miércoles, 19 de octubre de 2011

La película Moneyball. Joe Posnanski. SI.com

ADVERTENCIA: No pienso que haya algo que desvíe la atención aquí. Sospecho que la mayoría de ustedes sabe que la película Moneyball trata de los Atléticos de Oakland de 2002 y su intento de ganar con nuevos conocimientos de béisbol. Pero si ustedes son del tipo de persona que les gusta ir a una película sin saber lo que ocurrirá, deben saber desde el principio que hablaré de algunas escenas aquí.
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Oakland. Hay una escena fascinante en la película Moneyball que estoy completamente seguro es inédita en el cine, y encapsula de muchas maneras todo lo que pienso de la película. En la escena, Billy Beane, interpretado por Brad Pitt, está desesperado por hacer una negociación. Llama a su asistente y empieza a llamar por teléfono. Llama al gerente general de Cleveland. Llama al gerente general de Nueva York Llama al gerente general de San Francisco. Mientras hace las llamadas, se puede ver la pasión en su cara, se puede sentir la tensión en la habitación. ¿Se realizará la negociación? ¿No se realizará? No lo sabemos. El dueño de los Atléticos llama y dice que no esta dispuesto a dar dinero extra para ayudar a Beane, eso le da más tensión a la trama, más excitación, y en el teatro gigantesco donde veo esta premiere se puede oír a todo el mundo cuchichear. Cuando Brad Pitt como Billy Beane, cierra el trato, levanta sus brazos en señal de triunfo, y la multitud de Oakland aplaude enloquecida, en el teatro parece como si fuera el momento cuando Rocky noqueó a Apollo la primera vez.
Cinco minutos del tiempo de la película, editada para hacer estallar la acción, escrita por dos ganadores de los premios de la academia y protagonizada quizás por la estrella de cine más valiosa, son utilizados para revivir el momento histórico cuando Oakland hizo la transacción de Ricardo Rincón.
Si, Ricardo Rincón.
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Tengo que empezar esta reseña de Moneyball diciendo que, de muchas formas, soy la persona menos calificada en el mundo para criticar esta película. Probablemente he leído Moneyball una docena de veces. Soy muy amigo de la luz guía del libro, Bill James, y allegado al autor, Michael Lewis. En varias ocasiones he hablado de Moneyball como consultor oficial a la Armada de Estados Unidos*. Pienso que el libro es fascinante, brillante y a menudo malinterpretado.
* Esa oración, tan bizarra como suena, es absolutamente cierta.
Debido a todo esto, tenía una expectativa por esta película que habría sido, en palabras de Rob Lowe, literalmente imposible de satisfacer. He escrito a menudo sobre mi fórmula de expectativas para películas, como es la esperanza (o falta de esperanza) que tienes cuando te preparas para ir a ver la película, define como te sentiste cuando empezaste a verla. Mientras me disponía a ver Moneyball, mi esperanza era que la película sería el lanzamiento perfecto para los aficionados intensos al beisbol y un gran entretenimiento para la gente que le importa poco o nada el beisbol.
Pero ninguna película puede ser todo eso. Las grandes películas de juzgados, generalmente no impresionan a los abogados con su precisión- Los grandes dramas médicos a menudo no dejan a los doctores pensando, “Seguro, así es como son las cosas”. He pasado más de una cena revisando las absurdas y obvias influencias de la vida de la escritura deportiva en Everybody Loves Raymond o The Odd Couple. La autenticidad y el entretenimiento a menudo no se acoplan.
Y este, pienso, era el gran reto de Moneyball, quizás el reto insalvable. Estaban haciendo una película de estadísticas de béisbol, para impresionar, pero la estaban rodando con un elenco de Hollywood de alto vuelo (Pitt, Jonah Hill, Philip Seymour Hoffman, Chris Pratt y Robin Wright, quién aparece solo en 48 segundos de la película, considerablemente menos tiempo que la negociación de Rincón), un magnífico director (Bennett Millar, quién hizo Capote), y un increíble equipo de escritores (Aaron Sorkin escribió The Social Network y Steven Zaillian escribió La Lista de Schindler, entre otros). Estaban haciendo una película de Brad Pitt sin interés romántico, una película de béisbol sin un jonrón escalofriante, una película de amigos sobre porcentajes de embasado y una gran producción de Hollywood sobre un gerente general que nunca ha llevado a su equipo a la Serie Mundial
No hay que preguntarse si Michael Lewis pensó que se podía hacer la película Moneyball*. “Con The Blind Side”, dice de su última adaptación de libro a película, “fue algo impensado. Le diría a la gente de Hollywood: ‘¿Qué los llevó tan lejos?’ Pero de verdad nunca pensé que podían encontrar la forma de convertir Moneyball en una película “.
La hicieron. Y, tengo que admitir, que verla fue una de las experiencias más extrañas de mi vida en el cine.
*Una línea divertida de Michael Lewis: “Mi mayor temor era que un viejo productor comprara los derechos de Moneyball e hiciera una película que convirtiera a Moneyball en el triunfo de la vieja escuela”.
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Hay otra escena en Moneyball de la que estoy completamente seguro que nunca algo así ha aparecido en pantalla, y de muchas formas encapsula todo lo que pienso de la película. En la escena, Dave Justice está en el plato. Justice, por alguna razón, es interpretado por un actor llamado Steven Bishop, quién una vez jugó pelota con Justice y tiene casi la misma edad que éste. Se parece un poco a Justice, mueve el bate persuasivamente, de verdad no sé por qué Justice no se interpretó.
En cualquier caso, Justice juega un rol sustancial en la película, es el tipo viejo traído para ayudar a los Atléticos de 2002 a reemplazar a Jason Giambi y Johnny Damon. Y la escena es un artístico turno al bate, con música de fondo, con una voz superpuesta, una impresionante toma cinematográfica. Hay algo de cámara lenta, el ángulo de la cámara es impresionante, todo lo de esta escena es un fino trabajo como la escena del batazo contra la torre de reflectores en The Natural o el lanzamiento final de Hoosiers.
Excepto esto: En la escena, Dave Justice recibe boleto.
Si: Una escena de película ultra dramática en la cual nuestro héroe toma cuatro bolas, un lanzamiento pegado, y camina.
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Ok, primero, miremos a Moneyball como un fanático intenso de béisbol. Esta película nos lleva a la temporada de 2002. Los Atléticos, ustedes recordarán, perdieron con los Yanquis en los playoffs de 2001, y luego perdieron a Jason Giambi, Johnny Damon y Jason Ishringhausen vía agencia libre. El argumento de la película es que Beane tiene que encontrar la manera de reemplazar esos jugadores sin gastar dinero.
No hay duda en mi mente de que en ninguna película de béisbol, salvo quizás Eight men out, se trabajó tan duro en los pequeños detalles. No hay sinsentido aquí como Shoeless Joe Jackson bateando a la derecha o Roy Hobbs bateando un jonrón para terminar el juego como visitante. Totalmente lo opuesto. La pérdida del gran cerrador Jason Ishringhausen es un punto importante de la trama. La escena escalofriante de la película, si hay una, viene cuando los Atléticos juegan contra los Reales de Kansas City en un intento de ganar su vigésimo juego seguido. Yo estaba en Oakland en ese juego como columnista del Kansas City Star, y recuerdo muy bien aquel equipo de los Reales. Fue, de hecho, el primer equipo de los Reales que perdió 100 juegos.
Me hizo sentir muy feliz el hecho de ver en las espaldas de los uniformes que los cineastas fueron tras los oscuros nombres de aquel equipo, ellos notaron que una de las carreras en la reacción de los Reales en aquel juego fue anotada por PELLOW (Kit) y otra por ORDAZ (Luis) y que el gran jonrón fue bateado por SWEENEY (Mike)*.
*Varias personas reales fueron empleadas para esta película, supongo que Paul DePodesta fue convertido en un personaje estudioso llamado Peter Brand, interpretado por Jonah Hill; el antíguo director de scouts de los Atléticos Grady Fuson aparece como un hombre amargado incapaz de cambiar, pero para mí nadie fue más actuado que Sweeney. Él batea un jonrón dramático en la película, pero el actor anónimo que lo interpretó no se parece en nada a Mike, no es ni de cerca grande o fuerte y parece tener como 10 años más de los que Mike tiene ahora, mucho menos entonces. Billy Beane tiene a Brad Pitt. Mike Sweeney tiene a este tipo.
La película es muy celosa con ese tipo de detalles. Por eso es tan desconcertante que sea descuidada con otros detalles. La película presenta como un gran momento el hecho de que Billy Beane consiga a Jeremy Giambi antes que empiece la temporada de 2002, debido a su promedio de embasado. “No haría eso Billy”, le dicen los scouts, señalando que Jeremy tiene una mala reputación. Billy no hace caso. Hace la negociación y obtiene a Giambi, quién juega un papel importante en la película*.
* Hay una gran escena de cinco segundos de Jeremy Giambi persiguiendo un elevado en el entrenamiento primaveral que es precisamente como yo recuerdo a Jeremy Giambi jugando en los jardines.
El problema es, que aún los aficionados moderados del béisbol saben que Jeremy Giambi ya pertenecía a los Atléticos en 2002 y había estado con el equipo por dos años. Esto no sería tan importante, si no es porque Giambi fue el pelotero clave en probablemente la más infame jugada de la historia reciente de los Atléticos, él fue el corredor que no se deslizó en aquella jugada de Derek Jeter en los playoffs de 2001.
Recuerden: Ahora sólo estoy hablando de la película como un aficionado al béisbol. Y como aficionado al béisbol, honestamente no sé como los cineastas, que fueron tan cuidadosos en otros aspectos, pudieron haber fallado en algo tan esencial. Pero esa es la experiencia de esta película. Hay detalles de béisbol tan evidentes que ningún otro cineasta hubiera tratado. Alteraron el estilo de pitcheo de Chad Bradford. Usan la frase clave de sabermetric “tamaño de muestra pequeño”. Consumieron una buena parte de la película hablando acerca de la fascinación de Beane por el especialista zurdo Ricardo Rincón, por llorar a viva voz. Y por otro lado, tienen una película completa sobre los Atléticos de Oakland de 2002 sin mencionar sutilmente a Miguel Tejada, quién fue el jugador más valioso de la liga, o a Barry Zito, quién ganó el Cy Young. Los seguidores de Brad Pitt saldrán del teatro sintiéndose seguros de que los Atléticos de Oakland de 2002 ganaron 103 juegos debido a Scott Hatterberg y a Chad Bradford.
Mi amigo Scott Raab dice que para disfrutar las películas de béisbol, hay que dejar los conocimientos del juego a un lado, porque “de todos nuestros deportes, es el más complejo e indescifrable. Me gusta mucho”. Pienso que tiene razón. Hay algo acerca de Moneyball, debido al asunto que trata, que transmite un tipo de realismo atractivo para los apasionados al béisbol como yo. De alguna manera divertida, la película entrega esos detalles. De otra, es desconcertante. Supongo que es demasiado pedir que una película de Hollywood tenga ese tipo de precisión y profundidad estadística, cuando, par ser honesto, eso no se obtiene de la mayoría de los equipos de Grandes Ligas.
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Hay otra escena de Moneyball de la que estoy completamente seguro no se parece a nada que haya aparecido en pantalla, y resume de muchas maneras lo que pienso de la película. Billy Beane insiste en pedirle a su manager, Art Howe, interpretado inmejorablemente por Philip Seymour Hoffman, que ponga a jugar en primera base a Scott Hatterberg. Howe, se niega a hacerlo, porque había visto jugar a Hatterberg y no lo convenció.
En la escena, Beane va al dugout para una vez más interceder por Hatterberg, y una vez más Howe mantiene su punto de vista, arguyendo que sólo tiene un verdadero inicialista en el equipo, y ese es “Peña”. Se enfrascan en una discusión, es impresionante que haya una escena en la película en la cual un ganador del Oscar y una superestrella discuten si Peña o Hatterberg debe ser el primera base de los Atléticos de Oakland, y eso lleva a un entretenido giro que no revelaré aquí.
Pero diré esto: Estamos tan atrapados por el momento, tan alegres de aupar a Hatterberg (interpretado con maravillosa gracia por Chris Pratt) que olvidamos algo. Peña es Carlos Peña. Y Carlos Peña era un primera base de 24 años quién con el tiempo se convertiría en candidato a jugador más valioso de la Liga Americana. Hatterberg pudo haber sido la mejor opción en 2002. Pero a largo plazo, sí, Art Howe tenía razón.
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Ahora, veamos a Moneyball como una película. Primero: Moneyball es una película divertida. Hay tres o cuatro escenas que me hicieron reír a carcajadas, incluyendo el pequeño pasaje de “Oakland es tan barato” que poca gente a mi alrededor pareció entender, la película entera tiene diálogos agradables. Hay por lo menos tres líneas que les he repetido a mis amigos desde que vi la película, hay que reconocerlo: Si luego de ver una película se puede recordar alguna línea, esta es bien divertida.
Segundo: Moneyball tiene buenas actuaciones. Obviamente no sé cuanta diversión generó el proceso de filmación, pero pareció que los actores estaban experimentando un momento inolvidable. Hoffman actúa tan bien que una parte de mí deseó que toda la película fuera sobre Art Howe (Llámenlo Art-pote o algo por el estilo). Jonah Hill parece vivir un gran momento interpretando al asistente del gerente general.
Y Brad Pitt de veras es muy divertido como Billy Beane. Al final, no pienso que interpreta a Billy Beane, el gerente general de los Atléticos. Por un detalle, la gente le habla durante toda la película, y el Billy Beane que he observado no parece del tipo que soporta eso por mucho tiempo. (Como dice una persona que trabaja con Beane: “Las conversaciones con Billy tienden a ser unilaterales”.) Por otro lado, Pitt no puede evitar transmitir algo de sí a sus personajes, es muy famoso para desaparecer en un personaje, así su Billy Beane puede deslizarse suavemente hacia Ocean 11 y no estar fuera de lugar. Pero su caracterización de Beane es tan aceptable, mientras se mantiene desafiante, que funciona. Él maneja la situación para llevar todo tipo de sutilezas a su personaje, que no necesita palabras o díalogo.*
*Un aspecto raro es que un actor diferente interpreta al joven Billy Beane el jugador, Ese actor estuvo bien, obviamente era un beisbolista, pero en mi opinión no se parecía en nada a Brad Pitt. Eso distrajo la atención.
Tercero: No estoy seguro de que alguien ajeno al béisbol o moderadamente allegado será capaz de ver completa esta película. Estoy suponiendo, tratando de imaginar a mi mamá viendo esta película, y pienso que se aburriría. Es una película larga, más de dos horas. Y hay muchas escenas donde no pasa nada. Se pasa un buen tiempo con Billy Beane sólo en el carro. Hay partes del argumento que no van a ninguna parte. Hay muchas tomas de béisbol real, probablemente el máximo que haya tenido una película de gran presupuesto. Hay que reconocer que algunas de las preguntas cruciales de la película son: (1) ¿Será capaz Billy Beane de adquirir a Ricardo Rincón? (2) ¿Vencerán los Atléticos al pésimo equipo de los Reales de Kansas City? (3) ¿Reconocerá el manager de los Atléticos Art Howe que Chad Bradford debería ser su primer relevista y no Mike Magnante?
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Si, Moneyball fue completamente distinta a cualquier película que haya visto. La vi dos noches seguidas en Oakland, una vez en función privada para la prensa, la segunda en una concurrida premiere con todas las estrellas de la película en la audiencia, la verdad es que la disfruté en ambas ocasiones, le doy una puntuación de 3 estrellas sobre 5 en cuanto a entretenimiento.
Como aficionado al béisbol, también me gustó la película, a pesar de sus imprecisiones. Ok, Billy Beane nunca estuvo en riesgo de perder su trabajo en 2002. Ok, por lo tanto los Atléticos no fueron criticados continuamente en los programas radiales debido a que empezaron con marca de 20-26. Ok, los Atléticos de Oakland de 2002 nunca tuvieron ese gran porcentaje de embasado. Ok, los equipos de Beane no han sido buenos en cinco años. ¿Saben qué? Me equivoqué en la primera oración de este párrafo. Como aficionado al béisbol, no me gustó la película, a pesar de sus imprecisiones. Como aficionado al béisbol me gustó debido a sus imprecisiones. Tal vez los directores y productores aplicaron sus propias técnicas de Moneyball a la película. Tal vez entendieron que para ganarse a los aficionados al béisbol, no hay que ser preciso a la perfección. Solo tienen que dar de que hablar.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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