martes, 20 de septiembre de 2011

La escalera de Pablo

Aquella mañana había una muchedumbre ante los ascensores del centro
comercial. Me urgía subir al quinto piso para asegurar una buena
ubicación en el orden de llegada. Cada diez segundos doblaba la lengua
para sentir el filo de la muela fracturada, semejaba los colmillos de
un lobo hambriento. De paso hacia el consultorio leí de soslayo el
titular de las páginas deportivas. “Pablo Sandoval batea la escalera”.
En medio de la cinética de mis pies, varias imágenes pintaron una
acuarela surrealista en mis remembranzas. Vi a Kung Fu Panda
trastabillando entre segunda y tercera base, parecía difícil que
llegara pero había un brillo retador en sus pupilas. También apareció
un crepúsculo cumanacoense. Papá me llamó. Necesitaba ajustar el reloj
del anuncio publicitario. Escondí el radio transistor tras la paila de
las siemprevivas del jardín y tragué saliva unas diez veces. En el
horizonte de la pintura un ser mitológico mitad César Tovar, mitad
Pete Rose llegaba de cabeza a la antesala para lograr un triple.
En la sala de espera pedí prestado un periódico. “San Francisco 8 -
Colorado 5. 15 de septiembre 2011. Quinta victoria seguida. Los
Gigantes evitan que Arizona se acerque más al título de la división
oeste de la Liga Nacional. Sandoval es el vigésimo quinto Gigante y el
cuarto venezolano que batea la escalera. Cuando el Panda vio a Carlos
González estrellarse contra la pared supo que tenía oportunidad de
completar la escalera y apretó la marcha. ‘Cuando vi que se cayó,
corrí con toda la fuerza de mis piernas. A medio camino entre primera
y segunda supe que tenía la posibilidad de hacerlo’. Llegó a tercera
de cabeza con el triple que martillaba el escalón faltante de su
primera escalera”. A la distancia oía mi nombre. Mis ojos formaban
parte de un chispero incandescente adheridos al periódico.
Papá ubicó la escalera de aluminio bajo la publicidad de la empresa
de seguro. Me señaló una pequeña caja gris y subí hasta ella. Había un
reloj con varias escalas y un botón escarlata. “Coloca la aguja grande
en las 7 horas y la pequeña en los 10 minutos”. Cuando estaba a dos
escalones del piso, Papá se pasó el pañuelo por la frente. “Tienes que
volver a subir y apretar el botón rojo”.
Salté sobre la grama de lochas y corrí a la misma intensidad con que
se corre de segunda a tercera en búsqueda de un triple. Saqué el
radio de entre las siemprevivas. Justo en el limonero del pasillo
posterior del jardín logre sintonizar. “We’re almost ready to start
tonight’s game at Metropolitan Stadium on September 19th, 1972…” A
medida que subía el radio, mejoraba la recepción. Empecé a monear el
limonero. En la quinta rama todavía había chisporroteos de aceite
caliente. Cuando desaparecieron las interferencias estaba sobre las
piedrecillas que cubrían el asfalto del techo de la casa. El ardor de
las espinas en la cara y las manos apenas llegaba a caricia ante la
corneta del transistor. “…the ball is at the bottom of right center
field alley. Cesar Tovar touches second base and keeps running. Here
it comes the ball and it’s a three base hit for Tovar…what an excitant
player…”
Me levanté para ir al baño y noté ciertas sonrisas irónicas de la
secretaria y los otros pacientes. “Los cuatro imparables los bateó
ante su compatriota Jhoulys Chapín. ‘Le dio a todo lo que le lancé. El
jonrón fue con una recta. El sencillo ante un cambio. Y el doble
contra una pelota baja y afuera, sólo le puso el bate y la colocó por
la banda contraria’”. De regreso volví a escuchar mi nombre y varias
risas ahogadas.
El tornasol del crepúsculo dio paso a una oscuridad atravesada de
estrellas que hacían palidecer las luces artificiales. El juego llegó
al cierre del noveno inning Texas 3 – Minnesota 3. Cuando escuché
desde la esquina del hospital, que venía a batear Tovar con un hombre
en base, las suelas de mis zapatos apenas rozaban las piedrecillas. El
aroma de las hojas de limón impregnaban la noche. “…going…going…it’s a
walk off home run for Cesar Tovar. The Twins beat the Rangers 5-3…
What a way to complete the cycle..”
Mientras leía que Sandoval se unía al receptor de Milwaukee, George
Kottaras como el segundo pelotero que batea la escalera en 2011, la
secretaria se me acercó. “Señor ¿no se va a ver con la doctora? Ya han
pasado dos personas que llegaron después de usted..”
“Hijo, tengo como media hora llamándote para cenar ¿Qué oyes?”. Papá
asomaba su rostro a ras del techo. El olor de papas fritas con ajo se
mezcló con la alegría de saber que Tovar había bateado la escalera en
Grandes Ligas. Solo cuando puse los zapatos en el primer tramo de la
escalera de aluminio, respondí. “Un juego de pelota, Papá”.

Alfonso L. Tusa C.

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