jueves, 25 de junio de 2015
Esquina de las barajitas : 1974 Topps: Manny Sanguillén y Roberto Clemente.
09-04-2014. Bruce Markusen.
Por buena parte de la primavera de 1974, esta fue la barajita que traté de conseguir desesperadamente. No sé por qué esta barajita Topps de Manny Sanguillén resultó ser tan difícil de conseguir. La publicación de la colección de 1974 marcó la primera vez en la historia de Topps que la compañía imprimió todas sus barajitas de una vez, en vez de series sucesivas. Por lo que en teoría, debería haber tantas barajitas de Sanguillén flotando por ahí, como cualquier otra durante la primavera de 1974.
Aún así, no pude conseguir esa barajita hasta mediados de ese verano, final mente la obtuve como parte de un paquete grande que compré en la papelería de Pickwick. Quizás la dificultad de conseguir la barajita me hizo apreciarla más.
Había otros factores que me hicieron querer mucho esta barajita. Ahora que Roberto Clemente se había ido, Manny Sanguillén se había convertido en mi Pirata favorito. Sin barajitas de Clemente a la disposición por primera vez en años, era natural que yo me desplazara hacia Sanguillén. Para el momento, yo sabía poco de la relación entre Sanguillén y Clemente.
También me gusta el formato panorámico de la barajita. Tomada desde un ángulo bajo, a nivel del terreno, el fotógrafo de Topps muestra a Sanguillén en medio de una sesión de calentamiento del brazo antes del juego. Al disparar el obturardor en ese preciso instante, el fotógrafo captura a Sanguillén con la boca abierta, quizás una señal del gran esfuerzo que está a punto de hacer con el lanzamiento.
El fotógrafo nos da un ángulo en el cual el brazo derecho de Sanguillén está bloqueado para nuestra visual, escondido detrás del pecho y el torso. Este ángulo inusual nos permite imaginar que Sanguillén ha estirado su brazo derecho hacia atrás tanto como fuese posible, listo para lanzar con toda su fuerza hacia su compañero invisible. Aunque la fotografía fue tomada obviamente antes del juego. Sanguillén está mostrando el tipo de energía que se despliega en el juego que hace de esta una legítima fotografía de acción. Es la rara toma de acción capturada en una escena sin acción.
Por todas estas razones, de todas las barajitas de la colección de 1974, esta es incuestionablemente mi favorita.
Diez años antes de que saliera esta barajita, Sanguillén firmó con los Piratas como agente libre amateur en Panamá. Por recomendación del scout Herb Raybourne, quién sentía que Sanguillén tenía una estructura ideal para cátcher, los Piratas cambiaron al una vez boxeador amateur a su nueva posición detrás del plato. Los Piratas lo asignaron al Batavia en la NY-Penn League, donde solo bateó para .235 de promedio. También tuvo dificultades para adaptarse a la vida del norte del estado de Nueva York, donde pocas personas hablaban español. Incapaz de comunicarse bien en inglés, Sangy encontraba difícil ordenar una comida en un restaurante.
Fue asignado al Raleigh de la Carolina League el siguiente verano, Sanguillén hizo los ajustes apropiados. Bateó .328 con ocho jonrones, jugó tan bien que los Piratas lo premiaron con una promoción al Columbus AAA al final de la temporada. En una estadía de nueve juegos, Sanguillén bateó .213 en la International League.
Al permanecer con Columbus la temporada siguiente, Sanguillén exhibió varias fallas. Bateó para un mediocre .258 con solo 8 boletos. Esos difícilmente eran los números de un prospecto casi hecho realidad, pero los Piratas decidieron llamarlo en julio. En una prueba de 30 juegos, bateó para un respetable .271, pero sin poder (cero jonrones y solo cuatro dobles). Claramente, Sanguillén necesitaba más tiempo para desarrollarse.
En 1968 los Piratas enviaron a Sanguillén de vuelta a Columbus en lo que resultó el mejor movimiento posible. Al mostrar una actitud renovada, Sangy bateó .316, se embasó 34 % del tiempo y tuvo un prometedor promedio de slugging de .448. A los 24 años de edad, Sanguillén estaba listo.
Impresionados con las mejoras de su bateo, su prometedor poder y su atleticismo detrás del plato, los Piratas promovieron a Sanguillén en 1969 y lo hicieron su cátcher regular. Aunque solo negoció 12 boletos y bateó apenas cinco jonrones, su promedio de .303, su velocidad, y su habilidad defensiva lo convirtieron en factor positivo para los Piratas. También disfrutó un logro inesperado, recibió el juego sin hits ni carreras de Bob Moose el 20 de septiembre ante los Mets.
Esos logros, aunque eran importantes, no lo influenciaron tanto como su relación con uno de sus compañeros. Sanguillén se hizo amigo rápidamente de Roberto Clemente, un puertorriqueño. Esta amistad sorprendió a algunos, debido a los contrastes en sus personalidades externas. Sanguillén siempre mostraba una sonrisa, le gustaba hacer chistes y reir. Clemente era reservado y apartado. Algunos iban más allá y lo llamaban malhumorado.
Aunque los dos hombres venían de diferentes países, compartían el vínculo de hablar español. Ambos entendían las dificultades que implicaba ser un pelotero latinoamericano en una ciudad estadounidense. Sanguillén estaba al lado de Clemente cuando los periodistas acusaban a este de ser hipocondríaco. Sangy entendía que ellos ridiculizaban el acento de Roberto y sus limitaciones con el idioma inglés. Similarmente, Clemente preparó a Sanguillén para la posibilidad de que él enfrentara problemas parecidos con los periodistas estadounidenses.
Ayudado por su relación con Clemente, Sanguillén mostró mejoras en el campo en 1970. Al despachar líneas en todas direcciones, bateó para .325 y dejó promedio de slugging de .444. Surgió como el segundo mejor cátcher ofensivo de la Liga Nacional detrás de Johnny Bench, terminó undécimo en la votación del jugador más valioso de la liga.
En 1971 agenció números casi idénticos, bateó para .319 y empujó un tope personal de carreras con 81. También destacó a la defensiva, sacando al 50 % de los robadores de base. Con los Piratas ganando la división este en ruta a un campeonato mundial, Sanguillén subió al octavo lugar en la votación del jugador más valioso.
Sanguillén jugó papel fundamental en la Serie Mundial, particularmente en el séptimo juego, cuando ayudó a guiar a Steve Blass durante varios momentos difíciles al inicio del juego. “Él puede notar mis debilidades antes que yo lo pueda hacer”, le dijo Blass a Sports Illustrated la siguiente temporada. “Yo lanzo a tres cuartos de brazo. Si caigo por debajo de eso estoy en problemas. Manny se da cuenta de cualquier cambio por pequeño que sea. En el séptimo juego de la Serie Mundial mi slider no estaba funcionando al principio. Pero Manny no se rindió. No se puede hacer eso con un tipo de lanzamiento. La slider empezó a funcionar alrededor del cuarto inning y el la pidió 80 % del tiempo el resto del juego. Los Orioles habían visto lo deficiente que fue al principio y estaban sorprendidos”.
Con Sanguillén y Blass compenetrados ante los Orioles, los Piratas ganaron el séptimo juego, 2-1.
Los Piratas regresaron virtualmente con el mismo equipo en 1972, había optimismo sobre que podían repetir. Pero la temporada terminó de manera dolorosa, cuando un lanzamiento de Bob Moose rebotó fuera del alcance de Sanguillén, un claro lanzamiento descontrolado, lo que completó un regreso de dos carreras en el cierre del noveno inning del quinto juego de los playoffs.
Esa derrota palideció en comparación con los sucesos de la víspera de año nuevo. Allí fue cuando Clemente y otros cuatro hombres abordaron un pequeño DC-7 como parte de una misión de ayuda para las víctimas del terremoto de Nicaragua. Poco después del despegue, el avión explotó y se estrelló en el océano Atlántico, justo en la costa de San Juan. Sin advertencia, Clemente se había ido a los 38 años.
La tragedia casi se llevó a dos peloteros de los Piratas. Si todo hubiese ocurrido de acuerdo a lo planificado, Sanguillén también hubiese estado dentro de ese avión.
Clemente le había solicitado a Sanguillén, su mejor amigo en los Piratas, hacer el viaje con él a Managua el 30 de diciembre. Aunque no muy entusiasmado debido al tamaño pequeño del avión, Sanguillén estuvo de acuerdo en hacer el viaje. Luego de efectuar un juego en la liga invernal esa tarde, él salió para el Aeropuerto Internacional de San Juan. Pero su carro se accidentó en la vía.
La dificultad con su carro resultó irrelevante debido a que el vuelo de Clemente fue retrasado un día completo, del 30 para el 31. Una vez más Sanguillén se preparó para hacer su recorrido hacia el aeropuerto. Esta vez, Manny no pudo encontrar las llaves del carro en su apartamento. Él y su esposa buscaron en todas partes, hasta en la pañalera de su hijo Manny Jr.
Finalmente a las siete en punto esa noche, Sanguillén encontró las llaves, en el tope de un estante en el apartamento. No recordaba haberlas puesto ahí. Pero para ese momento, era muy tarde para manejar al aeropuerto y abordar el avión con Clemente. Notando que iba a perder el vuelo, Sanguillén se quedó en el apartamento.
Hasta este día, Sanguillén no tiene idea de cómo las llaves terminaron sobre el estante. No recuerda haberlas puesto ahí, ni su esposa. Un hombre religioso, Sanguillén se preguntó si alguna otra fuerza le había dificultado encontrar las llaves, para prevenirlo de hacer aquel viaje esa noche.
El alivio de Sanguillén por haber perdido el vuelo fue alterado por la tragedia que se había llevado a su amigo. Cargado de dolor, Sanguillén no se podía tranquilizar ni velar a Clemente de manera normal. Le molestaba que los rescatistas no habían sido capaces de encontrar el cuerpo de Clemente. Determinado a encontrar a su amigo, Sanguillén se llegó hasta la costa puertorriqueña cercana a donde había caído el avión. Se subió a un bote pequeño y se internó en el mar, por los próximos tres días hizo profundas inmersiones en las aguas oscuras plagadas de tiburones.
El gerente general de los Piratas trató de convencer a Sanguillén para que desistiera de ese esfuerzo. “Joe Brown trató de disuadirlo de buscar el cuerpo por su cuenta”, dijo el as relevista Dave Giusti a United Press International. “Pero él no se iba a dejar convencer de no hacer nada”.
Agotado por el esfuerzo de rescate, Sanguillén perdió el funeral. Luego de tres días seguidos de estar estacionado en aquel bote solitario, Sanguillén finalmente dejó de sumergirse.
La pérdida de Clemente no solo devastó a Sanguillén, sino a toda la organización de los Piratas. Cuando los Piratas se reportaron al entrenamiento primaveral en Bradenton, decidieron darle a Sanguillén el viejo casillero de Clemente. Eso hizo la situación más difícil. Mientras los Piratas lo hicieron con la mejor intención, eso representó una manera más en la cual Sanguillén tenía que hacer lo imposible para calzar los zapatos de su heroíco amigo.
Los Piratas necesitaban seguir adelante. ¿Cómo podrían reemplazar a Clemente en el jardín derecho? Al manager Bill Virdon se le ocurrió una solución creativa. Consciente de que la velocidad y el atleticismo de Sanguillén lo hacían un cátcher inusual, Virdon pensó en moverlo a la posición de Clemente. Para reemplazar a Sanguillén, Virdon podía llamar a uno de los principales prospectos de cátcher del beisbol, el bateador zurdo Milt May.
En el papel, los cambios permitían a los Piratas reemplazar a Clemente con el talentoso Sanguillén mientras le abrían espacio a May detrás del plato. Aunque los movimientos tenían sentido en teoría, ellos no tomaron en cuenta el estado mental de Sanguillén.
En realidad, Sanguillén no quería jugar en el jardín derecho. Como siempre fue un jugador de equipo, hacía lo que le decían, pero contra sus deseos. Se sentía culpable al tratar de suceder a su mejor amigo en los Piratas. “Me sentía mal”, le dijo Sanguillén a Sports Illustrated, “porque lo extrañábamos mucho. No me gusta hablar mucho de él. Se me llena la mente con recuerdos de él”.
Al jugar regularmente en el jardín derecho, Sanguillén cometió seis errores en los primeros 34 juegos del equipo. Su bateo también disminuyó. Para entonces, Virdon había visto suficiente y sabiamente regresó a Sanguillén a su posición regular detrás del plato. Al hacer la transición en reversa, Sanguillén se reaclimató rápidamente a su posición favorita.
Aunque su promedio de bateo final cayó a .282, mostró un nivel de poder nunca antes visto. Bateó 12 jonrones y coleccionó 26 dobles. Todo no estaba perdido en una temporada difícil.
Los números de poder de Sanguillén regresaron a niveles más normales en 1974, bateó siete jonrones. Pero su promedio al bate fue .287 y se mantuvo como un gran mascoteador y su brazo siguió haciendo outs.
También siguió siendo un pelotero divertido. Siempre armado con una sonrisa, Sanguillén le daba un nivel inusual de alegría al juego. Muy expresivo detrás del plato, llegó a desarrollar un fuerte vínculo con sus pitchers, quienes apreciaban como Sanguillén se colocaba tan bajo en un esfuerzo por crear la diana idea. Sanguillén también corría bien, no solo como cátcher, sino como jugador de cualquier posición, lo cual lo convertía en una amenaza en las bases.
Como bateador, Sanguillén se paraba en el plato con un estilo que abarcaba mucho espacio y usaba un bate grande, un modelo de 40 onzas que parecía más apropiado para un bateador de poder. Nunca he visto a un bateador intentar ante tantos lanzamientos fuera de la zona de strike como Sanguillén. Con una zona de strike que abarcaba ambas cajas de bateo, Sanguillén le hacía swing a todo. Podía conectar lanzamientos contra el piso, o por encima de su cabeza. Esa tendencia no le ganaría amigos entre los sabermétricos, quienes valoran una actitud más paciente en el plato, pero hay algo satisfactorio en mirar a un bateador conectar un pitcheo que rebota en el suelo y lo convierte en doble.
Sanguillén cumpliría 31 años en la primavera de 1975, nadie se habría sorprendido si su juego empezaba a declinar. Quizás como una manera de combatir el envejecimiento, Sanguillén decidió cambiar su apariencia en 1975. Se afeitó la cabeza completamente y se dejó crecer el bigote.
Más significativo que su cambio de apariencia, Sanguillén adoptó una nueva filosofía en el plato. Mostró una paciencia irreconocible para negociar su tope personal de 48 boletos, bateó para .328 y se embasó 39 % del tiempo. A la defensiva mostró alguna desmejora al retirar solo el 26 % de los robadores de base, pero eso no le importaba mucho a los aficionados o los medios. Sangy fue al Juego de Estrellas y ocupó el lugar 16 en la votación del jugador más valioso.
La actuación de Sanguillén en 1975 representó el pico ofensivo de su carrera. Como era de esperar, sus números bajaron en 1976, pero su OPS de .716 todavía era respetable para un cátcher. Al mantener sus habilidades con el madero, Sanguillén llamó la atención de otros equipos. Un equipo en particular solicitaría a Sanguillén en una propuesta de cambio muy inusual.
Luego de la temporada de 1976, Charley Finley, dueño de los Atléticos se contrarió cuando el presidente de la Liga Americana, Joe Cronin determinó que él debía cancelar el contrato de larga duración que el manager Chuck Tanner había firmado originalmente con los Medias Blancas. A Finley no le agradaba para nada tener que pagarle a Tanner dos años del contrato. (A Finley no le gustaba la idea de pagarle mucho dinero a sus peloteros, menos a sus managers). Por lo que Finley puso a Tanner en el mercado de cambios. Los Piratas mostraron interés. Al necesitar un cátcher, Finley solicitó compensación con peloteros, específicamente Sanguillén. Los Piratas enviaron a Sangy y 100.000 dólares a Oakland por Tanner, para completar la transacción del manager por el jugador.
Finley había esperado que Sanguillén se convirtiera en su cátcher regular, pero su pesada carga de trabajo había empezado a mostrar consecuencias. Sanguillén recibió solo 77 juegos para los Atléticos, mientras pasaba algún tiempo como bateador designado, jardinero derecho y primera base. Su promedio de bateo bajó a .275, el punto más bajo desde su temporada de novato. Claramente, ya no era el cátcher élite que había sido en Pittsburgh.
Aunque Sanguillén era de los pocos peloteros que disfrutaban una buena relación con el a menudo difícil Finley, la amistad no garantizó una larga estadía en Oakland. Como Finley buscaba reconstruir con juventud en 1978, Sanguillén era canjeable. Esa primavera, Finley lo envió de vuelta a los Piratas por tres peloteros: el jugador del cuadro Mike Edwards, el jardinero Miguel Diloné y el pitcher relevista Elías Sosa.
Ahora Steve Nicosia y Ed Ott compartían para los Piratas las labores detrás del plato, Sanguillén se convirtió en tercer cátcher y bateador emergente. Permaneció en ese papel por tres años, destacó por sus sutiles contribuciones a los Piratas campeones mundiales de 1979. En el segundo juego de la Serie Mundial, despachó un sencillo remolcador para ganar el juego con dos outs en el noveno inning.
Luego de la temporada de 1980, los Piratas incluyeron a Sanguillén en el cambio de Bert Blyleven, enviaron al par a los Indios por cuatro jugadores jóvenes. Pero Sanguillén no tenía interés en terminar su carrera con los Indios, por lo que optó por retirarse.
Ha habido dificultades desde entonces. Él ha pasado por carencias financieras, incluyendo un enfrentamiento con la bancarrota cuando su tienda de artículos deportivos fracasó. Pero parece haber encontrado la estabilidad financiera con un negocio distinto, “Manny’s Bar-B-Q”, el cual ocupa un lugar en las afueras del PNC Park de los Piratas. Sanguillén vende sus famosas costillas asadas mientras cuenta historias a sus clientes y firma autógrafos a los aficionados que los solicitan. Él disfruta hablando de sus días con los Piratas, aunque el tema de la muerte de Clemente sigue siendo un tema difícil.
Todos estos años después, Sanguillén aún mantiene una fuerte conexión con Clemente. A menudo puede ser visto usando camisas estampadas con la imagen o el nombre de Clemente. Adicionalmente, él ha comercializado una salsa para parrillada llamada “Sanguillén Sauce” y contribuye con el 10 % de las ventas para la Fundación Roberto Clemente.
Sanguillén todavía disfruta hablando de Clemente estos días, recuerda las gratas memorias de sus días juntos con los Piratas y en el beisbol invernal. Él ríe acerca de las formas como el solía para bromear con Clemente, mientras enfatiza el cariño y respeto que sigue teniendo por “El Grande”.
Cuando alguien ha arriesgado su vida al sumergirse en aguas plagadas de tiburones, no deber ser una sorpresa que la amistad, aún 40 años después del hecho, aún persevera.
Sources: The Sporting News, Sports Illustrated, Manny Sanguillen’s player file at the Baseball Hall of Fame
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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