miércoles, 14 de diciembre de 2016
Donde están ahora. Buddy Bradford.
Cinco amigos del vecindario Pacoima firmaron contratos, y dos de ellos llegaron a las Grandes Ligas.
Fernando Domínguez. Los Angeles Times. 02 de julio de 1994.
En las salas de apuestas, las posibilidades de cinco amigos de la niñez de la misma cuadra de la vecindad de firmar contratos para jugar beisbol profesional probablemente serían menores que las de Elvis para salir de gira.
Pero Charles (Buddy) Bradford y algunos de sus viejos amigos de Pacoima saben que algunas veces lo que parece muy dificil desafía a todo razonamiento.
Ellos lo saben porque hace muchos años, cuando el Valle tenía amplios espacios abiertos interrumpidos aquí y allá por árboles frutales y pequeñas comunidades, eso le ocurrió a ellos. Fue sorprendente entonces y aun es increíble hoy, más de tres décadas después.
“Cinco de nosotros de esa pequeña area saltamos al profesional”, dijo Bradford, un jardinero grandeliga por 11 temporadas antes de retirarse en 1977, luego de jugar una temporada en Japón. “Crecimos básicamente en Judd Street, entre Bradley Avenue y Pala Avenue.”
Esa cuadra, justo al norte de Van Nuys Boulevard y al este de San Fernando Road, era el hogar y campo de juegos de Bradford, los hermanos Curtis y Claude Fontenot, Bobby Mitchell y Gary Matthews. Todos se convirtieron en jugadores sobresalientes de beisbol en San Fernando High y luego en peloteros de ligas menores, aunque solo Bradford, quien surgió con los Medias Blancas en 1966, y Matthews, quien empezó con los Gigantes de San Francisco en 1972, llegaron a las Grandes Ligas.
Y tan poco común como sería por lo general encontrar tanto talento en un lugar, Bradford no estuvo sorprendido cuando los scouts profesionales inundaron la vecindad, con bolígrafos y contratos en mano.
“Teníamos buenos atletas aquí”, dijo Bradford.
Que Bradford, quien cumplirá 50 años el 25 de julio, supo que hacer con el dinero que le pagaron por jugar beisbol queda claro al mirar alrededor.
Ahora dueño de C&P Investments, una compañía que adquiere edificios de apartamentos, Bradford vive con su esposa Patricia, y su hija de 16 años de edad, Tambry, en una elegante casa de la sección Ladera Heights en Los Angeles.
La casa, la cual Bradford y su esposa compraron en 1974, tres años después de haberse casado, incluye una sala de juegos sobre el garaje con una mesa de billar y recuerdos de su carrera en las mayores. La amplia sala también le sirve de oficina.
Hay un piano grande cerca de la chimenea del comedor donde Tambry, una estudiante de año final en una escuela secundaria exclusiva para muchachas en Westwood, afina sus destrezas musicales.
En el recibo, con puertas corredizas que dan hacia la piscina del patio, álbumes de fotos muestran escenas familiares de vacaciones en Hawaii y cruceros por el Caribe.
“Cuando llegué a los Medias Blancas, algunos de los peloteros siempre hablaban acerca del mercado de propiedades e inversiones”, dijo Bradford. “Tipos como Ken Berry y Wilbur Wood y Bob Locker estaban en la sala de masajes todos los días hablando de eso, y así fue como me interesé en eso”.
Pero, por su propia cuenta, quizás un poco por ser bueno al campo.
Despues de firmar con los Medias Blancas el día después de graduarse en la escuela secundaria en 1962, Bradford se unió al equipo brevemente en 1966 y ’67 antes de establecerse en 1968.
Sin embargo, tuvo una temporada de novato de disgusto, al batear solo .217 en 103 juegos. Vivió una arrancada muy buena en 1969, liderando ambas ligas en bateo durante el primer mes de la temporada con .420 de promedio, antes de desinflarse y terminar con .256.
Y aunque era un tipo pequeño, Bradford bateó un jonrón sobre el techo del viejo Comiskey Park el 25 de abril de 1969, para convertirse en solo el cuarto pelotero de los Medias Blancas que alcanzaba ese logro.
Aquellos intereses externos, sin embargo, ya estaban afectando a Bradford, quien para entonces era dueño de un hogar de reposo en Arleta, y era copropietario junto al compañero de equipo Tommy McCraw, un servicio de constestadora telefónica en Culver City.
Él tenía más los ojos en los negocios que en las rectas que le lanzaban los pitchers rivales.
“Fui atrapado por las inversiones y como tratar de sobrevivir fuera del beisbol, dijo Bradford. “Me distraje como pelotero. No estaba enfocado en el juego y pienso que eso me afectó”.
Lo hizo, al, punto donde los Medias Blancas lo enviaron al purgatorio del beisbol, Cleveland, en junio de 1970. Supo del cambio después de terminar un entrenamiento con la guardia nacional en Twentynine Palms.
“Yo estaba en un pelotón conformado por puros atletas. Rudy May, Clarence Williams, Tom Egan, Clyde Wright, estaban ahí”, dijo Bradford. “Tenía que ir y entrenarme en medio de la temporada, pero pensaba que era un buen descanso”.
“Aprendí a apreciar lo que tenía como pelotero al hacer eso. Como pelotero, te haces tan pretencioso y ostentoso porque piensas que el mundo va a estar a tu servicio todo el tiempo. Eso me dio balance y perspectiva”.
Sin embargo, eso no hizo nada por su bateo. Cuando la temporada de 1971 tenía un mes, Bradford estaba bateando .158 para los Indios cuando el equipo determinó que el pertenecía a otro lugar de Ohio, así que lo enviaron a Cincinnati.
Ese movimiento duró hasta el final de la temporada y Bradford estaba de vuelta en Chicago el año siguiente.
Como lo había hecho cinco años antes, Bradford empezó muy bien en 1974 pero se estrelló contra una cerca persiguiendo un elevado y se rompió la clavícula. Fue una lesión que lo saco de acción por varias semanas.
Regresó pero tuvo una torcedura de tobillo que lo sacó de acción otra vez y terminó con promedio de .333 en 39 juegos. Las lesiones llegaron cuando Bradford pensaba que las cosas finalmente mejoraban.
“Estaba de vuelta esa temporada”, dijo Bradford. “Era un poco más viejo y más enfocado. Si no me hubiera lesionado, pienso que hubiera sido el comienzo de una sólida carrera”.
Eso se convirtió en el principio del fin. Bradford compartió el tiempo entre los Medias Blancas y San Luis en 1975, regresó a Chicago el año siguiente y jugó con los Buffaloes de Kintetsu en Japón en 1977 hasta que trató de robar una base y se torció el mismo tobillo que se lesionó años antes.
Bradford regresó a Los Angeles, presintiendo que sus días de jugador activo habían terminado.
Una vez de vuelta, y con una hija recién nacida en la casa, Bradford decidió buscar trabajo más cerca de casa. Su esposa, una reportera de la corte suprema, sugirió que é se hiciera marshal de Estados Unidos y Bradford estuvo de acuerdo, y trabajó por un año como oficial en una corte del oeste de Los Angeles.
Abandonó ese trabajo por razones personales, se hizo instructor itinerario de ligas menores en bateo, corrido y jardineros con los Cachorros de Chicago, y entonces se desempeñó en otros trabajos, principalmente en al industria de la seguridad, antes de empezar su compañía de inversiones en bienes raíces.
El éxito modesto que encontró en el beisbol traducido luego en una vida confortable, proviene de su humilde niñez.
Nacido en Mobile, Ala., Bradford se mudó con su familia a Pacoima después que su padre falleció. Bradford tenía unos cuatro años de edad.
Un hermano mayor se había establecido en el area después de la universidad y persuadió a su madre para que tomara a Buddy y sus tres hermanas y se fueran al oeste. Bradford dijo que la familia amaba el valle.
“Fue agradable ser niño allí”, dijo él. “Podías dormir en tu propio jardín cuando no hacía calor y nadie te molestaba”.
La cuadra estaba llena de niños quienes pasaban su tiempo libre jugando pelota en la calle o en terrenos baldíos, iban al cine o nadaban en el parque.
A través de esos años, Bradford desarrolló un nexo con los muchachos quienes soñaban con hacerse peloteros profesionales y luego notaba su ambición, algunos con más presencia que otros. Mitchell recuerda su amistad con Bradford.
“Fuimos inseparables por mucho tiempo”, recordó Bobby Mitchell, quien llegó hasta AAA con los Angelinos. “Solíamos salir con la novias, nos ejercitábamos juntos. A veces, nos sentábamos en un carro por horas y hablábamos de la vida. Siempre fue un tipo muy enfocado”.
Y un atleta excelente. En San Fernando High, Bradford fue regular del equipo de beisbol dos temporadas, estuvo en el equipo titular de atletismo por dos temporadas y jugó en el equipo titular de futbol americano en su año final. Para él, esos fueron años memorables.
“San Fernando High para ese momento era una gran escuela”, dijo Bradford. “Esos fueron algunos de los mejores años de mi vida. Inolvidables. Estoy feliz de haberlos vivido”.
Bradford, quien prefirió el futbol americano sobre el beisbol, dice que no tuvo una temporada final impresionante y estuvo un poco sorprendido de que los Medias Blancas, Dodgers y Mellizos de Minnesota lo persiguieran activamente.
“Mi temporada final solo bateé .333, pero podía lanzar bien y podía correr muy bien, me parece que ellos pensaron que yo tenía mucho talento bruto”, dijo él.
Lo cual para los scouts de entonces eran señales suficientemente buenas.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
Nota del Traductor:Números de Charles Bradford con los Navegantes del Magallanes en la temporada 1966-67: 30 J, 117 VB, 20 CA, 27 H, 2 2H, 4 HR, 7 CE, 8 BR, .231 AVG.
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