jueves, 24 de agosto de 2017

El torrente de voz inolvidable de Felo Ramírez.

Alguien me dijo una vez que había visto a Felo Ramirez en su rutina de narrar un partido, parecía un monje rezando en una esquina de la cabina de transmisión, “el tipo toma el micrófono entre las manos y pareciera murmurar”. Yo me dije para mis adentros, “pero lo que yo escucho en la radio es un trueno emocional que estremece la imaginación y remueve las fibras más profundas del beisbol cada vez que llega el noveno inning y Felo exclama: ‘…¡llegamos al noveno inning…y está ganando el Magallanes!’ Esa y muchas otras imágenes y sonidos me vinieron a la memoria cuando este martes 22 de agosto de 2017 leí en un correo electrónico del departamento de prensa de los Navegantes del Magallanes que el excelso narrador deportivo Rafael “Felo” Ramírez había fallecido el lunes 21 de agosto en Miami, Florida. Tengo grabada la narración del último out de la serie final de la temporada 1976-77, “…es un elevado en foul hacia la malla…allá va Steve Nicosia…se mete debajo de la bola y el Magallanes es el campeón de Venezuela…ha vencido en buena lid a los Tiburones de La Guaira…es un momento indescriptible amigos el publico está en el terreno celebrando con sus peloteros…” Lo que siempre admiré de Felo fue su impresionante capacidad para mezclar en paralelo la pasión por el Magallanes con la gallardía de reconocer sobre la marcha los méritos del rival cuando el equipo perdía, era el primero en elogiar la legitimidad de la victoria ajena En el segundo juego de la serie semifinal ante las Águilas del Zulia, Magallanes llegó perdiendo 1-0 ante Gilberto Marcano quien se había mandado tremendo duelo de pitcheo ante Chris Batton aquel 17 de enero de 1977. En la apertura del noveno inning, luego del primer out de Jimmy Sexton, Dave Parker negoció boleto y cuando Mitchell Page descargó un toletazo bestial hacia el jardín izquierdo, Felo hizo tronar la corneta del radio transistor “…Parker va a tener que regresar a tercera base, la pelota se fue de un bote a la tribuna…pero esto no se acaba amigos…Magallanes tiene el empate en tercera y la de irse arriba en segunda…” Entonces vino a batear Steve Nicosia y mientras bajábamos el volumen del televisor, Felo traía la electricidad del estadio a la casa, “…Marcano trata de sorprender a Parker y mete la bola en el jardín izquierdo, Page también entra en carrera…Parker el predestinado del Magallanes…¡Qué bárbaro…sacó de concentración a Marcano y lo hizo lanzar pésimo a tercera…!” En aquel dramático quinto juego de la Serie del Caribe de 1979 en Puerto Rico ante las Águilas Cibaeñas, Felo retrató los dos tirazos de Oswaldo Olivares para enfriar en la mascota de Baudilio Díaz a los veloces Omar Moreno y Nelson Norman en el tercer y décimo innings respectivamente. Luego en el cierre del undécimo inning el manager Johnny Lippon trajo a relevar al grandesligas William Castro y Dave Coleman inició la entrada embasándose por error del campocorto Norman. Luego del out de Willie Horton, Jerry White descargó doblete al centro que puso a Coleman en tercera y obligó a Lippon a bolear intencionalmente a Baudilio Díaz. Horton trajo de emergente a Rafael Cariel por Alfredo Torres y está fue la acuarela de Felo: “…ahí va una línea por encima de segunda…Magallanes deja en el campo a los dominicanos…¡qué temporada la de Cariel…Willie Horton lo hizo otra vez… no le tembló el pulso para traer a Cariel en el momento cumbre del juego y otra vez respondió con el madero…!” Quizás la imagen más nítida e indeleble de la elocuencia y la intensidad con las cuales Felo nos mantenía adheridos al radio desde el primero hasta el noveno episodio, la tengo de un juego de un temporada gris del Magallanes, en la 1977-78, vino un relevista llamado Norman Angelini y en medio de un octavo inning Felo reclamó: “…esté pitcher está al reverendo globo…hasta yo me puedo parar en el plato con un periódico doblado y pegarle la pelota de la cerca…” Alfonso L. Tusa C. 22-08-2017.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Paul Casanova: El ‘Hermano’ de Todos.

Él fue el aglutinante que mantuvo unida una generación de peloteros. Nick Diunte. La Vida Baseball. Agosto 2017. Nunca importaba cuando yo llegara a su puerta, la respuesta siempre era la misma: Lo que fuera que él estuviera haciendo, se detenía, se levantaba, y me daba una sonrisa de mil dólares y un cálido abrazo. A él no le importaba que yo usualmente llegaba sin avisar, o solo pocas veces al año. Lo que importaba era por cuanto tiempo me quedaría. Siempre preguntaba, “¿Cuándo te vamos a ver de nuevo?” Cada vez que nos íbamos, le decía que regresaría durante el próximo receso de enseñanza, y la respuesta era siempre: “Estaremos esperándote”. Ese era el espíritu de Paulino “Paul” Casanova, quien nació en Perico, Cuba, y falleció este sábado 5 de agosto en Miami a los 75 años de edad, por complicaciones cardiorespiratorias. Conocí a “Cazzie” en 2009 mediante un amigo mutuo, Gonzalo “Cholly” Naranjo, un antiguo pitcher de ligas mayores también de Cuba, quien sabía que yo era un seguidor del beisbol. Casanova, un antiguo cátcher de los Senadores de Washington y los Bravos de Atlanta desde 1965 hasta 1974, tenía una academia de beisbol en su patio de Florida.
Casanova estaba impresionado con mi conocimiento de los grandes del pasado del juego, particularmente de los latinos. Su hogar era un nicho para las vidas y carreras de esos hombres. Él tenía fotos, cientos de ellas, alineadas en las paredes de su casa, lo cual la hacía parecer un pequeño museo. Hasta decoró las paredes posteriores a las jaulas de bateo con fotos, incluyendo una de su compañero de equipo e inquilino del Salón de la Fama, Henry “Hank” Aaron. Cada toletero que llegaba, desde pequeñas ligas hasta grandes ligas, lo hacía bajo la mirada de los grandes. Durante esa primera visita, vi a un hombre con un sombrero Panamá y anteojos de sol sentado en una silla. “Nick, este es mi amigo Mike Cuellar”, dijo Casanova. Intercambié amabilidades con el zurdo cubano, y primer latino en ganar el premio Cy Young. Cuellar sería el primero de muchos grandes del beisbol a quien conocería en mis viajes de regreso a la casa de Paul. Cuando me iba, Casanova prometió darme una lección de bateo cuando regresara. Una semana después, cuatro fotos autografiadas y una nota esperaban por mí en mi apartado postal. Las Lecciones de Cazzie. A medida que el clima cambiaba en Nueva York, no podía esperar para regresar. Fui de visita el siguiente febrero y, como fue prometido, él inmediatamente me puso a trabajar. En los próximos días aprendí más de mi swing que lo hecho en cuatro años de pelota universitaria. No importaba que un día estuviesen en las jaulas de bateo los entonces grandesligas activos Marco Scutaro y Juan Rivera, él siempre me trataba con la misma atención. El pelotero dentro de mí deseaba que lo hubiera conocido mucho antes. Él tenía una gran facilidad para detectar los defectos de un swing y explicarlos. Yo podía ver porqué tantos peloteros jóvenes talentosos preferían su tutelaje. Rápidamente aprendí que la casa de Paul era una especie de salón de reunión para sus antiguos compañeros de equipo y compatriotas cubanos. El día siguiente, llegué y encontré a Tony Oliva y Orlando Peña sentados en el patio de la casa. Después Oliva me dijo que todos los años pasaba por ahí a pasar el día, camino al campo de entrenamiento primaveral de los Mellizos de Minnesota. Ellos dos no eran los únicos. Naranjo, Jackie Hernández y José Tartabull eran fijos porque trabajaban con Casanova en su academia. Cuando se efectuaba el Joe DiMaggio Legends Game en Fort Lauderdale cada enero, se pasaba largas noches jugando dominó en su casa con Bert Campaneris, José Cardenal, Rico Carty, Minnie Miñoso y el inquilino del Salón de la Fama Orlando Cepeda. El evento de esas noches se hizo tan importante como el juego. Los vínculos que se formaron cuando ellos eran jóvenes y fuertes continuaban floreciendo en cada oportunidad que tenían de estar juntos. Mientras más tiempo pasaba allí, se hizo más claro para mí que Paul era el pegamento que mantenía unida a una generación de beisbolistas. Si no estaba entreteniendo a un visitante, él hablaba por teléfono con un antiguo compañero de equipo. Un día era Dusty Baker, hoy manager de los Nacionales, el equipo que reemplazó a los Senadores en Washington. El siguiente, sería Hank Allen. “Éramos muy cercanos”, le dijo Allen recientemente a La Vida Baseball. “Él era un ser humano maravilloso. Nos conocimos en las ligas menores e instantáneamente congeniamos, y eso nunca cambió. Él era una persona muy cálida. Nos ayudábamos e intercambiábamos amabilidades y así fue siempre. Cuando llegamos a las grandes ligas, fuimos compañeros de habitación”. “Nos considerábamos hermanos y familia”, dijo Allen. “Era maravilloso”. Unidos hasta el Presente. Pero Casanova no se quedaba en el pasado. Al mirar el juego actual, se puede ver las huellas de Casanova. El jardinero de los Diamondbacks de Arizona, J.D. Martínez, un cubano-estadounidense nacido en Miami, fue un aventajado estudiante quien empezó a ejercitarse en la academia desde la adolescencia. Hay fotos de Martínez, de 29 años de edad, conocido en la casa de Cazzie como Flaco o “Skinny”, esparcidas alrededor, un álbum de fotos muestra el progreso de un muchacho de escuela secundaria avanzando hacia toletero de grandes ligas. Yo estaba en la casa de Paul la noche del 3 de agosto de 2011 cuando Martínez bateó su primer jonrón en grandes ligas. Habíamos estado viendo el canal de MLB para revisar si había noticias de su protegido. Luego que Martinez se la desapareció al lanzador de los Rojos de Cincinnati, Dontrelle Willis en el primer inning y aparecieron los reconocimientos en la pantalla, todos enmudecieron. “¡El Flaco lo hizo! ¡Bateó su primer jonrón!” exclamó Casanova. Su emoción paternal era evidente. Martínez había debutado en la gran carpa hacía cuatro días, el 30 de julio. Casanova no podía estar más orgulloso. “Él ha estado viniendo aquí desde que era un niño”, dijo. “Estamos felices de verlo hacer eso”. Martínez tenía tanta reverencia por Casanova que llevó a Miguel Cabrera a trabajar con él luego de ganar la triple corona en la temporada de 2012. Cuando le pregunté a Casanova si le dio algun consejo de bateo a Cabrera, sonrió levemente. “¿Qué le puedo decir a Cabrera?” dijo “No necesita mi ayuda. Solo lo veo batear”. Foco de atención Cuando La Vida Baseball entrevistó a Casanova durante el juego de estrellas de 2017 en Miami el mes pasado, era obvio que él era el centro de atención. Su aparición durante el FanFest del juego de estrellas en los espacios del clubhouse fue un acontecimiento, una reunión familiar. Cuando Casanova se mostró en la sesión de Cepeda, este fijó los ojos en Cazzie y dijo con voz de barítono: “¡Casanova!”. Una reunión donde estaban Cardenal y Bobby Ramos se detuvo cuando Tartabull empujó la silla de ruedas de Casanova hacia la primera fila. Todo el protocolo desapareció y Tartabull y Ramos, amigos cubanos, bajaron del estrado para saludar a su amigo. La recepción que él recibió dejó perplejos a los presentes. ¿Quién es este tipo que hace que todos se paralicen, y hace gritar a los inquilinos del Salón de la Fama? Entonces aparecieron las historias de cómo Casanova, por mucho tiempo había sido el tipo quien los había mantenido unidos, explicó Ramos. Casanova hizo todos esos contactos durante una vida en el beisbol que se extendió por más de 50 años. La carrera beisbolera del cubano lo llevó a través de varios países del continente americano, incluyendo un tiempo significativo en Venezuela y Estados Unidos. Su carrera fue un ejemplo de persistencia. Todavía era un adolescente cuando salió de Cuba en 1960, fue cesanteado dos veces por los Indios de Cleveland y pasó 1961 jugando con los Clowns de Indianapolis, otrora equipo de la Ligas Negras que hacía giras alrededor de Estados Unidos. En 1963, Casanova finalmente logró estabilizarse luego de una prueba de ligas menores con los Senadores de Washington. Debutó en grandes ligas el 18 de septiembre de 1965. Sin embargo, “fue en Venezuela”, le dijo a los reunidos en el FanFest, “donde me hice pelotero, porqué jugué contra Luis Aparicio, y todos esos tipos…Le debo a Venezuela todo lo que hice en las grandes ligas”.
Casanova se sentía tan cómodo en Venezuela que por varios años durante la liga invernal, y después de su carrera de grandeliga, fue dueño de un restaurant llamado La Pelota en la ciudad porteña de La Guaira, Venezuela. Ya en ese entonces el fue un catalizador social, como lo sería de nuevo en la academia de beisbol de su patio de Florida. Reconocimientos y memorias Y hubo los puntos altos de su carrera, como ser miembro del equipo de estrellas de la Liga Americana en 1967 y ver a Mickey Mantle caminar hacia su casillero en Anaheim Stadium: “Cuando él caminaba hacia ese casillero, parecía una aparición de Dios”, compartió Casanova en el FanFest. Como ser el catcher abridor ese mismo verano en un juego de extrainning el 12 de junio contra los Medias Blancas de Chicago. Casanova trabajó detrás del plato toda la noche, y aunque solo bateó un imparable en nueve veces al bate, lo consiguió en el cierre del inning 22 para empujar la carrera ganadora. Y seis temporadas después, recibió el único juego sin hits ni carreras del nudillista Phil Niekro en su carrera de inquilino del Salón de la Fama. “El lanzamiento de nudillos se estaba moviendo mucho, nadie podía batearlo, tuve problemas para atraparlo. A partir del sexto inning, no le pedí ningun otro lanzamiento”, dijo Casanova. “Despues del juego lo cargué a hombros. Bebimos 12 cervezas. Y Phil me regaló 1000 $”. A pesar de jugar tres temporadas con los Senadores bajo la tutela del manager Ted Williams, Casanova fue un bateador vitalicio de .225. Pero tenía un cañón en el brazo, retiró a 37 corredores en 1967 y 51 por ciento de quienes intentaron robarle una base en 1970. Él era tan respetado por sus destrezas como receptor que hasta a los árbitros les gustaba trabajar detrás de él. “Él me proporcionaba la mejor vista del plato que me dio cualquier cátcher”, dijo el árbitro Bill Kinnamon en el libro de Larry Gerlach, The Men in Blue. “Se acostaba por completo en el suelo. Hacía la seña y luego desaparecía; te preguntabas donde demonios había ido, así de bajo se mantenía…Los árbitros solían revisar quien era el pitcher de los Senadores, para ver si les tocaba arbitrar detrás de Casanova”. A medida que avanzó la semana, la salud de Casanova se convirtió en tema de discusión entre las leyendas latinas que se habían reunido en el juego de estrellas. Sus visitas recientes al hospital tenían a muchos consternados y preocupados. Haber hecho el esfuerzo de aparecer en las festividades del juego de estrellas alrededor de sus amigos, había pasado la factura. Fue hospitalizado esa noche con problemas respiratorios. El día del juego de estrellas, varios peloteros retirados acordaron visitar a Casanova en su casa, había sido dado de alta el día anterior. Llegué con Cholly Naranjo temprano en la tarde, pero Casanova lamentó que no estuviera disponible para recibir invitados ese día. Cuando recibí la llamada hace pocos días acerca de que su situación era grave, muchos pensamientos y memorias me llegaron desde los últimos ocho años. Pensé en su gran corazón y su generosidad para compartir sus conocimientos y su amor. Allen habló con Casanova hace unas semanas, y Casanova admitió que su condición había empeorado. Compartieron la misma despedida de siempre, una sonrisa del cariño fraternal que ha persistido por medio siglo. “Hablé con él hace dos semanas y me dijo que no se sentía bien”, dijo Allen. “Eso fue impactante. Prometí que estaría en contacto con él a menudo. Había una frase con la que siempre nos despedíamos, a través de los años, él siempre terminaba con ‘Te quiero mucho hermano’, y siempre fue así”. Así es como recuerdo a Paul Casanova. Un espíritu tan expansivo y completo que atraía amigos desde lejos, con la fuerza para mantenerlos juntos a través del tiempo, la edad y la distancia. Él fue nuestro hermano, el hermano de todos, y será extrañado cariñosamente. Traducción: Alfonso L. Tusa C. Nota del traductor. Debido a la potencia de su brazo Casanova era conocido como el “rifle 30-30” en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Vino a la LVBP por primera vez en la temporada1965-66 con los Tigres de Aragua y repitió con ellos la siguiente zafra. Ese año fue tomado como refuerzo por los Leones del Caracas y largó aquel legendario cuadrangular ante los Tiburones de La Guaira en la final de la 1966-67. A partir de la temporada 1968-69 y hasta la 1974-75, Casanova vistió la camiseta de La Guaira. Fue dueño junto a Pat Kelly (su compañero de equipo en La Guaira) de la discoteca La Pelota en la avenida Casanova de Caracas a principios de la década de 1970. Si Casanova tuvo un restaurant en La Guaira llamado La Pelota, lo desconozco.

jueves, 10 de agosto de 2017

Don Baylor, jugador más valioso de la Liga Americana, fallece a los 68 años de edad.

Richard Sandomir. The New York Times. 07 de agosto de 2017. Don Baylor, un respetado jardinero y bateador designado quien ganó el premio al jugador más valioso de la Liga Americana en 1979 y destacara en el arte de ser golpeado por un pitcheo, falleció este lunes 7 de agosto en Austin, Tex. Su deceso fue reportado por MLB.com. Baylor supo que tenía mieloma múltiple en 2003. Baylor jugó para seis equipos en 19 temporadas, incluyendo a los campeones mundiales Mellizos de Minnesota de 1987. También dirigió a los Rockies de Colorado y los Cachorros de Chicago. Poco peloteros mostraron menos temor por los pitchers que el musculoso y corpulento Baylor. A través de los años, mientras tomaba su lugar en la caja de bateo, se encimaba al plato, y le quitaba la parte interna de la zona de strike a los pitchers. Y si era impactado por un pitcheo, no le importaba. “Mi primer objetivo cuando voy al plato es conseguir un imparable”, dijo en el libro “The 1986 Boston Red Sox: There Was More Than game Six” (2016). “Mi segundo objetivo es conseguir un pelotazo”. Para el momento cuando se retiró en 1988, había sido golpeado 267 veces, una marca moderna para la época. (Fue superada por Craig Biggio de los Astros de Houston). La carrera de grandes ligas de Baylor empezó en 1970 con los Orioles de Baltimore, quienes habían ganado la Serie Mundial en 1966 y la volverían a ganar en 1970. Su mentor fue el futuro inquilino del Salón de la Fama, Frank Robinson, un pelotero agresivo e intimidante quien dirigiría a Baylor en el equipo de Santurce de la liga invernal puertorriqueña después de la temporada de 1970. “Principalmente me enseñó a pensar mientras bateaba”, Baylor fue citado en el libro acerca de los Medias Rojas de 1986. “Él decía, ‘Si un tipo te lanza adentro, batea esa pelota por toda la raya de cal’. Frank también quería que yo empezara a usar más mi fuerza. Frank sabía que en algún lugar dentro de mí había un bateador que halaba la pelota”. Pero justo cuando Baylor empezaba a mostrar el alcance completo de su talento, los Orioles lo enviaron a los Atléticos de Oakland en una negociación de seis peloteros antes de la temporada de 1976 que llevó a Reggie Jackson a Baltimore. Baylor fue afectado por el cambio cuando el manager Earl Weaver se lo comunicó durante un juego de exhibición. No quería salir de los Orioles. Luego de una temporada mediocre con los Atléticos, su logro principal fue robarse 52 bases, firmó un contrato como agente libre con los Angelinos de California. En su primera temporada con los Angelinos estaba pasando por momentos muy difíciles con el madero, y el equipo contrató a Robinson, quien había sido cesanteado como manager de los Indios de Cleveland, como insructor de bateo. “Don está cometiendo muchos errores y necesita trabajar mucho”, le dijo Robinson a Sports Illustrated. Baylor se recuperó para tener una buena temporada. Destacó en 1978 y 1979, cuando largó 36 vuelacercas, empujó 139 carreras, bateó .296 y ganó fácilmente el premio al jugador más valioso. Para entonces, Baylor se había establecido como líder dentro y fuera del terreno. No había nadie más temido en la liga cuando corría hacia segunda base”, le dijo Bobby Grich, quien jugó segunda base como compañero de Baylor en los Orioles y los Angelinos, a The Los Angeles Times en 2002. “Él avanzaba como una locomotora. Y no tenía debilidades. Era un lider tranquilo. Nunca alardeaba. Jugaba lesionado. Resistía el dolor”. Baylor nunca quiso admitir que los pelotazos le causaban dolor. Pero cuando el lanzallamas Nolan Ryan lo golpeó en la muñeca, le pidió al fisioterapeuta de los Orioles que le pusiera hielo en la zona afectada, la cual se mantuvo débil por un año. Bert Blyleven, un pitcher del Salón de la Fama quien jugó con y ante Baylor, recordó golpearlo con un envió que pareció colgarse bajo el brazo de Baylor. “Él tomo la pelota y me la lanzó de vuelta”, dijo Blyleven en una entrevista telefónica este lunes. “La miré para ver si tenía una marca”. Don Edward Baylor nació en Austin el 28 de junio de 1949. Su padre, George, era manejador de equipajes en la Missouri Pacific Railroad; su madre, Lillian, era cocinera escolar y supervisor de cafetería. Él fue uno de tres estudiantes afroamericanos durante la integración de O. Henry Junior High School. Jugó baloncesto, futbol americano y beisbol en Austin High School y fue reclutado para jugar futbol americano por varias universidades, incluyendo la University of Texas. Pero el se decidió por el beisbol y fue seleccionado por los Orioles en 1967. Baylor tuvo que esperar hasta tarde en su carrera para jugar en la Serie Mundial, en 1986 con los Medias Rojas de Boston. Había jugado tres temporadas con los Yanquis, desde 1983 hasta 1985, pero el equipo no avanzaba a la postemporada, y él fue enviado a Boston a finales de marzo de 1986. (No se había llevado bien con George Steinbrenner, el tempestuoso dueño de los Yanquis). Aunque solo bateó .238 ese año con Boston, despachó 31 jonrones, empujó 94 carreras y alcanzó un tope vitalicio con 35 veces golpeado por los lanzadores. Los Medias Rojas enfrentaron a los Mets en la Serie Mundial y estuvieron cerca de ganarla en el sexto juego hasta que el roletazo de Mookie Wilson pasó entre las piernas del primera base Bill Buckner. Los Mets ganaron ese juego y terminaron ganando la Serie Mundial en el séptimo juego. Pero 1987 fue diferente. Baylor tuvo dificultades la mayor parte de la temporada hasta que los Medias Rojas lo cambiaron a Minnesota, donde bateó .286 en el mes final. Más importante, bateó .385 en la Serie Mundial ante los Cardenales de San Luis y empató el sexto juego con jonrón de dos carreras. Los Mellizos ganaron ese juego 11-5, y también el séptimo. Blyleven dijo que la llegada de Baylor al equipo le había inyectado veteranía. “Liderazgo fue lo que nos trajo”, dijo él. “Teníamos muchos tipos jóvenes, y él trajo su pasado de gran jugador, y la manera como asumía su negocio. Él era puro carácter y dignidad”. Baylor jugó una temporada más, regresó a Oakland, antes de empezar una carrera como manager (con los Rockies, donde fue el manager del año de la Liga Nacional en 1995, y los Cachorros) y coach de muchos equipos, el más reciente, los Angelinos. A Baylor le sobreviven su esposa, Rebecca Giles (nombre de soltera); su hijo Don Jr., su hermano, Doug; su hermana, Connie, y dos nietas. Su matrimonio con Jo Cash terminó en divorcio. Durante los primeros años de Baylor con los Orioles, él conoció la corte de los canguros, donde sus compañeros de equipo eran multados por cometer infracciones en su manera de jugar al beisbol. Con los Medias Rojas, el era el juez de la corte. Cuando Roger Clemens ponchó a 20 Marineros de Seattle a finales de abril de 1986, él multó a Clemens con 5$ por permitirle un imparable a Spike Owen en conteo de dos strikes sin bolas. Traducción: Alfonso L. Tusa C. Nota del traductor: Antes de la temporada 1974-75 tenía varias expectativas: ¿Podrían por fin los Navegantes del Magallanes clasificar a los playoffs luego de tres eliminaciones seguidas? ¿Había Rubén Mijares hecho un buen negocio al cambiar a Bob Darwin a un equipo de la liga dominicana por un tal Dave Parker? ¿Rendiría Don Baylor con Magallanes al mismo ritmo que había mostrado con los Orioles de Baltimore en grandes ligas y los Cangrejeros de Santurce de la liga puertorriqueña? Lo que más recuerdo de Baylor en aquella temporada 1974-75 es el jonrón que le bateó a Jim Todd en el quinto inning del primer juego de la serie final ante los Tigres de Aragua. Ese batazo empató el juego y dio esperanzas de que si se podía batallar ante aquel blindado equipo aragüeño. Luego en el inicio del noveno episodio, Dave Parker se la desapareció al relevista Mike Pazik con Bob Bailor en segunda base para darle cifras definitivas al encuentro: Magallanes 3 – Aragua 2. En 2012 escribí una biografía condensada de Don Baylor junto a Malcolm Allen para el libro: “Pitching, Defense, and Three-Run Homers” editado por Mark Armour y Malcolm Allen para la Society For American Baseball Research. Y luego también fue publicada en el Biography Project de SABR. https://sabr.org/bioproj/person/dbdccbfa

viernes, 4 de agosto de 2017

Venezuela irá al Mundial de Pequeñas Ligas gracias a Odor y Chacín

jueves, 3 de agosto de 2017 Venezuela irá al Mundial de Pequeñas Ligas gracias a Odor y Chacín Los dos grandeligas colaboraron de su bolsillo para ayudar en el financiamiento que permitirá el viaje del equipo LUZ de Maracaibo, de las ligas menores del Zulia, al torneo internacional Por Ignacio Serrano El-Nacional.com El equipo LUZ de Maracaibo podrá asistir al Campeonato Mundial de Pequeñas Ligas, en Williamsport, Estados Unidos, gracias a la ayuda que decidieron aportar los grandeligas venezolanos Rougned Odor y Jhoulys Chacín. Ambos grandeligas decidieron ayudar económicamente a los muchachos que ganaron su derecho para actuar en la cita, ayudando con pasajes y con el dinero necesario para tramitar la visa estadounidense, a fin de viajar a la cita. Odor, informó la organización Pequeñas Ligas, a través de su cuenta en Twitter, pagó los boletos aéreos de Maracaibo a Caracas, para que la delegación (jugadores y técnicos) puedan ir a la Embajada de los Estados Unidos y hacer los trámites consulares necesarios para viajar al país del norte. Chacín decidió ayudar con los costos del arancel de todas las visas que necesitan pagar los viajeros. “A través de mi entrenador personal, Ricardo Linares, me enteré de la situación de esos niños”, declaró el lanzador derecho de los Padres de San Diego. “Para mí, es un gusto colocar mi granito de arena para cosas así, más conociendo la difícil situación económica que existe en Venezuela”. “Yo estuve a punto de ir a ese evento y sé lo que significa”, agregó Chacín. “No podía permitir que ellos perdieran esa oportunidad, y me da una gran satisfacción ayudar a que todos esos niños puedan cumplir con sus sueños”. En julio, la Liga Cacique Mara consiguió su pase a la Serie Mundial de su categoría, en la ciudad de Reynosa, México, gracias a que el también bigleaguer Carlos González aportó el dinero necesario para pagar los boletos aéreos a la urbe azteca. Publicado en El-Nacional.com, el jueves 3 de agosto de 2017.