Normalmente la historia de Melvin Mora se cuenta el Día de los Padres. Él tiene quíntuples de 6 años. Además de la hija de 11 años de su esposa.
“Mejor hablamos de las mujeres de mi vida”, dice Mora.
Bien, pero ¿Dónde comenzamos? Hay dos pilares, y no hay favoritas para Mora, no el Día de las Madres. Es tiempo de valorarlas a las dos: Felipa, la madre que lo crió y Gisel, la madre de sus hijos. Mora considera que el mejor regalo para ambas es contar su historia a través de las dos.
Todo comenzó cuando Melvin conoció a Gisel en Nueva Orleáns en 1997, cuando él jugaba pelota AAA. Se casaron 3 años después en Nueva York. Gisel quería más hijos y se sometió a un tratamiento de fertilidad. Los médicos pensaban que tendría mellizos hasta que empezó el sangrado. Escucharon más de cerca y percibieron 5 latidos cardíacos.
“Revisé mi cartera”, dijo Mora. “Quería asegurarme de que los podría alimentar”.
Esto lo trasladó a su niñez en Venezuela. Mora creció en Agua Negra, su padre, Gregorio, un vendedor de cerveza y frutas, su madre, a cargo de criar 10 niños. Cuando Mora tenía 6 años, le tocó ver como un hombre mataba a su padre de un disparo. El hombre supuestamente tenía rencillas con el hermano de Gregorio y lo confundió con este.
“Mi Mamá nos tuvo que mantener a todos”, dijo Mora. “Trabajaba en las calles vendiendo cualquier cosa. Cambures, limones, frutas. Ella se aseguraba de que todos nosotros comiéramos”.
A medida que Mora crecía, su atleticismo aumentaba. Fue la estrella de fútbol en el programa de formación de nuevos valores. A los 16 años ya era profesional. En el estadio de Valencia, Venezuela, una placa conmemora los 13 goles que consiguió Mora en un juego. Pero Mora prefería el béisbol. Los Astros de Houston le ofrecieron un bono de $ 10000 por firmar. La mayor cantidad de dinero que hubiese visto nunca. Más de lo que Felipa podía conseguir. Mientras sus compañeros de la academia venezolana de los Astros, Bob Abreu y Magglio Ordoñez evolucionaron para tomar roles protagónicos entre los prospectos del outfield, Mora era un hombre sin mucho poder, sin posición, parecía sin futuro. Así que se fue por media temporada a Taiwán para reconstruir su reputación.
Un años después, estaba en las Grandes Ligas. Había alcanzado su meta, no tenía idea que pasaría después del 28 de julio de 2001.
El parto de Gisel duró 3 minutos en la parte de la cesárea. Mora quería cargar a los quíntuples. Pero estos tuvieron que permanecer en incubadoras. Ninguno pesó más de 1 Kg y medio. Genesis, Rebekah, Jada, Christian y Matthew estuvieron varios meses en incubadoras. Para permitir que sus pulmones se desarrollaran y sus cuerpos combatieran las infecciones que acechaban alrededor.
“Te cansas mentalmente”, dijo Mora, quién menos de un año antes había sido cambiado de los Mets a los Orioles de Baltimore. “He jugado pelota toda mi vida. Eso fue fácil. Pero cuando te sientas ahí y te preguntas si uno va a morir o le va a ocurrir algo, el corazón se atraganta. Ellos sobrevivieron porque son fuertes”.
Y todavía lo son. Genesis es muy inteligente, para ser una chica que estudia primer grado, es la que llora más fuerte. Rebekah es la presumida, Mora lo atribuye a que fue la primera que salió del hospital. Jada es la líder de los cinco y por ende la que se mete más en problemas, Christian hace reir a todo el mundo y es el mejor jugador de béisbol lo que alegra mucho a Mora, a Matthew le gustan las computadoras y los lenguajes.
Aunque Mora disfruta haciendo el desayuno y el almuerzo cuando está en casa, él sabe que Gisel es la jefa. Mientras Mora pasa la mitad del tiempo viajando, Gisel debe criar a los niños por su cuenta. “Sin ella, no podría hacer nada”, dijo Mora. “Ella organiza todo, controla todo”.
Las probabilidades de tener quíntuples son de 1 en 57 millones, mas bajas que las de un muchacho de un pequeño pueblo venezolano de llegar a las Grandes Ligas, aunque no por mucho. Mora también llama a Felipa, 67, todos los días para agradecerle por ser su madre. Le compró una casa en Valencia, y todavía no esta seguro si lo que ha hecho es suficiente. Mora está adquiriendo la perspectiva que llega con la edad. Ya tiene 36 años. Los cabellos grises asoman entre los negros. Se acerca el final de su carrera. Todavía es divertido el juego para él. Este viernes 09 de junio despachó un cuadrangular, su quinto del año. Esta bateando para .252 con 20 carreras empujadas.
“Amo el béisbol, de verdad”.
“Pero sin ellas, no estaría aquí”.
Alfonso L. Tusa C.
sábado, 10 de mayo de 2008
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