martes, 6 de septiembre de 2011

Sobreviviente: Cinco años después del diagnóstico de cáncer, Jon Lester reflexiona.

Sobreviviente: Cinco años después del diagnóstico de cáncer, Jon Lester reflexiona.

Alexis Speier. WEEI.com. 31-08-2011

Por una parte, es un evento que ya no es del presente. Han pasado muchas cosas en la vida de Jon Lester en los últimos cinco años, que la memoria de haber sido diagnosticado con linfoma anaplástico de células grandes, un extraño cáncer de rápido desarrollo pero altamente tratable de los nódulos linfáticos, puede parecer distante.
De hecho, Lester no recuerda la fecha exacta del diagnóstico, no se dio cuenta de que subirá al montículo este jueves 01 de septiembre de 2011 contra los Yanquis de Nueva York en el quinto aniversario del día cuando su condición médica se hizo pública mediante un reporte de prensa.
Por otro lado, los detalles de aquel momento escalofriante, tales como el restaurante donde sus padres habían ido a buscar comida cuando la condición médica del pitcher se hizo pública, permanecen disponibles para alivio de Lester. Cuando el tema de su experiencia con él cáncer reaparece, como ocurre algunas veces, los detalles permanecen muy nítidos.
”Cuando hablo de eso, es refrescante. Puedo recordar bastante de la historia, mucho de lo que ocurrió. Mucho de otras cosas que he hecho en mi vida o me han ocurrido, recuerdas pedacitos y fracciones, pero yo recuerdo muchos de los pequeños detalles de eso”, dijo Lester. “Es una experiencia extraña, muchas cosas diferentes pasan en muy poco tiempo. Todo termina siendo una historia larga. Terminas hablando de esos pequeños detalles en vez de ofrecer la historia completa”.
Y eso solo puede ser normal, porque la experiencia de Lester al tener cáncer, y su siguiente estado como sobreviviente de un cáncer, es una parte innegable de él. Fue un evento modificador, moldeador de una vida, el tipo de cosa que eleva a la prominencia las memorias que en otro contexto se hubieran olvidado fácilmente.
Pero esto no es algo a lo que Lester regresa frecuentemente. Ni siquiera a cinco años del período cuando fue diagnosticado y luego tratado, y cuando el cáncer era un elemento omnipresente en su vida, es su experiencia con el cáncer una memoria que esté siempre a la mano.
En la vida diaria, es un tópico de rara conversación con su esposa, Farrah Lester está lo suficientemente ocupada lidiando con un hijo de 13 meses, Hudson, que no hay mucho tiempo para pensar en el pasado. Sólo hay una foto que él ve de aquel período de 2006 cuando fue tratado, y solo la ve cuando regresa a Washington State.
“Mamá y Papá tienen una. La única vez que la veo es cuando voy a casa. Está al lado de mi cama en mi habitación”, dijo Lester. “La tomó Mamá y aparezco con el perro de mis padres. Estoy calvo, descansando en la cama. Es la única que he visto. No sé porque la tienen enmarcada, pero la tienen”.
“Es extraño verla. Pienso que lo más impresionante es la cabeza afeitada y lo pálido que estoy. Es lo más relevante y extraño que se ve ahí”.
Pero debido a que su historia médica y condición de sobreviviente es tan conocida, y debido a que es una figura pública, es inevitable que este será un tema de conversación frecuente. Y hay suficiente superación de la experiencia para que Lester esté abierto y dispuesto a discutirla sin sentirse afectado.

Una reclusión motivadora
Los primeros días luego que Lester fuese diagnosticado, se presentó en Fenway Park para ver a sus compañeros y dirgirse a los medios, y en no menor grado para agradecer al público por su apoyo. Pero luego regresó con sus padres a Puyallup, Wash., donde estuvo aislado largamente de su profesión.
“Descubrí que era agradable regresar al clubhouse y verlos a todos”, recordó Lester. “Pero después, me recluí lejos de todos”.
Sus padres tenían que trabajar a diario. Lester, entonces de 22 años, tenía mucho tiempo para él, algo que pudo haber sido abrumador.
En aquel estado de aislamiento relativo, habría sido fácil colapsar en la melancolía. Los tratamientos de quimioterapia fueron, por supuesto, muy exhaustivos físicamente.
“Parecía que los cinco días posteriores al tratamiento eran los más duros”, dijo Lester. “Recibía el tratamiento, luego los próximos cuatro días eran como un ciclo de pitcheo. Obtenías tu tratamiento, el día siguiente estabas adolorido y te sentías como un despojo, el próximo día te sentías mejor progresivamente”.
“Había días como el dia 2, el día 3, me sentía peor que el día anterior y sentía que iba en la dirección equivocada. No es como cuando tomas Advil porque te duele la cabeza y el dolor desaparece. No ves los resultados. No sientes la mejoría”.
Pero aún cuando a veces no se sentía bien, se motivaba a mantenerse activo. Esto, en algunos aspectos, fue una reflexión de cómo él se benefició de la mentalidad de un atleta profesional cuya búsqueda de la excelencia demanda una disposición para aceptar constantes retos físicos.
De esa manera, Lester iba al gimnasio en un esfuerzo por mantenerse activo. Él reconoce que no pudo hacer mucho allí, pero el sólo hecho de salir de la casa tuvo un beneficio invalorable.
“Viéndolo en retrospectiva, no logré mucho con eso. Era una especie de relajamiento”, dijo Lester. “Cazar, pescar fueron un gran relajamiento. Se que preocupé mucho a mis padres al hacer eso, porque ambos trabajaban, y yo salía por mi cuenta”.
“Pero era mi tiempo. Estuvo bien. Cuando las personas me preguntan: ‘¿Qué consejo me puedes dar para sobrellevar el tratamiento?’ Les digo:’Haz lo que quieras. Si te sientes bien, y quieres lanzar unos balones de baloncesto, ve y hazlo. Si quieres ir al centro comercial, ve al centro comercial’”.
“Obviamente tienes que ser cuidadoso dependiendo de la situación, pero no te puedes sentar en la casa, a ver películas y hacer crucigramas y autocompadecerte. Yo no podía hacer eso. Mi mente no funciona de esa manera. Usé el gimnasio y otros lugares. Necesitaba salir fuera de ahí. A veces sólo salía a manejar por ahí por media hora para escapar de la casa”.
Habría sido normal para Lester haber dejado a un lado el béisbol mientras realizaba sus tratamientos. Era, después de todo un tiempo cuando la realidad física de ser capaz de competir parecía difícil de alcanzar.
Pero el pitcher no tomó el asunto de esa manera. En noviembre, mientras todavía se realizaba tratamientos regulares de quimioterapia, le pidió al equipo que le enviara DVDs de él lanzando, de su temporada de novato en 2006 así como de una campaña AA de 2005 en la cual emergió como uno de los principales prospectos de pitcheo del juego.
Lester quería pensar sobre pitcheo, quería analizar su mecánica y mantener la idea de regresar al montículo tan pronto como fuera posible. Con esto en mente, a través del proceso del tratamiento, Lester tenía una fecha programada en la que esperaba recuperarse por completo, esto lo ayudó a motivarse.
Él planeó llegar a Fort Myers el 01 de febrero para el entrenamiento primaveral, un par de semanas antes de la fecha en que se reportan los pitchers y los catchers. Cuando lo declararon libre de cáncer en noviembre de 2006, justo antes del día de Acción de Gracias, esa meta se hizo alcanzable.

‘Quería ser un beisbolista’
Aún cuando él hubo hecho todo lo que podía para mantener y aumentar el peso durante y después del tratamiento, hubo un proceso de transición involucrado en el regreso al beisbol. Esa primavera, era imposible ver al entonces joven de 23 años sin pensar en su salud y en todo lo que había generado su diagnóstico seis meses atrás.
“Pienso que cuando la gente piensa en cáncer y en los pacientes de cáncer, esperan verte como a tu abuelo de 80 años, todo doblado, apenas caminando”, dijo Lester. “Recuerdo otro pequeño detalle. La primera vez que aparecieron todos los pitchers, yo estaba parado en una esquina hablando con Josh (Beckett), y Dougie (Mirabelli) vino y extendió su mano con sumo cuidado para estrechar la mía.
“Josh le dijo, ‘Vamos Doug, no lo vas a romper. Él no es de vidrio. Está muy bien’”. Pero no me sorprendí, sólo puse una mirada de seguir adelante para retomar el paso”.
Aquella primavera y las primeras de cambio de la temporada 2007 fueron frustrantes por momentos para Lester. Se sentía fuerte físicamente, particularmente comparado con como se había sentido hacia el final de la temporada 2006, cuando sin saberlo, había estado pitcheando con cáncer, y durante el receso cuando los químicos habían disminuido su fuerza.
Él quería meterse en la rutina del cuerpo de lanzadores sin que se notara. No deseaba tener restricciones debido a una enfermedad de la cual se había curado. De hecho, quería ser identificado por su profesión y no por una condición médica.
Sin embargo, la mayoría de las veces, los Medias Rojas querían llevar a Lester poco a poco, para asegurarse de que no se exigiera agresivamente y se arriesgara a una lesión. A Lester se le había aclarado desde el principio que habría una progresión gradual en su retorno. Sería mantenido al margen de los juegos de los entrenamientos primaverales, solo lanzaría sesiones controladas en el complejo de ligas menores.
Abriría la temporada con el Greenville A, el equipo filial de temporada completa más alejado de las Grandes Ligas. Debido a que pasaría más de un mes en las menores, sería habilitado para jugar arriba una vez que su asignación de rehabilitación se completara. A medida que progresara sería autorizado para incrementar sus lanzamientos y el número de innings, mientras los Medias Rojas diseñaban cuidadosamente su carga de trabajo.
En restrospectiva, Lester puede agradecer que el equipo hiciera lo correcto. Pero en aquel momento, ese no era el mensaje que el joven zurdo quería oir.
“Probablemente me escucharon decirlo cien veces aquella primavera. Quería ser un beisbolista”, dijo Lester. “Quería avanzar más rápido en mi cronograma. Mirando hacia atrás, ellos hicieron un gran trabajo. Pero en aquel momento, quería colgarlos todos los días. Quería ir más rápido, apurarme, lanzar más. Quería hacer todas las cosas que solía hacer, pero los doctores trabajaban desde el lado seguro”.
Aún en un momento cuando estaba disminuído físicamente, Lester no aceptaba que sería incapaz de ejercer dominio.
Durante la primavera y cuando se estaba preparando para regresar a las Grandes Ligas en julio de 2007, el joven zurdo dijo que no se tomaría a si mismo ni a su trabajo tan en serio como debería.
Aún hasta en su temporada de novato en 2006, hubo momentos cuando Lester parecía muy autocrítico. Su actitud era de un constante estoicismo, casi nunca demostrando alguna alegría luego de pitchear.
Lester insistió en que la experiencia con la enfermedad lo cambiaría. No se tomaría sus errores tan en serio, y sería capaz de mantener la perspectiva en sus aperturas cuando no cumpliera con sus tremendas expectativas.
Todo esto sonaba bien en teoría. En la prática…
“Eso funcionó por alrededor de 3 aperturas. Es fácil de decir, duro de hacer, especialmente cuando vas allá afuera y das pena. Es difícil regresar, sentarse y decir: ‘Por lo menos lancé’. Es fácil decir eso antes de que ocurra”, dijo Lester. “Si, Aprecio cada día que vivo, estar en las Grandes Ligas, ser capaz de lanzar”.
“Realmente no pienso que esa teoría (de moverse y seguir adelante luego de un mal juego) funcionó hasta que tuve una familia. Entonces tuvo sentido. No puedo venir a casa molesto por la apertura cuando debo cuidar a mi hijo. Hay que seguir adelante”.
“He tratado de hacer un mejor trabajo este año. A veces me atasco en eso, y me voy a casa, mi esposa me dice que es tiempo de dejar eso atrás. A veces cuando lo manejo bien ni siquiera se dan cuenta de que lancé esa noche. Depende de ciertas cosas. Pero lo referente al pitcheo, querer hacerlo bien, querer ganar y no perder, pienso que eso no ha cambiado”.
La visión de túnel y la singularidad de propósitos permitieron a Lester avanzar en 2007. Fue capaz de lanzar una docena de juegos, tuvo marca de 4-0, y por momentos mostró destellos de las cualidades que lo hicieron un valioso prospecto. Ocurrió la inolvidable primera noche de regreso en el montículo el 23 de julio en Cleveland, cuando logró la victoria al permitir sólo dos carreras en seis innings.
Ocurrió la actuación de septiembre en Baltimore cuando alcanzó siete innings de blanqueo, su repertorio empezó a ajustarse de una manera que lo ubicó como uno de los integrantes del roster de los Medias Rojas en los play offs. Ocurrió una aparición en relevo en Cleveland durante la Serie de Campeonato de la Liga Americana, cuando su repertorio tuvo un momento brillante que lo llevó a lanzar tres innings en blanco, aunque perdieron el cuarto juego.
Y finalmente, ocurrió el casi milagroso momento del cuarto juego de la Serie Mundial, cuando Lester, abriendo el juego debido a la lesión de Tim Wakefield, logró la victoria para asegurar el título con 5.2 innings de blanqueo.
Fue una historia sorprendente, emocional e inspiradora, aunque los logros de Lester ese primer año luego del cáncer no representaban sus verdaderas habilidades.
“Mirando hacia atrás, no estuve bien hasta probablemente la mitad de 2008. En 2007, pensé que estaba bien físicamente, pero no estaba ni siquiera cerca”, dijo Lester. “A medida que el año avanzó y llegó el 2008, me sentí cien veces mejor que en octubre. Realmente pienso que no llegué a un punto donde podía decir, ‘Si, éste soy yo’, hasta junio de 2008, ya avanzada la temporada. Allí fue donde empecé a notar la diferencia, no solo en mi repertorio, la recuperación era mucho mejor que un año o seis meses antes”.

“Estoy orgulloso de lo que he vencido”.
Desde aquella temporada de 2008 Lester ha sido identificado como la imagen de la fortaleza y la durabilidad. Desde 2008 hasta que fue a la lista de incapacitados por unas semanas esta temporada debido dolores musculares en la espalda, nunca había perdido un turno en la rotación, hizo más de 100 aperturas seguidas. En el proceso, el zurdo se ha hecho robusto en estatura y resultados, ha logrado una marca de 64-29 con 3.25 de efectividad desde 2008. Ha sido tan bueno que su actuación ya no se evalúa en el contexto de su estado como sobreviviente de cáncer. Simplemente es visto como uno de los mejores pitchers del juego.
Lester una vez batalló para ser definido por su profesión y no por una enfermedad que ahora ha permanecido ausente por casi cinco años, ese ya no es el caso. Él se ha acostumbrado a la idea de que es un sobreviviente exitoso del cáncer.
Su pensamiento sobre el tema cambió en parte cuando su padre, John Lester fue diagnosticado con linfoma en 2008.
“Él me llamó algunos días y me preguntó por lo que había pasado, que había sentido. Pienso que eso me ayudó porque se trata de alguien que conozco”, dijo Lester. “Cuando es tu padre, eso pone las cosas en perspectiva. Eso me ayudó a madurar más rápido, el haber pasado por lo que mi padre pasó”.
La experiencia de ser capaz de darle fuerza a su padre, con relativamente poco esfuerzo, no menos, ayudó a cambiar la perspectiva del pitcher para aceptar el hecho de que su identidad había sido redefinida.
Ahora Lester está a cinco años de distancia de haber sido diagnosticado como paciente de cáncer. Con ese trayecto, él es descrito menos como sobreviviente del cáncer que simplemente como uno de los mejores pitchers del juego.
Esa fue una descripción de por lo que Lester una vez batalló. Aún ahora, mientras aprecia ser conocido por su trabajo en el montículo, también está muy conciente de lo que ha experimentado, y de lo que puede representar para otros.
“Me tomó un tiempo. Soy el primero en admitirlo. Era inmaduro.”, dijo Lester. “Ahora puedo imaginar oyéndome decir que quería ser tratado como un beisbolista y no como un sobreviviente de cáncer en los entrenamientos primaverales de 2007. Eso fue egoísta. No sabía como manejarlo”.
“Me tomó unos buenos dos años descubrir eso, saber que si alguien tiene o tuvo cáncer o un miembro de la familia tuvo cáncer, ellos quieren acercarse a ti, estrechar tu mano y decir, ‘Gracias’. Quieren hablar contigo de eso. Si eso los ayuda ¿Qué tan fácil es?”
Lester ha aprendido. Sabe cuan poderoso puede ser simplemente escuchar la historia de alguien que ha sido diagnosticado con cáncer, o dar audiencia a un miembro de la familia de alguién que tiene la enfermedad.
Él entiende que algo tan simple como la descripción del proceso de tratamiento de él, ‘Esto es lo que yo tenía, por esto fue por lo que pasé, y así lo controlé’, puede conectarlo con extraños que buscan una fuente de fortaleza. Y Lester ha aprendido no sólo a sentirse confortable con tales intercambios sino tambien a obtener grandes satisfacciones de ellos.
De alguna manera es irónico, que él haya ganado esa madurez cuando ya no es más un sobreviviente del cáncer. Es un pitcher robusto y dominante, la imagen de la fortaleza física sobre el montículo.
Las descripciones del joven de 27 años comienzan con su cuerpo de trabajo, el pitcher de la decisión en el juego que aseguró la Serie Mundial, dos veces integrante del equipo Todos Estrellas, califica como uno de los mejores pitchers del juego.
Pero aunque Lester una vez batalló para hacer que la gente pensara en el como un pitcher y no como un paciente sobreviviente, ya no quiere que su experiencia sea escondida como un pie de página.
“Hace cuatro años, Yo habría dicho, ‘Eso es magnífico. Es grande. Así es como quiero ser conocido’”, dijo Lester. “Ahora, llegó el momento cuando eso no se menciona más. No está fresco en la mente de las personas. Para mí, me gusta como es ahora. Quiero ser conocido de manera integral. He madurado hasta el punto de que no me importa hablar de eso. Eso ayuda a la gente. Quiero ser capaz de hacer eso, y estoy orgulloso de lo que he vencido”.

Post data
Hubo un tiempo cuando las revisiones regulares provocaban ansiedad, cuando había la posibilidad de un rebrote en el proceso y en la espera de los resultados. En 2007, el primer año después que fue declarado libre de cáncer, tuvo que pasar por exámenes de barrido con dos meses de intervalo. Mientras se preparaba para esas pruebas, la posibilidad de ver todos los detalles de su experiencia podía ser aterradora.
“En esos momentos regresaba todo el temor”, dijo.
Pero ahora, ya no hay miedo por el proceso de ser examinado. Lester esta en un punto donde el examen es una rutina.
“Es como una segunda naturaleza. Sé lo que necesito hacer”, Lester dijo de los exámenes a que se ha sometido anualmente durante los últimos tres años. “Sé que tiempo necesito estar ahí. Se como se siente el colorante marcador. Se a lo que sabe la bebida. Lo sé todo”.
Esa visión es favorecida por el hecho de que, cuando es examinado en Boston, recibirá los resultados de su revisión en cuestión de minutos. No hay tiempo para que la incertidumbre ingrese a la ecuación entre el examen y una hoja de salud impecable.
Lester reconoce lo afortunado que es de recibir esos diagnósticos instantaneos.
“Es agradable contar con esos recursos”, notó Lester. “Los dos años pasados, me los he hecho en Fort Myers. La ansiedad que tengo mientras manejo de regreso al condominio, algunas veces es más de la que puedo manejar. Usualmente cuando me los hago aquí en Boston, voy arriba, veo al doctor, el me dice el resultado y me voy tranquilo”.
Este venidero noviembre se cumplirán cinco años de la fecha cuando Lester fue inicialmente declarado libre de cáncer. El marcador de los cinco años es el que determina que quienes han sido afectados por el cáncer dejan de ser considerados en recuperación para ser llamados “curados” del cáncer.
“Tenemos varias pequeñas metas”, dijo Lester, “pero este es un gran logro”.
Será uno de muchos que ha alcanzado en el curso de estos pasados cinco años, un período sobre el cual, a la edad de 27 años, Lester puede reflexionar con gran apreciación.
“El asunto del cáncer estaba listo y cancelado, y luego conocí a mi futura esposa y me casé el próximo año, ganamos la Serie Mundial, conseguimos una extensión del contrato, tuvimos un hijo, todo en un par de años”, dijo Lester. “Me pasaron muchas cosas buenas en un corto período de tiempo”.
Esta es una historia sólida que continúa agregando nuevos capítulos, un hecho que Lester desea y es capaz de disfrutar no sólo por sí mismo, sino también por aquellos que pueden obtener fuerza de su experiencia.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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