Ver a Terry Francona bajar la cabeza y descender los escalones hacia el club house de los Medias Rojas de Boston en Camden Yards, luego de perder el último juego de la temporada y toda oportunidad de ganar el comodín de la campaña 2011; me hizo regresar a una noche de octubre de 2004. Los Yanquis maceraban a los patirrojos 3 juegos a cero en la Serie por el Campeonato de la Liga Americana. Me preparaba a coleccionar una nueva desilusión cuando apareció aquel robo de base de Dave Roberts, aquel batazo de Bill Mueller. Roberts había entrado a correr por Kevin Millar quién había iniciado el cierre del noveno con boleto. Tres o cuatro veces Rivera intentó sorprender a Roberts en primera. Eso acicateó al corredor a salir con el primer envío hacia el plato y llegó con vida a segunda base. Si habían logrado aquello ante el gran cerrador Mariano Rivera en el noveno episodio de aquel cuarto juego. ¿Por qué no soñar con la victoria? Los innings pasaban y el empate persistía y con él la agonía de que todo terminara con algún batazo atravesado de los implacables Yanquis.
En los momentos más aciagos de aquel noveno episodio, Francona permanecía imperturbable. De brazos cruzados pero con la mirada firme entre el campo de juego y el dugout. Cuando Roberts llegó a segunda, Tito casi sonrió desde su esquina del dugout. Cuando la pelota salió indetenible del bate de Mueller, Tito agitaba los brazos sobre su cabeza como si fuese el coach de tercera base. Desde la oscuridad de la sala respiré profundo con los brazos entumecidos de tanto nadar sobre la silla de extensión, podía sentir todo el vapor concentrado sobre el plato y el dugout de los Medias Rojas.
En el undécimo episodio a Francona no le tembló el pulso para traer a Mike Myers y Curtis Leskanic a controlar un intento de rebelión de los bombarderos del Bronx y lo consiguió como lo había hecho al traer a Mike Timlin en el sexto, Keith Foulke en el séptimo y a Allan Embree en el décimo tramo.
Para el cierre del duodécimo episodio David Ortiz vino a batear con Manny Ramírez en primera luego de batear sencillo ante Paul Quantrill. Para ese momento me parecía que el juego iba a durar una sumatoria de eternidades. Por eso cuando salió aquel trancazo que se hundió en la oscuridad del right field grité sin voz y salté sobre las rodillas hasta la última repetición.
Regresar de un 0-3 en una serie de campeonato era tarea poco menos que impensable, más aún cuando se jugaba ante los implacables Yanquis de Nueva York. Aquella noche sentí en la celebración de los Medias Rojas y en el paso de Tito hacia el clubhouse que algo había cambiado, que iba a ser otro el equipo patirrojo que saltaría al terreno. Por eso para el lunes 18 de octubre de 2004 me planté frente al televisor desde las 6 de la noche. Mike Mussina versus Pedro Martínez. Sería otro juego durísimo, aunque Boston salió adelante 2-0 en el primer inning. Los bombarderos pasaron adelante con tres anotaciones en la apertura del séptimo. Tito trajo a Mike Timlin a relevar en el séptimo y luego a Keith Foulke en el octavo, así mantuvo el juego 4-2, hasta que David Ortiz se la sacó a Tom Gordon para empezar el cierre del octavo. Kevin Millar negoció otro boleto y Francona volvió a traer de emergente a Dave Roberts quien llegó hasta tercera con imparable de Trot Nixon. Joe Torre trajo a Mariano Rivera y Jason Varitek empató el juego con elevado de sacrificio. La batucada de la noche anterior tenía una segunda parte que sonaba más duro, quería irme por un momento al baño para bajar la tensión pero la intensidad del juego no me dejaba.
Los Yanquis amenazaron con doble por reglas de Tony Clark que llevó hasta tercera al corredor Rubén Sierra en el inicio del noveno inning. Allí empezaron mis periplos desde la sala a la cocina. Tito trajo a Bronson Arroyo a relevar en el décimo episodio. En el cierre de ese tramo Doug Mienkiewicz destapó doble y llegó hasta tercera sin poder anotar. Francona relevó con Mike Myers y Allan Embree en el undécimo y logró contener la batería yanqui. En el undécimo nuevamente las emociones llegaron a mi asiento cuando Boston puso hombres en primera y segunda sin outs pero Esteban Loaiza vino a relevar con un out y obligó a Orlando Cabrera a roletear para dobleplay.
Tim Wakefield vino al montículo en la apertura del duodécimo y recibió imparable de Miguel Cairo quién pasó a segunda por error de Manny Ramírez y allí se quedó.
Abriendo el decimotercero Jason Varitek, quién normalmente no le recibe a Wakefield, cometió tres “passed balls”, pero los Yanquis se quedaron atascados en segunda y tercera.
Loaiza estaba lanzando muy bien. Yo pensaba que ibamos a pasar toda la noche fajados en ese juego, pero en el cierre del décimocuarto episodio, Johnny Damon y Manny Ramírez negociaron boletos y David Ortiz vino a batear con 2 outs. Me levanté y froté las manos hasta que casi salió fuego de mis dedos. El héroe de la noche anterior se metió en un turno de leyenda y al décimo envío metió una línea hacia el center field que me hizo saltar con la silla en el hombro cuando Damon cruzó el plato para decretar la victoria 5-4 y poner la serie 2-3. Se vio a Tito caminar con decisión hacia el club house. Todavía me pellizcaba para obligarme a creer lo que estaba ocurriendo y lo que ligaba que ocurriera en los próximos dos encuentros.
Alfonso L. Tusa C.
sábado, 29 de octubre de 2011
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