viernes, 16 de octubre de 2015
Preguntas y respuestas con Bob Kipper.
Baseball Prospectus. David Laurila. 04-01-2011.
Antes que él se convirtiera en un coach de pitcheo altamente reconocido en ligas menores, Bob Kipper vivió el sueño que ahora ayuda a perseguir a otros. El zurdo de 46 años pasó ocho temporadas en las Grandes L:igas, y mientras su marca fue un humilde 27-37 con efectividad de 4.37 y 11 salvados, él se considera privilegiado por simplemente haber tenido la oportunidad. Tomado de octavo en el draft general de 1982 por los Angelinos de California, Kipper fue cambiado a Pittsburgh tres años después y realizó la mayor parte de sus 247 apariciones de su carrera con los Piratas. Él ha sido coach de pitcheo en la organización de los Medias Rojas desde 1999, y pasó la temporada de 2010 tutoreando lanzadores en el Portland AA.
Kipper contó la historia de su viaje a las Grandes Ligas, sus dos tumultuosas apariciones como Angelino, y su tiempo en Pittsburgh antes de un juego a finales de temporada en el Hadlock Field de Portland.
Bob Kipper:
“Para mí, ser drafteado fue extremadamente excitante. Para empezar, desde que era un niño pequeño, probablemente regresando a cuando tenía cinco años, mi sueño había sido jugar beisbol en Grandes Ligas. Por supuesto, a los cinco años nadie sabe como va a ser su vida, pero siempre tuve un amor verdadero, una verdadera pasión, por el beisbol. Y me di cuenta a esa edad muy temprana que tenía una destreza especial para desenvolverme en el juego. Yo era uno de esos tipos que siempre pitcheaba con éxito ante muchachos mayores. En la escuela secundaria, fui capaz de lanzar al máximo nivel como estudiante de primer año y dominar. Ciertamente yo no sabía que jugaría en las Grandes Ligas algún día, eso era mi sueño”.
“Al llegar a mi año final en la secundaria, yo sabía que había una buena oportunidad de que, evitando las lesiones, consiguiera la oportunidad de ser drafteado y jugar beisbol profesional. Cuan alto llegaría en el draft dependería de lo bien que lo hiciera como jugador de último año, y terminé teniendo un año muy impresionante. Estaba proyectado para llegar alto en el draft, algunas fuentes decían que podría estar entre la primera y la quinta escogencia. Eso era impresionante para mí, pero también muy excitante”.
“El primer día del draft de junio recibí una llamada de Larry Himes, el director de búsqueda de talento de los Angelinos de California, informándome que yo era su primera escogencia. Al haber crecido como uno de seis niños en una familia que vivía en una granja de siete acres en el Illinois rural, todos estábamos muy emocionados, y siempre recordaré la excitación previa al día cuando firmé. Un día o dos después me subí a un avión rumbo al sur de California. Subí a ese avión con otros dos tipos quienes fueron drafteados ese año, uno de ellos era Mike Rizzo, quién ahora es el gerente general de los Nacionales de Washington. Recuerdo que estuve retrasado para llegar al aeropuerto, porque tuvimos dificultades con el tráfico todo el camino, tratando de llegar al aeropuerto O’Hare de Chicago. Finalmente llegamos, pasé la revisión, corrí hacía la puerta de embarque y subí al avión”.
“Cuando bajamos del avión, fuimos al campus de Cal State Fullerton, y cuando llegué allí, recuerdo que fue uno de los sentimientos más solitarios del mundo. Nunca había estado lejos de mi hogar. Me di cuenta muy rápidamente, que tenía que crecer con velocidad, y no solo ser independiente, sino aprender como coexistir con otras personas, lo cual era algo que no tuve que hacer mientras crecía en Aurora, Illinois. Estás en tu zona de comodidad, en un pueblo relativamente pequeño con gente que te es familiar, y ahora eres un muchacho de 17 años embarcándose en la oportunidad de jugar en Grandes Ligas. Todo era nuevo para mí”.
“En mi primera salida del beisbol profesional, experimenté algo que nunca antes había vivido, ni en las Pequeñas Ligas, secundaria, o cualquier lado. Recibí dos jonrones en el mismo juego. Yo estaba en la Northwest League, jugando en Salem, donde teníamos nuestro equipo de temporada corta, y el juego fue en Bend, Oregon. Muy interesante fue que mi primer manager fue Joe Maddon”.
“Permití este jonrón con dos outs en un inning, entonces ponché al próximo bateador. Estaba muy agitado, agraviado y frustrado caminando alrededor del montículo, y Joe Maddon pudo ver eso claramente. Él dijo, “Sabes, la señal de un buen pitcher es uno que permite un jonrón y poncha al próximo bateador”. Acepté eso. Pocos innings después el mismo tipo viene otra vez y batea otro jonrón contra el edificio del abasto detrás del jardín izquierdo. Eso fue con un out, y ponché los próximos dos bateadores y salí del campo. Joe podía ver claramente que yo estaba agitado, agraviado y frustrado, se acercó a mí de nuevo y me dijo, “La señal de un buen pitcher profesional es cuando él permite un jonrón y poncha a los próximos dos bateadores”. Él tenía la idea de cómo calmar una situación, sabía como manejar a los peloteros, recuerdo eso vívidamente mientras estoy sentado aquí hoy”
“Pero el juego fue una falla real para mí, porque, como dije, nunca había experimentado algo como eso antes. Y cuando experimentas una falla por primera vez, vas a tener interrogantes. Te vas a preguntar, “Caramba, ¿Qué tan bueno soy de verdad?”
Mi primera temporada completa no fue un paseo por el parque. No fue un tazón de cerezas, tampoco. Estuve muy inconsistente. Tuve mis momentos donde fui dominante, pero también tuve mis momentos donde no estuve bien para nada. Mirando hacia atrás, era un momento cuando mi amor por el juego estaba a prueba, porque, una vez más, estaba experimentando las fallas como nunca antes las había vivido. Estaba tratando de encontrar como procesar eso y manejarlo”.
“Mi segundo año, estuve en Peoria, en la Midwest League. Mi manager fue Joe Coleman, y el ayudó a profesionalizarme. Me enseñó como actuar, como hablar, como ser responsable a un nivel profesional. Me llamó la atención sobre unas cosas, como llegar a tiempo y mostrar un compromiso real con el juego. Fue un año duro para mí, porque todavía estaba aprendiendo como lidiar con las fallas. Joe también era el coach de pitcheo, no solo el manager, así que él tenía muchas cosas en su placa, pero el también era un hombre bueno. Me mostró que ser un profesional es de verdad exigente, y eso es muy demandante. Como un muchacho con un años luego de haber salido de la secundaria, piensas que tienes algunas respuestas, pero no las tienes”.
“El próximo año, 1984, fui promovido al próximo nivel, a la california League. Tuve una temporada destacada, donde en 26 aperturas tuve 26 decisiones, lo cual es casi imposible en la actualidad. Cumplí 19 años ese verano, y tuve marca de 18-8 y fui el Pitcher del Año en la California League. La confianza alimenta la confianza, por lo que me venía sintiendo muy bien con mi juego y como me estaba desarrollando. Después de la temporada, yo tenía que ser protegido en el roster de Grandes Ligas, y así fue”.
“La siguiente temporada, fui a mi primer campamento de ligas mayores. Era 1985, y al mismo tiempo los Angelinos de California eran un equipo lleno de estrellas. Ahí estaban Reggie Jackson, Rod carew, Bob Boone, Bobby Grich, Doug DeCinces, Brian Downing, Tommy John, Geoff Zahn, Donnie Moore. Me refiero a que era un equipo tipo todos estrellas, y yo soy este muchacho de 20 años caminando en el clubhouse, en el Gene Autry Complex en Mesa, Arizona, sintiéndome, muy, muy fuera de lugar. Ese sentido de pertenencia no estaba allí, claramente. Estaba al tanto del ambiente en el cual me encontraba”.
“Aún así, varios tipos me hicieron sentir muy cómodo, y uno en particular: Donnie Moore. Sabemos que Donnie Moore, después de la temporada de 1986, se quitó la vida y eso fue duro para mí. Él fue el único que de verdad me protegió y me hizo sentir cómodo. Él se aseguró de que yo siempre tuviera el transporte para ir y venir al estadio, y cosas como esas”.
“Tuve mucho éxito en el campamento de Grandes Ligas, así que las dudas empezaron a despejarse un poco en ese punto. Ahora estaba enfrentando bateadores de Grandes Ligas, tipo que había visto por televisión cuando era niño, estaba teniendo éxito ante ellos. Empecé a notar que tal vez no estaba tan lejos”.
“Avancé por todo el entrenamiento primaveral sin idea de cual sería mi futuro. ¿Iba a hacer este equipo de Grandes Ligas? ¿Iba a ser reasignado a AA o AAA?”
“Nunca me dijeron que había hecho el equipo. Hice el equipo en el entrenamiento primaveral, en 1985, y lo descubrí de esta manera, yo caminaba hacia el clubhouse el día después de nuestro juego final de pretemporada. Cada año, los Dodgers y los Angelinos jugaban una serie del autopista y este era el día después del tercer juego. Recuerdo que era el día después del domingo de Resurrección y había un uniforme del día inaugural colgando en mi casillero. Así fue que lo supe. No hubo, “Felicitaciones, hiciste el equipo”, o alguna explicación. Solo había un uniforme colgando en mi casillero”.
“Por supuesto, había excitación, pero aún había duda de que yo pertenecía allí. Y como se dio todo, no duré mucho tiempo ahí. Hubo razones para eso. En parte fue el sentido de pertenencia, y la otra parte fue que ellos me encomendaron una labor, para la cual yo no estaba listo. Hasta ese punto, yo estaba muy cómodo con la rutina de cinco días como lanzador abridor, y fui enviado al bull pen. Ellos buscaban oportunidades para que yo saliera y tuviese éxito. No querían lanzarme al fuego”.
“Esperé una semana antes de mi primera salida. Fue en el Coliseo de Oakland en su noche inaugural, y recuerdo calentar en el bull pen. Estaba muy nervioso e incómodo. Cuando entré al juego, eso me llevó al juego. No tuve éxito. Si alguien mi primera salida en Grandes Ligas, se dará cuenta que no fue impresionante. Fueron dos tercios de inning y cuatro carreras, caminé algunos bateadores. No te sientes muy bien contigo luego de una salida como esa, particularmente a los 20 años de edad en las Grandes Ligas. Después de eso, estuve sentado por otras dos semanas antes de ver acción de nuevo, y cuando estás sentado por dos semanas te haces muchas preguntas”.
“Tuve una oportunidad de iniciar un juego, en Anaheim, contra los Atléticos de Oakland. Una pequeña historia vinculada a esa experiencia es Reggie Jackson. Muchas personas tienen diferentes opiniones de Reggie Jackson, y yo siempre tengo una opinión favorable, porque esa noche particular en Anaheim, luego de venir al dugout posterior al calentamiento en el bull pen, él vino y se sentó a mi lado. Puso su mano en mi pierna y dijo, “Muchacho, ¿estás listo?” Dije, “Sip”, y él dijo, “Vamos”. Él corrió hacia el jardín derecho. Eso era algo que él no tenía que hacer, pero lo hizo de todas formas y siempre he recordado eso. Tengo una opinión muy alta de Reggie Jackson debido a eso”.
“La salida empezó bien con un primer inning muy bueno, pero entonces todo se complicó en un pestañear. No creo que llegué a tres innings. Para hacer una historia larga, corta, el día siguiente fui enviado a nuestra filial AA en Midland, Texas. El manager de los Angelinos de Midland era Joe Maddon. Era otra oportunidad de jugar para Joe Maddon, y una vez más yo no tenía mucha confianza. Era tiempo de empezar a reconstruir la confianza, y desarrollar un juego efectivo de nuevo, y eso ocurrió para mi en Midland”.
“Yo salté desde Midland, después de tener un par de meses de éxito ahí, hacia nuestra filial de AAA en Edmonton, Alberta. Hice una apertura en Edmonton y entonces me vi involucrado en un cambio (el 16 de agosto de 1985) hacia Pittsburgh”.
“El cambio representó una oportunidad para mí, aunque regresando en el tiempo, yo no la vi como tal. Fui a una organización, los Piratas de Pittsburgh, que pasaba por una gran transición. Todos conocemos los Piratas de los años ’70 y de comienzos de los ’80, y hasta los de los años ’60. Es una organización rica en tradición, tanto como la tradición de los Medias Rojas de Boston. Pero pasaban por un período de transición, y eso significó una oportunidad para mí, y para otros”.
“Había tipos como Sid Bream y Andy Van Slyke. Andy llegó en un cambio en 1987, un par de años después. Sid vino desde los Dodgers. Mike LaValliere es otro tipo que llegó en un cambio. R.J. Reynolds es un tipo con quien jugué en Pittsburgh. Tuvimos oportunidades, y mientras avanzábamos en ese proceso, nunca imaginamos que en 1990 seríamos los campeones del este de la Liga Nacional. Eso ocurriría por tres años seguidos, y yo fui lo suficientemente afortunado para estar ahí en dos de ellos, 1990 y 1991”.
“Mirando en retrospectiva, ese fue un momento especial en mi vida, ser parte de una organización que se estaba transformando. Muchos de los cambios comenzaron en 1987 y ocurrieron gradualmente desde ese momento. Para finales de 1987, pensábamos que estábamos desarrollando un equipo de beisbol de Grandes Ligas muy bueno”.
“Respecto a la temporada de 1988, pienso que había expectativa por ganar. Muchas personas recordarán a los poderosos Mets de 1988, quienes ganaron 100 juegos, y a finales de julio, estábamos solo 3,5 juegos por detrás. Habíamos estado disputando y compitiendo con los Mets de Nueva York durante esa temporada. Como equipo, de verdad pensábamos que teníamos oportunidad de ganar. No funcionó, terminamos segundos en la división ese año”.
“Para 1989, había grandes esperanzas de que íbamos a contender por la división, pero tuvimos muchas lesiones. Y hablamos de jugadores importantes, integrantes clave de nuestro equipo. Mike LaValliere estaba lesionado. Andy VanSlyke tenía dificultades musculares. Jim Gott tuvo una operación Tommy John, si mal no recuerdo, y él había sido nuestro cerrador en 1988, salvó 34 juegos. Las lesiones de los jugadores clave afectaron nuestra actuación. Como es bien sabido, es difícil encontrar los sustitutos quienes te van a dar la misma calidad de juego, en una dinámica de noche a noche, en la mayoría de las posiciones. No llegamos a nada en 1989, aunque, irónicamente, fue mi mejor temporada en el montículo”.
“Llegamos a la temporada de 1990, sabiendo que íbamos a tener de vuelta a esos tipos en la alineación, y trajimos a tipos como Jay Bell. Jay fue una gran parte de nuestra defensa y nuestra producción de carreras ese año. José Lind fue el tipo que emergió hacia finales de 1987, y hasta este día él es probablemente uno de los mejores segunda base que he visto debido a su atleticismo y alcance. Había pelotas que él podía tomar que ningún otro segunda base de esa época podía alcanzar. Él ayudaba a proteger a los lanzadores. Sid Bream fue uno de los mejores primera base con quien jugué, era muy bueno en su posición. Él tomaba los disparos erráticos y se movía bien para ser un tipo grande, aunque tenía molestias en las rodillas”.
“Teníamos unos jardines sanos con Barry Bonds, Andy Van Slyke, y Bobby Bonilla. Andy Van Slyke, para mí, es uno de los mejores jardineros central que haya visto, debido a sus instintos, los saltos con que sale tras las pelotas, y la manera como asume el juego”.
“Conocí a Barry Bonds en Venezuela en 1985, cuando jugamos pelota invernal juntos. Barry y yo siempre nos llevamos bien, por lo que no me gusta hablar de él mucho. Todos tienen opiniones de las personas y yo siempre he tenido una opinión favorable de Barry. Él fue un buen compañero de equipo, siempre muy respetuoso conmigo, como lo fui yo con él. Lo que él haya hecho más allá de eso fue totalmente responsabilidad de Barry Bonds. No tengo sentimientos enfermos o palabras duras para él. Él fue un tremendo atleta, obviamente, y fue parte integral de nuestro éxito en ese tiempo”.
Mike LaValliere era un tipo quien fue capaz de comandar un juego de beisbol desde detrás del plato. Él era un tipo con el cual se disfrutaba lanzar; confiabas en él. Era capaz de crear relaciones con los pitchers. Él fue un gran estudiante del juego y un tipo a quien quería detrás del plato. Don Slaught es un tipo que adquirimos en 1990, y complementaba muy bien a Mike”.
“Teniamos las piezas del rompecabezas encajando y salimos y ganamos la división, en San Luis, en 1990.Fue en la última gira del año antes de regresar a casa para terminar la temporada, esa es una historia que me gusta contar porque fue una de las experiencias más excitantes de las que fui parte”.
“De regreso a casa desde San Luis, el aeropuerto de Pittsburgh acumulaba más de 30.000 personas para recibirnos. Fue una de esas experiencias que casi no puedes describir. Fue algo muy cómico, caminábamos en el aeropuerto con gente que colgaba literalmente de las rampas, celebrando y aplaudiendo nuestro logro. Éramos una organización que había estado hambrienta de una aparición en postemporada por 11 años, y finalmente lo conseguimos. Esa fue la culminación y puedo recordar el proceso, todos los cambios que fueron hechos para hacer eso posible. Todo llegó a la vez, y que sentido del logro y que manera de celebrarlo”.
“Tuvimos una serie de campeonato de la Liga Nacional decepcionante. Nos fajamos por seis juegos, pero no pudimos vencer a los Rojos, quienes ganaron la Serie Mundial”.
“En 1991, fuimos aun mejores. Aseguramos el este de la Liga Nacional con dos semanas por jugar. Lo hicimos en Pittsbutgh. Pero también terminó siendo un año decepcionante. En los playoffs estábamos adelante tres juegos a dos, contra Atlanta, e ibamos de regreso a Pittsburgh con Doug Drabek y John Smiley. John había ganado 20 juegos ese año y Doug fue un pitcher sólido en Pittsburgh en todos los años que pasó ahí. Ganó un Cy Young en 1990. Desafortunadamente, los pitchers de los Bravos en esa época también eran buenos. Steve Avery estuvo a la altura del compromiso y el sexto juego fue una blanqueo 1-0. Entonces en el séptimo juego, estuvimos abajo desde el principio. JohnSmiley tuvo dificultades en ese juego, y una vez que ellos se fueron adelante, John Smoltz fue indescifrable. Él lanzó un blanqueo que ganaron 4-0. Ellos fueron a la Serie Mundial de 1991 y nosotros fuimos a casa. Entonces firmé como agente libre y jugué con Minnesota en 1992. Ese fue mi último año en las Grandes Ligas”.
“Cuando miro hacia atrás en mi carrera, no me siento desilusionado por no haber logrado más. Siempre he mirado eso con la convicción de que hice lo mejor que pude. No hago segundos pensamientos de lo que pudo haber sido, porque siento que mi ética de trabajo no era segunda de nadie y me siento muy privilegiado de haber tenido la oportunidad de lanzar ocho temporadas en las Grandes Ligas. Nunca trivializaría con eso, porque siento que me gané todo lo que tuve en este juego”.
“Aprendí de ciertos tipos, de ciertos coaches de pitcheo a través de mi carrera, y pienso que todo se resume en esto: Aprendes lo más que puedes de los tipos que pasan tiempo contigo, se comunican contigo, y te tratan bien. Hubo algunos de esos tipos que tuvieron un gran impacto en mi, y no solo en mi carrera beisbolera, sino en mi vida. Y así es como me desenvuelvo en mi posición como coach de pitcheo. Si tienes oportunidad de impactar una vida humana, un individuo quien está aspirando a lanzar en las Grandes Ligas…y no soy un tipo que lo sabe todo. Soy un tipo quién tiene experiencia y trata de usarla para ayudar a otros individuos a lograr el mismo nivel al cual tuve el privilegio de pitchear. Estoy orgulloso de haber pitcheado en las Grandes Ligas, y quiero hacer lo que pueda para ayudar a otros a lograr el mismo sueño”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C.
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