sábado, 16 de julio de 2011

El libro de Dick Williams.

Chad Finn. The Boston Globe. 12-07-2011.

Cada vez que debo limpiar el garaje o el ático o algún otro sitio lleno de telarañas y probablemente infectado de tarántulas en nuestro hogar, siempre encuentro un gran libro deportivo, como el reciente descubrimiento de uno que se había perdido.
Nunca estoy convencido de porqué compré esos libros, más allá de la usual obsesión deportiva que me llevó a comprar y leer otras joyas literarias como “Nails”, en el cual Lenny Dykstra demostró que es posible “escribir” más libros de los que hayas leído. Pero siempre recuerdo donde los compré. Ellos proceden de una vieja librería de ofertas de Cook’s Corner en Brunswick, Maine. Aunque el nombre del lugar se me escapa (¿Tal vez sea Nonesuch Books?), disfrutaba mucho el lugar y normalmente entraba ahí una o dos veces para llevarme algo de vuelta a casa cuando venía de la Universidad. La mayoría de los libros no valían el dólar o el par de dólares que costaban, pero para un aspirante a periodista deportivo eran una joya, y de vez en cuando alguno brillaba como oro puro.
Sobre mi escritorio está una de esas gangas entre las gangas: “No more Mr. Nice Guy: A Life of Hardball” by Dick Williams y Bill Plaschke. (No, no está escrito en párrafos de una oración). Es una memoria de uno de los principales managers de la historia del béisbol moderno, un inquilino del Salón de la Fama quién ganó dos Series Mundiales con los Atléticos de Oakland a comienzos de los años ’70, dirigió algunos equipos talentosos de los Expos de Montreal más adelante aquella década, y hasta llevó a los Padres de San Diego a la Serie Mundial de 1984. “(Esta mañana, Chris Jaffe en el Hardball Times hizo una mirada completa de los logros vitalicios de Williams)
Por supuesto, en esta esquina del universo beisbolero, sólo una línea, un año, una temporada de su impresionante currículo, importa. Como el maestro mental del dugout de los Medias Rojas de 1967, el irascible Williams fue más responsable que cualquiera, incluido Yaz, de sacudir el letargo y el estoicismo de la gestión de Tom Yawkey y hacer de la temporada del Sueño Imposible una realidad. Tuvo toda la razón cuando dijo que ganarían más de lo que perderían. Como los Grandes y Malos Bruins (el equipo de hockey de Boston), los Medias Rojas de 1967 son los héroes eternos de los fanáticos deportivos de Boston de cierta generación, el equipo que hizo posible todo lo que vino después. La muerte de Williams el pasado jueves 07 de julio de 2011, a los 82 años, fue un sombrío recordatorio de cuanto tiempo ha pasado desde aquella gesta y también trajo reminiscencias de un verano inolvidable en Fenway.
Más tarde aquella noche de jueves, saqué el libro de Williams, publicado en 1990, de un estante de la oficina de mi casa y empecé a hojearlo. Es una memoria sobresaliente para cualquiera, más allá de la figura deportiva, Williams se presenta como un gruñón agradable, divertido, terco, políticamente incorrecto, brillante. En otras palabras, como siempre era percibido. Pero es su candor sobre los jugadores famosos que dirigió, y con los que tuvo encontronazos en algún momento, lo que hace de este libro una lectura divertida.
Solo expresa elogio y admiración por Nolan Ryan, quién jugó para él con los Angelinos, o Tony Gwynn, quién subió al equipo grande de los Padres durante la estadía de Williams. Muchos de sus otros jugadores no fueron tan afortunados. Considere esto una edición especial del programa Nueve Innings, con nueve comentarios del libro de Williams sobre aquellos que jugaron para él. Podría haber listado 90.

1.- Sobre haberle quitado la capitanía a Carl Yastrzemski al asumir como manager: “Tal vez pude haberlo hecho con más gracia. Tal vez Yaz y yo hubiésemos tenido un mejor comienzo si lo hubiera llamado a mi oficina para pedirle que renunciara como capitán. Si, y tal vez debía preguntarle a cada quién en el equipo en cuantos juegos quería participar. Y tal vez habría durado sólo seis meses en Boston. Y habría recuperado mi condenada sala de estar. Al demonio con la gracia. Quería victorias… De todas formas Yaz no tenía las características ni el entusiasmo para ser cacique, pero podía ser un tremendo Indio. Y yo necesitaba a ese Indio”.

2.- Sobre Jim Lonborg, el eventual ganador del Cy Young de la Liga Americana en 1967, al probar su valor a Williams durante el juego del 21 de julio contra los Yanquis al darle un bolazo a Thad Tillotson, quién había golpeado a su compañero Joe Foy temprano en el juego: “Para Lonborg, estaba empezando la temporada de su vida. En ese incidente me probó a mí y al resto de la liga que no iba a ser otro muchacho talentoso lleno de miedo. Al no temblarle el pulso para lanzar adentro”.

3. Sobre cierto comentario en referencia al primera base George Scott: “Scott era un tipo agradable con un problema de peso, en su barriga y en su cabeza. Una vez dije, ‘Hablar con él es como hablar con un bloque de cemento’. Todos pensaron que estaba bromeando, hasta Yaz le dijo a alguien que era un chiste cruel. Pero no era una broma. Lo dije en serio”.

4. Sobre Tony C. “Al final él regresó (de su trágico pelotazo en el ojo en 1967) y yo estaba muy feliz por él, tanto como estuve profundamente afligido por su ataque cardíaco varios años después y por su muerte a comienzos de los ’90. Pueden decir lo que quieran, pero el tipo era un fajador. Al cruzar esas líneas de cal, no había nadie que jugara con más intensidad que él, así lo demuestra el año de su gran regreso. Él era un fajador y yo también, por eso probablemente tuvimos tantos enfrentamientos verbales. No estoy seguro de quién obtuvo lo mejor del otro, pero sé que al haber tenido a Tony Conigliaro fajándose ahí todos los días, el béisbol fue el ganador”.

5.- Sobre los Angelinos de 1975, que solo batearon 55 jonrones en toda la temporada: “Estos Angelinos estaban afectados por varias cosas, comenzando con lo que los reporteros aburridos llamaban un infield incubadora. Por supuesto, eramos jóvenes: el primera base Bruce Bochte estaba en su segunda temporada, el segunda base Jerry Remy era un novato, el campocorto Orlando Ramírez estaba en su segunda temporada, el tercera base Dave Chalk estaba en su segunda temporada completa. No me hubiera importado que su total combinado de jonrones fuese solo de siete, o que ninguno de ellos bateara más de .285 o empujara más de 82 carreras. Podía haber vivido con eso si hubiese visto una esperanza de mejoría en el futuro cercano. El problema era que solo uno de ellos, Remy, mejoró bastante. Era obvio que mis Angelinos eran los Peter Pan del béisbol, simpáticos chicos que nunca crecerían”.

6. Sobre Reggie Jackson y los Atléticos de Oakland de principios de los ’70 que ganaron tres Series Mundiales corridas, dos dirigidos por Williams: “El clubhouse tenía tres líderes. Reggie, (Sal) Bando, y Catfish (Hunter). Reggie era el tipo de los pulmones, la voz principal. Su constante habladera le daba a sus compañeros algo de que reirse y mantenerse unidos, lo mejor era que aquello era un acto. Lo sabía, porque yo solía ser el misto tipo de actor. Reggie realmente era talentoso pero muy sensible e inseguro. En otras palabras, si atravesabas sus embestidas, podías encontrar a un tipo que jugaría su condenado mejor béisbol para ti”.

7. Sobre los Expos de Montreal y su maravilloso trío de jóvenes jardineros de finales de los ’70, Andre Dawson, Warren Cromartie y Ellis Valentine: “Siempre mencionaré a Dawson de primero, porque era la tercera opción de todos. De los tres, él siempre fue el aprendiz lento, el que necesitaba trabajar más y no avanzaba mucho. Nuestros scouts se sentaban y se les llenaba la boca de espuma hablando de la habilidad natural de Valentine y del bate increíble de Cromartie. ‘Y’ ellos siempre decían, ‘siempre hemos tenido a Dawson’. Como si Dawson no perteneciera al mismo discurso. Ya saben lo que pasó. Podían haberse perdido de la escena beisbolera por un rato y aún saber lo que pasaría. Dawson, trabajando todos los días… se convirtió en un futuro guante de oro y Pelotero Más Valioso y unos de los embajadores principales del beisbol”.

8. Sobre Mark Langston, a quién Williams acusó de pedir que lo sacaran de los juegos cuando él dirigía en Seattle: “Percibí a Langston como siento todo el béisbol. Lo percibí finalmente cuando le costó un banderín a los Expos de Montreal a finales del verano de 1989 al colapsar en sus próximas salidas. Sin agallas. Cualquiera puede lanzar para un perdedor, lo cual Langston hacía muy bien con los Marineros antes de llegar yo. Pero dejanos a verte lanzar para un ganador. Esa es la señal de un verdadero competidor, lo cual Langston no es…Vamos Langston. Te quiero ver lanzar para un ganador. Déjanos verte ser un ganador”.

9. Sobre Bill Lee, a quién Williams dirigió como novato con los Medias Rojas y después en Montreal: “Una vez cuando necesitaba que Lee lanzara, llegó al clubhouse lleno de heridas y cortadas, parecía que acababa de hacer una pelea de diez rounds. Me dijo que un taxi lo había arrollado mientras trotaba. Le pregunté como había hecho para llegar así hasta el clubhouse. El taxista asustado lo había llevado. Lee dijo que hasta le dio una propina. Traté de controlarme antes de decirle que no iba a jugar. Más adelante en aquella temporada, durante una gira, lo ví trotando cerca de una marina y le grité: “Ten cuidado, no vaya a ser que uno de esos barcos salte y te arrolle”.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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