miércoles, 10 de diciembre de 2014

Ovación de primer triunfo.

La neblina bajaba en copos añiles sobre el valle de Cumanacoa. Ferdinando bajó un poco la voz cuando notó que Alfredo se acercaba, el roce de las patas de la silla sobre las baldosas de la cocina, indicaba que había terminado el desayuno o lo había interrumpido. No sé Justo, el Látigo Chávez ha hecho buenos relevos, ante los propios Leones del Caracas, tiró un juego completo ante los Tiburones de La Guaira; pero ¿ganarle al Caracas como abridor? ¿a ese equipo que tiene a César Tovar, Víctor Davalillo, Pete Rose y José Tartabull? Tú como que crees que hoy es el Día de los Inocentes. Apenas estamos a 27 de diciembre de 1964, mi hermano. Justo dio media vuelta, torció los ojos igualito que cuando Alfredo lo regañaba. Pasó el resto del día buscando algo en el escaparate, con tal fruición que parecía lo iba a desarmar tabla por tabla. Luego de responder varias veces al llamado de Alfredo, hubo de salir del escaparate cuando había visualizado el borde azul de lo que parecía una barajita apretujada entre la madera del fondo y el primer tramo del compartimiento donde guardaba su ropa. Alfredo abrió la puerta del cuarto. Tienes hasta hoy en la tarde para escribir tu carta a los Reyes Magos. Justo pasó todo el mediodía contemplando la barajita, la metía y la sacaba del bolsillo del pantalón de caqui. Reviró los ojos cuando Ferdinando lo sorprendió hablando solo y largó una carcajada que lo hizo agarrar la barajita, el lápiz y el papel emborronado. Sólo cuando Alfredo lo buscó en el jardín, Justo dejó de afincar el grafito sobre el papel. La cena semejaba una carrera de galgos desesperados. Ferdinando completó el bocado final y corrió hacia el radio del comedor, restos de papas fritas ilustraban la comisura de sus labios. Justo giró el sintonizador luego que Ferdinando subiera el interruptor en el cartón piedra que resguardaba los tubos del radio en la parte trasera. “…y el primer inning termina con 0 anotaciones para el Caracas. El público de la derecha canta ‘Isaías. Los Celis’. El Látigo de regreso al dugout se toca la visera y baja las escaleras. Este Caracas-Magallanes tiene un ambiente muy especial…” Justo terminó de garabatear la línea final en su papel emborronado y aprovechó el entreinning para ir a la oficina. Tropezó con la máquina de escribir y entregó el papel a Alfredo. ¿Qué es esto? La carta de los reyes. Pero estás retrasado, te dije que debían entregarla en la tarde. No importa, los reyes saben porque me tardé, ellos entienden. Las luces intermitentes del arbolito pintaban de verde y rojo la madera que envolvía las cornetas y los tubos del radio, un olor de hallacas recién hervidas llegaba de la cocina. Ferdinando subió el volumen. “El prometedor novato Isaías Chávez vence a los todopoderosos Leones del Caracas 5-1, apenas pudieron salvar la honra en el noveno episodio. La tribuna derecha canta ‘Isaías. Los Celis. Isaías. Los Celis. Ahí sale Isaías con su camiseta número cuatro de sus tiempos con Los Celis. El público está en el terreno. Su recta pasaba como un tren por el plato y su curva mareó hasta al propio Davalillo. Isaías va en hombros, esta vez el torero cortó rabo y melena”. Al día siguiente, Alfredo se sentó en la cama de Justo, pasó como cinco minutos tratando de despertarlo. Papá, déjame dormir. Los Reyes Magos me dijeron anoche que te habían enviado tu regalo anticipado, más fue el susto que me llevé, llegaron a eso de la medianoche con unos sonidos sospechosos. Hablaron con mucha intensidad, explicaron que nunca habían recibido una solicitud de ese tipo y tuvieron que aprenderse las reglas del béisbol una por una. Alfonso L. Tusa C.

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