viernes, 14 de junio de 2019

Desde Tovar Bracho hasta Tovar Ostos.

La noticia me paralizó la mirada y me dejó inmóvil frente al monitor por algunos treinta segundos. Un tuit de Carlos Feo informaba el fallecimiento de Carlos Tovar Ostos. De inmediato estaba en el lobby del Meliá Caracas, esa mañana realizarían la rueda de prensa para presentar el campeonato de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Había conseguido el número de teléfono de Tovar Ostos y se entusiasmó tanto con mi proyecto de libro “Aquellas Voces Deportivas” que acordamos una entrevista antes del acto de la liga de beisbol. A eso de las diez empezamos a conversar. Me agradeció por haber considerado a Carlos Tovar Bracho entre aquellos seis narradores del libro (Buck Canel, Pancho Pepe Croquer, Marco Antonio Musiú Lacavalerie, Felo Ramírez, Carlos Tovar Bracho y Delio Amado León). En mi opinión nada había que agradecer, Tovar Bracho está en el Olimpo de los mejores narradores deportivos venezolanos. La primera referencia que tengo de Tovar Ostos es un programa dominical hacia el final de la tarde por Radio Rumbos, allí compartía micrófonos con Hector Cordido, Alvis Cedeño y Carlos Tovar Bracho. El tono sereno y los conocimientos profusos lo acercaban a Tovar Bracho al igual que una impecable dicción y conocimiento del lenguaje. Se trataba de un programa de variedades deportivas con los últimos sucesos del fin de semana. A veces me confundía y no podía diferenciar quién hablaba de los resultados de los juegos de grandes ligas, si Tovar Bracho o Tovar Ostos. Cada quién intervenía con la misma pasión, conocimiento o profundidad referencial. La única manera cuando podía medio identificar quien hablaba era durante las intervenciones de Cordido o Cedeño, se dirigían a padre e hijo como Bracho y Ostos. El programa empezaba como a las cinco de la tarde y me parecía que el tiempo me había jugado una mala pasada cuando escuchaba la música que indicaba el final del espacio, miraba el reloj casi con ganas de estrujarlo. Sin embargo los datos de actualidad, las referencias históricas, la pronunciación de las palabras resonaban en mis parietales toda la semana. “Mi papá empezó a trabajar como locutor en una emisora de Valencia llamada La Radiotel. Siempre le gustó el beisbol desde sus días de jugador de primera base en el barrio Los Colorados. Era una pasión muy sustentada en el control y la disciplina, creo que por eso perduró en él toda la vida. Cuando se sentaba a escribir en su estudio, había que tocar la puerta cinco y hasta siete veces, entonces decía ‘adelante’ y se le notaba entre emocionado y relajado. A veces llegué a sorprenderlo practicando algunas modulaciones. Escuchaba el eco de la narración desde el patio y me escondía detrás de la puerta: ‘…es increíble amigos…Aparicio ha llegado hasta la grama del jardín central corto y ha lanzado desde allá para retirar para retirar en el salto a Victor Davalillo. El sonido de la pelota contra el mascotín de Mike Epstein resonó en toda la tribuna de la derecha…y allí está Pepe El Gritón animando a los parciales de La Guaira, ese tipo debe practicar natación o atletismo, no sé que suena más duro entre su voz y el sonido interno del estadio…’ Aunque sus relatos boxísticos tenían mucho picante ‘…Alfredo Marcano ataca con el gancho de derecha, esquiva los impactos del japonés, lo lleva hasta las cuerdas y conecta tres jabs seguidos al rostro y Kenji Iwata se estremece, ¡que tremenda demostración esta ofreciendo el orgullo del sector Puerto España de Cumaná!’” “Siempre me dijo que era esencial para un narrador deportivo transmitir pasión, emoción, pero sin olvidar el conocimiento, la perspectiva y sobre todo la objetividad, que aunque todos sabes es inalcanzable hay que tratar de acercarse al máximo a ella, como se busca estar cerca de la mujer que más te gusta. No sé como lo hacía, pero en lo más encendido de sus narraciones, cuando parecía identificado totalmente con un equipo o pugilista, de pronto, de la nada, se prodigaba en reconocimientos hacia los méritos del rival. Era toda una cátedra de sobriedad y equilibrio verlo compartir aquellas transmisiones de los juegos de pelota en el circuito de los Leones del Caracas con Delio Amado León. Siempre resaltaban los atributos de los peloteros del equipo de la casa, pero llegado el momento no les temblaba el pulso para reconocer los méritos del rival y prodigar los comentarios y adjetivos más respetuosos. Lo hacían con naturalidad, generosos, intensos, con tanta pasión como si hablaran de su equipo”. Fuimos de los últimos en pasar al salón donde iba a empezar la rueda de prensa. Le comenté a Tovar Ostos que en una ocasión ví a Carlos Tovar Bracho transmitir un juego de beisbol en los Juegos Nacionales Deportivos de 1975 desde las gradas del estadio municipal de Cumaná. Tovar Ostos sonrió y se ajustó los anteojos en el tabique nasal. “Mi papá siempre me dijo que debía estar preparado para hacer el trabajo en las condiciones más desventajosas. ‘Hay que cumplir los compromisos de la mejor forma’. Recuerdo que cuando transmitió los playoffs y la Serie Mundial de 1969 por RCTV, la primera vez que se transmitió ese evento en vivo en Venezuela, él siempre salía de la casa como a las diez de la mañana, mi mamá le hacía el desayuno y el almuerzo de una vez. Los fines de semana me llevaba al canal. Una vez que empezaba el juego, a eso de la una de la tarde, no había quien lo sacara del juego. A veces salían temas colaterales al juego y los peloteros y él siempre era el primero en retomar la secuencia del juego. Cuando le preguntaba porque siempre decía “juego legal” en el quinto inning, me dijo que si a partir de ese momento ocurría algún imprevisto y el juego era suspendido, el equipo que estuviese adelante en la pizarra se adjudicaba la victoria”. Se notaba un aire de nostalgia disimulada en los gestos de Tovar Ostos, un rictus de melancolía. Aunque la rueda de prensa estaba comenzando, seguimos hablando varios minutos más. “De aquellos playoffs y Serie Mundial de 1969, recuerdo mucho como comparaban pelotero a pelotero a los Mets con los Bravos primero, y después con los súper favoritos Orioles de Baltimore. Mi padre participaba en la discusión de todas las posiciones pero cuando llegaron al jardín central, yo notaba esa especie de sobresalto emocional que le veía en la casa cuando mi mamá le preparaba su comida favorita. Los otros comentaristas decían que Paul Blair aventajaba por mucho a Tommie Agee por su agilidad, por su elegancia y por ese instinto especial para jugar casi detrás de segunda base y regresar a tomar batazos en la zona de seguridad. Carlos Tovar Bracho reconocía la calidad de Blair, pero decía que Agee también era un gran jardinero central, que no se equivocaran con él. Yo sabía que él había traído a Agee como refuerzo del Magallanes a mediados de la década de 1960, pero nunca mencionó en esas transmisiones de RCTV que había contratado a Agee. Solo se remitía a destacar sus grandes cualidades defensivas y con el madero, como cuando hizo aquellas dos grandes atrapadas ante batazos de… y despachó un jonrón clave en el tercer juego de la Serie Mundial “ Seguimos hablando en voz baja mientras se hacían los últimos arreglos logísticos para arrancar el evento o cada vez que había alguna pausa en la rueda de prensa. “Carlos Tovar Bracho siempre me dijo que sus años como gerente deportivo de Orientales y Magallanes le había enseñado esa otra faceta del beisbol que pocos conocen, el trato diario con los peloteros, sus lesiones, sus problemas familiares, sus dificultades emocionales. La perspectiva de los directivos, sus caprichos, sus visiones, sus urgencias, sus arrancadas temperamentales. Todo eso le creo un bagaje, una bitácora, un faro que le mostraba las mejores alternativas para describir las incidencias de un juego, explicar las particularidades de un momento cumbre del desafío, matizar las penumbras de cualquier disputa de algún pelotero o el manager con los árbitros. Cuando lo observaba narrar un juego, me parecía que conociese de toda la vida a los peloteros de ambos equipos, que se supiera de memoria todas las reglas del beisbol. Siempre le preguntaba como hacía para saber todo eso, el solo sonreía y respondía casi silente: ‘Práctica, mucha práctica y muchísimo amor por el juego’…” Si su elocuencia y capacidad para saber encauzar la emotividad en los momentos determinantes de un juego de beisbol eran excepcionales, la efusividad de Carlos Tovar Bracho para delinear con maestría los detalles de una pelea de boxeo resultaba magistral, sin pausa, sin aliento, dibujaba y remarcaba cada detalle de la esgrima, de los impactos de los pasos comedidos del árbitro. Todavía tengo grabada en la memoria una pelea entre un panameño llamado Héctor Carrasquilla y un coreano del cual no recuerdo el nombre. La intensidad y alternabilidad de los púgiles en el comando de la pelea provocaron una de las andanadas descriptivas más profundas y épicas que haya escuchado a un locutor deportivo, la voz de Tovar Bracho era una especie de paredón emocional que me aislaba del entorno de la calle, dibujaba con los trazos más alargados y elocuentes de van Gohg o Modigliani cada esguince, cada ataque, cada pómulo inflamado, cada desplante del árbitro para evitar que alguno de los golpes impactara en su humanidad. Aquel narrador parecía no tener tregua con la respiración, la voz se extendía por los tres minutos del asalto, hasta que sonaba el inoportuno campanazo. Entonces entendía porque él y Nestor López recorrían el mundo para transmitir desde los lugares más remotos. Tovar Ostos siguió hablando en cada pausa de la rueda de prensa, apretaba las manos dentro de los bolsillos de su guayabera mangalarga, azul grisáceo. “Siempre recuerdo una columna que tenía mi papá en el diario Meridiano. Se llamaba algo así como “Hoy amanecí pensando en…” Era una visión desde el lado humano de los deportistas. Escribía del deporte en general, aunque siempre regresaba al beisbol, eso le había quedado de un programa de variedades deportivas que tenía en RCTV. Esa columna salía, si mal no recuerdo los martes. Era todo un espectáculo ver a mi papá ver llegar de un juego de pelota o una pelea de boxeo y sentarse a escribir en su estudio, sin siquiera pasara saludar a mi mamá, luego se disculpaba con ella “Disculpa amor, pero tenía que escribir primero porque después se me va la inspiración y no me puedo dar el lujo de perder la originalidad, el gancho, el atractivo de las historias que se me ocurren”. Hace unas dos o tres temporadas, Tovar Ostos formó parte del equipo radiofónico de los Navegantes el Magallanes, me contentó mucho escuchar los juegos desde su estilo solemne y energético que hacia apreciar mejor los trazos de sus imágenes, el contraste jugaba a su favor, se podía apreciar a plenitud cada una de las aristas del juego, cada detalle parecía una pirámide egipcia, cada observación declaración de principios. Esa temporada, muchos juegos efectuados en Maracaibo, Puerto La Cruz, Porlamar y Barquisimeto, fueron transmitidos desde los estudios de Radio Caracas Radio. Fue como volver a conversar con Tovar Ostos. “Mi padre transmitió muchos juegos de LVBP desde las oficina de la emisora radial hacia mediados de la década de 1960. Él y Delio Amado León se turnaban con el reporte impreso del teletipo y un disco que simulaba el ruido del público. Nosotros al menos tenemos la transmisión televisiva para describir las jugadas al instante. Ellos tenían que ingeniárselas para imaginar que había ocurrido el en terreno de juego, como eran los movimientos de los lanzadores, cual era la tensión emocional que se vivía. Siempre que terminaba de imaginar uno de aquellos juegos, le preguntaba como hacía para decir tantas cosas si no veía nada. El me quedaba viendo y sonreía, como la vez que me contó que había llamado aquel one-two del Magallanes de Clarence Gaston y Pat Kelly la versión en blanco y negro de “Batman y Robin”. Alfonso L. Tusa C. 12 de junio de 2019 ©. _ Referencias y fuentes. - Baseball-reference.com - Diario El Nacional. - Revista Sport Gráfico. - Diario Meridiano.

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