lunes, 31 de octubre de 2016

Tim Tolman, Trabajo diferente. - 221. The Greatest 21 Days

Miércoles, 04 de septiembre de 2013. Tim Tolman quería ser pelotero regular de ligas mayores. A medida que su carrera se desarrolló, los Astros y los Tigres tuvieron un trabajo diferente para él, de acuerdo a The Los Angeles Times. “Despues de observar a los peloteros de las ligas mayores y de jugar por un par de años, te das cuenta de que no puedes ser una superestrella, le dijo Tolman a The Times en agosto de 1987, después de ver algún tiempo de juego en su séptima temporada de Grandes ligas. “A todos les gustaría se regulares, pero llega un momento cuando tienes que reconocer que eres un pelotero secundario”. Tolman pronto se encontró haciendo un trabajo diferente, el de scout, coach y manager de ligas menores. Fue en ese trabajo que Tolman sirvió por dos décadas, y un papel en el cual regresó a las grandes Ligas. La carrera de Tolman en el beisbol empezó en 1978, al ser seleccionado por los Astros en la duodécima ronda del draft, en USC. Con los Astros, Tolman llegó al Columbus AA en 1980, luego al Tucson AAA en 1981. También llegó a Houston en 1981, y vio acción en cuatro juegos como pelotero llamado en septiembre. En las próximas seis temporadas, Tolman estuvo en las mayores por al menos nueve juegos. Nunca bateó por encima de .200 en esas estadías. En 1983, Tolman participó en 43 juegos, el máximo que vería en una temporada. Para 1986, se mudó a los Tigres, apareció en 16 juegos ese años y en nueve en 1987. Continuó jugando en las menores hasta 1989, entonces empezó su carrera como técnico. Él fue coach de Tucson en 1990, un equipo para el cual el jugó en partes de cinco temporadas desde 1981 hasta 1985. Tolman pasó a dirigir en 1991, en Burlinton Clase A. En 1994, dirigió al Osceola de Clase A fuerte, y observó como el joven producto de las granjas de los Astros, Corey Powell, tenía problemas en el plato. “Los equipos tienen que tener una gran paciencia con los tipos que tienen el poder potencial de Powell”, le dijo Tolman a The Orlando Sentinel. “Pienso que no hay nadie en la organización quien tenga más potencial. Solo tenemos que saber manejar los tiempos difíciles con él. Valdrá la pena esperar por él”. Para 1996, Tolman estaba dirigiendo de vuelta en Tucson. Entonces pasó a ser scout de los Astros, estuvo en ese papel o como supervisor hasta 2002. Para 2003, Tolman se unió a la organización de los Indios, y después a los Nacionales en 2007. Tolman regresó a las mayores con los Nacionales, como coach de tercera base del manager Manny Acta. Estuvo ahí por dos temporadas, entonces, en 2010, se reencontró con Acta en Cleveland como coach de banca. Tolman había dirigido a Acta y los dos fueron coaches en la organización de los Astros. El momento de Tolman con los Indios fue marcado por su diagnóstico de mal de Parkinson. Eventualmente dio un paso al costado al final de la temporada de 2011, pero permanecería en la organización. Cuando Tolman abandonó el equipo, Acta llamó a Tolman su mentor de las ligas menores, de acuerdo a MLB.com. “No va a ser fácil”, le dijo Acta a MLB.com. “Él fue el primer tipo que llamé para los dos trabajos de manager que he tenido. No pensé que esto terminaría de esta manera. Va a ser duro para mi. Él fue muy importante”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

Tim Tolman batalla con el mal de Parkinson

Associated Press. 28 de septiembre de 2011. Detroit.- En su juego final como coach de banco de los Indios de Cleveland en medio de una batalla con el mal de Parkinson, Tim Tolman asumió como manager este miércoles en la noche luego de la expulsión de Manny Acta en el primer inning. Tolman, de 55 años de edad, dice que fue diagnosticado con la enfermedad hace dos años. Él habló con los reporteros antes de la noche del miércoles este final de temporada en Detroit, luego asumió como manager cuando Acta fue expulsado en el primer episodio. Luego que Asdrubal Cabrera de los Indios se ponchara para terminar el primer inning. El árbitro del plato, Dan Bellino de pronto hizo una señal de expulsión hacia el dugout de los Indios. No se supo de inmediato quien fue expulsado, pero resultó ser Acta. Tolman espera permanecer en la organización en un papel inespecificado. El mal de Parkinson es una enfermedad degenerativa del cerebro que causa dificultades, incluyendo temblores y movimientos lentos. Afecta a una de cada 500 personas. No hay cura, pero algunas drogas ayudan a controlar los síntomas. “Pienso que hay cierta lentitud de movimiento que no me permite hacer algunas de las cosas que quiero”, dijo Tolman. “Es tiempo de retirarme, asegurarme de recibir el tratamiento adecuado y mantenernos enfocados en eso”. Tolman ha pasado dos temporadas con los Indios, llegó al equipo cuando Acta asumió como manager. Tolman estuvo en el cuerpo técnico de Acta en Washington. “Él aún era útil para mí, pero pienso que se dio cuenta que era difícil para él y su familia”, dijo Acta. “Todos los viajes y ese tipo de cosas. Se hace duro”. Tolman se paró frente a los reporteros en un túnel detrás del dugout de Cleveland un par de horas antes del juego y discutió su situación. “Tengo dos familias, esta familia y mi familia en el hogar”, dijo Tolman. “Tengo que cuidar a mi esposa, quien ha sido grande a través de todo mi trabajo. Yo no habría sido capaz de avanzar como lo hice sin su ayuda”. El coach de primera base Sandy Alomar ha sido escogido para reemplazar a Tolman en el dugout de Cleveland la próxima temporada, aunque Alomar puede ser candidato para el puesto de manager de Chicago ahora que Ozzie Guillén ha salido de los Medias Blancas hacia Florida. Acta dijo que él no haría nada para detener a Alomar de irse tras ese trabajo. “No si él se va para dirigir”, dijo Acta. “Nunca nos interponemos en el camino de las personas que avanzan”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

jueves, 27 de octubre de 2016

El wind up de Juan Carlos Pulido llegó al Salón de la Fama magallanero.

Reflujos de imágenes seguían llegando a mi mente cuando escuché el nombre de Juan Carlos Pulido entre los seleccionados para ingresar al citado salón en la clase 2016. Había llegado alrededor de las 8 de la mañana de aquel dia de noviembre de 1993 a los alrededores del puente de Las Acacias y había profusas colas en cada una de las taquillas a lo largo del estadio Universitario. Me cambié varias veces porque la velocidad de avance era muy lenta y pronto se hicieron las diez y las diez y media y el juego empezaba a las once y cuarto. Ese quizás fue el último juego entre Caracas y Magallanes que vi un domingo por la mañana, a partir de cierto momento esos encuentros desaparecieron de ese horario, rompiendo la tradición familiar del juego con respecto al clásico de la liga venezolana de beisbol profesional. Las chanzas de los caraquistas acentuaban la prolongada sequía de títulos que vía el buque magallanero, lo comparaban con un barquito de papel y dentro de mi deseaba que esa historia empezara a cambiar ese domingo. Por Magallanes estaba anunciado Juan Carlos Pulido, un lanzador que había llegado a los Navegantes, mediante un cambio ejecutado por John Carrillo que envió a Alfredo Pedrique a los Tigres de Aragua en 1991. Hasta ese momento y durante la temporada de 1991-92, Pulido había sido un pitcher relevista efectivo. A partir de la temporada 1992-93 empezó su metamorfósis hacia pitcher abridor que tuvo su primera gran temporada en la temporada 1993-94, cuando tuvo marca de 11-1, quizás uno de los últimos lanzadores en alcanzar doble dígito en victorias en la liga venezolana de beisbol profesional. No recuerdo al pitcher del Caracas, pero si está claro en la memoria que fue un juego cerrado que llegó empatado a los últimos episodios. Entonces apareció William Magallanes y descargó un estacazo laberíntico que estalló en las gradas negras del jardín central. Pulido terminó de completar su faena y a la salida del estadio, los caraquistas, aun incrédulos, se consolaban diciendo que “el primer maíz es de los pericos”, que el bonito, donde se decidía el campeonato, como siempre, se lo llevarían ellos. Llevaba una espina ardiente en la garganta, quería replicarles que no podían ignorar la gran labor monticular de Juan Carlos Pulido. Algo o alguien dentro de mi, quizás nuestro señor JesusCristo desde el cielo, me dijo que mantuviera la calma, que me quedara mudo, que los acontecimientos por venir se encargarían de cerrar bocas. La recolecta de memorias me llevó al sexto juego de la primera final Caracas-Magallanes. Los caraquistas se frotaban las manos y hasta decían que Magallanes olía a formol luego de ganar el quinto juego. Aquel atardecer prendí el televisor con una aceleración pectoral y un ardor en los ojos. Juan Carlos Pulido versus Urbano Lugo. La incandescencia del duelo de pitcheo me hacía salir del cuarto cada vez que terminaba un inning, trataba de conseguir oxígeno en el patio, de ver en el cielo alguna señal, alguna imagen del futuro inmediato. Entonces me pareció revivir aquella tarde de mar enfurecido en el golfo de Cariaco cuando las olas eran tan altas que parecía iban a desguazar el bote donde íbamos hacia Manicuare. En la apertura del sexto episodio Henry Blanco soltó imparable a la izquierda y llegó a la antesala mediante sacrificio de Tim Spehr y rodado de Roger Cedeño por la intermedia. El siguiente bateador, Omar Vizquel, conectó un batazo con todas las características de una bala fría al centro, allí fue donde emergió la sombra fantasmal de Melvin Mora desactivando aquella granada, y luego de varios segundos asfixiado, volvía a respirar. Pulido esperó a Mora en el montículo y le dio un apretón que casi le saca la mano. Para el noveno inning el manager Tim Tolman trajo al cerrador John Hudek y el juego llegó 0-0 al cierre de ese episodio. Entonces vino la emoción de la carrera de Carlos García, pero nada de eso hubiese sido posible sin la demostración de gran pitcheo que dio Pulido ese día. El remate de reminiscencias lo completé en el séptimo desafío de la serie final de la temporada 1995-1996. Si, aquella donde Cardenales de Lara se puso arriba tres juegos a uno, la del jonrón de Cheo Malavé. Juan Carlos Pulido había tenido una salida en falso en el tercer juego de esa final, permitió 4 carreras en un juego que ganó Lara 6-5. Para el juego decisivo el manager Gregorio Machado le entregó la pelota a Pulido y este lanzó 7 entradas en blanco, labor que completó el relevista Dave Evans para que Magallanes se titulara campeón con pizarra de 3-0. Alfonso L. Tusa C. © 03 de octubre de 2016.

martes, 25 de octubre de 2016

Rick Sweet, Esa Mentalidad.

The Greatest 21 Days. Martes 13 de septiembre de 2016 Hablando con The Tucson Citizen en 1995, Rick Sweet explicó que lo llevó a ser manager de ligas menores. El antíguo grandeliga con los Padres, Mets y Marineros, explicó que todo en su vida apuntaba en ese sentido. “Toda mi carrera en las ligas menores, y hasta cuando jugué en las grandes ligas, todos anticipaban que algún día yo sería manager”, le dijo Sweet a The Citizen. “Yo jugaba una posición (catcher) que me ponía en ese papel. Tenía la mentalidad y la agresividad y lo quería hacer. Tienes que quererlo de verdad”. Sweet ha usado su mentalidad como coach y manager ahora por más de tres décadas. Ha dirigido en casi cada nivel, principalmente en AAA, para enviar a sus peloteros al lugar donde Sweet jugó una vez, las mayores. Uno de los antiguos peloteros de Sweet no solo tuvo una larga carrera en las mayores, sino también ganó la inducción al Salón de la Fama. Sweet fue el primer manager profesional de Ken Griffey Jr. con el Bellingham de liga de novatos en 1987. La larga carrera de Sweet en el beisbol empezó en 1975, al ser tomado por los Padres en la tercera ronda del draft de enero en Gonzaga University. Sweet empezó en la temporada corta con Walla Walla, entonces llegó al Amarillo AA en 1976 y al Hawaii AAA en 1977. En 1978, subió con los Padres de San Diego. El catcher Sweet participó en 88 juegos con San Diego en 1978, bateó .221, con un jonrón y 11 carreras empujadas. Entonces no regresó a las mayores hasta 1982. Empezó con tres juegos con los Mets, entonces lo compraron los Marineros. Por todo, estuvo en 91 juegos y bateó .257. En 1983, Sweet participó en 93 juegos con los Marineros, bateó .221. Ese julio, él bateó un sencillo como emergente en extra-inning para darle la victoria a su equipo, de acuerdo a The Associated Press. El manager de los Marineros, Chuck Cottier llamó a Sweet, quien pasaba por un momento difícil con el bate, para que diera el gran imparable. “Le debo mucho a Chuck por esa vez”, le dijo Sweet a The AP. “Eso me ayudó mucho a confiar en mi”. Sweet pronto aprendió a transmitir esa confianza a los peloteros mientras su carrera terminaba ese año y empezó su carrera como técnico. Luego de servir como coach de bullpen para Seattle y después como scout, tuvo su primer trabajo como manager de ligas menores en 1987. El primer trabajo de Sweet como manager llegó en temporada corta con Bellingham. En ese primer equipo, jugaba con su primer equipo profesional: Griffey. “Físicamente, él está listo para jugar en las grandes ligas ahora”, le dijo Sweet a los reporteros poco después de la llegada de Griffey a Bellingham, “pero es un niño de 17 años. Solo por tener una contextura impresionante no significa que ya llegaste. Él tiene mucho que aprender”. Sweet pasó a los Astros y al Osceola de Clase A fuerte para 1989, luego al Columbus AA en 1990. En 1993, fue manager del Tucson AAA por primera vez. Regresó brevemente a las mayores en 1996 como coach de primera base de Houston. Sweet regresó pronto a dirigir en las menores y ha continuado allí por años desde entonces. Ha pasado 17 temporadas hasta 2016 en AAA y siete en Louisville. En 2016, fue manager del Colorado Springs AAA. En diciembre de 2004, los Rojos anunciaron el regreso de Sweet a AAA luego de una temporada en AA. El gerente general de Cincinnati, Dan O`Brien explicó que Sweet prefería estar en AAA. “La conclusión es que este es el nivel de trabajo que él disfruta más”, le dijo O’Brien a la página web de los Rojos de Cincinnati. “Ciertamente es la posición dirigencial más retadora del sistema, y esa es la que él quiere. Pienso que la diversidad de su experiencia juega un gran papel en su habilidad para hacer este trabajo y hacerlo bien”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

sábado, 22 de octubre de 2016

Cuando el juego salvado debería apuntársele al jardinero derecho.

Lara vs Magallanes. Viernes, 21-10-2016. José Bernardo Pérez. Valencia. Carabobo.Venezuela. Llegar ganando 3-0 a la apertura el noveno inning y traer a tu cerrador, en principio hace suponer que hay buenas posibilidades de ganar el juego. Sin embargo los juegos se ganan sobre el terreno y Hassan Pena empezó sacando el out 25 al dominar a Juniel Querecuto con elevado al jardinero izquierdo Frank Díaz. El boleto ante Rangel Ravelo debió activar el calentamiento de otro relevista en el bullpen, el boleto ante Jesus Montero (Yonathan Mendoza entra a correr por Montero) debió decretar la salida de Pena, más aún con el recuerdo tétrico de la noche anterior cuando fue castigado por los bateadores caraquistas. Entonces vino el imparable de Raul Rivero para llenar las bases (Maikol González entra a correr por Rivero). Jairo Pérez conecta imparable al jardín derecho y Eduard Pinto ataca la pelota, Ravelo y Mendoza anotan y la pizarra se pone 3-2. Pinto realiza un disparo magistral para sacar el out (95) de González en tercera. Héctor Gimenez descarga doble a la derecha y Pinto vuelve a ejecutar un disparo de leyenda para retratar en la mascota del cátcher Jesus Sucre el out de Pérez en el plato. Dos tiros, dos outs, final del juego Pinto había entrado a batear en sustitución de Goyito Martínez, en el cierre del séptimo inning, a quien el manager Carlos García trajo a batear por Luis Rodríguez ante Yapson Gómez, como Luis Dorante (manager de Lara) sustitúyese a Goméz por Jesus Parra, García respondió enviando a Pinto al cajón de bateo y terminó empujando la tercera anotación magallanera en los zapatos de José Rondón quien acababa de robarse la tercera almohadilla. A fin de cuentas un juego salvado por el bate y el brazo de Eduard Pinto, que además quitó la preocupación al cuerpo técnico del Magallanes. Alfonso L. Tusa C.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Duelos de pitcheo épicos (Ken Forsch vs Clay Kirby)

24 de septiembre de 1971: Astros de Houston (2) en Padres de San Diego (1), 21 innings
IP H R ER HR BB SO GSc Ken Forsch 13.0 6 1 1 0 1 8 98 Clay Kirby 15.0 8 1 1 1 3 15 109 Dos equipos sin oportunidad alguna en la división oeste de la Liga Nacional…realizan un doblejuego…una noche de viernes. Ambos juegos duran un total de 7 horas, 40 minutos. La asistencia fue de 6.339, aunque pocos probablemente permanecieron para ver a los Padres ganar el segundo juego luego de perder el primero. Este juego duró 5 horas y 25 minutos. Bill Greif ganó en relevo. Jim Ray y George Culver lanzaron 3 innings cada uno en relevo. En su aparición final en la gran carpa, Skip Guinn logró el único salvado de su carrera. El segunda base del Salón de la Fama Joe Morgan se fue de 8-0 con un boletoy un ponche, al campo tuvo 4 asistencias. Johnny Jeter encabezó a los Padres con cuatro imparables. Enzo Hernández jugó el campocorto de los Padres y bateo de 3-0 con boleto intencional en el décimo inning, con corredor en segunda base (Gary Jestadt por doble) y dos outs. Al campo realizó 3 outs y 3 asistencias Roger Metzger, Rich Chiles, y Forsch cada uno bateó dos imparables por los Astros. Gary Jestadt, quién coleccionó tres imparables, empujó a Nate Colbert en el segundo episodio para la única rayita de los Padres.
Chiles jonroneó ante Kirby en el cuarto inning. Con Gary Ross en el montículo en el inning 21 (Dick Kelley y Al Severinsen relevaron a Kirby entre los innings 16 y 18), Jesús Alou anotó la carrera ganadora por balk, luego de conectar sencillo, avanzar a segunda mediante toque de sacrificio de Cesar Cedeño y hasta tercera en jugada de selección ante batazo de Larry Howard. El duelo enfrentó a dos prometedores jóvenes derechos. Forsch de 24 años de edad estaba terminando una buena campaña en la cual dejaría marca de 8-8 con 2.53 de efectividad (133 ERA+). El antíguo Beaver de Oregon State (mejor pitcher que ha salido de esa universidad) y hermano de Bob Forsch pasó buena parte de su carrera oscilando entre la rotación y el bullpen antes de convertirse en abridor a tiempo completo en 1979 a la edad de 32 años. Pasó partes de 16 temporadas en las Grandes Ligas, tuvo marca de 114-113 con efectividad de 3.37 (106 ERA+) En la acera de enfrente, Kirby era un lanzador de fuerza y poco control. Tuvo triple dígitos en boletos cada una de sus primeras cuatro temporadas en Grandes Ligas y fue tercero (detrás de Bill Stoneham y Sam McDowell) en boletos desde 1969 hasta 1972. Gracias a la inepta ofensiva de San Diego a principios de los años ’70, Kirby vio a su equipo perder las dos mejores aperturas que hizo en su carrera. La otra ocurrió el 7 de junio de 1972, contra los Piratas de Pittsburgh. Lanzó 13 innings en blanco, pero los Padres nunca anotaron, y perdieron en 18 innings. Kirby también casi lanzó un juego sin hits ni carreras para los Padres pero fue sacado por un bateador emergente en el octavo inning (en medio de un coro de abucheos de los fanáticos locales quienes tenía poco por lo que celebrar) por el manager Preston Gómez. Los Padres a pesar del intento cercano de Matt Latos en 2010, todavía buscan su primer juego sin hits ni carreras. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

La apuesta de los Dodgers en el inning final enciende el jonrón de bases llenas de los Cachorros.

James Wagner. The New York Times. 16-10-2016. Chicago—El movimiento fue agresivo y desvergonzado, y por pocos momentos, pareció que podría funcionar. Con el primer juego de la serie de campeonato de la Liga Nacional en su momento decisivo el sábado por la noche, el manager de los Dodgers de Los Angeles, Dave Roberts le pidió al relevista Joe Blanton que boleara intencionalmente a dos bateadores de los Cachorros de Chicago. El marcador estaba igualado, y Blanton había estado brillante para los Dodgers todo el año. Y los boletos forzaron la salida del cerrador de los Cachorros, Aroldis Chapman a favor del emergente Miguel Montero, quien no le había bateado bien a Blanton en su carrera. Pero la decisión también llenó las bases con dos outs y puso a los Dodgers peligrosamente contra la pared. Con una conexión sólida, Montero les pasaría por encima. Luego de abanicar la slider previa, Montero en conteo de dos strikes castigó una slider de Blanton que se quedó colgada y la envió sobre la pared del jardín derecho en lo que fue solo el tercer jonrón de bases llenas en la historia de la postemporada, para darle la ventaja a los Cachorros en ruta a una victoria 8-4. El jonrón de Montero coronó un final de dos innings intensos. Los Cachorros habían apostado por si mismos, al sacar al abridor Jon Lester luego de solo 77 pitcheos y seis sólidas entradas. Esa decisión del manager Joe Maddon pareció desacertada en el octavo inning, cuando la ventaja de dos carreras de los Cachorros desapareció con el sencillo impulsor de dos carreras de Adrian González ante una recta de 102 millas por hora de Chapman. Pero esos momentos llevaron a otro final espeluznante, y los Cachorros, quienes esperan romper su sequía de campeonatos de Serie Mundial de 108 años, emergieron victoriosos sobre los Dodgers en un juego que confrontó las tácticas dirigenciales de Maddon y Roberts. “Fue un juego muy bien dirigido desde ambos lados”, dijo Jason Heyward uno de los bateadores de los Cachorros caminados intencionalmente por los Dodgers en el octavo. “¿Qué puedes hacer? ¿Un lanzamiento en dos strikes para jonrón de bases llenas?” Los Dodgers estuvieron afectados otra vez por otra corta actuación de su abridor. Kenta Maeda solo duró cuatro innings. Caminó a tres bateadores, incluyendo a Lester dos veces. Pero los Cachorros también lo batearon duro. La primera carrera de los Cachorros llegó en el primer inning cuando Dexter Fowler sencilleó y Kris Bryant, un aspirante al premio de jugador más valioso de la Liga Nacional, descargó doblete al jardín izquierdo por encima de Howie Kendrick. La ventaja se amplió a 3-0 un inning después gracias al talento y la agresividad de los Cachorros. Heyward despachó triple al rincón del jardín derecho y anotó fácilmente cuando Javier Baez, quien había tratado de tocar la pelota, bateó un elevado al jardín central corto. Los Dodgers habían reubicado su infield, y Baez visualizó la posibilidad de tomar una base extra. Corrió duro desde la caja de bateo y venció el tiro hacia segunda base, señaló hacia el dugout de los Cachorros y aplaudió. Un wild pitch de Maeda eludió al cátcher Carlos Ruiz, y Baez avanzó a tercera. En un intento de squeeze play, Lester se cuadró para tocar, y Baez arrancó hacia el plato. Pero Lester retiró el bate cuando el lanzamiento vino fuera de la zona de strike. Ruiz atrapó la pelota y lanzó a tercera base. El antesalista Justin Turner saltó para evitar que la pelota pasara a los jardines y rápidamente la lanzó de vuelta a Ruiz. Aun así, Baez llegó antes al plato. “Uno por ciento o menos de los peloteros de las ligas mayores habría hecho lo que él hizo”, dijo Maddon de Baez, y añadió después, “Eso es puro instinto beisbolero del bueno”. Wrigley Field estalló en celebración. Los fanáticos cantaban “¡Ja-vy, Ja-vy, Ja-vy!” Con su jugada audaz, Baez se convirtió en el primer jugador de los Cachorros en robarse el plato en postemporada desde 1907. A medida que avanzó la noche, eso resultó ser solo un pie de página en un juego impredecible. Los Dodgers anotaron una carrera en el quinto inning cuando el bateador emergente Andre Ethier descargó un jonrón poco probable contra Lester, al batear lo que parecía ser un elevado de rutina, pero el viento se llevó la pelota sobre la pared del jardín izquierdo. Mientras los Dodgers solo batearon cuatro imparables ante Lester, batearon un puñado de líneas de frente a los defensores de los Cachorros, y solo Fowler se robó dos imparables. Y Maddon no quiso arriesgarse más. Él sacó a su abridor aunque Lester había retirado 12 de los últimos 13 que enfrentó. “Pienso que no tenía sus mejores envíos esta noche”, dijo Maddon . “No teníamos alternativa”. Lester agregó: “No me pagan para tomar decisiones, me pagan para pitchear. Esa es su decisión, y obviamente teníamos una cantidad de tipos en el banco que pueden batear mejor que yo”. La decisión se reflejó en los dos innings finales del juego, especialmente cuando los Cachorros se metieron en problemas en el octavo inning y Maddon puso a Chapman en una situación difícil al traerlo con las bases llenas sin outs. Andrew Toles empezó el rally al inicio del inning con sencillo como emergente ante Mike Montgomery. Chase Utley salió de emergente y negoció boleto contra Pedro Strop. Toles encendió más el rally cuando corrió hacia tercera y eludió el guante de Kris Bryant, quien había tomado el infield-hit de Turner. Forzado a recurrir a su mejor relevista, Maddon trajo a Chapman para un salvado de seis outs. Chapman ponchó a Corey Seager y Yasiel Puig, y el plan casi funcionó. Pero Gonzalez, quien sabía que Chapman iba a lanzar solo rectas, devolvió una al jardín central para igualar el juego. Levantó los puños cuando llegó a primera base. Eso sirvió la escena para el cierre del octavo. Ben Zobrist despachó un doble para abrir el inning, y Addison Russell entregó el out en roletazo. Roberts pidió entonces a Blanton que boleara intencionalmente a Heyward, quien ha tenido problemas esta postemporada, para enfrentar al inspirado Baez. Blanton obligó a Baez a levantar un elevado con el primer envío del turno. Entonces Roberts tentó al destino otra vez. Blanton boleó intencionalmente a Chris Coghlan, lo cual trajo el turno de Chapman en el orden al bate. Maddon envió a Montero a batear, y Roberts mantuvo a Blanton debido a su trayectoria. “¿Cuál es la mejor manera de ganar ese juego?” dijo Roberts de Chapman. “Es sacarlo del juego. Así que sentí que si hacíamos eso, el juego era nuestro”. “Probablemente yo habría hecho lo mismo que hizo él”, agregó Maddon. Roberts sabía que si traía a un relevista zurdo para Montero, Maddon respondería con un emergente derecho, así que confió en Blanton. Blanton le lanzó tres sliders a Montero. Montero hizo swing y falló el segundo. “Me dije, Quiero esa slider otra vez porque era un buen pitcheo para batear”, dijo Montero. “Y parece que me oyó, porque la volvió a lanzar, y afortunadamente bateé la pelota muy bien”. Despues de hacer contacto, Montero lanzó su bate y agitó sus brazos al aire. En el círculo de prevenidos, Fowler hizo igual. Wrigley Field se agitó con la reacción de la mujltitud. “Pensé que los fanáticos estaban derribando el techo”, dijo Baez, sin importar que el estadio no tiene techo. “Pienso que nadie vio el jonrón de Dexter Fowler”. Fowler siguió el jonrón de Montero con otro propio. Y después del juego, los jugadores de los Cachorros dijeron que entendían porque Roberts había hecho las decisiones que hizo. Roberts dijo que “volvería a hacer lo mismo otra vez. Diez veces de diez, dejaría a Blanton contra Montero, y él hizo un buen swing en conteo de 0-2. Puede ocurrir. Así es el beisbol”. “Es inteligente”, dijo Bryant. “Consigues sacar del juego a uno de los mejores relevistas. Pero Miggy le dio en el medio a la pelota”. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 18 de octubre de 2016

La llegada de Eddy Díaz al recinto de los inmortales del Magallanes.

El tercer integrante de los elegidos de 2016, me hizo regresar a unos comentarios previos al primer juego de la temporada 1990-91. Rubén Mijares refería como había conseguido firmar a un jugador del cuadro interior que hasta podía jugar en los jardines, si, era algo pequeño pero eso lo compensaba con un pundonor y un coraje inmensos. Mijares explicó que la firma de ese pelotero llamado Eddy Díaz se había concretado porque el padre de él, sugirió que firmara con los Navegantes, lo cual sorprendió al gerente deportivo de Magallanes en ese momento, porque padre e hijo son oriundos del estado Lara y Mijares habría pensado que podían preferir a los Cardenales. Sin embargo prevaleció la memoria de Eduardo Díaz respecto al equipo con el cual debutó en la temporada 1964-65 de la liga venezolana de beisbol profesional, quizás la emoción de aquel primer uniforme profesional, quizás la experiencia de compartir con personalidades como Sparky Anderson y Alfonso Carrasquel. La imagen más imperecedera que tengo de Eddy Díaz se remonta al tercer juego de la primera serie final entre Caracas y Magallanes, cuando expertos y fanáticos aseguraban que la serie estaba casi sentenciada, que era cuestión de dos juegos más, que Magallanes lucía indefenso y no sería capaz de sacarse esos dos golpes nobles que había recibido en su propia casa, seguiría aumentando su larga sequía de campeonatos. Entonces el manager Tim Tolman ejecutó dos movimientos clave en la alineación, incluyó a Raul Tucupita Marcano como abridor y a Eddy Díaz como antesalista en sustitución de Edgar Naveda. Ese desafío lo abrió Donne Wall por Magallanes quien se apuntó el triunfo 7-1, con relevos de Erick Ojeda y José Villa ante Brad Holman quien fue relevado por Urbano Lugo, Julio Strauss, José Centeno y Jesús Hernández. Tucupita bateó de 5-3 con una impulsada. Eddy Díaz conectó de 4-3 con 2 anotadas y una empujada. Largó cuadrangular en el octavo inning para terminar de asegurar el triunfo que envió un mensaje en el que pocos creían. Había vida en el barco. Desde ese momento Marcano y Díaz permanecieron en la alineación hasta que Magallanes levantó el título campeonil. Luego en la final de la temporada 1995-96 participó en cada uno de los siete juegos de aquella inolvidable gesta donde Magallanes remontó una desventaja de tres juegos a uno para vencer a Cardenales de Lara. Eddy Díaz fue el abridor de la alineación durante toda esa final y conectó al menos un imparable en cada uno de esos desafíos. Además mostró esa versatilidad que lo convirtió en un pelotero muy valioso de aquel Magallanes. En los primeros cuatro juegos cubrió la segunda base. Para el quinto pasó al campocorto. En el sexto fue al jardín derecho. Y en el séptimo estuvo en el jardín izquierdo En el cuarto juego de la segunda final ante los Leones del Caracas, Eddy Diaz resultó decisivo para decretar la tercera victoria magallanera, importantísima porque el Caracas había ganado el tercer juego y de ganar este habría igualado la serie. Ese juego lo llegó ganando el Magallanes 2-0 a la apertura del octavo episodio. Alli Díaz despachó imparable remolcador de Richard Hidalgo para llevar el marcador a 3-0. En el cierre de ese octavo inning , el Caracas marcó dos anotaciones y estuvo a punto de voltear la pizarra, solo que el bullpen contuvo la reacción. Seguí hurgando en guías de medios y encontré que Eddy Díaz bateó dos jonrones en un juego ante Caribes de Oriente el 13 de diciembre de 1998. Además hasta la temporada 2007-2008, Díaz aparecía entre los diez mejores en casi todas las categorías ofensiva vitalicias del Magallanes: Sexto en imparables (477), quinto en carreras empujadas (197), tercero en juegos (534), segundo en dobles (104), tercero en bases robadas (56), tercero en turnos al bate (1834), cuarto en carreras anotadas (247). Alfonso L. Tusa C. © 06-10-2016.

lunes, 17 de octubre de 2016

Joey Gallo acerca de una temporada de ponches, defensa y gran poder.

El toletero de los Rangers disfrutó una temporada de 40 jonrones. Danny Wild. MiLB.com. 10-12-2013 Lake Buena Vista, Fla.- Joey Gallo tuvo un momento final memorable en su temporada de 2013, pero ocurrió en un salón, sobre un estrado en frente de cientos de ejecutivos de ligas menores, este lunes en las reuniones invernales de invierno (Baseball Winter Meetings). Gallo generó varias risas en la audiencia al recibir un enorme trofeo plateado, el Joe Bauman Home Run Award, luego que sus 40 jonrones lideraran las ligas menores. Él sonrió y simplemente dijo, “Gracias”. “Obviamente el discurso fue rápido”, rió Gallo. “Me dijeron, ‘Hey, di gracias’. Así que dije, ‘Está bien’”. Gallo dejó que su bate hablara por él este verano, al descargar 40 jonrones en su segunda temporada con los Rangers. La escogencia de Texas en la primera ronda de 2012 surgió en las menores con 22 jonrones en 59 juegos, la mayoría con los Rangers de Arizona League, nivel novatos. En 2013 subió al Hickory Clase A y, junto a los toleteros Ryan Rua, Lewis Brinson, Nick Williams y Jorge Alfaro, contribuyó a establecer un nuevo registro de jonrones para el equipo en la South Atlantic League con 178. Hizo todo eso mientras perdía tiempo en julio con una lesión en la ingle. El tercera base posee un inmenso poder bruto y un fuerte brazo, pero se poncha mucho (172 veces en 111 juegos) y admitió que necesita trabajar en la precisión de su brazo de lanzar. El joven de 20 años estuvo algunos minutos con nosotros en las Winter Meetings para hablar de los batazos largos, el tiempo compartido con Bryce Harper y el mejor momento de su primera temporada. MiLB.com: Te acabo de ver recibir el Bauman Award por la mayor cantidad de jonrones en las menores. Te felicito ¿Qué se siente ganar un trofeo y llevarlo a casa? Joey Gallo: Fue maravilloso, obviamente impresionante. Estar aquí y ver a todas esas personas que ves por TV, todos esos grandes nombres, los coaches y gerentes generales, es muy divertido. Es maravilloso recibir un trofeo y un cheque por tener un buen año. MiLB.com: Has tenido algo de tiempo para reflexionar y mirar en perspectiva la temporada, 40 jonrones. ¿Has asimilado que hayas tenido ese gran año? JG: Aún no del todo, eso es obviamente abrumador. Pero mirando en perspectiva, no puedo creer que bateé 40 jonrones en una temporada. Todo fue tan rápido. Puedo recordar cada uno, casi puedo contarlos. Así es como soy, recuerdo todos mis jonrones; recuerdo la mayoría de mis imparables. Sin embargo es una especie de cosa extraña, pensar que lideré las ligas menores en jonrones. Pensé que no tenía oportunidad después de lesionarme. MiLB.com: Bateaste ocho jonrones en tus últimos diez juegos, tres en un juego. ¿Fue terminar a toda marcha para ganar la corona de jonrones algo que buscabas y tenías presente en tu mente? JG: Yo tenía 33 jonrones la última semana, y me decía, “Eso está bien”. Terminé batiendo el registro de nuestro equipo de 32, y tenía 33. Entonces tuve el juego de los tres jonrones y pensé, “Caramba, de verdad puedo rematar esta carrera”. Bateé dos más, y terminé con 40, esa fue una racha caliente. Funcionó a mi favor. MiLB.com: Algunas personas te han comparado con Russell Branyan, Adam Dunn, tal vez alguien como Mark Reynolds, un infielder de las esquinas con mucho poder. ¿Piensas que esa es una comparación justa en términos del tipo de bateador y fildeador que eres? JG: Es agradable ser comparado con alguien de Grandes Ligas, eso es obviamente un cumplido. Me gusta pensar que soy un tipo quien puede hacer más que batear jonrones. Siento que puedo correr las bases muy bien. He mejorado mucho defensivamente en tercera base, siento que seré capaz de quedarme en tercera base. Pienso que eso es muy subestimado cuando logras números de poder, el resto de mi juego es subestimado un poco. Es un honor ser mencionado junto a tipos como Adam Dunn. MiLB.com: Te robaste 14 bases en 15 intentos este año, es muy raro ver a alguien con ese tipo de poder ser tan eficiente en los robos de base. ¿Es algo que te propusiste, quiero ser un robador de bases agresivo? ¿Ha sido eso parte de tu juego siempre? JG: No mucho, yo quería robar bases, pero nunca pensaba en eso. Solo ocurría. Si conseguía un buen salto ante el pitcher o veía algo favorable, adelantaba una base. Me enorgullecía por ser capaz de correr las bases bien y ser inteligente y agresivo. Todo funcionaba. MiLB.com: Los ponches son una gran parte de tu juego. ¿Es eso algo que te frustra como bateador o algo propio de ser un bateador de poder? JG: Me ponché mucho este año, pero pienso que trabajamos en muchas cosas relacionadas con nuestro equipo. Éramos jóvenes, tratábamos de de encontrar donde encajábamos, cual era nuestro enfoque. Este próximo año, vamos a disminuir muchos de esos ponches, no estamos preocupados para nada. Sabemos que seremos capaces de cambiar eso y que hacer para repararlo. Obviamente, me voy a ponchar más que la mayoría de los bateadores debido al poder, pero eso no me preocupa. MiLB.com: Ustedes tuvieron una alineación muy potente, siete bateadores con al menos 13 jonrones, seis peloteros con al menos 100 ponches. ¿Qué significó estar en el medio de una alineación como esa? JG: Fue algo diferente de cualquier cosa en la que yo haya participado. Nuestro equipo tiene potencial de Grandes Ligas. Fue maravilloso jugar con un equipo como ese. Nuestros números de poder fueron grandes, ganamos la mayoría de nuestros juegos con jonrones en el último inning. Así era como anotábamos la mayoría de nuestras carreras. Fue muy emocionante, rompimos la marca de jonrones de Sally y luego rompimos la marca de ponches. Lo mejor de ambos mundos, me parece. MiLB.com: El año próximo, la mayoría de ustedes probablemente estará en el Myrtle Beach de Clase A avanzada. ¿Piensan que será más de lo mismo, muchos jonrones y ponches, o se ven mejorando a medida que avanzan? JG: Vamos a mejorar en hacer más contacto y convertirnos en mejores jugadores en todos los aspectos, pero no sé si nuestros números de poder serán tan elevados a medida que escalemos, y Myrtle Beach no es conocido por ser un estadio de bateadores. Vamos a tener que ajustar un poco nuestro juego y no depender de los jonrones. MiLB.com: Fuiste una escogencia de primera ronda en 2012 y recibiste el bono por firmar más grande de cualquier pelotero de los Rangers ese año (2.25 millones de dólares). ¿Qué tal fue ser escogido en la primera ronda y ver tus sueños empezar a hacerse realidad? JG: Fue sorprendente. De niño, sueñas con ser una escogencia de primera ronda y firmar por dinero que haga sentir celosas a algunas personas. Ese era mi sueño de niño, era muy emocionante, pero no significaba mucho. Al final del día, tienes que salir allá afuera y trabajar y probar que vales el dinero y la escogencia. Trato de hacer eso todos los días. MiLB.com: ¿Compraste algo interesante con el dinero del bono? JG: Compré un carro. Tenía un carro usado, así que se lo di a mi hermano y compré un carro nuevo, un Mercedes. Siempre quise algo lujoso, algo agradable. Fui capaz de hacer eso con mi propio dinero. MiLB.com. Fuiste seleccionado para el Futures Game este año pasado. ¿Qué tal fue eso? JG: Yo estaba lesionado, por eso no fui, pero ser seleccionado, fue emocionante, Jorge Alfaro estaba en nuestro equipo, nos anunciaron a los dos. No pensé que yo tenía oportunidad. Estaba impactado, estaba como un niño, no sabía lo que iba a pasar. Ser seleccionado para ese juego es un tremendo honor, me hace sentir bien acerca de lo que los Rangers piensan de mí. Deseé haber podido jugar. MiLB.com: Fuiste el jugador más valioso de la Arizona League hace un año, 22 jonrones en casi 60 juegos. ¿Cómo fue tu debut en ligas menores? JG: Fue una locura, no tenía idea de que yo podía llegar remotamente a eso. Logré unos cuantos jonrones en la secundaria, pero de ninguna manera estaba pensando que vendría aquí y empezaría a batear más jonrones. Bateé más que los que dí en la secundaria, eso fue impresionante, loco. No esperaba eso para nada. MiLB.com: ¿Que recuerdas de tu experiencia jugando en la Arizona League en términos de multitudes y atmósfera? JG: Es muy parecido a los entrenamientos de la escuela secundaria. Fue muy parecido a un contacto con la realidad para nosotros, porque es como, eres seleccionado y eres una gran estrella, y entonces vas allá abajo y de pronto estás como, “¿Qué pasa aquí?” Juegas en terrenos adyacentes, fue algo raro para nosotros. Juegas con tipos que no pueden hablar inglés, juego con un tipo con quien no puedo hablar. Fue definitivamente un contacto con la realidad y cerca de mi casa, así que lo disfruté. MiLB.com: Eres de Las Vegas, igual que Bryce Harper, quien fue seleccionado un año antes que tú. JG: Jugué con él desde que yo tenía 8 años de edad, él solía quedarse a dormir en mi casa. Eramos buenos amigos. Aún seguimos en contacto. Lo veo en Las Vegas, y pienso que va a empezar a ejercitarse con nosotros, es muy bueno contar con un tipo como él. MiLB.com: Eres conocido por la fuerza de tu brazo, pero también cometiste 20 errores el año pasado. ¿Es eso algo en lo que estás trabajando, en términos de precisión? JG: Trabajo defensivamente en como fildear y lanzar la pelota a primera base. Suena simple, pero hay muchas cosas a tener en cuenta. Ahí fue donde empecé a notar un poco que estaba haciendo mal algunas cosas, en cuanto a lanzar la pelota de manera adecuada. Tenía la fuerza en el brazo para hacer las jugadas, pero no podía hacer lo que hice en la secundaria. Así que siento, que estoy mejorando mucho defensivamente, seré capaz de quedarme en tercera base. Mucha gente piensa que como soy grande no seré capaz de hacerlo, pero la mayoría no ha visto mis facultades físicas. Soy muy atlético para lo grande de mi estatura. La fuerza del brazo ayuda. MiLB.com: ¿Cual dirías que fue tu momento favorito de este año pasado? JG: Pienso que probablemente mi momento más memorable fue batear mi cuadragésimo jonrón. Fue muy reconfortante alcanzar ese logro. Regresé al dugout, recuerdo haberme sentado y dar gracias a Dios. Fue algo loco, no puedo creer que lograra algo así. Danny Wild es editor de MiLB.com. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

viernes, 14 de octubre de 2016

Entrevista Exclusiva: El prospecto de los Rangers, Drew Robinson, juega con pasión.

Greg Pinto. bleacherreport.com. 02-08-2011 Ser prospecto en las ligas menores no es fácil. Cada juego es efectuado con cierta tensión solapada, mientras los prospectos son tratados como especímenes, colocados bajo un microscopio y observados constantemente por sus oponentes, evaluadores de talento y los medios. Ser prospecto en el sistema de granjas de los Rangers de Texas es especialmente difícil. Reconocida nacionalmente como una de las organizaciones más profundas y talentosas del beisbol, labrarse un nombre para sobresalir entre muchos no es tarea fácil. Esa es exactamente la situación en que se encuentra el prospecto de tercera base de los Rangers, Drew Robinson. Un gran talento en una organización donde el talento no conoce límites. Por supuesto, esto no es nada noticioso para Robinson, quien está feliz de jugar para una organización tan talentosa. No tiene el tremendo poder del prospecto de tercera base Mile Olt, o el estilo mágico con el cual Jurickson Profar ha impresionado a los scouts. No tiene el guante maravilloso de Profar o el cañón de Leury García. Pero eso no significa que Robinson no sea un buen pelotero. De hecho, si se toman partes de cada uno de esos peloteros y se meten en una licuadora, se obtendría una mezcla de destrezas que Robinson trata de tener, la de un atleta balanceado y completo. En un sistema de los Rangers repleto de prospectos de primera línea y derramándose por los lados con cada draft que pasa, se hace más difícil para tipos como Robinson hacerse de un nombre en la organización. Batear jonrones majestuosos o robar 40 bases en una temporada son datos impresionantes que ponen tu nombre en los medios, pero el enfoque de Robinson impresiona a los que importan. Despues de jugar su beisbol de secundaria en Silverado High School en Las Vegas, Nevada, tenía toda la intención de ir a la University of Nebraska para aumentar su experiencia beisbolera, por supuesto, hasta que los Rangers lo escogieron en el lugar 136 del draft de 2010. En lugar de ir a la University of Nebraska, Robinson decidió firmar con los Rangers e iniciar su carrera profesional, a la edad de 18 años, una decisión que no podía tener más sentido para él. “Firmé con la University of Nebraska, pero mi meta real era jugar beisbol profesional”, le dijo Robinson a Bleacher Report. “Pensaba que los muchachos de secundaria tenían más experiencia que los universitarios (cuando firman con una organización). Quería salir y empezar a ganar experiencia”. Así que en vez de ir a la Universidad, Robinson fue a la liga de novatos, donde probó rápidamente que estaba listo para el profesional al lograr una línea ofensiva de .286/.406/.357. Junto con su talento natural, yo podría decir solo al hablar por teléfono con él que Robinson estaba en el camino correcto. El sabe que tipo de pelotero es. No trata de sobreejecutarse, pero da lo mejor de su “enfoque de líneas hacia los callejones”. “Eso es exactamente lo que trato de ser”, dijo Robinson cuando le preguntaron si ese era el tipo de bateador que él imitaba. “Enfocarse en los callejones y el medio del campo. Quedarse ahí”. A través de su primera temporada profesional en 2010, ese enfoque funcionó para él, y luego de destrozar el pitcheo de la liga de novatos al empezar la temporada de 2011, los Rangers estaban lo suficientemente impresionados para promoverlo al Spokane de Clase A baja, y así ampliar un poco la competencia. Como cualquier cambio en la vida, ascender en el sistema de ligas menores implica un ajuste. Despues de todo, Robinson había comprendido que el beisbol profesional era mucho más difícil que el beisbol de la escuela secundaria. Cuando le preguntaron acerca de la transición desde el beisbol de la escuela secundaria hasta el beisbol profesional, Robinson dijo que su meta era encontrarse. “Tú sabes, no tratar de esforzarte mucho, y hacer el juego tan simple como sea posible. Los muchachos de la secundaria lanzan a 80 mph, y cuando llegas al profesional, 80 mph es el cambio promedio”, dijo él. Ahora, luego de solo una temporada, Robinson se encuentra en una situación donde tiene que ajustarse de nuevo. Intrigado por lo difícil que podría ser ajustarse al beisbol profesional después de jugar en la secundaria, le pregunté si ascender en el sistema de ligas menores era el mismo reto. “No es tan drástico”, replicó él. “Sólo es un nivel. Es muy diferente aquí arriba, hay más tipos universitarios. Ellos dependen de sus lanzamientos lentos y tienen buen control en la recta. Es una gran diferencia para mi aquí, y tengo algo de problemas”. Por supuesto, tener un poco de problema ajustándose al pitcheo nuevo es común en cualquier nivel, y Robinson entiende eso. En su mente, la única manera de mantenerse progresando, es seguir teniendo confianza, y hay mucho más recursos en la organización de los Rangers de los que tenía con los SkyHawks de Silverado. “Tú sabes, he tenido algo de problema hasta ahora, y mantener la confianza es probablemente una de las cosas más duras de hacer en este momento. Es un equilibrio, no te puedes ir muy arriba o muy abajo. Tienes que mantenerte humilde. Si te vas muy arriba, las personas te bajaran los humos rápido. Me ajusté bien”. Por supuesto, al redondear todos los aspectos del carácter de Robinson en perspectiva hasta a hora, no es difícil ver porque él es el tipo de pelotero que a los coaches les gusta tener. El ejecuta el juego de la manera correcta, entre los oídos y en el campo, y tiene el talento para llegar a las ligas mayores. De la misma manera, ese es el tipo de pelotero que a cualquier equipo le gustaría tener, y yo estaba curioso de si el pensamiento de un cambio había llegado a Robinson aunque tendría que ser cambiado como “pelotero a ser nombrado después”, debido a que él no pudo ser cambiado en la fecha límite. “No, eso no me cruzó por la mente ni una vez”, respondió enfáticamente. “Estoy abajo en el fondo de la lista. Tal vez en un par de años seré considerado para algo como eso”. Por supuesto, Robinson esperaba ser considerado para un cambio desde una perspectiva de talento, algo que podría ocurrir en el futuro cercano. Si él tuviera que hacer su decisión, quisiera hacer su debut de liga mayor como Ranger de Texas y luego de mucho tiempo en el futuro, retirarse como Ranger de Texas. “Me gustaría llegar a Grandes Ligas con los Rangers de Texas. Las cosas que están ocurriendo en esta organización…Es increíble. Tenemos mucho talento en esta organización, llegar a Grandes Ligas con ellos significaría que tuve que jugar y trabajar por encima de muchos tipos buenos y talentosos”. Llegar a las Grandes Ligas con los Rangers sería algo que tomaría mucho tiempo y esfuerzo, cosas por las que Robinson está listo para darlo todo. Despues de todo, los Rangers, quienes están ubicados entre los cinco mejores de cada clasificación nacional de organizaciones, no tienen muchos niveles sin talento de primera línea. Tener que vencer a ese talento trabajando y jugando sería un gran logro. Robinson cree que está en la organización correcta para hacer eso. “Tenemos grandes tipos, desde peloteros, coaches, personal de desarrollo, y hacen un gran trabajo. Tal vez algunos tipos no tienen mucho talento, pero tienen el enfoque mental correcto”. Luego de hablar con Robinson, es claro que tener el enfoque mental correcto es clave para él. Todo desde su enfoque hacia el juego como a su vida fuera del terreno de juego lo ha ayudado a desarrollarse como un pelotero sólido en todo sentido. Pero teniendo el nivel de talento que tienen los Rangers, jugar con otros grandes peloteros le ayuda a mejorar su enfoque del juego. “Tenemos muchos peloteros buenos en nuestra organización, posición por posición y jugar con ellos te hace mejorar mucho…te hace querer salir a jugar y lograr algo más que un día normal. Jugar con esos tipos te motiva a querer jugar mejor”. Es la habilidad de mezclar lo bueno con lo malo lo que ha ayudado a Robinson a empezar a desarrollarse como otro prospecto de los Rangers. Convertirse en un buen pelotero lleva tiempo, hay experiencias que él todavía tiene que mejorar, como viajar en autobús en las largas giras por carretera por ejemplo. “No duermes mucho, y cuando lo haces, no es el mejor sueño del mundo”, dijo Robinson con una risa, al recordar una gira reciente a Canadá para jugar. “Tienes que despertar en la mañana, ir al estadio y estar listo para jugar un par de horas después, pero una vez que el juego empieza, te olvidas de eso y juegas el juego que amas”. El juego que Drew Robinson ama es un estilo de juego intenso y apasionado que espera lo impulse hacia las ligas mayores con los Rangers, de la misma forma como ese estilo ayudó a Dustin Pedroia, Chase Utley y Ken Griffey Jr. a través de sistemas de granjas repletos con sus respectivos equipos, tipos que juegan de la misma forma en que Robinson asume su negocio. Él puede no ser el nombre más deslumbrante en este momento, pero si se busca un prospecto quien va a jugar beisbol de la manera como debe ser jugado, nadie tiene mejores herramientas que el prospecto de tercera base Drew Robinson. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

martes, 11 de octubre de 2016

Oscar Manacho Henriquez recibió el llamado para relevar en el salón de la fama magallanero.

Llegué a asociar a Oscar Henriquez con el tema musical de la hora de Alfred Hitchcock, cada vez que venía a relevar en el noveno inning, la situación se complicaba más de la cuenta y la taquicardia era más intensa que en cualquier película del mago del suspenso. Sin embargo para intentar relajarme empezaba a silbar la canción del Gran Combo de Puerto Rico que sonaba en el estadio cada vez que Henriquez llegaba al plato. Y cuando apagaba las luces y cerraba con juego salvado, yo cantaba muy debajo de la almohada “Los zapatos de Manacho son de cartón…” Cierre del octavo inning, cuarto juego de la serie final de la temporada 1996-97. Magallanes ganaba 3-0. Los Leones del Caracas saludaron al relevista Jeff Tam con boleto de Bob Abreu y sencillo de Howard Battle. El manager John Tamargo trajo al zurdo Alberto Blanco para enfrentar a Roberto Petagine quien descargó imparable para remolcar a Abreu. En esa circunstancia Tamargo decidió hacer un movimiento cada vez menos visto en el beisbol actual, llamó a su cerrador en el octavo y Manacho Henriquez llegó trotando desde el bullpen. Manacho recurrió a su potente recta para poncha a Edgar Alfonzo, y sacó en out de Adam Hyzdu con elevado largo al centro que trajo la segunda anotación caraquista. Entonces el espigado pitcher varguense retiró por la vía del ponche a Ken Huckaby. En el cierre del noveno episodio Henriquez continuo su recital de rectazos de medianoche y poncho dos bateadores más, para preservar el triunfo que ponía la serie 3 juegos a uno ese 28 de enero de 1997, clave en lo que terminaría siendo el noveno campeonato y la segunda serie final que Magallanes le ganaba al Caracas. Esa fue la primera de dos imágenes que atravesaron mi memoria cuando escuché que Oscar Henriquez estaba entre los elegidos de la clase 2016 para ingresar al Olimpo magallanero. La otra imagen está relacionada con un juego del round robin de la temporada 1995-96. El 10 de enero de 1996 Magallanes enfrentó a Cardenales de Lara en Barquisimeto. Donne Wall abrió por los Navegantes y Travis Baptist por Lara. Magallanes había tomado la delantera con cuadrangular de Richard Hidalgo en el segundo episodio. Luego en el tercer inning, Eddy Díaz llegó a primera base por infieldhit hacia los lados de tercera base, Melvin Mora tocó la pelota por el mismo sitio y también se embasó. Días se robó la tercera almohadilla y desde allí anotó por elevado de sacrificio de Álvaro Espinoza. La tercera rayita llegó en el quinto inning, mediante doble de Carlos Hernández, sacrificio de Clemente Álvarez y wild pitch de Baptist. La cuarta carrera llegó en el octavo ante los envíos del relevista Antonio Castillo, luego de dos outs, Hidalgo despachó imparable al centro, pasó a segunda por error de Shannon Stewart y anotó con imparable de Hernández. Mientras tanto Wall lanzaba casi inmaculado, solo un boleto a Miguel Cairo en el séptimo episodio lo separaba de la perfección. El manager Tim Tolman decidió relevar a Wall en el octavo episodio debido a molestias en el hombro de lanzar. Entonces vino a relevar Manacho Henríquez. Y dominó a Robert Pérez de campocorto a primera. A Luis Sojo de segunda base a la inicial y a Raúl Pérez Tovar por la misma vía del cuatro al tres. Para el noveno inning Tolman trajo a Dave Evans quién retiró el episodio por la vía del un, dos, tres. Estaba consumado, los pitchers del Magallanes lanzaban su primer juego sin hits ni carreras que también fue el primero que recibía Cardenales. La primera vez que escuché hablar de Oscar Henriquez fue en los comentarios finales del último juego de la final 1992-93 donde las Águilas del Zulia barrieron al Magallanes. John Carrillo para consolar a los seguidores magallaneros habló de la nueva generación de prospectos que vislumbraba un futuro inmediato de mejores jornadas para el barco azul. Entre esos novatos, dijo John, que resaltaba un pitcher de casi dos metros, en aquel entonces abridor. Recuerdo que dijo, “no se olviden de ese nombre”. Alfonso L. Tusa C. © 09-10-2016.

lunes, 10 de octubre de 2016

Un catcher experimentado nunca sobra.

Hacia finales de septiembre de este 2016 , además de la habitual pregunta de cómo me las ingeniaría para hacer al menos lo que más se pareciera a una comida diaria, no podía dejar de regresar a la lista de peloteros dejados en libertad por los Navegantes del Magallanes para la temporada 2016-17. En primera instancia me pareció que el jardinero e inicialista Luis Domoromo y el infielder Darwin Pérez no debieron aparecer en esa lista. Cuando llegué al nombre de Gustavo Molina, entonces si me dije que se había cometido una falta apreciable. Si, Magallanes tiene muchos cátchers experimentados y muy pocos disponibles. Entonces pensé que contaban con Juan Apodaca y Jesús Sucre como receptores experimentados para iniciar la temporada. Sin embargo una pregunta empezó a titilar ¿y si se lesiona alguno de ellos? ¿Y si el otro tiene que ausentarse por asuntos personales? A un día de empezar la temporada, leo la noticia de que Apodaca se operará de un quiste en la rodilla y perderá al menos 5 semanas. Jesús Sucre se está tomando unos días de descanso y Josmil Pinto por consiguiente. Tam, tam. Doblan las campanas. Magallanes debe comenzar la temporada con tres receptores sin experiencia en la liga, todos con experiencia por debajo de AA en el beisbol organizado y sin ningún compañero experimentado quién los aconseje y guie a través de los secretos, trucos y situaciones de la posición más complicada del juego. El catcher es el director del equipo sobre el terreno de juego, es quién mueve a los jardineros de acuerdo al bateador que enfrentan, es quién ubica a los infielders de acuerdo al pitcher que lanza en ese momento, es quien tranquiliza y aconseja al pitcher. Es quien lleva el pulso del juego ¿Qué costaba retener a Molina? ¿Acaso no entregaron un pelotero valioso a los Tigres de Aragua (el pitcher novato Alejandro Chacín) cuando lo trajeron hace dos o tres temporadas en una situación de emergencia, si mal no recuerdo en medio o a comienzos de un roud robin? Esperemos que los jóvenes sepan afrontar el reto por su cuenta, sin muchos traumas, ni seguidillas de derrotas. Está bien, las derrotas llegan hasta para el mejor equipo, pero cuando se cuenta con un receptor experimentado así sea en el banco, hay más probabilidades de solventar las dificultades en el menor tiempo posible, y eso es lo que seguramente estuviera ocurriendo en estos momentos si Gustavo Molina estuviera en el dugout magallanero. Alfonso L. Tusa C. 09-10-2016 ©

jueves, 6 de octubre de 2016

Alberto Parjús y su llegada al paseo de la fama del Magallanes.

El domingo 25 de septiembre, observaba un juego de Grandes Ligas por televisión cuando anunciaron los exaltados al Salón de la Fama del estadio José Bernardo Pérez de Valencia. Me pareció justo el reconocimiento de Juan Carlos Pulido, Oscar Henriquez y Eddy Diaz. Sin embargo el nombre de Alberto Parjús me hizo viajar hacia el momento de 1969 cuando se concretó la mudanza de los Navegantes del Magallanes hacia la ciudad de Valencia. Entre el grupo de personas que gestionaron el traspaso del equipo de beisbol me pareció recordar el nombre de este dedicado y apasionado hombre de beisbol que traía el juego en las venas desde su nativa Cuba. Si soy honesto, es probable que la memoria me juegue una de esas pasadas relacionadas con que siempre recordamos lo que queremos antes que lo que realmente ocurrió. En todo caso lo que si recuerdo con más seguridad es un homenaje que Magallanes le hizo al excelso tercera base Luis Camaleón García en el estadio Universitario, una mañana dominical, a principios de los años ’70, entre los integrantes de la junta directiva magallanera que agasajó ese día al pelotero, estaba la figura sonriente de Alberto Parjús. Más adelante Parjús estaba al frente de la junta administradora de la fundación cuando los Navegantes del Magallanes finalmente volvieron a saborear las mieles de la victoria al conquistar el campeonato 1976-77. Alberto Parjús estuvo al frente de aquel equipo de Félix Rodríguez, Alexis Ramírez, Manuel Sarmiento, Gustavo Gil, trajo a Remigio Hermoso desde los Tiburones de La Guaira, Oswaldo Olivares, Jesus Aristimuño, Rafael Cariel. Y por supuesto continuó el pacto con los Piratas de Pittsburgh y estableció relaciones con los Atléticos de Oakland, Bravos de Atlanta; fue artífice en la contratación del manager Don Leppert y de aquella pléyade de importados encabezada por el jardinero derecho Dave Parker y el jardinero e inicialista Mitchell Page, donde también destacan el patrullero central Gary Woods, el receptor Steve Nicosia, el antesalista Ken Macha, y los pitchers Chris Batton, Jim Easterly, Craig Mitchell y Paul Reuschel. Ese año Magallanes tuvo marca de 35-30 en la eliminatoria. Luego llegó el momento central de Alberto Parjús, en la temporada 1978-79 se encargó de contratar a Octavio Cookie Rojas como manager al frente de un equipo repleto de luminarias. La meta era recuperarse del fracaso de la temporada anterior cuando terminaron en último lugar. La base criolla de Rodríguez, Olivares, Ramírez, Sarmiento, Alfredo Torres y Cariel fue reforzada con Page, Jerry White, Rodney Scott, Mike Norris, Allan Wirth, Larry Rotschild, Jim Easterly, Ben Wiltbank, Tim Blackwell, Willie Horton. Parjús debió enfrentar la renuncia de Cookie Rojas y luego de considerar sustituirlo con Gustavo Gil , finalmente decidió continuar con el manager interio Willie Horton, al ver como el equipo tomaba un segundo aire insuflado por el entusiasmo y confianza que la estrella de los Tigres de Detroit le transmitía al equipo. Magallanes terminaría con balance de 39-31, su cuarto mejor record histórico hasta ese momento. Lograron el segundo campeonato en tres temporadas y la segunda Serie del Caribe luego de varios juegos muy disputados y algunos contratiempos internos. Aún cuando Parjús siguió trabajando en las oficinas directivas de los Navegantes del Magallanes y fue muy importante mediante sus opiniones y consejos a lo largo de la tormentosa década de los ’80 y el satisfactorio lapso de los ’90, mi asociación fundamental de Alberto Parjús con el Magallanes se remite a esa temporada de 1978-79, cuando tomó la decisión de ratificar a Willie Horton el timón del equipo que terminó ganando su segunda Serie del Caribe hace 37 años. Alfonso L. Tusa C. © 29-09-2016.

sábado, 1 de octubre de 2016

El Esqueleto de un Estadio

Las imágenes de la primera casa, la primera calle, la primera plaza, la primera escuela que vi quedaron troqueladas en mis retinas para toda la vida. En mi caso tengo una mezcla de lugares de Cumanacoa y Cumaná por los continuos viajes de fines de semana hacia la casa de mis abuelos maternos. Entonces las panorámicas de la calle Ayacucho, la plaza Andrés Eloy Blanco, la esquina de la arepera “19 de abril”, la entrada del cine “Pichincha”, el callejón que conecta la calle Sucre con el sitio donde quedaba el cine “Paramount”, configuraban una geografía emocional que ilustraba cada uno de los lugares que frecuentaba cuando el Century Plymouth de papá se estacionaba frente a la casa número 30 de la calle Ayacucho. Cada sábado descubría nuevas particularidades, nuevas situaciones, nuevos misterios que atizaban mi curiosidad. Quizás una de las experiencias que más me impresionó fue la primera vez que fui al estadio municipal de Cumaná con el tío Carlos para ver un juego del XIII Campeonato Nacional de Beisbol Juvenil, esa noche jugaban Sucre versus Cojedes y la vista se me quedó incrustada en el verde esmeralda del infield y los jardines, nunca había visto un estadio a ese nivel de cuidado de su terreno de juego. El tío Carlos tuvo que halarme de la mano para subir a la tribuna. Tampoco podía quitar la mirada de la pizarra de bombillos que se levantaba sobre el paredón del jardín derecho. Desde ese momento empecé a sentir curiosidad por las palabras inglesas: home club, visitor, ball, strike. La magia de aquel estadio empezó a profundizarse además de las incidencias del juego, por las historias que me contaba el tío Carlos de un tal Bob Gibson quién había subido al montículo de ese estadio para lanzar con los Indios de Oriente, el equipo que había sustituido al Magallanes hacia finales de los años ’50. De Camaleón García decapitando linietazos sobre esa misma arcilla de alrededor de la tercera base, con Oriente y después cuando reapareció Magallanes a mediados de los años ’60. De Graciliano Parra, lanzando para vencer a Cardenales de Lara, si el mismo Graciliano que había lanzado 9 innings sin hits ni carreras ante los temibles Tiburones de La Guaira. Magallanes iba con cierta regularidad a efectuar juegos de la temporada de beisbol profesional en ese estadio. En cada juego que presencié de aquel campeonato juvenil, plasmé una pintura tan profunda, tan nítida, tan emotiva, como las imágenes que guardo de la casa de la calle La Florida de Cumanacoa, junto al camino de cemento pulido que atravesaba el jardín de la morada de la maestra Teodosia, mi primera escuela académica. Sentía los gritos del árbitro principal como las llamadas de atención de la maestra, o como los regaños de papá por quedarme dormido y salir retrasado para la escuela. Siempre he guardado los colores vivos que percibí aquella noche de agosto en ese estadio. Por eso cuando hace unos diez o doce años me asomé por los alrededores de ese estadio de la avenida Gran Mariscal de Cumaná, sentí un escalofrío en el mentón y un corrientazo en los tobillos, igualito que cuando vas en un bote en el mar picado del golfo de Cariaco durante las horas de mediados de la tarde. Apenas el entusiasmo de los niños de categoría pre-infantil me mantuvo sentado en las gradas de la tribuna central. Me parecía estar en un estadio fantasma, en los restos de un cataclismo que se había llevado todas aquellas visiones de grama esmeralda, arcilla naranja y la hilera continua de decenas de bombillos iluminando la pizarra del jardín derecho. El infield solo tenía grava, ripio, o a lo sumo un polvo pálido y desgastado. Los jardines eran más bien sabanas desérticas, caminos tortuosos sin nada que envidiar a las montañas de Araya o al cerro Pan de Azucar. Sobre la pared del jardín derecho, solo quedaba una superficie desgastada, herrumbrosa de lo que alguna vez fuera lustrosa pizarra. Solo la victoria del equipo venezolano ante su similar cubano, neutralizó un poco la tristeza por el inmenso contraste entre mis imágenes originales y lo que ahora presenciaba de ese estadio. ¿Es que había alguien en la comunidad beisbolera de Cumaná a quien le doliera ese estadio, escenario de tantas gestas deportivas, ligadas con el gentilicio y la familia? Hace dos años en uno de mis paseos por la avenida Gran Mariscal, sentí curiosidad por ver si habría mejorado la condición del estadio. Cuando subí la acera y empecé a subir los escalones de la tribuna de primera base, estuve a punto de sufrir otro desmayo, desde la entrada de la tribuna llegué a divisar el estado deplorable de los jardines, ni siquiera quise mirar hacia el infield. Bajé casi corriendo las escaleras y me alejé una, dos, tres, cuadras, en mi mente llevaba las imágenes relucientes de la primera vez que entré a ese estadio y sentí una conexión inmensa con la esencia del beisbol. Solo me quedaba la competitividad de Bob Gibson, la constancia de Camaleón García, el empeño de Graciliano Parra y el pundonor del equipo juvenil de Sucre en aquel campeonato juvenil de 1970, donde jugaba un jardinero central llamado Cesar Campos; el tío Carlos me quedó mirando cuando le dije que había visto a ese centerfielder atrapando batazos difíciles en el solar de asfalto frente a la casa de Cumanacoa, todos le gritaban “Buena esa Charro”. Alfonso L. Tusa C.