miércoles, 23 de diciembre de 2015

El pitcher de los Gigantes George Spencer recuerda el paseo mágico de la temporada de 1951.

22-02-2012. Como uno de los cuatro miembros vivientes de los Gigantes de Nueva York campeones de la Liga Nacional en 1951, el antíguo relevista George Spencer puede hablar con candor acerca de su carrera como beisbolista y el estado actual del beisbol. “Mis día de pelotero pasaron hace rato, pero las memoria aún están ahí. Este es un gran juego, parece una vergüenza que haya llegado a donde está”, dijo él durante una entrevista telefónica de enero de 2012 desde su hogar en Ohio. “Estoy muy desencantado de lo que el beisbol es hoy…Veo a los jugadores de pequeñas ligas cuando batean un jonrón ganador del juego, todos se reúnen en el plato y se golpean entre ellos y se empujan entre ellos y lanzan los cascos al aire, y eso es en las pequeñas ligas”, se lamentó Spencer de 85 años. “En vez de llevar a las grandes ligas a ese nivel, las pequeñas ligas se han ido a las grandes ligas. Los veo en sus uniformes y parece como si la mitad de ellos se estuvieran preparando para ir a la cama, con sus pantalones sobre los zapatos. Es una visión que se te queda”. Mucho antes de que los peloteros celebrasen en el campo cada atrapada de cabeza sobre la grama, base robado o jonrón, Spencer fue una estrella de dos deportes en Ohio State University donde jugaba quaterback en su equipo de futbol americano. Más de sesenta años después, Spencer no se lamenta de su decisión de profesión. “Yo jugaba futbol y beisbol. Yo tenía dos becas una para futbol y otra para beisbol y ¡no tomé ninguna!” rió Spencer. “De todas formas escogí el deporte correcto. Todavía puedo caminar de manera decente”. Spencer firmó con los Gigantes en 1948, y luego de tres temporadas en las menores, fue llamado a las mayores en agosto de 1950, para su sorpresa. “No creerás esto. Gané mis primeros ocho juegos en Jersey City. Despues de eso, perdí tres o cuatro en fila. No puedo recordar donde estábamos de gira, pero Joe Becker, el manager, me llamó”, dijo Spencer. A continuación el intercambio de palabras entre Spencer y su manager. “Él me dijo, ‘George, vas a las Grandes Ligas’. Le dije, ‘Si, estoy segurísimo de eso Joe, ¡acabo de perder cuatro seguidos y voy para las Grandes Ligas!’ Él dijo, ‘Hablo en serio, se supone que te unas a ellos en Filadelfia’. Le dije, ‘Eso es difícil de creer’”. Spencer se incorporó a los Gigantes en Filadelfia y rápidamente notó que las cosas eran un poco más intensas en el suelo de las Grandes Ligas. “Me uní a ellos en Filadelfia y nos fuimos a los puños tres veces en el juego”, recordó Spencer. “Ahí fue cuando Eddy Stanky estaba parado en segunda base moviendo los brazos. Él y Andi Seminick, el cátcher de los Filis en ese momento, se volvieron monstruos en la discusión porque no había una regla sobre eso (señas de relevo). Todos salimos al campo, yo salí del bull pen tres veces. Yo estaba ahí afuera peleando y puedo recordar mirar a mi derecha y Tookie Gilbert estaba en el suelo y un policía había sacado el rolo sobre él, listo para golpearlo. Alguien le agarró el brazo para que no golpeara a Tookie. Pensé que si así eran las Grandes Ligas, soy un amante, no un peleador. ¡Que experiencia!” Pocos días después en el Polo Grounds, Spencer pisó la caja de lanzar para debutar contra sus rivales de la ciudad, los Dodgers de Brooklyn. Luego de lanzar un primer inning en blanco, Spencer recibió otra lección de Grandes Ligas. “Enfrento a los Dodgers y Gene Hermanski es el bateador. Le lanzó una buena recta sobre el plato y el batea la pelota entre el jardín derecho y el central. Bobby Thomson jugaba en el jardín central la pelota picó y llegó de un bote a la cerca”, dijo Spencer. “Yo finalmente saqué el inning y regresé al dugout y Bobby viene detrás y dice, ‘Caramba, no tuve un buen salto con esa bola, debí haberla atrapado’. Yo dije, ‘Bobby si esa pelota debió haber sido atrapada, aquí es donde debería estar lanzando’. No lancé ahí mucho tiempo., pero debería estar lanzando ahí”. Luego de agenciar una efectividad de 2.49 en su temporada de novato, Spencer regresó para un año completo con el equipo en 1951. Durante ese año, Spencer se encontró en un asiento de primera fila en algunos de los espectáculos legendarios del beisbol incluido lanzar en la Serie Mundial, ver a Bobby Thomson acabar con las esperanzas de los Dodgers de Brooklyn y por último pero no menos, el debut de un jovencito de Alabama nombrado Willie Mays. “En mi opinión, el fue el mejor pelotero que vi…Él es el único jardinero que puedo recordar verlo batear a cualquier parte del infield y eso incluia un machuconcito al cátcher”, dijo él. Durante el infame juego de playoff donde Thomson bateó “El estacazo que se oyó alrededor del mundo”, Spencer recordó como la actuación de Don Newcombe desvanecía sus esperanzas de Serie Mundial. “En el octavo inning cuando Newcombe aún lanzaba y ellos estaban a delante, parecía que él iba a lanzar puras tizas. Yo veía como los billetes de dólar volaban por la ventana porque él nos iba a vencer, porque parecía que tenía mucho en la bola”, dijo Spencer. El bullpen dio un suspiro de alivio cuando Charlie Dressen fue al montículo. “Todos en nuestro equipo estaban contentos de que ellos decidieran hacer el cambio, cualquier cambio para sacar a Newcombe de ahí. La manera como terminó todo, fue de nuestro agrado. Pienso que ellos no estaban muy felices con eso, pero así ocurrió. Ese es el béisbol”. El jonrón de Thomson propulsó a los Gigantes hacia la Serie Mundial contra los Yanquis de Nueva York quienes tenían a pronto a retirarse Joe DiMaggio. En el sétimo episodio del segunda juego de la Serie Mundial, Spencer fue llamado en relevo de Larry Jansen. Parado frente al él mientras caminaba al montículo en su debut de Serie Mundial estaba el famoso Yankee Clipper. “El primer tipo que tuve que enfrentar fue el número cinco. Pienso que había recorrido dos terceras partes del trayecto hasta el montículo desde el bullpen y miré hacia la pizarra y decía al bate el número cinco e inmediatamente pensé, ‘¿Qué demonios hago aquí lanzándole a este tipo?’”. Se preguntó Spencer. Aún cuando Spencer permitió siete carreras en sus dos apariciones de Serie Mundial, él tuvo una presentación inmaculada contra DiMaggio las dos veces que se enfrentaron. “Siempre pensé que fui un gran contribuyente para que se retirara en 1951 porque lo enfrenté dos veces y lo hice out ambas veces. Él debió decir, ‘Si no le puedo batear a este tipo, estoy listo’. Esa es la historia que siempre conté. No creo haber oído de él ningún comentario de cuan difícil como pitcher era yo. Yo lo veía un poco diferente”. Spencer permaneció con los Gigantes durante la temporada de 1955, viajando entre el equipo de Grandes Ligas y el de AAA. Lanzó en seis juegos para los campeones de la serie Mundial de 1954, contribuyó con marca de 1-0 durante la temporada regular, pero no estuvo en el roster para la postemporada. Él reapareció en las mayores con los Tigres de Detroit para tazas de café en 1958 y 1960, jugó a tiempo completo en las menores hasta 1963 antes de retirarse. Él se convirtió en coach de pitcheo en las organizaciones de los Tigres de Detroit y los Rojos de Cincinnati por cuatro años, subió al montículo una última vez como coach-jugador en 1966 mientras era coach en Statesville, N.C. Al salir del beisbol profesional, Spencer trabajó en una fábrica de láminas metálicas por veinte años. A través de todos su viajes durante sus 17 años en el beisbol, nada igualó la rivalidad entre los dos equipos de Nueva York de la Liga Nacional durante esa temporada de 1951. “Cuando jugaban los Dodgers y los Gigantes, era la guerra. Cada vez que íbamos a Brooklyn, sabías lo que ibas a conseguir allá y cuando ellos venían a Polo Grounds, también sabían lo que iban a encontrar. Era escalofriante ser parte de eso”. Traducción: Alfonso L. Tusa C. Actuación de George Spencer con los Navegantes del Magallanes en LVBP, temporada 1953-54: 47 J, 2 JC, 42 JR, 10 G, 6 P, 139.0 IL, 114 HP, 40 CL, 75 K, 43 BB, 2.59 Efect.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Hassan Pena impone nueva marca de juegos salvados en LVBP

Alberto Arnías / Alexander Mendoza | Prensa LVBP Hassan Pena alzó los brazos luego del out 27 y todos sus compañeros del Magallanes organizaron una fiesta en medio del diamante, tras lograr el pase matemático a los playoffs después del salvado 22 de su cerrador, que impuso una nueva marca para una temporada en la LVBP. Los Navegantes vinieron de atrás para derrotar, 4-3, a los Tigres de Aragua, en el Estadio José Pérez Colmenares. El triunfo mejoró su récord a 17-9, lo que le asegura el quinto lugar de la tabla en la segunda mitad del campeonato y un total de 10,5 puntos en la clasificación general, guarismo que le sirve para comprar el boleto a la postemporada. “Estoy muy contento por mis compañeros y los pitchers que lanzan delante de mí”, dijo Pena, después del partido a Meridiano TV. “No había ansiedad porque llegara el salvado 22, estábamos era un poco preocupados porque las cosas no nos estaban saliendo de la mejor manera, todos sabíamos que habían juegos en el camino”. Luego de dos outs, en el séptimo inning, Magallanes fabricó un rally de tres carreras que coronó Adonis García con triple a la derecha, con dos corredores en circulación, para darle ventaja a su equipo 4-2. “La última vez que lo había enfrentado (al relevista Iván Hernández) fue con las bases llenas, en este parque y supo dominarme con la recta cortada. Así que no traté de hacer swing grande, sino trabajar el conteo y conectar la bola a banda contraria”, destacó el grandeliga cubano, sobre su importante batazo. Magallanes estaba sumido en una cadena de cuatro derrotas, la peor de la temporada y durante casi una semana no había podido descorchar el champagne, que guardaba en el club house. “Creo que cuando nos dijeron que solo necesitábamos un partido más, nos confiamos demasiado. Eso fue lo que nos sucedió. Pero hoy hablamos un ratico, antes del partido y dijimos que debíamos hacer lo mismo que hasta ahora”, agregó García. Pena, que está en su tercera campaña en el país y la segunda con los filibusteros, retiró a Sandy León con rodado a sus manos y luego dominó con elevado al centro a Alex Núñez. Permitió que se le embasara Herlis Rodríguez, por boleto, pero sacó el último out obligando a Hernán Pérez, líder jonronero de Aragua, a fallar con roletazo al campocorto. Una jugada que dejó en el olvido el registro del panameño Santos Hernández, que el 30 de diciembre de 1997 había establecido el registro absoluto de rescates del circuito, precisamente contra los Tigres. “Estoy muy contento por Hassan es un gran trabajador y se lo merece”, destacó García. Aragua tomó el mando en la pizarra en el cuarto inning con triple de Guillermo Quiroz y elevado de sacrificio de Wuilmer Becerra para irse arriba 2-0; mientras que el séptimo, Rodríguez conectó el primer jonrón de su carrera contra Jean Machí. El manager Carlos García no pudo ocultar su alegría. “El equipo jugó muy bien la segunda mitad del campeonato, luego de una primera mitad inconsistente. Recibimos varias incorporaciones de hombres que están acostumbrados a este tipo de situaciones. La paciencia fue un factor determinante para llegar hasta aquí”, puntualizó el Almirante. “Hassan ha sido uno de nuestros protagonistas al igual que Adonis, con ellos el equipo jugó muy bien”. Los filibusteros anotaron su primera rayita en la segunda entrada, gracias a sencillo impulsor de Juan Apodaca. Ganó José Mijares (1-1), perdió Kyle Hunter (0-1) y salvó Pena (22). MÁS SALVADOS EN EL CARIBE • Mark Zapelli, Yaquis de Ciudad Obregón, 23, 1990-1991 • Andrés Ávila, Cañeros de los Mochis, 23, 2015-2016 • Hassan Pena, Navegantes del Magallanes, 22, 2015-2016 • Jason Urquidez, Naranjeros de Hermosillo, 22, 2013-2014 • Marcos Mateo, Estrellas Orientales, 21, 2014-2015 • José Silva, Tomateros de Culiacán, 21, 2007-2008 • Bryan Corey, Venados de Mazatlán, 21, 2003-2004 • Santos Hernández, Pastora de Los Llanos, 21, 1997-1998 DESDE EL TERRENO Ronny Cedeño se quedó en el banco del Magallanes por molestias en el hombro izquierdo... Jean Machí y Jesús Sucre regresaron al roster activo de los Navegantes tras cumplir sus sanciones por participar en la reyerta del pasado fin de semana en Margarita. EN CIFRAS Hassan Pena igualó a Jean Machi en el segundo lugar histórico del Magallanes, con 41 salvados. Oscar Henríquez es el líder de todos los tiempos con 46. La diferencia entre el trío de cerradores es que el cubano Pena lo ha hecho en dos campañas, mientras que a Machí le temó 14, mientras que “Manacho” lo hizo en 9… Wuilmer Becerra falló en 3 turnos y dejó su racha de juegos con hits en 7… Luis Rodríguez extendió a 11 sus desafíos consecutivos con al menos un hit. Titulares

viernes, 18 de diciembre de 2015

La esencia del Béisbol

Hace unos días disfruté “The Winning Season” (2004, John Kent Harrison), una película sobre un niño que se pone muy nervioso a la hora de batear y siempre terminaba ponchándose. Todo empieza a cambiar cuando encuentra una barajita de Honus Wagner en el sótano de la casa de la anciana a quién siempre va a ayudar con las labores de su casa. El niño regresa a casa eufórico porque aquella barajita iba a resolver todas las dificultades económicas de la familia. Cuando los padres le dicen que debe regresar la barajita a su dueña, el niño sale molesto de la casa y mientras contempla el cromo bajo la luz de las estrellas aparece como adolescente en un campo de béisbol, en plena Serie Mundial de 1909. Honus Wagner juega el campocorto de los Piratas de Pittsburgh ante los Tigres de Detroit y Ty Cobb. Mientras veía la película fue inevitable desplegar otro metraje de eventos ocurridos en la temporada venezolana de béisbol profesional de 1968-69. Clarence Gaston, Pat Kelly, Joe Rudi, Walter Hriniak, Dámaso Blanco, Gustavo Gil, Bob Belinsky, Salvatore Campisi, Armando Ortiz, Roberto Muñoz, Bill Butler, Ron Tompkins; habían logrado meter a los Navegantes del Magallanes en la clasificación. En el play off final el equipo empezó a tener dificultades porque Belinsky y Campisi, dos de sus lanzadores más importantes abandonaron el equipo por razones contractuales. Cuando el equipo perdió el juego que lo dejaba fuera de carrera, discutí atropelladamente con mis hermanos sobre las razones de la eliminación del Magallanes, me fui a acostar molesto con ellos, pasé toda la noche dando vueltas en mi cama. En una de esos giros aparecí en la entrada del dugout de primera base del Estadio Universitario. Gaston desamarraba las trenzas de sus zapatos con la cabeza entre las rodillas. Me senté a su lado, luego de repetirlo varias veces en mi cabeza, le pregunté: “¿Por qué se fueron Belinsky y Campisi”. Gaston levantó la mirada y echó hacia atrás los brazos. “Eso lo ignoro. Debieron tener sus razones. Nosotros perdimos por lo que dejamos de hacer en el campo. Podríamos haber ganado sin ellos, pero fuimos incapaces de ejecutar las jugadas”. Dámaso apretaba los cordeles de su guante de tercera base. “Cito está en lo cierto, si hubiésemos jugado como lo hicimos en la última semana del campeonato, ahora mismo estuviésemos disputando el título”. Me levanté del banco y llegué al centro del circulo de uniformes a rayas con el logo del barco en el lado izquierdo del pectoral. “Pero Belinsky y Campisi lanzaron muy bien, ganaron juegos claves para el equipo”. En el momento clave de “The Winning Season”, el adolescente viaja con Honus Wagner y hacen un alto en un bosque, allí mientras descansan bajo un árbol, Wagner le dice: “Lo que más me gusta del béisbol es que puedes hacer felices a muchas personas, ricos y pobres, blancos y negros, niños y adultos. Ni el dinero, ni la jerarquía, ni la mejor habitación de los hoteles, valen para mí más que eso”. Un fuerte olor a sudor se mezclaba con los efluvios del alcanfor y la brisa traía pequeñas partículas de agua fría arrancadas del cubo donde Muñoz tenía hundido el brazo de lanzar. “Belinsky y Campisi lanzaron muy bien sí. Pero ellos no eran todo el equipo. Entre Ronnie Tompkins y yo ganamos tantos juegos como ellos. Bill Butler también se fajó. Hay que reconocer que algo nos faltó al final, pero no fue ni Belinsky ni Campisi. A lo mejor si ellos están en el equipo no ganamos ni un juego”. Gustavo Gil se quitó la camiseta y se quedó con la sudadera de tres cuartos de manga. “¿De donde saliste tú? ¿Cómo hiciste para llegar aquí?” Un torbellino de emociones se agolpaban entre el techo de la habitación de mis hermanos y las paredes del dugout. La ventolera amenazaba con empujarme hacia la casa pero me aguantaba con los dientes apretados a través de las preguntas que le hacía a los peloteros. Dámaso me lanzó una pelota. “Siempre salimos a dar lo mejor de nosotros, esté quién esté con el equipo. Sabemos que esos dos pitchers lanzaron muy bien, sin embargo aún teníamos equipo para ganar”. Armando Ortiz carraspeó desde el otro extremo del banco. “El muchacho tiene razón. Belinsky y Campisi hubieran representado una buena garantía de triunfo desde la lomita. Me hubiera gustado saber que hubiese pasado con ellos en el equipo”. Dámaso me lanzó el guante y arrastró los spikes sobre el cemento rustico. “Quizás hubiésemos ganado. Pero es muy probable que el ambiente en el dugout no hubiera sido el mejor, porque después que se asume un compromiso contractual, hay que asumirlo hasta el final. La mejor forma de protestar cuando la temporada está en curso es dando lo mejor sobre el terreno”. El muchacho tiene oportunidad de observar una práctica de Wagner y sus compañeros de equipo en un terreno agreste de la campiña de Pittsburgh. Allí Wagner le comenta “Él que es beisbolista, es beisbolista y sabe lo que tiene que hacer en un terreno de juego. Lo principal es llegar a la caja de bateo y enfocarte en cada movimiento del pitcher desde que lleva la bola al guante hasta que la suelta hacia el plato”. El muchacho se pone una mano sobre la frente. “Vas a entrar al Salón de la Fama junto a Cobb”. Dámaso y Gil llamaron al manager Napoleón Reyes y pronto se formó un círculo donde cada pelotero habló de lo que había significado para ellos compartir en aquel equipo los momentos duros y las victorias, las discusiones, las estrategias, las jugadas de cuadro adentro, los squeeze plays, los pisa y corre y sobre todo esa camaradería de ayudarse mutuamente y disfrutar del juego. Luego de caer en una trampa de Cobb para que Wagner no participara en el séptimo juego de la Serie Mundial, el muchacho le dice a la novia de Honus que la vida de él es el béisbol y la mujer termina rompiendo su compromiso. Después se disculpa ante el airado Wagner. Los Piratas ganan la Serie Mundial. En el momento que Wagner le dice al muchacho que lo dejé en paz, este se queda mirando la barajita y cuando abre los ojos despierta como niño sobre el banco del porche de su casa. Regresa corriendo a la cocina y le dice a sus padres y hermana que va a regresar la barajita. Su mamá le informa que la anciana está grave en el hospital. Allí trata de devolverle la barajita y ve la mitad de la foto rasgada donde aparece Wagner. Le pone la barajita en la mano y le dice que si piensa con todas sus ganas en Honus, volverá con él para vivir por siempre lo que dejaron ir. Me cuelo hasta el centro del grupo y levanto las manos de Gaston, Dámaso, Gil y Ortiz. “A lo mejor no todos los que están aquí lo vivirán. Pero el año que viene Magallanes será campeón de la Liga Venezolana y de la Serie del Caribe”. Dámaso le guiñó el ojo a Gil y Gaston sonrió con Ortiz mientras me tendían un apretón de manos. De nuevo el niño viene a tomar turno al final del juego. En cuenta de dos strikes, Wagner se aparece por el left field corto y le grita. “Él que es beisbolista, es beisbolista”. El niño sigue la pelota hasta que se acerca al plato. Un sonido seco dispara una parábola que sobrevuela los jardines. Las burlas de los rivales se quedaron en las gargantas mientras el niño daba la vuelta al ruedo. Varios temblores me sacudieron y me levanté con el corazón en la boca. Mis hermanos aparecieron en mi campo visual. “Caramba, ya tenemos como media hora tratando de despertarte. Ya es hora de ir a la escuela. Toda la noche te la pasaste hablando de Belinsky, Campisi, Dámaso, Gil, Ortiz. Lo que más me llamó la atención es eso de que Magallanes va a ganar el campeonato y la Serie del Caribe. Ver para creer”. Alfonso L. Tusa C.

Rubén Gómez, antiguo pitcher de los Gigantes de Nueva York y San Francisco, fallece a los 77 años.

Richard Goldstein. 30 de julio de 2004. The New York Times. Rúben Gómez, un pitcher importante para los Gigantes de Nueva York y San Francisco en los años ’50 y uno de los primeros grandes ligas de Puerto Rico, falleci{o este lunes en su hogar de San Juan. La causa fue complicaciones de una dolencia renal, dijeron los Gigantes. Gómez, un derecho con una screwball extraordinaria, ayudó a impular a los Gigantes de Nueva York hacia el banderín de la Liga Nacional en 1954 con una marca de 17-9. {El inició y ganó el tercer juego de la Serie Mundial mientras los Gigantes barrían a los Indios de Cleveland. Gómez se unió a los Gigantes en 1953, ganó 13 juegos en un tiempo cuando los puertorriqueños tenían poco impacto en el beisbol de Grandes Ligas. Hiram Bithorn ganó 18 juegos para los Cachorros de Chicago y el jardinero Luis Olmos bateó .313 con los Dodgers de Brooklyn en los años de la segunda guerra mundial, pero Roberto Clemente, el futuro jardinero del Salón de la Fama, aún estaba a dos temporadas de debutar con los Piratas de Pittsburgh cuando Gómez se convirtió en Gigante. Cuando Gómez llegó al aeropuerto de San Juan luego de la Serie Mundial de 1954, fue recibido por 5000 aficionados que lo esperaban bajo la lluvia. Fue homenajeado con un día feriado público por el gobernador, Luis Muñoz Marín. “Él era el muchacho de Puerto Rico, el ídolo de todos”, dijo ayer en una entrevista telefónica Orlando Cepeda, el primera base del Salón de la Fama y compañero de Gómez en los Gigantes de San Francisco de 1958. Cepeda, quién conocía a Gómez desde la juventud, recordó verlo lanzar en la Serie Mundial por televisión. “En la escuela secundaria en Puerto Rico, ellos nos daban las horas libres para que pudiésemos ver los juegos”, dijo él. Gómez ganó 15 juegos para los Gigantes en 1957, su último año en el Polo Grounds. El 15 de abril de 1958, el se convirtió en el pitcher ganador del primer juego de Grandes Ligas efectuado en la costa oeste, al blanquear a los Dodgers, 8-0, en el Seals Stadium de San Francisco. Gómez también era recordado por un par de situaciones. En septiembre de 1953, Gómez golpeó a Carl Furillo de los Dodgers de Brooklyn en la muñeca en el Polo Grounds. Furillo se dirigió hacia el dugout de los Gigantes, y descargó su furia hacia el manager de los Gigantes, Leo Durocher, y salió con la mano fracturada del enfrentamiento. En julio de 1956, Gómez golpeó al primera base de los Bravos, Joe Adcock en la muñeca en el County Stadium de Milwaukee. Cuando el imponente Adcock se dirigió hacia el flacucho Gómez, Gómez le lanzó la pelota y lo golpeó en la cadera, luego corrió hacia el dugout de los Gigantes con Adcock persiguiéndolo. Gómez, nativo de Arroyo, P.R., también lanzó para los Filis, Indios y Mellizos y tuvo un record vitalicio de 76-86 en 10 temporadas. Le sobreviven su esposa, María, dos hijos y una hija. Juan Marichal, el pitcher del Salón de la Fama de República Dominicana, fue inspirado por Gómez mientras Marichal jugaba en ligas menores. “Yo veía a Orlando Cepeda, Felipe Alou y Rubén Gómez por televisión”, le dijo una vez Marichal a The Associated Press. “Empecé a aprender de que trataban las Grandes Ligas y esperaba que algún día yo pudiese ser uno de ellos”. Traducción: Alfonso L. Tusa C. Nota el traductor: Gómez reforzó al Magallanes hacia finales de la temporada 1965-66 y en el playoff semifinal de esa campaña.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Gustavo Gil en la distancia

Luego de conocer del fallecimiento de Gustavo Gil este martes 8 de diciembre de 2015, fue inevitable registrar revistas viejas y revisar archivos mentales recónditos. Mientras escuchaba el juego de anoche (Magallanes versus Zulia), fue casi automática la superposición con un juego de play off semifinal; Magallanes vs Aragua, el tercero de la serie, el 23 de enero de 1970. En el juego de anoche, Magallanes perdía 3-0 y en el de 1970 también. Hace 45 años empecé a quedarme dormido cuando el juego se fue a extrainning, de vez en cuando abría los ojos ante las exclamaciones de Felipe y Jesús Mario. Anoche, medio abrí los ojos en el cierre del noveno inning cuando la voz de Carlos Feo rasgó la profundidad del sueño. De Gil siempre se reconoció su defensiva, llegó a tener la marca de más dobleplays iniciados en una temporada (1973-74) con 25. Además fue el mejor camarero defensivo de LVBP en lkas temporadas 1965-66, 1966-67, 1967-68, 1969-70, 1971-72. Sin embargo, Gil también un bateador muy oportuno, capaz de ser líder en tubeyes (21) en la temporada 1965-66. Su defensiva le hizo ser considerado por encima de Pete Rose en ese aspecto cuando jugaba en la organización de los Rojos de Cincinnati. Fue esa excelencia con el guante la que lo llevó a las Grandes Ligas con los Indios de Cleveland (1967) Pilotos de Seattle (1969) y Cerveceros de Milwaukee (1970 y 1971). Aún guardo en mis retinas aquella tarde sabatina de octubre de 1971 cuando desde los bancos de tercera base del estadio Universitario vi como Gil se desplazó hacia su mano derecha para tomar un roletazo incandescente detrás de la segunda almohadilla, luego se levantó y desde el aire soltó un riflazo para sacar al corredor en el salto; el tío Rubén debió sostenerme por el brazo para evitar que me cayera en mi emoción por bajar hasta el escalón más próximo al dugout. Con el batazo de Jesús Sucre a lo profundo del jardín derecho ante Yorman Bazardo para dejar en el terreno al Zulia 4-3, abrí los ojos y en medio de la emoción sentí la misma ebullición de aquel 23 de enero de 1970. Los gritos de Felipe me despertaron, primero creía que se lamentaba por la derrota magallanera, pero al escuchar el tropel del narrador ilustrando el telúrico tripletazo de Gustavo Gil hasta el fondo de los jardines parar traer hasta el plato la carrera de la victoria en las zancadas de Gregorio Machado desde primera base, me quedé petrificado en la cama, mudo, pero en la mente quería estar en el estadio para ver a Gil llegar a tercera y a Machado a la goma. Aún quedaban tres outs por hacer en el cierre del inning décimocuarto y le pregunté a mis hermanos si Machado tendría el fondo físico para lanzar ese inning que sería el décimo de su relevo. Mis hermanos me dijeron que de seguro Gustavo Gil iba a hablar con él para calmarlo y darle ánimo. Alfonso L. Tusa C.