Merece cada uno de los homenajes que le han rendido desde su fallecimiento.
Terence Moore. MLB.com
Él era original y encantador. Ya era una persona del Salón de la Fama antes de convertirse en manager inquilino de ese lugar. Merece toda la atención póstuma que está recibiendo. Conozco mucho de George “Sparky” Anderson porque pasé años estudiando su escalada desde el anonimato beisbolero hasta el estrellato deportivo.
Primero, fui discípulo de la Gran Maquinaria Roja de Anderson, y vivía en Cincinnati cuando él llegó en la temporada de 1970 con el encabezado de un periódico local que decía “¿Sparky quién?”. Después, tuve que ver con Anderson a menudo como periodista deportivo del Cincinnati Enquirer y otros periódicos a través de su espléndido viaje a Cooperstown con los Rojos y después con los Tigres de Detroit.
Así, que aún cuando han transcurrido casi ocho meses desde la muerte repentina de Anderson a los 76 años, aquellos quienes fuimos tocados por este genio de cabello plateado con una sonrisa agradecida y la destreza de las personas inteligentes, deseamos celebrar su vida por tanto tiempo como sea posible.
En particular, los Tigres se están uniendo a los Rojos para tratar de mantener ardiendo la chispa en una llama eterna entre los aficionados al béisbol y allegados. Tiene sentido para ambos equipos. Por nueve temporadas, Anderson llevó a los Rojos a cuatro banderines de la Liga Nacional, cinco títulos divisionales y dos Series Mundiales. Luego pasó 17 temporadas en Detroit, donde se convirtió en un símbolo para una franquicia que tiene muchos. También logró una Serie Mundial con los Tigres y ganó dos veces el premio al Manager del Año en la Liga Americana.
Nadie se pregunta porqué las lágrimas fluyeron con tanta facilidad el domingo 26 de junio de 2011 en Detroit, donde los Tigres hicieron una ceremonia a la memoria de Sparky en Comerica Park antes de su juego ante los Cascabeles de Arizona. Los Tigres retiraron su número 11, y lo hicieron mientras transmitían un video en homenaje a Anderson, también contaron con la presencia de sus tres hijos para hacer los lanzamientos iniciales del juego.
Los Rojos comenzaron su serie de homenajes a Sparky en marzo en su campamento de entrenamientos primaverales de Goodyear, Ariz. Pasaron un video de Anderson en sus días con los Rojos, y luego guardaron un momento de silencio. También empezaron a usar una etiqueta que dice “Sparky”, en la manga derecha de sus uniformes. Y los homenajes siguen. Además, pintaron el número 10, que Sparky usó con ellos, sobre la grama de la línea de tercera base en Goodyear.
Pocas semanas más tarde, los Rojos exhibieron su video de Sparky el día inaugural en Cincinnati, y hubo otro momento de silencio. Un mes después de eso, los Rojos regalaron a los aficionados estatuillas de bronce de Anderson en un juego en casa ante los Cardenales de San Luis. La promoción ocurrió el dia de cumpleaños de Tany Pérez, uno de los tres grandes miembros de la Gran Maquinaria Roja que acompañan a Sparky en Cooperstown.
Las anécdotas de Sparky emergían por todos lados en Cincinnati, lo propio ocurrió el domingo 26 de junio en Detroit. Nadie superó al manager de los Tigres Jim Leyland, quién habló de Anderson para Detroit News. “Él era toda una personalidad. Tenía el cabello blanco a los 35 años. Siempre llamaba la atención. Era un tipo carismático. Fue el Casey Stengel de los ’70 y los ’80 y fue un ganador. Es muy lamentable que no esté aquí para ver esto”.
Leyland recordó el primer entrenamiento primaveral de Anderson como manager de Grandes Ligas en 1970 con los Rojos. “Él tenía a Rose, Bench, Morgan, Pérez y todos los tipos de aquella alineación y le dijo al equipo, ‘Miren, estos son los muchachos que van a jugar, ellos son los que van a ganar para nosotros. Ustedes, los otros muchachos prepárense para el viaje y disfrútenlo”.
Él hablaba en serio, por cierto, y eso funcionaba (observen la Gran Maquinaria Roja de Anderson, dueña de más victorias que cualquier equipo durante los años ’70). Pero para los que no se llamaban Rose, Bench, Morgan y Pérez en aquellos Rojos, Anderson era considerado enemigo de la igualdad de oportunidades.
Ellos decían que él jugaba con sus peloteros favoritos.
A lo cual Anderson ladeaba la cabeza, respiraba profundo y se mantenía leal a sus convicciones.
A pesar de eso, Anderson nunca fue beligerante. Y, hablando de nunca, él nunca recibió premio alguno de Manager del Año en la Liga Nacional con los Rojos. Era considerado un manager de apretar botones. En sus días con Detroit, una vez Anderson me dijo que su trabajo más difícil en Cincinnati no era decidir cuan rápido sacar a un pitcher abridor, lo cual fortalecía su apodo de Capitán Garfio, sino tratar de evitar que explotaran los grandes egos en el clubhouse de los Rojos. Anderson dijo entonces: “Créeme, no existía ningún cariño espontáneo entre esos tipos”.
Leyland añadió: “Mucha gente no cree eso, pero es la verdad. Si eres manager y ganas y le gustas a los medios, entonces hiciste un gran trabajo y eres un gran manager. Si eres manager y ganas y no le gustas a los medios, entonces tienes buenos peloteros”.
“Así son las cosas. Ahí era donde Sparky era grande. Si, el tenía grandes peloteros, pero era muy exigente manejar la Gran Maquinaria Roja. Había muchos nombres grandes, grandes estrellas en ese equipo. Eso era lo que me impresionaba de Sparky, la manera como enfrentaba aquel escenario”.
Al final del día, Anderson era respetado hasta por muchos de sus detractores, debido a su estilo de hablar sin pelos en la lengua y a que se ubicaba entre los animadores más grandes de todos los tiempos.
Nunca olvidaré como, siendo alguien recién graduado de la Universidad que escribía de aquellos poderosos Rojos para el Enquirer, Anderson me trataba tan bien como a cualquier reportero veterano. Se sabe muy bien que era muy rara la ocasión cuando se reunía con un periodista (o persona) que no le agradara.
Una vez, a mediados de los años ’70, cuando había pocas reglas de cuanto tiempo podían permanecer los reporteros en los clubhouses, conversé con Anderson en su oficina hasta alrededor de 15 minutos antes de comenzar un juego. A él no le gustaba parar de hablar cuando la conversación era reconfortante. Comencé a ponerme nervioso, y tuve visiones de Pete, Tony, Joe o Johnny entrando a la oficina y gritando, “Mira, Sparky, sal de ahí y deja a ese muchacho tranquilo. Los árbitros están esperando por ti en el home para que lleves la tarjeta de la alineación”.
Cuando decidí decirle a Anderson que se acercaba el momento del primer lanzamiento, se levantó de su silla, agarró su camiseta mientras caminaba y me dijo mientras se la abotonaba al pasar por la puerta, “Si necesitas algo más, podemos hablar después”.
Típico Sparky.
Típico lo suficiente para permanecer mágico por siempre.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
jueves, 14 de julio de 2011
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