lunes, 4 de junio de 2018

Caracas versus Magallanes. Juego diurno.

Hace poco vi el calendario de la temporada 2018-19 de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional en el blog El Emergente del periodista Ignacio Serrano. Más allá de preguntarme si el remolino económico que nos arrasa permitiría la ejecución de ese programa hubo algo que me impresionó. Incrustado en el mes de diciembre apareció no uno sino dos desafíos entre los eternos rivales, ambos dominicales en el estadio de la UCV, ambos a la una de la tarde. Ignoro los detalles exactos del porqué en alrededor de los últimos 25 años no hubo un solo juego dominical diurno entre Caracas y Magallanes. Siempre me llamó mucho la atención que LVBP hubiese dejado de planificar ese tipo de encuentros, entre otras cosas porque significaba la ocasión ideal para que toda la familia asistiera al estadio y por ende hubiese mayor venta de boletos. Todavía recuerdo el gran suceso que representaba cada uno de aquellos juegos que empezaban a las once de la mañana en el estadio Universitario. Desde muy temprano en la mañana todos los alrededores del estadio eran un hervidero. La memoria humana siempre nos juega malas pasadas, sin embargo trataré de recordar la última vez que pienso hubo un Caracas versus Magallanes un mediodía dominical. Me parece que en algun momento entre noviembre y diciembre de 1993 los Navegantes enfrentaron a los Leones una mañana dominical. No recuerdo quien abrió por el Caracas, por Magallanes lo hizo Juan Carlos Pulido y se enfrascó en un duelo de pitcheo del cual salió ganador. Magallanes ganó 2-1 con vuelacercas de William Magallanes en los innings finales. Fue una línea trepidante que aterrizó un poco antes de la mitad de las gradas del jardín central. Ese día comprobé cuanto más fuertes son las emociones que se viven el estadio en comparación a las que se experimentan al escuchar el juego por radio o verlo por televisión. Mientras muchas personas celebraban y otras maldecían o se lamentaban, yo me había quedado petrificado, sin aliento, apenas sentía las manos. Así permanecí hasta que Juan Carlos Pulido dominó al Caracas en el cierre del noveno inning y hasta varios minutos después. Me gustaría que ese par de encuentros se efectuara. No sé si la situación económica me permitiría asistir al estadio, habría que hacer mucho más que magia, sería todo un acontecimiento si pudiera llevar a Miguelin a uno de esos juegos, compartir con él el beisbol en vivo. Pero desde ya imagino planificar mis actividades de esos dos domingos decembrinos para no comprometerme entre la una y las cinco de la tarde. Sé que al menos por radio los escucharé, sé que será inevitable rememorar todas aquellas jornadas dominicales de las décadas de finales de 1960, 1970, 1980 y comienzos de 1990, cuando vivíamos en otro país muy lejano de este desierto. Alfonso L. Tusa C. 01 de junio de 2018. ©

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