Para los bostonianos de cierta edad Bernie Crabo siempre será un héroe.
Para aquellos que no lo recuerdan, fue su jonrón de 3 carreras en el cierre del octavo inning que empató el sexto juego de la Serie Mundial de 1975 ante los Rojos de Cincinnati. Ese dramático cuadrangular permitió el aún más dramático vuelacercas de Carlton Fisk que pegó en el poste de foul en el duodécimo inning.
Los años que transcurrieron luego de su estacazo de 1975 fueron cualquier cosa menos buenos. El camino que Carbo tomó es un recordatorio de que los peloteros pueden ser venerados por sus logros en el campo de juego, pero puede ser peligroso convertirlos en héroes.
Después de más de dos décadas de drogas, alcohol y los años de vida sana que siguieron, Carbo cumple una misión.
Carbo, quién fundó el Ministerio del Club del Diamante en 1993, está en Marston Mills esta semana dando Clínicas de béisbol a los niños y preparándose para hablar de su vida en la misa de las 10 a.m este domingo 13 de julio en la Iglesia de MidCape en el auditorio de la escuela primaria del Este de Marston Millls.
“Hablo en escuelas, grupos de hombres, programas de 12 pasos, iglesias y trabajo con niños. Les enseño béisbol y trató de mostrarles que si el alcohol ni las drogas nunca tocan sus labios, desarrollarán vidas exitosas y serán grandes líderes”.
Se pudiera decir que Carbo lleva un estilo de vida nómada. En la actualidad vive en Mobile, Alabama. “Tengo 60 años, estoy envejeciendo, me siento algo cansado. Este año hemos recorrido 7500 millas. Fuimos de Mobile, Ala. a Tennessee, a Virginia, a Pennsylvania, a Halifax en Canadá, a Maine por unas semanas y a Connecticut. Pero me gusta hacer lo que hago”.
De vuelta con su famoso turno al bate de Serie Mundial en Fenway Park.
“Cuando llegué al plato estaba perdido”, dijo el zurdo Carbo. “Esperaba que Sparky Anderson saliera del dugout y trajera a relevar al zurdo Will McEnaney. Había jugado para Sparky y usualmente jugaba con el librito. El árbitro me dijo, ‘entra ahí, que vas a batear’”.
El resto es leyenda. Un swing débil en 2 y 2 que salió de foul. Luego vino la recta de Rawly Eastwick que Carbo conectó por el centro.
“Pasé por primera base, vi a César Gerónimo voltearse y pensé que tenía oportunidad. Cuando pisé segunda y vi la bola en las gradas, empecé a gritar mientras me acercaba a tercera, le dije a Pete Rose: ‘¿No te gustaría ser así de fuerte?’ Pete me respondió: ‘¿No es divertido? De esto es de lo que trata este juego’”.
Cuatro episodios más tarde, justo después de media noche, Fisk templó su jonrón hacia zona buena y los Medias Rojas ganaron lo que algunos han llamado el juego más excitante de todas las Series Mundiales. La Serie pudo haber terminado allí para felicidad de los aficionados de los Medias Rojas, pero no fue así, ni tampoco terminó el estilo de vida descarriado de Carbo.
Fue el segundo jonrón como emergente de Carbo en esa Serie Mundial, lo que lo convirtió en una celebridad de siempre en toda Nueva Inglaterra.
“Mi chiste es que puse a Carlton Fisk en el Salón de la Fama”, dijo Carbo. “Fui a Cooperstown hace unos años, me llevaron al salón de las Series Mundiales, allí hay una exhibición llamada los Héroes Anónimos de las Series Mundiales.
Tienen una fotografía mía. Estoy en Cooperstown. Me llevaron al Salón de la Fama de los Medias Rojas sólo por un jonrón. Bateé un jonrón y la gente me recuerda. Barry Bonds bateó 800 jonrones y la gente no lo quiere. Bateé un jonrón y la gente me quiere”.
Como jugador, Carbo fue popular con la prensa y el público. Carbo era un espíritu libre que siempre decía lo que pensaba.
En los Medias Rojas él y los pitchers Ferguson Jenkins, Bill Lee, Rick Wise, y Jim Willoughby hicieron un grupo llamado los Cabezas de Búfalo.
“La gente pensaba que era porque consumíamos droga”, dijo Carbo. “Bueno, eso era verdad. Pero Ferguson Jenkins nos llamaba la pandilla Cabeza de Búfalo. Era muy divertido”.
“Nos llamaban Cabeza de Búfalo porque Don Zimmer tenía problemas con el cuerpo de lanzadores y tenía casi enterrados a Bill Lee y a Fergie Jenkins. Fergie empézó a colgar fotos en el clubhouse con la cabeza de Zimmer en el cuerpo de un búfalo”.
El riesgoso estilo de vida de Carbo había empezado mucho antes de llegar a Boston.
“Comencé a beber a los 16 años, a los 19 ya era alcohólico”, dijo Carbo. “Empecé a tomar pastillas para jugar pelota. Empecé a consumir marihuana, cocaína, por 28 años, hasta que un hombre me dijo, “Necesitas a Dios”.
El hombre era el antíguo infielder de los Medias Rojas Dalton Jones, quién le hizo ver a Carbo que su conducta era destructiva.
“Él detectó que las drogas y el alcohol me estaban matando”, dijo Carbo. “Estaba en la Liga de Veteranos de San petersburgo en Florida. Me bañaba en la piscina. Jones me dijo ‘Tienes que cambiar tu vida’”.
“Mi vida empezó a cambiar. Empecé a leer la Biblia e ir a la Iglesia. En ese tiempo, 1989, mi mamá se suicidó, mi papá murió, poco tiempo después me divorcié”.
Pero con la ayuda de el Equipo de Asistencia del Béisbol y el antiguo lanzador Sam McDowell, además de dos oportunas llamadas de Jenkins y Lee, Carbo se recluyó en un centro de rehabilitación y logró darle un vuelco a su vida.
“Pensaba que las Grandes Ligas, batear ese jonrón en la Serie Mundial, todo el dinero que ganábamos, me iban a traer la felicidad. El punto es que el hombre siempre quiere más y más. Dios siempre quiere lo mejor para ti. Algunos de nosotros tenemos que tocar fondo para entenderlo. Dios ama a los pecadores. Él ama a los peores”.
La vida que Carbo llevaba tuvo un efecto dominó. Él dice que sus tres hijas (35, 33 y 32 años en el presente) han ido a la cárcel por las drogas. Dos están libres, la tecera será liberada en febrero. Mientras viaja por el país, Carbo y su esposa se encargan de los tres niños de su hija menor.
De primera selección de los Rojos de Cincinnati en la primera vuelta del Draft de 1965, a novato del año en 1970, a héroe de la Serie Mundial, a adicto a las drogas. Él ha experimentado la gloria, el desespero y finalmente la redención.
Todo parecía más simple aquel frío octubre de 1975 cuando Carbo era un héroe de Nueva Inglaterra y la multitud de Fenway Park lo ovacionaba en la madrugada.
Alfonso L. Tusa C.
viernes, 11 de julio de 2008
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