lunes, 12 de diciembre de 2016
Esquina de las Barajitas: 1978 Al Oliver.
Bruce Markusen
Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un aficionado desde Cooperstown.
Supongo que es posible que Al Oliver, usando aquellos uniformes distintivos de los Piratas de Pittsburgh de finales de los años ’90, está ensayando una pose para esta barajita Topps. El fotógrafo de Topps puede haberle pedido que mostrara una expresión seria en su rostro, como si estuviera contemplando algo muy importante. Pero no pienso que Oliver está actuando aquí. Me parece que todo es muy genuino. Con su codo presionado contra su casco y su mano izquierda tocando un costado de su boca, Oliver parece estar sumergido en sus pensamientos.
No estoy seguro de lo que Oliver está pensando en su barajita Topps de 1978. Conociendo lo serio que es él acerca del arte de batear, puedo imaginar a Oliver sentándose en el dugout después del turno fallido y pensar, “Bien, ¿qué necesito hacer para batearle un imparable a este tipo?” Después de todo, Oliver era un maestro del bateo. Iba al plato con una idea de los que quería hacer, y como tenía que combatir lo que el pitcher le estaba lanzando. Si, Oliver tenía grandes destrezas naturales, y si, era un bateador agresivo (como todos aquellos Piratas de finales de los años ’70), pero también era un bateador reflexivo. No se compila un promedio de bateo vitalicio de .303 sin tener un plan en el plato. Tener el esquema mental apropiado era parte de lo que hacía grande a Al Oliver.
El nombre de Oliver también dispara algo en mi esquema mental. Como niño de los años ’70 vienen ciertas asociaciones a mi mente cuando oigo el nombre. Pienso en el personaje extraño de el programa Brady Bunch, “Cousin Oliver”, quien apareció abruptamente durante la temporada final de esa comedia de situaciones inocentes en 1974. Pienso en el antíguo pelotero de grandes ligas, Bob Oliver. Pero primero que todo pienso en Al Oliver, quien fuera parte integral de tantos buenos equipos de los Piratas durante los años ’70, incluyendo al equipo ganador de la Serie Mundial de 1971.
Para 1978, Al “Scoop” Oliver era uno de los bateadores más respetados del juego. Su carrera de grandeliga empezó una década antes, cuando saboreó la proverbial taza de café con los Piratas por primera vez. En 1969, Oliver llegó a la alineación de los Piratas, a pesar del talento que la organización tenía en primera base y los jardines. En primera base, Oliver tuvo que competir con el toletero Bob Robertson, quien era considerado como el “próximo Ralph Kiner” por algunos evaluadores de talento. En los jardines, los Piratas ya tenían a Willie Stargell en el izquierdo, Roberto Clemente en el derecho, y Matty Alou en el centro. Eso es dos futuros inquilinos del Salón de la Fama y un campeón de bateo.
Resultó que Robertson aún estaba a un año de refinar su swing. Tuvo dificultades en su actuación, eso abrió las puertas para que Oliver jugara primera base. Oliver también tuvo 21 apariciones en los jardines, al ser llamado por el manager Larry Shepard como sustituto ocasional de Stargell y Clemente. Oliver bateó para un sólido .285 y despachó 17 jonrones, números que le permitieron terminar segundo en la votación del novato del año de la Liga Nacional.
En su segunda temporada complete, Oliver jugó aún más regularmente como primera base y jardinero, pero su promedio de bateo y números de poder disminuyeron, algo común entre los peloteros que acusan las dificultades del segundo año. Entonces resurgió en 1971, un año que también lo vio aprender una nueva posición. Al enviar a Alou a los Cardenales de San Luis, los Piratas necesitaban un nuevo jardinero central. Le entregaron esa responsabilidad a Oliver, quien la asumió admirablemente, a pesar de su carencia de velocidad y fortaleza en el brazo. Al compartir la posición con Gene Clines, Oliver ayudó a formar una alternancia productiva en el jardín central, solidificando una de las pocas posiciones dudosas de lo que sería un equipo campeón. Cuando los Piratas sorprendieron a los Orioles de Baltimore en la Serie Mundial, Oliver ganó su primer y único anillo de Serie Mundial.
La temporada de 1971 también trajo una plataforma para alguna historia cultural. El 1 de septiembre, los Piratas realizaron un juego ante los Filis de Filadelfia que bajo otra circunstancia hubiese sido fácilmente olvidado. En ese momento el juego recibió poca atención, pero se hizo notable por la identidad de los nueve Piratas que iniciaron el juego. Todos ellos eran negros (afroamericanos o latinos), fue la primera vez en la historia de las grandes ligas que un equipo empezaba un juego con una alineación de puros negros.
Algunos peloteros, como Oliver, no se dieron cuenta que los Piratas estaban usando una alineación de puros negros hasta la mitad del juego. “No me había dado cuenta”, me dijo Oliver una vez, “Porque siempre teníamos por lo menos cinco o seis (peloteros negros y latinos) en el campo. Así que , dos o tres más no era gran cosa. No me di cuenta hasta el tercer o cuarto inning. Dave Cash (quien jugó tercera base ese día) me dijo, ‘Hey, Scoop, estamos jugando puros hermanos’. Pensé en eso y le dije, ‘¡Seguro que si!’” Mientras muchos de los Piratas reaccionaron con humor, la composición de su alineación reflejaba los esfuerzos pioneros de integración, sin parangón en ambas ligas.
En 1972, Oliver ofreció su primera señal de estrellato personal. Al continuar jugando en el jardín central, subió su promedio de bateo a .312, se embasó 35 por ciento del tiempo y calificó para su primer juego de estrellas. Al final de la temporada, los periodistas deportivos reconocieron a Oliver ubicándolo de séptimo en la votación por el jugador más valioso.
Oliver siguió siendo estelar con los Piratas por las próximas cinco temporadas. Bateó 20 jonrones en 1973, bateó tres veces sobre .300, participó dos veces en el juego de estrellas, y recibió votos para el jugador más valioso cuatro veces. Un consumado bateador zurdo, Oliver tenía el tipo de swing de líneas que se convirtió en modelo para otros bateadores. Usaba todo el terreno, desperdigando linietazos desde un extremo al otro. En su año final con los Piratas, también hizo una leve transición al jardín izquierdo, una posición para la cual estaba mucho mejor capacitado que para el jardín central.
Ahora de 30 años de edad, Oliver parecía establecido en Pittsburgh. Los Piratas de 1977 ganaron 96 juegos, pero ese total solo fue bueno para llegar segundos en el este de la Liga Nacional. Algunos en la organización creían que los Piratas necesitaban más pitcheo para desbancar a Filadelfia de la primera posición. Con una abundancia de buenos bateadores, algunos sentían que los Piratas podían sacrificar bateo por pitcheo.
Oliver, quién podía ser extrovertido y crítico de la gerencia, se convirtió en el cordero de sacrificio. El gerente general de los Piratas, Harding “Pete” Peterson negoció un complicado cambio de cuatro equipos con los Bravos de Atlanta, Mets de Nueva York, y Rangers de Texas. Principalmente, el trato permitió a los Piratas adquirir al derecho curvero inquilino del Salón de la Fama, Bert Byleven desde Texas. El principal costo fue Oliver, quien se unió a los Rangers como su tercer bateador. Así que para el momento cuando la barajita Topps 1978 de Oliver salió, mostrándolo con la gorra y los colores de los Piratas, ya estaba desfasada en el tiempo.
Mientras los Rangers habían tenido dificultades desde su relocalización desde Washington en 1972, fueron un equipo en progreso que había ganado 94 juegos en 1977. Seguro, los veranos de Texas eran brutalmente calientes, pero los Rangers ofrecían el beneficio del Arlington Stadium, un estadio excelente para los bateadores y un lugar donde los elevados viajaban bien durante los juegos nocturnos. Al unirse a los Rangers, Oliver elevó el nivel de su juego. Un pelotero muy bueno en Pittsburgh, se convirtió en una estrella consumada en Texas. En las próximas cuatro temporadas, no bateó por debajo de .309, agenció números de OPS en el rango de .800, y participó en tres juegos de estrellas.
Oliver alcanzó su pico con los Rangers en 1980. Aunque tenía 33 años de edad y parecía en una edad cuando la mayoría de los peloteros declina, Oliver bateó .319, largó 19 jonrones, y alcanzó su tope vitalicio de 119 carreras empujadas. También mostró una increíble durabilidad, al liderar la liga con 163 encuentros jugados ese verano.
Entonces vino la temporada recortada por la huelga en 1981. Oliver perdió su swing de poder ese verano, su total de jonrones cayó a cuatro. Mientras tanto, su agente, Michael Mandel, trató de negociar la extensión del contrato con los Rangers, Mandel y la oficina principal de los Rangers pronto tuvieron diferencias, y Oliver se encontró saliendo de la ciudad.
Los Rangers trataron de negociar a Oliver agresivamente en la primavera de 1982. En un momento, llegaron a un acuerdo que habría enviado a Oliver a los Yanquis de Nueva York por un paquete de Oscar Gamble, Mike Morgan y Bob Watson. Pero Gamble invocó su veto de no cambio, invalidando la negociación y dejando a Oliver en Texas, por lo menos temporalmente. Más adelante esa primavera, justo antes del dia inaugural, los Rangers enviaron a Oliver a los Expos de Montreal por un paquete encabezado por el toletero tercera base Larry Parrish.
Los Expos habían tratado de adquirir a Oliver desde 1977, como parte de un esfuerzo por balancear su alineación cargada de derechos. Ahora al cambiar a primera base, Oliver encontró a Montreal de su agrado. Triunfante en su regreso a la Liga Nacional, Oliver ganó el título de bateo con marca de .331, también lideró la liga en imparables, bases totales, y dobles. Como bono, descargó 22 jonrones, estableciendo un tope en su carrera.
Oliver nunca alcanzaría esos números otra vez, pero siguió siendo un bateador sobresaliente en 1983, al batear para .300, calificar para otro juego de estrellas, y obtener algunos votos en la carrera por el jugador más valioso.
En 1984, los Expos decidieron moverse en la dirección de la juventud. Esa primavera, enviaron a Oliver a los Gigantes de San Francisco por un paquete del jardinero Max Venable y el pitcher derecho Fred Breining. El cambio disparó la fase complementaria de la carrear de Oliver. Rebotó desde San Francisco hasta Filadelfia, hasta Los Angeles, hasta Toronto en los próximas dos temporadas, estableciéndose en el papel de pelotero alterno y bateador emergente.
A diferencia de muchas estrellas desgastadas, Oliver salió del juego con una última nota alta. Despues de ayudar a los Azulejos a asegurar el este de la Liga Americana, bateó .375 con tres careras empujadas contra los Reales de Kansas City en la serie de campeonato. Oliver pareció tener algo más que ofrecer, pero ningún otro equipo mostró interés en él para 1986, en una época cuando los dueños de grandes ligas se aliaron contra los agentes libres. Hasta el día de hoy, Oliver cree que esa alianza acabó con la oportunidad de terminar su carrera con 3.000 imparables. En lugar de eso, el fino bateador terminó con 2.743 imparables y un promedio vitalicio de bateo de .303.
Despues de sus días de jugador activo, Oliver regresó a su nativa Portsmouth, Ohio, donde ahora sirve como embajador de la ciudad. Se unió al escritorio de una organización llamada “Suicide is Not Painless”, con la esperanza de hacer algo tangible para atenuar la marea del suicidio adolescente.
Pocos años después de llegar al equipo de trabajo del Salón de la Fama, tuve el honor de compartir con Al y su antíguo manager Chuck Tanner, en un panel acerca de peloteros afroamericanos. Fue la primera vez que compartí con Oliver, quien me impresionó con su reflexividad y su actitud profesional e inspirativa. Entendí perfectamente como este hombre se había convertido en diacono y orador motivacional, un hombre quien predicaba a los niños sobre la importancia de evitar las drogas y otras tentaciones.
En 2004, el Salón de la Fama invitó a Oliver y otro antiguo Pirata, Jim “Mudcat” Grant, para participar en la celebración del Black History Month. Los dos antiguos compañeros de equipo hablaron en el Bullpen Theater, y entretuvieron a los visitantes y miembros del equipo de trabajo con su humor, su naturaleza hogareña, y sus pensamientos sobre el estado de las relaciones raciales en el beisbol.
Durante la charla, Oliver expresó su esperanza de que Major League Baseball pondría más énfasis en involucrar antiguos peloteros como él y Grant en sus esfuerzos por acercarse a la comunidad afroamericana. “De verdad creo que necesitan traer más jugadores quienes hayan estado allí, peloteros quienes hayan sido exitosos”, le dijo Oliver a la multitud en Cooperstown. “De verdad creo que mientras más exitoso hayas sido, más tienes que ofrecer. Mientras más hayas viajado, como Mudcat. Mudcat ha visto de todo. ¡Creo que no hay nada en este mundo que ‘Mudcat ‘ Grant no haya visto! ¡Las personas con quienes ha estado en contacto, las cosas que conoce!”
Oliver también estuvo de acuerdo con Grant acerca de la importancia del beisbol para conectarse con el interior de la ciudad, pero no solo con atletas jóvenes negros. “Mudcat solo tocó un punto clave cuando dijo interior de la ciudad, pero hablemos de los blancos. En la sociedad de hoy, en el interior de la ciudad, también se ven blancos. Y que mejor manera para aprender los unos de los otros. Ahí es donde necesitamos estar en 2004. Esto no es 1804. Deberíamos ser así ahora. Que mejor manera de acercar a las personas para aprender unos de otros, y encontrar que, hey, estamos juntos en esto”.
Para el final desea sesión de una hora en el Bullpen Theater, un reflexivo y bien hablado Al Oliver había convencido a todos de que él conocía más de derechos civiles y relaciones raciales que del arte de batear.
Algunas veces nuestras barajitas de beisbol cobran vida de una manera indescifrable.
Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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