Siempre recordaré la noche del 14 de julio de 1970. Papá me había enviado a la cama por enésima vez. Lo disputado del Juego de las Estrellas hizo que accediera a mis solicitudes para que me dejara otro rato más. Pero cuando el juego se empató en el noveno inning Papá me llevó personalmente al cuarto. La presencia de Luis Aparicio, Ray Fosse y Clarence Gaston en el juego me hizo regresar a la sala. La intensidad del juego me permitió asomarme detrás del sofá sin que Papá se diera cuenta. Así llegó el cierre del duodécimo inning. Luego de 2 outs, Pete Rose y Bill Grabarkewitz sonaron sencillos ante Clyde Wright. Papá volteó y encogí el cuello detrás del sofá. Jim Hickman soltó una línea al centerfield. Rose dobló como bólido por tercera. Fosse se cuadró delante del plato a esperar el tiro de Amos Otis. Rose chocó contra Fosse y lo hizo dar varias vueltas de carnero. La Liga Nacional venció 5-4. La impresión del choque me hizo gritar. Papá notó mi presencia y salí corriendo hacia el cuarto donde me lance con todo sobre la cama. Varios años después me enteré que Fosse continuó jugando el resto de la temporada. Al finalizar la misma se hizo unos rayos X que revelaron fractura en el hombro. He sabido de otros juegos de Estrellas vibrantes como el de 1955 cuando Stan Musial dejó en el terreno a la Liga Americana con cuadrangular ante Frank Sullivan en el inning 12 para ganar 6-5; o el primero de 1961 cuando Roberto Clemente conectó el hit de oro ante Hoyt Wilhelm en el décimo inning para que ganara la Liga Nacional 5-4, o el de 1967 que decidió Tany Pérez con jonrón en el décimoquinto episodio con vuelacercas ante Catfish Hunter para un triunfo 2-1 de la Liga Nacional, o el jonrón de Hank Blalock en el octavo inning del juego de 2003 para darle la victoria 7-6 a la Liga Americana. Ninguno como aquel de 1970.
Alfonso L. Tusa C.
sábado, 7 de julio de 2007
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