lunes, 6 de abril de 2015
El Cy Young que nunca fue
05-11-2014. Owen Watson. The HardBall Times
A Mike Norris, de acuerdo, le fue robado el premio Cy Young de la Liga Americana en 1980. (via John Morgan)
Hace dos años, cuando los Atléticos de Oakland se encontraban inmersos en la intensidad de una remontada de septiembre que culminaría con el título de la división Oeste de la Liga Americana en el último día de la temporada, yo había ido a una tienda de comestibles cercana a mi vecindario en Oakland. Iba para el juego de los Atléticos ese día y entré allí para comprar algún bastimento en mi ruta al estadio. Detrás de mí en la cola estaba un hombre mayor quién notó mi gorra de los Atléticos, empezamos a hablar del equipo. Discutimos la trayectoria de la temporada, si podíamos ganar la división, como nuestros abridores y el bull pen estaban lanzando muy bien en la recta final, tópicos normales de aficionados, hasta que él sacó su cartera para pagarle al cajero.
“¿Quieres ver algo? Me preguntó, luego de entregarle un billete de veinte al cajero.
Sacó una barajita de beisbol de su cartera y me la ofreció. Estaba bien desgastada: el cartón se había suavizado, los bordes estaban doblados y rasgados, y el anverso estaba desteñido, como una película en Technicolor de hace décadas que fuese colocada en el estante de un almacén y se hubiesen olvidado de ella.
Pude leer el nombre, a pesar de la decoloración.
“Mike Norris”. Lei la barajita. ¿Este es usted?
“Así es”, dijo él.
Comparé al tipo flaco del bigote delgado en la barajita con el hombre parado frente a mí. El parecido era evidente, pero el no lucía como un antíguo pitcher de Grandes Ligas, o lo que yo pensaba de como debía lucir un antíguo pitcher de Grandes Ligas. No era muy alto, no tenía una complexión particularmente fuerte, y sus brazos era de tamaño normal, tal vez un poco largos.
Al momento, no pensé en preguntarle porque llevaba una barajita de beisbol de si mismo para mostrarla a extraños. No pensé en preguntarle porque usaba muletas permanentes, o porqué estaba en la tienda, o qué transpiró en los 31 años entre la foto del él a mitad de windup en la Topps de 1981 en mi mano y aquel día de septiembre de 2012.
No pensé en preguntarle nada, porque había volteado la barajita y veía la línea de su temporada de 1980.
Los números: 22 victorias, 284.1 innings lanzados, 180 ponches, 2.53 de efectividad, 1.04 de WHIP.
Veinticuatro juegos completos.
Fue un año de ensueño: del tipo que solo llega cuando un joven, delgado derecho con talento de primera ronda tiene la epifanía, el click, y es casi imbateable desde entonces.
“Santo cielo”, dije.
Mas adelante ese día, luego del juego, me fui a casa para revisar su temporada de 1980 a profundidad, una temporada que siguió haciéndose mejor y mejor mientras avancé en las estadísticas. Por las medidas tradicionales, su temporada fue ejemplar; por sabermetría, fue mejor. Entre los pitchers de la Liga Americana, él se ubicó así:
-Tercero en Fielding Independent Pitching (Fildeo independiente del pitcheo)
- Primero en Adjusted Pitching Runs (Carreras ajustadas de pitcheo)
- Primero en Adjusted Pitching Wins. (Victorias ajustadas de pitcheo)
- Primero en Wins Above Replacement en pitcheo (Victorias por encima de reemplazo)
Sin embargo, había un número que sobresalía más que cualquier otro en la página de su perfil en Baseball Reference: un CYA-2 bajo la sección “Premios”. Al marcar en el link, vi la votación del Cy Young de la Liga Americana de 1980 por primera vez, y las palabras que Mike Norris dijo temprano en el día resonaron en mi cabeza.
“Me robaron”, me había dicho, tomó la barajita para mirarla, como si hubiera algo de lo que se hubiera perdido en los 30 años que había estado en su cartera. “Debí haber ganado el Cy Young”.
Fue una votación muy cerrada. Steve Stone, abridor de los Orioles de Baltimore y ganador de 25 juegos, empató con Norris con 13 votos de primer lugar. Quienes no votaron por Norris para ganar lo colocaron muy abajo en la elección (Stone recibió 10 votos de segundo lugar por siete de Norris), lo cual le dio una cantidad menor de puntos totales para determinar la entrega del premio a Stone.res electores dejaron a Norris fuera de la votación.
Sin embargo, la carrera no fue cerrada. La campaña de 1980 no fue un caso como el de la carrera por el Cy Young de este año (2014) entre Felix Hernández y Corey Kluber, en la cual las estadísticas de ambos pitchers están separadas por márgenes milimétricos. Norris había aventajado a Stone en cada categoría de pitcheo en 1980, excepto dos: victorias y porcentaje de victorias. Stone jugó para un equipo que ganó 100 juegos; Norris jugó para un equipo que ganó 83. Como resultado, Stone tuvo marca de 25-7 y Norris 22-9. Aparentemente esas fueron las únicas estadísticas que los votantes tomaron en cuenta.
A través de los dos años transcurridos desde que conocí a Morris en aquella tienda de comestibles de Oakland, no he podido dejar de regresar al Cy Young de la Liga Americana en 1980. ¿Qué fue de Norris después de 1980? O más importante aún ¿Por qué no he oído más de él, la víctima de uno de los escamoteos más grandes de la historia del Cy Young?
Empecé por el comienzo.
Mike Norris fue seleccionado en la escogencia 24 de la primera vuelta del draft amateur de 1973 por los Atléticos de Oakland en el City College de San Francisco. Su primera apertura con el equipo de Grandes Ligas de los Atléticos fue en 1975, y en los próximos cuatro años tuvo relativamente poco éxito, dejó números de 12-25 con 4.67 de efectividad y 1.53 de WHIP hasta la conclusión de la temporada de 1979.
Muchos de los reveses que Norris sufrió pueden ser atribuidos a la actuación del equipo, el cual, luego de ganar tres series Mundiales seguidas entre 1972 y 1974, pasó por una seria etapa de reconstrucción mientras Norris ascendía en la clasificación. Despues de ganar 98 juegos en 1975, Oakland perdió 74 juegos en 1976, 98 en 1977, 93 en 1978, y 108 en 1979.
Algo cambió en 1980 para los Atléticos y Norris, cuando la rotación de abridores estaba llena de jóvenes ases bajo el mando del nuevo manager Billy Martin: Rick Langford ganó 19 juegos con 3.26 de efectividad (así como 28 juegos completos), Matt Keough ganó 16 con 2.92 de efectividad (20 juegos completos), y Norris emergió como el mejor de todos. Steve McCatty y Brian Kingman redondearon la rotación, cada uno lanzó más de 210 innings y tuvo efectividad por debajo de 4.00.
Bajo Martin, los primeros tres abridores lanzaron un combinado de 824.1 innings en 1980, se convirtieron en el último equipo con tres lanzadores que pitchearon por lo menos 250 innings cada uno con efectividad por debajo de 3.30. La pesada carga de trabajo de los abridores vendría a formar parte del estilo de dirigir de Martin, coloquialmente conocido como “Billyball”, y fue la sospechada causa de que todos los cinco abridores de la rotación de 1980 tuvieran sus carreras recortadas debido a lesiones en los años venideros.
Como Norris le diría a L.A.Times en 2011 respecto a las visitas de Billy Martin al montículo, “Si le decías que estabas cansado, te miraba como si fueras poco hombre”, dijo Norris. “Por eso le decía que se fuera de ahí”.
Y casi siempre, Martin se iba de ahí. El joven derecho Norris, lanzaría 284.1 episodios en su especial temporada de 1980, la segunda cantidad más alta en la Liga Americana. El punto más alto de la temporada, para aquellos inclinados a los exigentes y dolorosos maratones de fortaleza atlética, fue un juego de 14 innings ante Jim Palmer y los lideres Orioles. Norris cubrió la distancia, permitió 12 imparables, dos boletos, y dos carreras limpias, enfrentó 51 bateadores. Finalmente se apuntó la victoria luego que Antonio Armas bateara un jonrón con las bases llenas en el cierre del décimocuarto inning.
Hacia el final de la temporada, el rumor del Cy Young perseguía al nuevo as de la rotación. Luego de su apertura final de 1980, un triunfo 11-3 sobre los Medias Blancas de Tony LaRussa en el cual Norris lanzó su quinto juego completo seguido, LaRussa diría, “Este muchacho que nos venció hoy tiene que ser el candidato principal del Cy Young. Martín fue más allá, luego de la victoria dijo “…si ellos no pueden tomar su decisión basados en lo que él ha hecho hasta ahora, nunca lo harán”.
El derecho terminaría la temporada con logros sobresalientes: de las 33 aperturas que hizo, 24 fueron juegos completos, incluyendo cinco en extra-inning de 11, 14, 10, 11 y 11 episodios. Agenció una tasa de porcentaje de boletos de 7.3 (la mejor de su carrera), ganó el primero de sus dos guantes de oro (el único pitcher de los Atléticos que ha ganado ese premio), y terminó entre los tres mejores de la Liga Americana en WHIP, hits por cada nueve innings lanzados, innings lanzados, ponches, victorias y Fielding Independent Pitching.
Con sólo las estadísticas, Norris parecía el seguro ganador del Cy Young. Stone terminó fuera de los cinco mejores de la Liga Americana en la mayoría de las categorías de arriba (WHIP, H/9, IP, Ks, y FIP); en algunos casos, ni siquiera estuvo entre los 10 mejores (WHIP, FIP). Parecía haber un claro ganador al final de la temporada. Como diría Norris en septiembre de 1980, “…basado en mis estadísticas, no hay duda de que he hecho un mejor trabajo que él”.
Sin embargo, Norris no ganó el Cy Young. Tres votantes llegaron tan lejos como dejarlo fuera completamente de la elección. Esos miembros de la BBWAA eran de Kansas City, Detroit y Anaheim. Norris tuvo una marca combinada de 5-1, con 1.41 de efectividad y 0.92 de WHIP contra Reales, Tigres y Angelinos en 1980.
No es un secreto que el prejuicio de las victorias y el porcentaje de victorias ha dominado la elección del Cy Young hasta hace muy poco, pero ¿cuales fueron las otras razones por las cuales el premio le fue entregado a Stone en vez de a Norris?
Existe la posibilidad de un prejuicio hacia Baltimore y la Costa Este. Empezando en 1973, los pitchers de los Orioles ganaron cuatro de los próximos siete premios Cy Young: Jim Palmer en 1973, 1975 y 1976, junto a Mike Flannagan en 1979. Los votantes pudieron haber condicionado sus elecciones, debido a que Baltimore fue una franquicia exitosa durante los años ’70. Stone también abrió el Juego de las Estrellas por la Liga Americana y lanzó tres innings perfectos, y los Orioles eran los favoritos de la Liga Americana desde el comienzo de la temporada. Stone también estaba al final de su carrera, y Norris empezaba la suya.
Como diría Norris al conocerse la decisión del Cy Young, “Me parece que pensaron que Steve era quien más merecía el premio. Puedo aceptar eso… Tengo muchos años por delante. Espero poder ser considerado otro año”.
No habría otro año como 1980 para Norris.
Con la pesada carga de trabajo de Martin, no sorprende que todos los cinco abridores de Oakland en 1980 se hayan desvanecido con una variedad de asuntos de codo y hombro en las temporadas siguientes. Langford tuvo sólo dos temporadas exitosas más antes de ser dejado libre en 1985, Keough nunca más superaría los 100 innings lanzados en una temporada luego de 1982, McCatty estaba acabado a los 31 años, y Kingman tambien después de 1982.
Para Norris, se trató de la confluencia de dos influencias dañinas que afectaron su carrera luego de su gran temporada: la aparición de una lesión en el nervio de su hombro de lanzar y la epidemia rampante de cocaína que plagó al beisbol a comienzos de los ’80. 1981 fue una temporada interrumpida por una huelga con mucho tiempo libre para actividades extracurriculares y una pérdida de fuerza en el hombro, seguida por una temporada de 1982 que vio la introducción de “Billyball” en todos los niveles de la organización de los Atléticos luego que a Martín le fuera entregada la responsabilidad de las operaciones de beisbol en Oakland.
En 1982, los pitchers jóvenes estaban lanzando juegos completos en el lugar de los abridores de Grandes Ligas durante los juegos del entrenamiento primaveral, lo cual llevó a una falta de preparación para los exigentes cotejos de nueve innings que los esperarían a partir del juego inaugural. Norris llegó a la lista de incapacitados con tendinitis de hombro en junio de 1982 como el resto del cuerpo de lanzadores, sufría bajo la intensa carga de trabajo, y tuvo cirugía en el hombro en noviembre de 1983 luego que el dolor y la inefectividad habían arreciado. Su lesión también aumentó su dependencia de las drogas, lo cual lo sacó de la liga y lo llevó a rehabilitación de las drogas. Tendría un corto regreso en 1990 con los Atléticos y lanzó bien, pero fue dejado en libertad luego de solo 27 innings de trabajo.
Dos años después de nuestro encuentro en la tienda, decidí que era el momento de preguntarle a Norris por su carrera, la carrera por el Cy Young de 1980, y su vida actual. Durante el mes que anduve buscándolo, encontré unas pocas sorpresas, incontables historias sobre leyendas e inquilinos del Salón de la Fama, y un programa para jóvenes en riesgo que usa al beisbol como herramienta para movilidad social y hábitos de salud.
Con una rápida investigación, hallé que el antíguo as ahora lidera un programa llamado Mike Norris School for Baseball and Wellness, una sociedad con una institución sin fines de lucro en el Area de la Bahía que busca comprometer a los jóvenes urbanos mediante un curriculum de beisbol y ejercicios/dieta apropiados. El programa está en las etapas iniciales de su sociedad con la institución sin fines de lucro Peacemakers, Inc., pero sirve como programa post escuela para ayudar a los niños ante algunas de las repercusiones negativas de vivir en areas urbanas de bajos ingresos.
A partir de ahí, llamé a números que resultaron estar desconectados, envié correos electrónicos a direcciones que nunca respondieron, y llamé a la institución sin fines de lucro y dejé un mensaje. Pocos días después, conseguí una pista, hablando con el fundador, Hank Roberts. Habló algo del gran trabajo de guía que la organización está haciendo en Oakland y condados vecinos. Dijo que me pondría en contacto con Mike.
Minutos después recibí una llamada.
“Es Mike Norris”.
Dos días despues, me senté frente a él en un café de Oakland. Es más alto de lo que recuerdo. Sus manos son grandes. Tiene la sonrisa fácil y los modales afables de alguien quién ha sido entrevistado miles de veces.
Luce en toda su esencia, como un pitcher de Grandes Ligas.
Por las próximas tres horas, hablamos de su primera aparición en las ligas menores, del agarre de su screwball, de cuando Dave Winfield lo atacó luego de acercarle la pelota. Me cuenta de un Rickey Henderson de 19 años y una discusión con Bob Gibson. Discutimos de su School of Baseball and Wellness, un programa de compromiso para la juventud de Oakland. Cuando nos despedimos, hacemos planes para reunirnos de nuevo.
Luego de salir del café, camino a casa y me siento en mi escritorio. Sacó el reproductor de cintas, lo reviso y tengo tres horas de historias, presionó el botón play.
He lanzado nueve innings, pero regresaré para el décimo. Apenas comenzamos.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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