jueves, 29 de noviembre de 2018

Carlos Tapón Hernández, el camarero de una dinastía, llega al Salón de la Fama magallanero.

En medio de aquella pléyade de peloteros entregados, voluntariosos, pundonorosos de aquel Magallanes de la década de 1990, Carlos Hernández representaba la esencia del juego desde una entereza y un arrojo inéditos en un jugador de su estilo, Hernández sorprendía a la hora de marcar el rumbo de juego con una atrapada inesperada en el jardín derecho corto, un dobleplay relampagueante aunque se estuviese cayendo, un toque de bola sorpresivo entre pitcher, primera y segunda base o un robo del plato como el que ejecutase en alguna ocasión de mediados de los noventa ante los propios Leones del Caracas en medio de un juego muy cerrado efectuado a sangre y fuego. Recuerdo que veíamos el juego por televisión en un restaurant deportivo estilo estadounidense. En medio. En la pared que separaba una estancia de otra había una campanita de bronce que habían escandalizado los caraquistas en el inning anterior cuando su equipo se fue arriba en el marcador. En la entrada siguiente los Navegantes amenazaron y el Tapón corría en tercera base cuando de pronto, como un relámpago se desprendió hacia el plato y cuando el pitcher se dio cuenta ya Hernández empezaba el deslizamiento con la mano izquierda hacia el pentágono. Entonces me levanté y saqué los sonidos más metálicos de la campanita hasta que vino el dueño del local y me dijo que era suficiente. Carlos Hernández fue esencial para Magallanes en la serie final de la temporada 1995-1996. Cuando Cardenales de Lara dominaba la serie 3 juegos a uno. El manager Gregorio Machado llamó a Hernández para que cubriese la intermedia en aquel quinto juego inolvidable que inició la remontada que significó el campeonato. En el séptimo encuentro Hernández anotó una de las tres carreras que marcaron la victoria 3-1. También aportó su grano de arena en los títulos de 1996-1997 y 2001-2002, sobre todo en este último donde jugó papel preponderante con su defensiva en el primer juego de esa serie que terminó en victoria 3-2 mediante un cuadrangular de Robert Pérez. Sobre todo en estos tiempos, cuando una supuesta evolución técnica del juego atrofia los fundamentos del beisbol mediante una especialización excesiva, se extraña muchísimo la presencia del coraje, pundonor y disposición de peloteros como Carlos Hernández. Alfonso L. Tusa C.

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