martes, 12 de julio de 2011

Dick Williams revivió la popularidad de los Medias Rojas en Nueva Inglaterra.

Garry Brown. masslive.com. 09-07-2011.

AP.
En mis primeros días como periodista en Springfield, no cubríamos a los Medias Rojas regularmente.
Nadie se quejaba de eso, porque los patirrojos de finales de los ’50 y comienzos de los ’60 eran equipos horrendos, de ninguna manera eran comparables a los Yanquis de Nueva York.
Pero, en julio de 1967, empezamos a decirnos que quizás deberíamos prestarle atención a ese equipo. Después de todo, los jóvenes Medias Rojas, con un manager novato de 38 años, estaban jugando bien y seguían en la carrera por el banderín. En ese momento, por supuesto nadie esperaba que ganaran el banderín, pero parecían merecer nuestra atención, especialmente desde que el apostador Jimmy “The Greek” Snyder les había dado una oportunidad de triunfo de 100-1.
Fue en una noche de finales de julio cuando conocí a Dick Williams. Sus Medias Rojas estaban de vuelta en Fenway Park luego de una intensa gira, estaban en medio de una seguidilla de 10 victorias. Me enviaron a cubrirlos.
Antes del juego en el dugout, algunos miembros del cuerpo de periodistas que seguían a los Medias Rojas, esperaban que terminara la práctica de bateo. Encontré un puesto en el banco al lado de mi viejo amigo y colega, el nativo de Westfield, Ray Fitzgerald. En ese momento, él era un destacado periodista en ascenso, escribía columnas deportivas para el Boston Globe. Antes de que se fuera a ese trabajo, habíamos laborado juntos por 10 años en el departamento deportivo de The Springfield Union.
Ray me puso al tanto rápidamente de cómo era cubrir a los nuevos Medias Rojas. Como lo especificó, el manager daba mucho de que hablar, porque no le importaba arengar a sus peloteros en público, y no había reclamo de parte de ellos.
Al final de la práctica de bateo, Williams regresó al dugout. Bill Liston, un curtido veterano que cubría a los Medias Rojas para el ahora desaparecido Boston Traveler, le preguntó porqué seguía presionando sobre los problemas de peso de su primera base y toletero, George Scott.
“No me importa lo que él piense de eso”, dijo Williams. “Le dije que si no regresa al peso apropiado, no jugará. No estoy aquí para ganar un concurso de popularidad, estoy para ganar juegos”.
Esa cita del “concurso de popularidad” centelleó en mi memoria cuando leí este jueves 07 de julio de 2001 que Dick Williams había fallecido a los 82 años.
El estilo cáustico con el que dirigió a los Medias Rojas a su banderín del “Sueño Imposible” en 1967 eventualmente llevó a Williams al Salón de la Fama Nacional de Béisbol en Cooperstown, N.Y, donde fue inducido en 2008. Cuando ganó las Series Mundiales de 1972 y 1973 con los Atléticos de Oakland, y un banderín con los Padres de San Diego en 1984, era el mismo tipo enfocado en un objetivo.
El equipo más ganador que Williams dirigió, nunca llegó a la Serie Mundial. Eso fue en 1971, cuando sus Atléticos dejaron marca de 101-60, pero fueron barridos en la Serie de Campeonato de la Liga Americana (entonces a 5 juegos) por el poderoso Baltimore de Earl Weaver. Weaver y Williams habían sido rivales cuando dirigieron en la Liga Internacional AAA.
¿Funcionaría el estilo de la vieja escuela empleado por esos dos en el mundo de hoy plagado de superestrellas con sueldos excesivos? Le pregunté a Williams cuando vino a Fenway en 2007 para el cuadragésimo aniversario de su equipo “soñado”.
“¿Dirigir en la actualidad? No duraría dos días”, dijo él.
Aprendió el béisbol profesional de la manera más dura, jugó 10 temporadas como jugador del cuadro de ligas menores en el sistema de los Dodgers de Brooklyn, batalló hasta el final para llegar a las mayores como jugador del cuadro, de reserva.
En las menores, jugó un par de temporadas con Walter “Butsy” Fiala, un talentoso segunda base de West Springfield. Butsy se quedó atascado en las menores porque los Dodgers tenían a Jackie Robinson y Junior Gilliam por encima de él.
Williams jugó sus últimas dos temporadas en Grandes Ligas con los Medias Rojas, en 1963 y ’64. Se retiró a los 36 años cuando los patirrojos le ofrecieron la oportunidad de dirigir su equipo de Triple A, entonces asentado en Toronto.
Su nómina en 1965 y ’66 incluía a ocho peloteros que vivirían aquel “Sueño Imposible”, el jardinero Reggie Smith, lo jugadores del cuadro Joe Foy y Mike Andrews, los receptores Russ Gibson y Mike Ryan y los pitchers Gary Waslewski, Jerry Stephenson y Billy Rohr.
En aquellos años de Toronto, Williams también dirigió a un par de pitchers locales, Bill Spanswick de Enfield y Eddie Connolly de Pittsfield.
Los Maple Leafs de Toronto de 1966 terminaron un juego detrás de Rochester, un equipo dirigido por Weaver. En los play offs de la Liga Internacional, Rochester cayó en la primera ronda, y Toronto venció a Columbus en la final.
Ese campeonato convenció al gerente general de los Medias Rojas, Dick O’Connell de que su manager de Triple A estaba listo para dirigir en las Grandes Ligas. Es justo decir que la cultura beisbolera de los Medias Rojas cambió para siempre debido a la fe de O’Connell en Dick Williams.
En el invierno de 1968, Williams vino a Springfield como invitado de honor de un evento para recaudar fondos en el Hotel Kimball. El local abarrotado de aficionados, testimonia el revivido interés de la región por los Medias Rojas.
En total, Williams tuvo una carrera de 40 años en el béisbol profesional. En 22 temporadas como manager ganó 1571 juegos.
¿Concursos de popularidad? En todos esos años, él podría decir, con orgullo, que nunca ganó uno.
Ese fue Richard Hirschfeld Williams, mi tipo de manager de béisbol.


Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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