lunes, 2 de mayo de 2016
Esquina de las barajitas: Un Gigante gentil.
Los trabajadores del Salón de la Fama también son fanáticos del beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí está la perspectiva de un fanático desde Cooperstown.
Bruce Markusen
El juego de barajitas Topps de 1968 nunca ha recibido una evaluación completa. Desde la primera vez que vi estas barajitas he apreciado los bordes de lunares, los cuales las hacen muy diferentes de todos los otros juegos que Topps ha producido. Los bordes negroa de 1971, los bordes multicolores de 1975…tienden a ser recordados con satisfacción, pero el marco de lunares le da a las barajitas una cualidad tridimensional. Además la fotografía del juego de 1968 es sólida, el cartón es grueso. Y hasta los reversos de las barajitas son atractivos, con una combinación de blanco y amarillo que hace destacar las estadísticas y las biografías en términos de estética y legibilidad.
En el juego de barajitas de 1968, la tarjeta de Bob Veale es una de mis favoritas. Ambientada contra el escenario de un estadio de entrenamientos primaverales, la barajita ofrece un buen aspecto de aquellos uniformes clásicos sin mangas usados por los Piratas de esa época. La combinación de negro y dorado, acoplada con el aspecto antíguo, hacia que los Piratas lucieran como peloteros serios. Me gustaban esos uniformes.
Topps aun no había incluido tomas de acción en su presentación de los peloteros, pero la barajita de Veale por lo menos da la ilusión de una acción. Si, él solo está haciendo el amago del movimiento de lanzar, pero al menos lo hace con todo su empeño, con un gesto de esfuerzo en su rostro, su brazo levantado, y con el bono agregado de un agarre de pitcheo. Con sus dedos índice y medio presionados juntos y totalmente extendidos, ellos están prácticamente en la cara del fotógrafo, Veale nos da un primer plano de su agarre para lanzar la curva. La curva no era el mejor envío de Veale, pero se convirtió en un arma clave en el progreso de su carrera, una parte importante de su repertorio de cinco pitcheos.
Cuando los integrantes de los medios le preguntan a los grandes bateadores de los años ’60 por los pitchers zurdos que más temían enfrentar, el nombre de Veale usualmente aparece en la conversación. ¿Qué tan intimidante era Veale? Aquí está una forma de verlo. En sus primeros años, la recta de Veale era comparada con las de Sandy Koufax y Sam McDowell, quienes generalmente eran reconocidos como los pitchers quienes lanzaban más duro a mediados de los años ’60. Koufax es inquilino del Salón de la Fama; Sudden Sam, como era conocido Sam McDowell, pudo haber sido, si no hubiese sido por los problemas con el alcohol y el persistente dolor en la espalda y el cuello. Cuando los periodistas deportivos, sin mencionar a los bateadores rivales, ponen a otro pitcher en la misma clase de Koufax, por alguna razón, eso es una indicación de algo memorable.
Adicionalmente, Veale era un espécimen físico de proporciones enormes. Su gran estatura y peso, le hacían lucir más como si fuese un jugador de futbol americano con los Steelers de Pttsburgh que un pitcher de los años ’60. No solo era más espigado que la mayoría de los pitchers de su época, también era más grande que la mayoría de los bateadores. Dado su gran tamaño, si a un bateador no le gustaba que Veale le lanzara una recta a dentro, ni se lo ocurría dirigirse al montículo a hacer una reclamación verbal al imponente zurdo.
Veale tenía algo de Ryne Duren. Como el relevista derecho de brazo poderoso que una vez brillara con los Yanquis de Nueva York, Veale usaba anteojos. A veces Veale entrecerraba los ojos, y le daba motivo de preocupación al bateador sobre si Veal podía verlo en realidad. Algunos grandes bateadores como Lou Brock y Willie McCovey, han recordado que Veale se quitaba los anteojos durante algunas de sus aperturas, para acentuar la idea de que no sabía exactamente donde iba la pelota. En realidad, la habilidad de Veale para intimidar fue solapada por su descontrol. Despues de todo, él lideró la Liga Nacional en boletos en cuatro ocasiones. En tres de ellas, superó los 100 boletos.
Otras estadísticas apoyan la imagen de Veale como un tipo de monstruo en el montículo. En 1964, él ponchó 250 bateadores, para aventajar a todos en la Liga Nacional, incluso el gran Koufax. El año siguiente, Veale incrementó su total a 276. Aunque las lecturas de la pistola de radar casi no se usaban en los años ’60, es justo apostar que Veale, en su apogeo, lanzó su recta en el rango de 96 a 100 millas por hora. Se debe tener en cuenta que esto ocurrió durante la época de la pelota muerta de los años ’60, cuando los montículos se levantaban 15 pulgadas sobre el resto del terreno de juego.
Para 1968, el año de esta barajita Topps, la reputación de Veale había alcanzado toda su fuerza. En el Año del Pitcher, él tuvo una efectividad de 2.05, la más baja de cualquiera de sus temporadas completas como abridor. Completó 245 innings, un número importante dado que lanzó con dolor en el codo casi toda la temporada, permitió 187 imparables, completó 113 juegos, y logró cuatro blanqueos. Solo la falta de apoyo ofensivo le impidió tener una marca ganadora. Con los Piratas teniendo dificultades para anotar en una temporada de sequía de carreras, Veale tuvo marca de 13-14.
En 1969, Veale conseguiría otra temporada de 200 ponches, la vez final que alcanzaría esa marca. Ese fue su último vestigio de dominio. En 1970, su total de ponches cayó por debajo de 180, mientras su efectividad casi llegó a 4.00. Ahora con 33 años de edad, Veale estaba mostrando las señales inevitables de la decadencia.
Para 1971, la factura de la edad y el desarrollo de problemas en la espalda se llevaron una porción significativa de la recta de Veale y forzaron a los Piratas a convertirlo de abridor a relevista. Algunos observadores del equipo se preguntaban si Veale, con sus rachas de descontrol, podría adaptarse a trabajar como relevista. Otros tenían dudas de cómo respondería su brazo al lanzar de tres a cuatro veces a la semana. Y entonces se presentó el asunto del acondicionamiento físico. Veale cometió el error de reportarse al campo de entrenamientos primaverales con poco más de 120 kilo, el peso más elevado de su carrera. En un tiempo cuando los periódicos carecían del concepto “políticamente correcto”, el Pittsburgh Press publicó el siguiente titular: “Un Pirata gordo pelea con el peso”.
Veale aplacó los insultos, junto a los rumores de cambio que lo ubicaban en los Tigres de Detroit (por el veterano campocorto Eddie Brinkman). Trabajó diligentemente esa primavera para eliminar el exceso de peso, bajo a 115 kilos, y se ganó un puesto en el roster de los Piratas para el dia inaugural.
La temporada de 1971 le dio a Veale la oportunidad de tomar parte en un episodio inusual de la historia del beisbol. El 1 de septiembre, los Piratas se convirtieron en el primer equipo de Grandes Ligas en jugar con una alineación de puros negros. Esa alineación que incluía estrellas como Roberto Clemente, Willie Stargell y Al Oliver, llevo a los Piratas a una victoria sobre los Filis de Filadelfia. Veale lanzó como relevista ese día, uno de tres apagafuegos que utilizaron los Piratas para auxiliar a Dock Ellis.
Veale permaneció en Pittsburgh toda la temporada, lanzando principalmente como relevo largo y de contención. Ese otoño, el tuvo su primera y única visita a la postemporada. Luego de ganar el este de la Liga Nacional, los Piratas de Veale enfrentaron a los Gigantes de San Francisco en la serie de campeonato de la Liga Nacional y a los Orioles de Baltimore en la Serie Mundial. Veale solo hizo una aparición inefectiva en la postemporada, pero eso no importó, porque él y los Piratas ganaron los anillos de la Serie Mundial al vencer a un equipo de los Orioles repleto de talento del Salón de la Fama.
Para la temporada de 1971, Veale agenció una efectividad de 6.69, la peor de su carrera. Algunas salidas malas inflaron ese número, pero era obvio que los mejores días de Veale habían pasado. Despues de la temporada varios periodistas especularon que Veale podría pedir su libertad incondicional.
Eso no ocurrió. Los Piratas retuvieron a Veale, esperando que le fuese mejor luego de una temporada de ajuste en el bullpen. Con su puesto asegurado, Topps imprimió una barajita de 1972 para Veale. El alto número de la barajita, 729 para ser exactos, no salió hasta más adelante en la temporada. Para el momento que la barajita llegó a las papelerías, la carrera de Veale con los Piratas había terminado. En sus primeras cinco salidas de la nueva temporada, él había concedido siete boletos y 10 imparables en nueve innings. Los Piratas colocaron a Veale, quien era popular en el clubhouse de Pittsburgh, en la lista de disponibles. Cuando ningún otro equipo de Grandes Ligas lo reclamó, Veale aceptó una asignación al equipo afiliado de los bucaneros en ligas menores, los Charlies de Charleston.
Veale permaneció en las ligas menores hasta el 2 de septiembre. Los Piratas en vez de subir a Veale para la recta final mientras peleaban por el título divisional, lo vendieron a los Medias Rojas de Boston, quienes eran contendores por el título del este de la Liga Americana.
Al llegar a una liga donde los bateadores lo conocían poco, Veale lanzó extremadamente bien en seis juegos para los Medias Rojas, lanzó ocho innings en blanco como relevista, mientras conseguía dos victorias y dos salvados. Desafortunadamente, el pitcheo de Veale no fue suficiente para ayudar a los Medias Rojas a alcanzar a los Tigres de Detroit en la carrera por el banderín, pero su impresionante demostración convenció a la oficina principal de traerlo de vuelta.
Veale lanzó bien otra vez en 1973, pero una repentina caída en 1974, ocasionada en parte por una serie de lesiones, lo llevaron al retiro. Veale estaba acabado como pitcher, pero no con el beisbol. Quería ser coach, aunque muy pocos negros tenían cargos de coach para la época. Frank Robinson acababa de ser nombrado manager de los Indios de Cleveland, pero eso no significaba que otros equipos estuvieran abiertos a la idea de un manager afroamericano, o hasta de un coach negro.
Luego de estar fuera del beisbol la temporada de 1975, Veale encontró trabajo con los Bravos de Atlanta, quienes lo hicieron uno de sus instructores de pitcheo de ligas menores. Luego llegó a los Yanquis, donde tuvo un cargo similar por varias temporadas.
En 1983, Veale, de 49 años de edad aterrizó en Utica, N.Y., el pueblo natal de su antiguo compañero en los Piratas, Dave Cash. Los Blue Sox de Utica, un equipo independiente de ligas menores propiedad del periodista deportivo Roger Kahn, contrató a Veale como su coach de pitcheo. Cargado de veteranos de ligas menores y renegados de cierta edad quienes eran buenos jugadores de ligas menores pero eran considerados no prospectos, los Blue Sox impactaron al mundo de las ligas menores al ganar el campeonato de la New York-Penn League ese verano.
Yo empecé a trabajar en Utica en 1987, estuve a cuatro años de encontrarme con Veale. Aunque se retiró hace algun tiempo de las labores de coach, los seguidores del beisbol en Utica aun lo recuerdan por ser citable y llevadero. Recordado por tener el sentido del humor de un comediante y el conocimiento de un sabio del beisbol, era bien querido por todos en la organización de los Blue Sox. En un equipo donde la oficina principal y el cuerpo técnico parecían estar enfrentados, Veale permanecía por encima de eso, calmado y hasta relajado.
Ahora retirado y viviendo en Alabama, Veale nunca fue el “monstruo” que su tamaño y recta le hicieron ser. Como el antíguo jardinero de los Piratas Gene Clines, quien jugó con Veale desde 1970 hasta 1972, le dijo una vez al autor Donald Hall, “Bob puede lanzar la pelota a través de una pared de ladrillos, pero todos sabían que era un gigante gentíl”.
“Si Veale, te golpeaba, tenía que ser un error. Él no quería lastimar a nadie”.
Acerca de Bruce Markusen
Bruce Markusen es el gerente de Digital and Outreach Learning at the National Baseball Hall of Fame. Ha escrito siete libros de beisbol, incluyendo biografías de Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Ted Williams, y A Baseball Dynasty: Charlie Finley’s Swingin’ A`s, el cual fue premiado con la Seymour Medal de SABR.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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