Richard Rothschild. SI.com
Que extraña escena.
El record más glamoroso de los deportes estaba a punto de caer, y aún así las tribunas de Yankee Stadium solo estaban a menos de la mitad de su capacidad. El record era perseguido por un hombre a quién le parecía que muchos aficionados del béisbol eran ambivalentes, sino hostiles.
Y el comisionado de béisbol, entonces el deporte más popular de la nación, parecía más interesado en preservar el pasado que en promover el presente.
Esta era la situación 50 años atrás, el 01 de octubre de 1961, cuando el jardinero de los Yanquis Roger Maris tomó su último impulso para romper el record de 60 jonrones en una temporada, de Babe Ruth.
¿Qué estaba pasando?
Vayamos unos meses atrás cuando los jugadores de los Yanquis, Maris y Mickey Mantle empezaron a perseguir el record del Bambino. Toda una nación estaba cautivada.
Maris y Mantle, los muchachos M & M, eran noticia de primera plana, no sólo en las páginas deportivas, sino en las primeras páginas alrededor del país. Estuvieron en la portada de la revista Life, un gran acontecimiento para aquella época.
En una época cuando el fútbol americano profesional todavía estaba por dominar el paisaje deportivo y cuando la NBA y el baloncesto universitario eran deportes de alcance limitado, el béisbol era verdaderamente el pasatiempo nacional. Maris y Mantle jugaban para el principal equipo deportivo en la principal ciudad de la nación, perseguían el principal record deportivo establecido por la principal personalidad del juego.
Mantle era uno de los atletas más famosos del país. Había ganado la Triple Corona en 1956, dos premios al jugador mas valioso de la Liga Americana y había jugado en cinco equipos ganadores de Series Mundiales.
Maris jugaba sólo su segunda temporada como Yanqui después de paradas en Cleveland y Kansas City, no era ni de cerca bien conocido. El nativo de Dakota del Norte de 27 años era un hombre tranquilo a quién no le importaban las luces brillantes de la gran ciudad. Tampoco le importaban las entrevistas y no era exactamente Jackie Gleason frente a las cámaras de televisión.
La temporada de la larga persecución de Maris y la final conquista del record de Ruth (la enfermedad y una cadera infectada sacaron a Mantle de la carrera con 54 jonrones en septiembre) era una historia dínámica pero resultó agridulce. Maris terminó batallando no sólo contra los pitchers de la Liga Americana, sino tambien contra la opinión pública, y tristemente contra el beisbol.
En vez de celebrar a Maris por lo que era, un pelotero con todas la herramientas, de hablar pausado, que haría cualquier cosa por ayudar a los Yanquis a ganar, era criticado por lo que no era, un personaje pintoresco y divertido como Ruth o el cazador de faldas y gran bebedor que era Mantle.
Algunos puristas del béisbol, como el inquilino del Salón de la Fama Roger Hornsby, despotricaron de su bajo promedio de bateo (.269). Totalmente ignorado en aquellos días de estadísticas beisboleras rudimentarias estaba el destacado OPS (porcentaje de embasado más porcentaje de slugging) de Maris, .997. Al campo y en las bases, Maris era magnífico.
“Roger era un buen jugador completo”, dijo el inquilino del Salón de la Fama y antíguo compañero de los Yanquis Yogui Berra en un correo electrónico. “Podía correr, fildear, lanzar, todo”.
Bil Skowron, el primera base de los Yanquis quien bateó su tope personal de 28 jonrones en 1961, secundó la opinión de Berra.
“Roger era un jugador completo”, dijo Skowron. “Era uno de los mejores jugadores defensivos y tenía un gran brazo. En las bases podía romper el doble play. Me salvó de batear un montón de doble plays al deslizarse con fuerza en segunda base”.
*****
En julio de 1961, los jonrones de Maris (y de Mantle) comenzaron a definir las noticias oficiales del béisbol. También lo hizo el nuevo calendario de 162 juegos. Por primera vez desde que empezó la Liga Americana en 1901, la liga se había expandido de 8 a 10 equipos, y el calendario había crecido de 154 a 162 juegos.
Nadie pensó mucho en esta extensión hasta mitad de temporada cuando los cronistas deportivos empezaron a especular si lo ocho juegos adicionales podrían ayudar a Maris o Mantle en su persecución de Ruth. Aunque había jugado su último encuentro en 1935 y había fallecido hacía 13 años, el legado de Ruth seguía dominando el béisbol. Había escritores veteranos que habían cubierto a Ruth siendo unos jovencitos. Para ellos su record de 60 jonrones establecido en 1927, era sacrosanto.
Uno de esos hombres era el comisionado Ford Frick. Un antiguo cronista deportivo, Frick hablaba a menudo de su amistad con Ruth. Había escrito la autobriografía de Ruth y le gustaba recordar a los fanáticos que estuvo en el lecho del Babe el día anterior a su muerte.
El comisionado convocó una conferencia de periodistas de béisbol para discutir lo que ocurriría si Maris o Ruth rompían la marca de Ruth después de 154 juegos. ¿Sería eso justo?
Nadie mencionó que cuando Ruth estableció su primer record de jonrones de 29 en 1919 había roto la marca anterior de 27, alcanzada por Ned Williamson en un calendario de 113 juegos en 1884. Y ciertamente nadie reclamó que el beisbol era un juego solo para blancos cuando Ruth jugaba.
Frick pudo haber ignorado a los dudosos y simplemente decir, “una temporada es una temporada” y eso hubiera sido todo. Pero Frick determinó que si el record de Ruth era roto después de 154 juegos, se colocaría un asterisco al lado del nombre del jugador.
(La NFL, que aumentó de 12 a 14 juegos ese mismo año, no tuvo ese tipo de problema con el registro de sus marcas. Cuando Sonny Jurgensen de los Eagles de Filadelfia lanzó 32 pases de touchdown en 14 juegos aquel otoño, le fue concedida la misma consideración en el libro de records que a Johnny Unitas quién había lanzado 32 pases de touchdown en sólo 12 juegos).
Maris continuó bateando. Tenía 40 jonrones a finales de julio y 51 al completar agosto.
En cada ciudad, docenas de periodistas de revistas y periódicos buscaban entrevistas con Maris. Las estaciones de radio y televisión eran parte del asedio. Algunas de las preguntas no tenían nada que ver con béisbol.
Maris me dijo en 1981 como un reportero le preguntó si tenía aventuras en las giras.
“Claro que no”, dijo Maris. “Estoy casado”.
“Bien, yo estoy casado”, dijo el reportero, “y tengo aventuras en las giras”.
En septiembre, Maris empezó a perder mechones de cabello.
El 02 de septiembre, contra los Tigres de Detroit que ocupaban el segundo lugar, bateó los jonrones 52 y 53 para comandar una victoria 7-2. En la película “61” de Billy Crystal, un documental sobre la persecución de Maris tras el record, la escena de aquel día esta fuera de la realidad. Crystal mostró a la multitud del Yankee Stadium delirando ante Maris como si este fuese Fidel Castro.
Yo estaba en Yankee Stadium ese día y ocurrió exactamente lo contrario. Cuando el segundo jonrón se llevó la pared del jardín derecho, la multitud de 50000 aficionados explotó en aplausos. Estaban emocionados por Maris y porque los Yanquis estaban a punto de aumentar su ventaja sobre Detroit. Cualquier grito de desaprobación quedó en segundo plano.
Si, la mayoría de los fanáticos de los Yanquis, así como los compañeros de Maris en los Yanquis, habrían preferido que Mantle rompiera el record. El Mick estaba en su undécima temporada con el uniforme a rayas mientras Maris estaba sólo en su segunda. Sin embargo, esto no significaba que los compañeros de Maris ignoraran sus logros.
“Roger era un gran tipo entre nosotros”, dijo Berra en su e-mail.
El juego 154 llevó a los Yanquis a Baltimore, ciudad natal de Ruth. Maris tenía 58 jonrones, necesitaba dos más para empatar a Ruth y tres para romper el record. En lo que el biógrafo de Maris y periodista deportivo de larga data Maury Allen llamó la mejor actuación bajo presión que hubiese visto, Maris respondió como un campeón.
Bateó lo que parecía ser el número 59 en el primer inning, solo para ver como vientos de 23 milas del huracán Esther se llevaban la pelota a territorio foul. Bateó el 59 en el cuarto inning. Y en el séptimo descargó un batazo que en cualquier otra noche habría sido el 60. En lugar de eso, el viento durmió la pelota y fue atrapada en frente de la baranda del jardín derecho.
Los Yanquis ganaron 4-2, aseguraron el banderín de la Liga Americana, pero la carrera de Maris tras el record había terminado oficialmente. Por lo menos eso fue lo que Frick y quienes lo apoyaban querían hacerle creer a los aficionados. Es como si quisieran decirle a los aficionados, “No hay nada que ver aquí amigos. Prepárense con nosotros para la Serie Mundial”.
***
En lugar de estadios repletos por ver si Maris podía vencer a Ruth, él terminó la temporada de 1961 frente audiencias dispersas en Yankee Stadium. Apenas 19401 aficionados lo vieron descargar su vuelacercas 60 contra Baltimore el 26 de septiembre.
Sólo 23154 asistieron al desafío final de la temporada, el 01 de octubre contra los Medias Rojas. Muchos aficionados se congregaron en las tribunas del jardín derecho con la esperanza de cobrar los 5000 dólares que el dueño de un restaurant de California ofrecía a quién atrapara la pelota que rompíera el record.
Maris sacó de línea el jonrón 61 en el cuarto inning, la pelota cayó en la tribuna del jardín derecho e hizo rico con 5000 dólares al camionero Sal Durante de Brooklyn. La multitud de Yankee Stadium ignoró por completo a Frick. Aplaudieron y aplaudieron hasta que Maris salió del dugout para quitarse la gorra, una ocurrencia muy rara para un jugador en los años de aquella década de 1960.
“Esto es muy inusual”, dijo el narrador de muchos años de los Yanquis Mel Allen.
Maris agregó una nota de gracia a la temporada del ’61 cuando su jonrón del noveno inning derrotó 3-2 a los Rojos de Cincinnati en el tercer juego de la Serie Mundial. El New York Daily News lo consideró el “número 62” y Maris lo llamó el más importante de su carrera, los Yanquis ganaron la Serie en cinco juegos.
Muchos aficionados, como el Presidente John F. Kennedy quién recibió a Maris en la Casa Blanca, aplaudieron su logro. Otros no estaban tan seguros.
Había comentarios de que la expansión había suavizado al pitcheo de la Liga Americana, aunque los bateadores del joven circuito habían bateado .256 en el ’61, escasamente por encima del .255 del ’60. La efectividad de la liga subió desde 3.87 en el ’60 a 4.02 en el ’61 pero estaba bien por debajo de las 4.16 del ’56 la temporada del la Triple Corona de Mantle.
Estaba bien que Ted Williams fuese el último bateador de .400 porque él era el Splendid Splinter. Quién más que el gran Joe DiMaggio, el Yankee Clipper, podía batear imparables en 56 juegos seguidos? Y Babe Ruth debía mantener el record de jonrones, porque después de todo, él era el Sultan of Swat.
Por supuesto, hubo mucho más de Maris que aquellos 61 jonrones. Fue el jugador más valioso de la Liga Americana en 1960 luego de conectar 39 jonrones y empujar 112 carreras a pesar de perder tres semanas con una lesión en las costillas. Bateó 33 jonrones y empujó 100 carreras en el ’62.
En la Serie Mundial del ’62 contra los Gigantes de San Francisco, Maris ayudó a ganar el Clásico de Otoño con dos jugadas que no aparecen en ningún box score.
Ha sido bien documentado como en el séptimo juego, con los Yanquis manteniendo una ventaja de 1-0 en el noveno inning, Maris hizo un corte de pelota ante el doble de Willie Mays con dos outs hacia la línea del rightfield y envió un relevo perfecto al segunda base Bobby Richardson para aguantar a Matty Alou en tercera base. Momentos después Willie McCovey destapó un lineazo a las manos de Richardson para terminar la Serie.
Su maravilloso corrido de bases que ayudó a los Yanquis a ganar el tercer juego, es menos recordado. En el séptimo inning el sencillo de dos carreras de Maris había puesto a los Yanquis arriba 2-0. Él se fue para segunda base cuando McCovey no pudo manejar el relevo del jardinero derecho.
Elston Howard bateó un elevado hacia Mays entre right y centerfield. Nadie estaba supuesto a correrle al Say Hey Kid pero Maris notó que el elevado de Howard se estaba cargando hacia el rightfield, lo cual alejaba a Mays de la tercera base. Maris se montó en segunda base, salió para tercera y llegó primero que el tiro de Mays. Luego anotó con el roletazo de Clete Boyer para darle a los Yanquis una ventaja d 3-0.
Esa carrera resultó muy importante en el noveno inning cuando los Gigantes marcaron dos carreras antes de perder 3-2.
Maris también fue clave en la arremetida final de los Yanquis donde tuvieron marca de 21-8 para ganar el banderín en 1964. Después de ser cambiado a San Luis, bateó .385 y empujó siete carreras en la Serie Mundial de 1967 para ayudar a los Cardenales a vencer a los Medias Rojas en siete juegos.
Jugó para siete ganadores de banderines y para tres campeones mundiales y ciertamente no era el jugador incoloro a menudo dibujado por los medios.
“Roger era un verdadero buen tipo”, Berra escribió en un correo electrónico. “Fue un buen hombre de familia. Yo jugué en su torneo de golf en Dakota del Norte. Fue un gran hombre”.
Maris se retiró luego de la temporada del ’68 y se mudó a Gainesville, Fla., donde era propietario de una distribuidora de cerveza. Lentamente empezó a labrar su retorno al beisbol, aparecía en juegos de viejas glorias y finalmente regresó a Yankee Stadium en 1984 para una ceremonia donde retiraron su número 9 y colocaron su placa en el Parque de los Monumentos.
Falleció en diciembre de 1985 de linfoma de Hodgkin a los 51 años. Seis años después el Comisionado Fay Vincent oficializó que Maris era el dueño del record de más jonrones en una temporada de Grandes Ligas. Su marca prevaleció hasta que Mark McGwire descargó 70 vuelacercas en 1998. Barry Bonds sacó 73 en 2001.
Ambos, McGwire y Bonds admitieron después que usaron drogas para mejorar su rendimiento, aunque Bonds argumentó que lo hizo inconcientemente.
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Maris nunca bateó más de 39 jonrones en otra temporada y sus 61 fueron catalogados de algo inusual. Hoy podría ser clasificado como un espejismo deportivo. Lo inesperado ocurre en los deportes, para equipos e individuos. Bob Beamon nunca había saltado más lejos de 27 pies, 4 ¾ de pulgada, pero ayudado por la altitud y el máximo viento permitido, voló sobre los 29 pies en los Juegos Olímpicos de México.
Los Mets de Nueva York de 1969, el equipo olímpico de hockey de Estados Unidos y el equipo de baloncesto del estado de Carolina del Norte de 1983, todos vencieron las expectativas. No había manera que los Gigantes de Nueva York vencieran a los invictos Patriots de New England en el Super Bowl de 2008 pero lo hicieron.
El béisbol en particular está lleno con actuaciones de espejismo. Chief Wilson de los Piratas tiene la marca de más triples con 36 en 1912. Nunca bateó más de 14 en cualquiera de sus otras temporadas. Earl Webb de los Medias Rojas tiene el record de dobles con 67 en 1931. Su total más cercano fue 30.
Cinco octubres antes del ’61, un pitcher con marca por debajo de .500 y simpatía por el el tiempo libre llamado Don Larsen lanzó un juego perfecto contra los poderosos Dodgers de Brooklyn en la Serie Mundial de 1956.
Roger Maris tuvo la poca fortuna de retar al sagrado Babe Ruth, para muchos viejos fanáticos del béisbol y periodistas eso era inaceptable.
Por estos días Ruth sigue siendo una figura idolatrada pero ya no es intocable y ciertamente no es un santo. Sus numerosos vicios, que siempre fueron reportados en sus días como pelotero activo, se han convertido en parte de su biografía. Su record vitalicio de jonrones ha sido superado dos veces y ya no posee la marca de porcentaje de slugging para una temporada.
Maris, cuyo vicio principal se dijo que era “muchos Marlboros”, ha salido bien parado después que la era de los esteroides reescribió (muchos dirían que manchó) el libro de records del beisbol. Todavía tiene el record de jonrones en la Liga Americana.
Berra dijo, “No quiero participar en ese debate de si Maris es el verdadero rey del jonrón en una temporada”. Bill Skowron lo ve diferente.
“Diría que Maris es el hombre del record. Esa es mi opinión”, dijo Skowron. “Los otros tipos usaron esteroides. Pero ese no es mi problema. Tengo 80 años. ¿Qué puedo hacer?”
Independientemente de lo que piensen los aficionados del beisbol sobre el record de Maris, su temporada de 1961, con el tiempo, ha pasado a ser apreciada como uno de los logros más destacados en los deportes estadounidenses.
Como los astronautas Mercury de principios de los años 1960, quienes salían al espacio exterior, así sus jonrones atravesaban el espacio interior. Roger Maris fue un artillero de la tripulación quién cumplió su misión. Fue el rightfielder con las herramientas apropiadas.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
viernes, 7 de octubre de 2011
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