse ante Roberto Muñoz y de seguidas Gustavo Gil largó triple a las profundidades del jardín derecho con el cual Machado desplegó la más vertiginosa carrera desde primera base hasta aterrizar en el plato con la carrera de la ventaja, la chaqueta que usaban los pitchers cuando estaban embasados, llegó abierta hasta el abdomen en medio de la euforia y las manos empuñadas. Por si fuera poco, Machado salió a lanzar el cierre de ese inning y completó un relevo de 10 innings, en los cuales apenas permitió 5 imparables para darle al Magallanes la victoria que lo ponía adelante 2 juegos a 1 en la serie.
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¿Verdad que resulta reluciente, maravilloso y fabuloso ese episodio? Pues el 25 de enero de aquel 1970, el relevista novato Gregorio Machado volvió al montículo para el quinto juego de aquella semifinal que los Tigres habían igualado en el encuentro anterior. En la apertura del segundo inning, el abridor de los navegantes, Orlando Peña encontró las bases llenas (Gregory Sims por imparable, Ray Fosse por error del jardinero central Jim Williams, Dámaso Blanco por boleto intencional) con dos outs y bateó linietazo imparable hacia la izquierda bueno para remolcar dos carreras (¿no que lo pitchers no batean?). En la apertura del tercer episodio Gonzalo Márquez, Gustavo Gil y Jim Holt despacharon imparables y Sims remolcó a Márquez con elevado de sacrificio al jardín central. En el cierre del cuarto episodio, mientras Peña lanzaba sin hits, ni carreras, César Gutiérrez comenzó con infieldhit, RichScheinblum continuó con imparable a la derecha que llevó a Gutiérrez hasta la antesala, John Bateman impulsó la primera carrera aragüeña mediante imparable. Cuando Peña parecía solventar la situación obligando a Paepke a roletear por el montículo para forzar a Scheinblum en tercera y ponchando a Jim Williams, Elio Chacón se embasó por error de Dámaso Blanco y David Concepción remolcó el empate con Texas Leaguer detrás de primera base. Los Tigres tomaron la delantera en el cierre del séptimo inning, con las bases repletas, Scheinblum conecto elevado a la izquierda y Sims lanzó con tiempo al plato, pero Fosse soltó la pelota y Roberto Muñoz anotó la de irse arriba. En la apertura del noveno inning Fosse se reivindicó al despachar el primer imparable que le bateaban a Muñoz en 5.2 innings de labor. De inmediato el manager Roger Craig trajo a relevar a Gary Ross, quien concedió pasaje gratis al emergente Hiraldo Chico Ruiz. Dámaso Blanco adelantó los corredores con toque de sacrificio por el montículo. A continuación Armando Ortíz emergió por Orlando Peña y despachó una tiza ceñida a la almohadilla de tercera base que se internó en el jardín izquierdo para impulsar las carreras que le daban la ventaja de vuelta a su equipo. Para el cierre del noveno episodio, el manager Patato Pascual le dio nuevamente la confianza a Gregorio Machado y este respondió de nuevo, apoyado por gran jugada de Dámaso Blanco en la esquina caliente ante batazo difícil del emergente Virgilio Mata. Luego Gustavo Gil fue hasta la grama del jardín derecho corto para tomar roletazo candente de Charles Day y retirarlo en primera. En 48 horas Machado había puesto a su equipo dos veces a la delantera en la serie.
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Ante el análisis más reflexivo de cualquier gerencia ¿Cómo ignorar que luego de 26 años de aquellos dos pasos gigantescos dentro del empeño de un equipo aparentemente en desventaja en el papel seguiría fajado por llegar a la serie final, luego de toda una trayectoria de aprendizajes, ajustes, frustraciones y empeños obstinados, aquel novato se haya convertido en parte esencial de la historia del equipo y aparecido como el sustituto inesperado de Tim Tolman en la serie final de la temporada de 1995-96 ante un crecido equipo de Cardenales que dominaba esa instancia 3 juegos por uno? Pues ante todos los pronósticos, Machado se plantó ante la responsabilidad y con mucha determinación y temple pero también con mucha sangre fría y dientes apretados, logró controlar todo el remolino de emociones y compromiso que ardía en alguna parte entre la región consciente del cerebro y la zona más etérea del corazón, desde allí Gregorio Machado empezó a gestar la alineación que intentaría lo imposible a partir de aquel agonizante quinto juego. Entonces tuvo las agallas para sentar a Álvaro Espinoza y pasar a Eddy Díaz al campo corto para poner en la intermedia al joven Carlos Tapón Hernández , además de subir a José Francisco Malavé al quinto turno desde donde tuvo oportunidad de largar aquel inolvidable jonrón, mientras bajaba al sexto al bateador designado, que ese día fue Tyronne Woods; por otro lado supo manejar adecuadamente el bull pen al sustituir a Rich Loiselle con Ifraín Linares, quien limitó a Cardenales a una carrera en 1.1 innings luego de haber marcado 5 en los tres primeros episodios, entonces trajo a Manuel Barrios quien recibió otra anotación pero se mantuvo par de entradas lo cual le permitió apuntarse el triunfo, y remató con Melchor Pacheco, Oscar Henríquez y Dave Evans para completar el triunfo 8-7 que pondría la serie 3-2.
_________________________________________En el sexto juego Machado mantuvo a Eddy Díaz como abridor de la alineación pero lo pasó al jardín derecho, regresó a Álvaro Espinoza al campo corto y lo ubicó como quinto bate detrás de Luis Raven (bateó de 5-3 con 2 empujadas) y bajó a Malavé al sexto turno quien bateó de 6-2 con 4 remolcadas y 2 anotadas; luego supo incluir a Richard Hidalgo por Díaz, Carlos Guillén por Espinoza y Raúl Chávez por Clemente Álvarez, para reforzar la defensa hacia el final del partido que ganó Juan Francisco Castillo en trabajo completo mientras Magallanes igualaba la serie a tres juegos.
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Para el juego decisivo, pasó a Díaz al jardín izquierdo manteniéndolo como abridor de la alineación, introdujo a Andrés Espinoza como inicialista y sexto bate en sustitución de Alejandro Freire. Supo sacar a Juan Carlos Pulido luego de algún parpadeo en el séptimo tramo, y cuando Oscar Henríquez concedió dos boletos seguidos para empezar el octavo, recurrió a Dave Evans quien contra viento y marea logró lanzar los dos episodios finales inmaculados para alcanzar un título impensable 96 horas antes.
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Hizo falta un conocimiento, un dominio de la escena, una arqueología del equipo que solo tenía Machado, integrante constante y dedicado de una historia que no debe pasar desapercibida, porque luego castiga a los gerentes deportivos que pretenden pasar sobre ella, olvidando el significado y el tremendo valor de un personaje que hizo escuela, constancia y metodología, eso pasa factura, porque el fantasma de ese personaje aparecerá todas las noches que se pierda un juego por falta de conocimiento de la estructura del equipo, de la naturaleza de los peloteros, del empeño por buscar la mejor configuración del equipo a lo largo del juego y aún después de las victorias porque solo manteniendo la humildad después de estas se puede evitar muchas derrotas. Ese es el asistente de banca que los Navegantes del Magallanes han extrañado en medio de los juegos y luego de cada derrota de esta temporada 2019-2020.
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Alfonso L. Tusa C. 07 de diciembre de 2019. ©
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