martes, 30 de enero de 2007

¿Qué será de la vida de Carlos Enrique Hernández?

Ese 28 de enero de 2007 amanecí pasando páginas de la novela Falke. Mientras más leía recordaba los cuentos de abuela de la Cumaná de 1929, de una plomazón en el tamarindo del centro y un barco de nombre alemán huyendo de Puerto Sucre. No quería dejar de leer hasta ver que pasaba con el barco, si cumplía su cometido. Casi terminé el libro y el Falke nunca olió la victoria.
En la noche empecé a ver el quinto juego de la final. La llegada del noveno inning con ventaja de siete carreras me hizo pensar en la posibilidad de un mañana para el buque. Me llamó la atención que Alfredo Pedrique no tuviese a nadie calentando en el bull pen ("El juego no se termina hasta que se acaba". Yogui Berra. Además Magallanes estaba abajo 1-3 en la serie). Esperaba ver por lo menos a Carlos E. Hernández soltando el brazo.Cuando Jean Machí concedió los dos primeros boletos, me pareció escuchar la orquesta del Titanic tocar sin tomar en cuenta la señal de alarma. De pronto miré por la ventana y varias nubes secuestraron la luna. Varios boletos y dos carreras más tarde trajeron a Germán Melendez a relevar. Carlos E. Hernández no se vió en ninguna toma, en teoría debió abrir ese juego ¿Por qué ni siquiera salió a calentar? Las miradas sombrías de Geremi González y Vladimir Nuñez en el dugout hicieron que viera grietas en el piso.
Los Tigres siguieron embistiendo ahora contra Paul Estrada. Las heridas que fluían con cada respiración que flotaba frente a esa película de terror, se atragantaron en la retaguardia del corazón cuando Pedrique trajo a relevar a José Rodríguez. Una alarma sonaba insistente en mis sienes. "¿Por qué no lo trajo después de los dos primeros boletos? ¿Por qué no lo trajo en vez de Meléndez? Si Rodríguez lanzó buena parte del 2007 en AAA y Melendez todavía está en el proceso de conversión de catcher a pitcher.Aragua remató un inning de tragedia y las olas desbordadas entraron en el apartamento. Apagué todas las luces, el televisor, el radio. Solo se escuchaba un tamborileo con sones de samba trasnochada. Olía a Falke, a Titanic, a Poseidon, a manager confiado en un juego de vida o muerte.

Alfonso L. Tusa C

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