domingo, 1 de marzo de 2009

Recordando a Doug Griffin.

By Greg Sullivan. Herald News.

La vida es muy agradable por estos días, tal como debería ser para un tipo californiano de 61 años a quién apodan Dude.
La espalda le duele cada mañana a Doug Griffin, pero hace tiempo que se acostumbró a la molestia. El residente de Fresno y ganador del guante de oro de 1972 como segunda base de los Medias Rojas de Boston, disfruta siendo el abuelo de 5 nietas y le gusta "jugar pool 4 o 5 veces a la semana. Hago lo que quiero hacer".
Han pasado 32 años desde que Griffin jugó por última vez con los Medias Rojas. Lo suficientemente añejo para recordar que el estilo arrojado de Dude para ejecutar el doble play no tiene nada que envidiarle a cualquier camarero de los Medias Rojas anterior o posterior a él.
También es recordado como un sobreviviente. Fue golpeado en la cabeza por una recta de Nolan Ryan y vivió no sólo para contarlo sino para seguir jugando.
El delgado Griffin, de 1,80 metros, aún mantiene el peso de sus días de pelotero, 75 kilos, jugó con los Medias Rojas entre 1971 y 1977. Su sobrenombre proviene de sus compañeros de equipo de los Medias Rojas. "Soy de California, llamaba a todo el mundo "dude", así que ellos me llamaban dude".
Un bateador de por vida de .245 y un excelente tocador de pelotas para embasarse, Dude fue el camarero titular de los Medias Rojas desde su temporada de novato hasta la mitad de la temporada de 1975 cuando ganaron el banderín de la Liga Americana. Entonces sus recurrentes dolores de espalda limitaron su alcance y los Medias Rojas trajeron a Denny Doyle.
Un bateador derecho, Griffin compartió la titularidad de la segunda base con el bateador zurdo Doyle por dos meses, hasta que el manager Darrell Johnson le dio el puesto a Doyle a finales de la temporada de 1975.
Habiendo perdido la mayor parte de la movilidad y agilidad de sus primeros años en Boston, Griffin permaneció como infielder de reserva hasta junio de 1977 cuando los Medias Rojas le dieron su despido incondicional.
Griffin no está amargado por haber tenido una carrera acortada por las lesiones, ni por perderse los días de los contratos millonarios en Grandes Ligas.
“Me divertí mucho, especialmente con los muchachos con quienes jugué”, dijo Griffin. “Ganamos muchos juegos y nos divertimos haciéndolo. Ahora el béisbol parece más un negocio. No hacíamos mucho dinero, pero la pasábamos muy bien”.
Griffin fue drafteado por los Angelinos de California en 1965 en el liceo El Monte donde era estrella en tres deportes. Debutó en las Grandes Ligas con los Angelinos, al final de la temporada de 1970, durante su cuarto año en las ligas menores. En medio de su estancia en las menores, pasó año y medio en la marina, específicamente en Pearl Harbor, allí trabajó en la ampliación del submarino USS Tang. La fuerza naval tenía exceso de personal y tuvo la opción de recortar en 6 meses su servicio de 2 años.
Como estaba atascado detrás del veterano segunda base Sandy Alomar en los Angelinos, Griffin se emocionó mucho cuando supo que formaba parte del cambio donde Tony Conigliaro pasó de Boston a los Angelinos. El chico californiano no tenía problemas en mudarse al este.
“Definitivamente quería que me cambiaran”, dijo Griffin. “Tuve suerte de ir a los Medias Rojas. No me llevaba bien con el Gerente General de los Angelinos. Era algo que debía superar”.
Griffin se ganó la segunda base de los Medias Rojas en su año de novato, en reemplazo del popular Mike Andrews quién fue enviado a los Medias Blancas de Chicago en el canje que llevó a Boston al veterano campocorto Luis Aparicio, un inquilino del Salón de la Fama.
Aparicio estaba al final de su carrera, pero todavía podía jugar. Para los Medias Rojas era importante que Aparicio tutoreara a los jugadores jóvenes.
“La razón por la que lo trajeron fue que yo no tenía experiencia. Yo dependía de él para hacer los movimientos adecuados. Luis fue de gran ayuda para mí”.
Griffin recordó las veces que se quedó tarde en el campo de entrenamientos con Aparicio para tomar más de 200 roletazos en ruta a que ambos se convirtieran en una máquina de hacer dobleplays.
El resultado fue un novato que atrapò la atención de los jugadores, coaches, gerentes y los medios con su habilidad para ejecutar el dobleplay. Griffin insiste en que su destreza para hacer el dobleplay tiene más que ver con el trabajo duro que con el talento innato.
“Pienso que no hay ningún truco para hacer dobleplays “, dijo Griffin. “Hace falta practicar y practicar”.
Su insistencia en hacer el dobleplay, sin tomar en cuenta que tipo de corredor iba hacia él , le ocasionó a Dude varios arrollamientos. El juego corajudo de Griffin en segunda base ocasionaba comentarios halagadores y críticas.
“Es parte del juego”, dijo Griffin. “No hay nada que puedas hacer al respecto. Asumes tus revolcones y sigues adelante”.
Griffin no tuvo líos por los encontronazos que tuvo con tipos como Frank Robinson, quién se ganó una reputación de corredor agresivo pero limpio. Griffin no podría decir lo mismo en referencia al juego “limpio” del antíguo tercera base de los Tigres de Detroit, Aurelio Rodríguez, quién fue más allá de romper un dobleplay durante un juego contra los Medias Rojas.
“Él se lanzó como si quisiera destrozarme”, dijo Griffin. “Fue realmente sucio”.
Griffin ideó de inmediato un plan para tomar revancha, contaba con Aparicio, un cómplice deseoso y experimentado. La próxima vez que Rodríguez estuvo en primera base en una situación de doble play contra los Medias Rojas, Griffin le pidió algo a Aparicio. “Le dije, ‘Tírame la pelota abajo, le voy a arrancar la cabeza a este tipo’”.
El plan se ejecutó a medias, la mano de Griffin tocó el suelo cuando hizo el tiro y la pelota falló el cráneo de Rodríguez, pero por lo menos le causó un susto mayúsculo a su enemigo.
“Rodríguez soltó un alarido cuando venía hacia la segunda base”, dijo Dude.
Si le hubieran pegado la pelota, Rodríguez habría tenido una vaga idea de lo que Griffin sintió el 30 de abril de 1974 cuando un rectazo de Nolan Ryan se estrelló contra la cabeza de Griffin y lo envió al hospital.
“Fue como un tren atravesando mi cabeza, un largo silbido”, dijo Griffin. “Duró como dos semanas”.
Griffin dijo que no desarrolló ningún tipo de rencor hacia Ryan. “Siempre bateaba pegado al plato. Para mí eso fue algo propio del juego”.
Griffin no puede recordar si supo de Ryan después del pelotazo. “Pienso que es probable que haya enviado flores al hospital”.
Griffin bateaba muy bien al momento del pelotazo que lo sacó de la alineación por mes y medio. En agosto se volvió a enfrentar a Ryan. “No pensé en el pelotazo ni un momento”, dijo Griffin. “Sólo pensaba en ver la pelota”.
Griffin se concentró eso y consiguió 2 imparables en ruta a batear el promedio más alto de su carrera .266 en 1974.
En 1975, Griffin fue golpeado de nuevo en la cabeza, esta vez por Dick Bosman. Algunos reportes indican que estos pelotazos afectaron la audición y el equilibrio de Griffin, lo cual ocasionó el final prematuro de su carrera.
Griffin está en desacuerdo.
Dijo que la dolencia que terminó su carrera no estaba en sus oídos. Estaba en su espalda, que le había molestado desde su juventud. “Pienso que eso se debió al juego en la segunda base, siempre salía lastimado. Ejecutar dobleplays afecta mucho al cuerpo”, dijo Griffin.
Griffin se sometió a una operación en su espalda después de la temporada de 1974, cuando la temporada de 1975 estaba por comenzar, él supo que ya no era el pelotero que una vez fue. Así, que aunque él no estaba feliz de compartir y perder el puesto con Doyle, sabía que era inevitable. Griffin no participó en ningún juego de la Serie por el Campeonato de la Liga Americana donde los Medias Rojas barrieron a los Atléticos de Oakland. Sólo tomó un turno al bate en la Serie Mundial de siete juegos que perdieron ante los Rojos de Cincinnati, bateó una línea a segunda base como emergente en el tercer juego.
Todavía se mantuvo en Grandes Ligas en 1976 y 1977. Participó en su último juego el 02 de junio de 1977 y recibió su despido 19 días después.
“Recuerdo el día cuando supe que estaba ido del béisbol”, dijo Griffin. “Jugaba segunda base y batearon una pelota a mi izquierda. Mi cerebro respondió. Pero mi espalda no. Ese día supe que se había acabado. Sólo era cuestión de tiempo”.
Griffin valora las amistades que hizo en los Medias Rojas. Su mejor amigo fue Carl Yastrzemski. “Era muy allegado a Carl. Nos gustaba mucho ir de pesca”.
Otros miembros de aquella fraternidad de pesca de los Medias Rojas eran Dwight Evans, Diego Seguí y Fred Lynn. “Eso nos mantenía muy unidos”, dijo Griffin.
Los miembros de la fraternidad tenían un lugar favorito, una laguna en Peabody, que técnicamente no contaba con las condiciones para pescar. “Era poco profunda”, dijo Griffin.
Tambien disfrutaban haciéndose pasar momentos difíciles entre sí.
Griffin bateó 7 jonrones a lo largo de su carrera, el último ocurrió un día de verano de 1975 contra los Mellizos en Minneapolis. Después de largar su cuadrangular hacia las gradas del left field del Metropolitan Stadium, Griffin regresó al dugout lleno de compañeros de equipo quienes lo ignoraron, hasta que Griffin bataqueó el casco contra el piso.
¿La broma de la recepción del dugout indiferente? “Teniamos muchos bromistas en aquel equipo”, dijo Griffin. “Diría que lo del dugout fue idea de Carl”.
Cuando se acabó su carrera beisbolera, Griffin dijo que no tenía idea de lo que iba a hacer. Compró una casa en Walnut, Calif. y conoció a un vecino que construía casas prefabricadas. “El me mostró una propiedad en el área del lago Canyon. Construí algunas casas y también construí casas prefabricadas para vender”, dijo Griffin.
Cuando el negocio se enfrió en California, Griffin se mudó a Florida donde trabajó para Buddy Leroux en construcción.
Alrededor de 1989-90, dijo que regresó a California donde regentó un negocio de pintura y gerenció moteles y unidades de almacenamiento hasta su retiro a mediados de los 90. Se divorció de Nancy, su primera esposa, la segunda esposa de Griffin, Jackie, murió hace 13 años.
Padre de dos hijos, el retirado Griffin ha permanecido fiel a su viejo equipo y siempre organiza reencuentros del equipo de 1975. Recibió una gran alegría al ver a los Medias Rojas romper su larga sequía de Series Mundiales en 2004.
“Si, porque ellos me recordaron mucho de nuestro equipo de 1975”, dijo Griffin. “Teníamos un montón de locos en aquel equipo también”.

Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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