Luego de más de cinco meses recibí un libro de béisbol que Mike Lynch me había enviado a fin de analizarlo para la web page Seamheads.com. Es una novela escrita por Darryl Brock sobre el pitcher sordo Luther Taylor de los Gigantes de Nueva York.
La historia se ubica a medio camino entre la ficción y la realidad. La escritura emerge del corazón apoyada en un conocimiento que bucea en las profundidades más remotas del juego. Cada seña emitida por el personaje principal, despliega un ambiente especial que dibuja los diamantes de béisbol y la intimidad de la vida privada de Taylor en trazos de alta dimensión narrativa
Los Gigantes de John McGraw de comienzos del siglo XX, contaban entre sus lanzadores a Taylor, mas una lesión en su brazo de lanzar lo llevó al retiro.
La narrativa de Brock dibuja un ambiente de béisbol tan profundo que cada página deja pezrrubia en las manos y cada línea resuena sobre la grama de los jardines con emociones atrapadas en la más legítima de las expresiones del juego, una competitividad que destila a través de las ganas de regresar al juego de Taylor, quién siente que su brazo ha recuperado la fuerza. Son impresionantes las pinturas de las manifestaciones cubanas por el juego. Los aficionados llaman a John McGraw el “mono amarillo” en recuerdo del color del uniforme que usaba cuando años atrás fue a jugar una serie en la isla. También sorprenden a Taylor cuando le gritan “¡el sordo!” y éste disfruta la efusividad luego de consultar su diccionario bilingüe. Brock recorre las calles y el malecón de La Habana con detalles de alguien que siente la ciudad en el alma.
Brock sorprende con todas esas tonalidades encarnadas de su pincel en las particularidades de aquel béisbol de otros tiempos. Al referir como McGraw recogió dinero de sus peloteros para apostarlo y motivar a sus jugadores, me hizo recordar cuando jugábamos las caimaneras en el solar de asfalto frente a la casa y los muchachos decían: “vamos a jugar a los refrescos”. Entonces se veían las jugadas más escalofriantes. Una vez uno de los muchachos corrió hasta la calle y casi se lo lleva un carro. En la novela, Taylor desde el cajón de coach empieza a gritar “Mamá” al pitcher de los Rojos de La Habana hasta que lo saca de concentración y allí aprovecharon los Gigantes para marcar una rayita. La manera como el escritor mezcla los pormenores del juego con las intimidades de los peloteros crea una atmósfera de tensión que sólo termina en la última página del libro.
En paralelo ocurre una historia apasionante que arrastra el tono emotivo de la novela hasta transmutarlo en suspenso. Brock maneja muy bien los conocimientos de cultura cubana, esto le permite llenar de imagenes expresivas el transcurso de los episodios.
Alfonso L. Tusa C.
jueves, 15 de diciembre de 2011
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