lunes, 29 de octubre de 2012

Dentro de un Caracas – Magallanes

Dentro de un Caracas – Magallanes Inmersos entre la broma y la burla, la discusión y la amistad, lo insólito y lo excéntrico muchos aficionados sólo pueden explicar con acciones el significado de un enfrentamiento entre estos equipos de béisbol. A diferencia de otras rivalidades (Boston-Yanquis, Real Madrid –Barcelona, Boca –River, etc.) cada juego Leones – Navegantes, enmarca miles de otros desafíos en centenares de pueblos y ciudades. Cada esquina, plaza, fuente de soda se convierte en tribuna del juego. Señora Olga le voy a pagar las arepas a medio para que me las saque primero. Las otras personas en cola voltearon con miradas afiladas. El humo de leña acentuaba el negro del techo de cinc. El hombre explicó que necesitaba nueve arepas bien sonoras para llevárselas a su amigo magallanero porque los Leones habían blanqueado a su eterno rival. Sólo entonces los ocupantes de la cola sonrieron y ladearon la cabeza. La narración del juego se escuchaba a una cuadra de distancia. Alfredo y Josué se frenaron en la entrada de la heladería. “Cuando vamos para la apertura del quinto episodio Magallanes 5 Caracas 0”. Señor tengo como media hora pidiéndole una barquilla de chocolate. El hombre cambió de mano para encajar la barbilla frente al radio. Ya te dije que si el Caracas está perdiendo no hay helados. Josué carraspeó. ¿Y qué culpa tenemos nosotros de que el Caracas sea tan malo? El hombre se levantó y remangó las mangas de la camisa. Alfredo y José volaron por toda la calle. La escena más impresionante arropaba de silencio la oscuridad de la sala. El señor apretó el radio en la oreja y tropezó contra la fila de asientos. Se guió con las manos sobre las butacas hasta llegar al baño. El eco de la calle casi enmudecía al radio. “Allá va a un batazo largo la bola se va, se va, joonróon”. El hombre casi resbala a l salir del baño. Celebró con sus amigos. Caracas acaba de ponerse a ganarle al Magallanes. Muchos pidieron silencio. De un rincón alguién soltó: “Esos caraquistas si son bulleros. ¡Esperen el noveno inning!”. Corrieron hasta las ramas de cayena estiradas en la esquina. El tipo bajó del Malibú azul frotando las manos. Sólo faltaban dos horas para prenderle candela a las velas del Magallanes. Los muchachos se acercaron hasta que la voz del hombre desapareció en la casa. Pegaron el papel con cinta adhesiva y azuzaron sus caballos hasta casi desbocarse. Desde el porche de su casa oyeron los gritos: “Estos magallaneros si fastidian”. No Papá, hoy nos quedaremos escuchando el Caracas-Magallanes. Si, dan una película de Cantinflas. Esa la podemos ver mañana. Este juego hay que oírlo hoy. De regreso el señor preguntó porque todavía tenían el radio prendido. Juegan extrainning Papá. Es como una prórroga en fútbol, pero aquí tiene que haber un ganador. ¿Y Felipe donde está? Encaramado en la mata de mango. Él dice que desde allá el Magallanes juega mejor. En ese momento Clarence Gaston decidió el juego con jonrón y gotearon como diez mangos. El atardecer desgranaba las sombras sobre las mesas del club social. El dueño se frotaba las manos al tiempo que llenaba las neveras de cerveza para aquella noche que prometía grandes ganancias a la par de su expectación por el juego Caracas – Magallanes. El juego empezó y las bromas junto con él. Los caraquistas empezaron a cantar “Se hunde el barco” y el dueño del club empezó a molestarse. Cuando la ventaja se expandió, cerró las neveras y dijo que el club había cerrado. Algunos trataron de razonar con él lo que iba a dejar de ganar. No me interesa, se acabaron las cervezas. Si el Magallanes no gana, no me importan las ganancias. En medio de la más atizada lucha por el primer lugar entre Caracas y Magallanes, varios grupos mixtos se burlaban de sus compañeros del equipo que iba perdiendo. Se quedaban mirando a dos amigos que desde sus gorras diferentes se daban ánimo y cuando un equipo castigaba al otro, guardaban silencio y se daban palmaditas en la espalda. Alfonso L. Tusa C.

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