Las sombras de Polo Grounds persiguen al pequeño centerfielder de los Gigantes de Nueva York que corre como un velocista de 100 metros. Lo único que se ve es el 24 burbujeando en la zona de seguridad, Willie Mays estiró el guante y la pelota aterrizó en la malla, parecía estar leyendo un libro. Giró y lanzó al cuadro en medio de su caida, a un lado flotaba la gorra.
Los Rangers siempre tenían jugadores impactantes como Jeff Burroughs, Bump Wills, Toby Harrah, Tom Gieve, Jim Sundberg, Pete Incaviglia, Buddy Bell, Bert Blyleven, Ferguson Jenkins, Jon Matlack, David Clyde, Cesar Tovar, Iván Rodríguez, Julio Franco y tantos más. Managers como Whitey Herzog o Billy Martin. Sin embargo siempre estaban detrás de los Mellizos de Minnesota, los Atléticos de Oakland o los Reales de Kansas City.
Siempre le preguntaba a mis hermanos y a los entendidos por qué aquellos Gigantes de Mays, Willie McCovey, Juan Marichal, Orlando Cepeda, Mateo y Felipe Alou, Gaylord Perry, Jim Ray Hart y pare de contar nunca pudieron ganar una Serie Mundial. Ellos sospechaban que esos equipos adolecían de la química suficiente en el dugout para complementar las condiciones atléticas de cada uno. Ese argumento me parecía incompleto porque Bill Rigney (1958-1960), Alvin Dark (1961-1964) y Herman Franks (1965-1968) siempre dejaron marcas por encima de .500. Rigney llevó a los Mellizos al título divisional del oeste en la Liga Americana en 1970. Dark alcanzó la Serie Mundial con los Atléticos en 1974 además del banderín de la Liga Nacional que logró con los Gigantes en 1962. Franks terminó en segundo lugar de la Liga Nacional entre 1965 y 1968, la única vez que no ganó más de 90 juegos, llegó a 88. Me inclinó más a pensar que si los Gigantes tenían tremendo equipo, los Dodgers de los Angeles y los Cardenales de San Luis se fajaban con ellos y los vencían en la raya.
Lo más cercano que los Rangers estuvieron de una Serie Mundial fue en las series divisionales de 1996, 1998 y 1999. En la primera estuvieron cerca de sorprender a los Yanquis de Nueva York, a pesar de que terminaron perdiendo tres juegos a uno. En las otras dos fueron barridos por los Mulos de Manhattan.
Aún resuena en los oidos de quienes lo escucharon y en los ojos de quienes lo leímos, la línea de McCovey que encendió por fracciones de segundo al Candlestick Park, sólo para tornarse en un mar de cabezas precipitadas cuando la esférica se internó en el guante de Bobby Richardson; Mateo Alou paralizó su carrera antes de llegar al “home”, Mays dio media vuelta en segunda y se quitó la gorra. Esa fue la vez que los Gigantes estuvieron más cerca de saborear la Serie Mundial desde que se mudaron a San Francisco. En 1989 fueron barridos por los Atléticos y en 2002 volvieron a perder en el séptimo desafío frente a los Angelinos de Anaheim.
Will Clark, aquel inicialista de excelsa defensiva y muy respetable con el madero, es el único pelotero en jugar al menos 600 juegos con los Gigantes y los Rangers. Fue a la Serie Mundial de 1989 con el uniforme negrianaranjado y a las series divisionales con los colores texanos.
Darryl Hamilton fue un jardinero que ganó la división oeste de la Liga Americana con Texas en 1996 y la división oeste de la Liga Nacional con San Francisco en 1997, en ambas ocasiones se quedó en el camino del Clásico de Octubre.
Omar Vizquel ganó guantes de oro con los Gigantes en 2005 y 2006 y asesoró a Elvis Andrus sobre la manera de jugar la posición mientras era suplente del cuadro de los Rangers en 2009.
Desde que Cleveland venció a Brooklyn en 1920 sólo en tres Series Mundiales los equipos participantes no habían ganado el torneo en las ciudades donde jugaban. En 1980 cuando Filadelfia venció a Kansas City. En 1992 cuando Toronto derrotó a Atlante y en 2002 cuando los Angelinos le ganaron a los Gigantes.
Las únicas dos franquicias que han pasado más tiempo sin ganar la Serie Mundial son los Cachorros de Chicago (1908) y los Indios de Cleveland (1948).
De seguro será una Serie de grandes alternativas que pudiera arrancar con un enfrentamiento entre Cliff Lee y Tim Lincecum lo cual dibujaría sobre el diamante la posibilidad de un enconado duelo de lanzadores. Ignoramos si habrá alguna jugada similar a la de Mays. De lo que si estamos seguros es de que se desarrollará una jugada que determinará cual equipo ganará, como aquella de Mays en el octavo inning del primer juego de la Serie de 1954, el juego estaba 2-2 y así se fue a extraining hasta que ganaron los Gigantes. Después los inquilinos de Polo Grounds barrieron a los Indios.
Alfonso L. Tusa C.
martes, 14 de diciembre de 2010
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