sábado, 10 de marzo de 2018

Norris (5-0) vs. Jefferson (1-1)

Dave Jordan. The HardBalll Times. 28 de febrero de 2018. “Mi meta en 1980 era ser el primer pìtcher negro en ganar 30 juegos”, me dijo un día la antigua estrella de los Atléticos de Oakland. “Y paga ganar 30 juegos, solo puedes perder dos cuando mucho, así que salía a ganar cada juego que lanzaba, sin dudarlo. Y me refería a ganarlo, no solo lanzar siete innings y dejar que alguien más se apuntara el salvado. Quería ganar lanzando nueve innings”. Norris, autor de Blackballed Twice, un cuento poético de su carrera como pelotero así como de sus memorias de los compañeros de equipo y managers de Oakland, surgió en la temporada de 1980 como uno de los pitchers principales del beisbol con su tórrido comienzo. “No sabía que iba a comenzar la temporada de esa manera, pero sabía que iba a tener un año mejor que 1979. Fui a jugar beisbol invernal en Venezuela. Pienso que tuve marca de 7-1. Recuperé mi recta y volví a lanzar el screwball. Ese era el lanzamiento con que sacaba los outs en la escuela secundaria. Cuando llegué por primera vez al beisbol Clase A en 1973, el instructor itinerante de pitcheo de la organización, Bill Posedel, quería ver mi repertorio. Buena recta, en el rango de las 90 millas y una curva inmensa que parecía salir desde atrás de la cabeza antes de planear sobre el plato. Entonces le mostré mi screwball. Cuando vio la acción de ese lanzamiento, Bill ladeó la cabeza y dijo, ‘Hijo, vas a lastimarte el brazo lanzando eso’, así que dejé de lanzarlo”. Desde el principio, Norris impresionó a casi todos en la organización, incluyendo, y quizás lo más importante, a sus compañeros de equipo que jugaban detrás de él. “Reggie Jackson se me acercó en el clubhouse el día de mi debut contra los Medias Blancas y me dijo, ‘Muchacho, si lanzas como lo hiciste en el entrenamiento primaveral, voy a batear un jonrón hoy’. Llegó el tercer inning y adivinen qué. ¡Bam! Directo al jardín central. No fue fácil. Juego diurno en Oakland, eso fue antes que construyeran Mount Davis arriba de los asientos del jardín central, todo estaba abierto y el viento soplaba hacia adentro. Fue una línea baja que empezó a subir. Tres carreras fu todo lo que necesité. Me convertí en trigésimo quinto pitcher novato en lanzar un blanqueo en su primer juego. Hombre, para mí, un muchacho de 20 años, el batazo de Reggie fue lo más grande desde el pan cortado en rodajas. Nunca había estado tan motivado por algo en un terreno de beisbol”. Despues del juego, Alvin Dark, el manager de los Atléticos apodó a Norris “Jeremías”, por el pasaje de la Biblia donde Dios le dice al profeta que mostrará “Cosas grandes y poderosas”. “El problema apareció cuando me lastimé el codo dos aperturas después”, explicó Norris. “Tuve dificultades las próximas cuatro temporadas al tratar de pitchear sin mi recta, así que mi carrera pendía de un hilo cuando empecé otra vez a lanzar el screwball en Venezuela. Eso fue lo que me salvó, el screwball”. Norris empezó su temporada de 1980 con cinco victorias seguidas, tres de ellas en juegos completes, una de las cuales fue por blanqueo, tenía una efectividad de 0.36 cuando los Atléticos de Oakland llegaron a Toronto para una serie de fin de semana a mediados de mayo. Su quito triunfo había llegado contra esos mismo Azulejos en el Coliseo, con marcador de 12-1. Norris esperaba un resultado similar cuando salió del clubhouse de los Atléticos para prepararse para su apertura ante Toronto. “Exhibition Stadium, el viejo estadio de los Azulejos antes de mudarse al domo, tenía un eco extraño en el bullpen. Realizabas tus envíos de calentamiento, y cuando la pelota impactaba la mascota del cátcher sonaba como si lanzaras a 300 millas por hora”. El abridor de los Azulejos esa noche, Jesse Jefferson, debe haber oído el mismo sonido. “Un joven bien parecido…En su debut de grandes ligas se presentó en Fenway Park y venció a los Medias Rojas 2-1, en 10 innings…listo para ganar en grande en las mayores…Nació el 3 de marzo de 1949 en Midlothian, Va…su papá jugó en equipos de beisbol de la vecindad…Pitcher derecho de envíos fuertes…listo para ganar en grande en las mayores…Recuerdos de Jim Palmer, con quien jugó sus primeros dos años…listo para ganar en grande en las mayores…” Zan Hollander, el afamado escritor de manuales de beisbol, escribió algo de Jesse Jefferson, desde su prometedor primer año con los líderes divisionales Orioles de Baltimore en 1973; hasta el cambio de mediados de la temporada de 1975 hacia los Medias Blancas de Chicago por el especialista defensivo de primera base, Tony Muser, allí fue un “abridor ocasional” para los patiblancos de 1976, hasta que fue seleccionado por los Azulejos de Toronto en el draft de expansión para su campaña inaugural en 1977; entonces vivió el dolor creciente del equipo a través de las temporadas, al experimentar marcas de ganados y perdidos tales como 9-17 en 1977, 7-16 en 1978 y una temporada de 1979 de 10 derrotas por solo dos victorias. Cuando se echa un vistazo a los números de Jefferson en Baseball-Reference.com y se revisa sus “colegas similares”, es comparado con peloteros como Pete Broberg; Pete Smith, Paul Wilson y su compañero de equipo en Toronto, Dave Lemanczyk, todos pitchers considerados fenómenos en su momento quienes solo a ratos demostraron todo lo que podían dar. Los Azulejos de 1980 era un equipo a punto de cambiar su piel de invitado de expansión. En la cuarta temporada de la franquicia, la marca del equipo a mediados de mayo andaba en 17-12. Peloteros como el pitcher Dave Stieb empezaron a surgir, junto al co-ganador del premio Novato del Año, Griffin, los jugadores del cuadro como Willie Upshaw y Dámaso García, un futuro todos estrellas en segunda base. El debut de grandes ligas del jardinero central ganador del guante de oro Lloyd Moseby estaba a menos de un mes de distancia. Para todos los involucrados, era muy claro que los peloteros circunstanciales de la expansión como Jefferson, Dave Lemanczyk y Bob Bailor verían disminuir su tiempo de juego ante la llegada de esos jóvenes. Jefferson empezó su noche ponchando a Rickey Henderson y luego a Dwayne Murphy con nueve pitcheos. Luego vino un sencillo de Mitchell Page y un elevado de Dave Revering para cerrar el inning. Norris salió del cierre del primer inning con un boleto y tres elevados. El segundo inning de Jefferson fue parecido al primero, un elevado y dos ponches, una de las víctimas fue Antonio Armas, el jardinero derecho de gran brazo quien más adelante esa temporada empezó su escalada para convertirse en un de los principales bateadores de poder de principios de la década de 1980. El segundo inning de Norris, fue igual que el primero: un boleto y tres outs. En el tercero, Jefferson permitió su primer imparable, un sencillo del campocorto Mario Guerrero, pero medio inning más tarde, Norris tuvo una experiencia similar, al recibir sencillo del jardinero central Rick Bossetti antes de sacar los tres outs. En el cuarto, Jefferson enfrentó la parte media de la alineación. Un boleto y tres outs fue el resultado. A su vez, Norris aplacó el corazón de la alineación con un roletazo débil a segunda base y dos ponches. Luego de cuatro innings en aquella noche de Toronto, Jefferson se enfrentaba a la emergente estrella de pitcheo de los Atléticos de Billy Martin y resistía, Cuando se es talentoso, algunas noches simplemente se tiene todo. Aun cuando tu oponente te supera por momentos, te mantienes arriba. En el quinto, el cátcher de Oakland, Jeff Newman descargó un doble por la banda contraria, hacia la derecha, y un rodado de Guerrero por primera base llevó a Newman hasta tercera base. Pero este era el Jesse Jefferson a quien el gerente general de los Medias Blancas, Roland Hemond, adquirió en 1975, el que los Azulejos draftearon en 1976, el Jesse Jefferson que todos soñaron. Un ponche a Rob Picciolo llevó a una confrontación de hombre en tercera con dos outs ante Henderson, un jugador de segundo año cuya vista en el plato era tan destacada como sus pies en las bases. Newman se aburrió con Henderson, quien bateó un elevado débil hacia la derecha para terminar el inning. Mientras tanto, Norris salía rápido de la parte baja de la alineación de Toronto, y el juego llegaba al sexto inning sin carreras. Norris piensa en las 12 carreras que sus compañeros anotaron contra los Azulejos la semana anterior, recuerda tratar de permanecer tan calmado como fuese posible en esas circunstancias. “Tienes que ir out por out, y no dejar que tus emociones te hagan malgastar pitcheos. Para lanzar juegos completos, hay que revisar la cantidad de pitcheos que se hacen ante cada bateador. Aprendí a disminuir mis pitcheos, y el screwball fue de mucha ayuda. Lo hacía parecer como una recta, pero la pelota termina rompiendo de otra forma y usualmente hace que el bateador conecte roletazos. Entonces los bateadores no quieren llegar a cuenta de dos strikes conmigo, no pueden batear ese envío, por eso le hacen swing a cualquier cosa al principio del conteo. Minimizar mi número de pitcheos era la clave para lanzar nueve innings. Obviamente, si haces 150 pitcheos, no tendrás nada en la bola para el noveno inning”. Jefferson caminó a Murphy, y Martin, viendo el panorama de cuadro normal que tenía al frente, ordenó a su tercer bate, Page, tocar la bola por tercera base. Murphy pasó a segunda, un out. El cuarto bate zurdo, Revering, trató de batear hacia la banda contraria pero solo consiguió un elevado débil a manos de Al Woods en la izquierda, no pudo llevar el corredor hasta tercera base. Había dos outs, pero Jefferson estaba lejos del final del inning. Un boleto a Wayne Gross puso corredores en primera y segunda con Armas al bate. Los grandes managers, y Martin con todos sus episodios de adicción y autoestima, fue uno de los grandes generales de campo de todos los tiempos, son capaces de reaccionar ante las circunstancias y ajustar su plan de juego. Con uno de los bates más temibles del equipo en el plato, Martin trató de distraer a Jefferson haciendo que los corredores tomaran bastante terreno en primera y segunda. Jefferson no era conocido por cuidar a los corredores, así que Oakland ejecutó el doble robo, Murphy llegó hasta tercera mientras Gross se apoderaba de la intermedia, la cuarta de cinco bases robadas que tendría en 1980. Ahora había corredores en segunda y tercera, dos outs, y Armas en el plato. Si el jardinero derecho de los Atléticos hubiese enfrentado al Jesse Jefferson del lapso 77-79 con los Azulejos, casi de seguro manda a volar una recta de 94 millas hacia los asientos encima del anuncio de Brewers de la pared del jardín izquierdo. En otra noche, un sencillo de dos carreras podría haber sido suficiente apoyo para que Norris diera fácil cuenta de los Azulejos en ruta a su segundo blanqueo de la temporada y su sexta victoria seguida. Pero esa noche, Armas no podía ver los envíos de Super Jesse Jefferson, ese con el cual los coaches de pitcheo habían soñado por más de una década, la esperanza del entrenador Clarence Washington de Carver High School, clase del ’68, el orgullo de Midlothian, Virginia, que nunca había visto a ninguno de sus hijos pitchear en un montículo de grandes ligas, el Jesse Jefferson para quien Zan Hollander predijo grandes cosas. El Jesse Jefferson que estaba listo para ganar en grande en las mayores. Ponche. Se terminó el inning. Excepto un doble de Woods al jardín derecho, Norris dominó fácilmente a los Azulejos en el cierre del sexto. El séptimo inning de los Atléticos transcurrió de manera similar: ponche, elevado, sencillo. Henderson trató de descifrar a Jefferson, el resultado fue una línea por la banda contraria atrapada por el jardinero derecho de los Azulejos, Barry Bonnell. Norris dominó la parte baja de la alineación en la parte baja del inning: elevado a Murphy en el centro, roletazo débil por primera base, ponche. Cero a cero en siete innings. No era que Jefferson nunca había tenido un juego como ese en su carrera. Su apertura de novato con los Orioles contra Carlton Fisk, Reggie Smith, Carl Yastrzemski y el resto de los Medias Rojas terminó en una victoria 2-1 en 10 innings. Pero habían pasado seis años desde esa actuación y casi dos temporadas desde su último blanqueo. Según Norris, a medida que el juego avanzó, todo favoreció a Jefferson. “No era tanto que su confianza creciera en cada inning, su pecho empezó a sobresalir más, y pienso que su curva le estaba rompiendo muy bien; estaba imbateable ese día. Se paraba más erguido en el montículo, y más adelante en el juego, al terminar el inning, miraba hacia mi en el dugout con una pequeña sonrisa”. Como en una película deportiva dirigida por Scorsese, casi se podía oir “Gimme Shelter” en la banda musical mientras Jefferson y Norris atravesaban los innings con facilidad. Recta: Elevado a la derecha. Recta cortada: Elevado a la izquierda. Recta cortada: Elevado a tercera base. El público ruge mientras los Azulejos regresan al dugout. Jesse Jefferson mira a Mike Norris de arriba abajo con una media sonrisa. Norris acepta el reto con sus ojos, y ladea la cabeza. Recta. Elevado a la derecha. Recta cortada: Roletazo caliente que el segunda base toma de cabeza para robar un imparable. Recta cortada: Elevado profundo atrapado por el jardinero central. Norris mira a Jefferson mientras camina con un apenas perceptible toque de su gorra. Entonces llega el noveno inning. La mitad del inning de trabajo de Jefferson fue suave. Ponche. Elevado. Elevado a primera. Se acabó el inning. … La mitad de Norris fue algo diferente. “Al Woods trabaja ahora conmigo aquí en Oakland en nuestra Urban Baseball Academy que patrocinan los Atléticos. Él estaba al rojo vivo a principios de ese año, bateaba por encima de .350, estaba intratable. Así que Al viene y batea una línea por el montículo que yo detengo con el pie estilo futbolista y la pelota queda a un metro frente a mí. La ataqué, la tomé y lo hice out por medio paso. Me sorprende que este sea uno de los momentos que más recuerdo de ese juego. Estaba desesperado por impedir que ese batazo pasara hasta los jardines. Hice todo lo que pude para evitar que Al bateara un imparable”. El estado mental de Norris lo sacó de concentración cuando le tocó enfrentar al próximo bateador. El sencillo de Roy Howell al jardín derecho puso la carrera ganadora en primera base. Entonces vino a batear John Mayberry. “Je, je, el gran John”, rió Norris, “Los aficionados no recuerdan lo intimidante que era Mayberry”. El primera base de los Azulejos, quién terminó su carrera con un OPS+ de 123, era un bateador selectivo. Para ser un corpulento bateador de poder, Mayberry nunca se ponchó más de 86 veces en una temporada, y negoció más de 100 boletos dos veces, para liderar la liga en ambas oportunidades. Los periodistas deportivos de ese momento, a menudo decían que Mayberry podía echarse el equipo al hombro cuando se enrachaba. Tuvo siete temporadas con más de veinte jonrones en la década de 1970 (principalmente como miembro de los Reales de Kansas City), y quedó segundo en la votación del jugador más valioso en 1975, mientras disfrutaba una temporada de 30 jonrones. Norris trataba de lanzar sus juegos enfocándose al máximo en el bateador y se tomó su tiempo en el montículo con Mayberry. Los peloteros no solían llevar un registro detallado de sus rivales, especialmente en la era pre-internet, pero la mayoría estaba consciente de la selectividad de Mayberry en el plato. Norris sabía que tendría que depender del pitcheo que sus coaches le habían advertido arruinaría su brazo, con la carrera del triunfo en primera, dos outs y el público de pie. “Billy hizo que Art Fowler nos enseñara a lanzar la bola de saliva seca, la cual tenía el mismo efecto que mi screwball, pero realmente en menor grado. La bola de saliva seca solo se hunde, el screwball cambia de velocidad y dirección. Parecía una recta, y entonces a tres cuartos de recorrido, se activa la rotación. Muchos bateadores me dijeron que parecía un pitcheo de Bugs Bunny (El Conejo de la Suerte) se detenía en un punto de la trayectoria, cambiaba de dirección y rompía fuera del alcance del bateador. Ellos ven una recta de dos costuras alejándose, y tratan de ajustarse, entonces empieza a hundirse. Así que ahora tienen las manos arriba, sin contrapeso, y todo lo que pueden hacer es cambiar el swing y batear roletazos. Puedo colocar mi pitcheo a la altura de la cintura, y ellos todavía batearán contra el piso. Eso fue lo que hice con Mayberry. Era todo lo que podía hacer”. Pero fue suficiente, ponché al bateador de poder que rara vez lo hacía, hice que la multitud se sentara. En 2018, Norris y Jefferson seguramente hubiesen salido del juego después del octavo inning, probablemente después del séptimo. En 1980, aquella noche, ambos fueron a extra-innings. En el décimo, Jefferson retiró con facilidad a Guerrero y Picciolo mediante elevado a primera y ponche, él décimo de Jefferson en el juego. Henderson le negoció boleto a Jefferson en su envío 135. Sospecho que Martin sabía del potencial de Henderson, pero en ese momento, Henderson solo había robado 13 bases en una temporada donde conseguiría 100. El manager de los Atléticos dejó batear a Murphy sin enviar a Henderson al robo. De todas formas, eso no importó: elevado de foul a primera base, fin del inning. Norris, llevó a la cansada defensiva de los Azulejos de regreso al campo rápidamente: roletazo, elevado, elevado. Rumbo al undécimo, 0-0. Super Jesse Jefferson dominó a los Atléticos: roletazo, elevado, elevado. En el cierre del undécimo, Norris caminó al bateador emergente Bob Bailor. El abridor de la alineación, Alfredo Griffin llevó a Bailor hasta segunda base mediante toque de sacrificio; Bossetti caminó. Woods la rodó hacia lo profundo detrás de segunda base, muy lejos para que Picciolo ejecutara el dobleplay, pero evitó la carrera y perder el juego, al menos por el momento, al retirar a Woods en primera. Corredores en segunda y tercera, dos outs. Howell entró a la caja de bateo. El tercera base de los Azulejos, quien le había conectado sencillo a Norris en el noveno, intentaba terminar el juego en el undécimo “Roy Howell me dio algunos buenos batazos esa noche”, recordó Norris. “Él y Al Woods me causaron problemas todo el juego. Algunos batazos pasaron, otros no”. Como en la escena final de “The Good, The Bad &The Ugly”, de Sergio Leone, hay tres hombres involucrados: Norris, Jefferson y ahora Howell. Norris, quien había pasado de 140 envíos; Howell, quién pensaba que tenía el número de Norris, y Jesse, quien puede haber estado en la acera favorecida de la batalla de beisbol más pura de los últimos 30 años. Norris estaba listo. Jefferson miraba desde el dugout. Howell esperaba. Viene el lanzamiento… ¡Sencillo a la derecha! ¡Bailor anota! ¡Ganan los Azulejos! … El 16 de mayo de 1980, Jefferson era el mejor pitcher del beisbol. Hasta la fecha, este enfrentamiento entre Norris vs Jefferson es el único desafío en la historia del beisbol donde dos pitchers abridores afroamericanos llegaron hasta el undécimo inning de un juego sin carreras. El sencillo ganador de Howell también acabó con la seguidilla de Norris, de 35 innings sin permitir carreras limpias. Inmediatamente después de la derrota, Norris empezó a entender completamente la dificultad de hacer realidad su sueño de 30 victorias en una temporada. Necesitaba drenar sus frustraciones. “Tuve un pequeño arranque temperamental despues del juego y destrocé el baño del clubhouse del visitador, los lavamanos, las duchas, las pocetas, je,je, especialmente las pocetas. Eso duró unos diez minutos, pero pareció una eternidad. Despues que salí del baño con un bate roto, todos me quedaron viendo como si me hubiese vuelto loco, excepto Billy Martin”. Por una coincidencia divertida ese día era el cumpleaños del manager de Oakland. Mientras Norris estaba muy molesto por fallar en darle a su estimado manager una victoria como regalo, Martin le dio varios presentes en forma de elogios a su caballo de batalla. “Nunca olvidaré eso”, dijo Norris, “Billy me miró, ladeó su cabeza y dijo ‘Michael Norris, ahora eres el as de mi rotación’. Billy odiaba perder, y al mostrarle que también yo odiaba mucho perder, me parece que eso demostró que tenía lo que hacía falta para ser el as de su rotación. Ese juego me cambió la vida”. Martin continuaría permitiéndole a Norris llegar lejos en los juegos el resto de ese año. “Lancé 14 innings ante Baltimore en junio”, rio Norris, “Un triunfo de 10 innings contra Milwaukee en julio, un cerrado duelo contra Darrell Jackson y los Mellizos en agosto, ´él era otro pitcher negro, y entonces me fajé por 11 innings contra los Rangers y mi excompañero de equipo Doc Medich. Fue una de las primeras veces que recuerdo que mostraron la velocidad de los lanzamientos en la pizarra. Vi que Doc marcaba 90 millas en la pistola de radar y yo llegaba hasta 88. Je, je, me sentía frustrado. Pero gané, y Billy siguió creyendo en mí. Me gustaba mucho jugar para ese hombre”. Norris terminó la temporada con marca de 22-9 y 23 juegos completos, segundo en la votación del premio Cy Young de la Liga Americana. Jesse Jefferson nunca más tendría una noche como esa, estuvo sin ganar para los Azulejos hasta finales de julio. Fue reclamado en waivers por los Piratas de Pittsburgh en septiembre de 1980, pasó las últimas tres temporadas de su carrera pitcheando en México. Jefferson falleció el 8 de septiembre de 2011, a la edad de 62 años. Está enterrado en el First Bapist Church Cemetery de Midlothian, Virginia. “Eso asusta”, dijo Norris, “Hemos perdido muchos amigos de la comunidad del beisbol antes de tiempo estos últimos años, inquilinos del Salón de la Fama y tipos que solo se tomaron un café. Pero les puedo decir…que Jesse fue un superestrella esa noche”. En 1990, Dave Stewart de los Atléticos de Oakland, sería el último pitcher, más allá de ser afroamericano, en lanzar un blanqueo de 11 innings, pero 10 años antes, 16138 aficionados en el Exhibition Stadium de Toronto presenciaron el duelo más grande efectuado entre pitchers abridores negros de la historia del beisbol. Referencias and Recursos • Zander Hollander, The Complete Handbook of Baseball, 1974 • Zander Hollander, The Complete Handbook of Baseball, 1976 • Zander Hollander, The Complete Handbook of Baseball, 1977 • Mike Norris, BlackballedTwice, 2017 • UPI/AP Combined, “Surgery For Young Oakland Pitcher,” April 30th, 1975 • Baseball-Reference Traductor: Alfonso L. Tusa C. Notas del traductor: Números de Jesse Jefferson con los Tigres de Aragua en las temporadas 1972-73 y 1976-77: 31 JL, 7 JC, 12 G, 14 P, 177 IP, 168 HP, 68 CL, 110 K, 83 BB, 3.46 EFEC. Números de Mike Norris con los Navegantes de Magallanes en la temporada 1978-79: 9 JL, 3 JC, 4 G, 2 P, 77.1 IL, 54 HP, 21 CL, 53 K, 31 BB, 2.44 EFECT. Números de Dwayne Murphy con los Tiburones de La Guaira 1976-77: 16 J, 55 VB, 12 CA, 18 H, 3 2H, 5 CE, 17 BB, 6 K, 1 BR, .327 PROM. Números de Dwayne Murphy con los Leones del Caracas 1979-80: 45 J, 137 VB, 27 CA, 45 H, 5 2h, 12 HR, 33 CE, 35 BB, 34 K, 11 BR, .328 PROM. Números de Mitchell Page con los Navegantes del Magallanes en las temporadas 1976-77, 1977-78, 1978-79: 135 J, 550 VB, 102 CA, 165 H, 33 2H, 9 3H, 24 HR, 118 CE, 71 BB, 105 K, 22 BR, .300 PROM. Números de Antonio Armas con los Atléticos de Oakland en 1980: 158 J, 628 VB, 87 CA, 175 H, 18 2H, 8 3H, 35 HR, 109 CE, 29 BB, 128 K, .279 PROM. Números de Rob Picciolo con los Tigres de Aragua en la temporada 1977-78: 7 J, 12 VB, 1 H, 2 CE, 1 K, .083 PROM. Números de Barry Bonnell con Cardenales de Lara en la temporada 1978-79: 35 J, 140 VB, 23 CA, 44 H, 7 2H, 4 3H, 4 HR, 22 CE, 11 BB, 14 K, 2 BR, .314 PROM. Números de Bob Bailor con los Navegantes del Magallanes en las temporadas 1973-74, 1974-75, 1975-76: 124 J, 523 VB, 85 CA, 152 H, 20 2H, 6 3H, 31 CE, 48 BB, 33 K, 12 BR, .291 PROM. Números de Dave Stewart con los Leones del Caracas en la temporada 1980-81: 10 JL, 1 JC, 3 G, 5 P, 58 IL, 61 HP, 32 CL, 37 K, 27 BB, 4.97 EFECT. Números de Dave Stewart con las Águilas del Zulia en la temporada 1981-82: 3 JL,2 JC, 1 G, 1 P, 24 IP, 12 HP, 6 CL, 10 K, 8 BB, 2.25 EFECT.

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