lunes, 4 de abril de 2022
Jesús Aristimuño en el campocorto
La voz de Carlitos González anunciaba tal vez al pelotero más representativo de aquellos Navegantes el Magallanes de la temporada 1969-70, un equipo aparentemente en desventaja sobre el papel que se crecía sobre el terreno una vez que el árbitro principal gritaba “Play Ball”. La noticia del fallecimiento de Jesús Aristimuño este 1 de abril de 2022, hace rebobinar una película de 53 años. Aristimuño fue quizás el más anónimo de los peloteros que conformaban aquella alineación. González en su peculiar estilo polémico indicaba que no se olvidasen de Aristimuño a la hora de elegir al mejor torpedero defensivo de aquella temporada. “En principio este muchacho de Casanay está medio escalón por debajo de David Concepción, Enzo Hernández, Teodoro Obregón, etc; pero lo que ha demostrado a lo largo de este torneo es que no es segundo de nadie en esta liga. Aristimuño se ha cansado de hacer las jugadas de rutina, los más relampagueantes dobleplays con Gustavo Gil, y también ha ido al fondo del abanico para borrar imparables cantados o venido hasta los predios del montículo para tomar ratoncitos y meter el rifle hacia primera base. Para mí Aristimuño tiene muchísimo que ver con la posición que ocupan los Navegantes del Magallanes en esta recta final de la temporada, sin quitarle méritos a los otros peloteros”.
Aristimuño saltó al profesional con los Navegantes del Magallanes en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional y Howie Haak lo firmó para los Piratas de Pittsburgh en el beisbol organizado. Tal vez uno de los primeros momentos resaltantes de Aristimuño en la liga venezolana profesional ocurrió en la temporada 1967-68, el 17 de octubre, en el estadio de la UCV, cuando los Navegantes enfrentaron a los temibles Industriales del Valencia. Fred Klages abrió por los eléctricos y Dick Le May por los pájaros verdes. Los Pericos picaron adelante con dos carreras amparadas en la ofensiva de Teolindo Acosta, Gustavo Gil y Tom Murray. Sin embargo hacia mediados del encuentro el marcador indicaba que los Navegantes ganaban 4-2, gracias a los maderos de Sid O’Brian en el segundo tramo y Merrit Ranew, César Gutiérrez y Jim Hicks en el quinto episodio. Gustavo Espósito había empezado jugando en el jardín derecho, en el séptimo inning, el manager Les Moss, tal vez porque Espósito se había ido de 3-0, lo sustituyó con Aristimuño buscando más defensiva: En esa séptima entrada, con corredores en primera y segunda con dos outs; Luis Rodríguez despachó una línea peligrosísima entre el jardín derecho y el central, rumbo a la parte baja de las gradas, lo cual presagiaba la igualada valenciana. Aristimuño persiguió la pelota con determinación, y cuando vio que se le escapaba se lanzó a lo largo de toda su humanidad y la atrapó cuando esta amenazaba con aterrizar incogible.
En 1968 Aristimuño jugó con los Comodoros de Decatur en la Midwest League A. En esa oportunidad logró establecerse como torpedero regular del equipo de tal manera que al final de la temporada fue elegido el mejor campocorto defensivo de la liga al conformar el equipo de todos estrellas. Los Comodoros ganaron la temporada regular con marca de 69-48. Eso seguramente motivó al manager Napoleón Reyes a entregarle la titularidad en los Navegantes del Magallanes en la temporada 1968-69. Aristimuño aprovechó la oportunidad al punto de participar en 47 juegos, anotar 14 carreras y empujar otras 10. Luego en 1969 con el uniforme de Fresno en la California League A apareció en 122 encuentros, 485 turnos al bate, 124 imparables, .256 de promedio, 72 carreras anotadas, 41 remolcadas,12 dobles, 1 triple, 2 jonrones. Fresno terminó tercero con marca de 72-68.
Tal desempeño con el madero animó al nuevo manager del equipo: Carlos Patato Pascual a alinear a Aristimuño de abridor en el orden al bate en la temporada 1969-70, posición que ocupó en la buena parte de la ronda eliminatoria con resultados más que aceptables: .263 de promedio, 57 imparables en 217 turnos al bate, 21 carreras anotadas, 14 empujadas. Era imperceptible, los juegos avanzaban y él podía hacer hasta seis o siete asistencias, cuatro o cinco outs, tres dobleplays; o podía tocar para sacrificarse, ejecutar el bateo y corrido, abrir el inning con imparable, anotar o empujar carrera dentro de un rally y siempre quedaba mimetizado en el trabajo de equipo, en la dinámica del juego, en la épica de sus compañeros. Sus errores resultaban tan dispersos que casi nadie los recordaba. Las jugadas de Aristimuño quedaban marcadas como con tinta invisible en el box score o las hojas de anotación, solo las podían percibir las mentes analíticas como Carlitos González.
En 1980, mientras estudiaba primer año de Química Aplicada en el Instituto Universitario Tecnológico de Cumaná, me sorprendí una tarde de miércoles cuando me acerqué al campo de softbol y vi que el entrenador era Jesús Aristimuño. Varias veces intenté preguntarle por aquella temporada 1969-70, el campeonato de la Serie del Caribe, él siempre se excusaba diciendo que tenía trabajo que hacer. Entonces me conformaba con observar las prácticas. Una tarde, el campocorto del equipo del IUT tenía dificultades para atrapara los roletazos de frente. Aristimuño había tratado varias opciones y ante la persistencia de la falla, él mismo se fue hasta los predios de aquellas paradas cortas polvorientas de las charas cumanesas. “Párate en el home y batéame unos rollings suaves”, le dijo al muchacho que jugaba como torpedero. “¿Y usted va a jugar así, a mano limpia?” “¡Que voy a hacer con un guante, si lo que quiero es mostrarte como te tienes que cuadrar ante los roletazos!” Aristimuño atacaba la pelota con plasticidad y decisión. A medida que se sucedían los roletazos, Aristimuño le pedía a su discípulo que bateara más duro, hasta que en una de esas, el batazo fue tan contundente que le ocasionó una honda herida en la mano izquierda. El muchacho salió corriendo a ver que le había sucedido a su mentor: “¡Coño, de la que se salvó el guante!” “Pero entrenador, ¿como va a preferir lastimarse usted por proteger un guante?” “Es que ese guante es un regalo muy especial para mí”. “¿Quién se lo regaló?” “Alfonso Chico Carrasquel”.
Luego en el juego inaugural de la temporada 1984-85, en el estadio Universitario, estoy en la baranda del bullpen del jardín izquierdo viendo calentar al pitcher abridor de los Navegantes del Magallanes, cuando veo que se acerca Jesús Aristimuño. Hablamos un rato, y al despedirse me alerta: “Observa bien a ese muchacho en el juego, es un novato, pero es muy enfocado, está muy pendiente de las señas y los detalles de su cátcher, también de los compañeros que juegan detrás de él. Ese muchacho puede llegar lejos…” El muchacho era Omar Bencomo y esa noche estuvo lanzando sin hits ni carreras hasta el noveno inning cuando Norman Carrasco le bateó el único imparable de los Tiburones de La Guiara a quienes derrotó 9-1.
Aristimuño fue el mejor campocorto defensivo de la LVBP en la temporada 1969-70. Junto a Dámaso Blanco (3b) y Gustavo Gil (2b) conformó la espina dorsal defensiva de aquel Magallanes. En la Serie del Caribe Aristimuño, junto a Blanco y Gil volvieron a formar parte del todos estrellas. Ese infield fue llamado “la muralla de oro” y también “el ABG del Magallanes”. En el juego decisivo de esa Serie del Caribe, en la apertura del noveno inning, Ponce estuvo a punto de romper el empate a 3 carreras. Con hombre en segunda y un out, Ramón Conde conectó la pelota sobre segunda base hasta donde llegó Aristimuño para detener el batazo e impedir que anotase el corredor de segunda.
Alfonso L. Tusa C. 3 de octubre de 2022.©
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