Bob McClure no puede olvidar a Keith Hernández
Scott Lauber. 19-03-2012
Port Charlotte, Fla.. Durante una carrera de Grandes Ligas que se extendió por 19 temporadas, Bob McClure se encontró con cualquier situación imaginable para un pitcher.
¿Venir desde el bull pen? Estuvo ahí.
¿Tomar un turno en la rotación de abridores? Hizo eso
¿Pitchear en la post-temporada? Revísenlo.
Entonces llegó el 20 de octubre de 1982. Los Cerveceros de Milwaukee ganaban por dos carreras en el sexto inning del séptimo juego de la Serie Mundial cuando llamaron a McClure para enfrentar a un amigo de la infancia, de las caimaneras en Linda Mar distrito de Pacifica, Calif., cerca de San Francisco.
Y aunque no se quiera creer, él permitió a Keith Hernández el hit que empató el juego.
“Aquí estamos”, dijo McClure, el coach de pitcheo de primer año de los Medias Rojas de Boston, “creciendo juntos en este pequeño pueblo, muy juntos unos de otros, la misma escuela primaria, el mismo liceo por un tiempo, compañeros en la Pequeñas Ligas, Juegos de Estrellas juntos, y nos enfrentamos en el séptimo juego de la Serie Mundial. Fue un momento único. Y todavía me impresiona”.
George Hendrick siguió con sencillo impulsor a la raya del right field para darle ventaja de una carrera a los Cardenales de San Luis en el juego decisivo de la Serie. McClure resultó el pitcher perdedor.
Esta experiencia se añadió a sus cualidades futuras de coach. Los Medias Rojas pueden estar seguros que lo que sea que depare el futuro no será algo que McClure no haya visto, aún si él hereda un cuerpo de pitcheo que el año pasado se vio afectado por beber cerveza y comer pollo durante los juegos.
“Siempre quieres saber del conocimiento y la experiencia de alguien que haya jugado tanto tiempo en Grandes Ligas”, dijo Hernández recientemente antes de transmitir un juego de entrenamiento primaveral de los Mets de Nueva York en Port St. Lucie, Fla.,. “Él tuvo una buena carrera. Lo más importante de Bobby es que no era uno de esos tipos que se desmoronaba ante las situaciones de presión. Había que fajarse para vencerlo”.
Hasta el día de hoy, Hernández está seguro de que no habría podido con McClure sin la ayuda del árbitro.
McClure de 59 años, es 18 meses mayor que Hernández, pero eran compañeros de equipo en el equipo de Pacifica Lumber que ganó el campeonato local de Pequeñas Ligas en 1961. Jugaron como contrincantes los próximos seis años antes de ser compañeros otra vez en Terra Nova High School en 1968.
La familia de Hernández se mudó después de su primer año en la universidad, y aunque McClure y él llegaron a las Grandes Ligas, no se vieron otra vez hasta la Serie Mundial de 1982. Hernández era el primera base estrella de los Cardenales, y McClure ganó 12 juegos para los Cerveceros antes de ser movido para el bull pen al final de la temporada.
No fue hasta el séptimo juego, cuando Hernández llegó al plato con las bases llenas, que se enfrentaron como profesionales.
“Todo lo que recuerdo era que tenía que respirar profundo”, dijo Hernández. “Pensaba, ‘Ay Dios mío, ya es difícil llegar a la Serie Mundial, mi primera, y estar en un momento de presión. ¿También tengo que lidiar con esto?’ Tuve que echar a un lado cualquier pensamiento de nuestra amistad de niños y adolescentes”.
McClure, un zurdo, era conocido por su curva que rompía a la altura de las rodillas, pero nunca llegó a usarla ante Hernández. No después que él árbitro principal Lee Wever cantó bola una recta en la esquina de afuera a la altura de las rodillas, la cuenta se puso en 3 bolas y 1 strike.
Hasta el día de hoy, Hernández admite que el lanzamiento fue strike.
Ante lo posibilidad de conceder un boleto si lanzaba una curva, McClure volvió con la recta y Hernández despachó sencillo impulsor de dos carreras al right-centerfield.
“Tuve que cambiar de lanzamiento debido a la cuenta”, dijo McClure. “El próximo envío fue para mí, muy alejado del plato y él consiguió el imparable. Me quito el sombrero ante él”.
La unicidad de enfrentar a Hernández no fue tomada en cuenta por McClure hasta que pasó el dolor de la derrota. Él lanzó otras 11 temporadas en las Grandes Ligas, nunca más jugo en los play offs, pero terminó su carrera con 3.81 de efectividad en 698 apariciones. Entonces fue coach por 13 temporadas en Colorado y Kansas City antes de ser empleado el pasado otoño por los Medias Rojas, inicialmente como scout para asignaciones especiales.
Un ejecutivo de uno de sus antíguos equipos describió a McClure como “un tipo positivo y un gran trabajador”.
McClure y Hernández viven a 40 minutos de distancia en la costa este de Florida, aunque raramente se ven. Antes del sexto juego de la Serie Mundial de 1982, se tomaron una foto juntos en el campo del Busch Stadium de San Luis. Ambos dijeron que mantienen la foto en sus hogares.
“Todavía le lanzo dardos”, bromeó McClure.
Después del séptimo juego, McClure escribió un mensaje y lo envió al clubhouse de los Cardenales, “No te pude hacer out. Mis mejores deseos, Bob McClure”.
“¿A quién le está echando broma? Él me hizo out muchas veces”, dijo Hernández con una sonrisa. “Me hizo out muchas más veces de las que le bateé”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
jueves, 29 de marzo de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario