martes, 8 de mayo de 2012

Antíguo jugador de los Reales de Kansas City, Willie Mays Aikens, cuenta su historia.

Tyler Kepner. The New York Times. 05-05-2012. Por 14 años, Willie Mays Aikens, esperó que llegara ese fin de semana. Convicto en 1994 por cuatro cargos de distribución de cocaína y crack y un cargo por uso de armas de fuego durante el tráfico de drogas, Aikens, una estrella de Serie Mundial de los Reales de Kansas City, dijo este 05 de mayo de 2012, esperaba su fecha de salida de la prisión federal. “Miro mi vida los últimos cuatro años y todo lo que he logrado”, dijo Aikens por telefono la semana pasada, “¿Qué habría sido de mí si no hubiera ido a la cárcel?” Aikens, 57, de seguro no sería entrenador del complejo de Ligas Menores de los Reales en Surprise, Ariz. Dijo que dudaba que mantendría contacto con sus dos hijas mayores porque no disponía de dinero para mantenerlas cuando salió de la prisión en 2008. Tampoco habría testificado ante el Congreso en 2009, para pedir la reforma de la sentencia de disparidad mínima entre los consumidores de crack y cocaína en polvo. Y de seguro no habría preparado sus memorias, “Willie Mays Aikens: Safe at home (A salvo en el hogar)”, escritas por Gregory Jordan y publicadas esta primavera por Triumph Books. “Le dije a Greg que quería ser honesto en todo”, dijo Aikens, y el resultado es una mirada cruda y profunda a una carrera prometedora que se disolvió en los desaciertos. Aikens consumió cocaína en toda la Serie Mundial de 1980, donde se convirtió en el primer jugador con dos juegos de varios jonrones en la misma serie mientras los Reales perdían ante Filadelfia. De ahí en adelante, escribe Jordan, la cocaína se hizo inseparable del sentido de felicidad de Aikens. Eso también le costó su carrera. Fue encarcelado brevemente y suspendido en 1984, jugó su último juego en Grandes Ligas con Toronto en 1985, cuando sus antíguos compañeros de los Reales ganaron el campeonato sin él. Aikens anduvo por la Liga Mexicana, donde su adicción aumentó. El punto culminante llegó cuando le vendió 2.2 onzas de cocaína crack a un agente encubierto. Aikens fue sentenciado a la pena máxima. Creía que había sido engañado, dijo que le tomó dos años salir de la amargura. “Si no hubiera estado drogándome en mi casa, no habría importado si el agente encubierto viniera a mi casa o no”, dijo Aikens. “Llegué al punto donde necesitaba cambiar. Tenía que aceptar la responsabilidad de lo que había hecho, dejar de culpar a los demás y comenzar a madurar”. A través de la fe, dijo Aikens, ha aprendido a perdonarse por sus crímenes y el daño que estos le causaron a sus relaciones familiares. Está agradecido por no sentirse tentado por las drogas ni el alcohol, dijo, y espera que el libro ayude a otros a evitar sus errores. Traducción: Alfonso L. Tusa C

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