Héctor Benítez Redondo dejó de existir este viernes 17 de junio de 2011. Era uno de los sobrevivientes de aquel equipo que había hecho sonreir a toda Venezuela. Su elegancia con el guante, y su efectividad con el madero fueron los comentarios que más escuché o leí sobre quién conformaba junto a José Antonio Casanova (ss), Dalmiro Finol (2b) y Enrique Fonseca o Guillermo Vento la línea central de aquel equipo venezolano.
En una función del documental “Venezuela al bate” de Carlos Oteyza lo vi a la distancia de una larga fila de personas que esperaba por un autógrafo de quién fuera la génesis o inspiración de jardineros centrales como Victor Davalillo, Raul Pérez Tovar, Juan Francisco Monasterio, Endy Chávez o Franklin Gutiérrez. Traté de acercarme pero la muchedumbre era tal que debí conformarme con una visión panorámica de aquel ídolo que junto a sus compañeros inspiró aquel discurso de Andrés Eloy Blanco: “Pero la radio va anunciando los triunfos, nos dice que un grupo de los nuestros, y no de los que han vivido mejor, sino de los que tienen que correr más detrás de un pan que de una pelota, está imponiendo su músculo y su mente en un concurso con atletas internacionales. Y entonces el que ya va creyendo en la anemia como en un destino, cree en si mismo como en un camino”.
Una página refulgente del beisbol venezolano que siempre brillará en cada atrapada, en cada demostración de su brazo para enfriar corredores, en cada batazo, en su aporte para alcanzar aquel trofeo en La Habana que aun resuena en los pasillos deportivos de la venezolanidad para recordarnos que si nos lo proponemos podemos alcanzar grandes metas.
Descansa en paz Héctor Benítez Redondo, un jardinero central de gran calibre.
Alfonso L. Tusa C.
sábado, 18 de junio de 2011
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