viernes, 7 de diciembre de 2012

Magallanes formaliza el retiro del 21 de Camaleón García

Este sábado 08-12-12, los Navegantes del Magallanes formalizarán el retiro del 11 de Luis Aparicio, el 23 de Isaías Látigo Chávez, el 15 de Félix Rodríguez y el 21 de Luis Camaleón García. A continuación un cuento que escribí en homenaje a Camaleón. Saludos Alfonso Un Camaleón en la esquina caliente Bernardo apretó el paso desde la arena frontal a la base. El manager se lo había dicho en las prácticas de la línea izquierda (catcher, tercera base y left fielder). “Una de las principales responsabilidades del antesalista es saber ubicarse de acuerdo al bateador, al pitcher, al terreno y a la situación del juego”. Varias veces los bateadores de poder tocan la pelota y si el tercera base está descuidado se le embasan. Esta vez la pelota picó delante del plato y sólo recorrió unos dos metros hacia la línea de tercera. Bernardo la agarró a mano limpia y lanzó fuera de balance. El primera base tuvo que dar varios pasos detrás de la almohadilla para agarrar la pelota. El squeeze play se había ejecutado. Aquella carrera marcó el triunfo de los rivales. Bernardo pasó varios minutos con la cara en el pecho. El manager se sentó a su lado y le dio dos palmadas en el hombro. “Estas cosas pasan. Lo importante es reflexionar donde estuvo el error”. A la salida del dugout Josefa lo abrazó y sacudió el polvo de arcilla del pecho del uniforme. Félix la templó. La altisonancia de su voz se estrelló contra la visera de la gorra. Bernardo la giró hasta la posición en que la usan los catchers. Félix casi se le encima, pensaba que se burlaba de sus reclamaciones sobre la manera como había jugado. Josefa intervino e intentó apaciguarlo. Lucila pasó el brazo sobre el hombro de Bernardo hasta que entraron al asiento trasero de la camioneta. El aguacero de Félix siguió todo el trayecto hasta la casa. __¡Te quedaste parado al lado de la base como una estatua! Un tercera base debe estar mosca, debe estar en la jugada. Como Bernardo intentara responder Josefa se llevaba el índice a la boca. Sólo le quedaba el consuelo de la mirada de Lucila. Félix entró al garaje casi sin frenar. __Mi papá siempre me contaba que había un tercera base que no pelaba un toque por su territorio. Se llamaba Luis Camaleón García. Algo en la imaginación de Bernardo atravesó su curiosidad. Buscó la aprobación de Lucila en voz baja y saltó el muro de miedo. __Papá ¿Por qué lo llamaban Camaleón? Félix sacó las llaves del switch y apretó el volante. Josefa abrió la puerta del copiloto con pastillas de alcanfor en los ojos. __Eso no viene al caso. Lo que importa es que el tipo siempre estaba en la jugada y no se quedaba como un tonto al lado de la base. Un tercera base tiene que estar pendiente de cada situación del juego porque cuando menos se lo espere cambian las señas y ¡zas! Te ganan. Lucila estiró su mano izquierda hacia el antebrazo de Bernardo. __Si papá, pero hay que tratar bien a las personas. Eso se puede decir con más consideración. __Usted se calla porque no sabe nada de béisbol. Bernardo bajó de la camioneta y se alejó unos cinco metros. __¡Deja a mi hermana tranquila! Ella sólo quiere que nos llevemos bien. Félix intentó lanzar un manotazo sobre la espalda de Bernardo. Lucila abrazó a su hermano y apuraron el paso hacia el jardín. Josefa lanzaba miradas que se hundían entre las hojas de uña de danta y las ventanas de la casa. __Esta tarde olvídate de ir a remontar papagayos. __Pero Papá, ya me falta poco para que termines de enseñarme como defenderme de las hojillas de los rivales. Félix lanzó las manos a los costados y atravesó la puerta de enfrente cual saeta de Robin Hood. Bernardo se agachó junto a las hojas de uña de danta. Le hizo señas a Lucila para que viera al lagartijo que saltaba entre los tallos. Los zapatos de goma buscaron alivio entre las hojas de grama más periféricas que abrazaban la base de la pared que limitaba al jardín. Giró el cuello y casi emuló el movimiento de 360 grados de los buhos. Removió la mata de uña de danta, estremeció la grama. Lucila sonreía. Levantó la mano de Bernardo y la empujó sobre unos juncos que se levantaban detrás de los rosales. __¡Ese no es un lagartijo! ¡Es demasiado verde y brillante! Nunca había visto uno así. Antes de correr hacia la casa la muchacha casi se tropieza con el escalón de granito. La lengua del saurio se estiró más allá de los juncos y atrapó dos moscas que sobrevolaban las rosas. Lucila tragó dos veces seguidas y atravesó la puerta. Bernardo se tapó la boca mientras trataba de acercarse a los juncos sin que lo viera el lagartijo. Dos voces subían y bajaban en contrapunto, emergían en arco desde la última ventana del segundo piso. La más grave retrocedía a una esquina neutral. La aguda punzaba en todas direcciones en medio de la ópera más dramática. Bernardo obturó sus oídos. Hubo un intento involuntario de tensar el esternocleidomastoideo. Sus pupilas permanecieron rectilíneas sobre las escamas glaucas del glotón de moscas. El verde refulgía cual esmeraldas recién extraídas. Bernardo estuvo a punto de agarrar al lagartijo y jugar con él como un carrito. Josefa avanzó a tientas sobre las dunas de grama japonesa. Cuando su aliento soplaba las orejas de Bernardo tuvo que levantar la voz. Quería susurrarle que Félix lo esperaba para reparar el papagayo. Bernardo levantó la mano derecha abierta hacia atrás. __¡Pero Papá está bravo conmigo! __Ya le pasó hijo. Anda que te está esperando en el patio. Se asomó por el ángulo de la jardinera, sólo se veía la visera de la gorra anaranjada que Félix usaba en la casa. Se levantó un poco y miró a través de la selva de helechos. Olía a engrudo y alcanfor. Félix subió dos varas más o menos largas y las cortó sobre la mesa de carpintería. Soltó la navaja sobre la mesa y se chupó el índice derecho. Varias veces sacudió el dedo entre el medio y el pulgar de la misma mano. Bernardo rodeó el pedazo de jardinera y corrió hacia la mesa. Preguntó si traía rifocina y una curita. Félix giró la cabeza y enseñó el dedo con apenas una línea escarlata sin flujo. __¿Entonces no te cortaste? __Claro que me corté. Pero la saliva es muy buena para cicatrizar cuando las cortadas son superficiales. ¿Me ayudarás con el papagayo? Bernardo bajó la mirada y metió las manos en el pantalón. __¿Y si tú me regañas? Félix cerró los ojos. Dobló la verada hasta que hizo un semicírculo. Le entregó el tarro de engrudo a Bernardo y señaló los pedazos de papel que debía pegar a la verada. __Amarra ese pedazo de pabilo aquí. Bernardo ajustó varios torniquetes sobre las dos puntas de la verada y al final completó con una lazo doble. Félix guiñó el ojo. Alborotó los cabellos de Bernardo y se llevó el hexágono a la mesa. Amarró un extremo del pabilo entre la palmera y la mata de anón- Untó alcanfor sobre el pabilo. __Si jugaras tercera base como apretaste esas veradas seguro que ni Camaleón García fuera mejor que tú, ni siquiera el día cuando sustituyó a Pipita Leal. Bernardo arrugó la cara. Casi revienta el hilo extendido. __¿Quién es Pipita Leal? Félix repasó al alcanfor sobre el pabilo. Palpó el grosor de una mata a la otra. __El tercera base del Magallanes a quién sustituyó Camaleón García. ¿Sabes cuantos juegos seguidos jugó después Camaleón? Félix señaló los hilos tensados en la retaguardia del hexágono. Colocó tres papeles recortados en rombo sobre las palmas de Bernardo. Apuntó el tarro de engrudo. En el momento cuando Bernardo pegaba los rombos a los hilos buscó la aprobación de Félix. __¡Papá! ¡Ni siquiera sé quién es Camaleón! El hombre sopló los rombos y metió un palito entre los hilos y los papeles. Explicó que los papeles debían estar sueltos por lo menos medio centímetro entre el hilo y el punto donde se pegaban. Solo así podían sonar con el viento para saber la dirección de éste. __Quinientos dieciocho juegos seguidos en la esquina caliente. Bernardo se frotó las manos. Quería saber porque llamaban así a la tercera base. Se quedó mirando las manos para ver si tenía alguna quemadura. Félix largó una risotada. __Esa esquina es caliente porque por ahí salen los batazos más duros. Porque hay que venir hacia delante o regresar hacia atrás de acuerdo a como vaya el juego y porque hay que tener los reflejos más infalibles si te batean un linietazo y estás jugando adelantado. Al momento de adherir la cola de gasa al hexágono, Félix repasó la pastilla de alcanfor sobre el pabilo y también sobre los hilos de las papeletas. En cuanto los labios de Bernardo se entreabrieron, Félix terminó de recoger el pabilo y lo colocó a un lado del papagayo sobre la mesa. __El alcanfor hace que el hilo no se empape de agua si llueve, también ayuda a que las hojillas de los otros papagayos resbalen y no puedan cortar el pabilo. Bernardo abrió los ojos y se acercó al bollo de pabilo. __¿Y por qué no le pones hojillas a tu papagayo? __Por ínfimo que parezca es un peso adicional que le quita movilidad al papagayo. La única vez que le puse hojillas a un papagayo se me fue de lado cuando el viento aflojó. Un movimiento sobre las hojas más altas de los helechos templó los ojos de Bernardo hacia la zona intermedia de la jardinera. Le parecieron conocidas las manos que sobrevolaban los helechos. Las bandas de goma rosadas y la sortija de azabache resultaban inconfundibles. Félix se dobló sobre sus rodillas y dejó que las manos casi rozaran el piso. Se inclinó más hasta que el peso del cuerpo descansaba sobre la punta de los píes. Bernardo volteaba hacia la jardinera y también hacia Félix cual muñeco de cabeza flotante. Estaba a punto de correr hacia la jardinera. Al escuchar a Félix hablar de la tercera base, sintió que sus talones se atornillaban al piso. __Esta es la posición del cuerpo de un tercera base cuando juega “cuadro adentro”. El reflejo del sol sobre la sortija hizo que Bernardo leyera los labios de Lucila. Félix agarró el papagayo y se dirigió a la puerta de la calle. Estrujó los ojos cuando Bernardo le dijo que saldría después. __Ahorita tengo algo muy importante que hacer. Te alcanzo en el solar de asfalto. Félix intentó escrutar el rostro de Lucila y lo único que encontró fue un rostro indiferente. Sonrió mientras doblaba la cola del papagayo. Tan pronto como Félix salió, Lucila sacó un libro del mueble del comedor y templó a Bernardo. Leyó en voz alta las características del “lagartijo” que habían visto en el jardín. Lo que más les llamó la atención fue la “capacidad de mimetismo” y la longitud de la lengua, que le permitía atrapar insectos a gran distancia. Bernardo apretó el dedo sobre las líneas que hablaban de “grandes ojos”. Abrió la boca cuando se enteró que el tamaño de esos reptiles variaba entre unos 15 centímetros hasta 80. __Así que ese es un camaleón. Tengo que verlo todos los días. Lucila ¿tú crees que ese camaleón se quedé en el jardín varios días? La muchacha sonrió y echó hacía atrás su frondoso cabello largo. Se asomó en la ventana y miró hacia el jardín. El camaleón todavía almorzaba moscas y zancudos. __Me parece que si. Podemos llevar varias frutas o restos de comida al jardín para que haya más moscas. Eso hará que el camaleón venga más seguido. Y también podremos comprobar si esos cambios de color son debidos al miedo que siente cuando se acerca un extraño como a los cambios de temperatura. El silbatazo de Félix llegó rectilíneo desde la orilla de unos matorrales del solar de asfalto. Bernardo empezó a estirar los pasos sobre el granito de la sala. Al saltar la baranda registró todos los rosales y la uña de dante sin notar algún relumbrón escamoso. La mañana del juego siguiente Bernardo recibió varios llamados de atención del manager. Se estaba quedando mucho tiempo pasando el pie en abanico sobre la arena de tercera base. Mientras remontaban el papagayo Félix le dijo que así como buscaban el lugar donde el viento favoreciera al papagayo, de la misma manera él tenía que acondicionar los alrededores de la base. “Y nunca dejes de ver al pitcher y de hablar con el short stop. Sobre todo cuando hay corredor en segunda base”. En ese momento Félix dio tres pasos y templó al papagayo varios metros a su derecha. Un relumbrón metálico apenas corto el aire. “¿Ves? Si no hubiera estado pendiente me cortan el papagayo”. El juego había llegado igualado a dos carreras al cierre del sexto episodio. Bernardo movía el guante sobre su rodilla izquierda. En el segundo inning agarró un roletazo y soltó la pelota en el acto para empezar un dobleplay. Siguió la pelota con la misma intensidad que vió en los ojos del camaleón cuando trepaba las espinas de los rosales. En el cuarto un toque saltarín le recordó cuando Félix templó el rollo de pabilo y se llevó al papagayo fuera del alcance de una corriente de aire. “Por eso es que tienes que estar ‘mosca’, si te descuidas te quedas sin el saco y sin los cangrejos”. Jugaba paralelo a la base y salió un linietazo tremendo que iba cantando triple. Bernardo visualizó las lengüetadas del camaleón para capturar insectos y se lanzó de cabeza sobre la línea de tercera base para atrapar la pelota justo detrás de la base, desde las rodillas metió un riflazo a primera para terminar el episodio. Antes de soltar el brazo Bernardo sacudió el rostro y miró en todas direcciones, cuando estaba a punto de correr hacia el right field corto con los ojos en el pecho, escuchó una voz que atravesó las tribunas, siempre percibía aquellas tonalidades cuando trataba de hacer trampa jugando “carga la burra” o “el zorro y las gallinas”, en esas ocasiones aborrecía el grito. “Tienes la pelota en el guante, ¡tira a primera rápido!” Ni siquiera volteó para guiñarle el ojo a Lucíla. Metió la mano en el guante y sintió que el hombro casi se le desprendió. Todos empezaron a saltar. Bernardo arrancó a correr hasta que lo alcanzaron en el centerfield y desde allá regresó en los hombros de sus compañeros. Todo el trayecto estuvo buscando una seña en la tribuna, cuando distinguió a la muchacha asomada sobre el dugout le lanzó su gorra. “¡Te quiero hermanita!”. De regreso a casa, Félix ordenó que Bernardo pusiera la visera de la gorra hacia delante. Intentó reclamarle que ha debido jugar más atrás cuando vio que el bateador cambió las manos para batear largo. Josefa levantó la mano y pidió que Félix estacionara el carro bajo un apamate. __¿Que pasa contigo? El muchacho hace la jugada del partido y sigues con el jarabe de lengua. El único que no lo ha felicitado eres tú. Félix llamó a Bernardo. Hablaron un rato. Chocaron las manos. Regresaron abrazados. __¡Estoy muy orgulloso de ti hijo! Alfonso L. Tusa.

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