viernes, 20 de noviembre de 2015
La muerte de Mike Flanagan, gran pitcher de los Orioles, deja sombra de duda.
Un año después del suicidio del antiguo Oriol, la esposa describe su larga pelea con la depresión.
18-08-2012. Dan Rodricks
“¿Alguna vez viste a Mike cuando venía del montículo después de un buen inning?”, pregunta Alex Flanagan, viuda del inquilino del Salón de la Fama de los Orioles quién cometió suicidio hace un año. “Él siempre tenía la cabeza gacha”.
Eso provoca una memoria vívida del No. 45, el pitcher inteligente quien estudiaba todo y burló a muchos de los 11.684 bateadores que enfrentó en 18 temporadas de ligas mayores. Él era el zurdito de cabello largo con bigote quien ganó el premio Cy Young de la Liga Americana en la temporada de Serie Mundial de los Orioles en 1979. Él era muy reflexivo en el montículo, y Alex tiene razón sobre la conducta de Mike durante su caminata hacia el dugout después de la mayoría de sus 2770 innings: cabeza gacha, serio, ponderando lo que había hecho bien o no tan bien.
Tal vez era modestia, o una manera taciturna que había desarrollado en su nativa Nueva Inglaterra. Pero tal vez Mike era reservado y lleno de dudas, también.
“La mayoría de las personas no lo creerán”, dice Alex, en su primera entrevista desde la muerte de su esposo, “pero pienso que Mike nunca creyó en si mismo. Él se sentía como una falla. Y había momentos cuando se odiaba y sentía que era una farsa, que solo había tenido suerte…Él era autodestructivo con su humor, eso era parte de su encanto, pero eso era un disimulo de la inseguridad”.
Quizás exageramos con la caminata de la cabeza gacha. Ciertamente, otros pitchers se han manejado de esa manera. Pero considerando como terminó la vida de Mike el año pasado a la edad de 59, con un disparo el 24 de agosto en el terreno de su casa de campo en Baltimore County, todo se hace el objeto de reflexión y preguntas.
Aquellos de nosotros quienes éramos sus amigos, yo fui compañero de pesca de Mike por 20 años, hemos estado tratando de entender, buscando pistas en las cosas que decía y hacía. La persona más cercana a él, por supuesto, era Alex. Ella veía a un Mike Flanagan de duda y dolor que el resto de nosotros no veía.
Él tenía presiones financieras, dice ella, en parte por una ausencia de ingresos estables entre los trabajos como vicepresidente de operaciones de beisbol de los Orioles y como comentarista en las transmisiones de los juegos, eso lo llevó a refugiarse en su ahorros y la pensión de jugador. Él expresó resentimiento por la manera como fue tratado después de perder su trabajo en la oficina principal en 2008. Preguntó si yo quería escribir un libro acerca “el deceso de una gran franquicia de beisbol”, luego dejó la idea en el aire después que empezó a trabajar como narrador de los Orioles en 2010.
Esos asuntos, presiones monetarias y disgustos de carrera, fueron las explicaciones que aparecieron en el momento inmediato posterior a la muerte de Mike. Pero parecieron muy simples.
“El público quería una razón del porqué Mike se mató a si mismo”, dice Alex. “Ellos querían estar al tanto y culpar a algo a alguien. Necesitaban una razón para un acto irracional, y yo lo entiendo porque he pasado por todas estas preguntas”.
Ausente lo que ella llama “una respuesta definitiva para una pregunta imposible”, Alex comparte observaciones acerca de Mike, esperando aportar detalles faltantes. Primero que todo, dice ella, él estaba deprimido, y por mucho tiempo.
“Él solía hablar de las sombras”, dice ella en el recibo de la casa de campo, un par de perros y algunas cajas de embalaje en los alrededores. “Él diría, ‘Algunas veces viene esta sombra a mi vida’, y él no veía nada bueno, solo estas sombras…Él veía el mundo en blanco y negro, sin color”.
Ella dice que Mike vio a un psiquiatra por 20 años, pero le gustaría saber si él y su doctor fueron capaces de identificar la fuente de las sombras.
“Mike siempre quería ser el que le daba las buenas noticias a la gente”, dice ella, sugiriendo que él no había sido cándido con su doctor. “Él nunca quería ser el portador de malas noticias”.
Especialmente de si mismo.
“Mike no hablaba o compartía mucho con nadie, lo cual es lo que yo quería de él más que nada”, dice Alex. “Él nunca fue totalmente capaz de abrirse. Estaba avergonzado de no ser perfecto, tenía miedo de lastimar a alguien”.
De todas la veces que fui a pescar con él, él siempre capturaba más truchas que yo, pero nunca alardeaba, Mike raramente se abría acerca de los problemas, y yo no le preguntaba. Él algunas veces ventilaba bervemente las frustraciones de tratar de hacer a los Orioles una franquicia ganadora otra vez. Él compartió su infelicidad acerca de su estado en la organización después de su paso como vicepresidente. Él expresó molestia y tristeza de que la viuda de Elrod Hendricks, el querido cátcher y coach de bull pen de los Orioles, dijera que el equipo trató a su esposo, amigo de mucho tiempo de Mike, muy pobremente en las semanas previas a su ataque cardíaco fatal en diciembre de 2005.
Pero la mayor parte del tiempo cuando estaba conmigo, Mike era afable y divertido, contaba docenas de historias sobre sus compañeros desde los años ’70 y ’80. Ciertamente nunca mencionó problemas de dinero o ver a un psiquiatra.
Alex regresa a la caminata de Mike hacia el dugout, cabeza gacha, aún luego de ponchar a los tres bateadores del inning. Algo lo perseguía, y ella está convencida que eso tenía que ver con su niñez en New Hampshire.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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