Bob Hertzel. Baseball Prospectus.
Era uno de aquellos días frios de invierno de Ohio, el viento soplaba desde Cleveland, a través de Columbus y hacia Cincinnati, el recuerdo de la Serie Mundial perdida ante los Orioles de Baltimore por la flamante Gran Maquinaria Roja se desvanecía con el paso de los días. Era uno de aquellos días tranquilos en las oficinas del Cincinnati Enquirer, donde cada quién esperaba que 1970 diera paso a 1971.
El correo llegó al departamento en la mañana, pero los reporteros no empezaron a revisarlo hasta mediados de la tarde. Era la época del año cuando llegaban las tarjetas de Navidad, hablamos de los dias previos a las computadoras, las tarjetas estaban hechas de papel y eran firmadas a mano. Una que llegó aquella tarde nos llamó la atención, traía calidos saludos navideños de George Anderson.
¿George Anderson? ¿Quién carrizo es George Anderson? Pensamos todos. ¿Conoces a George Anderson? ¿No? Hablamos del tema por unos 30 minutos y no lo pudimos descifrar.
De pronto, alguien dijo: “Epa, ¿Cuál es el primer nombre de Sparky?” Allí se aclaró todo.
Sparky Anderson, el manager de los Rojos locales, el hombre que había ganado un banderín y 70 de sus primeros 100 juegos como manager de Grandes Ligas había enviado una tarjeta de Navidad, e hizo falta el concurso de los genios de la redacción deportiva, incluyendo al tipo que cubrió los 162 juegos de la temporada, toda la Serie de Campeonato de la Liga Nacional que fue una barrida ante los Piratas de Pittsburgh, y la Serie Mundial, para determinar que él había firmado la tarjeta con su nombre de pila.
Nadie más que su esposa lo llama George. Cuando estás en la intimidad lo último que quieres hacer es llamar “Sparky” a tu compañero de vida. Pero en el terreno de juego el solo podía ser Sparky.
Que magnifico hallazgo fue él para el gerente general Bob Howsam. Qué tal si él saludara con un encabezado que dijera “¿Sparky quién?” cuando llegara a la ciudad y que tal si hubiese desteñido su prematuro cabello gris porque en su tonalidad natural se parecía a Casey Stengel más que cualquier otro tipo de 36 años que se le asemejara.
Él fue la pieza perfecta para un equipo que estaba a punto de convertirse en uno de los más grandes del béisbol, un hombre que desarmaba a los medios con su propia versión del lenguaje inglés, uno que era parte Stengelista y el resto puro Sparky.
Por casi una década encontró la forma de mantener enfocado a un grupo de jugadores que eran tan buenos que ganar podría haberse convertido en algo fastidioso, de dirigir para permitir que Johnny Bench y Pete Rose y Joe Morgan y Tany Pérez coexistieran en el mismo clubhouse, siendo cada uno una superestrella, cada uno con un carrera del Salón de la Fama.
Él sabía como manejar al a veces temperamental David Concepción, dejaba que algunos de los personajes más difíciles del béisbol como Clay Carroll, Pedro Borbón, Bernie Carbo y Rawly Eastwick hicieran lo que querían mientras les exprimía lo que él quería que hicieran en el terreno sin que se dieran cuenta que los estaban exigiendo. Todo ese tiempo el fue sólo Sparky.
Su carrera como jugador activo dejó algo codiciado, ese algo sería un hit ocasional. Él era el peor jugador del peor equipo del béisbol, duró una sola temporada en las Grandes Ligas, jugó para Eddie Sawyer y los Filis de Filadelfia de 1959.
Disfrutaba al recordar la reunión con Sawyer antes de empezar los entrenamientos primaverales, reunió a su equipo alrededor de él en el centro del diamante y les dijo que eran el peor equipo del béisbol.
“Imagínate que el manager te diga que perteneces al peor equipo del béisbol y aún no has jugado ni un partido”, Anderson se maravillaba.
Cuando el año de Anderson en las Grandes Ligas finalizó, él había troquelado su nombre en los libros de records, para el momento poseía el promedio de bateo más bajo con .218 y había coleccionado la menor cantidad de imparables de cualquier jugador que hubiese jugado 150 o más juegos en una temporada. Esto fue un record hasta que Dal Maxvill, el short stop buen guante, bate nulo de los Cardenales de San Luis, tuvo una temporada peor para robar el trueno de Anderson. Pero a Sparky Anderson le gustaba decir que él había hecho algo que Maxvill nunca hizo.
“Le bateé un doble contra la pared a Sandy Koufax”, adoraba cantar Anderson.
Él no lo dijo, pero pudo haberlo dicho, usted puede comprobarlo. Yo lo hice, y comprobé que el 24 de agosto de 1959, Sparky Anderson le bateó un doble a Koufax en una derrota 8-2. De lo que Anderson evitaba hablar era que Koufax todavía no era el pitcher que dominaría el béisbol, aquel año tuvo marca de 8-6 con efectividad de 4.05. Por supuesto, considerando que Anderson nunca bateó otra pelota contra la pared ante ningún otro pitcher y terminó con un total de 12 extrabases, ninguno de ellos jonrón, fue un logro digno de Hércules alcanzado por un bateador liliputiense.
Tratar con Anderson como manager era una delicia. No era que cubrir a los Rojos fuese una nulidad en temas de que escribir, todo lo que había que hacer era caminar hacia él:”Epa, Spark, necesito una historia para un dia libre”, y el llenaba el salón con los cuentos de su única temporada en la Gran Carpa.
Como podía haber desperdicio al escribir de la “Dalton Gang” la cual tomó al joven novato a su cuidado…no era que eso fuese una gran cosa. La Dalton Gang de los Filis de 1959 obtuvo ese nombre porque funcionaba de noche y siempre se metía en problemas.
Los aficionados de hoy se han olvidado de Dick Farell, quién era el Turk, Jim Owens, conocido como el Bear (Oso), y Seth Morehead, quién fue reemplazado, luego que fuese cambiado el próximo año, por Jack Meyer, apodado el Bird (Pajaro) mucho antes de que alguién supiera de Mark Fidrych. Este era un grupo de grandes afectos, vida salvaje y mucha bebida, que usaba pantalones de béisbol.
Las historias de Anderson de cómo ellos rompieron todos los espejos una noche en un hotel de San Francisco eran interminables, y de cómo Farrell, quién se convertía en un espíritu cruel cada vez que perdía, rompió un espejo en un bar de Milwaukee, luego explicó: “Miré en el espejo, no me gustó lo que vi, por eso le di un puñetazo”.
Una noche, después que ellos golpearon al empleado de un bar, el gerente general John Quinn los multó por “estar no sobrios”, lo cual fue un maravillosos eufemismo.
Tan sorprendente como aún parece, Anderson dirigió a los Rojos hasta 1978 cuando cometió el pecado de terminar segundo, al ganar “sólo” 92 juegos. Descubrir que lo habían despedido fue una historia en si misma, yo había llamado a Anderson en aquella vacación para tratar un asunto totalmente distinto, hablé con él alrededor de 20 minutos.
Él nunca habló que se había reunido temprano aquel día en un hotel de Los Angeles con Dick Wagner, la mano derecha de Howsam, y lo habían despedido. Pero me dí cuenta de eso cuando hablaba del equipo, se mantuvo llamándolos “ellos”.
Al colgar el teléfono, les dije a los que estaban en la oficina, “No me van a creer esto, pero pienso que Sparky fue despedido”.
Resultó que él no estaba acabado como manager. Se unió a los medios y los fanáticos de los Tigres de Detroit por 17 años más, ganó 1331 juegos más para terminar una carrera de Salón de la Fama con 2194 victorias. Eso es una gran cantidad de juegos ganados, pero creanlo o no, el fue un ganador más grande como persona.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
viernes, 17 de junio de 2011
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