miércoles, 25 de mayo de 2022

Jesús Aristimuño: In Memoriam

El muchacho de 15 años se agazapó detrás de la puerta del sótano con el dibujo de La Tierra rodeada de dióxido de carbono agonizando tocando sus fosas nasales. Había demasiados vapores de naftalina, alcanfor y humedad mezclados en la tenue luz de un bombillo casi intermitente. El estornudo hizo que el tipo de cabellos platinados apretara los periódicos amarillentos al tiempo que sostenía la tapa del baúl. Hizo un par de señas con la mirada y el muchacho trascendió la puerta. A la distancia podía distinguir un álbum de barajitas de beisbol, la portada de una revista Sport Gráfico y el titular de la página deportiva de El Nacional. Las yemas de los dedos apartaban el polvo hasta descubrir la hazaña de un equipo que había ganado el campeonato de la liga venezolana de beisbol profesional y la Serie del Caribe contra todos los pronósticos. El muchacho no entendía porque su padre había bajado por tercera vez en una semana para buscar los méritos beisboleros de Jesús Aristimuño con los Navegantes del Magallanes. Aunque Prócoro intentó explicarle a Nicanor que Aristimuño era un pelotero que aquella temporada 1969-70 se convirtió en uno de los héroes anónimos de los Navegantes del Magallanes, Nicanor seguía sin entender como un pelotero que casi no bateaba podía ser importante para un equipo. “Sin Aristimuño, Magallanes difícilmente hubiera ganado ese campeonato, el campocorto es clave para las aspiraciones campeoniles de un equipo”. Prócoro seguía apilando todos los periódicos amarillentos. Sabía de lo crucial que había sido el cátcher Ray Fosse, las grandes jugadas de Gustavo Gil en segunda base, su pivoteo magistral. Las atrapadas escalofriantes de Dámaso Blanco en tercera base, o los engarces monumentales de Clarence Gaston en el jardín central. Cuando Aristimuño aparecía en escena encajaban todos los engranajes y se conseguían victorias inimaginables, impensables. Nicanor miraba los recortes de periódicos, examinaba los libros de estadísticas y no entendía como Prócoro profesaba aquella pleitesía y guardaba todos esos detalles de un pelotero que casi no nombraban en las reseñas de los juegos. “Solo te digo lo que les diría a los directivos actuales de los Navegantes del Magallanes para que recuerden planificar el correspondiente homenaje al héroe anónimo más escondido entre tantos que tuvo aquel equipo, más aún que Armando Ortiz. Un equipo para tener sólidas aspiraciones a ser campeón debe contar con una muy buena línea central (cátcher, segunda base, jardinero central y campocorto) y dentro de esa línea el campocorto es determinante”. Las manos se le dispararon cuando un álbum de barajitas se precipitó desde un taburete cargado de periódicos viejos y revistas. Las páginas de ese álbum eran pesadas, las barajitas eran de cartón, las editadas por la revista Sport Gráfico para la temporada 1969-70. Cuando casi le decía a Prócoro que Aristimuño no aparecía en ese álbum, la mano se le paralizó ante la imagen: el campocorto se estiraba corriendo hacia detrás de la base para tomar la pelota en la punta de la malla. Prócoro se apresuró a desempolvar la barajita, recitaba de memoria los jonrones agónicos de Clarence Gaston, el pivot excepcional de Gustavo Gil en lo dobleplays, las jugadas escalofriantes de Dámaso Blanco sobre la raya de tercera base, la inteligencia con que Ray Fosse llamaba los juegos, el oportunismo de Jim Holt, la sangre fría de Armando Ortíz; pero Aristimuño siempre tendría un lugar especial en ese equipo. Nicanor seguía sin entender como un pelotero que casi no bateaba podía ser tan esencial para un equipo. Prócoro estuvo un rato escarbando entre las revistas y los periódicos, la polvareda formaba un cono bajo el bombillo, “cada vez que los periodistas le preguntaban al manager Patato Pascual cual era el jugador clave de su equipo decía que todos pero que no le quitaran a Aristimuño de las paradas cortas”. La gran mayoría de los managers campeones dice que la diferencia la hacen los jugadores que parece que no mojan pero empapan, porque los “caballos” siempre van a rendir. Prócoro contestaba con la pasión con que seguía los juegos aquella temporada 1969-70. No hubo un solo juego donde el narrador dejara de mencionar a Aristimuño llegando hasta el fondo del cuadro interior para tomar lo que parecía un imparable y convertirlo en dobleplay o out en primera o tercera base. “¿Serías capaz de levantarle una estatua a Jesús Aristimuño en el estadio José Bernardo Pérez?” Nicanor colocó el album de barajitas sobre la mesa central del sótano y observó el cromo desde varios ángulos. Prócoro bajó la voz, “Tampoco es para que exageres con ironía y cinismo”. Nicanor bajó la voz hasta casi murmurar: “¿Con cual jugador de las grandes ligas lo compararías guardando las distancias?” Prócoro respiró profundo y avanzó tres pasos hasta la pared del fondo. “Con Dick Green, el segunda base de los Atléticos de Oakland que ganaron tres series mundiales desde 1972 hasta 1973. Green con su defensiva fue esencial para ese equipo, principalmente en la serie mundial de 1972 ante Cincinnati”. Cuando Nicanor trató de hablar Prócoro esforzó la voz: “También con Mark Belanger el short stop de los Orioles Baltimore a finales de los años1960 y buena parte delos 1970s”. Como pasara mucho tiempo con las barajitas, Nicanor preguntó que tanto veía. Prócoro sostuvo la página del album y suspiró: “Esto me hace recordar un artículo que leí hace mucho tiempo de un coleccionista que solo guardaba barajitas de jugadores casi desconocidos, que jugaron pocas temporadas, pero que fueron clave para sus equipos. Eso me hizo repasar todos los peloteros que había conocido de esas características y aprendí a entender, apreciar mucho mejor el aporte de esos gallos tapados, de esos héroes anónimos que por un puñado de juegos o quizás un par de temporadas resultaron mucho más que esenciales para sus equipos casi sin ser advertidos. Es indiscutible que el beisbol tiene grandes deudas con ellos, y m entristece que la gran mayoría de quienes podrían saldarlas se hacen de la vista gorda, como que no se puede hacer nada, más bien que son ellos los que deben agradecer al beisbol. Es cierto ellos deben agradecer, pero también quienes los vieron dejar todo sobre el terreno por su equipo”. Un estornudo estalló sobre la mano izquierda de Nicanor justo antes que la saliva se estrellara contra la pared. “Papá ¿si tu fueras el gerente general de los Navegantes del Magallanes que harías para homenajear a un pelotero como Jesús Aristimuño? Prócoro inspiró hasta que se le marcaron todas las costillas bajo la camisa de fibra sintética. “Yo desde ya mandaría a pintar el número de Aristimuño, que si mal no recuerdo era el 24 el el lugar del campocorto del cuadro interior del José Bernardo Pérez, o si recortar la grama justo detrás de ese lugar con ese número para que se mantenga allí durante toda la temporada venidera. También colocaría un parcho en el hombro izquierdo de los uniformes con las letras JA. Es lo menos que se puede hacer por el primer campocorto que fue campeón de la Serie del Caribe con un equipo venezolano y también del primer Magallanes que fue campeón siendo anfitrión en Valencia. Alfonso L Tusa C. 25 de mayo de 2022. ©