martes, 3 de septiembre de 2019
El beisbol venezolano refulgió en los Juegos Panamericanos de Chicago 1959.
Siempre se ha escuchado y respetado los análisis de entendidos en la materia y periodistas deportivas respecto al mayor logro del deporte amateur de conjunto. Por mucho tiempo se habló y muchos lo mantienen que el Campeonato Mundial de Beisbol de 1941 ha sido la máxima hazaña del deporte venezolano de conjunto. Otros hablan de los héroes de Portland de 1992, otros de la gesta México 2015 que llevó al baloncesto a sus segundos Juegos Olímpicos y de la medalla de oro del voleibol en los Panamericanos de República Dominicana 2003. También se habla de los campeonatos mundiales de beisbol juvenil de 1960 (cuando Nicolás Jaimes blanqueó al equipo cubano) y 1978 (cuando Norman Carrasco y William Moreno entre otros derrotaron a la novena cubana). Sin embargo existe un equipo de beisbol, quizás un poco olvidado, en las telarañas del tiempo, que tiene tantos méritos o pergaminos como cualquiera de los mencionados arriba, su historia habla de pocas expectativas, no se esperaba grandes cosas de este equipo, pero sus integrantes si tenían mucha determinación, mucha pasión, mucha disposición de aprender y dar lo mejor sobre el terreno.
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El manager de aquel equipo era José Antonio Casanova, el campocorto de la novena ganadora del campeonato mundial de 1941. Estuvo asistido por los coaches Andrés Quintero y Emiro Álvarez. Ángel Zambrano, presidente de la Federación Venezolana de Beisbol Aficionado también designó a Jesús Rodil como kinesiólogo y a José Domingo Martínez Morales como médico, y como delegado a Antonio Lares. Casanova y sus asistentes convocaron una preselección de 100 peloteros. Luego de muchas jornadas de prácticas extenuantes, la selección quedó conformada de la siguiente manera:
Lanzadores: Enrique Capecchi. Tadeo Flores (Z-+). Francisco Oliveros (+). Luis Peñalver. Manuel Perez Bolaños. José Perez (Z-+).
Receptores: William Troconis (+). Raúl “Cigarrón” Landaeta (+).
Jugadores del cuadro: Dámaso Blanco. José Flores. Domingo Martín Fumero (+). Rubén Millán. Luís Manuel Hernández .
Jardineros: Francisco “La Manca” López (+). Eduardo “Tata” Amaya (+). Miguel Girón. Lucas Ferreira (+).
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Capecchi recuerda que antes de viajar a Chicago hicieron un juego de práctica ante un combinado de peloteros retirados y profesionales “su pitcher se llamaba Saturnino Pérez, tenía como 45 años y nos ganó el juego. Después de eso muchos periodistas empezaron a decir que no teníamos nada que buscar en Chicago, que mejor enviaran a Saturnino Pérez, que nos había ganado un viejo”. Al llegar al comité organizador del torneo beisbolero de eso Panamericanos, seguían siendo vistos con desaprobación. “Ni los propios equipos con que jugábamos creían que íbamos a ganar, todos se preguntaban para qué fuimos, decían que no teníamos vida”, recordó Capecchi.
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De acuerdo a los entendidos se esperaba una cerrada batalla entre Cuba y Estados Unidos por la medalla de oro, tenían varios peloteros de alto nivel considerados prospectos de grandes ligas. Por otro lado estaba el morbo geopolítico de “la guerra fría”.
Antes de viajar uno de los receptores Emilio Vargas, presentó una falla cardíaca y fue separado del equipo. Todo equipo debía estar constituido por 18 peloteros, Venezuela asistiría a la cita panamericana con 17 jugadores debido a que la situación de Vargas se presentó justo antes del viaje y no hubo oportunidad de suplantarlo. Entonces hablaron con Cigarrón Landaeta para que además de jugar en los jardines, fungiera como cátcher de respaldo para William Troconis.
El día anterior a la salida hacia Chicago, el manager Casanova declaró que la mayor virtud de su equipo era la calidad defensiva y que esperaba un buen desempeño. El desenlace del torneo mostró que había optado por un prudente bajo perfil, por cuanto fue el pitcheo más que la defensa, el atributo esencial de aquella novena.
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El equipo venezolano viajó hacia Chicago el 23 de agosto de 1959, durante los días previos a la inauguración del torneo, José Flores y Cigarrón Landaeta presenciaron un juego entre los Yanquis de Nueva York y los Medias Blancas de Chicago desde las gradas del jardín central. En el quinto inning, el receptor de los Yanquis, Elston Howard despachó un jonrón inmenso hacia el jardín central. Landaeta le dijo a Flores: “¡...Negro....para que usted dé un jonrón aquí tendrá que batear dos veces!” El negro Flores no dijo nada y se quedo mirando a la distancia el home plate.
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Varios de esos días previos a la inauguración de los juegos, los muchachos del equipo de beisbol tuvieron un visitante especial en su alojamiento de la Universidad de Chicago. Luis Aparicio Montiel fue unas noches a la concentración y conversaba con sus coterráneos, les llevó varios bates y pelotas con los cuales pudieron entrenarse adecuadamente. También les hizo observaciones del terreno de Comiskey Park, que debían esperar, o como debían posicionarse de acuerdo a las características del cuadro interior y los jardines.
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Debutaron el 28 de agosto en Comiskey Park, ante la escuadra estadounidense. Manuel Pérez Bolaños aisló ocho imparables de los norteamericanos. En el segundo episodio José Flores enfrentó a William Mansfield y bateó un linietazo entre el jardín central y el derecho, la pelota aterrizó unas sillas más arriba del jonrón de Elston Howard, cuando Flores llegó al plato al primero que buscó en el comité de recepción fue al Cigarrón, se sonrió con él y le cambió la visera de la gorra hacia atrás. William Troconis y Rubén Millán conectaron tres imparables cada uno. Venezuela se apuntó la victoria 11 carreras por 6, entonces dejaron de mirar al equipo de manera despectiva, tanto los rivales, como los entendidos.
El único juego perdido del equipo venezolano ocurrió el 1 de septiembre ante la representación mexicana. El zurdo Tadeo Flores cargó con la derrota, permitió dos de las tres anotaciones aztecas, fue relevado por Luis Peñalver y José Flores. Luis García logró diseminar 9 imparables de los bates criollos para blanquearlos 3-0. Todo parecía regresar al pronóstico inicial, solo el manager Casanova y cada uno de los integrantes del equipo sabía por cual motivo habían viajado hasta Chicago.
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El 2 de septiembre se encargaron de mostrar de que eran capaces, zarandearon a Brasil 14-1, mientras los lanzadores Enrique Capecchi (solo permitió un imparable en cinco innings) y Francisco Oliveros maniataban a los brasileños; Miguel Girón y Eduardo Amaya largaron tres imparables cada uno. Por supuesto, no faltaron los comentarios irónicos de quienes recalcaban que cualquiera le ganaba a un equipo sin tradición beisbolera como Brasil.
Para el cuarto encuentro enfrentaron a la representación de Costa Rica. Ese 3 de septiembre, Luis Aparicio estaba libre de compromiso con los Medias Blancas y presenció el juego desde el dugout criollo. Un jovencísimo Luis Peñalver lanzó completo para anotarse el triunfo 14-1. Luis Manuel Hernández comandó la ofensiva mediante triple, doble, sencillo, dos empujadas, dos anotadas, además Eduardo Amaya largó estacazo de 430 pies. Había culminado la ronda clasificatoria y Venezuela estaba igualada con idéntico registro de 3 victorias y una derrota con los equipos de México y Estados Unidos. Lanzaron una moneda para decidir que equipo pasaba directo a la ronda final y cuales debían jugar para decidir el otro clasificado. La moneda indicó que Venezuela tenía el acceso directo.
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Ese día en medio de la algarabía de la clasificación, el manager Casanova decidió llevar a los muchachos a darse un baño en las aguas del lago Michigan. El Dr. Martínez Morales recuerda con hilaridad los pormenores de aquella excursión. “Ellos creían que se iban a encontrar una playa de aguas tibias como las venezolanas. Por más que afuera hacía mucho calor porque era pleno verano. Cuando metieron los pies en el agua salieron corriendo. “Caramba, esto parece hielo del polo norte”. Luego se bañaron porque para eso habían salido, pero entrada por salida. De regreso empezaron a bromear y como vieron a Dámaso Blanco ensimismado, demasiado abstraído; empezaron a simular la voz del locutor interno del tren metropolitano. ‘Forty five with thirty seven station…’ Uno de los muchachos empezó a imitar la voz del locutor: ‘Cuuuriepe Station’, de inmediato Dámaso abrió los ojos y preguntó: ‘¿Quién dijo eso? ¡A que no me lo dicen aquí, de frente…!’
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Para el primer juego de la ronda decisiva, el manager Casanova designó al zurdo José Pérez para enfrentar a Cuba. Ese 4 de septiembre, Rubén Millán empezó el asedio en el primer inning al negociar boleto ante Alfredo Street. Dámaso Blanco despachó imparable y Cigarrón Landaeta siguió el ataque con sencillo remolcador. Dámaso también anotó por error del receptor.
Los cubanos igualaron el marcador en el cierre del segundo inning mediante imparables de Urbano González, Jorge Torres y Street.
En la apertura del tercer inning, Dámaso negoció boleto y llegó hasta tercera base mediante imparable de William Troconis, luego anotaría con elevado de sacrificio de Eduardo Amaya al jardín central.
Mediante doble de Antonio Crespo y dos elevados de sacrificio, Cuba volvió a igualar la pizarra 3-3 en el cierre del cuarto inning.
En la apertura del quinto inning el equipo venezolano marcó dos carreras amparado en imparables de Troconis, Eduardo Amaya y José Flores, lo cual provocó la salida de Street del montículo. R. Pérez vino a relevar y Landaeta bateó elevado de sacrificio para remolcar la tercera anotación del inning, la cual a la postre se convertiría en decisiva para la definición del encuentro.
En el cierre de ese quinto inning, los cubanos se acercaron mediante doble de Mario González, sencillo remolcador de Urbano González y marfilada en tiro de la defensa del cuadro interior permitió la segunda anotación.
Ese marcador 6-5 prevaleció hasta el cierre del noveno inning, cuando el relevista Manuel Pérez Bolaños ponchó al toletero Alberto Castillo para colgar el out veintisiete que decretaba la victoria venezolana.
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Para el 5 de septiembre se presagiaba un apretado desafío por cuanto los estadounidenses iban por el desquite. En efecto ellos picaron adelante con una carrera en el primer inning. Solo que en el cierre de esa entrada William Troconis descargó cuadrangular para igualar las acciones. Los norteamericanos atacaron otra vez en el séptimo inning y tomaron ventaja 2-1 ante el abridor venezolano Enrique Capecchi, quien ese día lanzó un buen juego permitiendo solo dos anotaciones en ocho innings. Hubo de salir del encuentro debido a un pelotazo en un pie propinado por el pitcher norteamericano Ron Kelpfer. Por esa razón salió a relevar José Pérez.
En el cierre del séptimo inning Kelpfer ponchó a los tres bateadores. En esa ocasión Cigarrón Landaeta protestó con vehemencia la apreciación del tercer strike y empujó al árbitro principal Otto Kuehn por lo cual fue expulsado, mientras desde el dugout se escuchaban encendidas voces de protesta.
En el cierre del octavo se desató una tormenta de reclamaciones venezolanas cuando Kuehn sentenció foul un toque de Rubén Millán, quien tenía dos strikes en su cuenta, lo cual decretó el out por regla. Todo el equipo venezolano salió a protestar al campo pero la situación fue controlada por la policía, que persuadió a los venezolanos para que regresaran a la banca. Entonces Troconis bateó un largo elevado al jardín central que atrapó Tyrone Cline, quien cayó de espaldas y perdió la pelota por lo cual entraron las carreras que pusieron adelante a Venezuela en las piernas de Dámaso Blanco, quien corría en primera base y del propio Troconis. De esa manera se conseguía el segundo triunfo en la serie decisiva.
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José Antonio Casanova estuvo reunido por varios minutos en el dugout con Emiro Álvarez y Andrés Quintero. Esa noche, en la concentración de la universidad, Luis Peñalver se mostró complacido por la oportunidad que le brindaba el manager. “No se arrepentirá de haberme dado la pelota para abrir este juego. Voy a dar lo mejor de mí”. Tadeo Flores, José Pérez, Pérez Bolaños, Francisco Oliveros y hasta el propio Capecchi se mostraron dispuestos a subir al montículo en caso de cualquier eventualidad y conversaron con Peñalver acerca del juego que se avecinaba.
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Ese domingo 6 de septiembre de 1959, Peñalver asumió el reto en Wrigley Field y cumplió lo que había prometido a Casanova, espació media docena de imparables boricuas y lanzó completo, mientras sus compañeros lo respaldaron desde el primer episodio mediante triple de Troconis y sencillo de Amaya. En el cuarto inning Francisco “La Manca” López descargó cuadrangular para llevar la ventaja a 2-0. Marcaron otra rayita en el quinto mediante dobletes de Domingo Martín Fumero y del propio Peñalver. Troquelaron dos carreras más en el octavo. Peñalver, quien llegó a retirar hasta nueve puertorriqueños en fila, mantuvo inmaculado el plato hasta el cierre del octavo cuando concedió un boleto y permitió doblete a Carlos Nazario. En la apertura del noveno los venezolanos lograron otra anotación para darle algo más de respiro a Peñalver. En el cierre de ese inning Reinaldo Vásquez despachó jonrón, pero Peñalver completó su labor y Venezuela alcanzó la medalla de oro, la única presea de ese metal que ganó la delegación criolla en esos Panamericanos, ante el júbilo de los peloteros y los atletas venezolanos que presenciaban el juego en las tribunas.
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Domingo Martín Fumero fue uno de los grandes campocortos del beisbol amateur venezolano, su calidad defensiva fue tal que muchos entendidos llegaron a compararlo con Luis Aparicio y Alfonso Carrasquel que es bastante decir. Siempre defendió los colores de la UCV en los campeonatos distritales y prefirió seguir sus estudios de medicina antes que saltar al beisbol rentado. Se especializó en dermatología y fue un exitoso médico.
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“Para el acto de premiación, los organizadores no disponían de la grabación del himno venezolano. Entonces Casanova levantó las manos y empezamos a entonarlo con la voz entrecortada pero desde lo más profundo de los pulmones. De inmediato sentimos el eco de los atletas venezolanos empinados en las tribunas”, recuerda Dámaso Blanco.
William Troconis resultó campeón bate con promedio de .500 al conectar de 22-11; igualado con el boricua Irmo Figueroa (18-9).
José Flores fue líder en triples (3)
Luis Peñalver – Líder en Ganados y Perdidos (2-0)
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Alfonso L. Tusa C.
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Fuentes
-Diario El Nacional.
-1959: 55 años de una gran hazaña venezolana. Luís Guillermo Valera.
-¡AL FIN! EL BEISBOL EN CASA- “Hemos llegado al templo del deporte, estamos en casa…”. INFATIGABLES. Blog de Víctor José López /Periodista. Domingo, 20 de septiembre de 2009.
-“50 años. Hazaña del béisbol venezolano, oro panamericano de 1959, Chicago”. José Antero Núñez.
- Una Temporada Mágica. Alfonso Tusa. LVBP. Central Banco Universal. 2006. Pp 175-177
- Pensando en Ti Venezuela. Una Biografía de Dámaso Blanco. Alfonso Tusa. 2011. Pp 54-56.
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